AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Caras conocidas [Aleister Masters]
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Caras conocidas [Aleister Masters]
El famoso teatro de París había abierto sus puertas al tan vendido y anunciado espectáculo que ofrecía la compañía "Aromas de Oriente", la cual estaba haciendo su gira por todos los teatros más famosos de toda Europa. En muchos lugares se estimaba espectáculos de aquel calibre, a causa de su exotismo que atraía al publico occidental, pero era demasiado extraño verlos fuera de los ambientes típicos de cualquier burdel o cabaret.
Otra noche plagada del éxito, y de nuevo celebraciones que hacía que su estrella principal se viese envuelta en alagos y conversaciones con gente de alta clase. Se decía que venía te tierras lejanas de oriente y que la había traído el lord inglés de las colonias Indias, que había caído en sus en su misterioso hechizo y que estaba tan encaprichado con ella que la había colmado de todos los lujos que su bolsillo alcanzaba además de crear aquella compañía para ella y usar su influencia para poner su espectáculo como cartel de muchos famosos teatros. Era tal su obsesión por ella que había apartado a su esposa a su lado recluyéndola en su hogar, y presentándola ante una exquisita sociedad que al parecer había caído rendida en el mismo hechizo que parecía desprender.
Rodeada de sus seguidores, Lakme como se hacía llamar en aquel entonces, cambió durante la fiesta sus extravagantes ropas de danza por algo más recatado, aunque recatado para aquella época y sociedad no era la palabra correcta, ya que a pesar de llevar sus cabellos bien recogidos en un complicado peinado a la moda parisina y estar engalanada por caras joyas, su vestido continuaba siendo algo descarado para una clase social como aquella, ajustado en un corsé, más típico de cortesanas que de mujeres de su posición, elevando sus pechos y dejando al descubierto sus brazos y hombros. A pesar de llevar aquel aspecto todos se lo permitían, alguna que otra crítica por las mujeres más puritanas pero al parecer ninguno de aquellos caballeros que la solicitaba no exponían ni una queja.
Un bostezo por su parte, la noche continuaba su camino en la oscuridad y ella por su parte se aburría de las diversas conversaciones aunque tal vez fingiese desinterés había descubierto dos perfectas víctimas para aquella noche: una pareja de inmortales, no tan viejos como ella pero al menos una década poseían en su vida de no muertos. Ambos se habían interesado demasiado en ella, insinuándoles en todo momento que la acompañara al hotel donde se alojaban para continuar aquella “fiesta” de un modo más interesante. Estaba claro que no había reconocido su condición vampírica, creían que ella era un ser humano normal y corriente, y lo poco que pudo leer de ambas mentes sus intenciones con ella iban más dirigidas a los vicios que ambos compartían... Lujuria mezclada con la sed por aquella sangre tan cálida que en su piel latía, desprendiendo un olor más atrayente que de cualquier mortal.
La actuación había comenzado y a pesar de estar medianamente alimentada, de sentir la sangre cálida palpitar en aquella piel pintada por el rubor humano, de que su respiración innecesaria llenase sus pulmones, ella estaba interesada en llamar la atención de aquellos dos de algún modo, pero no con el aspecto del monstruo sino con la máscara de aquello que reflejaba. Una humanidad perdida hacía eras.
Ahora se veían bien lejos del teatro, cerca del hotel donde ambos vampiros se alojaban, fingiendo la embriaguez de todas aquella copas de champan que habían tomado. Sobre todo ella, que reía de vez en cuando con aquella risa hermosa y que fingía estar demasiado mareada para poder apreciar el peligro en el que se encontraba con aquellos dos individuos, aunque realmente la situación era al contrario, ya que Lakme no era la verdadera victima, sino aquellos dos que sería su sustento de sangre para demasiados días venideros.
Otra noche plagada del éxito, y de nuevo celebraciones que hacía que su estrella principal se viese envuelta en alagos y conversaciones con gente de alta clase. Se decía que venía te tierras lejanas de oriente y que la había traído el lord inglés de las colonias Indias, que había caído en sus en su misterioso hechizo y que estaba tan encaprichado con ella que la había colmado de todos los lujos que su bolsillo alcanzaba además de crear aquella compañía para ella y usar su influencia para poner su espectáculo como cartel de muchos famosos teatros. Era tal su obsesión por ella que había apartado a su esposa a su lado recluyéndola en su hogar, y presentándola ante una exquisita sociedad que al parecer había caído rendida en el mismo hechizo que parecía desprender.
Rodeada de sus seguidores, Lakme como se hacía llamar en aquel entonces, cambió durante la fiesta sus extravagantes ropas de danza por algo más recatado, aunque recatado para aquella época y sociedad no era la palabra correcta, ya que a pesar de llevar sus cabellos bien recogidos en un complicado peinado a la moda parisina y estar engalanada por caras joyas, su vestido continuaba siendo algo descarado para una clase social como aquella, ajustado en un corsé, más típico de cortesanas que de mujeres de su posición, elevando sus pechos y dejando al descubierto sus brazos y hombros. A pesar de llevar aquel aspecto todos se lo permitían, alguna que otra crítica por las mujeres más puritanas pero al parecer ninguno de aquellos caballeros que la solicitaba no exponían ni una queja.
Un bostezo por su parte, la noche continuaba su camino en la oscuridad y ella por su parte se aburría de las diversas conversaciones aunque tal vez fingiese desinterés había descubierto dos perfectas víctimas para aquella noche: una pareja de inmortales, no tan viejos como ella pero al menos una década poseían en su vida de no muertos. Ambos se habían interesado demasiado en ella, insinuándoles en todo momento que la acompañara al hotel donde se alojaban para continuar aquella “fiesta” de un modo más interesante. Estaba claro que no había reconocido su condición vampírica, creían que ella era un ser humano normal y corriente, y lo poco que pudo leer de ambas mentes sus intenciones con ella iban más dirigidas a los vicios que ambos compartían... Lujuria mezclada con la sed por aquella sangre tan cálida que en su piel latía, desprendiendo un olor más atrayente que de cualquier mortal.
La actuación había comenzado y a pesar de estar medianamente alimentada, de sentir la sangre cálida palpitar en aquella piel pintada por el rubor humano, de que su respiración innecesaria llenase sus pulmones, ella estaba interesada en llamar la atención de aquellos dos de algún modo, pero no con el aspecto del monstruo sino con la máscara de aquello que reflejaba. Una humanidad perdida hacía eras.
Ahora se veían bien lejos del teatro, cerca del hotel donde ambos vampiros se alojaban, fingiendo la embriaguez de todas aquella copas de champan que habían tomado. Sobre todo ella, que reía de vez en cuando con aquella risa hermosa y que fingía estar demasiado mareada para poder apreciar el peligro en el que se encontraba con aquellos dos individuos, aunque realmente la situación era al contrario, ya que Lakme no era la verdadera victima, sino aquellos dos que sería su sustento de sangre para demasiados días venideros.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Caras conocidas [Aleister Masters]
La noche Parisina había caído sobre las calles de la hermosa ciudad, era una de tantas noches en las que Aleister caminaba solo y en silencio, le gustaba caminar para despejarse, su cabeza muchas veces volvía al pasado con ella, con Silvia... noches como esta. Y era el dolor del corazón tan intenso que acababa abrumado, temiendo colapsarse.
Sus pasos resonaban en las empedradas aceras que rodeaban los viejos edificios de la zona del teatro, enfundado en un abrigo grande de cuero de color oscuro, el chico caminaba como un transeúnte más entre medio del gentío, sus ropas algo arrugadas pero elegantes, demostraban la rebeldía con la que trataba al mundo, sin embargo también demostraba que pese a las apariencias, podía costearse algún que otro capricho, como el hermoso bastón que sujetaba en la mano zurda. De entre sus labios escapaba el humo de un cigarro a medio consumir entre los dedos de la mano derecha, su paso era calmado disfrutando de un breve paseo bajo el orbe que le recordaba a ella... Ella, Silvia, su "aliento de medianoche" había sido la única mujer que le había dado a conocer lo que era el amor, un amor misterioso y salvaje, mezcla de pasión y lujuria, sin embargo desde la noche del incendio no había vuelto a saber de ella.
Aquella maldita noche que se había clavado con sangre en su corazón, recordaba la frustración y la pérdida, pero lo que mas recordaba era su ausencia. Había invertido sus ahorros en reformarlo y abrir de nuevo el local, con la vana esperanza de que ella volviera a frecuentarlo, pero no había sido así, así que algunas noches como la de hoy, salía a las calles de París para buscarla... pero siempre era en vano. Pero esta noche era distinto, de pronto en el viento escuchó esa dulcificada risa, esa melodiosa voz que siempre había sido la melodía que animara su corazón, sus pies se movieron más rápidos que su pensamiento y segundos después se encontraba en la entrada de un callejón sorprendiendo a tres figuras que parecían disfrutar de los pecados de la noche.
Ellos dos, eran justo lo que parecían, dos lacras de la sociedad que vestían pomposamente, vanagloriándose de su posible posición, y por lo que veía tratando de aprovecharse de dicho estatus. La tercera figura era ella, no podía creerlo después de tanto tiempo como un fantasma se presentaba ante él de este modo, tiró la colilla al suelo y se adelantó. No le gustaba nada lo que parecía la situación, encontrarla de nuevo y hallarla en tal apuro. Aferró con fuerza la empuñadura de su bastón y se acercó hasta ellos.
- ¿Silvia eres tu?¿Te están molestando?
Sus pasos resonaban en las empedradas aceras que rodeaban los viejos edificios de la zona del teatro, enfundado en un abrigo grande de cuero de color oscuro, el chico caminaba como un transeúnte más entre medio del gentío, sus ropas algo arrugadas pero elegantes, demostraban la rebeldía con la que trataba al mundo, sin embargo también demostraba que pese a las apariencias, podía costearse algún que otro capricho, como el hermoso bastón que sujetaba en la mano zurda. De entre sus labios escapaba el humo de un cigarro a medio consumir entre los dedos de la mano derecha, su paso era calmado disfrutando de un breve paseo bajo el orbe que le recordaba a ella... Ella, Silvia, su "aliento de medianoche" había sido la única mujer que le había dado a conocer lo que era el amor, un amor misterioso y salvaje, mezcla de pasión y lujuria, sin embargo desde la noche del incendio no había vuelto a saber de ella.
Aquella maldita noche que se había clavado con sangre en su corazón, recordaba la frustración y la pérdida, pero lo que mas recordaba era su ausencia. Había invertido sus ahorros en reformarlo y abrir de nuevo el local, con la vana esperanza de que ella volviera a frecuentarlo, pero no había sido así, así que algunas noches como la de hoy, salía a las calles de París para buscarla... pero siempre era en vano. Pero esta noche era distinto, de pronto en el viento escuchó esa dulcificada risa, esa melodiosa voz que siempre había sido la melodía que animara su corazón, sus pies se movieron más rápidos que su pensamiento y segundos después se encontraba en la entrada de un callejón sorprendiendo a tres figuras que parecían disfrutar de los pecados de la noche.
Ellos dos, eran justo lo que parecían, dos lacras de la sociedad que vestían pomposamente, vanagloriándose de su posible posición, y por lo que veía tratando de aprovecharse de dicho estatus. La tercera figura era ella, no podía creerlo después de tanto tiempo como un fantasma se presentaba ante él de este modo, tiró la colilla al suelo y se adelantó. No le gustaba nada lo que parecía la situación, encontrarla de nuevo y hallarla en tal apuro. Aferró con fuerza la empuñadura de su bastón y se acercó hasta ellos.
- ¿Silvia eres tu?¿Te están molestando?
Aleister Masters- Humano Clase Media
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 12/08/2011
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Re: Caras conocidas [Aleister Masters]
Sus piernas se tambaleaban dejando atrás el sonido del taconeo sobre la calle empedrada. No iban siguiendo un ritmo normal, ya que ella los atrasaba con su actuación. Fingir una embriaguez leve y humana tenía varios factores a tener en cuenta y era el ser más torpe de la cuenta y el decir estupideces todo el tiempo, al menos aquellos dos necios se había creído el cuento y a pesar de que ellos también fingía parecían satisfechos por tener una fresca victima para aquella noche, la cual les sorprendería.
El hombre le susurraba al oído cosas demasiado picantes para el recato de aquella época mientras dedicaba miradas cómplice a su “presunta esposa”, y se mofaba en todo momento de que la sorpresa que tenía en el hotel era lo más inesperado e interesante del mundo; su esposa en cambio se pegaba demasiado a ella con aquella piel pálida y demasiado fría, a veces se detenía y como si hubiese un descuido posaba un beso sobre el hombre descubierto de Lakme, una beso que se veía como una refrenada de una mordida. La inmortal de ojos verdes lo había visto en su mente, su “marido” le pedía paciencia con los ojos, aquel no era un buen lugar para tomar a aquella “pobre muchacha”.
Aquella era de las horas que parecían más oscuras en el anochecer, los faros que antes iluminaban acercándose a la apariencia del día las sombras de la noche quedaban apagadas, anunciando una nocturna bien entrada en su curso.
El tiempo había cambiado anunciando el cercano cambio de las estaciones, aquella noche hacía un leve viento fresco y a pesar de que su piel era carente de la necesidad del calor acogedor, el vello se le erizo levemente a causa de éste frío y un escalofrío fingido recorrió esta misma, Lakme abrazo su propio cuerpo haciendo ademán de tener frío como cualquier otro humano hubiese hecho, no poseía abrigo y ciertamente aquel hombre que les acompañaba no iba a ofrecérselo, más la apretó con descaro de la cintura contra él dedicándole palabras insinuadoras sobre “calentar su piel” que hacer algún tipo de gesto cortés. Ella de nuevo rió rompiendo con aquel sonido encantado el silencio de la noche.
El objetivo estaba cerca de realizarse, el hotel estaba a unas calles de ellos, los vampiros se impacientaban y ella veía casi por seguro que su sed se saciaría para unos días más, a pesar de que ya estaba satisfecha de ella.
Pero algo hizo que la marcha de su plan se viese perturbado, ¿Algo? Más bien alguien.
Al escuchar un nombre que reconoció ella se detuvo en seco y su presunto estado de embriaguez se esfumo, los que la acompañaron observaron el cambio.
“Silvia”, si uno de los miles de nombres que había usado durante unos pocos años mientras residía en Inglaterra hasta que conoció a aquel noble con el que se marcho de aquel país sin dejar explicaciones y que supuestamente había descubierto a una “estrella oriental” en las colonias de las Indias, o al menos eso es lo que ella le había hecho creer en la manipulación de su mente.
Ella reconocía a aquel muchacho que le hablo. ¿Muchacho? Había cambiado bastante, comparado como antes lo recordaba estaba hecho todo un hombre y los años al parecer habían pasado en él de un modo mejorable. Si se los comparaba él parecía ahora mucho mayor que ella, no como antes que cuando se conocieron era al contrario. Ella seguía siendo eternamente joven y el fingir ciertas edades solo le servía por un tiempo.
-Monsieur, creo que se confunde. -Dijo enseguida notando con cierto nerviosismo, la tensión en impaciencia de sus hambrientos compañeros. Los ojos verdes de ella se clavaron directamente en los de él, no pudo fingir en no reconocerlo y aquello fue un fallo que pronto leería en la mente de él que lo habría notado.
Lakme se volvió a hacía sus compañeros y con una sonrisa educada les indico que se adelantarán al Hotel que ella los alcanzaría, ellos se negaron ante el pensamiento de que su victima se les escaparía, pero ella con el “don de la mente” pudo ser muy persuasiva.
Tocándose aquel collar de rubíes camino hacía Aleister. El rostro de ella le miro con cierta dureza, el plan iba perfectamente hasta que tuvo que cruzarse con aquel humano que no sabía del peligro del que se había librado. Ella no hubiese actuado de aquel modo si no fuese por el recuerdo de que en un pasado había sentido cierta debilidad y capricho por él.
-Me llamáis Silvia, pero ¿estáis seguro de que es así como me llamo? Podéis estar confundiendo, monsieur. Como podéis ver en muchos carteles que rodean la ciudad con mi rostro, Silvia no es mi nombre precisamente. -Ella le sonrió con aquel encanto y cortesía que solía mostrar a muchos mientras señalaba a uno de los muchos carteles que anunciaba su exótico espectáculo. -Vuestro rostro me suena, ¿nos conocemos? -De nuevo una pequeña actuación de desinterés.
El hombre le susurraba al oído cosas demasiado picantes para el recato de aquella época mientras dedicaba miradas cómplice a su “presunta esposa”, y se mofaba en todo momento de que la sorpresa que tenía en el hotel era lo más inesperado e interesante del mundo; su esposa en cambio se pegaba demasiado a ella con aquella piel pálida y demasiado fría, a veces se detenía y como si hubiese un descuido posaba un beso sobre el hombre descubierto de Lakme, una beso que se veía como una refrenada de una mordida. La inmortal de ojos verdes lo había visto en su mente, su “marido” le pedía paciencia con los ojos, aquel no era un buen lugar para tomar a aquella “pobre muchacha”.
Aquella era de las horas que parecían más oscuras en el anochecer, los faros que antes iluminaban acercándose a la apariencia del día las sombras de la noche quedaban apagadas, anunciando una nocturna bien entrada en su curso.
El tiempo había cambiado anunciando el cercano cambio de las estaciones, aquella noche hacía un leve viento fresco y a pesar de que su piel era carente de la necesidad del calor acogedor, el vello se le erizo levemente a causa de éste frío y un escalofrío fingido recorrió esta misma, Lakme abrazo su propio cuerpo haciendo ademán de tener frío como cualquier otro humano hubiese hecho, no poseía abrigo y ciertamente aquel hombre que les acompañaba no iba a ofrecérselo, más la apretó con descaro de la cintura contra él dedicándole palabras insinuadoras sobre “calentar su piel” que hacer algún tipo de gesto cortés. Ella de nuevo rió rompiendo con aquel sonido encantado el silencio de la noche.
El objetivo estaba cerca de realizarse, el hotel estaba a unas calles de ellos, los vampiros se impacientaban y ella veía casi por seguro que su sed se saciaría para unos días más, a pesar de que ya estaba satisfecha de ella.
Pero algo hizo que la marcha de su plan se viese perturbado, ¿Algo? Más bien alguien.
Al escuchar un nombre que reconoció ella se detuvo en seco y su presunto estado de embriaguez se esfumo, los que la acompañaron observaron el cambio.
“Silvia”, si uno de los miles de nombres que había usado durante unos pocos años mientras residía en Inglaterra hasta que conoció a aquel noble con el que se marcho de aquel país sin dejar explicaciones y que supuestamente había descubierto a una “estrella oriental” en las colonias de las Indias, o al menos eso es lo que ella le había hecho creer en la manipulación de su mente.
Ella reconocía a aquel muchacho que le hablo. ¿Muchacho? Había cambiado bastante, comparado como antes lo recordaba estaba hecho todo un hombre y los años al parecer habían pasado en él de un modo mejorable. Si se los comparaba él parecía ahora mucho mayor que ella, no como antes que cuando se conocieron era al contrario. Ella seguía siendo eternamente joven y el fingir ciertas edades solo le servía por un tiempo.
-Monsieur, creo que se confunde. -Dijo enseguida notando con cierto nerviosismo, la tensión en impaciencia de sus hambrientos compañeros. Los ojos verdes de ella se clavaron directamente en los de él, no pudo fingir en no reconocerlo y aquello fue un fallo que pronto leería en la mente de él que lo habría notado.
Lakme se volvió a hacía sus compañeros y con una sonrisa educada les indico que se adelantarán al Hotel que ella los alcanzaría, ellos se negaron ante el pensamiento de que su victima se les escaparía, pero ella con el “don de la mente” pudo ser muy persuasiva.
Tocándose aquel collar de rubíes camino hacía Aleister. El rostro de ella le miro con cierta dureza, el plan iba perfectamente hasta que tuvo que cruzarse con aquel humano que no sabía del peligro del que se había librado. Ella no hubiese actuado de aquel modo si no fuese por el recuerdo de que en un pasado había sentido cierta debilidad y capricho por él.
-Me llamáis Silvia, pero ¿estáis seguro de que es así como me llamo? Podéis estar confundiendo, monsieur. Como podéis ver en muchos carteles que rodean la ciudad con mi rostro, Silvia no es mi nombre precisamente. -Ella le sonrió con aquel encanto y cortesía que solía mostrar a muchos mientras señalaba a uno de los muchos carteles que anunciaba su exótico espectáculo. -Vuestro rostro me suena, ¿nos conocemos? -De nuevo una pequeña actuación de desinterés.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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