AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Inspiración en tiempos de cólera {Prvado}
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Inspiración en tiempos de cólera {Prvado}
El sudor caía por mi frente, el calor me estaba ahogando en ese momento, no podía casi ni respirar pero tenía que terminar con aquel fundido, sin quemarme y sin siquiera tocar aquel líquido que rojo como el fuego hervía a gran temperatura. Mis manos cubiertas por guantes de cuero grueso eran brutas al momento de manejar aquella hoguera que me permitía tener el control total del metal en cuestión, plata, era arriesgado tocar aquello más le tenía un gran respeto por que como un arma de doble filo podría matarme en un instante. Me aleje del caldero hirviendo, para ir en busca de bronce, sabia manejar bien las densidades de los materiales y la plata para que fuera realmente plata tenía que tener un poco de bronce, para alcanzar el quilate pedido. Medí el bronce en la balanza de hierro perfectamente aceitada para que las medidas fueran precisas, junto un cuarto de kilo, la tome y llevándola hasta la hoguera la vertí en otro caldero más pequeño. Cinco minutos después ya tenía el líquido con la espesura necesaria, mezcle ambos metales y deje que las mismas burbujas de aire hicieran lo suyo para revolver aquello. Otros cinco minutos y el aroma a metal salía por toda la herrería, con cuidado, de no quemarme y mucho menos derramar vertí la mezcla en el molde para una espada, con medidas bien peculiares, era un pedido para la realeza, para un princesa que nombre desconocía pero que haría visita en Paris algunos días. Con la grandes pinzas tome el molde siendo rápido lleve aquello a una olla inmensa en su interior había agua fría, el humo comenzó a salir al tiempo que el metal hacia contacto con el agua, con rapidez desmolde aquello y llevándolo a una mesa de madera gruesa comencé son el martilleo, para darle la forma precisa y pedida.
Media hora más tarde ya tenía la forma de la peculiar espada de plata, ahora tenía que trabajar en el mango de esta y en las incrustaciones, que tenían que ser flores de magnolias, no era la primera vez que me pedían algo así, conocía la flor pero nunca había dibujado una. Mas mis incrustaciones siempre eran con zafiros, perlas preciosas o dragones, caballos pero una flor jamás un verdadero reto a mi inspiración.
El calor al interior de la herrería estaba insoportable así que como buen herrero me saque la camiseta que cubría mi torso me puse el delantal de cuero y salí afuera del lugar, ahí ya había instalado una mesa especial para cuando quisiera trabajar a la vista y paciencia de todos. Mis manos sin los guantes tomaron el cincel especial y con un martillo comencé el grabado o al menos eso era lo que quería hacer, intente varias veces hacerme la idea de aquella flor pero nada se venía a mi cabeza. Entre a la herrería, con la cabeza en otro mundo apague las hogueras, hornos y todo lo que produjera más calor, en busca de agua encontré la imagen que me habían pedido, nada del otro mundo fácil de tallar pero difícil de imaginar, no era de copiar, siempre le daba a todo mi propio estilo, pero hoy… no podía, la inspiración se había ido cuando menos lo pensé.
Sentado en la banca de madera con los materiales listos y la espada sin tallar me quede mirando la flor, - Magnolia – dije moviendo la cabeza de lado a lado ¿a quién se le ocurre tallar una flor en una espada? ¿Qué clase de regalo era aquel? Mi cabeza perdida en las preguntas ahí se quedó…
Media hora más tarde ya tenía la forma de la peculiar espada de plata, ahora tenía que trabajar en el mango de esta y en las incrustaciones, que tenían que ser flores de magnolias, no era la primera vez que me pedían algo así, conocía la flor pero nunca había dibujado una. Mas mis incrustaciones siempre eran con zafiros, perlas preciosas o dragones, caballos pero una flor jamás un verdadero reto a mi inspiración.
El calor al interior de la herrería estaba insoportable así que como buen herrero me saque la camiseta que cubría mi torso me puse el delantal de cuero y salí afuera del lugar, ahí ya había instalado una mesa especial para cuando quisiera trabajar a la vista y paciencia de todos. Mis manos sin los guantes tomaron el cincel especial y con un martillo comencé el grabado o al menos eso era lo que quería hacer, intente varias veces hacerme la idea de aquella flor pero nada se venía a mi cabeza. Entre a la herrería, con la cabeza en otro mundo apague las hogueras, hornos y todo lo que produjera más calor, en busca de agua encontré la imagen que me habían pedido, nada del otro mundo fácil de tallar pero difícil de imaginar, no era de copiar, siempre le daba a todo mi propio estilo, pero hoy… no podía, la inspiración se había ido cuando menos lo pensé.
Sentado en la banca de madera con los materiales listos y la espada sin tallar me quede mirando la flor, - Magnolia – dije moviendo la cabeza de lado a lado ¿a quién se le ocurre tallar una flor en una espada? ¿Qué clase de regalo era aquel? Mi cabeza perdida en las preguntas ahí se quedó…
Ulric Von Liechtenstein- Licántropo Clase Media
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Re: Inspiración en tiempos de cólera {Prvado}
Día libre, uno de los pocos, horas que utilizaba para resurtir la cocina de mi casa y ver qué tipo de cosas podía comprar en la zona comercial: Vestidos, zapatos, pañoletas, broches para el cabello, una que otra baratija para ponerla como un adorno en mi residencia. El fruto de toda una semana consistente en ir de cama en cama y de hombre en hombre, mi bolsita de dinero rebosante después de guardar la mayor cantidad para ahorrar "para una vida mejor". Una vida mejor que llevaba diez años construyendo y que siempre postponía por miedo a no poder sobrevivir sin ser la cortesana que sabía ser. Llevaba ya un montón de paquetes en las manos, probablemente había comenzado comprando cosas necesarias y había terminado comprando por mero impulso. Telas para hacerme vestidos que nunca terminaría, alhajas que llegaría a poner en mi alhajero y que olvidaría en unos días, listones que irían a parar con los demás. Tantos que ya ni recordaba cuántos tenía. ¿A qué mujer no le gustaba comprarse un montón de cosas que no necesitaba?
Caminaba despacio, tomándome mi tiempo para mirar los escaparates de cada tienda, alejada mentalmente del bullicio de la calle, inmersa en mis propios pensamientos. Iba vestida sencillamente y el cabello recogido en una coleta alta que dejaba ver mi rostro, menos por un par de mechones que enmarcaban mi expresión tranquila. Vestido color blanco, ni tan largo como para estar fuera de lugar, ni tan corto como para causar un espectáculo a media zona comercial. Sencillo, como no eran los vestidos que usaba para trabajar, zapatos de piso del mismo color y nada de maquillaje. ¿Para qué? No pretendía encontrarme con alguien a quien tuviera que gustarle, tampoco pretendía que nadie me reconociera en estas circunstancias. Mi oficio requería una gran discreción y no por nada había llegado al nivel que ostentaba ahora. Cualquiera que me viera ahora, nunca podría ni siquiera llegar a imaginar que yo por las noches me transformaba en Magnolia Velvet.
Abrazaba mis compras contra el pecho, sin poner atención siquiera a por dónde iba pisando, era común que tropezara con piedras precisamente por eso, pero nunca caía. Cuestión de buenos reflejos. Me mordía el labio inferior en un gesto repetitivo e inconsciente esquivando a la gente que pasaba junto a mi siendo de pronto empujada por alguien y por otro alguien, una mera de gente. Un poco más hacia allá. Daba pasos inciertos dejando que me alejaran del camino hasta quedar en un lugar apartado del bullicio. Levanté la mirada para ver en dónde me encontraba y ubicarme para regresar a la casa. Había salido un poco del trance para darme cuenta de que era hora de dejar de comprar pero justo en ese momento una voz llamó mi atención. La voz era la de un hombre, cosa que no era de extrañarse, en la zona comercial había un montón de personas caminando de aquí para allá. Lo que me parecía extraño era que había dicho mi nombre. ¡Quiero decir! Mi... ¿Nombre artístico? ¿Había visto a través de mi fachada y me había descubierto?, ¿Era un cliente anterior que querría satisfacer sus deseos en mi día libre?, ¿Me conocía de algo?
Me congelé en mi lugar pensando en todo eso. No era Lucian, tampoco Daniil, ¿Quién más podía ser? La única forma en que podía averiguarlo era girándome para verlo y haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad me giré lentamente para ver a un hombre sentado frente a una herrería, por su vestuario y los instrumentos que tenía en la mesa parecía ser el herrero. No, no me estaba equivocando. Repasé mentalmente su rostro sin quitarle la mirada de encima, repasándolo un poco descaradamente intentando acordarme de quién era. Tantos hombres y aun así me jactaba de no haber olvidado una cara. Jamás. ¿Lo curioso? A él no lo conocía de nada. ¿No había dicho mi nombre? Apreté más mis paquetes contra mi pecho y me aclaré la garganta. -Disculpe, monsieur pero... ¿Nos conocemos? ¿Podría ser uno de esos que me buscaban gracias a una referencia de un cliente anterior. Y si era así... no... no podía ser... ¿Cómo sabía que yo era Magnolia?
Caminaba despacio, tomándome mi tiempo para mirar los escaparates de cada tienda, alejada mentalmente del bullicio de la calle, inmersa en mis propios pensamientos. Iba vestida sencillamente y el cabello recogido en una coleta alta que dejaba ver mi rostro, menos por un par de mechones que enmarcaban mi expresión tranquila. Vestido color blanco, ni tan largo como para estar fuera de lugar, ni tan corto como para causar un espectáculo a media zona comercial. Sencillo, como no eran los vestidos que usaba para trabajar, zapatos de piso del mismo color y nada de maquillaje. ¿Para qué? No pretendía encontrarme con alguien a quien tuviera que gustarle, tampoco pretendía que nadie me reconociera en estas circunstancias. Mi oficio requería una gran discreción y no por nada había llegado al nivel que ostentaba ahora. Cualquiera que me viera ahora, nunca podría ni siquiera llegar a imaginar que yo por las noches me transformaba en Magnolia Velvet.
Abrazaba mis compras contra el pecho, sin poner atención siquiera a por dónde iba pisando, era común que tropezara con piedras precisamente por eso, pero nunca caía. Cuestión de buenos reflejos. Me mordía el labio inferior en un gesto repetitivo e inconsciente esquivando a la gente que pasaba junto a mi siendo de pronto empujada por alguien y por otro alguien, una mera de gente. Un poco más hacia allá. Daba pasos inciertos dejando que me alejaran del camino hasta quedar en un lugar apartado del bullicio. Levanté la mirada para ver en dónde me encontraba y ubicarme para regresar a la casa. Había salido un poco del trance para darme cuenta de que era hora de dejar de comprar pero justo en ese momento una voz llamó mi atención. La voz era la de un hombre, cosa que no era de extrañarse, en la zona comercial había un montón de personas caminando de aquí para allá. Lo que me parecía extraño era que había dicho mi nombre. ¡Quiero decir! Mi... ¿Nombre artístico? ¿Había visto a través de mi fachada y me había descubierto?, ¿Era un cliente anterior que querría satisfacer sus deseos en mi día libre?, ¿Me conocía de algo?
Me congelé en mi lugar pensando en todo eso. No era Lucian, tampoco Daniil, ¿Quién más podía ser? La única forma en que podía averiguarlo era girándome para verlo y haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad me giré lentamente para ver a un hombre sentado frente a una herrería, por su vestuario y los instrumentos que tenía en la mesa parecía ser el herrero. No, no me estaba equivocando. Repasé mentalmente su rostro sin quitarle la mirada de encima, repasándolo un poco descaradamente intentando acordarme de quién era. Tantos hombres y aun así me jactaba de no haber olvidado una cara. Jamás. ¿Lo curioso? A él no lo conocía de nada. ¿No había dicho mi nombre? Apreté más mis paquetes contra mi pecho y me aclaré la garganta. -Disculpe, monsieur pero... ¿Nos conocemos? ¿Podría ser uno de esos que me buscaban gracias a una referencia de un cliente anterior. Y si era así... no... no podía ser... ¿Cómo sabía que yo era Magnolia?
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: Inspiración en tiempos de cólera {Prvado}
Tome una pluma, metiendo está en el tintero de color negro como cual noche sin luna, mientras miraba la hoja amarillenta sin nada dibujado acerque la pluma, una gota de aquella tinta cayo en la misma la gota salpico dejando un verdadero trabajo que ningún pintor podría dibujar, el caer de una gota, mi mente divagaba entre lo que mis ojos veían y lo que tenía que hacer, di otro vistazo a la flor que con sus grandes pétalos que con una forma inusual se abrían para dejar paso a su centro que prominente demostraba la grandeza de la misma. Cerré mis ojos intentando dibujar en mi cabeza la imagen que quería. La visualicé, abierta con el centro de una perla ámbar, para marcar la diferencia, quizás un zafiro sería buena idea aunque las esmeralda siempre eran queridas por todos, pero el ámbar tenía ese color que resaltaría no habría ninguna espada igual, mejor sería encontrar una con algún insecto dentro, pero como se trataba de un regalo para una princesa seguramente no sería del agrado de nadie. La pluma cayo de mi mano chocando con la hoja que aún no tenía nada en ella más que aquel manchón que parecía ya deforme y seco, la voz femenina llegaba en matices de un color diferente, alce mi cabeza y clave mis oscuros ojos en aquel rostro perfectamente esculpido, sin saber ya había en mi mente dibujado cada pliegue del mismo. Como un imbécil moví la cabeza saliendo de esa pequeña ensoñación.
Conocerla, pensé brevemente luego medí mi pensamiento, yo conocer a una dama como ella estaba lejos de cualquier meta que me hubiera propuesto. Normalmente nadie me hablaba quizás por temor yo soy el herrero y todos le temen por que… bueno las habladurías de las personas siempre hacían que leyendas urbanas crecieran a gritos. – Más quisiera yo conocerla bella dama – mi acento marcado sonaba fuerte, era algo que tendría que medir, no era Alemán de naturaleza pero se me había pegado aquello – Pero me temo que no – Lentamente me levante del banco de madera que soportaba mi peso. ¿Qué haría el viejo? Claro él se presentaría, le serviría… quizás hasta intentaría seducirla, pero yo, yo no era así, era más bien todo lo contrario a lo que él me quiso una vez enseñar. – Ulric Von Liechtenstein, para todo lo que se le ofrezca – Me presente como cual caballero de clase lo hace.
¿Y ahora qué hago? Era un completo imbécil tratando a las damas, me lleve la mano a la cabeza como cual niño inofensivo no sabe hacer en ese tipo de situaciones – Dígame, Señorita ¿Qué se le ofrece? – si bien las damas pocos sabían de la herrería nunca subestimaba a ninguna ya que conocía un par de damiselas que eran cazadores y sabían más que cualquier hombre en esta sociedad. Tome el banco que anterior mente estaba sentado y se lo ofrecí – De seguro se encuentra cansada con este calor – mi voz siguió sonando de la misma manera pero mi cortesía decía más que cualquier otra cosa – Tome asiento – Rodee la mesa de trabajo en la cual tenía mi intento de dibujo, la espada y la imagen de la flor. Deje la pequeña banca a disposición de le joven de cabellos dorados, mientras volvía a mi lugar apoye mi cuerpo a la pared exterior de la herrería, de cualquier forma parado quizás logre buscar la inspiración que me hacía falta justo en ese momento.
Conocerla, pensé brevemente luego medí mi pensamiento, yo conocer a una dama como ella estaba lejos de cualquier meta que me hubiera propuesto. Normalmente nadie me hablaba quizás por temor yo soy el herrero y todos le temen por que… bueno las habladurías de las personas siempre hacían que leyendas urbanas crecieran a gritos. – Más quisiera yo conocerla bella dama – mi acento marcado sonaba fuerte, era algo que tendría que medir, no era Alemán de naturaleza pero se me había pegado aquello – Pero me temo que no – Lentamente me levante del banco de madera que soportaba mi peso. ¿Qué haría el viejo? Claro él se presentaría, le serviría… quizás hasta intentaría seducirla, pero yo, yo no era así, era más bien todo lo contrario a lo que él me quiso una vez enseñar. – Ulric Von Liechtenstein, para todo lo que se le ofrezca – Me presente como cual caballero de clase lo hace.
¿Y ahora qué hago? Era un completo imbécil tratando a las damas, me lleve la mano a la cabeza como cual niño inofensivo no sabe hacer en ese tipo de situaciones – Dígame, Señorita ¿Qué se le ofrece? – si bien las damas pocos sabían de la herrería nunca subestimaba a ninguna ya que conocía un par de damiselas que eran cazadores y sabían más que cualquier hombre en esta sociedad. Tome el banco que anterior mente estaba sentado y se lo ofrecí – De seguro se encuentra cansada con este calor – mi voz siguió sonando de la misma manera pero mi cortesía decía más que cualquier otra cosa – Tome asiento – Rodee la mesa de trabajo en la cual tenía mi intento de dibujo, la espada y la imagen de la flor. Deje la pequeña banca a disposición de le joven de cabellos dorados, mientras volvía a mi lugar apoye mi cuerpo a la pared exterior de la herrería, de cualquier forma parado quizás logre buscar la inspiración que me hacía falta justo en ese momento.
Ulric Von Liechtenstein- Licántropo Clase Media
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Re: Inspiración en tiempos de cólera {Prvado}
No podía decir que estaba asustada, después de todo estaba acostumbrada al trato con los hombres, pero ahí, en medio de locales y gente, me sentía un poco torpe como para desprender todo mi encanto como Magnolia, también tenía que ver con el hecho de que llevaba ropa de Olivia, de calle, de mujer normal, decente, incluso de la clase baja, sin maquillaje, con el cabello sin arreglar. Y la imagen era una parte importante de la forma en que yo me desenvolvía con mi entorno. Ahora ´sólo era como un pajarillo arrancado del nido sin previo aviso. No aparté la vista de él cuando me regresó la mirada, tal vez podía parecer alto y fuerte pero no parecía querer hacerme daño. O eso era lo que yo pensaba.
No me conocía. El pánico momentáneo se disipó rápidamente. No era un cliente que me había reconocido, no era un futuro cliente que querría obtener mis servicios en ese momento, no era un viejo amigo que yo no recordaba. Pero si no era ninguna de esas personas, ¿Cómo era que sabía mi nombre? Pude ubicar un acento en su voz, un acento que no era francés, como el mío cuando apenas había llegado a este lugar, ese mismo que había intentado por todos los medios conservar para parecer extranjera y por lo mismo más deseable para los clientes. Un poco diferente. Tuve que levantar la cabeza un poco más cuando se levantó del banco. Si que era alto, lo que me hacía poner en duda su procedencia original. -Un placer, monsieur Von Liechtenstein y muchas gracias- No pude evitar una sonrisa tímida, de esas que sólo salían a la luz del sol y cuando yo no estaba cobijada bajo el techo de mi casa o de mi centro de trabajo.
Al parecer nos habían puesto la pausa a ambos. Nos quedamos mirándonos sin saber qué hacer exactamente, él de pie en su territorio, yo de pie invadiendo el mismo. ¿Qué se me ofrecía?, ¿A mi? En realidad no tenía pensado venir a la herrería, no era sinceramente un local que yo visitaría en un día normal. Tampoco era como que fuera a necesitar alguna espada. Sabía esgrima, si. Podría defenderme de cualquiera en caso necesario pero no tenía una espada ni el dinero suficiente ahora mismo para comprar una. Me turbé un poco por no saber qué contestar. ¿Cómo podía decirle que en realidad él era el que dijo mi nombre y yo sólo... llegué ahí por casualidad?, ¿Qué podía inventar que necesitaba si.... Momento. ¿Porqué pensaba en inventarme algo para no decirle que estaba ahí por casualidad? -Eh... si, gracias...- Me senté torpemente en el banco que me ofrecía y volví a mirarlo.
Probablemente estaba siendo grosera al mirarlo así pero no podía evitarlo. Me pasé el dorso de la mano por los labios antes de recordar su pregunta y el hecho de que yo no me había presentado. Sacudí la cabeza apretando mis paquetes contra mi pecho intentando llamar la atención del hombre con una sonrisa. -Nada... es que creo recordar que usted me llamó por mi nombre..- Dije como si hubiera dicho la hora. Me acomodé mejor en el banco y ladeé la cabeza hacia un lado. -Magnolia Velvet para servirle- Una punzada de arrepentimiento, ahora si que podía saber quién era, pero... ¿Qué podía decirle?, ¿Que me llamaba Olivia?, ¿Que había llegado por tonta? Respiré profundamente dejando el asunto así. Si era alguien que conocía mi fama, me iría corriendo de ahí. Estaba decidido.
No me conocía. El pánico momentáneo se disipó rápidamente. No era un cliente que me había reconocido, no era un futuro cliente que querría obtener mis servicios en ese momento, no era un viejo amigo que yo no recordaba. Pero si no era ninguna de esas personas, ¿Cómo era que sabía mi nombre? Pude ubicar un acento en su voz, un acento que no era francés, como el mío cuando apenas había llegado a este lugar, ese mismo que había intentado por todos los medios conservar para parecer extranjera y por lo mismo más deseable para los clientes. Un poco diferente. Tuve que levantar la cabeza un poco más cuando se levantó del banco. Si que era alto, lo que me hacía poner en duda su procedencia original. -Un placer, monsieur Von Liechtenstein y muchas gracias- No pude evitar una sonrisa tímida, de esas que sólo salían a la luz del sol y cuando yo no estaba cobijada bajo el techo de mi casa o de mi centro de trabajo.
Al parecer nos habían puesto la pausa a ambos. Nos quedamos mirándonos sin saber qué hacer exactamente, él de pie en su territorio, yo de pie invadiendo el mismo. ¿Qué se me ofrecía?, ¿A mi? En realidad no tenía pensado venir a la herrería, no era sinceramente un local que yo visitaría en un día normal. Tampoco era como que fuera a necesitar alguna espada. Sabía esgrima, si. Podría defenderme de cualquiera en caso necesario pero no tenía una espada ni el dinero suficiente ahora mismo para comprar una. Me turbé un poco por no saber qué contestar. ¿Cómo podía decirle que en realidad él era el que dijo mi nombre y yo sólo... llegué ahí por casualidad?, ¿Qué podía inventar que necesitaba si.... Momento. ¿Porqué pensaba en inventarme algo para no decirle que estaba ahí por casualidad? -Eh... si, gracias...- Me senté torpemente en el banco que me ofrecía y volví a mirarlo.
Probablemente estaba siendo grosera al mirarlo así pero no podía evitarlo. Me pasé el dorso de la mano por los labios antes de recordar su pregunta y el hecho de que yo no me había presentado. Sacudí la cabeza apretando mis paquetes contra mi pecho intentando llamar la atención del hombre con una sonrisa. -Nada... es que creo recordar que usted me llamó por mi nombre..- Dije como si hubiera dicho la hora. Me acomodé mejor en el banco y ladeé la cabeza hacia un lado. -Magnolia Velvet para servirle- Una punzada de arrepentimiento, ahora si que podía saber quién era, pero... ¿Qué podía decirle?, ¿Que me llamaba Olivia?, ¿Que había llegado por tonta? Respiré profundamente dejando el asunto así. Si era alguien que conocía mi fama, me iría corriendo de ahí. Estaba decidido.
- Spoiler:
- off: Disculpa enormemente la tardanza, he tenido unos días horribles y no me había sentido lo suficientemente bien como para responder un tema. Apenas estoy mejorando de salud. Espero te guste el post.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: Inspiración en tiempos de cólera {Prvado}
Estaba acostumbrado que me mirasen de esa forma, pero creo que nunca entendería el verdadero porque de aquel asunto, mi piel era oscura, ¡claro! Venia de un país lejano, mis ojos eran negros, las palmas de mis manos eran blancas, la sangre que corría por mis venas era roja y según tenía entendido la de cualquier humano era del mismo color. A veces las miradas me intimidaban, muchas otras me fastidiaban pero la mirada de aquella señorita me causaba curiosidad, era una dama y no cualquier mujer venía a una herrería, quizás la había atraído la curiosidad, o tal vez… mi color de pies, suspire entre pensamientos aquellos me atormentaban en cierta medida, pero no había nada más que hacer, el mundo era sí. No todos eran blancos y no todos eran lican, menuda combinación.
Me sentía aliviado cuando ella tomo asiento, no quería incomodarla, quizás si la veían con alguien como yo después hablaran de mas, en realidad ya no sabía por qué pensaba en eso; me había autoimpuesto no sentirme menos por algo tan banal como el color de piel, es más debería sentirme orgulloso porque había podido salir adelante, porque me habían ofrecido una oportunidad y la había tomado si ahí estaba pensando más en mí que en los demás. Pero estaba ella una dama, con esa belleza natural que toda mujer poseía, esa magia detrás de esos ojos y ese carisma que se podía ver tan solo con mirarle directamente, una fiera escondida detrás de aquellas ropas, todos teníamos dos caras; porque la vida nos hacía ser de aquella manera. Pero no era tiempo de pensar en su otro rostro, el que tenía en frente era el que me valdría por siempre. ¿Llamarla por su nombre? Me pregunte para mí mismo, en realidad lo único que hice fue pensar en la flor que no me estaba saliendo, en aquella flor que me costaba dibujar. Magnolia Velvet, aquello fue el detonante de una sonrisa casi inmadura saliera de mis labios – Discúlpeme – dije intentando ponerme serio, no quería incomodarla así que me puse a pensar como hablarle – Verá – tome la hoja donde estaba la flor de Magnolia y se la mostré acercándome tan solo un poco para no incomodarla – He estado intentando dibujar esta flor, toda la mañana… casualidad o no… se llama Magnolia – añadí de manera más tranquila – Pasa que no he podido… me falta algo para poder dibujarla y en mis tantos intentos he pronunciado su nombre – ahora entendía que la había traído hasta la herrería, una parte de mí se lamentaba que fuera por una simple equivocación. – Tan solo ha sido un alcance de nombres, señorita. – Deje el dibujo sobre la mesa donde reposaban varias hojas con trazos de flores. Di un paso hacia atrás y quede mirando a la dama nuevamente.
Luego de toda esa explicación me di cuenta que tal vez había sido de mala educación no responderle de manera más educada, pero ya había hablado y no acostumbraba arrepentirme de aquellos actos en los que no, a mi parecer, había hecho nada malo. Era un torpe a la hora de hablar con damas, nunca se me había dado bien y tan solo con ella ya había hablado más de la cuenta, lleve mi mano hacia mi frente rascando suavemente y me acerque a los bosquejos, estaban horribles, no se parecían. Vergüenza, al confesarle aquello sentí luego de un segundo, pero ella tenía el derecho a saber por qué le había llamado, bueno en este caso, porque no la conocía, y porque solo era un alcance de nombres. – Su nombre, hace honor a su belleza, al igual que la flor de Magnolia – si aquello era un halago para ella, pero no estaba mintiendo en decir aquello, así que me quedaba tranquilo, de alguna forma.
Me sentía aliviado cuando ella tomo asiento, no quería incomodarla, quizás si la veían con alguien como yo después hablaran de mas, en realidad ya no sabía por qué pensaba en eso; me había autoimpuesto no sentirme menos por algo tan banal como el color de piel, es más debería sentirme orgulloso porque había podido salir adelante, porque me habían ofrecido una oportunidad y la había tomado si ahí estaba pensando más en mí que en los demás. Pero estaba ella una dama, con esa belleza natural que toda mujer poseía, esa magia detrás de esos ojos y ese carisma que se podía ver tan solo con mirarle directamente, una fiera escondida detrás de aquellas ropas, todos teníamos dos caras; porque la vida nos hacía ser de aquella manera. Pero no era tiempo de pensar en su otro rostro, el que tenía en frente era el que me valdría por siempre. ¿Llamarla por su nombre? Me pregunte para mí mismo, en realidad lo único que hice fue pensar en la flor que no me estaba saliendo, en aquella flor que me costaba dibujar. Magnolia Velvet, aquello fue el detonante de una sonrisa casi inmadura saliera de mis labios – Discúlpeme – dije intentando ponerme serio, no quería incomodarla así que me puse a pensar como hablarle – Verá – tome la hoja donde estaba la flor de Magnolia y se la mostré acercándome tan solo un poco para no incomodarla – He estado intentando dibujar esta flor, toda la mañana… casualidad o no… se llama Magnolia – añadí de manera más tranquila – Pasa que no he podido… me falta algo para poder dibujarla y en mis tantos intentos he pronunciado su nombre – ahora entendía que la había traído hasta la herrería, una parte de mí se lamentaba que fuera por una simple equivocación. – Tan solo ha sido un alcance de nombres, señorita. – Deje el dibujo sobre la mesa donde reposaban varias hojas con trazos de flores. Di un paso hacia atrás y quede mirando a la dama nuevamente.
Luego de toda esa explicación me di cuenta que tal vez había sido de mala educación no responderle de manera más educada, pero ya había hablado y no acostumbraba arrepentirme de aquellos actos en los que no, a mi parecer, había hecho nada malo. Era un torpe a la hora de hablar con damas, nunca se me había dado bien y tan solo con ella ya había hablado más de la cuenta, lleve mi mano hacia mi frente rascando suavemente y me acerque a los bosquejos, estaban horribles, no se parecían. Vergüenza, al confesarle aquello sentí luego de un segundo, pero ella tenía el derecho a saber por qué le había llamado, bueno en este caso, porque no la conocía, y porque solo era un alcance de nombres. – Su nombre, hace honor a su belleza, al igual que la flor de Magnolia – si aquello era un halago para ella, pero no estaba mintiendo en decir aquello, así que me quedaba tranquilo, de alguna forma.
Ahora yo me he tardado, lo lamento, su respuesta me ha gustado y sacado varias sonrisas... espero la mía sea de su entero agrado.
Ulric Von Liechtenstein- Licántropo Clase Media
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Re: Inspiración en tiempos de cólera {Prvado}
Había aprendido a ser observada mientras caminaba, mientras reía, incluso mientras solamente estaba sentada esperando a que pasara mi momento de descanso en el burdel, estaba mucho más acostumbrada a que me miraran desvestirme, desnuda y bailando en liguero pero había algo en esa mirada que me destanteaba un poco. Yo intentaba mantener mi pose fresca y tenía una sonrisa en los labios que no sabía que llevaba puesta. Esperé a que se explicara aunque había sobrado la disculpa. Yo lo miraba, no juzgándolo, en un trabajo como el mío se aprendía a no juzgar por la portada del libro, no sólo porque me había llevado muchísimas sorpresas en los años que llevaba trabajando en burdeles, sino también porque la mayoría de las veces, la persona más vulnerable a ser juzgada en mi situación, siempre había sido yo. Y lo odiaba.
Miré la flor que me mostraba estirando mi mano para tomarme la libertad de tomar la hoja entre mis manos y verla más de cerca. ¿Casualidad? Tal vez el acople perfecto de los tiempos que manejamos los dos siendo diferentes personas metidas en un mundo tan extraño, pero que mi nombre fuera el mismo que el de la flor que yacía inmóvil en la hoja de papel que me había dado, eso no era una casualidad. Casi pude rememorar el momento exacto en que Coratella me había puesto a pensar en mi nombre "artístico" por así decirlo, y en lo que me hizo escoger el nombre de esa flor tan hermosa que tenía ahora frente a mi y que hacía tanto no podía tener en mi casa. "Gastos innecesarios" los llamaba yo, porque evidentemente estando yo fuera todo el día, las pobres flore morirían antes de que mostraran al mundo su hermosura. Había escogido el nombre de inmediato, tan sólo pensando en ese árbol bajo el cual Emilia y yo nos sentábamos a contarnos historias y a hacer collares de esas florecillas blancas que caían empujadas por el fantasma del viento que corría en esos tiempos. "Magnolia, quiero llamarme Magnolia".
Mi sonrisa se ensanchó volviéndose más melancólica. Fue cuando decidí salir de mi lapsus de recuerdos que me lastimaban y regresarle la flor volviendo a la realidad para seguir escuchándolo y mirar sus bocetos que no estaban tan mal pero era cierto que les hacía falta algo. Algo que no era tan tangible como agregar un trazo o borrar otro, era más difícil de explicar, era como intentar plasmar algo que no conocías pero sabías que era necesario para terminar el dibujo. -Estoy segura de que lo único que le hace falta es un poco de inspiración para lograrlo- No lo conocía de nada pero yo consideraba que todos teníamos talentos y que todos eran igual de respetables, en este caso, su talento era evidente. El hecho de que no pudiera plasmar momentáneamente algo que faltaba para darle una emoción al dibujo, ya era cosa aparte.
Luego vino aquel halago, halago que sabiendo la ropa que traía puesta y el arreglo mal hecho de ese día a mi aspecto no creía merecer demasiado. -Por el significado que tienen estas flores para mi, acaba de alegrarme el día por completo- Pasé mis manos por encima del vestido alisándolo después de haber dejado mis cosas en el suelo y me le quedé mirando, tal vez le incomodaba un poco mi presencia y era demasiado educado como para decírmelo, tal vez una herrería no era un lugar para una mujer y no quería despedirme por que no fuera a sentirme mal, tal vez... tal vez no estaba pensando nada de eso y era yo la paranoica que malinterpretaba miradas. -Si entonces fue una coincidencia, estaba escrito que nos conociéramos hoy, ¿no cree usted?-
Miré la flor que me mostraba estirando mi mano para tomarme la libertad de tomar la hoja entre mis manos y verla más de cerca. ¿Casualidad? Tal vez el acople perfecto de los tiempos que manejamos los dos siendo diferentes personas metidas en un mundo tan extraño, pero que mi nombre fuera el mismo que el de la flor que yacía inmóvil en la hoja de papel que me había dado, eso no era una casualidad. Casi pude rememorar el momento exacto en que Coratella me había puesto a pensar en mi nombre "artístico" por así decirlo, y en lo que me hizo escoger el nombre de esa flor tan hermosa que tenía ahora frente a mi y que hacía tanto no podía tener en mi casa. "Gastos innecesarios" los llamaba yo, porque evidentemente estando yo fuera todo el día, las pobres flore morirían antes de que mostraran al mundo su hermosura. Había escogido el nombre de inmediato, tan sólo pensando en ese árbol bajo el cual Emilia y yo nos sentábamos a contarnos historias y a hacer collares de esas florecillas blancas que caían empujadas por el fantasma del viento que corría en esos tiempos. "Magnolia, quiero llamarme Magnolia".
Mi sonrisa se ensanchó volviéndose más melancólica. Fue cuando decidí salir de mi lapsus de recuerdos que me lastimaban y regresarle la flor volviendo a la realidad para seguir escuchándolo y mirar sus bocetos que no estaban tan mal pero era cierto que les hacía falta algo. Algo que no era tan tangible como agregar un trazo o borrar otro, era más difícil de explicar, era como intentar plasmar algo que no conocías pero sabías que era necesario para terminar el dibujo. -Estoy segura de que lo único que le hace falta es un poco de inspiración para lograrlo- No lo conocía de nada pero yo consideraba que todos teníamos talentos y que todos eran igual de respetables, en este caso, su talento era evidente. El hecho de que no pudiera plasmar momentáneamente algo que faltaba para darle una emoción al dibujo, ya era cosa aparte.
Luego vino aquel halago, halago que sabiendo la ropa que traía puesta y el arreglo mal hecho de ese día a mi aspecto no creía merecer demasiado. -Por el significado que tienen estas flores para mi, acaba de alegrarme el día por completo- Pasé mis manos por encima del vestido alisándolo después de haber dejado mis cosas en el suelo y me le quedé mirando, tal vez le incomodaba un poco mi presencia y era demasiado educado como para decírmelo, tal vez una herrería no era un lugar para una mujer y no quería despedirme por que no fuera a sentirme mal, tal vez... tal vez no estaba pensando nada de eso y era yo la paranoica que malinterpretaba miradas. -Si entonces fue una coincidencia, estaba escrito que nos conociéramos hoy, ¿no cree usted?-
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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