El Jazmín.

Después de que pasaran unos días de aquella “cordial y amigable charla entre caballeros” Me encontraba caminando hacia el jardín botánico.
Comencé a adentrarme en el hermoso lugar sintiendo la brisa fresca y las plantas rodeándome, como si se alegrasen de verme, como si me recibiesen con anhelo.
Negué con la cabeza, estaba comenzando a ser soñador, como cuando aún era un joven y mortal escritor con la cabeza llena de sueños, ilusiones y fantasías…Pero en esta ocasión había un motivo para ser así.

Eyra, el ángel, me había citado para que me reuniese con ella.
Me sentía realmente intrigado porque ella quisiese verme. Sobre todo después de vernos de esa forma en su casa…Definitivamente no había sido una visita agradable para ninguno.
Aquella noche en su casa ante la mirada atenta de Wolfgang ella se comunico conmigo a espaldas de él. Deseaba hablar conmigo a solas.
Que podría querer de mi? Se suponía que ella ahora tenía una pareja. No tenía que hacerme ilusión alguna. Pero es que no podía evitarlo, ella simplemente despertaba cosas en mí que no podía controlar.
Solo esperaba que ella se encontrase bien, y que esta reunión no fuese para comunicarme ninguna desgracia…La idea de Wolfgang se hubiese enfadado o hubiese perdido los estribos con ella después de aquella noche me hacia enfurecer de solo pensarlo.
Quizás necesitaba ayuda, o quizás simplemente quería aclarar cosas…o mucho mejor: Quizás quería cruzarme la cara ella misma por haber interrumpido en su vida de esa forma.
Fuese como fuese sentía que no podría esperar mucho. Nuestra raza no permitía que nos contagiásemos o cayésemos enfermos, pero yo me sentía como si lo estuviese.
Y Ahí seguía yo caminando hacia el punto de reunión, sintiéndome cada vez mas mareado, nervioso, angustiado, con la cabeza dándome vueltas…
Era la pizca que me faltaba para la larga lista de defectos: Hipocondriaco.

Comencé a pasear por aquel lugar acercándome hacia la escultura del ángel. La hermosa fuente hacia que las aguas cayesen con suavidad a borbotones ante la majestuosa figura de un ángel con sus alas desplegadas.
Definitivamente no había un lugar mejor para encontrarme con ella.
Contemple la escultura algo extasiado, que me depararía mi ángel esta noche? Comencé a pasear por los alrededores de la gran fuente. Mirando la hora constantemente.
Me saque el largo abrigo negro, me saque los guantes de cuero. Desabotone el cuello de mi camisa, me subí las mangas de la misma…
Me estaba comenzando a desquiciar y aun no habían pasado ni diez minutos.
Yo que era el mayor impuntual de toda la existencia escogía precisamente este momento para llegar antes de tiempo.

De pronto un aroma inundo el aire. Un aroma que no se podría confundir con ningún otro. Me gire para contemplar aquella figura que que se movía sinuosa entre las tinieblas, sin dejar que pudiese contemplarle por entero…

Me desperecé con somnolencia, pues a penas había podido dormir un par de horas durante todo el día. Al voltear mi cuerpo en aquellas frías sabanas, encontré el pequeño cuerpo de May, jugando con sus deditos mientras sus enormes ojos me miraban casi con admiración, sonriendo ampliamente y moviendo sus manos con insistencia para que la tomara entre mis brazos. Reí suavemente y la subí sobre mi pecho, dejando que jugara con mechones de mi cabello, olisqueándolo con curiosidad.

- Hoy quiero que conozcas a alguien, May.- le decía con ternura.- Aunque quizás él no quiera ni vernos... vamos a intentarlo, ¿vale?

Ella pareció comprenderlo aunque el modo de aceptar mi propuesta fue un tanto extraña, pues empezó a hacer burbujas con su saliva, riendo sin cesar mientras se miraba la boca y aquellos globitos que había aprendido a hacer.

La dejé sobre el lecho mientras ella se quejaba un poco por mi ausencia, para poder correr las cortinas y observar la noche que oscurecía cada rincón de París. La luna permanecía atrapada entre una nube, pese a que el resto del cielo resplandecía por la presencia de las estrellas. Suspiré, temerosa del resultado de aquella noche. Tenía miedo al rechazo, principalmente. Después de todo, ni siquiera esperaba encontrarle allí. Probablemente ya ni siquiera recordaba mi nombre.

Desistí en dejarme llevar por aquellos pesimistas pensamientos y empecé a vestirme con sencillez. Mi cuerpo se enfundó un vestido liso de color verde azulado, bastante sobrio, elegante y vaporoso, dejando entrever uno de mis muslos. Mi cuello en enjoyó con una fantástica gargantilla en azabache que combinaba con mi cinturón y los zapatos. Peiné mi cabello y lo dejé suelo que cayese tras mi espalda. Me perfumé con delicadeza y a penas maquillé mis párpados, algo desmejorados por las escasas horas de sueño. Me volteé tras mirarme en el espejo del tocador y miré a la niña, que la muy revoltosa se había escondida bajo las sábanas. La tomé entre mis brazos y le puse un gracioso vestido azul claro que perfectamente combinaba con mi atuendo. Mientras hablaba con los sirvientes de la casa, mi mayordomo Jean le preparaba algo de leche a la pequeña.

Cuando el reloj dio la medianoche, salí de casa con May entre mis brazos, con sus manitas agarradas a la tela de mi pecho como si temiese caer de mi agarre. Sus pequeños labios estaban fruncidos por el temor o la confusión y sus ojos brillaban con curiosidad. Caminamos no mucho rato, dado que mi casa se encontraba justo frente al jardín botánico. Una pequeña niebla recorría cada rinón, quitando la belleza de las flores. Las flores... eso fue lo que captó la atención de la frágil humana, desenganchándose de mí unos momentos para balbucear algo, señalando una flor en especial. Era un jazmín. Sonriendo y besando su mejilla, arranqué una de sus flores y la puse tras su pequeña oreja mientras ella reía, casi con timidez, recostando su cabeza sobre mi pecho y llevando su pulgar a la boca, succionándolo levemente mientras sus párpados cedían. A lo lejos, divisé la estatua del ángel, cuya fuente permanecía con el agua cayendo a su alrededor, escuchándose el repiqueteo de las gotas contras el mármol blanco de la escultura. Y frente a ella, reconocí a Jerarld. En ese momento, sentí cómo mi alma se retorcía de felicidad en aquél cuerpo pétreo y una sincera sonrisa se perfiló en mis labios mientras recortaba distancias hasta llegar frente al hombre que me había robado el corazón.

- Jerarld.- balbuceé, sin siquiera poder saludarle de otro modo.

Su rostro parecía demacrado, más de lo que pudiera estarlo por nuestra condición como no-muertos. Todo hacía indicar que había sufrido mucho y siempre supe que había sido por mi culpa. Aquello borró mi sonrisa y la mano que había alzado para acariciar su mejilla, se quedó a medio camino y cayó de nuevo tras la espalda de May, sosteniéndola con más apego. Jamás me perdonaría el dolor infringido a Jerarld. Jamás.

Eyra:

May:

Eyra apareció delante de mí con su precioso vestido verde azulado, con sus andares sutiles y femeninos, como si casi no pisase el suelo, como si sus pasos le condujesen por una suave nube.
Tan espectacular y perfecta como siempre.
Su sonrisa me hizo sonreír a mi también, era inevitable no hacerlo, simplemente el mirarle ya me hacía sentir bien. Aunque nada me hiciese saber que pasaría luego.
Eyra…
Ella susurro mi nombre y yo el suyo, como si ninguno de los dos supiese ni siquiera como comenzar a hablar. Parecía tan nerviosa como yo, pero podía asegurar que su aspecto era infinitamente mejor que el mío.
Casi no había podido pegar ojo en todos estos días. Incluso mis sirvientes me habían dicho que tenía peor aspecto, y eso que yo les pagaba para que me engañasen.
Bueno, al menos con eso me había reído, les había dicho que simplemente tenia insomnio. Al fin y al cabo era cierto.
Contemple el rostro del ángel y fue entonces cuando baje la mirada para contemplar a quien llevaba consigo.
Aquella a quien sostenía en sus brazos me llamo mucho la atención, dirigí la vista hacia la pequeña, una hermosa bebe me miraba curiosa con sus preciosos ojillos azules, interrogantes y dulces.
A pesar de no saber a qué se debía esta visita, no pude evitar sonreírle a aquella pequeña, ella si que era un pequeño y dulce ángel entre nosotros.
-Hey!...pero a quien traes aquí contigo? Dije al ver a la pequeña que jugueteaba graciosa con una florecilla de jazmín entre sus pequeñas y rosadas manitas, de pronto estiro una de ellas hacia mí, como si quisiera tocarme también.
Acerque mi mano hacia la suya y ella se agarro fuertemente a mi dedo sin querer soltarlo
-Encantado de conocerte pequeña…Soy Jerarld… dije divertido al ver su sonrisa juguetona y sus ojitos brillantes, definitivamente la niña más hermosa y dulce que había visto en toda mi vida.
Me iba a alejar un poco para dirigirme al otro ángel, a mi ángel en particular. Después de todo aun seguía muerto de curiosidad por saber que ocurría. Le iba a sugerir que nos sentásemos en una de las bancas cercanas. La noche tenía pinta de ser muy larga.
Pero la pequeña no me soltaba, de hecho dio un pequeño gemido de protesta, cuando intente soltar mi dedo de sus deditos. Nos miramos un poco extrañados con Eyra y nos sonreímos, ya algo más relajados, al parecer yo le caía bien.
-Puedo? Pregunte haciéndole un gesto para que me dejase tomarle entre mis brazos. Eyra se mordió los labios, divertida, y me la entrego sin más mientras la pequeña extendía sus bracitos hacia mí riendo.
La sostuve y la acomode con sumo cuidado sobre mi pecho mientras la pequeña me miraba y me tocaba curiosa, palpando con sus delicados deditos mi rostro y mis cabellos. Como si yo le pareciese en cierta forma algo divertido también.
Contemple a Eyra, sonriéndole, a pesar del nerviosismo no podía evitar sentirme alegre con aquella pequeña entre mis brazos.
-Nos sentamos? Comente aun temeroso de lo que podia oir.

Jerarld me saludó del mismo modo que yo había hecho segundos antes, con su nombre. Entonces entornó sus ojos hacia la pequeña humana y pareció divertido con su presencia, jugando con sus manitas mientras me preguntaba quién era, aunque yo no le respondí al momento, pues aquella estampa era la que siempre había anhelado. Tener una familia como aquella. Un marido como Jerarld y una hija como May. La idea de que quizás aquella imagen podría restar en mis retinas el resto de mi existencia, me hizo mirar aquella situación como la mayor obra de arte jamás contemplada.

La niña pareció gustarle el vampiro, algo que me extrañó pues desde que la salvé, sólo había mantenido contacto conmigo y mis sirvientes humanos. Jer era, el primer inmortal que conocía a parte de mi. Él sonrió divertido y visiblemente relajado, pidiéndome permiso para tomarla entre sus brazos. Realmente emocionada, se la entregué, dejando que la recostara sobre su pecho mientras ella se entretenía en sus cabellos rojizos. Yo sonreía, distraída por todo aquello tan confuso, hasta que Jer centró de nuevo su atención en mí, proponiéndome de sentarnos en un banco que se hallaba justo delante de aquella fuente, cuyo ángel nos miraba con anhelo y ternura mientras sus alas desplagadas intentaban en vano, abrazarnos.

Me senté con elegancia en un extremo del banco de madera, cruzando mis piernas una encima de la otra y contemplando aquella estatua, pensando en el modo más sencillo para decir lo que había venido a decirle. No obstante, el nerviosismo se apoderaba de mí y por primera vez desde que tenía a May, la extreñaba entre mis brazos. Era como si su sola presencia me reconfortara y me diera ánimos para seguir un día más. Ahora, mis brazos permanecían vacíos y aquello me intranquilizaba. Entonces, decidí tomar aquél jazmín que la niña había querido poseer, y mientras mis ojos escrutaban su flor, mi voz salió de entre mis labios con mayor fluidez.

- Jerarld, te hice venir porque mereces una disculpa por lo acontecido entre nosotros.- murmuré con voz clara y sincera, aunque sin mirarle directamente.- Primeramente, por el episodio en el granero... no sé lo que me sucedió, yo sólo... sentí pánico y terror... y te abandoné a tu suerte, lo lamento.- suspiré.- Y luego, por la tensa situación vivida el otro día en mi casa, con Wolfgang.- hice un leve mueca disimulada con una tos y proseguí sin alzar la vista del jazmín.- Aunque... bueno, ya solucioné los problemas que tenía, tanto con Wolfgang como con Balthazar...

Entonces supe que me había adelantado a los acontecimientos, de que Jerarld desconocía la existencia de aquél vampiro. Pero no pude dar marcha atrás y ahora, me encontraba en un callejón sin salida en que sólo podía serle sincera completamente. Me armé de valor y respiré la brisa nocturna.

- Balthazar fue el hombre con el que me casé cuando era humana, Jerarld.- confesé al fin con un nudo en la garganta y ocultando mi rostro en las sombras de la noche.- Me abandonó al poco de casarnos y yo le di por muerto... hasta que nos reencontramos hace unos días. És es vampiro y reclamaba lo que creía que le pertenecía: yo.

Suspiré de nuevo y llevé una de mis manos hacia un mechón rebelde de mi cabello para aposentarlo tras mi oreja. Sólo entonces me tomé la valentía para mirar el rostro de Jerarld. Para ver su reacción. Para comprobar llena de terror cómo él se alzaba y desaparecía de mi vista. Pero los segundos transcurrían y él seguía sentado junto a mí, con May en su regazo. ¿Por qué?

Me senté en aquel banco con la pequeña entre mis brazos.
Sentándole en mi regazo, sus ojos me miraban un poco extasiados, como si quisiera entender algo de mí, quizás mi aroma le agradaba.
Acaricie su cabecita mientras ella se entretenía tocando mi mentón y mi nariz, sonriendo.
Con aquella pequeña entre mis brazos me sentí de alguna forma tranquilo y relajado, aquellos ojos sumamente dulces me miraban y contemplaban a Eyra a la vez, como si la pequeña intentase entender que hacia entre nosotros, mientras sus ojos azules no mostraban más que diversión.

Entre el silencio mire a mi ángel, Eyra parecía agobiada sin saber cómo comenzar, yo baje la cabeza y cerré los ojos suspirando…
No sabía si estaba listo para oír lo que ella tenía que decir.
Pero para eso estábamos allí, teníamos que aclarar todo esto aunque no nos gustase.

El silencio se alargaba entre nosotros, y yo no pude evitar recordar nuestro encuentro en su casa hacia unos días.
Me había sentido más que intrigado al oír ese llanto, ahora sabía que era por la pequeña que sostenía. Cuál sería su historia?
Se me pasaron tantas cosas por la cabeza cuando estaba en su casa, incluso pensé por un momento que aquel llanto debía de ser de alguien cercano a ellos.
Pero mi cabeza reacciono a tiempo, no era posible que aquella preciosa bebe fuese hija de aquellos dos.
Era la condena de nuestra raza estar atados a la muerte y no poder producir más que muerte a su alrededor.
Además incluso Wolfgang parecía desconocer la existencia de la pequeña que jugueteaba entre mis brazos.

Wolfgang…Al menos él podría tener una familia si lo quería, me llevaba ventaja en ese sentido, yo no podía evitar pensar lo mucho que había deseado formar una familia, lo mucho que había deseado tener con quien compartir todo lo que yo tenía…
Habría sido más que dichoso y feliz de haber podido compartir un solo día con ellas dos como mi familia, y habría muerto encantado al pensar que al menos solo por un día había tenido la oportunidad de amar y de ser amado de forma completa…
Pero todo aquello me lo habían arrebatado hacia ya mucho tiempo. Era mejor dejar las ilusiones atrás, pero que iba hacer?…Seguía siendo soñador a pesar de mis años.
Allí sentados me veía rodeado de dos hermosos ángeles que sin duda alguna hubiese deseado con toda el alma que fuesen mi familia.

La dulce y melodiosa voz de Eyra me saco de mis pensamientos.
Escuche sus palabras mientras contemplaba la escultura.
¿¿¿Una disculpa??? Mire a Eyra sin entender por un momento, pero seguí escuchando intentando mantener la serenidad.
Escuche atento como ella me comentaba de haber puesto en orden sus asuntos. Y como nombraba a Balthazar…Así que aquel hombre era su marido.
Me quede en blanco un momento. Procesando toda la información que me estaban dando.
Comencé a recordar poco a poco todo lo que había pasado en Noruega.
Su mente había sentido pánico al recordar su nombre, y ahora entendía porque era.
Mis palabras le habían recordado a su marido! Balthazar…Por eso se fue de esa forma.
Al parecer esto no se trataba más que de un gran suceso de equivocaciones y malos entendidos, nuestras vidas estaban llenas de esto.

Le contemple serio, intentando buscar su mirada entre las sombras, pero no la encontraba.
La pequeña pareció percibir el dolor de Eyra y estiro su manita hacia ella, intentando buscar su tacto.
Ella se acerco a mí y tomo a la pequeña entre sus brazos sonriéndole con dulzura y dolor contenido. Como si intentase decirle que se encontraba bien aunque no fuese así.
Yo desvié la mirada un momento mientras mis ojos quedaban en penumbra por las sombras y mis cabellos.
Pose mi mano sobre la de Eyra un momento y asentí con el rostro sin decir nada. Para darle a entender que lo entendía, que sabía de lo que me estaba hablando y no la culpaba por no haberlo dicho.

-Yo…No quiero que te sientas así. A mí también me esperaban, pero no era posible.
Intente explicarme mejor, aunque lo que menos deseaba era entrar en detalles.
-Conocí a una joven hace ya algunos años en Inglaterra.
Ella era una persona muy dulce y ha cambiado muy poco en todo este tiempo.
Lamentablemente tuvo la mala suerte de cruzarse conmigo, ella se enamoro de mí pero yo nunca pude corresponderle.
Temía dañarla sin querer, por eso desaparecí de su vida, pero ya sabes como son los giros del destino...
Pasaron los años y por una extraña casualidad nos volvimos a encontrar aquí en París…
Nuestra raza no puede más que infligir daño allá donde va…Ese es el precio de nuestra inmortalidad.
Pero nada ha cambiado, jamás podría sentir por ella lo que yo siento…

“Lo que siento por ti…” Deseaba decirle eso, pero no sabía si debía. Me sentía como si acabase de cumplir otro siglo de vida, mi alma en definitiva estaba envejeciendo más que rápido aquella noche.

No pude evitar pensar en cómo parecía que todo era un sutil juego de niños en los que no éramos más que peones manejados por unas manos invisibles.
Unas manos que deseaban jugar con sus títeres hasta romperlos por completo.
Me quede en silencio, aun evitando su mirada, con aquel susurro lejano del agua y la escultura del ángel como telón de fondo, mientras ambos seres nocturnos intentaban poner en orden lo que parecía ser el más profundo caos de sus existencias…

May balbuceó y automáticamente, mi rostro se volvió hacia ella como alarma, como si su vocecita tirara de mí. Sus manitas reclamaban mi abrazo y sonriendo levemente, la tomé de nuevo para sentarla sobre mis muslos, acariciando su cabello revoltoso y sus mejillas hinchadas. La acuné de nuevo, echando hacia atrás su cabeza para que su espalda no padeciera una mala postura. Ella volvió a llevarse el pulgar a su boca mientras con la otra mano me arrebataba el jazmín, jugueteando con él mientras sus ojos cambiaban del rostro de Jerarld al mío.

El vampiro habló entonces, tras un asentimiento con la cabeza que por supuesto, no mi alivió. Seguía sintiéndome atormentada y por primera vez, me sentí un monstruo. Mis dedos pasearon por la tripita de la niña, haciéndole algunas cosquillas para verla reír, pues el sonido de sus carcajadas era la melodía más bella que jamás había escuchado. No obstante, Jerarld dijo algo que me petrificó, descansando mi mano sobre la barriga de May y clavando mis ojos en los de la niña.

Nuestra raza no puede más que infligir daño allá donde va…Ese es el precio de nuestra inmortalidad.

May ladeó la cabeza como si percibiera un cambio en mí y yo no pude ocultar mi malestar. No podía hacer como si nada, como si no hubiera escuchado la gran verdad de Jerarld. El inmortal había dicho que nostros sólo podíamos ofrecer dolor a los seres distintos que nos rodeaban. Y May era humana. ¿Por qué era tan egoísta? ¿A caso podía retener a aquella niña junto a mí por mero encaprichamiento? Si realmente la quería, debía entregarla al orfanato... aunque la sola idea de dejarla sola en un lugar como ese... Me ponía los pelos como escarpias. De pronto, May intentó ponerse en pie, alzando sus manos con visible esfuerzo hacia mi rostro, intentando tocarlo, quizás acariciarlo. Pero al verse incapaz, rompió en un sonoro llanto que me salvó de aquellas cavilaciones. La acuné de nuevo, besando su mejilla para calmarla y una vez sosegada, se durmió. Suspiré aliviada, pues odiaba verla mal, aunque un llanto infantil no solía tener un motivo de peso. Pero la adoraba. ¿Yo adorar a alguien? ¡Qué cosas hacía despertar en mí aquella pequeña humana! Recordé entonces las palabras de Jerarld y esbocé un fingida sonrisa de indiferencia.

- Siempre tan caballeroso, Jerarld.- comenté, recostando mi espalda en el respaldo del banco y cerrando los ojos unos momentos.- Siempre alejándote de lo que realmente deseas, ¿cierto?

Desconocía su historia con aquella muchacha que me había descrito, pero si la había nombrado en aquél momento, era porque de un modo u otro, ella era importante para Jer. Aquella idea me hizo daño e incluso juraría que mis labios se torcieron en una pequeña mueca pese a intentar disimularla. Con May en mi regazo, no podía ser egoísta. Por primera vez, deseé la felicidad de otro sabiendo que su elección me perjudicaría. Pero Jerarld merecía alguien mejor que yo, alguien que pudiera entregarle esa dulzura que tanto anhelaba. Y si aquél era el caso, no pensaba retenerle a mi lado.

- Deberías luchar por lo que quieres, sin importar lo que eres.- le aconsejé sin mirarle.- Si ella está enamorada de ti pese a saberlo, no deberías ser tú quién se alejara.

¡Oh Dios mío! ¡Le estaba empujando a brazos ajenos! Con cada una de mis palabras le veía más lejos de mí, más fuera de mi abasto. Pero también más feliz. Sólo nos habíamos encontrado dos veces como adultos. Y en ambas ocasiones le había dejado un vacío desgarrador. No permitiría que aquella noche fuese la tercera vez. Mordí mi labio y poco a poco abrí mis ojos, temerosa de descubrir que aquél vampiro había desaparecido de aquél banco. Pero él seguía a mi lado y yo seguía sin comprender qué le ataba a escucharme, a mi compañía, a mi angustia. Incliné mi rostro hacia él y alcé una de mis manos para rozar suavemente su mejilla, sonriéndole con timidez y un deje de tristeza. Con aquél gesto, quería infundarle ánimos.

- Eres libre.- sentencié con un hilo de voz, naufragando entonces en aquél profundo mar de sus ojos, ahogándome en el más estricto de los silencios, sintiendo cómo mi corazón se despedazaba y sus retales se hundían y se hundían hasta desaparecer.

Sentí su caricia en mi rostro y su aroma me inundo haciendo que instantáneamente dejase de respirar…siempre me hacía lo mismo, su sola cercanía me robaba el aliento.
Cerré los ojos ante su tacto, sintiendo como su solo roce me hacia volver a sentir vivo. Como si aun tuviese un corazón palpitante, después de todo ella aun tenía mi alma consigo.
Apoye mi mano sobre la suya, no deseaba que la quitase, no quería que se alejase de mí.
Tenía que hablar con ella, ser sincero. Para ella mi alma no tenia secretos que ocultar.
Tome su suave mano y la bese con los ojos cerrados, sin desear soltarle, como si aun pudiese despertar del sueño que comenzó frente a la catedral.
-Libre…nunca he sido libre, siempre algo me ha atado, siempre han habido fantasmas persiguiéndome, siempre sombras por doquier recordándome lo que soy, lo que no puedo ser, lo que no puedo tener.
Hasta que te conocí.
Contemple sus ojos, a pesar de lo angustiado que me sentía iba a ser totalmente sincero, sabiendo lo que esto podría acarrearnos a ambos.
-Eyra…Desde el primer momento en que te vi, supe que no podía ser cierto, era como si algo me uniese a ti.
Pensé que de alguna forma estaría atado y sin embargo no fue así. Porque tú me demostraste que aunque nunca pudieses ser mía, me seguías queriendo, tanto como yo a ti.
Era muy difícil de explicar todo lo que ella me producía, pero aun así lo intente lo mejor que pude. Necesitaba que ella lo supiese, ya que nada me aseguraba que esta no fuese a ser una última noche juntos…como tantas otras noches llenas de dolor.
-No lo comprendes?...Si tengo que luchar lo hare, pero solo por ti! Aunque existan más personas que te quieran atar a ellas…Solo luchare por ti…
Mire al cielo un instante, buscando algún tipo de fuerza que me ayudase a continuar. Intente que el aire entrase con normalidad en mi y contemple a aquella mujer que tenía delante mio, el ser más preciado y al que mas había amado en toda mi vida. Hablándole ya un poco más tranquilo
-Has sido tu…tu y solo tu. Tu amor me hizo libre, libre para comprender que todo puede irse a los mismísimos infiernos sin que me importe en absoluto, todo salvo tu…Eres la única a la que yo he amado, amo y amaré…Nunca podrá existir nadie más para mi…
Apreté los dientes tenso, sus ojos brillaban delante mío quizás intentando entender que pasaba, quizás deseando que yo me fuese, pero no podía. No quería.
Contemple sus labios carnosos. Aquellos labios siempre dulces y tentadores, siempre prohibidos para mí.
Deseaba devorar esos labios y quedarme con todos sus besos.
Estábamos muy cerca el uno del otro, mientras la pequeña dormia placida entre sus brazos.
A pesar de lo inapropiado que podía ser no pude resistirme, me acerque hacia ella sujetando su rostro con una mano y le robe un beso, sintiendo sus labios fríos y carnosos, dulces y a la vez adictivos…breves segundos que fueron una vez más demasiado cortos y efímeros para mí.

Me separe de ella al cabo de un instante aun teniendo la frente pegada a la suya. temiendo que aquel pudiese ser un último beso, un beso de despedida, un beso robado.
Contemple a la pequeña que dormía entre sus brazos ajena al dolor que la rodeaba.
Y me puse en pie con calma para caminar hacia la fuente, más que nada para hacer algo, para que mi cabeza no estallase.
Llegue a la fuente, contemple la escultura y tape mi rostro con ambas manos. Realmente avergonzado, atormentado y abatido.
Que mas podía hacer para que ella supiese lo que sentía?
Era un escritor sin palabras que escribir y un hombre sin alma que ni siquiera sabía como podria seguir sobreviviendo a partir de ahora…

Jerarld tomó mi mano y besó su dorso antes de hablarme del modo más dulce y sincero que nunca antes había escuchado. Sus palabras no me parecieron falsas o vacías, algo a lo que no estaba acostumbrada pese a mi longevidad. Aún así... sentía miedo y no pude evitar apretar a May contra mi pecho, sintiendo su calor en mi piel, reforzándome con su presencia. Entonces, él me besó en los labios. Pero...

- Hablas de luchar por mí... cuando tu beso sabe a despedida, Jerarld.- dije cuando él se alzó y caminó hacia la fuente, señalando la paradoja de sus palabras y sus actos.

Suspiré y me puse en pie, sin mover demasiado mis brazos para no despertar a la pequeña. Me detuve tras su espalda, mordiendo mi labio inferior, asustada pero con la idea de arriesgarme. Dicen que cuando no tienes nada, no hay nada que perder. Y en esa situación... no tenía nada más que valiera tanto la pena como Jerarld. Y pensando en aquellos riesgos que uno comete cuando está enamorado, recordé una de las novelas más exitosas del momento y dado que él era escritor, estaba segura que comprendería las segundas intenciones de mis palabras.

- Mis labios, peregrinos ruborizados, quisieran hacer penitencia con un dulce beso.- murmuré sonriendo, aunque él no me viera.

Era un modo de limar asperezas y sin embargo, debía tomar el toro por los cuernos y expresar lo que sentía, tal y como momentos antes él había hecho. Se lo merecía. Merecía saber la verdad.

- Jerarld...- anuncié moviendo mi mano sobre su hombro para voltearle y ver su rostro, sus ojos clavados en los míos.- Sólo tú despiertas mi alma, enciendes mi corazón y traes paz a mi mente. Eso es lo que tu me has dado y lo que siempre hubiera querido darte. Te quiero. Sí, yo te amo, Jerarld. Desde aquella noche en el campanario te has convertido en la gravedad de mi mundo. Llevo siglos buscando a la mitad que desde que nací me fue arrebatada. Y ahora que te miro... sé que tu eres parte de mí. Siempre lo has sido y siempre lo serás. Porque tu eres mi vida y si me dejas, quiero vivirla a tu lado.- hice una breve pausa para recortar distancias, frunciendo el ceño para remarcar la veracidad de mis palabras.- No hay despedida sin un adios ni un adios sin un destino. Quédate conmigo.

Me puse de puntillas con la niña aún en brazos y mientras cerraba mis ojos trémulos, volví a fundir mis labios con los suyos, entreabriendo mi boca una y otra vez, con necesidad, con pasión, colgando aquella mano que le había acariciado sobre su nuca, acercándole a mí para que no me abandonara. No ahora. Ahora ya era demasiado tarde para retroceder pero tampoco quería que las manillas girasen en sentido contrario. Ahora me sentía completa, entre sus brazos, perdida en su boca... me sentía llena y feliz. Realmente feliz.

Aún así... temí abrir los ojos y despertar entre las sábanas de mi lecho junto a la soledad burlándose de mí.

Escuche atentamente a Eyra, casi sin poder creer que fuese de verdad cierto.
Sus palabras me conmovieron mientras sentía que mi alma volvía a mí con cada paso que ella daba para acercarse.

Escuche lo que decía, me recordaban a algún relato que seguramente había leído.
Dedicaba casi la mayor parte de mi tiempo a leer así que sabía que lo había visto en alguno de los polvorientos libros de mi despacho o sino de la gran biblioteca.
Aquellas palabras me hicieron sonreír, ella jugaba también con el lenguaje, entendiendo el significado mágico y a veces misterioso que se utiliza al escribir.
Como no iba a desearla y a quererla con toda mi alma, si cada rincón de su mente inundaba algo que despertaba interés en mi?

Sus labios sobre los míos me sorprendieron, me quede un momento petrificado hasta que logre entender que era cierto lo que escuchaba, lo que sentía, lo que pasaba.
Sus besos parecían pedirme que me uniese a ella, y los míos no querían más que asegurarse de lo mismo.
Le abrace con cuidado rodeando su cintura con mis brazos, mientras la pequeña descansaba en medio de nosotros, durmiendo plácidamente en los cómodos brazos de mi amada.

Nos separamos para contemplarnos, el tiempo también había desaparecido de la realidad, como la primera vez que nos vimos.
Nuestros ojos se miraban perdiéndose en la profundidad de la mirada del otro.
Nos sonreímos dulcemente como si fuésemos dos niños pequeños, dos mortales jóvenes e inexpertos que se acaban de dar cuenta que estan enamorados.
Como si todo fuese un dulce sueño, ella estaba allí conmigo y no, no me iba a despertar, ahora estaba seguro de que no iba a despertar de este sueño, su tacto, sus caricias, sus besos, la noche sobre nosotros, y aquel maravilloso jardín que nos rodeaba estaba allí y era real, no despertaríamos y si lo hacíamos despertaríamos juntos.

-Me quedare contigo…por siempre…Siempre juntos…susurre en su mente mientras aun le mantenía abrazada como si alguna forma estuviésemos sellando una promesa. Allí ante la figura del ángel que nos miraba como si se deleitase con la escena, mientras la fuente y las flores de fondo parecían susurrar al unísono que se sentían alegres de encontrarse entre nosotros, presenciando nuestro pacto.
Allí con la pequeña que estaba entre ambos por fin nos contemplamos sin temor a que nadie nos viese. Sin temor a que nadie nos persiguiera ni nos reprochase demostrarnos cariño, ya no había nadie de quien tuviésemos que escondernos.
Por fin éramos libres para amarnos sin más.

-Al final…los malos también van a tener su propio cuento de hadas…comente sonriendo.
En ese momento la pequeña abrió los ojitos y nos miro divertida mientras estiraba sus bracitos para tocarnos.
Era extraño, pero los tres allí juntos y solos parecíamos una familia.
Una de esas familias de verdad, de aquellas que pasean juntos y salen a tomar el sol mientras se preocupan de saludar a sus vecinos y pasear a su pequeña mascota…
Sonreí con esa idea y después abrí mis ojos para intentar entender lo que se me acababa de pasar por la mente.

Dios mío era posible lo que estaba pensando? Me veía rodeado ahora de dos ángeles a los que cuidar? Mis dos niñas? Parpadee un tanto asombrado y Eyra me miro entendiendo que algo me había consternado.

-Háblame sobre esta pequeña. Era ella a la que escuche cuando estuve en tu casa el otro día verdad?...No sabía aun la historia de la niña. Pero no tenía más que ver los ojos de Eyra para entender que estos brillaban de una manera especial…de alguna forma maternal…
Era posible? Era realmente posible lo que estaba pensando? Eyra se iba a quedar con esta pequeña?? No sabia porque, pero estaba sonriendo ante una idea que aun no tomaba forma en mi mente.

El vampiro me abrazó y juntos comprendims el significado de aquél beso. Nos apartamos levemente, lo suficiente como para poder observar el rostro del otro y aún abrazados para mantener aún aquél contacto físico que la pequeña May unía sin darse cuenta. Sonreí ampliamente cuando me prometió estar a mi lado por siempre, aún sin comprender el motivo de aquellas palabras.

- Siempre es mucho tiempo, señor Délvheen.- bromeé antes de que él comentara aquello sobre los cuentos de hadas.

Nunca había creído en eso. Siempre pensé que sólo era una esperanza más que albergaban los mortales, algo sin pies ni cabeza, algo en lo que confiar. La inmortalidad me robó todas aquellas esperanzas e ilusiones por lo que incluso me reía de los pobres infelices que se aferraban a un pensamiento como aquél. Pero aquella noche, entre los brazos de los dos seres que más amaba... ahora que estábamos juntos... Él me había devuelto a la vida. Volvía a soñar con la felicidad siempre y cuando él estuviera conmigo. Él era mi dicha.

- Entonces deberíamos ir a comer perdices, ¿no crees?- reí, haciendo una pequeña ilusión al clásico desenlace de los cuentos de hadas, pasando por alto que literalemente, aquello era imposible, pues ninguno podía consumir nada que no fuese sangre.

May abrió de pronto los ojos, con un brillo vívido y alegre, abriendo su boca para dejar entrever sus diminutos dientes blancos. Aquello recordó a Jerarld su desconocimiento hacia la pequeña y el interés o quizás la curiosidad le llevó a preguntarme sobre su historia, silenciándome varios segundos, titubeando y controlando un estremecimiento que recorrió mi columna vertebral. Recordar cómo di con la niña era sinónimo de rememorar lo que aquél vampiro llamado Jin llegó a hacer con mi cuerpo...

- ¡Oh! Disculpa, aún no te he presentado a May. - reí, tomando una de sus manitas y agitándola a modo de saludo hacia Jerarld, sin dejajar de reír.- Hace un par o tres de noches escuché unos llantos ahogados mientras cruzaba el puente del río Senna.- expliqué con voz sombría.- Me asomé y vi que se trataba de un bebé, así que sin dudarlo me lancé a por él y le rescaté.- sonreí dulcemente mientras acariciaba uno de sus mofletes.- Desde entonces me quedé prendada de ella y soy incapaz de entregarla al Orfanato, así que...- tragué una bocanada de aire y alcé la vista hacia Jerarld con ojos adientes.- Tengo una hija que cuidar.

Reí levemente, deteniendo mi historia en aquél punto, pues no quería ni era necesario proseguir. Jerarld no debía saber nunca lo que me ocurrió cuando la saqué del agua. Cuando aquél vampiro me miró con deseo. Cundo se avalanzó hacia mí. Cuando sus manos me recorrieron. Cuando su boca me devoró...

Corté el hilo de mis pensamientos antes de que mi rostro se descompusiera, ladeándolo hacia May que ahora parecía más despierta que nunca, reclamando nuestra atención para, una vez obtenida, volver a hacer aquells burbujitas con su saliva que tanto le divertía crear. Jerarld reía y a su lado, todo estaba de más. No había dolor, ni angustia, ni tristeza, ni rabia... Él era mi antídoto y si quería seguir viviendo, debía seguir tomándolo cada día.

Lo de las perdices sí que me hizo gracia, Los malos se quedan juntos…comen perdices…ya solo nos faltaba el baile…
Fuese lo que fuese lo que nos durase esta dulce etapa de ensueño. Yo francamente esperaba que durase eternamente. Ya que ella era mi sol y mi vida, y a su lado no necesitaba nada más.
-Señorita Erikdottir!...Una mujer como usted, jamás imagine que tuviese una hija…Sabe que está muy mal visto ser una madre soltera? Comente haciéndome el alarmado mientras tomaba el cuerpecito de May entre mis brazos como si quisiera protegerla de tal demencia.
Camine unos cuantos pasos con ella.
-Así que eres May eh? Dije con tono dulce mientras alzaba a la pequeña hacia el cielo jugando con ella, observando como su rostro se reía divertidísimo.
Su risa infantil y contagiosa me hizo reír a mi también, la acomode sobre mi pecho con una mano mientras la bebe se agarraba a los dedos de mi otra mano sin querer soltarlos.
Comencé a pasear lentamente con ella en mis brazos sujetándola, mientras la peque me miraba curiosa. Ahora estaba dialogando con ella y parecía saberlo muy bien.
-Pues tu madre ha quedado con una figura esplendida después del parto. Dije asintiéndole…Mientras Eyra nos miraba negando con la cabeza.
-Pero no crees May…tu que de verdad me entiendes…que ibais a estar muy solas las dos? Sus manitas se acercaron a mi rostro. Sonreí ante la ternura que me despertó la pequeña en ese instante.
-Quizás con un padre tuvieseis menos problemas para pasar desapercibidas…no crees pequeña? Le preguntamos a mamá?
Pude notar aun mientras estaba a unos metros de Eyra como ella se estremecía cuando escucho aquello de “mamá”.
Camine hacia ella para devolver a May a sus brazos. La pequeña le sonrió haciendo sus burbujitas y se acomodo entre sus brazos buscando instantáneamente sus largos cabellos…
Definitivamente la imagen más conmovedora y hermosa de toda mi vida estaba allí delante de mi y de la forma más sencilla que se pudiese imaginar. Mi amada con aquella pequeña en sus brazos, simplemente contemplándose y sonriéndose la una a la otra.
-Tu qué dices querida mía? Ya que vamos a intentar ser felices y en todo caso beber perdices…Aunque realmente deben de saber fatal… ambos comenzamos a reír con esa absurda idea. Ahora ya no había estrés ni tensión en el ambiente.
-Sera complicado. Ella tendrá muchas preguntas cuando vaya creciendo…y tarde o temprano terminara descubriendo toda la verdad…
El rostro de Eyra se entristeció al escuchar aquellas palabras, seguramente ya lo sabría muy bien, puede que estas cuestiones ya le hubiesen arrebatado unos cuantos días de sueño.
Me acerque hacia ella despacio y acaricie su mejilla con suavidad para bajar con mis dedos hacia su mentón, lo eleve un poco para poder encontrarme con aquellos impresionantes ojos.
Yo puedo ayudarte de ahora en adelante en todos los aspectos de tu vida si tu lo deseas. Quiero formar parte de ello.
Quería que ella entendiese lo que estaba diciendo. Ahora éramos uno, y lo que afectaba a uno, también involucraba al otro. Compartíamos alma, y aquello significaba compartir dolor, tristezas y también alegrías. No pude evitar sonreír ante lo que iba a decir porque sonaba tan absurdo como maravilloso.
Que dices a mi oferta?... Me aceptarías como padre para la pequeña May?
El silencio se hizo entre nosotros un momento, solo interrumpido por el bello sonido del agua cayendo delicadamente detrás nuestro, ante la atenta mirada de aquel ser celestial con las alas desplegadas. El único testigo de lo que allí estaba ocurriendo.

El vampiro me robó a la niña con teatralidad mientras comentaba lo alocado que era que una mujer como yo trajera al mundo a una niña en solitario, aunque, por supuesto, no había sido yo quién la había dado a luz. Me había limitado a perpetuar su vida, nada más.

Mientras, Jerarld jugaba con ella e incluso le hablaba como si yo no estuviera presente, como si acordara un trato con la niña. Entonces, él me la devolvió y yo la acuné de nuevo entre mis brazos, tras sentir un estremecimiento ante la palabra mamá, aquella que pensé que nunca escucharía en boca de nadie. Me gustaba verme así, como una madre y May como mi hija. Pero Jerarld tenía razón. Nos faltaba un padre y entonces, allí estaba él, dispuesto a desempeñar aquél papel. Sonreí de nuevo y miré a la niña, jugando con mi dedo índice entre sus pequeños labios.

- ¿Lo oyes, pequeña? A partir de ahora te llamarás May Délvheen.- reí, acercando mi frente a la suya antes de depositarle un dulce beso en la punta de su nariz.

Alcé la vista hacia Jerarld que sonreí como nunca antes le había visto y me acerqué a él alzando una de mis manos, acariciando su mejilla.

- Añade a May a tu lista de nueve hijos.- bromeé, guiñándole el ojo con picardía antes de soltar una carcajada sonora que sin duda la humana respondió de igual manera, como si comprendiera lo que estaba sucediendo a su alrededor.

Y así, coloqué mi cabeza sobre su pectoral y cerré los ojos unos minutos, dejando que aquella sensación familiar me embriagase, intentando gravar aquél momento a fuego en mi memoria. Jamás quería ni podría olvidar aquél dulce e intenso momento. Pero a esa bella estampa familiar, los primeros miedos como progenitora me envolvieron y tuve miedo de seguir siendo egoísta con aquella pequeña. ¿Y si yo no era su mejor opción? ¿Debería dejar que descubriese qué era o mentirle toda su vida? ¿Qué haría cuando quisiera vivir de día y tanto Jer como yo tuviéramos que dormir? ¿Qué haría cada vez que enfermase? ¿Cómo me sentaría que ella envejeciese hasta morir? ¿Qué...?

Sabía que Jer podía escuchar mis pensamientos por lo que decidí dejar de pensar en eso, no queriendo quebrar aquél momento con dudas que no requerían de respuestas inmediatas. Sólo deseaba que Jerarld permaneciese a mi lado y juntos podríamos con todos los obstáculos. Lo sabía. De pronto, la niña reclamó nuestra atención.

Era cierto lo que acaba de escuchar?
May Délvheen? … me quede un momento demasiado anonadado con ese nombre.
Ya había dado por perdido completamente que alguien pudiese tener mi apellido jamás…
Era una tontería, que era un apellido al fin y al cabo? No era más que un nombre…Sin embargo me hacia muchísima ilusión...
Una hija. Por más que lo pensaba aun no me lo podía creer.
Parecía como si por un momento me dejasen tener lo que siempre soñé. Una familia que estaba allí, que me necesitaba y me quería…
Abrace a mis dos ángeles sintiendo como la cabeza de mi amada reposaba sobre mi pecho.
Acaricie sus suaves cabellos y los bese. Aquel momento significaba mas para mí que ningún otro en toda mi existencia.
Pasase lo que pasase en nuestros siempre inciertos futuros, aquel momento sumamente grato y dulce no se iría jamás de mis recuerdos.
Escuche la mente de Eyra, se sentía perturbada de alguna forma. Aquellas dudas que yo mismo había comentado momentos antes también estaban presentes en su cabeza.
-Ya veremos cómo solucionar los problemas que se avecinen. Intentaremos darle lo mejor a May…Además no estaremos solos. Tenemos a tu mayordomo...Jean verdad? comente sonriendo para aliviarle.
Veras como todo irá bien.
-Te lo puedes creer?... somos padres… Ambos nos reímos con esa idea, dos inmortales, los hijos de la noche, los hijos de Satanás como decían algunos….Ellos mismos formando una familia.
Sin lugar a dudas nadie nos creería si lo contábamos, aunque quizás tampoco debería saberlo mucha gente. De alguna forma sabia que podríamos poner en peligro a la pequeña por ser quienes éramos.
Apoye mi barbilla sobre la cabeza de Eyra y ella en mi pecho. Me habría quedado así en esa forma con ellas dos toda la eternidad si hubiese sido posible.
Entonces la pequeña nos busco y ambos le miramos embobados. Definitivamente íbamos a malcriarla dándole todos los caprichos que ella quisiese y más, de eso estaba seguro.
No tendrá sueño? O hambre?...la vamos a convertir en una noctambula como nosotros… comente mientras acariciaba su cabecita.
No pude evitar que se pasara por mi mente la idea de que crecería…y vería que aquellos a quienes más quiere no envejecen ni un ápice…Nada en absoluto…podríamos soportar como ella iba a seguir cambiando hasta envejecer y dejarnos sin que ninguno de los dos pudiese hacer nada? Quite aquello de mi cabeza, ya veríamos que hacer.
-Vamos a pasear…comente tomando a Eyra por la cintura mientras ella sujetaba a May…
La pequeña parecía algo inquieta, quizás con un paseo se encontrase mejor. Aun no había muchas imágenes o ideas en su mente como para que pudiésemos saber con certeza que deseaba. Pero con el tiempo ya no nos sería tan complicado. Contemple a Eyra un momento mientras ambos caminábamos uno al lado del otro.
-Eres la madre más hermosa que he visto jamás…Serás la envidia de toda esta odiosa sociedad comente sin poder evitar morderme los labios para no reír mientras caminábamos por aquel sendero, rodeados de flores y plantas que se agitaban con suavidad entre la brisa nocturna y el suave reflejo de la luna.
Pero algo parecía tener su mente pensativa, parecía que a mis dos ángeles algo les rondaba en la mente.
Ahora que las miraba bien y concentrado, podía notar que ambas se parecían muchísimo.
Ocurre algo? Pregunte algo curioso por el silencio que parecía rodear nuestra idílica escena.

El abrazo de Jerarld me reconfortaba y pude recuperar la sonrisa de nuevo, mirando a May cuando ésta nos reclamó. La miré con el ceño fruncido por la preocupación mientras mi inmortal me abrazaba por la cintura y me proponía un paseo, esperando que eso calmase el espíritu inquieto de la pequeña.

- Es extraño, no sé lo que le sucede... Jean le dio leche antes de salir y se había pasado el día durmiendo.- comenté en voz baja mientras intentaba sosegarla con mi voz, pues empecé a cantarle una nana cuya letra era en nórdico antiguo, pues me la solía cantar mi abuela cuando faltó mi madre.

Aquello me hizo recordar las palabras Jerarld. Ahora somos padres. Y aquello implicaba muchas cosas... Él dijo que Jean nos ayudaría pero lo que realmente necesitaba May era la presencia de su padre. Y si él no estaba a su lado era como si no...

Miré a Jerarld, distraída en mis pensamientos y aproveché la ocasión para exteriorizar aquello que me preocupaba, aquello que no dejaba de ser una proposición, quizás indebida, pero poco me importaba eso ahora. Sólo quería a Jer cerca mío y de May.

Cuando él me halagó diciendo que sería la madre más hermosa de aquella ciudad, no pude evitar un leve sonrojo que disimulé cuando tomé el jazmín que la niña aún agarraba con su mano y lo coloqué tras mi oreja, sosteniendo un grueso mechón de mi cabello. Bajé la vista a la niña y decidí tirar toda la carne al asador.

- En realidad...- murmuré, dejando la nana de lado cuando May parecía dormitar de nuevo en mis brazos.- Estaba pensando en que podríamos vivir juntos... ya sabes, por el bien de May que necesita un padre...- alcé la vista hacia él y le sonreí con timidez.- Y por el mío, pues no puedo vivir sin mi alma.

Sí, lo cierto es que acababa de sugerirle que vivásemos juntos, en el mismo techo, respirar el mismo aire día y noche, compartir tristezas y alegrías pero sobretodo, momentos y recuerdos. ¿Aceptaría? Quizás no. Quizás alzaba las manos a la cabeza y decía que era demasiado pronto. Quizás simplemente se negaba a ello. Aún así, aquella noche me arriegaría en todo. Pondría las cartas sobre la mesa y así no me quedaría con ninguna espinita del... "¿qué hubiera sucedido si yo...?". Percibí a Jerarld demasiado silencioso y petrificado... aquello me asustó, así que me puse de puntillas y le di un efímero beso en sus labios, como si los papeles de la Blancanieves se intercambiasen y esperase que realmente mi beso le despertara de su ensoñación. ¿Tan mala idea le parecía? Tragué saliva ruidosamente, asustada por su reacción.

Me quede un momento pensativo.
La idea en si no era mala. Pero aun así quedo dando vueltas en mi cabeza.
Su suave beso me despertó del sueño, sacándome de mis pensamientos.
Contemple su rostro que ahora me miraba algo nerviosa, quizás preocupada de haberse precipitado conmigo.
-La idea…me gusta…me agrada…y mucho! Es que no se por qué no se me ocurrió a mi antes…
Seguramente ni si quiera se me había ocurrido porque de habérseme pasado por la cabeza hubiese pensado que ella directamente habría dicho que no.
Ahora que reflexionaba sobre ello recordaba que nunca había convivido con nadie. Desde mis diecisiete años que estaba solo vagando por cualquier parte del mundo.
Aunque realmente fue a los ocho años cuando deje de tener como quien dice, “contacto con los humanos” después de todo el mi queridísimo tío me mantuvo encerrado hasta que crecí salvo por alguna visita ocasional para darme la paliza que me merecía por mi “mal comportamiento” lo que en verdad significaba paliza porque le apetecía.
Ahora que divagaba sobre eso, podría haber salido mucho peor, dentro de todo no era tan mala persona, al menos Eyra lo sabía con eso bastaba.
Además como iba vivir con nadie? Cuando te dedicas a viajar y a pasar unos meses en cada país, no es que tengas precisamente muchos compañeros dispuestos a seguir allí contigo.
Volví a contemplarle, ya que ella me miraba mordiéndose los labios algo nerviosa, me encantaba ver ese gesto en ella, aunque fuese porque algo le rondaba en la cabeza la verdad es que le daba un aire muy sexy. Acaricie su mentón con mis dedos un instante.
-Definitivamente Si! Me encantaría que vivir contigo!
Aunque hay algunas cosas que necesitas saber…eche mis cabellos hacia atrás y me palpe el mentón intentando averiguar por donde comenzar.

-Siempre te he dicho que soy poco serio verdad? Aprecie una leve sonrisa en ella que me hizo entender que comenzaba a relajarse.
Veras…es que tengo contactos que son definitivamente muy malas influencias….
Yo conocía todos los trapos sucios de la mayor parte mafiosa de Paris, Italia y Alemania. De hecho muchos de mis viajes estaban movidos por tratos y comercios sucios que siempre nos llevábamos a cabo, mayoritariamente de piezas de colección que yo siempre adquiría. Les había hecho muchas jugarretas a toda esta gente así que normalmente teníamos muchas “discusiones”….

-Además…soy muy desordenado…
No con mis objetos ni con mi hogar, me refería a cuando tenía alguna idea en mente.
Cuando comenzaba a escribir en mi estudio, éste normalmente estaba lleno de libros abiertos, pergaminos y papeles dispersos por todas partes, además de diversos tinteros y plumas desparramados. Además cuando me ponía a escribir me volvía huraño y malhumorado. Mis criados me conocían y tenían órdenes estrictas de no hablarme ni incordiarme en absoluto cuando estaba desarrollando alguna historia.
Podía pasarme días y noches enteras sin salir de mi estudio simplemente envuelto en aquella atmosfera creada por mí y mis personajes ficticios.
Hasta que algún amigo notaba mi ausencia y llegaba a casa sin invitación.
Ellos eran los únicos que se osaban entrar en aquel despacho después de ver mi ausencia. Ellos mismos se encargaban de arrastrarme para que saliese, me diese el aire o durmiese un poco...

-Puedo pasarme horas tocando el piano o el violín…
Y todo eso sin hablar de cuando comenzaba a componer, era más o menos tan caótico como cuando estaba escribiendo. Aunque mis criados no se quejaban de esto, al contrario, según ellos la música les hacía sentirse más tranquilos, ya que eso significaba que yo aun estaba vivo.

-Estás segura de que quieres convivir conmigo? Pregunte sonriendo un poco nervioso, era una pregunta que hacía con sinceridad, pero cuya respuesta temía un poco.
Después de todo, todo esto estaba siendo completamente nuevo para mí, tanto tener una compañera como tener…una hija.
Por una parte podía dejar mi casa como estaba, dejar que mis criados se encargasen de cuidarla allí y vivir tranquilos sin mí. Salvo la biblioteca, los instrumentos musicales y las piezas de colección lo demás podía quedarse allí mismo.
Pero por otra parte, todos mis defectos quedarían expuestos ante Eyra…mmm definitivamente no sabía si le agradaría vivir con un ser tan caótico como yo.
Mire a mi ángel y aparte algunos de sus cabellos situándolos detrás de su oreja, tome la flor de jazmín que llevaba como accesorio para acercarla a la pequeña, sus deditos no tardaron en querer tomarla.
-Tú qué dices May?...Oh May mi niña…solo espero que la primera palabra que digas no sea mafioso…

Él titubeó antes de responder pero luego lo hizo con énfasis, parecía realmente ilusionado y feliz. Una amplia sonrisa conquistó mis labios y estrechó mis ojos por aquél gesto. Jerarld empezó entonces una pequeña lista de lo que él consideraba defectos, algo que sin duda no congeniaba con lo que yo entendía como defectos. Aún así, me mantuve en silencio durante su discurso, aguantando una fuerte carcajada que no logré detener cuando éste terminó, mirándome alzando una ceja. Me disculpé con un gesto y entonces tomé la palabra clavando mis ojos en los suyos mientras mi rostro se tornaba sereno.

- ¿Hablas de malas influencias? Estás hablando con la mayor ladrona de reliquias antiguas, pequeño.- bromeé con picardía.

Cierto, tanto los encargados de museos antiguos como coleccionistas de arte y demás personal, me tenían clichada como una hábil ladrona. No obstante, ninguno de ellos conocía aquellos motivos que me llevaban a delinquir, pues todas aquellas piezas históricas que había robado me pertenecían por legítimo derecho. Sin contar el lío que tuve en Noruega y del que él me salvó...

- ¿Hablas de ser desordenado y caótico? Te aseguro que May estaría encantada teniendo a un igual como su compañero de juegos.- reí, recordando las travesuras que ya a su corta edad empezaba a cometer en casa, como el destripamento de libros centenarios, pintar las paredes de mi alcoba, jugar con mis caros collares, romper algún que otro jarrón o incluso prender fuego a unas cortinas, algo insólito que aún era un misterio como logró hacer algo así. Desde luego, no existía nadie tan caótico como May Délvheen, haciendo honor a su nuevo apellido.

- ¿Hablas de tocar el piano? Tanto la pequeña como yo misma, adoramos la música, así que no lo catalogaremos como defecto.- le guiñé el ojo, dejando que mi memoria me transportara a la noche en la que me visitó a casa en presencia de Wolfgang y me deleitó con una melodia agradable y armoniosa. Deseaba poder seguir escuchando sus melodías, sin duda alguna.

- ¿Si estoy segura?- repetí frunciendo el ceño teatralmente.- No, creo que es una mala idea, tu mismo has dado razones de suficiente peso.

Su rostro se descompuso por unos segundos y yo estallé a reír a carcajadas, con May en mis brazos mirándome como si estuviese loca para luego acompañarme, probablemente contagiada por mi risa. Me detuve al poco tiempo y me acerqué a Jerarld, de nuevo relajada y sin atisbos de broma en mi voz o mis palabras.

- Te quiero seas como seas, Jer.- le aseguré, dando por zanjado el asunto de la convivencia con una cálido abrazo familiar.

Recibí su abrazo cálido y siempre reconfortante.
Ella también me tomaba tanto el pelo a mí como yo solía tomárselo a ella, y ambos inocentes siempre caíamos. Me sonreí y le envolví con mis brazos también.
Me había dado un buen susto por un instante. Después de todo yo podría ser una mala influencia, y un compañero de convivivencia realmente caótico.
Era cierto,yo creaba muchos problemas, pero ella también tenía sus cartas bajo la manga, y que una mujer fuese tan tramposa como yo...Era algo que simplemente me fascinaba.
Acerque mi rostro al suyo, acariciando su mejilla con la mía y le susurré.
-No sabes cuánto me gusta la idea de seas una ladrona de joyas tan sexy .Sin duda May tendrá muy buenos ejemplos…comente sonriendo.
Le imaginas a sus 20 años? Nos separamos un poco para poder contemplarle, mientras ella hacia sus burbujitas mirándonos con una sonrisa, como si de alguna forma supiese que estaban hablando de ella.
Comencé a fantasear con la idea.
-Le imaginas? Los demás “padres” si es que alguna vez conocemos a algunos nos dirán…”oh mirad a la joven Délvheen… Es Guapa, inteligente, culta, viajada, mafiosa y con habilidad para entrar casas ajenas”…Eyra comenzó a reírse con aquellas absurdas ideas.
Mientras Yo seguía divagando…
-Definitivamente nuestra niña será la envidia de todas las jovencillas…Hasta que encuentre pareja…
En ese instante ambos nos miramos serios.
-Le mataremos verdad? Continuamos mirándonos seriamente un instante, ante la mirada divertida de May y comenzamos a sonreímos siniestramente para terminar en una carcajada. Aun teníamos a un bebe en nuestros brazos y ya divagábamos sobre el muy posible asesinato de sus pretendientes, no seriamos buenos progenitores para ella si no pensábamos en los asesinatos, eso estaba más que claro.
Contemple el cielo un instante y aspire el aire fresco que nos rodeaba. Nunca había pensado que podría pasar una noche tan grata, tan llena de amor, una noche en familia…
Cuanto tiempo llevaríamos allí?. Nunca habíamos llevado muy bien la noción del tiempo cuando estábamos juntos, así que comencé a interesarme porque note cierta claridad en el entorno.
Parpadee unos instantes intentando espabilarme, llevaba más de cinco días sin dormir bien.
Y ahora que había recuperado mi alma, sentía de alguna forma que el sueño volvía a mí, como un amigo lejano y distante que hacia las paces conmigo.
Aunque ahora mismo no es que me hiciese precisamente mucha gracia pensar en dormir, no ahora que tenía al fin a mi ángel junto a mí, y mi pequeña…a mi pequeña hija. Cada vez que pensaba en ella como en mi hija sentía algo inexplicable, la idea de tener una familia aun me parecía imposible para mí, pero ellas me ayudarían a hacerme a la idea de que ya no estaba solo.
Les contemple teniéndoles aun cerca de mí, sintiendo como mis parpados pesaban, siempre haciendome pensar que cuando me durmiese, lo que realmente iba a pasar es que me iba a despertar. Era un pensamiento absurdo e infantil, pero siempre pensaba aquello cuando me sentia realmente bien y feliz.
Eyra se dio cuenta de mi cansancio, quizás mi rostro no era precisamente “armonioso” en ese instante, siempre me habían dicho que mi cara era un poema y eso no me hacía ilusión, ya que significaba que se notaba como me sentía.
Así que después de aquel viaje a Noruega, aquella visita a casa de Eyra hacia unos días, que había incluido un “divertido” duelo, y aquellas noches sin dormir hasta llegar al presente…Pues quizás no me dejaban precisamente un aspecto saludable. Quizás mi cuerpo estaba cansado, pero las alegrías que me habían dado en esta noche, habían reparado mi alma por completo.
-sé que es poco cortes que un caballero haga estas sugerencias…dije haciéndome el afectado.
Pero sería realmente un honor que usted me enseñase su casa. Además como vera madame, la pequeña parece un poco cansada…solo la pequeña. Aclare.
Yo estoy perfectamente, comente intentando disimular, que me decís bella dama?
La brisa nos meció, trayendo consigo algunos pétalos de cerezo que nos rodearon frágiles y sutiles cayendo a nuestro alrededor, sin duda alguna pronto la luz del sol les alumbraría dejando ver toda su majestuosidad y belleza…

Ambos reíamos, nuestras miradas delataban la complicidad de las palabras, los roces avivaban aquella química inicial... pero a pesar de todo ello, el tiempo seguía acechándonos, como siempre. El amanecer ganaba terreno a la noche y con aquella batalla, siempre perdíamos nosotros, los seres de la oscuridad, viéndonos obligados a huir de la luz por temor a morir contemplando de nuevo la belleza del alba.

Jerarld propuso entonces de ir a casa, aludiendo el cansancio y somnolencia de May quién parecía ahora algo más despierta que antes. Sonreí y asentí, sin discutir el motivo que le empujaba a ir a mi residencia, comprendiendo que no quería parecer frágil ante mis ojos aunque, por supuesto, yo también me encontraba agotada. Había sido una noche dura y desde que tenía a May en mi vida, a penas recordaba el significado del verbo dormir.

Le tomé del brazo y dimos media vuelta, caminando tranquilamente hacia aquella reja que tan conocida se había vuelto para mí desde que había decidido comprar aquella vivienda hacía pocos meses, en cuanto la vi desde aquél banco del Jardín donde esperaba impaciente la llegada de Bernard, mi creador. Abrí la reja y dejé pasar a Jerarld mientras con la mano con la que no sujetaba a la niña cerraba con llave y caminaba hacia le puerta interior de mi mansión, picando una sola vez con los nudillos para que, dos segundos después, Jean abriera la puerta con una sonrisa y posterior sorpresa al ver a Jerarld junto a mí. Sin decir nada, entramos y vimos cómo el sol se cernía sobre aquella vivienda.

Subí las escaleras y entré en mi alcoba, dirigiéndome a la cuna que yacía junto a mi lecho y depositando a May bajo aquellas sábanas blancas, apresurándome a correr las cortinas antes que la luminosa mañana me impiese entrar en mi propio habitáculo. Sonreí ante la dulzura de la niña y esperé a verla profundamente dormida antes de tumbarme también en mi cama, suspirando de cansancio.

- No te quedes en la puerta, mis sábanas no muerden.- bromeé cerrando los ojos y esperando a que Jerarld se acurrucara junto a mí, pues miraba aquella escena con una mezcla de timidez y asombro.

Caminamos del brazo como señores de la noche que éramos.
Deslizándonos por las sombras, silenciosos y calmados, caminando hacia la gran mansión Erikdottir. Mientras mi ángel me conducía silenciosa a aquel lugar que guardaba su sueño cada día, llevando a May consigo…Nuestra pequeña.
El mayordomo nos abrió y me miro con curiosidad, mientras nos adentrábamos en el hermoso salón.
Observe a aquel hombre entrado en años que miraba con cariño y dulzura a mis dos ángeles. Sin lugar a dudas era un sirviente fiel, se podía apreciar en sus ojos.
Su mente se preguntaba quién era yo, pero no tuvo que reflexionar mucho al ver las miradas que nos dedicábamos con Eyra para comprenderlo en seguida.
Ni siquiera hacía falta explicarlo, se nos notaba sin que nosotros lo pudiésemos evitar.
Mire al buen hombre antes de seguir a Eyra por las grandes y armoniosas escaleras que llevaban al piso superior.
-Lamento el estropicio que le deje aquí hace unos días… El buen hombre se asusto en un primer momento al sentir mi susurro en su mente, pero después sonrió y asintió haciendo una breve reverencia para desaparecer en la oscuridad del gran salón.
Ya habría tiempo para saber cómo funcionaban todas las cosas de aquella enorme casa.
Una de las cosas que más me fascinaban era poder ver el hermoso piano de cola allí oculto entre sombras. Sin lugar a dudas me lo iba a pasar bien inspeccionando aquella casa.
Subí y acompañe a Eyra hasta la gran habitación que eran sus aposentos.
Me apoye en el marco de la puerta y me cruce de brazos un instante, simplemente contemplando la escena.
Eyra se paseo grácil por la espaciosa estancia, casi danzando con la pequeña May entre sus brazos, mientras ella con su constante sonrisa miraba anonadada a su protectora.
Contemple como ella le dejaba en aquella cuna y le miraba con dulzura hasta que nuestra pequeña cerraba los ojos poco a poco. Me deje embargar por la cálida sensación que ellas me inspiraban, era una imagen muy tierna y yo formaba parte de aquel encuadre silencioso y sutil.
Le observe mientras ella se acomodaba en aquella confortable cama, sonrei con su comentario divertido.
Me acerque a mi ángel a su cama y me senté un instante en el borde.
No podía hacer balance del día, había sido demasiado intenso, habían muchas cosas que aun no asimilaba en lo más absoluto. Pero algo me decía que tenía todo el tiempo del mundo para hacerme a la idea de que las cosas que me estaban ocurriendo eran ciertas, y no una broma cruel...
Me estire en aquella cama y rodee por la espalda a mi ángel, abrazándole por la cintura, encontrando sus manos y entrelazando mis dedos con los suyos.
-Si esto es un sueño…entonces no me dejes despertar jamás vida mía…porque prefiero vivir como un iluso a tu lado que como un ser lógico en la realidad…
Ambos sonreímos entre la oscuridad que comenzaba a rodearnos y nos acomodamos para quedar juntos, acoplados el uno al lado del otro, sin ni siquiera desvestirnos.
No necesitábamos nada mas aquella noche para simplemente poder dormir y descansar por primera vez de forma tranquila y constante.
Sin miedos, sin prisas, sin nadie que nos descubriese, ni de quien ocultarnos, no había nadie que atentase contra nuestras vidas, solamente estábamos ella y yo, ya sin ningún temor el uno al lado del otro.
Deje que el aroma de sus cabellos me embriagase mientras poco a poco cerraba los ojos sintiéndome por primera vez como si estuviese viviendo la vida que siempre quise tener, mientras mis dos amores descansaban tranquilamente cerca de mí, dejándome que me sumiese profundamente en aquel sueño del que simplemente no quería despertar nunca más.
Mientras fuera la noche daba al paso al día de forma silenciosa, el primer día de nuestra nueva y larga existencia juntos…