AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El aroma del Jazmín.
3 participantes
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El aroma del Jazmín.
Acababa de llegar de Italia.
El carruaje me trajo a casa, eran sobre las once de la noche. Baje tomando aire mientras caminaba hacia la entrada, quitándome ya los guantes antes de entrar. El viaje había sido largo y no encontraba las horas de volver a nuestra casa.
Sobre todo porque llevaba dos semanas sin ver a mis dos ángeles y no me había hecho ni pizca de gracia dejarles solas, las había echado de menos cada día, pero bueno, esperaba que con los detalles que les había traído me perdonasen un poco la ausencia.
Aunque bueno, tampoco había sido un viaje de placer, había sido un viaje que había tenido que hacer casi obligatoriamente, ya que ciertos contactos míos y de Nyph nos habían comentado sobre movimientos de cazadores, algo estaba ocurriendo entre Alemania e Italia, y habíamos decidido investigar, ya que nuestros nombres habían aparecido entre los cazadores y nuestro anonimato estaba en juego. Y en mi caso, mi anonimato involucraba a mi familia, y eso era sagrado.
Sin embargo, todo parecía haber ido “bien” asi que nuestra pequeña investigación se acabo, y al fin podía volver a casa y olvidarme, de las conspiraciones, de las estrategias y las matanzas…Por fin podía volver a casa y simplemente disfrutar de la paz y el caos de mi familia.
Habría quemado más cosas mi niña? La verdad es que me moría de ganas de entrar a casa abrazar a mis ángeles saber si mi pequeña estaba bien, deseaba que Eyra me contase las travesuras de nuestra pequeña y también robarle unos cuantos besos…
Aunque a veces no estaba del todo seguro de quien hacia más trastadas, ya que mi amada tampoco se quedaba corta cuando tenía algo en mente.
Jean abrió la puerta de casa y me recibió con su constante amabilidad. Palpe su hombro como saludo esperando ver a más gente, pero entre y mire extrañado como toda la casa parecía estar a oscuras.
-Donde están las damas? Pregunte a Jean.
-No me han dicho donde irían, pero ya llevan bastante fuera…Por cierto señor, el baño está esperando y los libros que encargo están en el estudio…
Sonreí de oreja a oreja realmente alegre, al fin estaba en casa.
Me dirigí hacia el baño y disfrute de un largo baño de burbujas...una vez ya fresco y recompuesto me dirigí hacia la sala de música, el precioso piano de cola parecía brillar ante la luz de las velas, quizás aquella habitación no tenía nada de especial, pero a mi francamente era la que más me gustaba de toda la casa.
Me senté al piano y me quede en silencio un instante…A donde habrían ido ellas? Habrían ido a hacer algún encargo? a comprar algo en concreto quizás? Las cortinas de casa estaban más que chamuscadas, y la verdad es que pronto tendríamos que redecorar el salón, parecía que nuestra pequeña mientras mas crecía mas poderosa se volvía…
Eso me recordaba que tarde o temprano alguien debería instruirla para que pudiese dominar esa fuerza que recorría su espíritu…
Tenía que hablar con Eyra, quizás lo propio seria que la pequeña tuviese un maestro, y yo ya tenía a alguien en mente. Pero debía comentarselo antes,quizas a ella no le parecía del todo acertado aun…
Despues de todo May aun era pequeña, aun era mi niña, y al menos por mi parte no me importaba en lo mas mínimo que se divirtiese destruyendo objetos. Que le iba a decir yo? que había hecho explotar una docena de edificios en Italia junto a Nyph?...Definitivamente deseaba que mi niña se divirtiese todo lo que pudiese antes de explicarle en inmenso don que ella poseía.
Sonreí en silencio mientras posaba los dedos sobre el teclado del piano…tocando una melodía que me recordaba a mis dos ángeles, mientras esperaba que ellas llegasen pronto…
El carruaje me trajo a casa, eran sobre las once de la noche. Baje tomando aire mientras caminaba hacia la entrada, quitándome ya los guantes antes de entrar. El viaje había sido largo y no encontraba las horas de volver a nuestra casa.
Sobre todo porque llevaba dos semanas sin ver a mis dos ángeles y no me había hecho ni pizca de gracia dejarles solas, las había echado de menos cada día, pero bueno, esperaba que con los detalles que les había traído me perdonasen un poco la ausencia.
Aunque bueno, tampoco había sido un viaje de placer, había sido un viaje que había tenido que hacer casi obligatoriamente, ya que ciertos contactos míos y de Nyph nos habían comentado sobre movimientos de cazadores, algo estaba ocurriendo entre Alemania e Italia, y habíamos decidido investigar, ya que nuestros nombres habían aparecido entre los cazadores y nuestro anonimato estaba en juego. Y en mi caso, mi anonimato involucraba a mi familia, y eso era sagrado.
Sin embargo, todo parecía haber ido “bien” asi que nuestra pequeña investigación se acabo, y al fin podía volver a casa y olvidarme, de las conspiraciones, de las estrategias y las matanzas…Por fin podía volver a casa y simplemente disfrutar de la paz y el caos de mi familia.
Habría quemado más cosas mi niña? La verdad es que me moría de ganas de entrar a casa abrazar a mis ángeles saber si mi pequeña estaba bien, deseaba que Eyra me contase las travesuras de nuestra pequeña y también robarle unos cuantos besos…
Aunque a veces no estaba del todo seguro de quien hacia más trastadas, ya que mi amada tampoco se quedaba corta cuando tenía algo en mente.
Jean abrió la puerta de casa y me recibió con su constante amabilidad. Palpe su hombro como saludo esperando ver a más gente, pero entre y mire extrañado como toda la casa parecía estar a oscuras.
-Donde están las damas? Pregunte a Jean.
-No me han dicho donde irían, pero ya llevan bastante fuera…Por cierto señor, el baño está esperando y los libros que encargo están en el estudio…
Sonreí de oreja a oreja realmente alegre, al fin estaba en casa.
Me dirigí hacia el baño y disfrute de un largo baño de burbujas...una vez ya fresco y recompuesto me dirigí hacia la sala de música, el precioso piano de cola parecía brillar ante la luz de las velas, quizás aquella habitación no tenía nada de especial, pero a mi francamente era la que más me gustaba de toda la casa.
Me senté al piano y me quede en silencio un instante…A donde habrían ido ellas? Habrían ido a hacer algún encargo? a comprar algo en concreto quizás? Las cortinas de casa estaban más que chamuscadas, y la verdad es que pronto tendríamos que redecorar el salón, parecía que nuestra pequeña mientras mas crecía mas poderosa se volvía…
Eso me recordaba que tarde o temprano alguien debería instruirla para que pudiese dominar esa fuerza que recorría su espíritu…
Tenía que hablar con Eyra, quizás lo propio seria que la pequeña tuviese un maestro, y yo ya tenía a alguien en mente. Pero debía comentarselo antes,quizas a ella no le parecía del todo acertado aun…
Despues de todo May aun era pequeña, aun era mi niña, y al menos por mi parte no me importaba en lo mas mínimo que se divirtiese destruyendo objetos. Que le iba a decir yo? que había hecho explotar una docena de edificios en Italia junto a Nyph?...Definitivamente deseaba que mi niña se divirtiese todo lo que pudiese antes de explicarle en inmenso don que ella poseía.
Sonreí en silencio mientras posaba los dedos sobre el teclado del piano…tocando una melodía que me recordaba a mis dos ángeles, mientras esperaba que ellas llegasen pronto…
- Spoiler:
- La melodia -> https://www.youtube.com/watch?v=k1tyVlKjJZI
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: El aroma del Jazmín.
El sonido dulce de un flauta en la lejanía captó mi atención, haciéndome alzar la vista de aquél libro sobre Mitología Griega que leía, dejándolo sobre el sillón, junto al cuerpo plácidamente dormido de mi hija May. Caminé sigilosamente, aunque algunas maderas del parqué se quejaron de mi paso lento y conciso, hasta que me asomé a la ventana del salón, moviendo la palma de mi mano sobre el cristal empañado, intentado poder ver a través de la niebla y la incesante tormenta que acechaba mi hogar.
Pero pese a ello, mis ojos divisaron una figura apoyada sobre la corteza de un árbol del Jardín Botánico y entre sus manos, aquella flauta que deslitaba una encandilante melodía. Un relámpago cayó cerca de aquella figura y pese a eso, la sombra no se inmutó. La claridad del pequeño momento a penas me ayudó a descifrar el semblante de aquella persona que parecía observarnos desde la lejanía, más allá de la carretera que separaba mi residencia de auél Parque. Otro trueno ensordeció momentáneamente mis oídos, y aquél sujeto, seguía tocando la flauta.
Movida por aquella curiosidad y temiendo que se tratara de un espía o un mafioso enemigo de Jerarld, decidí acercarme a él. Miré a May, ajena a lo que sucedía a su alrededor. Pasé una manta sobre su cuerpo y me acerqué a la cocina, dónde se hallaba Jean.
- No tardaré.- le aseguré, sin querer dar más detalles que ese.
Mi mayordomo despegó sus labios, pero otro trueno y mi mirada llena de fiereza, ahogaron las palabras en el fondo de su garganta. No tomé un paraguas. ¿Para qué? Tampoco cuidé de que mi galante vestido de seda se ensuciara de agua y barro. ¿Qué importaba? La seguridad de mi familia era más importante que aquellos detalles.
Salí de la residencia sin cerrar la puerta, queriendo asegurarme así, de tener un motivo para regresar pronto, pues May podría despertarse y desear seguir sus instintos, aquellos que siempre le empujaban a venir a mí. De aquella forma, me autoexigía el volver inmediatamente a casa, en cuanto me asegurara de aque aquella figura que se mantenía estática frente a mí, como si fuese esculpida en mármol, se marchara.
Las facciones de su rostro empezaron a tomar forma y no vi en su mente ninguna maldad. No hicieron falta palabras, lo estaba viendo en directo a traves de sus recuerdos: su nombre era Dalibor y servía a su patria checa en el ejército. Después de servir bien a su rey, le habían concedido numerosas tierras y varios palacios, uno de ellos, en París. Pero por culpa de la tempestad, su carruaje se tuvo que detener en mitad de la ciudad, y él había bajado a estirar las piernas por aquél parque, momento en el que me vio a través de la ventana, leyendo, y se había quedado distraído junto a la melodía de su flauta.
Ladeé la cabeza y chasqueé la lengua, acercándome al muchacho cuya sonrisa se extendió en sus labios, malinterpretando mi gesto, posiblemente, pues sólo había recortado distancias porque la lluvia empezaba a humedecer demasiado.
- Le aconsejo que se retire en cuanto la tormenta amaine, monsieur.- espeté con desdén, cruzándome de brazos a la altura de mi pecho.
Él rió y a partir de ahí, perdí la noción del tiempo, quedandome maravillada por las explicaciones e historias que el joven humano me contaba, hablando y hablando sin darme cuenta que la tempestad había cesado y las nubes habían desaparecido. El tiempo se había escurrido entre mis dedos y había olvidado la puerta abierta de mi casa. De pronto, un aroma familiar invadió mis pulmones y la ansiedad se apoderó de mí.
Pero pese a ello, mis ojos divisaron una figura apoyada sobre la corteza de un árbol del Jardín Botánico y entre sus manos, aquella flauta que deslitaba una encandilante melodía. Un relámpago cayó cerca de aquella figura y pese a eso, la sombra no se inmutó. La claridad del pequeño momento a penas me ayudó a descifrar el semblante de aquella persona que parecía observarnos desde la lejanía, más allá de la carretera que separaba mi residencia de auél Parque. Otro trueno ensordeció momentáneamente mis oídos, y aquél sujeto, seguía tocando la flauta.
Movida por aquella curiosidad y temiendo que se tratara de un espía o un mafioso enemigo de Jerarld, decidí acercarme a él. Miré a May, ajena a lo que sucedía a su alrededor. Pasé una manta sobre su cuerpo y me acerqué a la cocina, dónde se hallaba Jean.
- No tardaré.- le aseguré, sin querer dar más detalles que ese.
Mi mayordomo despegó sus labios, pero otro trueno y mi mirada llena de fiereza, ahogaron las palabras en el fondo de su garganta. No tomé un paraguas. ¿Para qué? Tampoco cuidé de que mi galante vestido de seda se ensuciara de agua y barro. ¿Qué importaba? La seguridad de mi familia era más importante que aquellos detalles.
Salí de la residencia sin cerrar la puerta, queriendo asegurarme así, de tener un motivo para regresar pronto, pues May podría despertarse y desear seguir sus instintos, aquellos que siempre le empujaban a venir a mí. De aquella forma, me autoexigía el volver inmediatamente a casa, en cuanto me asegurara de aque aquella figura que se mantenía estática frente a mí, como si fuese esculpida en mármol, se marchara.
Las facciones de su rostro empezaron a tomar forma y no vi en su mente ninguna maldad. No hicieron falta palabras, lo estaba viendo en directo a traves de sus recuerdos: su nombre era Dalibor y servía a su patria checa en el ejército. Después de servir bien a su rey, le habían concedido numerosas tierras y varios palacios, uno de ellos, en París. Pero por culpa de la tempestad, su carruaje se tuvo que detener en mitad de la ciudad, y él había bajado a estirar las piernas por aquél parque, momento en el que me vio a través de la ventana, leyendo, y se había quedado distraído junto a la melodía de su flauta.
- Dalibor:
Ladeé la cabeza y chasqueé la lengua, acercándome al muchacho cuya sonrisa se extendió en sus labios, malinterpretando mi gesto, posiblemente, pues sólo había recortado distancias porque la lluvia empezaba a humedecer demasiado.
- Le aconsejo que se retire en cuanto la tormenta amaine, monsieur.- espeté con desdén, cruzándome de brazos a la altura de mi pecho.
Él rió y a partir de ahí, perdí la noción del tiempo, quedandome maravillada por las explicaciones e historias que el joven humano me contaba, hablando y hablando sin darme cuenta que la tempestad había cesado y las nubes habían desaparecido. El tiempo se había escurrido entre mis dedos y había olvidado la puerta abierta de mi casa. De pronto, un aroma familiar invadió mis pulmones y la ansiedad se apoderó de mí.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: El aroma del Jazmín.
Dormía placenteramente al lado de mi Mami (Eyra) su cercanía me brindaba tranquilidad y me relajaba aunque su piel fuera tan fría como un témpano de hielo para mi era la mujer mas calidad de todo el universo, mis sueños comenzaron a perturbarse debido a la tormenta que comenzaba a caer fuera de mi segura casa. Intente seguir durmiendo pero la persona que conseguía eso con tan solo tocarme ya no estaba a mi lado, abrí los ojos y no la vi me senté en el sillón esperando a que volviera pero no lo hacia, fuera comenzaba a llover más fuerte y yo empezaba a tener miedo, no me gustaba estar sola y menos si hay agua de por medio, no se porque pero le tengo miedo al agua y a la soledad y ahora mismo estaba cubierta por las dos cosas que mas miedo me daban, me quite la manta de encima y la puse a un lado mientras con algo de dificultad bajaba de el enorme sofá donde me encontraba durmiendo. Camine por el salón buscando a mi mami pero no había rastro de ella por ninguna parte, me acerque a la puerta que estaba abierta pero estaba tan oscuro que no vi nada, solamente escuchaba débilmente un sonido que no reconocí ya que la lluvia no me dejaba escuchar bien. Busque una chaqueta pero estaba colgada y mi pequeña estatura no me dejaba alcanzarla por lo que decidí salir así y dejar que mi precioso peinado y mi hermoso vestido se mojaran con el agua, cuando sentí al agua sobre mi cuerpecito tuve mucho miedo, pero tenia mas miedo el estar completamente sola sin mami y sin papi para que me hicieran compañía.
Ya me encontraba fuera de la casa o eso pensaba yo, aun había mucha oscuridad y no lograba ver por donde me movía, mis pies se abrían paso en el barro con gran dificultad el enorme y pomposo vestido me hacia mover muy lentamente. –Mami- grite lo mas alto que mis pulmones me permitían pero el ruido de la lluvia hacia que mi suave voz fuera difícil de escuchar –Mami donde estas, tengo miedo- seguía caminado pero no sabia donde estaba, ya estaba bastante lejos de la casa porque llevaba caminado mucho tiempo.
Ahora si empezaba a asustarme de verdad, creo que me había perdido, tenia frío y estaba mojada seguí caminando en busca de un lugar donde esconderme pero tropecé con una rama que hizo que mi rodilla diera contra una piedra la cual causo un gran corte en ella, ahora la cosa empeoraba ya que estaba herida y tenia sangre –Mami- grite por ultima vez, intente quemar un árbol que estaba delante de mi así tal vez mi mami o papi lo vieran y vendrían a buscarme pero presa del pánico no pude controlar mis poderes.
Tenia miedo, mucho miedo y me dolía la rodilla pero aun así seguí caminado mientras con mis pequeñas manos buscaban un hueco donde esconderme, mi mami me había enseñado a ser una niña fuerte, y este era el momento de demostrárselo tras caminar un par de minutos di con una apertura en un árbol lo suficientemente grande para esconderme.
Ya me encontraba fuera de la casa o eso pensaba yo, aun había mucha oscuridad y no lograba ver por donde me movía, mis pies se abrían paso en el barro con gran dificultad el enorme y pomposo vestido me hacia mover muy lentamente. –Mami- grite lo mas alto que mis pulmones me permitían pero el ruido de la lluvia hacia que mi suave voz fuera difícil de escuchar –Mami donde estas, tengo miedo- seguía caminado pero no sabia donde estaba, ya estaba bastante lejos de la casa porque llevaba caminado mucho tiempo.
Ahora si empezaba a asustarme de verdad, creo que me había perdido, tenia frío y estaba mojada seguí caminando en busca de un lugar donde esconderme pero tropecé con una rama que hizo que mi rodilla diera contra una piedra la cual causo un gran corte en ella, ahora la cosa empeoraba ya que estaba herida y tenia sangre –Mami- grite por ultima vez, intente quemar un árbol que estaba delante de mi así tal vez mi mami o papi lo vieran y vendrían a buscarme pero presa del pánico no pude controlar mis poderes.
Tenia miedo, mucho miedo y me dolía la rodilla pero aun así seguí caminado mientras con mis pequeñas manos buscaban un hueco donde esconderme, mi mami me había enseñado a ser una niña fuerte, y este era el momento de demostrárselo tras caminar un par de minutos di con una apertura en un árbol lo suficientemente grande para esconderme.
- árbol:
May Délvheen2- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 26/09/2011
Re: El aroma del Jazmín.
El tiempo pasaba y seguia estando solo en casa. Despues de tocar el piano habia ido a mi estudio, caminaba en circulos leyendo las cartas que habian llegado en mi ausencia.Comencé a pasar los papeles mirando sin prestar mucha atención…
-Facturas, notas, invitaciones, cartas amenazadoras…Lo mismo de siempre…comente en voz baja.
Mire una vez mas por la ventana y comencé a preocuparme al contemplar la lluvia que no amainaba
-Jean…No dijeron a qué hora volverían? Nada de nada?? El buen mayordomo negó con la cabeza con su gesto amable y salió del estudio dejándome solo. Podia seguir esperando o ir a buscarlas....
-Jean! Voy a buscar a las damas! comente pensando en darles a ellas una sorpresa.
Jean camino hacia mí y me extendió la capa. Le agradecí con una sonrisa y me la puse rápidamente, acomodando mi capucha, habria tomado un paraguas, pero May los habia quemado todos sin querer...
Salí de la casa y comencé a caminar bajo la lluvia, saliendo de los jardines.
Por la hora que era, era más que posible que estuviesen cerca. Iba a caminar en dirección a la ciudad, cuando de pronto algo me distrajo, un aroma invadió repentinamente mi nariz.
La lluvia camuflaba los aromas y los mesclaba casi eliminándoles, pero aquel aroma había llegado hasta mi en un mínimo momento. Un momento fugaz, pero lo suficiente como para darme cuenta de que era un aroma familiar….Sangre.
Segui el rastro y comencé a internarme entre los frondosos arbustos y árboles de las cercanías, hasta que de pronto lo volví a notar. Esta vez no había sido fugaz, ese aroma no era parte de mi imaginación…
Seguí el aroma y comencé a aterrorizarme al notar que era familiar, muy familiar.
Contemple el suelo lleno de ramitas y hojas secas. Me puse de cuclillas y quitándome los guantes, palpe con la palma de la mano aquella superficie humedecida. Además del lodo había una sustancia rojiza inconfundible, y estaba fresca…acerque mis dedos a mi nariz y lo descubrí al instante.
-May! Me levante de un brinco con los músculos tensos, apretando la mandíbula.
que había pasado? Ese rastro era demasiado fresco. Demasiado! Les habría pasado algo a ambas? Fuese lo que fuese ellas estaban cerca.
Comencé a correr entre los arboles con mi capa ondeando, sintiendo cada vez con más fuerza aquel aroma.
Hasta que de pronto el rastro me condujo hacia un árbol, corrí veloz hacia él y contemple por aquella hendidura, parecía haber un pequeño hueco.
Mire dentro y May acurrucada sobre si misma sollozaba mientras se acariciaba su rodilla que sangraba con aquel corte.
-May! La pequeña me miro asustada, intentando retroceder al ver la figura de un encapuchado ante su pequeño escondite. Pero aquel hueco no le permitía alejarse.
-May cariño soy yo…dije sacándome rápidamente la capucha. Sus ojitos llenos de lágrimas me llamaron y extendió sus bracitos hacia mí, mientras yo rápidamente la tomaba y la apretaba contra mi pecho abrazándole. Había echado tantísimo de menos a mi niña…pero que estaba haciendo allí? Donde estaba Eyra? Es que le había ocurrido algo? Que estaba pasando??Las preguntas vinieron a montones a mi cabeza.
-Tranquila mi niña, ya estoy aquí…te llevare a casa. Dije intentando calmarle, sintiendo como su cuerpecito temblaba entre mis brazos.
Pero antes déjame ver que te ha pasado dije separándole un poco de mi para contemplar aquel corte. El aroma de su sangre envolvió mi olfato enseguida, y yo deje de respirar inmediatamente, como un acto reflejo ante el miedo que siempre sentía de que pudiese descontrolarme, a pesar de que sabía perfectamente que antes prefería morir que hacerle daño a mi pequeña.
Le senté y saque un pañuelo para vendar su piernecita, lo hice lo más rápido que pude para volver a tomarle entre mis brazos.
May enredo sus bracitos a mi cuello y yo le acomodé tapándole con mi capa, protegiéndole bien de la lluvia. Camine con ella de vuelta a casa, cuando en ese instante vi una silueta que me era familiar.
Eyra hablaba con un chico, un hombre joven, y parecía inquieta. El hombre se movió veloz hacia ella sacando de su espalda un arma que no pude ver bien, pero que brillaba en las sombras. Aquel hombre se abalanzo sobre ella mientras Eyra usando su agilidad sobrenatural se movía en el instante preciso para no ser dañada.
-Eyra!! Grite aun a una distancia larga de ella, corrí hacia ella con May en entre mis brazos pero mi pequeña se aferro a mi cuello asustada, preguntando porque no la llevaba a casa, yo le tenía con el rostro mirando a mi pecho y mi niña no veía lo que yo estaba contemplando…Me pare en seco un instante, apretando la mandíbula, perturbado y dolido por lo que acababa de pasar por mi mente.
Estaba dudando…No podía dejar a mi pequeña para ayudar a Eyra….Pero tampoco podía dejar a Eyra y quedarme con mi niña…Justo en aquel instante bajo la lluvia me vi inmerso en el peor dilema de toda mi existencia, un dilema que no tenia solución para mí, porque yo no podía escoger entre mis dos amores. Simplemente no podía…
-Facturas, notas, invitaciones, cartas amenazadoras…Lo mismo de siempre…comente en voz baja.
Mire una vez mas por la ventana y comencé a preocuparme al contemplar la lluvia que no amainaba
-Jean…No dijeron a qué hora volverían? Nada de nada?? El buen mayordomo negó con la cabeza con su gesto amable y salió del estudio dejándome solo. Podia seguir esperando o ir a buscarlas....
-Jean! Voy a buscar a las damas! comente pensando en darles a ellas una sorpresa.
Jean camino hacia mí y me extendió la capa. Le agradecí con una sonrisa y me la puse rápidamente, acomodando mi capucha, habria tomado un paraguas, pero May los habia quemado todos sin querer...
Salí de la casa y comencé a caminar bajo la lluvia, saliendo de los jardines.
Por la hora que era, era más que posible que estuviesen cerca. Iba a caminar en dirección a la ciudad, cuando de pronto algo me distrajo, un aroma invadió repentinamente mi nariz.
La lluvia camuflaba los aromas y los mesclaba casi eliminándoles, pero aquel aroma había llegado hasta mi en un mínimo momento. Un momento fugaz, pero lo suficiente como para darme cuenta de que era un aroma familiar….Sangre.
Segui el rastro y comencé a internarme entre los frondosos arbustos y árboles de las cercanías, hasta que de pronto lo volví a notar. Esta vez no había sido fugaz, ese aroma no era parte de mi imaginación…
Seguí el aroma y comencé a aterrorizarme al notar que era familiar, muy familiar.
Contemple el suelo lleno de ramitas y hojas secas. Me puse de cuclillas y quitándome los guantes, palpe con la palma de la mano aquella superficie humedecida. Además del lodo había una sustancia rojiza inconfundible, y estaba fresca…acerque mis dedos a mi nariz y lo descubrí al instante.
-May! Me levante de un brinco con los músculos tensos, apretando la mandíbula.
que había pasado? Ese rastro era demasiado fresco. Demasiado! Les habría pasado algo a ambas? Fuese lo que fuese ellas estaban cerca.
Comencé a correr entre los arboles con mi capa ondeando, sintiendo cada vez con más fuerza aquel aroma.
Hasta que de pronto el rastro me condujo hacia un árbol, corrí veloz hacia él y contemple por aquella hendidura, parecía haber un pequeño hueco.
Mire dentro y May acurrucada sobre si misma sollozaba mientras se acariciaba su rodilla que sangraba con aquel corte.
-May! La pequeña me miro asustada, intentando retroceder al ver la figura de un encapuchado ante su pequeño escondite. Pero aquel hueco no le permitía alejarse.
-May cariño soy yo…dije sacándome rápidamente la capucha. Sus ojitos llenos de lágrimas me llamaron y extendió sus bracitos hacia mí, mientras yo rápidamente la tomaba y la apretaba contra mi pecho abrazándole. Había echado tantísimo de menos a mi niña…pero que estaba haciendo allí? Donde estaba Eyra? Es que le había ocurrido algo? Que estaba pasando??Las preguntas vinieron a montones a mi cabeza.
-Tranquila mi niña, ya estoy aquí…te llevare a casa. Dije intentando calmarle, sintiendo como su cuerpecito temblaba entre mis brazos.
Pero antes déjame ver que te ha pasado dije separándole un poco de mi para contemplar aquel corte. El aroma de su sangre envolvió mi olfato enseguida, y yo deje de respirar inmediatamente, como un acto reflejo ante el miedo que siempre sentía de que pudiese descontrolarme, a pesar de que sabía perfectamente que antes prefería morir que hacerle daño a mi pequeña.
Le senté y saque un pañuelo para vendar su piernecita, lo hice lo más rápido que pude para volver a tomarle entre mis brazos.
May enredo sus bracitos a mi cuello y yo le acomodé tapándole con mi capa, protegiéndole bien de la lluvia. Camine con ella de vuelta a casa, cuando en ese instante vi una silueta que me era familiar.
Eyra hablaba con un chico, un hombre joven, y parecía inquieta. El hombre se movió veloz hacia ella sacando de su espalda un arma que no pude ver bien, pero que brillaba en las sombras. Aquel hombre se abalanzo sobre ella mientras Eyra usando su agilidad sobrenatural se movía en el instante preciso para no ser dañada.
-Eyra!! Grite aun a una distancia larga de ella, corrí hacia ella con May en entre mis brazos pero mi pequeña se aferro a mi cuello asustada, preguntando porque no la llevaba a casa, yo le tenía con el rostro mirando a mi pecho y mi niña no veía lo que yo estaba contemplando…Me pare en seco un instante, apretando la mandíbula, perturbado y dolido por lo que acababa de pasar por mi mente.
Estaba dudando…No podía dejar a mi pequeña para ayudar a Eyra….Pero tampoco podía dejar a Eyra y quedarme con mi niña…Justo en aquel instante bajo la lluvia me vi inmerso en el peor dilema de toda mi existencia, un dilema que no tenia solución para mí, porque yo no podía escoger entre mis dos amores. Simplemente no podía…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: El aroma del Jazmín.
Dicen que la vida es una lucha constante por la supervivencia y, en aquél momento, lo era también contra la muerte personificada en aquél cazador de perspicaz mente, pues me había recordado que también se puede mentir mediante los pensamientos si sabes exactamente a quién te enfrentas. Y ahora, apresada por sus brazos y con una estaca reluciendo bajo la luz de la tímida luna que curiosa nos observaba, intentaba volver a escapar de las garras de la Muerte. Con un veloz movimiento de mi cuerpo me había puesto tras él, con una risita de triunfo en mis labios, antes de esbozar una mueca en ellos y llevar la mirada a mi brazo, dónde una pequeña rozadora de aquella estaca había sido suficiente como para envenenar mi sangre. Caí de rodillas ante el cazador, con la vista nublada y a punto de desmoronarme por completo.
- ¿Qué…?- jadeé, sintiendo por primera vez en siglos, que mi piel ardía como si padeciera altas fiebres.
El cazador rió, mostrándome el arma y en cuyo filo logré atisbar un líquido verdoso o quizás amarillento. Tragué saliva, sabiendo que era verbena. Era una planta que en un principio, no dañaba a nadie. Si es que con nadie se refería a mortales, por supuesto. La verbena no me mataría, pero sí que me inmovilizaría durante unas horas, quizás más. Mi cuerpo nunca había estado en contacto con aquél veneno y aquello era una desventaja, pues en tal caso, el efecto sería mucho mayor en un cuerpo virgen, en ese sentido.
Poco a poco, mi cuerpo arraizado ahora junto aquél enorme árbol, iba evaporando la sensibilidad y la consciencia, sintiéndome mareada y sudorosa, como si de una enferma humana me tratara. Justo entonces, una brisa nocturna que profetizaba más tormenta de la que había amainado, me trajo con ella los aromas inconfundibles de Jerarld, mi marido, y May, mi pequeña hija.
Caí desplomada a los pies del cazador mientras él me hablaba sin que yo pudiese comprender demasiado. Se arrodilló ante mí mientras yo luchaba por mantener mis ojos abiertos, buscando la figura de mi marido, reclamando su ayuda. Y le localicé, no muy lejos de mí, sujetando a May y cubriéndola de la llovizna que seguía cayendo sobre nosotros. Sus ojos me miraban y su rostro, más palidecido que de costumbre, mostraba una vacilación. ¿Vacilación? ¿Qué era lo que le hacía dudar? ¡Ante él yacía el cuerpo inmóvil de su esposa! ¿A caso pensaba dejarme morir? ¿Era aquella, su forma de demostrar el amor eterno que me prometió frente al altar? Gruñí entre dientes, sedienta ahora de sangre por aquella traición y me juré que, si salía de esa sin su ayuda, jamás se lo perdonaría. Y un jamás dicho por una inmortal, es una eternidad demasiado larga.
El hombre seguía riendo, extrayendo de mi cuello el filo de un puñal y con él, un líquido carmesí que identifiqué como sangre. No, no había percibido ningún corte en la piel de mi garganta, pero eso se debía a mi ya avanzado estado de inmovilización. Las pestañas me pesaban toneladas y sabía que ya no había batalla que ganar. La guerra la había perdido y ahora estaba a la merced de aquél cazador. Antes de que perdiera la consciencia completamente, supe que el hombre me elevó, llevándome en volandas hacia algún lugar desconocido, lejos de dónde los ojos petrificados de Jerarld seguían fijos en mí, impotentes.
- Púdrete.- gemí interiormente, deseando fervientemente que mi marido hubiese escuchado mi última voluntad antes de desaparecer de aquél lugar, en brazos del Destino.
- ¿Qué…?- jadeé, sintiendo por primera vez en siglos, que mi piel ardía como si padeciera altas fiebres.
El cazador rió, mostrándome el arma y en cuyo filo logré atisbar un líquido verdoso o quizás amarillento. Tragué saliva, sabiendo que era verbena. Era una planta que en un principio, no dañaba a nadie. Si es que con nadie se refería a mortales, por supuesto. La verbena no me mataría, pero sí que me inmovilizaría durante unas horas, quizás más. Mi cuerpo nunca había estado en contacto con aquél veneno y aquello era una desventaja, pues en tal caso, el efecto sería mucho mayor en un cuerpo virgen, en ese sentido.
Poco a poco, mi cuerpo arraizado ahora junto aquél enorme árbol, iba evaporando la sensibilidad y la consciencia, sintiéndome mareada y sudorosa, como si de una enferma humana me tratara. Justo entonces, una brisa nocturna que profetizaba más tormenta de la que había amainado, me trajo con ella los aromas inconfundibles de Jerarld, mi marido, y May, mi pequeña hija.
Caí desplomada a los pies del cazador mientras él me hablaba sin que yo pudiese comprender demasiado. Se arrodilló ante mí mientras yo luchaba por mantener mis ojos abiertos, buscando la figura de mi marido, reclamando su ayuda. Y le localicé, no muy lejos de mí, sujetando a May y cubriéndola de la llovizna que seguía cayendo sobre nosotros. Sus ojos me miraban y su rostro, más palidecido que de costumbre, mostraba una vacilación. ¿Vacilación? ¿Qué era lo que le hacía dudar? ¡Ante él yacía el cuerpo inmóvil de su esposa! ¿A caso pensaba dejarme morir? ¿Era aquella, su forma de demostrar el amor eterno que me prometió frente al altar? Gruñí entre dientes, sedienta ahora de sangre por aquella traición y me juré que, si salía de esa sin su ayuda, jamás se lo perdonaría. Y un jamás dicho por una inmortal, es una eternidad demasiado larga.
El hombre seguía riendo, extrayendo de mi cuello el filo de un puñal y con él, un líquido carmesí que identifiqué como sangre. No, no había percibido ningún corte en la piel de mi garganta, pero eso se debía a mi ya avanzado estado de inmovilización. Las pestañas me pesaban toneladas y sabía que ya no había batalla que ganar. La guerra la había perdido y ahora estaba a la merced de aquél cazador. Antes de que perdiera la consciencia completamente, supe que el hombre me elevó, llevándome en volandas hacia algún lugar desconocido, lejos de dónde los ojos petrificados de Jerarld seguían fijos en mí, impotentes.
- Púdrete.- gemí interiormente, deseando fervientemente que mi marido hubiese escuchado mi última voluntad antes de desaparecer de aquél lugar, en brazos del Destino.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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