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La melodía de la eternidad [Asagi] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Arlette Vie Ago 26, 2011 7:04 pm

Me despedí del señor Desmarais con un elegante gesto con la mano tras subir ágilmente sobre el lomo del caballo que me había prestado a cambio de unas monedas de oro. Me cubrí la espalda con la capa negra y mi rostro con la capucha que venía incorporada en dicha capa. Acomodé mi provocativo vestido rojo de encaje de seda veneciana y deslicé mis manos por el interior de los guantes negros. Sonreí para mí misma al tomar las riendas de Agro, el corcel que me acompañaría en aquella aventura, y tras un leve movimiento de éstas, el animal empezó a cavalgar, paulatinamente mientras cruzábamos las calles oscuras y silenciosas de París y más rápidamente cuando salimos de la capital.

La falda ondeaba al ritmo de una suave ventisca que se alzó llegando a la medianoche y mis cabellos rebolotearon libremente contra mi rostro y mi espalda, distrayendo mi atención del camino que seguía. La luna que me observaba curiosa desde lo alto del firmamento que regentaba parecía querer desaparecer del cielo, dejando de iluminar mis pasos. Las nubes, fieles traicioneras de la noche y del día, cubrieron con su oscuridad tempestuosa la luz de aquella hermosa esfera centelleante, envolviéndola con sus brazos de absoluta noche. Chasqueé la lengua contra mi paladar y ladeé la cabeza, temiendo lo peor en aquella solitaria noche en la que lo único que podía escuchar a mi alrededor era el sonido de los cascos del caballo cuando éste cabalgaba y el susurro de la brisa contra mi cuerpo acompañando una balada cantada por los búhos. A lo lejos, algo rompió aquella armonía. Un trueno.

A los pocos minutos, mis temores se vieron confirmados cuando unas gélidas lágrimas provenientes del cielo fueron empapando mi piel y mi ropa, terminando por sentirme como si me hubiera zambullido en el mar. La ventisca ahora luchaba contra mi avance y mi capucha cayó sobre mis hombros, no pudiendo permanecer en su sitio. La capa ondeaba con fiereza y Agro parecía asustado, frenando en más de una ocasión cuando el temporal le empujaba hacia atrás. Diablos, necesitaba algún lugar en el que pasar la tempestad. Y como si el cielo me hubiese escuchado, divisé a lo lejos una mansión, quizás un castillo. ¿Qué hacía una residencia en medio de aquellas solitarias y abandonadas montañas? Ni siquiera vacilé cuando guié al caballo hacia aquella tenue luz en el horizonte.

Poco a poco pude distinguir aquella figura majestuosa, tratándose de un enorme y antiguo castillo medieval, probablemente deshabitado. Sin embargo, en las ventanas se veía luz, por lo que alguien debía hospedarse en aquél lugar. Miré al caballo, nervioso y cansado. Estaba claro que aquella noche no podríamos seguir el camino y desde luego viajar de día estaba descartado. Suspiré profundamente y bajé del animal, tomando sus riendas entre mis manos para caminar hacia aquél enigmático lugar. Mi visión empezó a escrutar su fachada, describiéndolo como un castillo de ocho torreones y techos dentados a modo de muralla, de planta rectangular, construído a base de piedra de la misma forma geométrica y varios ventanales en cada torre. En la torre principal que regentaba la entrada al castillo, se hallaba un reloj solar. Alrededor de dicho recinto, una alta reja de hierro salvaguardaba la residencia.

Sin pararme a recibir invitación de nadie, forcé la entrada de la reja y guié a Agro por aquél jardín de escasas flores y ornamentos, llevándolo hacia la entrada de la mansión. Antes de entrar, a la derecha, divisé un pequeño porche con unas barras de madera y un bebedero sin agua aunque la lluvia pronto empezó a cambiar aquél aspecto. Caminé hacia aquél porche y até al animal a la barra, dejando que éste pudiese acercarse al bebedero si tenía sed. Llevé mis manos a mi cintura e inspeccioné el lugar con la mirada, olisqueando el ambiente sin hallar nada que delatara presencia alguna. Encogiéndome de hombros decidí entrar al castillo por la entrada principal, como una dama en toda regla. La puerta estaba entreabierta así que no tuve nada que forzar. En su interior, una gran sala que recordaba un recibidor de la realeza se extendió ante mí. En ella habían estatuas de guerreros o dioses antiguos, retratos de condes colgaban de aquellos muros y unas amplias escaleras de mármol en forma de caracol invitaban a subir a una planta superior. Sin titubear, lo hice, dejando que las luminosas llamas de las antorchas encendidas guiasen mis pasos. Me detuve en el segundo piso, examinando un extenso pasillo con una alfombra roja por la que caminar. A cada lado se divisaban puertas cerradas y entre cada una de ellas, una estatua o un cuadro. Caminé con parsimonia, buscando algún dormitorio en el que pudiese descansar pese a ser de noche y no necesitarlo. Paré mis pasos frente a la sexta puerta que pasaba, posando mi mano derecha sobre su pomo y haciéndolo girar lentamente para abrirla, escuchando el chirriar de la madera. Se trataba de una sala bastante amplia y con a penas objetos, casi a oscuras si no fuesen por los relámpagos que se vislumbraban por la única ventana de la habitación. Solamente estaba adornada por un viejo armario con algunos jarrones y platos de diseño, una armadura a su lado con espada incluída, una gran ventana en la que la tempestad azotaba sus cristales y nublaba la visibilidad hacia el exterior, y justo en medio de aquella sala, reposaba un formidable piano negro. Sorprendida por el hallazgo y movida por la curiosidad, caminé hacia el instrumento, olvidándome incluso de mi ropa húmeda y mi cabello alborotado. Tomé el banco que se hallaba frente al piano y me senté en él mientras alzaba la tapa del instrumento y cerraba mis ojos para dejar que las yemas de mis dedos se deslizaran por las teclas, haciendo sonar una sencilla pero agradable melodía.
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Mensaje por Asagi Dunkelheit Vie Ago 26, 2011 8:15 pm

¿Qué si estaba ahí por accidente?, no… Las circunstancias me habían hecho viajar días antes a ese lugar, deseaba visitar aquel viejo castillo, donde se desataron las guerras, en manos de ‘los cuatro elementos vampíricos’ aquella época cuando los reyes que ahora nos gobiernan no son nada comparados con los ayeres. Había viajado desde parís de nuevo hasta este sitio que con los años me parecía no tener más futuro. Claro está no era ni la primera, ni la segunda propiedad que yo poseía y deshacerme de ella era un buen momento. Sin embargo cuando llego la noche, cuando la sabana negra inundo al despreciable sol, me adentre a sus alrededores, mientras mis pensamientos divagaban, entre el olor a naturaleza que se alzaba con la humedad de la tierra, el cielo ese que plenamente se veía de un añil que mis orbes azul cielo primavera no podían alcanzar, se fue tiñendo en un azul de completa oscuridad, justo como lo seres de mi calaña.

El olor de los árboles, de sus hojas estremecerse con el paso del viento, hacían más entretenido el panorama, las pisadas en la tierra se hundían sobre la tierra que poseía vida, donde fuera que lo mirara, poco a poco me adentre a la pequeña ciudad, había cambiado tanto, demasiado, la luna no me estaba acompañando.

Me remonte en aquella época, cuando dominábamos estas tierras, tomando a nuestro antojo la sangre de quien cruzara nuestro camino, ahora, ya no era así, nos habíamos separado, las guerras entre seres sobrenaturales habían cesado, tenía que alimentarme al menos esta noche. Era por eso que me bamboleaba con elegancia sobre la ciudad, buscando y oliendo entre todos algo que me apeteciera.

Mire al cielo, de nueva cuenta, las nubes anunciaban el preludio de la lluvia, que hermoso era, el olor de la sangre desvaneciéndose en mis dedos con el agua y olor naturaleza de todos aquellos árboles, en medio de la completa oscuridad que tintineaba como pequeñas gotas con el rocío de la luna. ¡Ah! Que bello era sentirse vivo y apasionado en ese momento… ¡Y Sorpresa!... Una víctima, una pequeña niña. Quien tome a la fuerza y arrastre por las tierras más oscuras.

Mi instinto reclamaba, sin dudarlo, acaricie su temeroso rostro, pasando mis frías yemas sobre sus mejillas por las cuales rodaban gruesas lágrimas, las cuales no cesaban, bese cada una de ellas, hasta que la adentre a una ilusión falsa y única, el paraíso sin dudas, en el momento que piso ese hermoso lugar, creado por mí, ya estaba en la tierra de la adorada muerte, el clima se volvió demandante, sentí que las lágrimas de la pequeña, se confundían con las gotas de lluvia, que empezaron a caer con fuerza golpeando todo mi ser, sin darme cuenta aquellos colmillos atravesaron su piel de una manera tan cínica.

Absorbí toda su sangre, hasta dejarle en huesos, le saque el corazón, lo deguste con desesperación, como si fueran milenios de un letargo sin haber probado sangre, el color escarlata resbalaba por mis manos por la lluvia, el cadáver yacía a mis pies, la lluvia ayudo a borrar las huellas de aquel crimen atroz.

No había más que hacer, sentí una poderosa fuerza recorrerme el ser, sentía que podía gobernar como antes, los deseos asesinos despertaron después de esa cena. Regrese al castillo acompañado de la tormenta de los truenos que me recordaban aquellos tiempos, el olor se sentía por todo mí ser, maldad, sangre y poder.

Pero al entrar por las gruesas puertas y vislumbrar aquel garañón, sabía que alguien invadía propiedad privada, ¿Acaso esta noche era de glotonería?, ¿Podría cenar más de lo que ya?... me acerque al caballo, acariciándolo, me incitaba a querer montarlo, pero sin dudas estaba cansado, demasiado, alguien lo había puesto a trabajar más de lo que debía - ¿Quién es tu amo? – pregunte divertidamente… y ahí estábamos, caminando mi oscuridad y yo sobre los pasillos, sobre los adornos medievales que se habían quedado varados en algún punto del tiempo.

El olor a viejo, a polvo, a pudrición, el decorado no era de mi gusto. Subí lentamente aquellas escaleras, si no hubiera estado en mi estúpido monologo, hubiese jurado que habría escuchado el sonido de las teclas desde mucho antes, pero eso no había sucedido, aquella habitación era lo único que yo tenía para poder despejar mis pensamientos de sangre.

Llegue en un parpadeo frente a la habitación, vislumbre una figura femenina, a jugar por su delicadeza. La melodía no me molestaba, era tranquilizante, demasiado inspiradora. La luna empezó a figurarse sobre la sombra. Al cabo de la melodía me recargue a la puerta, como impidiendo el paso. Hice un mohín en la comisura de mis labios y mis manos se juntaron en un aplauso – ¡Bravo!... Excelente pieza Madame – El olor de sus sangre me hizo confirmar mis sospechas – Veo que mi piano le ha encantado – sonreí un poco sin vergüenza ante el comentario, con aquella mirada gélida y con el rostro gélido como de costumbre.


Aceptado. Gracias por el tema.
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Mensaje por Arlette Sáb Ago 27, 2011 9:12 am

Dejé que la música me envolviera en sus brazos de armonía y por unos minutos, todo cuanto me rodeaba había desaparecido. Ahora sólo sentía el tacto de las teclas bajo mis yemas, la ropa húmeda agolparse contra mi gélida y marmórea piel, y el banco que sostenía mi figura inclinada hacia el instrumento.

Pero de pronto, aquella sensación se vio destruída por una voz masculina y la presencia de otro ser. Abrí mis párpados y busqué al verdugo de aquella sencilla felicidad que había sentido en la más estricta soledad de la sala. Mis manos bajaron para acomodarse sobre mi falda mientras giraba mi rostro hacia la puerta abierta, en la que un hombre permanecía recostado y con las manos en posición de aplaudir, gesto que había hecho hacía escasos segundos. Estreché mis ojos para poder escrutar su imagen pero dada la oscuridad del habitáculo no pude distinguir demasiado. Sin embargo, un oportuno relámpago iluminó la sala del piano y pude descifrar qué clase de vampiro solía residir en aquél castillo.

Se trataba de un muchacho de unos veinte años aparentes, más alto que yo estando erguida, de tez extremadamente albina, ojos almendrados de un celeste espeluznante, de cabello azabache liso, sedoso y largo hasta la altura de sus muslos. Sus delgados labios carmesíes esbozaban una sonrisa extraña e inquietante pero sin duda, lo que me hizo detener la música y mirarle con asombro no fue su presencia, sino su voz. Su voz seductora como ninguna otra había escuchado, de una textura aterciopelada y una elegancia sin igual. Imaginé por ello, que se trataba de un vampiro bastante más antiguo que yo, probablemente milenario.

Intenté disimular mi asombro por su presencia esbozando una sonrisa llena de tranquilidad y relajación, no dejando que su semblante alterara mi estado anímico. Sin apartarme del piano ni alzarme de aquél asiento, le respondí de la forma más casual que pude, siempre controlando mi voz para relucir mi soberbia e indiferencia hacia él, aunque por primera vez en mi larga existencia, sentía respeto hacia su persona. ¿Quién diablos era? Sus palabras habían sido claras: "Veo que mi piano le ha encantado", lo que significaba que él era el propietario de aquella enigmática vivienda. Aquella idea no me perturbó de ningún modo e hice como si no me diera cuenta de la intencionalidad de sus palabras.

- Podría tocar otra pieza, si me lo permitiera.- le respondí con un deje divertido tras una sutil reverencia tras su felicitación, observando curiosa su aspecto cuando de nuevo la oscuridad se cernió sobre él y la sala.

Ahora lo único que podía escucharse era el repiqueteo de la lluvia contra el cristal empañado y el viento que azechaba los muros de aquél castillo, haciendo que las ramas de los árboles más cercanos a los ventanales chocaran violentamente contra los vídrios. Otro relampago acompañado por un sonoro trueno rompió aquél silencio que se había arremolinado sobre nuestros labios.
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La melodía de la eternidad [Asagi] Empty Re: La melodía de la eternidad [Asagi]

Mensaje por Asagi Dunkelheit Vie Sep 09, 2011 9:04 pm

Le mire con demasía atención, el clima frío era como yo, así que mi rostro no dibujo nada, apacible como siempre, apenas dedique la mirada recorriendo el lugar y la silueta de la mujer, di un respingo apenas podía articular palabras, mire cada detalle de la sala, observe como el claro de la luna podía penetrar a pesar de la fuerte lluvia. Avance con paso lento, sin quitarle la mirada, y es que yo tenía esa manía, de quedarme observando a alguien hasta poder descifrar que decían esas facciones, más si mi acompañante era un ser de la noche, apenas y se pudo escuchar el ruido de mis zapatos golpeando en forma de pasos bajo el suelo bien pulido.

El viento se inmiscuía a través de la gran ventana que ahí estaba, casi abierta de par en par, lleve una de mis manos a la mojada cabellera, que después de soltarla caía como una bella cortina sobre mi fina piel, no sé si estaba burlándose de mi autentico sentido sarcástico humor. En todo caso lo parecía, de ser así lamentablemente chocaríamos demasiado. Aunque podría ser interesante hasta donde podríamos llegar, jugar un poco no me vendría mal. Apostaba a que casi dibuje una sonrisa por tal comentario interno.

-No, Muchas gracias, he escuchado lo suficiente – El tinte de mi voz era sereno, potente y con ese toque varonil que expreso mucha vez un poco de rudeza, me mantuve firme, pero así era yo, me pase por un lado de la mujer, acariciando el piano, pase las yemas sobre la cubierta, había polvo, demasiado, apenas y mi silueta estaba visible ahí, mire buscando el color de mis ojos. Pero apenas veía dos reflejos parecidos a las moras.

Ladee el rostro, que mal educado me vi en ese momento, dándole casi la espalda, mientras me ensimismaba en el panorama nocturno, era un hombre poco social, frívolo en todo caso y en muchos demasiado amable, pero eso no lo daba a conocer de buenas a primeras, como todo ser vivo en esta tierra. – Así que… ¿Inmiscuyéndose como la luz nocturna en este castillo? – Pregunte sin ningún toque, así simple, seco, con las facciones de siempre.

Con esa mirada que muchos no soportaban, me gire y mire su negra y ondulada cabellera cayéndole, era una mujer hermosa su piel a un tenía ese color moreno impregnado, yo al contrario era igual de blanco que la nieve, le envidie por un momento, una mujer atractiva en todo caso.

Su interpretación había dicho mucho de ella, aunque prefería otro tipo de melodías, bueno cada quien plasmaba lo que sentía, me acomode a un lado de ella, tomando asiento y preparando mis largos y delgados dedos, los contemple cuando un pequeño rayo celeste los ilumino, casi le obligue a recorrerse y empecé a tocar lo primero que se me vino a la mente una melodía de hace un tiempo, cuando me reunía en esta propiedad con viejos compañeros o con mi soledad.

Una melodía armónica con un gran tinte de tristeza y soledad pero sobre todo la oscuridad, mi corazón se dejaba ‘ver’ por así decirlo en cada nota musical. Movía la cabeza dejándome llevar, la humedad de mi cuerpo se esparcía y las gotas de mis cabellos caían lentas sobre el lugar, le mire, buscando descifrar algo en esos hermosos orbes grandes y oscuros que poseía.

-Parece que los años dejaron casi intacto al piano… A un sigue transportándome con sus bellos sonidos… ¿No cree? – Finalmente la melodía se terminó y le observe, todo el tiempo, en la espera de palabra alguna, realmente una dama de la noche. Una hermosa mujer, que llevaba en su ser la melodía de la eternidad.
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La melodía de la eternidad [Asagi] Empty Re: La melodía de la eternidad [Asagi]

Mensaje por Arlette Vie Oct 07, 2011 5:27 am

El vampiro caminó entonces por aquella amplia y oscura sala, pasando cerca de la ventana entre abierta por la que aún se filtraban algunas osadas lágrimas de cielo, creando bajo la apertura un pequeño charco de agua. Cuando pasó enfrente, un rayo volvió a iluminar su semblante, y casi juraría que le vi sonreír. ¿Qué le había hecho gracia? Quizás algún pensamiento suyo, quién sabe.

Sus casi impercebibles pasos se detuvieron frente al piano, llevando las yemas de sus dedos a acariciarlo con nostalgia, como si hiciese mucho que no se vieran. Ladeé la cabeza y fruncí la nariz, intentando comprender aquello que mis ojos veían, desconociendo completamente aquello que se le pasara por la cabeza.

Pero entonces, su voz me sacó de aquellas cavilaciones. Con un tono seco y quizás amargo para mi gusto, respondió a mi anterior petición con negatividad, algo que hirió en mi orgullo dado que nunca jamás nadie había osado negarme un capricho. Y si lo hacía, me lo cobraba. Entrecerré los ojos y apreté las mandíbulas, intentando contener una cólera que se estaba adueñando de mi voz y mis palabras. Pero como anteriormente dije, aquél inmortal me profesaba respeto. Y hasta que no supiera de quién se trataba, no pensaba abalanzarme a su cuello.

- La tormenta me sorprendió de viaje y pensé en pasar aquí unas horas, hasta la siguiente noche.- respondí con fingida dulzura, aún lastimada por sus anteriores palabras.- Si no hay inconveniente, por supuesto.- sonreí.

Oh, Dios sabe hasta qué punto odiaba pedir permiso. En mis más de setecientos años me había acostumbrado a tomar aquello que quisiera. Sin preguntar, sin suplicar, sin doblegarme. Y ahora ese vampiro que se sentaba junto a mí en el banco del piano, rompía mis esquemas de un modo asombrosamente sutil.

Sin decir nada más, sus largos dedos de marfil empiezan a moverse sobre las teclas del instrumento, siempre con la tempestad como telón de fondo, impregnando de tinieblas aquella melodía principal armónica y escalofriantemente triste, como si fuese el reflejo del alma de su autor. Y mis ojos dejaron de seguir el transcurso de sus dedos, clavándose en su rostro palidecido y de cuyos cabellos bailarines humedecían las teclas cada vez que se balanceaba sobre el piano, siguiendo el compás de aquella música casi celestial. Mis labios se despegaron y contuve el aliento, sintiendo cómo cada nota erizaba mi piel y calaba en mis entrañas, haciéndome estremecer.

- En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad.- comenté de pronto, aludiendo a sus palabras sobre el transportar de la música para nuestros sentidos.

Y fue cuando cesó aquella melodía, que sentí como si mi alma hubiese sido purgada de todo sentimiento oscuro. En mí, ya había desaparecido aquella ira o rabia inicial, durmiéndose en un largo letargo del que deseaba que no despertaran aún. Hacía ya muchos años que no me sentía como aquella noche, sentada frente al piano y bajo la atenta y curiosa mirada de aquél vampiro. Era como si aquella canción hubiese abierto la caja que contenía mi alma más pura, más sincera, más... humana.

- No soy nada sin tí, no huyas porfavor. A ti te entrego yo por siempre mi amor, quiero sentir tu piel, tus labios rozar y que luego me acaricies. No quiero a nadie más, mi vida es para tí y tu corazón solo late para mí. Quiero contigo estar, para la eternidad. Mi paraíso eres tú. Sin ti no soy, no existo, todo es oscuro sino estoy a tu lado y por tí seré, quien quieras que sea. Nadie te quiere mas en el mundo. No quiero despertar para poder soñar, los mas dulces sueños que son contigo. Despierta ya mi amor, a tu lado estoy y sabes que no me iré nunca. Yo no puedo vivir en un mundo en el que tú no existieras. Sin mi vida yo no puedo vivir, no puedo vivir sin mi alma. Yo no, no puedo estar, no puedo seguir de pie si no estoy contigo. El mundo veo desaparecer, cuando rozo y beso tus fríos labios. Lo malo del día es que hay que dormir y si sueñas yo te extrañaría. Beso la lluvia que cae sobre mí y doy las gracias porque... existes. - canté con una suavidad y dulzura que casi había dado por perdidas desde mi transformación.

El silencio volvió a apoderarse de mí y alcé los ojos de las teclas del piano, ahora dormidas, atreviéndome a mirar de nuevo al inmortal y esbozando una tímida sonrisa, casi angelical. Como cuando era una simple, ingenua e inocente humana.

- Soy Eyra Erikdottir.- me presenté al fin.
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La melodía de la eternidad [Asagi] Empty Re: La melodía de la eternidad [Asagi]

Mensaje por Asagi Dunkelheit Mar Oct 11, 2011 4:09 pm

Después de cesar con aquella melodía, empecé el tintineo de las teclas con algo más pasional, pero a veces me parecía imposible poderme transportar a lo que estaba ‘sintiendo’ escuche cada una de sus palabras, ¿Una huésped es esta vieja mansión?, ¡JA!, lance un gesto malévolo que si bien los músculos de mis facciones apenas movieron lo suficiente para que se reflejara, era más bien la ironía que sentía, en este sitio había mucho espacio claro, pero nada para compartir, no era un vampiro que necesitara compañía, no en tantos milenios, sin embargo estaba lejos de parís, ¿Qué pasaría si jugaba un rato con la vampiresa que nada sabía de mí, pasar mis fríos dedos por aquella piel que dejaba mucho que desear, mientras envenenaba sus labios con mis caricias?, claro no era un vampiro del todo saciado de sangre, la pequeña humana no me había satisfecho el libido y mi actitud se desconcertaba en esos momentos de locura que nadie conocía, pero entonces empezó a cantar, aplaste las palmas con fuerza, haciendo un estruendo fatal a su melodía, dejando que las notas se deformaran y clave una mirada un tanto sugestiva y demasiada achicada como para presentar que aquel acto no era del todo de mi gusto, pero me gustaban un tanto difíciles las cosas.

Baje la mirada observando cada tecla, dejando un silencio del todo sepulcral, ambientado con el tintín de las gotas, parecía que estábamos en un momento un tanto dejado por la pureza y los sentimientos… entonces tranquilice los músculos de mi espalda dejando caer los hombros, subí la mirada con un ese gesto serio y gélido que en el rostro de cualquier noctambulo sediento se refleja, más aun los largos cabellos parecían caerme de una manera un tanto espectral, me tome la libertad de llevar su mano a mis labios, con un beso en el dorso coqueto y sensual. – Un placer Madame, Dunkelheit, Asagi Dunkelheit…. – guiñe uno de los orbes azules, al dirigirme de nuevo a las teclas.

-‘Eres un ángel de la oscuridad, que me cautivo con sus alas negras como el firmamento en días de primavera, sin embargo no aprendiste a volar, son esos labios los que capturaron mi esencia en tu ser, esas caricias que se deslizan por tu piel hasta tocar el máximo punto que me hace elevar al paraíso, esos largos cabellos que caen sobre mis senos en un cosquilleo que contraen mis deseos, esos orbes tristes y cautivadores que me hacen amar cada parte de tu miserable cuerpo, esa sangre que corre manchando la libertad que cortada y prohibida tienes, la muerte, el dios, te negaron la entrada quedándote entre mortales y te enamoraste de quien puedes matar en cualquier momento de locura, oh ángel negro déjame llevarte al cielo con un simple sentimiento’ – Era una poesía inútil, algo que se me había ocurrido llegado el momento, era una insinuación que si bien podía no llegar a transportar mucho pero al menos tenía un toque celestial y oscuro, al menos podía acaparar la atención y seguir el reto poético que ambos sentíamos en el ambiente.

-Mala poesía comparada con la suya – mordí mi labio inferior al mirarle con fijeza por todo el rostro. - ¿Así que pasar la noche aquí?, con mucho placer, nos divertiremos hasta el amanecer de eso no se preocupe, que su cuerpo secara las gotas que recorren su piel, bajo el calor de unas llamas que no ha conocido ni palpado jamás – sonreí confiado, una sonrisa que a muchos no les gustaba en lo absoluto. ‘Eyra te quiero bajo mi piel’
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La melodía de la eternidad [Asagi] Empty Re: La melodía de la eternidad [Asagi]

Mensaje por Arlette Miér Oct 12, 2011 6:56 am

El inmortal de aspecto fantasmagórico tomó mi mano entre la suya y besó el dorso de ella, identificándose como a Asagi Dunkelheit, un nombre que nunca podría olvidar por más que lo intentara. No después de aquella noche…

Sonreí de medio lado, escuchando una poesía un tanto tenebrosa que él recitó en contraposición a aquella canción con la que probablemente había deleitado sus sentidos. No obstante, algo en él había cambiado desde la primera vez que nos habíamos tropezado, pues aunque su ego seguía intacto, sus palabras mostraban unas intenciones ocultas que me desarmaron, por muy acostumbrada a los cumplidos que estuviera. Pero adoraba sentirme deseada pese a no desear prestar mi cuerpo a cualquier. Simplemente el morbo de seducir, me llevó a actuar de aquél modo.

Aparté la mano de la suya y me alejé de aquél banco en el que ambos permanecíamos sentados para acercarme al piano en sí, en la parte lateral. La acaricié con la yema de mis dedos y sin alzar la vista hacia Asagi, me senté grácilmente sobre la tapadera negra, colocando una pierna sobre la otra y dejando uno de mis muslos a su vista. Moví juguetona y provocativamente la pierna que estaba encima de la otra, sonriendo para mí misma mientras escurría el agua de mis cabellos sobre la moqueta de la sala en un gesto que fingía inocencia.

- Lamento decirle que no pretendo nada más que una simple y casual conversación con vos, Dunkelheit.- respondí entonces, con mi característico tono de voz soberbio pero con cierto deje excitante, aquél que solía hipnotizar a los hombres casi como si mis palabras tomaran la morbosa forma de un reto.

Reí disimuladamente y con un movimiento de mi cabeza, dejé que mi melena cayese suavemente sobre mis pechos, humedeciendo aún la piel de mi escote. Aquello me recordó que mis ropas seguían empapadas y aunque no me importaba por el simple hecho de que no podía resfriarme por ello, llevé mis dedos hacia los botones de mi vestido y hablé al vampiro sin siquiera mirarle.

- ¿Le importa si dejo mis ropas secar?- le pedí con una sonrisa torcida, sabiendo lo que despertaba eso en lo hombres aunque sin intención alguna de sobrepasar los límites de la simple tentación carnal.- Aunque supongo que no dispone de nada que prestarme.

Las comisuras de mis labios cedieron creando un arco de medio punto, un perfecto puchero infantil antes de desabrochar el último botón, dejando deslizar la tela húmeda por mi piel y quitármela por los pies, lanzándola a varios metros de mí y contemplando cómo la tela yacía en aquella moqueta. Y así, con mi cuerpo envuelto en un provocativo corsé negro con encajes rojos y unas medias realmente sensuales, eché mi cabeza hacia atrás, apoyando mis manos en la cubierta del piano y cerrando los ojos, moviendo mi cuello de un lado a otro como si estuviese masajeándome las cervicales aunque, visto desde la perspectiva de Asagi, podía parecer una señal más que clara de unas pretensiones sexuales que, desde luego, no había en mis gestos. Y en sus ojos, imaginé lo que vería: una atractiva y sensual mujer en ropa interior, húmeda por el abrazo de aquella tormenta que aun acechaba la vivienda, en una postura sugerente, enmarcada en un contexto oscuro, tenebroso, excitante como era aquél habitáculo dónde sólo convivía él y aquella mujer que parecía la personificación de la lujuria.

Dejé escapar un suspiro inocente de entre mis labios, aún con los ojos cerrados y los sentidos alerta, escuchando el golpeteo de las ramas que el viento hacía mecer contra los cristales de la ventana.
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La melodía de la eternidad [Asagi] Empty Re: La melodía de la eternidad [Asagi]

Mensaje por Asagi Dunkelheit Lun Oct 17, 2011 2:10 am

Ignorando mis verdaderos sentidos, ¿Eh?, bueno pues la intuición de la mujer era demasiada atenta a las intenciones indecorosas de un hombre, claro no era un santo tenia mis necesidades, y justo ahora aunque ella no quisiera estaba llevándole a un vaivén desencadenado, si, así es Eyra, te quiero bajo mi piel, deseo tu cuerpo tanto como tú el mío, lo sé en tu mirada lo veo, me coqueteas me provocas, pero atente a las consecuencias que esto disloca, que me enseñes tu cuerpo de esa manera sensual, que dejes tus ropas es el mensaje que lance a tu subconsciente, soy un hombre, no soy mortal y esta noche vamos a disfrutar.

Deja que mi voz inunde tu putrefacto ser, no, no tengas miedo, déjate llevar, dime que sí y gime ni nombre cuando sientas como mi cuerpo se abalanza sobre el tuyo, aquella ropa tuya no me provoca, quiero ver más, ahora escúchame atenta Eyra…; ‘Desnúdate ante mí, muestra aquella sensual piel, déjame ver la redondez que poseen esos senos intactos´ eso es un pensamiento lanzado botado, te estoy manipulando, me levanto de este banco siguiendo el perfume de tú piel, te observo sobre el piano, ¿Dónde están tus ropas?, no me importa, solo quiero verte, quiero que luches y forcejees contra mí, pero sabemos que es imposible, te tengo, soy más poderoso que tú y eso me da el privilegio.

Ah, si ya tengo ganas de tocar y lamer cada parte de tu ser y que me veas con pasión, con repudio, con las hermosas expresiones, escucha el sonido del viento y deléitate con ellos, porque pronto yo me deleitare con tus gemidos, con tu cuerpo, con tu sensualidad. – Ya me ha escuchado, creo que la charla está siendo tan amena – exclamo cuando te observo paralizada ante la orden que antes te bote.

Poso ambos codos sobre la cubierta del piano y poso la barbilla sobre mis entrelazados dedos, ‘Mírame a los ojos, Eyra, contempla las olas que se dibujan dentro de estos endemoniados orbes azules´ así es, mírame, cautívate y déjate llevar, no como un inmortal, sino como todo un ser humano elegante y cínico que soy.

Espero ver tu piel, el que te me muestres así no me ayuda, crece la llama de mi sensualidad conforme la noche avanza, bendita la lluvia que te trajo a refugiar a una cueva donde el diablo esta, acomodo mis cabellos, eres preciosa, no dejo de admirarte, esta noche deleitarme con tu sangre, con tu cuerpo y el eco que hará cuando penetre y me inmiscuya en tus deseos será lo que más ames de mí.

[Perdóname que haya quedado tan corto, mi mano aun no esta bien]
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