El azuzar del cuervo

por **Gédéon Lémieux** Sáb Sep 03, 2011 7:11 pm

Carta I
Maraña de ilusiones disipadas por el deseo devorador de un cuerpo sin alma.

Estrategia. Esa es la palabra apropiada para describir mis intenciones. No, los escrúpulos me habían abandonado tiempo antes, en mi nacimiento ¿Mi madre podría asegurar que los concebí? La desgraciada estaba muerta al igual que mi otra hermana, culpa del infeliz de Alastor al que escupiéndole en la cara no puedo llamar padre. Repudio el nombre que tengo en su estúpido honor, nos abandonó cuando más los necesitábamos; su regreso me causó un impacto, sólo salvé a ese par de gemelas pero mi coraje, el amor que sentía por Lysipe era más fuerte. ¡Ella lo sabía! El tiempo que pasábamos juntos en el sembradío, lo aprovechábamos para decir cuanto es que nos deseábamos y el pecado que cometíamos al besarnos de esa manera. Jodidos chiquillos que vivían un amor más que prohibido. Fuimos el pecado, el uno del otro. Ella era tan hermosa, sus ojos claros, su piel blanca el cabello que caía en picada desde su cabeza hasta la altura de su cintura en ondas como las olas del mar… ¡Oh, Lysipe! Sólo Dios sabía cuanto la amaba, pero él me castigó por la depravación de mi alma, por ser tan jodidamente débil ante las tentaciones que el demonio había incrustado en lo más profundo de mí ser. La asesinó. Morí junto con ella, mi humanidad pereció el instante en que fue violada. Pude notar como el brillo de mis ojos se oscurecía con cada grito que ella escupía entre sus alaridos… Dejé de creer.
Entendí que entre más poder se tiene, es más grande tu deseo. Yo amé a las hijas de mi padre como mías, las eduqué para que vivieran lo mismo que yo, de la misma manera, les puse un nombre y me enamoré de sus rostros angelicales. ¡Que tontería! Pensé que dentro de sus corazones se encontraba el mío, pero me equivoqué. Sólo fue el demonio susurrándome al oído, porque al crecer me di cuenta de la lascivia que me carcomía. Aneska fue el imán perfecto, el estallido de mi libido, el volcán en erupción. Fue ella quien descubrió el secreto por eso fue la primera. Su virginidad me perteneció, todo lo que ella representaba fue mío hasta ahora… Pero no me bastó sólo con ella, necesitaba devorar el cuerpo de Ishtar también, he allí el peor de los pecados, lo peor de todo es que yo lo sabía y no me importó en lo absoluto, por el contrario la sola idea de que fueran mis hermanas, me excitaba ¡Oh, aún lo hace! Díganme como se les plazca, esta carta será leída cuando ya no esté aquí.
Era tan fuerte la sensación de mi vacío que sólo así pude mediollenarlo, fui un mediocre, quizá todavía lo sea, pero sépase que jamás entenderán la situación hasta que la vivan durante un milenio… El mundo seguirá rodando, la luna continuará siendo testigos de crímenes impunes, el viento callará hasta la cúspide de su propia eternidad ¿Qué saben sobre mí? Sólo una palabra, nada. Y las palabras escritas en un pedazo de papel no develan lo que siento, puedo más sincero sobre el lienzo y la tinta que frente al espejo; no cambia nada. Mi ambición, el deseo, el poder trastocado… Todo lo que hice lo hice por ellas. ¿No logro engañarlos cierto? El imperio romano cayó porque no tenían un estratega como yo. El tablero estaba frente a mí, podía ver las jugadas más allá de un solo plano, las observaba desde lo alto. Todo lo invisible era visible para mí. Así que lo tomé, lo aproveché… Que si las manipulé o no, eso sólo lo juzgarán ellas, ahora bien… Ishtar, Aneska… esa es la confesión de mi puño y letra. No las amo, es verdad, sólo las deseo. Pueden elegir continuar a mi lado o suicidarse, no son dispensables en mi vida, putas hay demasiadas allí afuera…

Lidérc Nasic Lacrocq.