AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una noche más fría [Fiona]
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Una noche más fría [Fiona]
Recuerdo del primer mensaje :
Ya era más de medianoche cuando Cosette llegó a la fábrica de tejidos. Había empezado a trabajar ahí un par de meses atrás, y aunque el pago no era muy bueno considerando las condiciones en las que trabajaban, era lo único que había encontrado por el momento y realmente necesitaba el dinero.
El encargado del lugar había implementado un sistema de turnos nocturnos para aquellas personas que pudieran tomarlos. Cosette trabajaba allí también varias horas durante el día, pero se había comprometido a aceptar el turno de la noche. Era agotador y las horas siempre se hacían eternas, pero al menos así podía ganar algo más de dinero.
Sin embargo esa noche se había atrasado a causa de su madre, quien había tenido una recaída. Ya que su padre no se encontraba en casa y ella era la mayor de sus hermanos, había tenido que atenderla. Sabía que al dueño de la fábrica no le gustaría nada aquello pero tampoco podría haber dejado a su madre así.
Llegó corriendo y con la esperanza de que la puerta estuviese aún abierta, pero dada su mala suerte se encontró con lo contrario. Con un nudo en el estómago se apresuró a golpear la puerta con fuerza hasta que finalmente el encargado abrió.
-¡Ah! Pero si es la mademoiselle Cosette –dijo el hombre con ironía al verla en el umbral. Tenía una expresión de fastidio y hastío. -¿Cuál es tu excusa esta vez? No, espera. No me interesa escucharla –se dio media vuelta y trató de cerrar la puerta, pero Cosette fue más rápida y se lo impidió con las manos.
-¡Señor! Por favor, no fue mi intención llegar tarde, mi madre…
-¡Sí, tu madre! ¡Si no es tu madre es tu hermana, siempre es lo mismo! –el encargado empezó a gritarle, parecía muy molesto. –Esta es la tercera vez en este mes, las cosas no funcionan así –sin pensarlo dos veces le dio un empujón para quitarla de en medio y así finalmente poder cerrar la puerta con estrépito.
Cosette tan rápido como pudo volvió a golpearla con todas sus fuerzas.
-¡M'sieur! ¡Por favor! –gritó desesperada, alzando la voz tanto como pudo. -¡Por favor, necesito el dinero! –volvió a exclamar sin dejar de golpear con ambas manos.
Escuchó un ruido de pasos y la puerta volvió a abrirse. Era el encargado otra vez. Cosette lo miró sorprendida, pues casi había perdido la esperanza, y pensó por un instante que las cosas se arreglarían.
-Ah, sí. Casi lo olvidaba.
El hombre salió a la calle cerrando la puerta tras de sí y caminó unos metros hasta el callejón que bordeaba la fábrica. Cosette no supo qué hacer en un principio pero lo siguió de inmediato. Llegaron hasta la parte trasera del lugar y allí el hombre señaló hacia un rincón.
-Ahí. Tu paga del mes –dijo con desprecio, apuntando con el dedo. Cosette no logró distinguirlo de inmediato, pero luego se dio cuenta de que estaba señalando una cabra.
-Ahora piérdete y no vuelvas a aparecer por este lugar –le ordenó en tono intimidante y rápidamente desapareció entrando a la fábrica por la puerta trasera. Cosette pudo escuchar el sonido de una llave girando en su cerrojo, pero esta vez no se molestó en volver a golpear. Sabía que había terminado.
Unas ganas de llorar la inundaron de inmediato, causándole ese familiar dolor en la garganta, pero trató de contenerse. Miró al animal que el hombre le había dejado, que se encontraba amarrado del cuello a un poste. ¿Una cabra? ¡No quería una cabra, quería su dinero! El animal era pura piel y huesos y seguramente no lograría sacar nada de carne de ahí. ¿Cómo iba explicarle eso a su padre?
Maldiciendo por dentro al condenado dueño y a la condenada fábrica, Cosette desató a la cabra y tiró de ella para salir del callejón. Sentía rabia, rabia hacia todo el mundo pero en especial hacia ella misma. Sí, era su culpa que la hubiesen despedido. Era su culpa haber llegado tarde. Tal vez debería empezar a preocuparse menos por su familia, pero eso le resultaba tan difícil…
Se llevó una mano al rostro para frotarse los ojos con la manga de su vestido y caminó sin rumbo fijo hasta que sin previo aviso la cabra se detuvo. Cosette tiró de la cuerda con fuerza pero el animal apenas se movió. ¿Qué le pasaba?
Ya era más de medianoche cuando Cosette llegó a la fábrica de tejidos. Había empezado a trabajar ahí un par de meses atrás, y aunque el pago no era muy bueno considerando las condiciones en las que trabajaban, era lo único que había encontrado por el momento y realmente necesitaba el dinero.
El encargado del lugar había implementado un sistema de turnos nocturnos para aquellas personas que pudieran tomarlos. Cosette trabajaba allí también varias horas durante el día, pero se había comprometido a aceptar el turno de la noche. Era agotador y las horas siempre se hacían eternas, pero al menos así podía ganar algo más de dinero.
Sin embargo esa noche se había atrasado a causa de su madre, quien había tenido una recaída. Ya que su padre no se encontraba en casa y ella era la mayor de sus hermanos, había tenido que atenderla. Sabía que al dueño de la fábrica no le gustaría nada aquello pero tampoco podría haber dejado a su madre así.
Llegó corriendo y con la esperanza de que la puerta estuviese aún abierta, pero dada su mala suerte se encontró con lo contrario. Con un nudo en el estómago se apresuró a golpear la puerta con fuerza hasta que finalmente el encargado abrió.
-¡Ah! Pero si es la mademoiselle Cosette –dijo el hombre con ironía al verla en el umbral. Tenía una expresión de fastidio y hastío. -¿Cuál es tu excusa esta vez? No, espera. No me interesa escucharla –se dio media vuelta y trató de cerrar la puerta, pero Cosette fue más rápida y se lo impidió con las manos.
-¡Señor! Por favor, no fue mi intención llegar tarde, mi madre…
-¡Sí, tu madre! ¡Si no es tu madre es tu hermana, siempre es lo mismo! –el encargado empezó a gritarle, parecía muy molesto. –Esta es la tercera vez en este mes, las cosas no funcionan así –sin pensarlo dos veces le dio un empujón para quitarla de en medio y así finalmente poder cerrar la puerta con estrépito.
Cosette tan rápido como pudo volvió a golpearla con todas sus fuerzas.
-¡M'sieur! ¡Por favor! –gritó desesperada, alzando la voz tanto como pudo. -¡Por favor, necesito el dinero! –volvió a exclamar sin dejar de golpear con ambas manos.
Escuchó un ruido de pasos y la puerta volvió a abrirse. Era el encargado otra vez. Cosette lo miró sorprendida, pues casi había perdido la esperanza, y pensó por un instante que las cosas se arreglarían.
-Ah, sí. Casi lo olvidaba.
El hombre salió a la calle cerrando la puerta tras de sí y caminó unos metros hasta el callejón que bordeaba la fábrica. Cosette no supo qué hacer en un principio pero lo siguió de inmediato. Llegaron hasta la parte trasera del lugar y allí el hombre señaló hacia un rincón.
-Ahí. Tu paga del mes –dijo con desprecio, apuntando con el dedo. Cosette no logró distinguirlo de inmediato, pero luego se dio cuenta de que estaba señalando una cabra.
-Ahora piérdete y no vuelvas a aparecer por este lugar –le ordenó en tono intimidante y rápidamente desapareció entrando a la fábrica por la puerta trasera. Cosette pudo escuchar el sonido de una llave girando en su cerrojo, pero esta vez no se molestó en volver a golpear. Sabía que había terminado.
Unas ganas de llorar la inundaron de inmediato, causándole ese familiar dolor en la garganta, pero trató de contenerse. Miró al animal que el hombre le había dejado, que se encontraba amarrado del cuello a un poste. ¿Una cabra? ¡No quería una cabra, quería su dinero! El animal era pura piel y huesos y seguramente no lograría sacar nada de carne de ahí. ¿Cómo iba explicarle eso a su padre?
Maldiciendo por dentro al condenado dueño y a la condenada fábrica, Cosette desató a la cabra y tiró de ella para salir del callejón. Sentía rabia, rabia hacia todo el mundo pero en especial hacia ella misma. Sí, era su culpa que la hubiesen despedido. Era su culpa haber llegado tarde. Tal vez debería empezar a preocuparse menos por su familia, pero eso le resultaba tan difícil…
Se llevó una mano al rostro para frotarse los ojos con la manga de su vestido y caminó sin rumbo fijo hasta que sin previo aviso la cabra se detuvo. Cosette tiró de la cuerda con fuerza pero el animal apenas se movió. ¿Qué le pasaba?
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: Una noche más fría [Fiona]
Sintiendo cómo Fiona le soltaba la mano, giró la cabeza para mirarla con cierta preocupación sin saber bien lo que significaba aquel gesto. ¿Acaso era una forma de decirle que siguieran por caminos separados? Tal vez simplemente le estaba dando la libertad de marcharse si quería, ¿pero cómo podría ella hacer eso y dejar a la pelirroja sola? A sus ojos no era más que una jovencita de clase alta, quizás un par de años mayor que ella, que probablemente nunca en su vida se había visto en aprietos ni había tenido que defenderse de algún modo. Así eran las vidas de los ricachones después de todo, ¿no? Pocas preocupaciones, pocas molestias, nada que temer.
Ignoraba por completo la verdadera naturaleza de su acompañante, obviamente, y eso sólo hacía que se sintiera más nerviosa. ¿Qué oportunidad tendrían dos mujeres contra un grupo de hombres ebrios? Ella no llevaba ningún tipo de arma encima, y dudaba que Fiona lo hiciera. ¿Cómo se defenderían entonces? ¿Tirándoles la cabra por la cabeza?
Escuchó sus palabras susurrantes que no denotaban inseguridad. Cuando se detuvo y se giró para encarar a los hombres, Cosette hizo lo mismo, aunque de forma más vacilante. La cabra también se detuvo, quedándose semi-oculta tras sus piernas.
Observó con cautela a los tres hombres sin saber cómo juzgarlos o qué pensar de ellos; lo único que ocupaba su mente era el deseo de que se alejaran y las dejaran en paz, que no intentaran hacerles nada. La pregunta de Fiona sonó confiada, como si la situación no hubiese logrado perturbarle o si lo hacía, no lo demostraba.
Uno de los hombres, el que parecía ser el mayor de los tres, se acercó hacia la pelirroja para responderle con palabras descaradas y una mirada para nada discreta. Cosette parecía estar conteniendo la respiración, su cuerpo tenso y a la vez listo para salir corriendo en caso de que fuera necesario. Pero eso era algo que no haría si su acompañante no se sumaba; dejarla ahí con esos hombres sería un acto totalmente cobarde, y ella trataba de pensar que no lo era.
Tampoco podía decir que serviría de mucha ayuda, a lo mucho podría hacer uso de sus brazos y sus piernas para defenderse y tratar de defenderla a ella también, pero sabía que eso no bastaría para sacarlas de esa situación sanas y salvas. Sin embargo, aún tenía la esperanza de que los tres hombres se arrepintieran, que cambiaran de idea y las dejaran tranquilas. Sabía que era ingenuo de su parte creer aquello, pero en esos momentos ese pensamiento era lo único que la mantenía un de pie y quieta, eso y la ilusión de que alguien más entrara en escena, alguna otra persona que de alguna forma pudiese ayudarles y sacarles del aprieto… Pero sabía que a esas horas y en ese lugar, sería improbable.
El silencio que se había creado tras las palabras del borracho se rompió de pronto con una especie de rugido proveniente de la pelirroja, lo cual sobresaltó a Cosette que clavó de inmediato su mirada en ella. Sin reaccionar lo suficientemente rápido como para detenerla, vio como se acercaba hacia el hombre que había hablado para darle un empujón que lo lanzó despedido varios metros más allá, y tras eso sólo se escuchó el sonido del golpe contra la dura superficie de la calle y los quejidos del caído a causa del dolor.
Ahora ella se hallaba tan sorprendida y alarmada como los otros dos hombres que quedaban en pie. ¿Cómo había ocurrido eso? Ni siquiera un hombre fuerte habría sido capaz de lanzar a otra persona tan lejos, aquello era simplemente sobrehumano. Confundida y sobresaltada por lo que había acabado de presenciar, se acercó rápidamente hacia Fiona aferrándose con fuerza de la cuerda que llevaba en la mano.
Aquella era su oportunidad de huir, podrían aprovechar la confusión de los dos tipos y la caída del otro para echar a correr y ganar distancia, pero Fiona seguía ahí de pie y… ¿reía? ¿Era realmente una risa lo que acababa de escuchar?
-Vámonos –le dijo en un susurro con voz apremiante y angustiada, siendo ahora ella la que le tomaba del brazo para instarla a abandonar aquel lugar.
-Vámonos ahora –insistió de manera apremiante y nerviosa, fijando su mirada en la pelirroja hasta que se percató de que el hombre que había lanzado empezaba a ponerse de pie entre maldiciones y gruñidos.
Uno de los otros dos se acercó hacia él para asegurarse de que estuviese bien, el otro en cambio fulminó a Fiona con una mirada confundida pero a la vez enfurecida. Así debían sentirse los tres, cabreados porque una mujer fuese capaz de hacerles frente como si intentara desafiarles. Debía de ser algo muy humillante y algo le decía que ahora buscarían venganza.
-¡No se acerquen si no quieren terminar como él! –exclamó apuntando al hombre que acababa de terminar de levantarse, y aunque le hubiese gustado resultar amenazadora y de alguna forma amedrentarlos, su voz sonaba insegura. Todavía no entendía cómo Fiona había sido capaz de hacer lo que había hecho, pero tampoco era ese el momento de averiguarlo, menos cuando los tres borrachos parecían haberse molestado sobremanera con lo ocurrido.
Ignoraba por completo la verdadera naturaleza de su acompañante, obviamente, y eso sólo hacía que se sintiera más nerviosa. ¿Qué oportunidad tendrían dos mujeres contra un grupo de hombres ebrios? Ella no llevaba ningún tipo de arma encima, y dudaba que Fiona lo hiciera. ¿Cómo se defenderían entonces? ¿Tirándoles la cabra por la cabeza?
Escuchó sus palabras susurrantes que no denotaban inseguridad. Cuando se detuvo y se giró para encarar a los hombres, Cosette hizo lo mismo, aunque de forma más vacilante. La cabra también se detuvo, quedándose semi-oculta tras sus piernas.
Observó con cautela a los tres hombres sin saber cómo juzgarlos o qué pensar de ellos; lo único que ocupaba su mente era el deseo de que se alejaran y las dejaran en paz, que no intentaran hacerles nada. La pregunta de Fiona sonó confiada, como si la situación no hubiese logrado perturbarle o si lo hacía, no lo demostraba.
Uno de los hombres, el que parecía ser el mayor de los tres, se acercó hacia la pelirroja para responderle con palabras descaradas y una mirada para nada discreta. Cosette parecía estar conteniendo la respiración, su cuerpo tenso y a la vez listo para salir corriendo en caso de que fuera necesario. Pero eso era algo que no haría si su acompañante no se sumaba; dejarla ahí con esos hombres sería un acto totalmente cobarde, y ella trataba de pensar que no lo era.
Tampoco podía decir que serviría de mucha ayuda, a lo mucho podría hacer uso de sus brazos y sus piernas para defenderse y tratar de defenderla a ella también, pero sabía que eso no bastaría para sacarlas de esa situación sanas y salvas. Sin embargo, aún tenía la esperanza de que los tres hombres se arrepintieran, que cambiaran de idea y las dejaran tranquilas. Sabía que era ingenuo de su parte creer aquello, pero en esos momentos ese pensamiento era lo único que la mantenía un de pie y quieta, eso y la ilusión de que alguien más entrara en escena, alguna otra persona que de alguna forma pudiese ayudarles y sacarles del aprieto… Pero sabía que a esas horas y en ese lugar, sería improbable.
El silencio que se había creado tras las palabras del borracho se rompió de pronto con una especie de rugido proveniente de la pelirroja, lo cual sobresaltó a Cosette que clavó de inmediato su mirada en ella. Sin reaccionar lo suficientemente rápido como para detenerla, vio como se acercaba hacia el hombre que había hablado para darle un empujón que lo lanzó despedido varios metros más allá, y tras eso sólo se escuchó el sonido del golpe contra la dura superficie de la calle y los quejidos del caído a causa del dolor.
Ahora ella se hallaba tan sorprendida y alarmada como los otros dos hombres que quedaban en pie. ¿Cómo había ocurrido eso? Ni siquiera un hombre fuerte habría sido capaz de lanzar a otra persona tan lejos, aquello era simplemente sobrehumano. Confundida y sobresaltada por lo que había acabado de presenciar, se acercó rápidamente hacia Fiona aferrándose con fuerza de la cuerda que llevaba en la mano.
Aquella era su oportunidad de huir, podrían aprovechar la confusión de los dos tipos y la caída del otro para echar a correr y ganar distancia, pero Fiona seguía ahí de pie y… ¿reía? ¿Era realmente una risa lo que acababa de escuchar?
-Vámonos –le dijo en un susurro con voz apremiante y angustiada, siendo ahora ella la que le tomaba del brazo para instarla a abandonar aquel lugar.
-Vámonos ahora –insistió de manera apremiante y nerviosa, fijando su mirada en la pelirroja hasta que se percató de que el hombre que había lanzado empezaba a ponerse de pie entre maldiciones y gruñidos.
Uno de los otros dos se acercó hacia él para asegurarse de que estuviese bien, el otro en cambio fulminó a Fiona con una mirada confundida pero a la vez enfurecida. Así debían sentirse los tres, cabreados porque una mujer fuese capaz de hacerles frente como si intentara desafiarles. Debía de ser algo muy humillante y algo le decía que ahora buscarían venganza.
-¡No se acerquen si no quieren terminar como él! –exclamó apuntando al hombre que acababa de terminar de levantarse, y aunque le hubiese gustado resultar amenazadora y de alguna forma amedrentarlos, su voz sonaba insegura. Todavía no entendía cómo Fiona había sido capaz de hacer lo que había hecho, pero tampoco era ese el momento de averiguarlo, menos cuando los tres borrachos parecían haberse molestado sobremanera con lo ocurrido.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: Una noche más fría [Fiona]
Los pensamientos de Cosette le hicieron desear sacudirla. ¿Cómo podría pensar en permanecer en aquel lugar? Habría debido salir corriendo pero en su lugar permaneció estoicamente plantada en su sitio, a pesar del miedo que emanaba por cada uno de sus poros. ¡Pero que obstinada! Todo sería más sencillo si solo hubiese desaparecido pero eso era algo que la humana no podía saber. Como le hubiese gustado que lo que pensaba fuese realidad, especialmente aquello de “nada que temer”. En ese momento la joven se le asemejaba a un cervatillo que, aunque asustadizo y nervioso, se enfrenta al peligro desconocido, pensándose capaz de sortearlo con una débil e incipiente cornamenta.
Ella, por su parte se encontraba un poco confundida por las emociones encontradas que sentía ante el hombre y aún pensaba en ello cuando sintió la calidez de la mano de Cosette aferrándose nuevamente a su propia frialdad. Aquella acción ocasionó que algo de su enojo se disipara y fuese reemplazado por la sorpresa de encontrar agradable el ingenuo gesto protector. Sus verdes ojos, que sabía debían estar ligeramente más claros debido a las emociones que bullían en su interior, se dirigieron con rapidez hacia el rostro de Cosette
-Huir… – pensó repitiendo las palabras que cruzaban velozmente la mente de Cosette. Si, podría ser un buen momento para hacerlo, bajo el cobijo del asombro de los hombres que permanecían en pie, mirándola como el bicho raro que era. Justo como la miraba ahora Cosette. Su risa se había apagado y ahora sentía como la mano cálida la halaba ligeramente, instándola a abandonar el lugar, pero ella no reaccionó, permaneció parada justo donde estaba mientras el hombre se levantaba listo para responder fuerza con fuerza. Y por supuesto, la cobardía desapareció de los otros dos al comprobar que su “cerebro” se recuperaba prácticamente indemne del percance.
– Sabes, entre más pasan los años más me convenzo de que la idiotez de los hombres no tiene fin - susurró a su acompañante mientras le devolvía fríamente la mirada al chico. Tal como pensaba Cosette los tres se encontraban ahora preparados para hacerle pagar. Fiona se disponía a azuzarlos un poco más con algún comentario mordaz pero Cosette se le adelanto antes de que pudiese pronunciar media palabra.
Y ahora fue su turno de demostrar sorpresa. Una risita divertida pugnó por escapar de sus labios pero la contuvo. Sabía lo difícil que debió resultar para la joven atreverse a decir aquellas valientes y poco seguras palabras, y no pretendía desmeritar el esfuerzo con su burla. Así que, en su lugar, se limito a encogerse de hombros con elegancia – Ya la oyeron, tal vez tengo… tenemos… - se corrigió no queriendo excluir a Cosette de la situación - más para ofrecer de lo que estáis buscando, como ya habéis podido comprobar - finalizó con una sonrisa burlona mientras inclinaba ligeramente la cabeza ante el hombre al que había empujado y que se encontraba ahora apretando con fuerza los puños. Solo ella sabía la magnitud del daño que le había causado y el dolor de las magulladuras sufridas, el cual él se esforzaba por ocultar a sus acompañantes.
El hombre dudo, sus acompañantes lo imitaron, pero solo ocurrió por un segundo antes de que una nueva resolución asomara en sus rostros – Espero que tengas una mejor idea que solo arrojarles a Lupita – le susurró a Cosette interponiendo su cuerpo entre la joven y los tres hombres que se aproximaban hacia ellas con paso decidido – Y me parece que correr ahora no estaría completamente fuera de lugar – concluyó antes de estirarse rápidamente y liberar la cuerda a la que se aferraba Cosette. Como ya lo había imaginado, la cabra era quien menos peligro corría. Bien podría valerse sola por un rato mientras ella ideaba alguna manera de salirse con la suya… ya regresaría a buscarla y zapateando con fuerza espantó al pobre animal justo cuando solo unos metros las separaban de los ebrios.
Entonces unas manos sudorosas y pegachentas la aferraron por los hombros en un intento por tirarla al suelo. - ¡Corre! - apremió a Cosette mientras luchaba contra el impulso de despedazar los desagradables dedos, coyuntura por coyuntura, solo por atreverse a tocarla. No sería un escenario bonito de contemplar y su paciencia había sobrepasado el punto de no retorno a partir del cual ya no le importaría lo que la joven pudiese o no atestiguar. Aferró con fuerza una de las manos y la retorció escuchando como los huesos se quebraban mientras un alarido salía de la garganta del estúpido joven.
Ella, por su parte se encontraba un poco confundida por las emociones encontradas que sentía ante el hombre y aún pensaba en ello cuando sintió la calidez de la mano de Cosette aferrándose nuevamente a su propia frialdad. Aquella acción ocasionó que algo de su enojo se disipara y fuese reemplazado por la sorpresa de encontrar agradable el ingenuo gesto protector. Sus verdes ojos, que sabía debían estar ligeramente más claros debido a las emociones que bullían en su interior, se dirigieron con rapidez hacia el rostro de Cosette
-Huir… – pensó repitiendo las palabras que cruzaban velozmente la mente de Cosette. Si, podría ser un buen momento para hacerlo, bajo el cobijo del asombro de los hombres que permanecían en pie, mirándola como el bicho raro que era. Justo como la miraba ahora Cosette. Su risa se había apagado y ahora sentía como la mano cálida la halaba ligeramente, instándola a abandonar el lugar, pero ella no reaccionó, permaneció parada justo donde estaba mientras el hombre se levantaba listo para responder fuerza con fuerza. Y por supuesto, la cobardía desapareció de los otros dos al comprobar que su “cerebro” se recuperaba prácticamente indemne del percance.
– Sabes, entre más pasan los años más me convenzo de que la idiotez de los hombres no tiene fin - susurró a su acompañante mientras le devolvía fríamente la mirada al chico. Tal como pensaba Cosette los tres se encontraban ahora preparados para hacerle pagar. Fiona se disponía a azuzarlos un poco más con algún comentario mordaz pero Cosette se le adelanto antes de que pudiese pronunciar media palabra.
Y ahora fue su turno de demostrar sorpresa. Una risita divertida pugnó por escapar de sus labios pero la contuvo. Sabía lo difícil que debió resultar para la joven atreverse a decir aquellas valientes y poco seguras palabras, y no pretendía desmeritar el esfuerzo con su burla. Así que, en su lugar, se limito a encogerse de hombros con elegancia – Ya la oyeron, tal vez tengo… tenemos… - se corrigió no queriendo excluir a Cosette de la situación - más para ofrecer de lo que estáis buscando, como ya habéis podido comprobar - finalizó con una sonrisa burlona mientras inclinaba ligeramente la cabeza ante el hombre al que había empujado y que se encontraba ahora apretando con fuerza los puños. Solo ella sabía la magnitud del daño que le había causado y el dolor de las magulladuras sufridas, el cual él se esforzaba por ocultar a sus acompañantes.
El hombre dudo, sus acompañantes lo imitaron, pero solo ocurrió por un segundo antes de que una nueva resolución asomara en sus rostros – Espero que tengas una mejor idea que solo arrojarles a Lupita – le susurró a Cosette interponiendo su cuerpo entre la joven y los tres hombres que se aproximaban hacia ellas con paso decidido – Y me parece que correr ahora no estaría completamente fuera de lugar – concluyó antes de estirarse rápidamente y liberar la cuerda a la que se aferraba Cosette. Como ya lo había imaginado, la cabra era quien menos peligro corría. Bien podría valerse sola por un rato mientras ella ideaba alguna manera de salirse con la suya… ya regresaría a buscarla y zapateando con fuerza espantó al pobre animal justo cuando solo unos metros las separaban de los ebrios.
Entonces unas manos sudorosas y pegachentas la aferraron por los hombros en un intento por tirarla al suelo. - ¡Corre! - apremió a Cosette mientras luchaba contra el impulso de despedazar los desagradables dedos, coyuntura por coyuntura, solo por atreverse a tocarla. No sería un escenario bonito de contemplar y su paciencia había sobrepasado el punto de no retorno a partir del cual ya no le importaría lo que la joven pudiese o no atestiguar. Aferró con fuerza una de las manos y la retorció escuchando como los huesos se quebraban mientras un alarido salía de la garganta del estúpido joven.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Una noche más fría [Fiona]
A ratos miraba de reojo a Fiona, sin atreverse a dejar de vigilar del todo a los hombres que tenía en frente. Su posición había cambiado levemente, lista para salir corriendo o bien defenderse en caso de que fuera necesario, pero esperaba optar por la primera antes que por la segunda. Cuando escuchó las primeras palabras de la pelirroja, empezó a pensar que quizás ella no se sentía tan insegura ni indefensa, al menos le daba la impresión de que sus palabras sonaban confiadas. No sabía bien qué pensar de aquello, quizás no era más que una técnica para confundir un poco a los borrachos y así intimidarlos para que las dejaran en paz.
Tras una pequeña amenaza similar a la que ella había intentado hacer minutos atrás, incluso pudo ver a Fiona sonriendo como si realmente no tuviese nada que temer, aunque Cosette aún se preguntaba si acaso tendría otro as bajo la manga con el que pudiese salir de aquel lío, pues de otra forma no había duda de que estaban en desventaja… o al menos eso era lo que ella creía. No sabía si aquellas palabras servirían para amedrentar a los hombres y hacerlos emprender la retirada, o si por el contrario los provocaría aún más. De todas formas ella consideraba que la única opción válida que les quedaba era salir corriendo, y sólo estaba esperando algún tipo de señal por parte de Fiona para hacerlo.
Parpadeó extrañada al escuchar lo de la cabra, sorprendiéndose aún más cuando vio a la pelirroja interponerse entre ella y los otros tres hombres. La forma en que había lanzado a uno de ellos le había dejado claro que ocultaba más sorpresas de las que uno podía imaginar, ¿pero realmente esperaba que la suerte volviese a estar de su lado y que esta vez saliera ilesa tras enfrentarse a los tres? Un tirón de la cuerda la sacó de sus cavilaciones, y antes de que pudiese reaccionar ya había perdido el agarre y la cabra quedaba libre.
Fiona ahuyentó al animal, que se alejó al trote mientras los tres hombres parecían acercarse cada vez con mayor decisión. Y luego, tan pronto como uno de los borrachos le ponía las manos encima a Fiona, ella le gritó para que empezar a correr. Confundida y alterada, hizo el ademán de hacerlo, dando unos rápidos pasos hacia atrás creyendo que Fiona la seguiría. Pero le quedó claro que no lo haría cuando la vio retorciéndole la mano a su agresor, y junto con el sonido de los huesos rompiéndose pudo escuchar también el aullido de dolor.
Definitivamente habría podido aprovechar ese momento para salir corriendo y alejarse tanto como pudiese, pero ¿realmente iba a permitirse dejar a Fiona sola? ¿Huir como una cobarde y dejar que los tres hombres hicieran de las suyas? Ahora le quedaba claro que la pelirroja sabía defenderse, pero aun así la sobrepasaban en número y ella no podría perdonarse si le ocurría algo por culpa de su cobardía. Así que rápidamente desanduvo los pocos pasos que había dado dejándose llevar únicamente por ese impulso que le impedía marcharse, y se horrorizó al percatarse de la expresión adolorida del hombre con la mano rota.
Dispuesta a apartarlo se acercó a ambos, pero justo entonces otro joven se interpuso percatándose de sus intenciones, e intentó agarrarla a ella también. Tratando de defenderse Cosette dio un rápido manotazo rasguñándole la cara con las uñas, y aprovechando el momento de sorpresa no dudó en darle una fuerte patada en la entrepierna para luego apartarse de él velozmente.
-¡Déjennos en paz! –gritó esta vez más por desesperación que por intentar sonar amenazadora, ya que en ese momento el tercer hombre se acercaba con la furia flameando en sus ojos.
Tras una pequeña amenaza similar a la que ella había intentado hacer minutos atrás, incluso pudo ver a Fiona sonriendo como si realmente no tuviese nada que temer, aunque Cosette aún se preguntaba si acaso tendría otro as bajo la manga con el que pudiese salir de aquel lío, pues de otra forma no había duda de que estaban en desventaja… o al menos eso era lo que ella creía. No sabía si aquellas palabras servirían para amedrentar a los hombres y hacerlos emprender la retirada, o si por el contrario los provocaría aún más. De todas formas ella consideraba que la única opción válida que les quedaba era salir corriendo, y sólo estaba esperando algún tipo de señal por parte de Fiona para hacerlo.
Parpadeó extrañada al escuchar lo de la cabra, sorprendiéndose aún más cuando vio a la pelirroja interponerse entre ella y los otros tres hombres. La forma en que había lanzado a uno de ellos le había dejado claro que ocultaba más sorpresas de las que uno podía imaginar, ¿pero realmente esperaba que la suerte volviese a estar de su lado y que esta vez saliera ilesa tras enfrentarse a los tres? Un tirón de la cuerda la sacó de sus cavilaciones, y antes de que pudiese reaccionar ya había perdido el agarre y la cabra quedaba libre.
Fiona ahuyentó al animal, que se alejó al trote mientras los tres hombres parecían acercarse cada vez con mayor decisión. Y luego, tan pronto como uno de los borrachos le ponía las manos encima a Fiona, ella le gritó para que empezar a correr. Confundida y alterada, hizo el ademán de hacerlo, dando unos rápidos pasos hacia atrás creyendo que Fiona la seguiría. Pero le quedó claro que no lo haría cuando la vio retorciéndole la mano a su agresor, y junto con el sonido de los huesos rompiéndose pudo escuchar también el aullido de dolor.
Definitivamente habría podido aprovechar ese momento para salir corriendo y alejarse tanto como pudiese, pero ¿realmente iba a permitirse dejar a Fiona sola? ¿Huir como una cobarde y dejar que los tres hombres hicieran de las suyas? Ahora le quedaba claro que la pelirroja sabía defenderse, pero aun así la sobrepasaban en número y ella no podría perdonarse si le ocurría algo por culpa de su cobardía. Así que rápidamente desanduvo los pocos pasos que había dado dejándose llevar únicamente por ese impulso que le impedía marcharse, y se horrorizó al percatarse de la expresión adolorida del hombre con la mano rota.
Dispuesta a apartarlo se acercó a ambos, pero justo entonces otro joven se interpuso percatándose de sus intenciones, e intentó agarrarla a ella también. Tratando de defenderse Cosette dio un rápido manotazo rasguñándole la cara con las uñas, y aprovechando el momento de sorpresa no dudó en darle una fuerte patada en la entrepierna para luego apartarse de él velozmente.
-¡Déjennos en paz! –gritó esta vez más por desesperación que por intentar sonar amenazadora, ya que en ese momento el tercer hombre se acercaba con la furia flameando en sus ojos.
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: Una noche más fría [Fiona]
Varias cosas ocurrieron a la par. Los huesos del joven chocaban y se quebraban bajo la impensable presión de la delicada y pálida mano de la pelirroja. A su vez el joven emitía un atronador grito que muy seguramente sería escuchado por todo aquel que deambulara por los alrededores. Los otros dos jóvenes observaban impertérritos la escena, sin poder creer como un simple apretón ponía de rodillas a un amigo que consideran duro de roer; y, por último, Cosette, la terca muchacha, después de dar algunos vacilantes pasos en concordancia con la indicación de Fiona, finalmente decidió regresar y quedarse.
-¿Pero qué parte del “corre” no entendió?- pensó Fiona irritada ante tal nivel de terquedad entremezclada con un estoicismo nada sano para una humana. Algunas otras cosas pasaron por su mente: podía escuchar como la carrera de Lupita decrecía paulatinamente hasta un trote torpe y desconcertado, también el frenético latido de los cuatro corazones próximos a ella y la calidez de la sangre que corría por sus venas, podía escuchar el sonido amortiguado de las voces de las mujeres que trabajaban en la fábrica de la que Cosette fuese despedida esa misma noche y sentir la brisa que acariciaba con delicadeza sus ropajes y piel, la constante y exasperante caída de una gota de agua, las moscas zumbando, un latido lejano. Mientras tanto su mano continuaba presionando y desencajando las frágiles coyunturas hasta que otro movimiento en una escena que, para ella había permanecido congelada, la hizo retornar la atención.
Cosette rasguñaba el rostro de otro de los jovenes y el olor de la sangre del sujeto impregno el aire hasta ahora viciado por el hedor del sudor y el alcohol. Fiona soltó la mano semi-deformada, consiguiendo que el joven se desplomara entre gemidos de agonía, y se disponía a apartar al borracho de Cosette justo cuando esta le propinó un fuerte golpe en sus partes nobles. No pudiendo ser de otra manera, el joven se dobló sobre sí mismo, sin aire y ruborizado a causa de un dolor que ella, ni ninguna otra fémina, podrían llegar a comprender. Tenía que admitir que se encontraba gratamente sorprendida de tal acción. Cosette también sabia defenderse, solo necesitaba un poco de presión para recordarlo.
La pelirroja entonces soltó una carcajada, enormemente divertida ante la visión de cada uno de los presente. Uno en el suelo, aferrando una mano con la otra y mirándole iracundo, otro doblado en dos y cubriendo con sus manos una entrepierna dolorida, una valiente y obstinada joven que, aunque aterrada, continuaba intentando intimidar por medio de unas órdenes poco convincentes, y un tercero que se disponía a aferrarle o a golpearle. Aplaudió un par de veces entre risas antes de acercarse por atrás al joven que se aproximaba amenazante hacia Cosette, el único que aún no había sido lastimado hasta el momento. -¡PERRA!- una mano masculina se elevó por los aires y descendió con fuerza en un intento por alcanzar la perpetradora de tan aterrador crimen contra las partes nobles de otro hombre.
Sin embargo no lo logró, pues la pelirroja atrapó la cabeza entre sus manos y con hábil y rápido movimiento, la retorció lo suficiente hasta que un sonoro “Crack” le indicó que había cumplido su cometido. El cuerpo se desplomó entonces pesadamente a sus pies. -¿Por qué tienen que utilizar esa palabra?, son tan patéticos – comentò blanqueando momentáneamente los ojos para luego sujetar la mano de Cosette y halarla – Vamos, huyamos, antes de que estos imbéciles reaccionen – le apremio pensando que también era mejor actuar con rapidez, antes de que la misma Cosette reaccionara ante lo que acababa de ocurrir. Sería casi un imposible que tanto escándalo pasase completamente por alto, sin contar con el hecho de que por borrachos y heridos que estuviesen, los dos jóvenes se percatarían que su amigo acababa de ser asesinado y muy seguramente darían la alarma.
-¿Pero qué parte del “corre” no entendió?- pensó Fiona irritada ante tal nivel de terquedad entremezclada con un estoicismo nada sano para una humana. Algunas otras cosas pasaron por su mente: podía escuchar como la carrera de Lupita decrecía paulatinamente hasta un trote torpe y desconcertado, también el frenético latido de los cuatro corazones próximos a ella y la calidez de la sangre que corría por sus venas, podía escuchar el sonido amortiguado de las voces de las mujeres que trabajaban en la fábrica de la que Cosette fuese despedida esa misma noche y sentir la brisa que acariciaba con delicadeza sus ropajes y piel, la constante y exasperante caída de una gota de agua, las moscas zumbando, un latido lejano. Mientras tanto su mano continuaba presionando y desencajando las frágiles coyunturas hasta que otro movimiento en una escena que, para ella había permanecido congelada, la hizo retornar la atención.
Cosette rasguñaba el rostro de otro de los jovenes y el olor de la sangre del sujeto impregno el aire hasta ahora viciado por el hedor del sudor y el alcohol. Fiona soltó la mano semi-deformada, consiguiendo que el joven se desplomara entre gemidos de agonía, y se disponía a apartar al borracho de Cosette justo cuando esta le propinó un fuerte golpe en sus partes nobles. No pudiendo ser de otra manera, el joven se dobló sobre sí mismo, sin aire y ruborizado a causa de un dolor que ella, ni ninguna otra fémina, podrían llegar a comprender. Tenía que admitir que se encontraba gratamente sorprendida de tal acción. Cosette también sabia defenderse, solo necesitaba un poco de presión para recordarlo.
La pelirroja entonces soltó una carcajada, enormemente divertida ante la visión de cada uno de los presente. Uno en el suelo, aferrando una mano con la otra y mirándole iracundo, otro doblado en dos y cubriendo con sus manos una entrepierna dolorida, una valiente y obstinada joven que, aunque aterrada, continuaba intentando intimidar por medio de unas órdenes poco convincentes, y un tercero que se disponía a aferrarle o a golpearle. Aplaudió un par de veces entre risas antes de acercarse por atrás al joven que se aproximaba amenazante hacia Cosette, el único que aún no había sido lastimado hasta el momento. -¡PERRA!- una mano masculina se elevó por los aires y descendió con fuerza en un intento por alcanzar la perpetradora de tan aterrador crimen contra las partes nobles de otro hombre.
Sin embargo no lo logró, pues la pelirroja atrapó la cabeza entre sus manos y con hábil y rápido movimiento, la retorció lo suficiente hasta que un sonoro “Crack” le indicó que había cumplido su cometido. El cuerpo se desplomó entonces pesadamente a sus pies. -¿Por qué tienen que utilizar esa palabra?, son tan patéticos – comentò blanqueando momentáneamente los ojos para luego sujetar la mano de Cosette y halarla – Vamos, huyamos, antes de que estos imbéciles reaccionen – le apremio pensando que también era mejor actuar con rapidez, antes de que la misma Cosette reaccionara ante lo que acababa de ocurrir. Sería casi un imposible que tanto escándalo pasase completamente por alto, sin contar con el hecho de que por borrachos y heridos que estuviesen, los dos jóvenes se percatarían que su amigo acababa de ser asesinado y muy seguramente darían la alarma.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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Re: Una noche más fría [Fiona]
Una nueva carcajada proveniente de Fiona resonó en el lugar, haciendo que Cosette se sintiera aún más confundida. De no ser porque uno de los hombres aún seguía en pie, probablemente se habría girado para mirar extrañada a la pelirroja, pues no entendía cómo podía reír en un momento como ese, estando las dos amenazadas. Aunque también había quedado claro que sabía defenderse y hasta le daba la impresión de que parecía tener la situación bajo control, pero ¿cómo? La exclamación furibunda del tercer hombre hizo que retrocediera mientras hacía el afán de cubrirse, como si de aquella forma pudiese protegerse de lo inevitable. El brazo del hombre se acercaba hacia ella con velocidad y fuerza, pero entonces Fiona volvió a interponerse y a evitar el cometido del atacante.
Con horror Cosette presenció cómo la pelirroja retorcía la cabeza del hombre con un movimiento rápido y certero; se escuchó un crujido sordo y luego el cuerpo inerte cayó frente a ellas. Cosette se había quedado con la mirada fija en el muerto y la boca abierta, y los otros dos compañeros también se encontraban en una situación similar, pues observaban al caído con terror e incredulidad. De no haber sido por que Fiona tomó su mano y tiró de ella, probablemente se habría quedado ahí parada, congelada por el shock del momento pues claramente ella nunca había visto a un hombre morir de esa forma, y mucho menos a una mujer atacando de esa manera. Sentía que en esos pocos segundos todo había perdido sentido, pero la mano que halaba de ella le recordaba que al menos se encontraba bien.
Las siguientes palabras que escuchó le hicieron volver a poner los pies sobre la Tierra, y tras dedicarle una rápida y desorientada mirada a Fiona, empezó a correr para alejarse de allí, esperando que ninguno de los otros dos hombres decidiera seguirlas. Asegurándose de que la pelirroja estuviera a su lado, corrieron por la oscura y desordenada calle en la que se encontraban, y tras haber recorrido un par de metros Cosette reconoció entre las sombras una figura pequeña y delgada que se encontraba parada en mitad del camino. Era la cabra, que seguramente se había detenido al no saber por dónde seguir. La joven se agachó rápidamente para tomar la cuerda y seguir corriendo, ahora acompañada de los pasos del animal; no se atrevía a detenerse ni a mirar atrás, no aún.
Doblaron en una esquina, luego en otra, tomaron calles angostas y otras más amplias y finalmente bajaron por un camino un tanto inclinado que las condujo a un pequeño parque que sólo estaba iluminado por un par de farolas. Ahí Cosette se detuvo y se acercó a un árbol, donde se apoyó con una mano mientras trataba de regularizar su agitada respiración. La cabra de inmediato empezó a pastar, como si no hubiese comido hierba fresca en mucho tiempo.
-¿Cómo has hecho todo eso? –le preguntó a Fiona finalmente, aún con la respiración entrecortada y olvidando cualquier tipo de protocolo.
-¿Qué clase de…? –no supo bien cómo terminar aquella pregunta.
Miró a Fiona con incomprensión e inquietud, sabía que debía agradecerle por lo que había hecho pues sin su ayuda probablemente ella no estaría ahí en esos momentos. Pero necesitaba explicaciones lógicas o de lo contrario rápidamente perdería la poca seguridad que sentía en esos momentos. ¿Y qué había del hombre que acababa de asesinar? ¿Las perseguiría la ley por lo que habían hecho? Bueno, sólo se habían defendido de las agresiones que habían recibido por parte de ellos… Aun así le sorprendía el curso que habían tomado las cosas, porque era muy diferente matar a alguien con una daga o algún otro tipo de arma, que torcerle la cabeza como si se tratara de un muñeco. Todavía mirando a Fiona a los ojos, se llevó la mano al pecho sintiendo su corazón latir con mayor lentitud.
Con horror Cosette presenció cómo la pelirroja retorcía la cabeza del hombre con un movimiento rápido y certero; se escuchó un crujido sordo y luego el cuerpo inerte cayó frente a ellas. Cosette se había quedado con la mirada fija en el muerto y la boca abierta, y los otros dos compañeros también se encontraban en una situación similar, pues observaban al caído con terror e incredulidad. De no haber sido por que Fiona tomó su mano y tiró de ella, probablemente se habría quedado ahí parada, congelada por el shock del momento pues claramente ella nunca había visto a un hombre morir de esa forma, y mucho menos a una mujer atacando de esa manera. Sentía que en esos pocos segundos todo había perdido sentido, pero la mano que halaba de ella le recordaba que al menos se encontraba bien.
Las siguientes palabras que escuchó le hicieron volver a poner los pies sobre la Tierra, y tras dedicarle una rápida y desorientada mirada a Fiona, empezó a correr para alejarse de allí, esperando que ninguno de los otros dos hombres decidiera seguirlas. Asegurándose de que la pelirroja estuviera a su lado, corrieron por la oscura y desordenada calle en la que se encontraban, y tras haber recorrido un par de metros Cosette reconoció entre las sombras una figura pequeña y delgada que se encontraba parada en mitad del camino. Era la cabra, que seguramente se había detenido al no saber por dónde seguir. La joven se agachó rápidamente para tomar la cuerda y seguir corriendo, ahora acompañada de los pasos del animal; no se atrevía a detenerse ni a mirar atrás, no aún.
Doblaron en una esquina, luego en otra, tomaron calles angostas y otras más amplias y finalmente bajaron por un camino un tanto inclinado que las condujo a un pequeño parque que sólo estaba iluminado por un par de farolas. Ahí Cosette se detuvo y se acercó a un árbol, donde se apoyó con una mano mientras trataba de regularizar su agitada respiración. La cabra de inmediato empezó a pastar, como si no hubiese comido hierba fresca en mucho tiempo.
-¿Cómo has hecho todo eso? –le preguntó a Fiona finalmente, aún con la respiración entrecortada y olvidando cualquier tipo de protocolo.
-¿Qué clase de…? –no supo bien cómo terminar aquella pregunta.
Miró a Fiona con incomprensión e inquietud, sabía que debía agradecerle por lo que había hecho pues sin su ayuda probablemente ella no estaría ahí en esos momentos. Pero necesitaba explicaciones lógicas o de lo contrario rápidamente perdería la poca seguridad que sentía en esos momentos. ¿Y qué había del hombre que acababa de asesinar? ¿Las perseguiría la ley por lo que habían hecho? Bueno, sólo se habían defendido de las agresiones que habían recibido por parte de ellos… Aun así le sorprendía el curso que habían tomado las cosas, porque era muy diferente matar a alguien con una daga o algún otro tipo de arma, que torcerle la cabeza como si se tratara de un muñeco. Todavía mirando a Fiona a los ojos, se llevó la mano al pecho sintiendo su corazón latir con mayor lentitud.
- Spoiler:
- Lamento muchísimo la demora u.u
Cosette Renaud- Humano Clase Baja
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Re: Una noche más fría [Fiona]
Corría junto a Cosette, siguiendo el ritmo de la humana y esforzándose por no liberar su verdadera velocidad ante la emoción de lo ocurrido. Se sentía satisfecha y contenta. Que fascinante había resultado que encuentro fortuito. Podría soltarse de reír de solo recordarlo pero también contuvo su risa. No porque temiera desconcertar aún más a la chica, sino porque justo cuando iba a hacerlo apareció frente ellas Lupita. Fiona desacelero lo suficiente como para esperar a que Cosette agarrara nuevamente al animal antes de que reanudaran la marcha.
La tela de su falta se agitaba contra sus piernas y su capa ondeaba tras de sí. Las pisadas conjuntas de las dos, y las de la cabra, sonaban estrepitosamente para sus oídos preternaturales. Cualquier ser sobrenatural podría ubicarlas a kilómetros de distancia. Cualquier mortal podría también hacerlo, aunque por supuesto, estando mucho más cerca de las callejuelas por las que se desplazaban a la mayor velocidad que sus dos acompañantes se podían permitir. Por un segundo pensó que tal vez Lupita opondría resistencia o desaceleraría su huida, pero resultó ser más inteligente de lo que parecía y percibir que lo que más le convenía era colaborar con aquella pequeña carrera.
Finalmente se detuvieron en un parque pequeño y vacio. Fiona sabía que nadie las perseguía. No escuchaba nada inusual en las cercanías pero, solo por precaución, se giró y observó fijamente por un par de segundos la bocacalle por la cual acababan de desembocar al. Podía escuchar la respiración acelerada de la humana. Su corazón, que unos momentos antes latía desbocadamente, ahora empezaba a calmarse. ¡Qué tentador sonido!.
Giró al escuchar la primera pregunta. Por supuesto, era algo de esperar. Le dedicó una mirada rápida a Lupita, sin poder evitar sonreír ante la felicidad que denotaba el animalillo, antes de mirar a Cosette.. Normalmente los humanos solían pensar en las palabras que callaban, pero este no fue el caso. La mente de la chica se encontraba enfrascada en la muerte del hombre y en lo que por ello podría ocurrirles. [color=Crimson] - ¿Qué clase de qué? - color]preguntó a su vez curiosa por conocer la última palabra de aquella pregunta.
La humana le sostenía valientemente la mirada mientras apoyaba una mano sobre su corazón. La sed de sangre. Finalmente era lo único que podía importunarla en el momento menos indicado. ¿Pero si acababa de saciarse? ¿Cómo era posible que su garganta ardiera otra vez ante el sonido de aquel substancioso y tentador latido cercano? Retrocedió un paso a la vez que hacía a un lado aquellos pensamientos que empezaban a tomar fuerza - ¿Por qué una explicación? ¿Qué quieres que te diga? Simplemente me defendí y te defendí, con eso debería bastarte – le soltó ahora con un tono iracundo.
No le gustaba perder el control de sus emociones pero desde que se había transformado le resultaba muy difícil contener su temperamento. - ¿Preferirías que me hubiese quedado congelada de terror? Seguramente era lo que ellos esperaban, un par de chicas indefensas de quienes aprovecharse. Seguramente pensarían que incluso podrían controlar nuestros gritos ¿Debí dejarlos, Cosette? ¿Tienes idea de lo que te hubieran hecho? - hablaba en voz baja, pero lo suficientemente firme como para denotar su enojo, mientras se acercaba, paso a paso, hacia el sitio donde la humana estaba parada hasta quedar tan cerca que podría tocarla, o aferrarla, con solo extender sus manos.
Fiona Di Centa- Vampiro Clase Alta
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