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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Cosette Renaud Lun Ene 14, 2013 5:45 pm

Ya era más de medianoche cuando Cosette llegó a la fábrica de tejidos. Había empezado a trabajar ahí un par de meses atrás, y aunque el pago no era muy bueno considerando las condiciones en las que trabajaban, era lo único que había encontrado por el momento y realmente necesitaba el dinero.
El encargado del lugar había implementado un sistema de turnos nocturnos para aquellas personas que pudieran tomarlos. Cosette trabajaba allí también varias horas durante el día, pero se había comprometido a aceptar el turno de la noche. Era agotador y las horas siempre se hacían eternas, pero al menos así podía ganar algo más de dinero.

Sin embargo esa noche se había atrasado a causa de su madre, quien había tenido una recaída. Ya que su padre no se encontraba en casa y ella era la mayor de sus hermanos, había tenido que atenderla. Sabía que al dueño de la fábrica no le gustaría nada aquello pero tampoco podría haber dejado a su madre así.
Llegó corriendo y con la esperanza de que la puerta estuviese aún abierta, pero dada su mala suerte se encontró con lo contrario. Con un nudo en el estómago se apresuró a golpear la puerta con fuerza hasta que finalmente el encargado abrió.

-¡Ah! Pero si es la mademoiselle Cosette –dijo el hombre con ironía al verla en el umbral. Tenía una expresión de fastidio y hastío. -¿Cuál es tu excusa esta vez? No, espera. No me interesa escucharla –se dio media vuelta y trató de cerrar la puerta, pero Cosette fue más rápida y se lo impidió con las manos.
-¡Señor! Por favor, no fue mi intención llegar tarde, mi madre…
-¡Sí, tu madre! ¡Si no es tu madre es tu hermana, siempre es lo mismo! –el encargado empezó a gritarle, parecía muy molesto. –Esta es la tercera vez en este mes, las cosas no funcionan así –sin pensarlo dos veces le dio un empujón para quitarla de en medio y así finalmente poder cerrar la puerta con estrépito.

Cosette tan rápido como pudo volvió a golpearla con todas sus fuerzas.
-¡M'sieur! ¡Por favor! –gritó desesperada, alzando la voz tanto como pudo. -¡Por favor, necesito el dinero! –volvió a exclamar sin dejar de golpear con ambas manos.
Escuchó un ruido de pasos y la puerta volvió a abrirse. Era el encargado otra vez. Cosette lo miró sorprendida, pues casi había perdido la esperanza, y pensó por un instante que las cosas se arreglarían.
-Ah, sí. Casi lo olvidaba.
El hombre salió a la calle cerrando la puerta tras de sí y caminó unos metros hasta el callejón que bordeaba la fábrica. Cosette no supo qué hacer en un principio pero lo siguió de inmediato. Llegaron hasta la parte trasera del lugar y allí el hombre señaló hacia un rincón.
-Ahí. Tu paga del mes –dijo con desprecio, apuntando con el dedo. Cosette no logró distinguirlo de inmediato, pero luego se dio cuenta de que estaba señalando una cabra.

-Ahora piérdete y no vuelvas a aparecer por este lugar –le ordenó en tono intimidante y rápidamente desapareció entrando a la fábrica por la puerta trasera. Cosette pudo escuchar el sonido de una llave girando en su cerrojo, pero esta vez no se molestó en volver a golpear. Sabía que había terminado.
Unas ganas de llorar la inundaron de inmediato, causándole ese familiar dolor en la garganta, pero trató de contenerse. Miró al animal que el hombre le había dejado, que se encontraba amarrado del cuello a un poste. ¿Una cabra? ¡No quería una cabra, quería su dinero! El animal era pura piel y huesos y seguramente no lograría sacar nada de carne de ahí. ¿Cómo iba explicarle eso a su padre?
Maldiciendo por dentro al condenado dueño y a la condenada fábrica, Cosette desató a la cabra y tiró de ella para salir del callejón. Sentía rabia, rabia hacia todo el mundo pero en especial hacia ella misma. Sí, era su culpa que la hubiesen despedido. Era su culpa haber llegado tarde. Tal vez debería empezar a preocuparse menos por su familia, pero eso le resultaba tan difícil…
Se llevó una mano al rostro para frotarse los ojos con la manga de su vestido y caminó sin rumbo fijo hasta que sin previo aviso la cabra se detuvo. Cosette tiró de la cuerda con fuerza pero el animal apenas se movió. ¿Qué le pasaba?
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Mensaje por Fiona Di Centa Lun Ene 14, 2013 8:08 pm

La musical risa resonaba por la calle casi desierta. Algunos cabezas se giraban tratando de encontrar la autora del sonido, otros simplemente la ignoraban. Era algo sencillo de hacer en aquel lugar. Desgraciados, vagabundos, mendigos, timadores. Solo hay que nombrarlo y de seguro que se encontraría justo en ese lugar. Solo una figura desencajaba en la escena. Una silueta evidentemente femenina envuelta en una costosa capa que ocultaba convenientemente su rostro de miradas indiscretas. Un toque bastante peculiar pues, aunque pareciera esconderse bajo la tela, actuaba con tal desenvoltura que era prácticamente imposible ignorarle. Una víctima que corre pacíficamente hacia los brazos de la muerte. Una mujer, evidentemente adinerada, sola en una de las zonas más peligrosas de Paris. Podría ocurrirle cualquier cosa y nadie llegaría nunca a enterarse. Sin embargo, a pesar de la aparente vulnerabilidad, ninguno de los mal vivientes del lugar se atrevió a acercársele.

En un principio pensó que era una lástima. Podría desnudarse allí mismo y probablemente nadie trataría de herirla. Que decepción, justo cuando deseaba que su magnetismo funcionase ocurría justo lo contrario. De alguna manera emitía un aura perversa que impedía que nadie se aproximara. Caminó por cerca de una hora por las tortuosas y sucias calles hasta que dio con aquel mendigo. Un viejo en las puertas de la muerte. – Vamos querida, bailemos bajo la luz de las estrellas. Mofémonos de lo sagrado y escupámosle a la muerte a la cara. ¿Qué nos queda? Nos esmeramos tanto en ser miserables ¿Por qué no disfrutar los últimos minutos? No desaprovechemos la última oportunidad de regodearnos en la miseria humana. Vamos solo un beso, el último deseo de un moribundo- una nueva carcajada llenó el espacio. Le resultaba extrañamente divertido. Una mente perturbada atrapada en un cuerpo agonizante. Un pálpito cada vez más tenue. Y allí, en medio de la inmundicia le concedió el último beso que solicitaba y con el cual abandonó feliz una vida empañada por el sufrimiento. ¿Por qué no hacerlo? El sería feliz, ella sería feliz y todo estaría perfecto.

Abandonó el cadáver con un humor renovado. ¿Qué hacer ahora? Que irónico, tener todo el tiempo del mundo y una agenda de actividades tan jodidamente limitada. Pensó en dirigirse al mercado, tal vez allí se encontrase con alguna nueva sorpresa pero entonces escuchó un escándalo no muy lejos de donde se encontraba. Decisiones, decisiones ¿averiguar de qué se trataba o enfilar a un destino tan desconocido como apático? Casi de inmediato inicio una lenta caminata hacia el lugar de donde provenían aquellos ruidos.

No le costó ubicar el callejón donde una mujer joven rogaba a un patán lo que parecía una segunda oportunidad para ganar algunas monedas. Por supuesto el hombre se negó. Esa actitud no la sorprendió. Una vez retirado el velo con el que le habían ocultado la cruda realidad había descubierto que la tiranía no tiene límites, al igual que la inocencia. Observó la escena desde la seguridad de las sombras. Era evidente que la chica necesitaba el empleo y debía tener una razón muy poderosa para soportar aquel trato.

Se llevó una mano a la boca con el fin de disimular la risa que se le escapó al ver la “paga”. Una escena perversamente entretenida para cualquiera que no fuera la chica. Incluso alcanzó a sentir un poco de simpatía por la pobre desafortunada, solo un poco. Además debía darle crédito por no seguir humillándose y tomar con estoicismo lo que la vida le daba. Observó como la chica empezó un penoso avance hacia algún lugar desconocido halando de la cabra. Afortunada o desafortunadamente, depende del punto de vista, se movieron hacia el lugar donde ella aguardaba, al amparo de la oscuridad.

Entonces la cabra la percibió y detuvo su avance. Era una de las cosas que le causaban daño. Odiaba despertar el sentido de alarma en los animales, pero era inevitable pues incluso los humanos, con toda su ceguera y torpeza, podían sentir que algo no estaba del todo bien. Permaneció oculta unos segundos para luego dar el paso que la pondría la descubierto ante la humana. –Al menos una de vosotras ha tenido un poco de suerte esta noche ¿no lo cree Mademoiselle? - se mofó señalando a la cabra que permanecía tercamente estancada en el mismo lugar.


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Mensaje por Cosette Renaud Mar Ene 15, 2013 4:56 pm

Seguía tironeando de la cabra para que se moviera cuando de pronto una voz interrumpió el silencio. Cosette se giró un tanto sorprendida, pues no esperaba encontrarse con nadie a esas horas y menos tan cerca de ella. La mujer llevaba una costosa capa que junto con el resto de sus ropas delataba su estatus social, aunque en realidad habría bastado con mirarle el rostro para saber que no era una cualquiera.

Cosette habría preferido seguir su camino, tan desconfiada como era, pero la mujer le había hablado directamente y no responderle sería totalmente desconsiderado.
-¿Suerte? –repitió entrecerrando levemente los ojos. Trató de adivinar qué clase de significado se ocultaba tras aquellas palabras, si es que había algo más que el simple inicio de una conversación, y observó a la mujer con cierta curiosidad e intentando percatarse de alguno que otro detalle, aunque era difícil en aquella oscuridad.

-Esta cabra no me servirá de mucho, dudo que pueda sacar algo de carne de ella y ni siquiera sé si podría usar el cuero –le dedicó una mirada desanimada al animal, que por su aspecto parecía ser ya muy viejo. –Y sin embargo igual terminará con el cogote cortado, así que no veo ningún beneficio en esto, ni para mí ni para ella –se encogió de hombros mientras la cabra finalmente avanzaba un par de pasos hasta detenerse al lado de Cosette y dejar escapar un suave balido. –Perdí mi dinero –dijo en un susurro, bajando la mirada por un momento.

Volvió a mirar a la mujer preguntándose internamente qué haría a esas horas sin compañía, pero eso no era de su incumbencia así que no llegó a formular la pregunta.
-No debería andar sola por aquí, y menos de noche… Madame –se apresuró a decir para no sonar descortés. Sabía que entre las sombras se ocultaban toda clase de personas, desde mendigos que buscaban alguna cosa valiosa en los basureros, hasta ladrones y violadores.
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Mensaje por Fiona Di Centa Mar Ene 15, 2013 10:47 pm

La vampira se acercó un poco más a la pareja, ignorando los bruscos movimientos que la cabra empezó a dar tratando de alejarse del depredador que percibía hasta que, dándose cuenta de lo inútil de la lucha, prefirió permanecer inmóvil, cerca de la joven que la sostenía. En el momento en que el animal se sosegó Fiona se retiró la capucha exponiendo por completo su rostro y cabello. Agudizó el oído pero lo único que escucho fueron los suaves sonidos que emitía la cabra y los provenientes de la respiración y pálpito de la chica.

Ventaja de merodear a altas horas de la noche: no te encuentras con casi nadie. Desventajas de merodear a altas horas de la noche: no te encuentras con casi nadie. Bien, el mundo no era perfecto y la vampira podía no-vivir perfectamente con ello.

- Bueno, a ese comentario solo puedo contestar con una afirmación similar: tu tampoco deberías andar sola a estas horas de la noche - sonrió taimadamente acercándose un poco más. -Pero, yo estoy aquí, tu estas aquí… la cabra esta aquí. Y por lo visto ya ninguna de las tres está sola, que fortuna ¿no crees? - se burló riendo por lo bajo. En un principio pensó que la chica poseía una fisionomía nada impresionante. Un conjunto bastante corriente que de seguro no llamaba demasiado la atención. Pero ahora, al tenerla justo en frente, algunos detalles emergían a la vista consiguiendo transformar lo ordinario de su aspecto y capturando la atención de la vampira.

- Vamos, no te aflijas. Al final de cuentas ¿Cómo puedes perder algo por lo que no trabajaste? - ¿Caería en cuenta de que con aquella afirmación confesaba que había estado espiando la escena con el bruto del local? No lo sabía y, para ser sinceros, poco le importaba. La sonrisa burlona continuó acompañando el semblante de Fiona. Miró a la cabra y luego a la chica - Lamentablemente me veo en la desagradable misión de contradecirte. A ella - señalo con la mano a la cabra - no podría irle mejor. Si, terminará con el cogote cortado, para usar tus palabras, pero finalizará su sufrimiento. Se liberara enfatizó la última palabra levantando teatralmente las manos.

Luego miró detenidamente a la muchacha durante unos segundos - Solo piénsalo, la belleza de la liberación - murmuró como si se lo estuviese ofreciendo. Y así era, solo requería de una palabra acertada para lanzarse contra su cuello. Aquella pobre alma sufría; bien, ella podría ayudarle a terminar con aquel sufrimiento… claro que el precio seria un poco de entretención primero, era algo inevitable.

- Mucho gusto, Fiona Di Centa pero puedes decirme Fiona a secas - ahora sonreía una vez más. Alguien le había dicho alguna vez que sus cambios de ánimo eran suficientes para producirle nauseas. En ese momento ella se alegró de saber que su cometido de hacer infeliz a cualquiera tan tonto como para molestarla se cumpliera, incluso en algo tan ínfimo. Aquel desafortunado no dijo una sola palabra… nunca más.


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Mensaje por Cosette Renaud Miér Ene 16, 2013 7:17 am

Al ver que la mujer se acercaba más hacia ella y se quitaba la capucha, Cosette la observó con mayor detenimiento. Su belleza contrastaba enormemente con el lugar en el que se encontraban, como si estuviese en el sitio equivocado. Su cabellera rojiza, su piel pálida que parecía de porcelana, sus ojos verdes… Era como encontrarse con una flor creciendo en el lugar menos esperado, y en esos momentos uno no podía hacer más que observarle asombrado sin atreverse a tocar sus pétalos si quiera, y preguntarse: ¿cómo lo hace?
Aún sentía curiosidad por los motivos que la habían traído hasta allí. A diferencia de ella, seguramente no se trataba de alguien que trabajase durante la noche. En realidad, probablemente no trabajase en lo absoluto. ¿Viviría sola? En caso de que no, ¿qué clase de hombre, esposo o padre, dejaría a una mujer vagar sola por lugares inseguros como ese?

-Bueno, a ese comentario solo puedo contestar con una afirmación similar: tu tampoco deberías andar sola a estas horas de la noche –le dijo la mujer con una sonrisa y acercándose un poco más. Tenía razón, debía admitirlo. Pero ella al menos no llamaba demasiado la atención, o al menos eso creía, y tampoco llevaba nada valioso encima como para que alguien quisiera robarle.
-Pero, yo estoy aquí, tu estas aquí… la cabra esta aquí. Y por lo visto ya ninguna de las tres está sola, que fortuna ¿no crees? –la mujer rió por lo bajo, al parecer encontraba divertida la situación o estaba de muy buen humor. Cosette se limitó a levantar un hombro un tanto confundida, quizás por sus palabras, quizás por su mirada verde que parecía desconcentrarla.

Lo siguiente que dijo la dejó sorprendida, ¿acaso habría estado escuchándola? Sí, era la única explicación para que supiera lo de su trabajo. La mujer estaba empezando a resultarle bastante misteriosa pero también un tanto desconcertante, en especial por la forma en que sonreía. Luego empezó a hablarle de la finalización del sufrimiento de la cabra y su liberación… ¿Liberación? ¿Sufrimiento? ¿Qué sabía una mujer como ella de esas cosas? No podía imaginarse a una criatura como esa sufriendo como ella misma, tampoco imaginaba qué clase de ataduras podría poseer una mujer así. Pero aun así sus palabras sus palabras sonaban convincentes, porque guardaban algo de razón… quizás bastante de razón, incluso.

-Y aun así nadie nos asegura que en el infierno no nos esperen los mismos sufrimientos y ataduras de la vida terrenal –se atrevió a decir finalmente, pues era lo que pensaba. ¿Habría también un cielo y un infierno para animales? ¿Qué había de ella, a dónde iría cuando su viaje por el mundo hubiese terminado? Era un tema complicado y más para alguien en su situación.
-Sí, quizás sea una bella forma de liberarse –asintió lentamente con la cabeza. –Pero, ¿sería demasiado insensato resguardarse en la esperanza de que el mañana pudiese traer algo mejor? –inquirió con cierta inseguridad.

Luego la mujer se presentó como Fiona Di Centa y volvió a sonreírle, lo cual la descolocó una vez más. Empezaba a parecerle agradable pero no quería confiarse. Sin embargo ya le había dicho su nombre, y no habían muchas personas de su clase que se interesaran por los pobres como ella parecía hacerlo, así que por primera vez en todo ese rato decidió devolverle la sonrisa, una sonrisa tímida que dudaba en formarse pero que podía ser vislumbrada incluso en aquella oscuridad.
-Entonces puede usted llamarme Cosette a secas, madame –le dijo con amabilidad. Después de todo, ¿qué importancia tenían los apellidos para alguien en su situación?
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Mensaje por Fiona Di Centa Vie Ene 18, 2013 6:43 pm

No pudo más que reír ante la afirmación – Pero Mademoiselle, ¿Cómo puede alguien tan dulce pensar siquiera en el infierno? ¿O es que esconde más de lo evidente bajo esa tierna apariencia?... ¿tal vez debería preocuparme?- le preguntó entre risas. Empezaba a prendarse de la actitud de la chica, la cual había variado de la sorpresa al desconcierto pero sin pasar por ningún momento por el miedo. Puede que, después de todo, su aura de hacia un rato hubiese cambiado. Que suerte para ella, pues era una de esas noches en las cuales se encontraba con el humor perfecto para intercambiar algunas palabras y compartir su tiempo con quien fuese merecedor del mismo.

No solía mantener su mente abierta a los pensamientos de cualquiera pero estaba tan concentrada en la incipiente conversación, que sin querer captó algunos de los pensamientos que siguieron al comentario del infierno - Con respecto a eso – comentó como si la pregunta hubiese sido formulada en voz alta – debo declararme parcialmente creyente. Estoy segura de que existe un cielo de animales pero dudo mucho sobre un infierno para los mismos – miró de soslayo a la cabra antes de continuar – esto debido a una razón muy simple: los animales reaccionan en respuesta a estímulos, igual que los humanos, la diferencia crucial radica en que ellos lo hacen en base a sus instintos, por tanto no requieren de ningún tipo de justificación moral ni ética que implique un calificativo para sus acciones. Es sencillo, no son buenos ni malos, por tanto un infierno de animales es por completo innecesario - Solo hasta que terminó de hablar cayó en cuenta de lo extraña que debía ser la situación para la chica así que, a pesar de que la intrigó profundamente aquel otro pensamiento dónde ella cuestionaba cuál sería su destino final, se mordió la lengua y no realizó ningún comentario al respecto por el momento.

Entonces llegó la respuesta a la pregunta importante y se sintió realmente satisfecha con la misma. Básicamente, no importaba que tan mal pintara el día, siempre era susceptible de mejorar. Lo último que esperaba era obtener un comentario optimista venido de alguien que había sido profundamente herida minutos antes. Una sonrisa afloró finalmente de sus labios y, aunque tímida y contenida, iluminó por completo el hasta entonces serio semblante. - Es un placer - afirmó. Poseía un nombre muy hermoso y le hubiese gustado conocer su apellido solo para confirmar que combinara lo suficientemente bien como para no opacarlo, pero Cosette no lo dijo y ella no lo preguntó, ya habría tiempo para eso.

– Entonces, Cosette, ¿puedo preguntarte que harás ahora con la cabra? – curioseó soltando una risotada. Luego sin previo aviso se aproximó y la tomó de gancho por el brazo contrario al que sostenía la cabra. Lo hizo sin solicitar ningún tipo de consentimiento, tal como harían viejas conocidas. La calidez de la piel de la chica le produjo un ligero hormigueo en los puntos donde hacia contacto con la frialdad de su propia piel. Parecía que había trascurrido una eternidad desde que había vaciado a aquel mendigo y otra vez volvía a ser una pétrea y gélida carcasa. -Vamos, te acompaño, de seguro que así nadie se atreve a molestarnos, y mientras tanto cuéntame ¿Por qué trabajas para semejante patán? Seguro que debe haber algún otro oficio- tal vez podría visitarlo más tarde y tomarse la molestia de enseñarle algunos principios básicos sobre cómo tratar a una dama.


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Mensaje por Cosette Renaud Sáb Ene 19, 2013 9:42 am

Escuchó sus palabras con atención y negó lentamente con la cabeza cuando Fiona le preguntó si debería preocuparse.
-Preocuparse, no –sonrió de lado por un momento. –Pero no puedo declararme libre de pecados –admitió encogiéndose de hombros. Pero ¿acaso existiría en el mundo alguien que pudiese afirmar que jamás había pecado? Aquella línea que separaba el mal del bien siempre le había parecido un límite difuso y difícil de distinguir. A esas alturas ya no sabía bien qué clase de acciones serían consideradas a la hora del juicio final, ¿cuáles serían las que te enviarían al inframundo, y cuáles las que te abrirían las puertas del paraíso? ¿Cómo podía juzgarse aquello, y acaso podía uno esperar algún tipo de perdón y redimirse?

Quizás no era su tarea ponerse a cuestionar esas cosas, tal vez era mejor dejarse abrazar por la incertidumbre y esperar la sorpresa al final de la vida. Y de todas formas en el último tiempo había tenido tantas ideas y tantas preguntas sin respuesta que ya ni sabía bien en qué creía. No era algo que hubiese dicho jamás en voz alta, claro, pues le habían contado que aquellos que dudaban de la existencia de Dios jamás se ganarían un lugar junto a él en el cielo. No sabía si era cierto, pero nuevamente había muchas cosas que no sabía en absoluto.
Había días en los que intentaba con todas sus fuerzas desplazar esos pensamientos de su cabeza, como si no se atreviese si quiera a imaginarse tales cosas o quizás porque al final del día lo único que conseguía eran más dudas y menos aclaraciones. Otras veces, sin embargo, era simplemente imposible borrar esos pensamientos que le acompañaban en silencio y parecían carcomerle por dentro.

Lo siguiente que escuchó la sorprendió una vez más, pues empezó a darle su explicación acerca del infierno de animales como si hubiese podido leer su mente. Abrió los ojos con desconcierto mientras ella le comentaba su teoría, en otra ocasión aquella duda le hubiese impedido seguir con la conversación pero lo que le decía ahora resultaba muy interesante, así que prefirió ignorar esa extrañeza y suponer que había sido simple coincidencia, porque al fin y al cabo nadie podía escuchar los pensamientos de otras personas, ¿no?
Le dedicó una rápida mirada a la cabra empezando a pensar que quizás todo sería más sencillo si ella también fuese un animal. Era cierto, ellos actuaban por instinto y no podía decirse que hicieran algo con maldad o bondad; simplemente lo hacían. Incluso cuando atacaban lo hacían por motivos que se escapaban del razonamiento humano: defenderse, escapar, proteger su territorio o cazar su alimento. Ahí no había verdadera malicia, simplemente el impulso de sobrevivir.

La mujer le tomó del brazo sin que Cosette lo hubiese visto venir, pero naturalmente no iba a oponerse a aquello. Simplemente no podía evitar que le llamara la atención, pues siempre había pensado que personas como ella jamás despertarían el interés de una señorita de alta alcurnia. Se sintió extraña pero cómoda a la vez, como si ese pequeño gesto hubiese permitido la entrada de un poco más de confianza a la situación, aunque tal vez hablar de confianza era apresurarse demasiado.
-Pues… la llevaré a casa y supongo que mi padrastro la matará mañana –respondió a su pregunta mientras le daba un tirón a la cuerda y empezaba a caminar, sin soltar el brazo de la mujer y esperando que le acompañara con sus pasos. Las noches eran frías en esa época del año y era mejor mantenerse en movimiento para ganar un poco de calor.

-Claro, los hay –respondió a lo siguiente con un asentimiento. –Pero así como hay otros oficios, también hay muchas otras personas que buscan empleo. Personas que quizás tengan más experiencia y una mejor educación que yo –le comentó con cierto pesar, pues era la verdad. –El encargado es un cretino, sí –chasqueó la lengua con rencor. –Y las condiciones en las que trabajábamos tampoco eran las mejores, pero al menos se ganaba algo. Ahora tendré que volver a buscar –suspiró con cierta resignación pero tratando de que aquello no la desanimara. No valía la pena llorar por la leche derramada, eso era lo que ella creía.

Internamente se preguntaba si la mujer que tenía al lado también trabajaría. Probablemente no lo necesitaba, quizás tenía una familia o al menos un hombre que la mantuviese, de todas formas en esa época era normal que las mujeres se quedaran en casa aprendiendo otro tipo de tareas y cuidando a los niños, si es que los tenían.
-¿Puedo preguntarle qué hacía usted sola a estas horas de la noche? –finalmente la curiosidad pudo con ella, y creyó que era justo que le preguntara luego de que ella también lo hubiese hecho.
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Mensaje por Fiona Di Centa Dom Ene 20, 2013 9:18 pm

Estaba más que satisfecha porque la chica no se hubiese apartado ante la audacia de tocarla. Por el contrario, parecía un poco complacida y eso consiguió calentar una milésima el helado corazón de la pelirroja. Mucho tiempo había pasado desde que un ser humano, o cualquier otra criatura, se sintiese genuinamente complacida por su cercanía, y nunca había ocurrido con un desconocido con el que se topara en la mitad de la noche. Le agradaba aquella humana y aunque, de momento, desconociera la razón exacta de este inusual sentimiento, se proponía a averiguarlo.

Fiona empezó a caminar junto a Cosette, y la cabra, sin ninguna mejor alternativa, las imitó. No le gustó la respuesta sobre el destino del animal, aunque el mismo era más que obvio. Frunció ligeramente el ceño pero permaneció en silencio mientras escuchaba lo que ella tenía para decir. Había mantenido su mente abierta a los pensamientos de la chica y poco le faltó para hacer un par de comentarios al respecto. Sin embargo no cometería dos veces el mismo error. Bendita sea la mecánica del pensamiento humano, la cual busca, inevitablemente, encontrar una justificación lógica para aquello que no comprende, en este caso las coincidencias.

No entendía como en tan poco tiempo podía olvidar lo que sabía del sufrimiento humano. No es que alguna vez en su vida hubiese pasado por algo similar a lo que la chica describía, pero aún así conocía otras miserias y podía sentir empatía con aquellos con peores caratas que las suyas en la baraja de la vida. Ahora esa empatía había desaparecido. Por lógica reconocía la necesidad pero era incapaz de asimilarla a un nivel personal. ¿Qué pasaría en un siglo o dos? También era cierto que, por elección propia, había decidió aislarse lo más posible de los sentimientos humanos así que no podía quejarse por haber obtenido justo lo que había buscado. Ella veía las cosas diferente ahora. Si un patán como ese hombre la maltrataba, ella le mataba, si le hablaba mal, ella le mataba, si la miraba mal, ella le mataba. Macabramente sencillo. Por eso la formulación de su pregunta. No se detuvo a pensar como humano, con las incertidumbres y pesares que la mortalidad conlleva. Además, percibía que la necesidad del dinero superaba la satisfacción de los requerimientos básicos de alimentación, techo y vestuario, de otra manera el orgullo habría podido marcar algún tanto frente al idiota.

Una carcajada abandonó sus labios, sin que pudiera contenerla, por lo cómica de las escenas que en silencio se planteaba la chica sobre ella. ¿Trabajar? Nunca en realidad, ni en su tiempo como una dulce muchachita, ni en su siguiente feliz no vida, ni en su posterior descenso al infierno. ¿Un hombre que la mantuviese? No, a menos que se contaran como alimento todos aquellos desgraciados que habían saciado su sed, pero entonces no estarían hablando de uno en realidad. ¿Ella aprendiendo tareas? Ni siquiera consiguió imaginarlo. De hecho sabia muchas pero, desde su muerte, no se había tomado la molestia de aprender nuevas. Prefirió simplemente ignorar el tema de la familia y los niños. No valía la pena desenterrar recuerdos dolorosos ni deseos incumplidos. – Lo siento, no me burlaba de tu desgracia, lo prometo – por supuesto la chica no tendría idea de que se reía y podría tomarlo como una ofensa.

Por supuesto no podía esperar quedarse con la franquicia de los cuestionamientos, tarde o temprano ella también querría hacer preguntas y, con eso, se empezaban a adentrar en terreno peligroso… que empiecen los juegos - ¿Qué que hacia? repitió para después golpear ligeramente su mentón con el dedo índice en gesto pensativo Pues veamos, caminaba, respiraba, observaba… ¿tienes idea de la cantidad de rufianes que transitan estas calles de noche? - preguntó mirándole de reojo antes de continuar con su somera pero verídica respuesta - Estaba sola porque así es como suelo estar. Mejor sola que mal acompañada ¿lo has oído? Básicamente buscaba alguien interesante con quien charlar y pasar el tedio que me ha embargado desde hace algunas noches, tan sencillo como eso. No pido más… por ahora - sonrió nuevamente. Sabía que su respuesta solo generaría más preguntas y estaba ansiosa por averiguar hacia donde se dirigirían los pensamientos de la joven -Mi turno ¿verdad? Dime ¿Cuál es la poderosa razón que te obliga a permanecer trabajando en ese horrible lugar cuando, aunque lo niegues, existen otras posibilidades?- .


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Mensaje por Cosette Renaud Lun Ene 21, 2013 1:38 pm

No pudo evitar dar un respingo cuando escuchó la carcajada de la pelirroja, era un sonido que parecía desentonar con la oscuridad de la calle y sobre todo desencajaba con lo que ella acababa de decirle. ¿Qué le habría causado gracia? Odiaba cuando las cosas parecían escaparse de su comprensión, era como si se estuviese perdiendo de algo y eso de cierta forma le hacía sentir tonta. Al menos la mujer le aseguró que no se estaba burlando, eso ya era bueno. Aun así empezaba a parecerle cada vez más extraña, o bueno, no extraña en el sentido estricto de la palabra pero sí un tanto curiosa o incluso misteriosa.

Le escuchó decir lo que había estado haciendo durante la noche, palabras vagas que por un momento le hicieron sospechar, como si estuviese tratando de ocultar alguna causa mayor. Y es que aún no comprendía porqué andaría sola en un lugar que ella misma había afirmado ser peligroso. El motivo de Cosette era el trabajo que acababa de perder, de hecho si las cosas hubiesen salido bien en ese momento no se encontraría en la calle pues también era consciente de la clase de personas que rondaban ocultas en las sombras y ella no tenía planes de que la asaltaran o algo peor.

Sí, si todo hubiese salido de acuerdo al plan ella ahora estaría sentada en la fábrica con el resto de sus compañeras contando las horas que faltaban para el alba. ¿Y Fiona? ¿Cuál era su motivo?
“Vamos Cosette, eso a ti no incumbe”, se recriminó internamente. La pelirroja era agradable después de todo, y quizás era cierto que había salido sólo para caminar un rato. Aunque no entendía por qué no habría salido con alguien que la acompañara, una mujer como ella seguramente tendría sirvientes que podrían vigilarle los pasos así sea a distancia. Quizás simplemente era una mujer que disfrutaba correr riesgos, aunque eso no tenía mucho sentido.

-Sí, pero mejor acompañada que corriendo peligro, ¿no cree? –le dijo a modo de respuesta ante su comentario de “mejor sola que mal acompañada”. Se obligó a dar el tema por zanjado cuando ella le comentó que simplemente estaba buscando a alguien con quien conversar. No le convencía del todo, pero le devolvió la sonrisa de todas formas y asintió demostrando que estaba de acuerdo con lo que había dicho. No podía negar que en el fondo aún tenía sus dudas pero sentía que no estaba en el derecho de cuestionarla, no quería quedar como una entrometida y al fin y al cabo lo que Fiona hubiese o no hubiese hecho a esas horas de la noche no iba a afectarle a ella en lo absoluto, ¿verdad?

-Bueno, dudo que vuelva a aparecerme por ahí después de lo que dijo el encargado –respondió a su pregunta y suspiró.
-Ya me había acostumbrado a trabajar en ese lugar, las otras mujeres eran agradables y la paga tampoco estaba tan mal… habían cosas que a todas nos hubiese gustado cambiar, claro, pero a veces hay que sacrificar un poco para ganar otro poco –le comentó tranquilamente. Ahora que lo decía en voz alta lo asimilaba mejor; se había quedado sin trabajo. La idea le hizo estremecerse por dentro, pero trató de ahuyentar ese pensamiento para que no le arruinara el resto de la noche. Ya tendría tiempo al día siguiente para ver cómo se las arreglaba.

-Tengo cuatro hermanos pequeños en casa, mi mamá está enferma y no puede trabajar, y el dinero que gana mi padrastro -“restándole lo que gasta en putas y alcohol”, pensó con rabia Cosette, -no alcanza para mantenernos a todos.
No solía hablar de esas cosas con gente que no conocía bien, no porque no quisiera sino porque en la mayoría de los casos a nadie parecía interesarle. Pero ella le había preguntado cuál era el motivo que la había mantenido trabajando ahí, y ese era. Sus hermanos eran el motor que le impulsaba a seguir, eran la causa que necesitaba para levantarse cada día con un nuevo objetivo en mente. Ellos iban a ser siempre su “poderosa razón”.

-¿Usted tiene una familia grande? ¿Tiene hermanos o hijos? –le preguntó esperando que no le molestara que hubiese ido un poco más allá con los cuestionamientos. Sabía que se estaba adentrando en un terreno diferente, la vida privada de alguien que desconocía por completo, pero lo hacía sólo por la curiosidad que sentía en ese momento. Quería saber si acaso Fiona sería capaz de comprender lo que ella acababa de decirle, pues sabía que cuando uno no tiene alguien de quien sentirse responsable, las cosas se veían muy diferentes.
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Mensaje por Fiona Di Centa Sáb Ene 26, 2013 3:41 pm

Fiona soltó un poco elegante bufido – No corría peligro alguno – aseguró sin dar más explicaciones al respecto. De hecho, lo que ella quería desde el inicio de su caminata era que algún rufián se le acercara con malas intenciones. Deseaba haber podido desfogar un poco de oscuros sentimientos con algún malviviente lo cual la satisfacía más que hacerlo con cualquier pobre inocente. Sin embargo no ocurrió y por los insondables azares del destino, había terminado caminando de gancho de una joven interesante y su recién “adquirida” mueva mascota. Le gustaba la manera decorosa en que la chica aceptaba sus explicaciones. Como en pro de la urbanidad y las buenas costumbres prefería callarse sus inquietudes y respetar su espacio.

Escuchó paciente la justificación del porqué de su decisión de quedarse trabajando en aquel lugar y preguntándose en silencio si la triste paga y la amabilidad de las otras trabajadoras sopesaban el mal trato al que muy seguramente había sido sometida. Entonces la verdadera razón salió a flote. Se trataba de su familia por supuesto. Sonrió ante las palabras airadas y furiosas que no fueron dichas en voz alta pero que ella escucho como si las hubiese vociferado. Los hombres eras las criaturas que menos confianza merecían. Su falta de entrega y compromiso, aunados a su debilidad por las adicciones y a los placeres, la seguía sorprendiendo a pesar de los años. –Eso puedo entenderlo y reconozco la devoción que demuestras para aquellos que te son cercanos – comentó pensando que ella misma había sido débil ante sus hermanos. La lógica y la furia le habían instando a asesinarlos también, pero el cariño que sentía por ellos le impidió hacerlo, así que se contento con las dos muertes de las que era causante antes de partir lejos de todo lo que le recordara un pasado feliz y al mismo tiempo un inimaginable dolor. - Solo espero, por tu propio bien, que ellos sepan corresponder tu amor y sacrificio cuando sea debido - .

Cerró los ojos un instante al escuchar la siguiente pregunta. El fuego que ardió en su interior hubiese bastado para que abandonara el lugar tan rápido que la chica podría haberse quedado preguntando si el encuentro no habría sido producto de su imaginación. Pero no lo hizo. Permaneció a su lado, sintiendo la suavidad y ternura de la carne del brazo que la asía y escuchando el desigual palpitar de las dos criaturas que le acompañaban. – Mi familia fue grande una vez. En ese entonces no había un segundo en el cual no estuviese rodeada de alguien de mi sangre. Ahora, sin embargo, estoy sola - intentó sonreír pero solo consiguió formar un rictus poco agraciado. –No tengo hijos – continuó con voz neutra –Aunque estuve casada y en algún momento los desee con pasión. Ahora esa ya no es una opción para mí - Camino en silencio algunos pasos, con la mirada perdida en un pasado que, aunque lejano, podía regresar con la fuerza de un tren a demoler su elaborada fachada de fortaleza, rudeza y malignidad.

– Hace tiempo que no pienso en mis hermanos - admitió a continuación –Espero que aún vivan y confió en que sean felices, sin embargo no me atreveré a buscarles de nuevo eso ni pensarlo. Era demasiado el riesgo de que el dolor reviviera y desease acabar con sus vidas. Además no existía excusa alguna que le permitiera convencerlos de la naturalidad de su eterna juventud ni de su inesperado desvanecimiento en el mundo. Como una defensa natural, el enojo eclipsó rápidamente la nostalgia, y la obligo a soltar de improviso el brazo que ella misma había buscado hacia algunos minutos y a alejarse unos pasos. – Si quieres mi opinión pienso que cometes un error. Lo único que obtendrás de todo será el dolor por la inevitable muerte de tu madre y el desagradecimiento por parte de aquellos mocosos que intentas proteger entonces se giró y miró a la chica duramente – Toma tu vida y escapa mientras tengas tiempo. Abandona lo que ata y busca tu propia felicidad. Los humanos son animales cuando de supervivencia se trata. Seguro que el instinto guiara a tus hermanos y los sacara adelante, y dudo mucho que tengas necesidad alguna de seguir ayudando a tu padrastro. Bien podrá él conseguir el dinero que necesita para continuar visitando burdeles y atragantándose en alcohol – .

Normalmente no era tan efusiva pero la conversación había depurado justo hacia los temas que aun podía provocar que su alma se encogiera de dolor. Supo que estaba exteriorizando su estado de ánimo mas allá de las palabras pronunciadas al notar como la cabra se encogía aterrorizada. Entonces dio inicio a un balar nervioso que retumbaba por la zona y que fue acompañado de fuertes jaloneos en el sentido contrario a donde ella se encontraba. Ignoraba si la chica poseería la fuerza suficiente para mantener al animal en el lugar pero no se atrevió a ayudarle temiendo que su cercanía la alterara aún más.

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Mensaje por Cosette Renaud Lun Ene 28, 2013 1:56 pm

Miró a Fiona un tanto extrañada cuando mencionó que no corría peligro. Sabía que habían muchos tipos diferentes de mujeres, quizás ella era una de esas fuertes, seguras y valientes. No todas tenían que ser asustadizas y desconfiadas después de todo, pero aun así creía que cualquier jovencita normal hubiese sido consciente de que las calles de París a esas horas no eran del todo seguras. Lo que Cosette no sabía era que Fiona no era precisamente una “jovencita normal”, y que en realidad el terror y el peligro lo podría causar ella misma y no los delincuentes que acechaban en las sombras.

Siguieron caminando mientras las palabras de la pelirroja llenaban el vacío de la noche. Cosette se mantuvo en silencio cuando le escuchó decir lo de sus hermanos, pues en realidad ella no esperaba nada a cambio de ellos. El sacrificio que hacía no era un favor, era algo que nacía desde dentro de ella, algo que hacía por amor y nada más. No dudaba de que sus hermanos sabrían apreciar lo que hacía ella en ese momento por ellos, pero tampoco les exigiría nunca nada a cambio. Era como un acuerdo mudo, algo que daba por hecho y que le parecía natural y obvio. ¿Acaso no era lo que cualquier persona haría por su familia?

Le observó con curiosidad cuando empezó a hablar de los suyos. El hecho de que dijera que ahora estaba sola le hizo pensar que seguramente se habría ido de casa para vivir con el hombre que había sido su esposo, eso era algo que muchas mujeres hacían. Se preguntó internamente qué habría pasado con él, ¿acaso habría fallecido? ¿O se habrían separado? Por la expresión de su rostro pudo distinguir que la mención del tema parecía no ser de su agrado. Sin embargo fuese cual fuese el motivo por el que ahora se encontraba sola, se veía muy joven y Cosette no dudaba de que tendría oportunidad de tener sus propios hijos más adelante.

La mención de sus hermanos le hizo suponer que habría perdido contacto con ellos, quizás vivían en otra ciudad o incluso en otro país. También cabía la opción de que se hubiesen peleado y que por eso ya no supiera nada de ellos.
Estaba sacando sus propias conclusiones al respecto cuando de pronto Fiona la soltó y se alejó un poco de ella. Cosette la miró extrañada, ¿se habría enojado por sus preguntas? Ella había tratado de ser lo más educada posible, aunque tal vez se había inmiscuido en algo que no era de su incumbencia.

No alcanzó a hacer ningún comentario al respecto cuando Fiona se giró para darle su opinión respecto a su situación. Sus palabras eran duras y así también era su expresión. No podía creer que le estuviese diciendo algo así, prácticamente le recomendaba que abandonara a su familia y siguiera con su vida por su cuenta. Pero la familia era la base de toda persona, o al menos eso era lo que ella pensaba. Incluso cuando ya nadie más estuviese a tu lado, cuando todos te hubiesen dado la espalda o incluso te hubiesen traicionado, confiaba en que la familia siempre estaría ahí para uno. Era un apoyo incondicional y recíproco al que ella jamás estaría dispuesta a renunciar.

Cosette le miraba ahora con el ceño fruncido, no tanto por enojo sino más bien por confusión y extrañeza. Se sorprendió enormemente cuando le escuchó decir lo de su padrastro, ella estaba segura de que no había mencionado eso en ningún momento.
Estaba a punto de responderle cuando la cabra empezó a tirar de la cuerda con fuerza, como si hubiese visto algún peligro que ella ignoraba. El animal dejaba escapar balidos horrorizados mientras seguía jalando con fuerza, lo cual le producía a Cosette un roce doloroso en las palmas de las manos.

-¡Ssshhh! ¡Quieta! –le dijo a su vez tirando la cuerda hacia ella, pero la cabra parecía decidida a alejarse lo más posible de ahí. Rápidamente Cosette se acercó a ella y le agarró de un cuerno, haciendo un movimiento que le hizo doblar la cabeza. No tenía intención de lastimarla ni mucho menos, pero sabía por experiencia que a veces los animales se bloqueaban por completo a causa del miedo y en esos momentos era bueno tratar de hacerles volver a conectar con la realidad. Además muchos de ellos necesitaban sentirse guiados por alguien para perder el miedo.

La cabra dejó de balar al sentir aquel contacto, aunque aún tenía una mirada nerviosa. Cosette le dio unas suaves palmadas en el cuello y le acarició la frente tratando de calmarla, y cuando le pareció que ya estaba más tranquila, se volvió hacia Fiona. La cabra pareció buscar refugio tras sus piernas, y se mantuvo a una distancia prudente de ambas. Cosette agarró la cuerda con fuerza entre sus manos por si el animal volvía a intentar alejarse.
-¿Cómo puede decir algo así? –le preguntó entornando los ojos.
-Usted no sabe nada de ellos. Jamás podría encontrar la felicidad si les diera la espalda, ellos son una parte demasiado importante de mi vida y muchas veces son lo único que me ayuda a mantenerme en pie todos los días –le explicó con seriedad y convicción.

-Nunca voy a esperar nada a cambio porque no les estoy haciendo un favor. Lo hago porque me gustaría que tuviesen una mejor vida que la mía, quiero verlos felices porque su felicidad también es mía –estaba totalmente decidida de lo que decía, pues esa era una de las pocas cosas de las cuales jamás dudaría. Además solía aferrarse con mucha fuerza a sus ideas y si era necesario las defendía con garras y dientes.
-¿Acaso usted nunca ha sentido ese tipo de amor por alguien como para entender lo que se siente? –sabía que aquella pregunta podría causarle algún tipo de molestia, pero no pudo quedarse callada después de lo que le había dicho.

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Mensaje por Fiona Di Centa Miér Ene 30, 2013 9:02 pm

No podía esperar menos que la mirada de extrañeza que la chica le lanzaba. Estaba abandonando su comportamiento a una respuesta enteramente visceral y sabía, por experiencia propia, que era algo que definitivamente no le convenía. La pregunta a solucionar siempre que se enfrentaba a este tipo de situaciones era ¿Cómo poder mantener sus emociones bajo control cuando sentía que la desbordaban? Era un sentimiento que recordaba haber sentido cuando aún era humana, sin embargo en ese entonces nunca adquiría la desproporcionada dimensión con la que se empezó a enfrentar en su vida preternatural.

Otra lección que debía aplicar era la de mantener su boca cerrada ante cierto tipo de pláticas. Sus experiencias no podían ser completamente comprendidas por alguien que no hubiese vivido un dolor similar y eso reducía drásticamente el abanico de opciones que poseía como confidentes. ¿Cómo podría explicarle a aquella chica la impotencia, frustración, desconsuelo y traición que sintió el día en que su “familia” le dio la espalda por algo que no era su culpa? Era algo que la lógica le recordaba constantemente pero que su lengua se negaba a aceptar hasta que ya era demasiado tarde.

Permaneció inmóvil mientras la joven maniobraba con la cabra en un intento por calmarle. Tenía que reconocer que era buena en ello pues el animal, a pesar de su alterado estado de ánimo, poco a poco cedió ante la mano de su “ama”, tranquilizándose lo suficiente como para hacerse controlable de nuevo. El toque cariñoso que le ofreció después de la escena le confirmó a Fiona, una vez más, que no se había equivocado al acercarse a aquella humana. Aunque no podía asegurar cuánto tiempo más le quedaba para disfrutar de su compañía y todo por causa de su propio ímpetu e irreflexión ante temas que le causasen dolor. Al parecer su única alternativa era creer que con el tiempo ese tipo de reacciones se amilanasen lo suficiente como para poder mantener la apariencia de cordialidad. Sin embargo, en el momento actual, solo tenía como opción el intentar arreglar las cosas y someter su temperamento lo mejor de pudiese. Algo que era, en definitiva, más fácil decir que hacer.

La emocionó un poco la convicción que escucho en las palabras de la joven. Por supuesto, si alguien le hubiese hablado de una manera tan seca y cruda cuando aún vivía habría contestado con un ímpetu similar, así que no podía culparla. Sin embargo, en una pequeña pausa en aquella acalorada retahíla, muy similar a la suya en carácter, se le escapó una risita despectiva que en nada ayudaba a la situación. – Ya veremos si piensas que no esperas nada a cambio cuando te nieguen lo único que les pidas alguna vez, después de todo tu sacrificio. Sé que estás segura de lo que dices, que su felicidad es la tuya pero piénsalo bien, y no es necesario que me contestes ¿realmente crees que podrías salir airosa y sin daño cuando te des cuenta que tu felicidad no es en lo más mínimo importante? – rio por lo bajo, solo que esta era una risa que no había evocado en algún tiempo. Una con un toque de dolor que odiaba emitir.

Se quedó en silencio algunos segundos antes de contestar a la última pregunta. Por una vez obedecería a la razón. No esperaba que la chica comprendiera el esfuerzo que hacía para hablar sobre el tema y en realidad ni siquiera se podía explicar el porqué se tomaba la molestia de contestar. No, pensándolo bien si lo sabía. Aquella joven había demostrado más valentía y entereza que muchos que había conocido. También había contestado a sus preguntas con una cortesía y sinceridad mayor a la que podría esperar de una desconocida y solo por eso merecía una respuesta sincera.

– Si, si lo he sentido – inició suavizando su voz hasta convertirla casi en un susurro. Luego se acercó con paso lento y movimientos pausados, moderando con fiereza hasta el último músculo para evitar que su cuerpo reaccionara de la misma manera que su lengua alguna vez sentí un amor tan grande por mi familia, por mis padres, que pensaba que podría hacer cualquier cosa por ello. Y probablemente lo hubiese hecho, en realidad no lo sé, solo lo puedo presumir. Igualmente pensaba que ese sentimiento era reciproco, sin embargo ante la primera gran prueba de fuego fui traicionada, abandonada y… - -asesinada- pensó con amargura. Bueno, eso hubiese ocurrido si no hubiese estado muerta ya. La intención es lo que importa ¿o no?

Se hallaba lo bastante cerca como para poder tocar el rostro de la chica solo estirando un poco su mano. La miró fijamente. Que tan simple sería acabar con aquella luz en un instante. - lamento si lo que he dicho te ha importunado. No lo tomes como una afrenta sino como un consejo de alguien con muy malas experiencias - Ella disculpándose con una simple humana, ¡por favor! Y sin embargo allí estaba, aflojando sus barreras y armaduras y ofreciendo una rama de olivo que no debería ofrecer.


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Mensaje por Cosette Renaud Sáb Feb 02, 2013 1:44 pm

Respiró profundamente y expulsó el aire con lentitud mientras intentaba calmar aquellos sentimientos que habían florecido en base a las palabras de Fiona. Quizás había ido demasiado lejos con aquella última pregunta, que tal vez pudiese ser interpretada como algún tipo de reproche o algo similar. Y además no debía olvidar que ambas eran desconocidas y que a sus ojos probablemente no sería más que una chiquilla de la calle con una patética cabra por compañía.

Sin embargo así era Cosette, cuando tocaban temas en los que ella se veía tan involucrada no podía controlar esos impulsos de defensa. En el peor de los casos no alcanzaba a morderse la lengua a tiempo y aquello daba paso a la insolencia, pero en la situación en la que se encontraba jamás se habría atrevido a hacer uso de palabras más fuertes con aquella mujer.

Casi se había arrepentido de su reacción cuando de pronto la pelirroja dejó escapar una risita que le hizo mirarle con algo de rabia. A nadie le gustaba sentir que se burlaban de uno, mucho menos cuando de por sí tu vida te parecía ya lo suficientemente insignificante. Pero escuchó las palabras de la joven tratando de mantener la calma ya que ahora era su turno de expresarse.

Lo primero que se le vino a la mente fue una rotunda negación. No, su familia jamás le daría la espalda, ellos siempre estarían ahí el uno para el otro… ¿o no? Las dudas empezaron a surgir desde su interior, y aunque no quería que las palabras de Fiona le afectaran, debía concederle que lo que decía podría llegar a convertirse en realidad algún día.

¿Pero sería su familia capaz de negarse a ayudarla cuando ella lo necesitara? La idea se le antojaba imposible, no es que esperara algo en concreto de su parte pero siempre había dado por hecho que sus hermanos y su madre estarían ahí para ella cuando lo requiriese. Después de todo para eso estaba la familia, o al menos eso era lo que había pensado hasta el momento. La simple idea de poner en duda cosas que le resultaban tan básicas y obvias, le hacía sentirse mal consigo misma.

Se quedó en silencio sin saber qué decirle, en realidad no quería responderle. Prefirió escuchar su respuesta mientras trataba de apartar aquellas dudas de su mente. Le vio acercarse mientras le contaba sobre su familia y Cosette sintió algo de lástima por ella, quizás no debería haber hecho aquella última pregunta después de todo. ¿Cómo podía traicionarte tu propia familia? ¿Le pasaría eso a ella algún día? No, eso era imposible.

Para entonces se encontraban tan cerca la una de la otra que Cosette pudo apreciar algunos detalles con mayor detenimiento. Por algún motivo se le hacía difícil mantenerle la mirada, pero aun así no dejó de hacer el intento.
-Está bien –le dijo en voz baja y tono neutro cuando Fiona se disculpó. Era cierto que no debía tomarse aquellas palabras como algo tan personal, era mucho mejor aceptarlas como un consejo que quizás podría servirle en el futuro, incluso si se negaba a creer que su familia podría darle la espalda en algún momento.

-Yo también lamento si dije algo que le haya hecho sentir mal –se encogió de hombros y apretó los labios con cierto nerviosismo.
Al menos parecían haber podido recuperar aquella paz inicial, e incluso la cabra se notaba un poco más tranquila.
-Todos pasamos por situaciones diferentes y supongo que sólo podemos juzgar las cosas según lo que nos haya tocado vivir.

Le hubiese gustado preguntarle más acerca de aquella traición familiar, pero supuso que con eso sólo conseguiría traerle malos recuerdos a Fiona y eso era algo que no quería producir en esos momentos.
-De todas formas la familia es sólo una parte de nuestra vida, y es cierto que tarde o temprano tendremos que alejarnos de ellos. Pero imagino que usted tendrá amigos de los cuales rodearse y en quienes confiar, ¿no?


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Even if they dress in rags. Even if they aren't pretty, or smart, or young.
They're still princesses. All of us."

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Mensaje por Fiona Di Centa Miér Feb 06, 2013 9:12 pm

Fiona sintió como las solidas convicciones de la chica flaqueaban ante sus razonamientos. No estuvo segura de si eso la alegraba o no pero prefería pensar que al menos la joven lo pensaría dos veces antes de confiar ciegamente. No anhelaba que le ocurriera algo similar, solo que se mantuviese atenta. La ingenuidad solo servía para excusarnos de nuestros errores pero nadie podía borrar el dolor después de que este fuese causado.

Escucho complacida las palabras de la joven. Una nueva sonrisa se extendió por sus labios – Bien, creo que lo más sabio es dar el tema por finalizado y catalogarlo como “sensible” – conlcuyó para luego callar y escuchar la última de las preguntas la cual retó su resistencia una vez más. Una de las razones por los cuales se resistía a ese tipo de conversaciones era que la hacían consciente de lo profunda que era su soledad.

Aspiró profundamente. Luego elimino el poco espacio que quedaba entre ambas y la tomo de gancho de nuevo, instándola a caminar. – Veras, la traducción de mi situación actual se resume en “no familia” y “no amigos” - confesó reforzando sus palabras con algunos algo rápidos de su mano libre – digamos que soy un alma libre como el viento. Todo un cliché – bromeó tratando de poner fin asuntó pues no existía una respuesta satisfactoria.

– Se que sonará extraño para alguien que se encuentre en verdad rodeada de amigos. ¿o me equivoco? - en su concepción del mundo resultaba increíblemente poco probable que alguien estuviese rodeado de “amigos”. Conocidos, interesados, desocupados tal vez pero la amistad era un bien demasiado preciado como para derrocharle de aquella manera. Igual, prefirió usar las mismas palabras en su cuestionamiento pues la respuesta le indicaría mucho sobre otros aspectos del carácter de la joven.

Fiona tenía conocidos, por supuesto, algunos mucho más cercanos que otros, pero ninguno clasificaba por lo pronto en la categoría de amigo o confidente, menos aún en el rango de confianza. No importaba que tan bien se comportara con sus criados, ellos aún le temían. Además su dura fachada le impedía acercarse con facilidad a los humanos. Un día se propuso seguir la senda de la malevolencia y era justo lo que había hecho. Sin embargo se había perdido en el camino. Ahora casi no reconocía quien era Fiona. Solo seguía sus instintos. Una especie de animal que usaba su raciocinio para la maldad sin importar cuán joven o inocente fuese el objetivo de su apetito. Y ni siquiera así se avergonzaba. No tenía porque hacerlo. Disfrutaba el juego y la muerte, pero también sufría la soledad. ¿Cómo se podrían equilibrar semejantes cargas? Necesitaba una guía, eso lo sabía hacia algunos años, pero encontrarle era una tarea difícil y frustrante. Lo único con lo que contaba eran aquellas charlas cortas y esporádicas con algún desconocido.

Un ligero balido llamó su atención de nuevo sobre el cuadrúpedo acompañante - Sabes, yo podría liberarte de esa carga, si lo deseas - le propuso obsequiándole una media sonrisa de complicidad.



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Mensaje por Cosette Renaud Dom Feb 10, 2013 7:59 am

Coincidía con Fiona en que probablemente lo mejor sería dar el tema por zanjado. Por un lado no quería iniciar algún tipo de discusión con ella, y por el otro no deseaba que esas ideas de traición contaminaran lo que ella pensaba de su familia. Era algo demasiado delicado, al parecer para ambas.
La pelirroja se acercó a ella y la tomó de gancho una vez más, volviendo a emprender la caminata. Escuchó sus palabras en silencio y empezó a preguntarse cómo sería realmente la vida que llevaba. ¿Un alma libre? Un alma solitaria, mejor dicho. Y lo entendía, sabía que había gente muy independiente que no necesitaba de otras personas para sentirse bien, pero aun así le resultaba un poco triste.

-Oh, no podría decir que estoy exactamente rodeada de amigos… -le dijo de inmediato en respuesta a su comentario.
-Pero creo que sí cuento con un par de personas a las que podría considerar como tal. Principalmente amigos de la familia –sí, esos cuyos abuelos habían sido amigos de sus abuelos, y sus padres amigos de los suyos, y ahora los hijos de ellos eran sus amigos también.
-De todas formas esas personas en quienes confiaría plenamente las cuento con los dedos de las manos… quizás incluso con una sola mano –rió por lo bajo y meneó la cabeza.

Era cierto, tampoco era de las que depositaban su confianza en cualquiera pues ya había tenido malas experiencias en el pasado y había aprendido que ganarse el título de amigo era más difícil de lo que aparentaba. Podría tener muchos conocidos, esas personas con las que se topaba en el trabajo o en sus andanzas por las calles. Pero amigos de verdad eran pocos. Y sin embargo sentía que aquello era suficiente, y se sentía afortunada por eso. Una vida más solitaria no hubiese sido de su agrado.

-Creo que todos tenemos diferentes requerimientos –dijo tratando de elegir sus palabras con cuidado.
-Los animales tienen distintos grados de socialización. Los lobos viven en manadas y necesitan de su grupo para sobrevivir, en cambio otros animales como… –trató de encontrar un buen ejemplo.
-Como los búhos, ellos prefieren vivir solos. Y nosotros no somos más que otra especie de animales, ¿no? –le miró de reojo y sonrió.
-Supongo que es cosa de gustos.

Siguieron avanzando hasta que un balido de la cabra interrumpió el silencio, seguido por las palabras de Fiona.
-¿La cabra? –le preguntó alzando las cejas sin comprender en un principio a lo que se refería.
-Bueno, más que carga tengo que verla como mi paga –hizo una mueca de disgusto con los labios.
-¿Cómo lo haría? –observó a Fiona con curiosidad, tratando de entender su ofrecimiento.
-Quiero decir… no creo que le interese comprar una cabra vieja y huesuda –dejó escapar una risa silenciosa mientras le dedicaba una mirada medio lastimera al animal, aunque había aprendido hace ya mucho tiempo que no podía darse el lujo de sentir pena por los animales. Para ella se trataba de una cuestión de supervivencia y nada más.


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Mensaje por Fiona Di Centa Lun Feb 11, 2013 7:49 pm

Las respuesta de Cosette le indicaron que tenía el buen sentido común de limitar al máximo el número de personas dignas de confianza. Una persona inteligente sin lugar a dudas. Y por supuesto que tenía amigos. Tan hermosa, gentil y carismática, debía ser una suerte de imán para una sociedad podrida hasta la medula. – Bien por ti. No es bueno andar en completa soledad por la vida pero tampoco lo es confiar ciegamente – afirmó pensando a continuación lo extraña que debía de parecerle a la chica. Sus cambios de humor y sus comentarios un tanto salidos de foco, si ella aún fuese humana, y estuviese en la posición de Cosette, muy probablemente habría huido hacia mucho rato. Amplió su sonrisa ante este pensamiento.

– De gustos y de suerte. Puede que un lobo sea gregario por naturaleza, pero hay solo un cierto número de ataques que puede soportar antes de volverse rabioso y solitario - manifestó penando un poco en si misma – Pero tienes razón, solo somos animales, todos nosotros. El fuerte sobrevive al débil y debemos buscar cuidar siempre nuestro cuello pues habitan infinidad de depredadores que gustosos darían cuenta de nuestra carne y huesos – bromeó abriendo dramáticamente los ojos antes de soltar una suave risa.

Observó los cambios en la expresión de la chica al calcular su ofrecimiento sobre la cabra. Por supuesto, ¿para que querría una mujer de evidente alta alcurnia una apestosa, fea y vieja cabra? – Disculpa, pero creo que la decisión de si me interesa o no es enteramente mía – comentó llevando la mano libre hasta su pecho. – Y aunque no tengo porque justificar mis intenciones ante ti, te daré gusto - el tono utilizado era abiertamente juguetón – resulta que tengo un pequeño establo que pienso le gustará y me parece, además, que podrías sacar más provecho de mi pago que carne de debajo de esa peluda piel - finalizó guiñándole un ojo en gesto de complicidad.

Era verdad lo que decía de la cabra. Odiaba pensar que aquel pobre animal iba a terminar degollado y servido en una sola comida. Merecía algo mejor y ella podría brindarle unos últimos años de vida en paz y comodidad. Sus sirvientes ya se habían acostumbrado a solicitudes ilógicas como esa. A cuidar animales que ya no tenían ningún propósito útil. Pero se trataba de los deseos de su ama, una que podía darse el lujo de ocupar parte de su terreno y gastar dinero en alimento hasta que las criaturas abandonaran en su momento justo el mundo que tan cruelmente las había tratado. Qué curioso que no fuese capaz de aplicar la misma “benevolencia” a humanos y a animales. Unos merecían finalizar con calma sus vidas, hasta que sus propios cuerpos se rindieran ante la inclemencia del tiempo; los otros merecían ser extirpados de su miseria con la mayor celeridad posible.

– Entonces ¿aceptas o no? – insistió mirándola de reojo y omitiendo a propósito el pago que podría hacerle. Las callejas por las que se desplazaban hasta ahora se habían encontrado vacías. Era una suerte que no podía pretender continuara irremediablemente. Se encontraba esperando una respuesta cuando escuchó a lo lejos una serie de voces masculinas que, entre risas y desvaríos, se acercaban al lugar donde se encontraban. Suponía que por el momento Cosette no les escuchaba pero no tardaría en reparar en aquellos intrusos. Maldijo por lo bajo. No quería espantar a la chica, en verdad había disfrutado su charla, y sabía que no había manera de salir bien libradas si se encontraba de frente con lo que de seguro eran unos jóvenes bastante pasados de tragos.

Observó con creciente aprehensión el lugar donde se encontraban antes de decidirse por una calleja bastante oscura. Luego, sin avisar, pedir consentimiento alguno o dar siquiera una pequeña explicación, empujó a la chica con una fuerza superior a la que alguien de su contextura tendría, pero cuidándose de no hacerle daño alguno. Por inercia, la cuerda halo a la cabra y el cuadrúpedo animal las siguió hasta la seguridad de las sombras.


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Mensaje por Cosette Renaud Miér Feb 13, 2013 11:12 am

Le costaba distinguir las intenciones tras las palabras de Fiona. No era el qué decía, sino el cómo. Un momento le parecía alegre y complacida, y al siguiente podría jurar que estaba molesta. Esos aparentes cambios de humor la tenían confundida, no sabía a dónde quería llegar ni si acaso estaría fingiendo. Tal vez se sentía incómoda y lo que quería en realidad era marcharse. Pero si así era, ¿por qué no se lo decía simplemente? Prefirió quedarse con la idea de que aquellas extrañas características eran parte de su personalidad nada más, aunque a partir de entonces trataría de tener más cuidado con sus palabras.

Volvió a centrar su atención en lo que decía la pelirroja, que hablaba de la debilidad y fortaleza de los animales de una forma que le hizo pensar en si acaso las cosas serían realmente tan marcadas en el mundo de los humanos. Supuso que sí, por muy cruel que sonara la ley de la selva también se aplicaba a la realidad en la que vivían. Y aunque Cosette no sabía que habían depredadores mucho más peligrosos que los seres humanos normales que conocía, de igual manera creyó que Fiona tenía razón. Había que estar atentos y ser cuidadosos pues si tenías la mala suerte de ser el pez pequeño, no tardarías en ser devorado por el pez grande.

Le miró con extrañeza cuando volvió a referirse a la cabra; ¿acaso estaba insinuando que realmente estaría dispuesta a aceptarla? ¿Para qué? No podía imaginar qué uso tendría un animal como ese para una mujer como ella. Estaba segura de que le sobraba el dinero para comprar un animal en muchísimo mejor estado.
Pero Fiona le explicó cuáles eran sus intenciones y eso la sorprendió aún más, pues no hubiese imaginado que le preocupara tanto el destino de la cabra como para ofrecerse realmente a llevársela con ella.

Si aquello dejaba tranquila a la pelirroja y Cosette recibía a cambio unas cuantas monedas, ambas quedarían satisfechas. Y no cabía duda de que la más afortunada con aquella situación sería la misma cabra, que naturalmente no sospechaba ni tenía idea de lo que estaba pasando pero de haberse ido con Cosette no habría durado más de un día. Ahora se alegraba por ella y por su destino que acababa de dar un giro inesperado.
-Está bien, ¿pero cuánt…? –no había terminado de responder a su pregunta cuando la expresión de su acompañante le hizo guardar silencio de inmediato, dedicándole una mirada de incomprensión.

De haber contado con sentidos tan finos como los de un vampiro ella también se habría percatado de lo que estaba ocurriendo, pero ya que no era el caso sólo pudo quedarse observando a Fiona con extrañeza. Estuvo a punto de preguntarle qué le ocurría cuando de pronto se vio empujada con una fuerza que no parecía ser compatible con una mujer como la que tenía al lado. Sin soltar la cuerda la cabra también se vio arrastrada hacia ella, y así las tres terminaron en un rincón de la calle mucho más ensombrecido y apartado que donde habían estado momentos atrás.

Y fue entonces cuando llegó hasta sus oídos el sonido de unas voces de hombres que no parecían estar precisamente sobrios, haciéndole entender lo que Fiona había percibido antes que ella. La mujer debía tener un oído muy agudo para haberlos escuchado tan pronto, pues para ella seguían oyéndose como ruidos distantes. Sin embargo podía sentir que se acercaban y eso le hizo ponerse nerviosa y tensa. Lo último que necesitaban era toparse con una banda de borrachos en mitad de la noche.

-No creo que nos vean aquí –le dijo a Fiona en un susurro; habían terminado ocultas en las sombras de una gran muralla y esperaba que los tipos no tuviesen la suficiente claridad mental como para lograr distinguirlas. Sin embargo tampoco podían confiarse, siempre cabía la posibilidad de que justo las vieran y eso le hizo preguntarse si sería más sensato salir corriendo o quedarse donde estaban sin hacer ruido hasta que los hombres se hubiesen alejado.
Le dedicó a Fiona una mirada interrogativa tratando de encontrar en ella alguna señal que le indicara lo que prefería hacer.


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Mensaje por Fiona Di Centa Sáb Feb 16, 2013 9:57 pm

La vampira no necesitó escuchar los pensamientos de Cosette para percibir que ella también había sufrido un cambio en su estado de ánimo. La sentía tensa y nerviosa y sabia, por sus propios sentidos, que la joven ya estaría en ese momento escuchando lo que ella había oído algunos segundos atrás. No se le escapo, sin embargo, que Cosette hubiese captado la incoherencia entre su constitución y la fuerza utilizada para moverla a un lado, pero ese sería un tema a tratar más adelante.

Le escuchó susurrar algunas palabras con tan poca convicción que no pudo contener blanquear la mirada. Todo se trataría de suerte. Nuevamente esa palabra. No le agradaba para nada no poseer el control de las situación y tener que supeditarse a lo que el destino, los hados o quien quiera que fuese sentenciase. Caviló sobre lo que Cosette pensaba. No se trataba de su propia seguridad, por supuesto. Las consecuencias de quedarse podrían ser que terminaran en un enfrentamiento en cuyo caso desvelaría abiertamente su naturaleza. Después tendría que matarla, no había duda. Hasta ahora eran contados los humanos que habían asimilado la existencia de criaturas como ella sin entrar en un ataque de pánico contraproducente para todos.

Peo la verdad era que no quería matarla. No dudaba en que la chica aun podría entretenerla por un tiempo y eso se convertía en un todo cuando lo único que tienes es un montón de años por delante y ningún, o casi ningún, método para utilizar el enorme tiempo libre. Y eso incluía, por defecto, no permitir que ninguno de los brutos que se acercaban le hiciese algún daño, o bueno, al menos intentarlo. De tanto en tanto se sorprendía a sí misma con las mentiras que inventaba y creía. Si tan solo fuese realmente tan fría como pretendía las cosas sería mucho más simple. Pero algunas almas la hacían tambalear, obligándola a recrear excusas que soportaran el deseo de protegerlas. Algo que amparara una noble acción bajo un manto de puro egocentrismo. Que perdida y sola estaba.

Regresando a la situación actual, y siguiendo el orden de ideas de Cosette, lo más sensato sería tratar de huir. De esa manera pensaba que tendrían más opción de burlarlos. Encontró su mirada con la de la chica. Era imposible no pensar como se habría desenvuelto la noche si no la hubiese encontrado interesante. ¿Ya estaría en su casa atendiendo a su madre y a sus hermanos? ¿O le habría estado esperando algún destino más cruel entre las solapadas sombras de aquel poco recomendable sector de Paris?.

– Creo que es mejor que huyamos – sentenció finalmente entre susurros, dado la respuesta que Cosette solicitaba con su mirada y mente. Para ese momento los pensamientos inconexos y poco agradables de los hombres se filtraban por su mente. Las voces cada vez más cercanas y ruidosas. Después de todo aquello seria como un reto. ¿Qué tanto podría mantener en alto una fachada de normalidad? Se encontró sonriendo una vez más con sorna. No era correcto disfrutar de una situación así ¿o sí? Lo asumiría como un reto personal y si fracasaba pues… bueno, terminaría cenando más de lo planeado.

Con todos aquellos sentimientos encontrados bailando aceleradamente en su interior se dispuso a preparar la huida. Tomó con gentileza, pero firmemente, la mano de Cosette y la acercó ligeramente a su cuerpo – Agarra con fuerza a Lupita – le pidió para, después de una pequeña pausa, aclarar, siempre entre susurros – Si, se va a llamar Lupita. Y ya se, soy condenadamente mala para colocar nombres – .

Entonces halo de Cosette, instándola en un trote leve para impedir hacer demasiado ruido, pero moviéndose más rápido de lo que haría simplemente caminando. No quiso correr pues el sonido combinado de la chica con los cascos de la cabra llamaría mucho la atención. No es como si ahora mismo no lo hicieran, solo que el nivel se incrementaría más allá de lo que ella deseaba. A ese ritmo empezó a guiarlas en dirección contraria al grupo de borrachines, alejándose del mismo.

– ¿Eso es una cabra? – la masculina y pastosa voz hizo que soltara un gruñido poco humano por lo bajo. ¿Era esto posible?


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Mensaje por Cosette Renaud Mar Feb 19, 2013 5:01 pm

Aún oculta entre las sombras Cosette intercalaba miradas entre Fiona y la calle para asegurarse de que los hombres no aparecieran por ahí y las vieran. Si se quedaban ahí podrían pasar desapercibidas, pero si tenían mala suerte y los tipos las encontraban, tendrían menos tiempo para escapar. Si huían en ese momento quizás lograrían alejarse sin que nadie las viera, pero siempre corrían el riesgo de que ocurriera lo contrario. ¿Qué hacer, entonces? Podía sentir cómo su corazón se aceleraba a medida que las voces masculinas iban acercándose. Se aferró con fuerza de la cuerda que llevaba en las manos, como si en ella buscara algún tipo de seguridad.

Finalmente Fiona le dijo en susurros qué era lo que tenía pensado hacer, que era lo contrario a lo que ella había sugerido. Bueno, siempre podría haberse quedado ahí y que Fiona siguiera su camino por su cuenta, pero no quería quedarse sola en una situación así ni tampoco dejarla sola a ella, aunque no supiera que en realidad la pelirroja no hubiese necesitado ningún tipo de protección. Se habían metido juntas en eso y juntas tendrían que salir de alguna manera. Trató de convencerse de que lograrían escapar sin que las vieran y que dentro de poco aquello quedaría simplemente como una anécdota más.

Sintió que Fiona le tomaba la mano con firmeza, dándole a entender que se preparaba para marchar. Lo que dijo a continuación hizo que olvidara por un momento el miedo que había empezado a sentir y que la sorpresa se apoderara de ella una vez más al escuchar el nombre de la cabra. De haberse encontrado en una situación menos angustiante, seguramente habría reído ante aquel comentario. Pero estaba nerviosa y aquello le impedía concentrarse en la cabra, que en esos momentos era la última de sus preocupaciones.

Respiró profundamente sintiendo cómo sus pulmones se llenaban del aire fresco de la noche y finalmente percibió el suave tirón de Fiona que le indicaba que debían salir de su escondite y emprender la retirada. Empezaron a caminar con rapidez, prácticamente trotando. Ella hubiese preferido salir corriendo a toda velocidad pero sabía que con eso harían demasiado ruido y llamarían de inmediato la atención de los hombres a sus espaldas. Trataba de ser lo más silenciosa con cada paso que daba, manteniéndose al ritmo de Fiona. La cabra, en cambio, parecía un tanto sorprendida con aquel aumento de velocidad. Quizás la vejez del animal le impedía ir más rápido, porque se quedaba un tanto atrás y Cosette tenía que tirar de la cuerda para instarla a seguir.

Empezaba a creer que lograrían evadir al grupo de hombres con éxito, cuando de pronto escuchó la voz de uno de ellos. Sintió que por un momento se le helaba la sangre en el cuerpo mientras se preguntaba internamente qué hacer, si echar a correr o mantener la calma, aunque no se atrevía a formular aquella pregunta en voz alta pues a pesar que de que aparentemente ya las habían visto, no quería hacer más ruido. Si tenían algo de suerte, el estado de ebriedad de los tipos les impediría reaccionar suficientemente rápido, pero no podían confiarse.

-¡Señoritas! ¿Por qué el apuro? –otra voz se escuchó a sus espaldas, esta vez seguida por una risotada de otro hombre. Cosette se agarró con fuerza de Fiona y a la vez le dio otro tirón a la cuerda rogando porque a los hombres no se les ocurriera empezar a seguirlas. No se atrevía siquiera a mirar por sobre su hombro, tan sólo desvió la vista un momento para observar a Fiona de reojo. Si los hombres estaban lo suficientemente lúcidos podrían darles alcance con facilidad, incluso si empezaban a correr. Y el hecho de andar con una cabra a cuestas tampoco ayudaba.


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Mensaje por Fiona Di Centa Dom Feb 24, 2013 11:40 pm

La gélida extremidad apenas percibió la nueva intensidad del apretón de la mano de Cosette, pero ese sutil cambio fue suficiente para transmitirle la intranquilidad que sufría la chica en ese momento. No era para menos, todos sabían lo que le podría ocurrir a una mujer, joven o no, que se topara a esas horas con un grupo de hombres ebrios. Más aún cuando los ebrios en mención se habían percatado ya de su presencia. Bueno, eso era algo por lo cual no podría culparlos. A pesar de los esfuerzos por hacer la menor cantidad de ruido, los pasos combinados de Cosette con el golpeteo de la cabra habría llamado la atención de todo un batallón. La belleza de lo inevitable.

Sus pensamientos siguieron invariablemente la ruta de los de su acompañante. ¿Correr o no correr? La naturaleza humana muy probablemente la hubiese instado a huir, tratar de escapar por cualquier medio del entorno que representaba un peligro para su integridad y vida. Pero ella no era humana y en ese momento reconoció solo su instinto cazador. Nada mejor que una presa que intenta huir, los movimientos súbitos, la angustia y la desesperación. Se emocionaba de solo pensarlo y estaba segura de que los hombres se emocionarían también.

Soltó la mano de Cosette. Le daría la libertad necesaria para que hiciese lo que considerara mejor. Si quería arrastrar a Lupita consigo bien podría hacerlo, de lo contrario Fiona estaba segura de que el animal se encontraba frente a un peligro mínimo o nulo, así que no se preocuparía por ella hasta que no fuere absolutamente indispensable.

Podía escuchar el latido de tres corazones tras ella. Tres mentes que intentaban enfocarse en un objetivo poco digno y mucho menos que caballeroso. ¿Podría ser que se contentaran con robarlas? Bufo por lo bajo ante aquel pensamiento. Ningún mal viviente desaprovecharía semejante oportunidad. Ningún hombre decente tampoco, siempre y cuando su mente se encontrara obnubilada por los efectos del licor. La carne invita y el cerebro de los hombres suele simplemente apagarse ante al llamado de la naturaleza y la inercia de su entrepierna.

En realidad la situación, desde su punto de vista, no había cambiado radicalmente. Aun tenía pocas opciones y en la mayoría de ellas incluía descubrirse ante la humana. ¿De cuándo aquí le importaba tanto una simple vida humana? Giró los ojos. ¿Era por Cosette o simplemente su egoísmo quien la obligaba a trata de protegerla? ¿Acaso importaba?

– Las cartas están barajadas querida, ahora solo nos queda tratar de sacar la mejor mano. – le susurró antes de detenerse y girarse. Los hombres, que habían apresurado el paso entre risas se detuvieron en seco. Lo último que esperaban era que les enfrentasen. Tal como la vampira lo predijo, se estaban conteniendo solo en espera de que las indefensas damas dieran rienda suelta al pánico.

Fiona, por su parte, los miro con dureza un segundo mientras escrutaba en sus mentes. Dos de ellos eran solo unos críos ingenuos y estúpidos, el tercero, sin embragó, tenía más vida recorrida. Una mente perturbada y enojada por haber tenido que soportar humillación y dolor. Nada comparable con lo que había percibido de la mente de Cosette y aun así la debilidad de carácter había permitido que las frustraciones le moldearan en el rufián que era ahora.

– ¿Se os ofrece algo, caballeros? – preguntó con un tono entre calmado y pedante. Con un poco de suerte Cosette huiría mientras ella se ofrecía como distracción, así podría acabar con ellos a sus anchas. ¿Lo merecían? ¡Por supuesto! No tendrían por qué haberse inmiscuido en su distracción de la noche.

Los dos más jóvenes lucían ligeramente intimidados. El tercero era harina de otro costal. Devolvió la mirada a Fiona y entre tumbos se acerco un poco a ella. – Eso depende preciosa, ¿tienes algo interesante que ofrecer? – aunque se encontraba lo suficientemente lejos como para no poder percibir sus emanaciones, la sensible nariz de Fiona se frunció involuntariamente al sentir el repulsivo aliento mientras el hombre sonreía maliciosamente y la miraba de arriba abajo.

Pudo sentir su confusión al notar que se trataba de alguien de noble cuna y el pensamiento que le atravesó a continuación solo consiguió enojarla a un nivel que no había alcanzado durante la noche. Al parecer el hombre no solo era un ladrón, un borracho y un timador. La visión de una joven pálida y delgada, tan frágil como una flor se sobrepuso a la realidad que el hombre tenía ante sus ojos. Se trataba de un recuero, por supuesto. Él aproximándose a la sucia cama donde ella se encontraba aprisionada en una posición poco decorosa. Sus brazos y piernas estirados, atados con gruesas cuerdas que lastimaban y laceraban su piel. Sus ropas raídas y sucias. Y él riendo, disfrutando de su tormento mientras bajaba sus desagradables pantalones y liberaba un ansioso miembro.

Un rugido salió de la garganta de la vampira y antes de poder detenerse se adelantó y dio un empujón al hombre, quien voló por los aires algunos metros antes de chocar estrepitosamente contra los duros adoquines de la calle. Entonces se detuvo entre sorprendida y aterrada por su doble moralidad. Su fuese ella quien tuviese cautiva a la mujer no importaría. Su dolor alimentándola, su confusión complaciéndola. Haciéndole sufrir solo para salir de una agonizante monotonía. Y aun así se enojaba al pensar que alguien más pudiese disfrutar de algo como aquello. Una risa salió de sus labios. Todo estaba bien mientras ella fuera la perpetradora ¿no podría interpretarse aquello como simples celos?.


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