Una fría noche de invierno [Privado]

El viento de aquella fría noche azotaba como nunca la ciudad, siendo posible ser escuchados aquellos silbidos que provocaba en la copa de los árboles. La noche, aun para ser invierno se encontraba totalmente despejada y era posible el presenciar aquella luz de las estrellas y por sobre todo la luz plateada de la luna que bañaba las calles como cual lluvia. A lo lejos y entre la neblina, una silueta curvilínea de una fémina era percibida ante tanta soledad, el resonar de sus tacos contra la acera dejaba un delicado hueco que resonaba por el lugar. Era el grácil caminar de una princesa, una mujer de suave andar, era como si flotase junto con la neblina que acompañaba su nocturno paseo.
Su traje no relucía ante el manto oscuro que bañaba el lugar, en más, se mimetizaba de tal forma que solo era visible aquel pálido rostro, con una apariencia tallada en marfil, delicado, refinado, de apariencia suave y tersa. En este, unos labios rojos como la sangre quedaban entreabiertos a medida de que se maravillaba ante tal hermosa noche. Sobre estos una nariz respingada y de a veces apariencia intrusa sobresalía por su rostro, denotando su hermosa estructura ósea. Y sus ojos, aquellos oscuros ojos que dejaban en vergüenza a la misma noche, observaban con lujo y detalle cada lugar, cada forma, cada estructura que estos pudiesen apreciar, si, esos ojos eran realmente hermosos, sobresaliendo entre los demás debido a sus rasgos asiáticos. Perfecta, para cualquier mortal aquella era una mujer perfecta, con un gran dote de sensualidad mezclado con inocencia, el mayor deleite de cualquier hombre.
Sus pasos comenzaron a bajar su frecuencia a medida de que un dulce aroma se calaba por su nariz, provocando que aquel perfecto rostro se contrajera levemente, de una forma casi imperceptible al ojo humano. Si, los pasos iban cada vez más lentos hasta que cesó su andar. MiYoung ladeó su rostro a medida de que una leve sonrisa de dibujaba en este- Un humano… -susurró en su idioma natal, dejando que aquella voz se mezclase con el frío viento, dejando que llevase aquella melodía hacia la joven que estaba frente a sus ojos, a una larga distancia claro, una en la cual no haría que la chica se percatase de su presencia aun.
Inspiró con suavidad mientras que sus ojos se cerraban, percibiendo aquel aroma a árboles viejos, humedad, transpiración de algunos humanos que se aproximaban hasta el perfume barato de una mujer que salía de una taberna. Alcohol, tabaco e inclusive otro tipo de drogas eran percibidas en el ambiente, pero nada, absolutamente nada se comparaba con aquel olor que emanaba la joven pelirroja. Su sangre era demasiado dulce que podría embriagar a quien la probase, lo sabía, había tenido experiencias no muy agradables con aquellos tipos de olores.
Recobró nuevamente el andar de forma decidida pero educada, quedando en la espalda de la chica, esbozando aquella sonrisa que le caracterizaba y la cual hacía que sus ojos se achicasen hasta solo ver el brillo en ellos- Es muy tarde para que una dama como usted este por estos lugares –dijo con un perfecto francés pero sin dejar aquel acento que tenía. Ni toda una eternidad serviría para alejar su extraña pronunciación con algunas palabras, esperando a que la mujer se diese vuelta para poder presentarse- Mucho gusto, soy MiYoung Hwang –dijo haciendo una leve reverencia a la joven. Aun cuando había vivido tantos años en el extranjero, los modales y tradiciones de su cultura no las abandonaría, menos al haber sido una de las hijas del emperador, aquel que ya quizás había sido olvidado por la historia- Creo que debería de ir a casa, es peligroso estar en un lugar como este y más aun cuando pueden andar bandidos cerca –comentó relajando su rostro para dejarlo sereno y expectativo. Lo que ella dijese o contestase le era de suma interés puesto que el relacionarse con franceses no era un pasatiempo, pero quien sabe, quizás podría cambiar aquella situación de su vida.
Otra fuerte ráfaga de viento golpeó el lugar, jugueteando con el oscuro vestido de la dama y parte de su cabello que traía amarrado, dejando un extraño silencio en aquel lugar nuevamente. No hablaría, no más hasta que la mujer de aquellos rojizos cabellos se presentase.