AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mi bonita... ( Elladora Broccia)
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Mi bonita... ( Elladora Broccia)
La luna iluminaba el cielo oscurecido ya por la noche. La vida bohemia era de esperarse en los jóvenes que todavía no conocían el mundo, pero no era de esperarse en un viejo lobo de mar, o mejor dicho en un viejo brujo de mar. Caminaba vestido de negro totalmente con mi capa azul, mi bastón de madera lustrosa y en mi cabeza jamás faltaba mi sombrero negro.
La mayoría de la gente me tomaría por loco sino estuvierámos en un día, donde todos salían con capas, galeras, bastones,sombreros y un sin fin de accesorios más. A diferencia de otras noches de insomio o de simple aburrimiento, ésta noche no tenía rumbo fijo, caminaría, quizá a algún campamento gitano, o algún templo a que se asustaran con la presencia de la soberbia Mareia, o simplemente recorríría las calles de París, como en mi juventud.
Mi lobo me seguía, hoy se le había dado por seguirme a todos los lugares donde iba. Llegamos a donde la mayoría de los hombres van sumergidos en sus deseos más mundanos, los lugares donde todo hombre es capaz de dejarse llevar por su instinto animal.
Un par de brujas, no por su aspecto físico que era muy hermoso sino por qué tipo de criaturas eran se acercaron a mí. Una de ellas llevaba una tiara de flores en su cabeza, la otra portaba una daga como si fuera una pulsera o un adorno para seducir.
- ¿ Dónde cree que va?.- preguntó la joven con la daga apuntándome.
- A ningún lado.- respondí con una sonrisa.
-¿ Quién es usted, venerable anciano?.-preguntó la otra muchacha, quien en su hombro tenía la estrella de cinco puntas.
-¡ Qué niñas!.- apresuré a decir, el lobo se abrió paso entre ellas, gruñiendo.- mi nombre no les interesa...- repuse dejando entrever mis ojos desafiantes. Las apunté con el bastón para que vieran el ancla que tenia en medio de la piedra, era un nuevo bastón que mi amigo William Rum, un mercader, me había regalado cuando llegué a París. Al verlo, ambas jóvenes palidecieron. Comenzaron a caminar rápido hacia una pequeña casilla. Sonreí. Eran aprendices de la bruja Mirtha, pero qué inútil que era esa mujer, jamás dejaría a mis aprendices que tuvieran esa marca en sus hombros, los condenarían inmediatamente. Sin darle importancia seguí caminando hasta llegar a un callejón.
Envuelta en las sombras,una joven encantadora aparecía como un espejismo hermosamente siniestro.
La mayoría de la gente me tomaría por loco sino estuvierámos en un día, donde todos salían con capas, galeras, bastones,sombreros y un sin fin de accesorios más. A diferencia de otras noches de insomio o de simple aburrimiento, ésta noche no tenía rumbo fijo, caminaría, quizá a algún campamento gitano, o algún templo a que se asustaran con la presencia de la soberbia Mareia, o simplemente recorríría las calles de París, como en mi juventud.
Mi lobo me seguía, hoy se le había dado por seguirme a todos los lugares donde iba. Llegamos a donde la mayoría de los hombres van sumergidos en sus deseos más mundanos, los lugares donde todo hombre es capaz de dejarse llevar por su instinto animal.
Un par de brujas, no por su aspecto físico que era muy hermoso sino por qué tipo de criaturas eran se acercaron a mí. Una de ellas llevaba una tiara de flores en su cabeza, la otra portaba una daga como si fuera una pulsera o un adorno para seducir.
- ¿ Dónde cree que va?.- preguntó la joven con la daga apuntándome.
- A ningún lado.- respondí con una sonrisa.
-¿ Quién es usted, venerable anciano?.-preguntó la otra muchacha, quien en su hombro tenía la estrella de cinco puntas.
-¡ Qué niñas!.- apresuré a decir, el lobo se abrió paso entre ellas, gruñiendo.- mi nombre no les interesa...- repuse dejando entrever mis ojos desafiantes. Las apunté con el bastón para que vieran el ancla que tenia en medio de la piedra, era un nuevo bastón que mi amigo William Rum, un mercader, me había regalado cuando llegué a París. Al verlo, ambas jóvenes palidecieron. Comenzaron a caminar rápido hacia una pequeña casilla. Sonreí. Eran aprendices de la bruja Mirtha, pero qué inútil que era esa mujer, jamás dejaría a mis aprendices que tuvieran esa marca en sus hombros, los condenarían inmediatamente. Sin darle importancia seguí caminando hasta llegar a un callejón.
Envuelta en las sombras,una joven encantadora aparecía como un espejismo hermosamente siniestro.
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Re: Mi bonita... ( Elladora Broccia)
A Petunia se le había ocurrido la brillante de idea de ir a explorar París sin mi. Había escapado por una ventana hacia el callejón que quedaba a unas cuadras de la casa donde me hospedaba. Al darme cuenta de la situación salí corriendo de allí en busca de ella, olvidándome por completo de una capa o abrigo que me protegiera del frío invernal que reinaba en las desoladas calles de París.
Caminé con premura hacia el callejón reflejando mi nerviosismo al tener a Petunia lejos de mi. Era el único recuerdo vivo que tenía de mi patria, de mi madre y de mi antigua vida. No podía dejarla ir. Seguí caminando pero al ingresar al oscuro callejón rebajé un poco la marcha. No me daba buena espina aunque en muchos casos tuve que 'trabajar' en uno.
-Petunia- Grité con mi armoniosa voz -Ven, gatita, ven- Supliqué con algo de nerviosismo esperando que mi atrevida y osada gata no se hubiese perdido. Ella tenía un buen sentido de ubicación pero eso era en Italia, París era una ciudad totalmente nueva que no conocía. No quería perderla...Sabía que tenía el tiempo contado y si dejaba pasar más de una hora no volvería a ver a mi minina blanca. Me frustré mientras volvía a gritar -¡PETUNIA!-
Continué caminando con cuidado hasta llegar a la mitad del callejón observando a un hombre entrado en edad. Caminé hacia él, probablemente sería amable y me ayudaría antes de solicitar mis servicios. Es más, si conseguía a mi gata le daría refugio en mis piernas totalmente gratis. - Buenas noches, monsieur- Dije practicando una de las nuevas palabras que había aprendido, si estaba mal pronunciada probablemente me excusaría con mi profundo y fuerte acento italiano -Disculpe, ha visto usted una gata blanca por acá?- Musité esperando una respuesta mientras mis ojos nerviosos se posaban en los de él.
Caminé con premura hacia el callejón reflejando mi nerviosismo al tener a Petunia lejos de mi. Era el único recuerdo vivo que tenía de mi patria, de mi madre y de mi antigua vida. No podía dejarla ir. Seguí caminando pero al ingresar al oscuro callejón rebajé un poco la marcha. No me daba buena espina aunque en muchos casos tuve que 'trabajar' en uno.
-Petunia- Grité con mi armoniosa voz -Ven, gatita, ven- Supliqué con algo de nerviosismo esperando que mi atrevida y osada gata no se hubiese perdido. Ella tenía un buen sentido de ubicación pero eso era en Italia, París era una ciudad totalmente nueva que no conocía. No quería perderla...Sabía que tenía el tiempo contado y si dejaba pasar más de una hora no volvería a ver a mi minina blanca. Me frustré mientras volvía a gritar -¡PETUNIA!-
Continué caminando con cuidado hasta llegar a la mitad del callejón observando a un hombre entrado en edad. Caminé hacia él, probablemente sería amable y me ayudaría antes de solicitar mis servicios. Es más, si conseguía a mi gata le daría refugio en mis piernas totalmente gratis. - Buenas noches, monsieur- Dije practicando una de las nuevas palabras que había aprendido, si estaba mal pronunciada probablemente me excusaría con mi profundo y fuerte acento italiano -Disculpe, ha visto usted una gata blanca por acá?- Musité esperando una respuesta mientras mis ojos nerviosos se posaban en los de él.
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Re: Mi bonita... ( Elladora Broccia)
La oscuridad de la escena se intensificaba cada vez más, como si todas las luces de París se apagaran simultáneamente, logrando un efecto temeroso para el ojo humano, y para los hombres que ocultan actos o sentimientos a la humanidad, se dice que el hombre de luz no le teme a la oscuridad, pero..¿ Quién es totalmente de luz cegadora?¿ Existe realmente alguien así?.
La luna, madre de los misterios de pueblos ancestrales envolvía cada ser viviente e inanimado. La sombra de un felino provocó que mi lupino amigo encendiera la furia primitiva del cazador. Sus ladridos retumbaban entre los ladrillos rojizos del callejón que tiempo atrás había visto a la luz del astro rey.
El maullido, enternecedor y penoso llegó a mis oídos, lentamente, tratando de no tropezar, para no tener la consecuencia de caer en cama. Conociendo la cama de mi camarote prefería mil veces tener todo reparo antes de padecer días enteros acostado allí. Algo llamó mi atención, rápidamente di la vuelta y vi una joven mujer, una muchacha si la miraba con ojos expertos. Parecía buscar algo por lo apresurado de su voz.
Con un gesto, asentí.- Buenas noches señorita-. dije mientras tapaba mi ropaje con la capa azul. Se notaba que no tenía raíces francesas, no tenía aquel acento de lengua romance, en especial el francés que posee una entonación casi provocativa.
Noté, en sus espejos del alma, un nerviosismo poco común, ¿ buscaba algo?. Asentí con la cabeza cuando mencionó a una felina blanquecina, tanto como la nieve.- Rúas...- susurré, el lobo se acercó a mí y adoptó una posición de espectador, ahora no ladraría. Al conocer un poco el callejón, llegué hasta la famosa gata extraviada, me maulló y al principio tiraba arañazos al aire. Respiré profundamente, acaricié su pelaje suave, se acercó a mí lentamente, como si temiera por su vida, siendo honesto, Rúas la había asustado demasiado. La tomé entre mis brazos.
-¿ Ésta es su gata?.- pregunté con un tono tranquilo, la gata ronroneaba en mis brazos.
La luna, madre de los misterios de pueblos ancestrales envolvía cada ser viviente e inanimado. La sombra de un felino provocó que mi lupino amigo encendiera la furia primitiva del cazador. Sus ladridos retumbaban entre los ladrillos rojizos del callejón que tiempo atrás había visto a la luz del astro rey.
El maullido, enternecedor y penoso llegó a mis oídos, lentamente, tratando de no tropezar, para no tener la consecuencia de caer en cama. Conociendo la cama de mi camarote prefería mil veces tener todo reparo antes de padecer días enteros acostado allí. Algo llamó mi atención, rápidamente di la vuelta y vi una joven mujer, una muchacha si la miraba con ojos expertos. Parecía buscar algo por lo apresurado de su voz.
Con un gesto, asentí.- Buenas noches señorita-. dije mientras tapaba mi ropaje con la capa azul. Se notaba que no tenía raíces francesas, no tenía aquel acento de lengua romance, en especial el francés que posee una entonación casi provocativa.
Noté, en sus espejos del alma, un nerviosismo poco común, ¿ buscaba algo?. Asentí con la cabeza cuando mencionó a una felina blanquecina, tanto como la nieve.- Rúas...- susurré, el lobo se acercó a mí y adoptó una posición de espectador, ahora no ladraría. Al conocer un poco el callejón, llegué hasta la famosa gata extraviada, me maulló y al principio tiraba arañazos al aire. Respiré profundamente, acaricié su pelaje suave, se acercó a mí lentamente, como si temiera por su vida, siendo honesto, Rúas la había asustado demasiado. La tomé entre mis brazos.
-¿ Ésta es su gata?.- pregunté con un tono tranquilo, la gata ronroneaba en mis brazos.
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Re: Mi bonita... ( Elladora Broccia)
La actividad en las ciudades grandes no siempre es de día ni siempre es llevada a cabo por aquellas personas que se visten de manera formal. No, también en la noche existen bullicios, fiestas, reuniones de negocios. Además, aquellos caballeros y damas formales forman parte de la sociedad. La mitad de ellos salen de noche y a ese grupo hay que sumarle un montón más...
Es por eso que el ruido que colmaba el lugar donde estaba hizo que el gruñido del lobo pasara por alto como otro de esos sonidos que, llevados por el viento, susurraban en mi oído. Cuando llegué al frente del señor la oscuridad me dejaba ver poco, apenas alcancé a ver uno de sus movimientos y, luego a su lobo. Una tenaza de miedo se enrolló en mi estómago y miré al hombre como si su lobo se hubiese comido a mi gata. Solté un suspiro nervioso.
-Pero..- Le miré ansiosa -Le asustará- Susurré con temor en mi voz. Amaba a mi gata y era lo único que me recordaba a mi madre y a mi Italia hermosa. Aparte era muy conocida la rivalidad entre lobos/perros y gatos.
Me llevé una mano al corazón agarrando el relicario de mi madre mientras caminaba por el oscuro callejón. Apenas si podía ver nada. Me detuve cuando el señor lo hizo y al girarse vi a mi gata. Una sonrisa radiante iluminó mi rostro y mis ojos. Extendí los brazos -Sí..Su nombre es Petunia- Dije con un tono de voz que ya denotaba tranquilidad -Ven pequeña- Le hice un llamado para que viniera hacia mi, el cual respondió de inmediato. La subí a mis brazos sin importarme que sus patas estuviesen sucias y mancharan mis ropajes. Ronroneó y rozó su cabeza contra mi cuello mientras la abrazaba en un claro reconocimiento de su dueña - Ves por qué no debes salir sin mí aún?- Cuestioné en un tono proecupado antes de mirar al señor con una sonrisa - Muchísimas gracias-
Es por eso que el ruido que colmaba el lugar donde estaba hizo que el gruñido del lobo pasara por alto como otro de esos sonidos que, llevados por el viento, susurraban en mi oído. Cuando llegué al frente del señor la oscuridad me dejaba ver poco, apenas alcancé a ver uno de sus movimientos y, luego a su lobo. Una tenaza de miedo se enrolló en mi estómago y miré al hombre como si su lobo se hubiese comido a mi gata. Solté un suspiro nervioso.
-Pero..- Le miré ansiosa -Le asustará- Susurré con temor en mi voz. Amaba a mi gata y era lo único que me recordaba a mi madre y a mi Italia hermosa. Aparte era muy conocida la rivalidad entre lobos/perros y gatos.
Me llevé una mano al corazón agarrando el relicario de mi madre mientras caminaba por el oscuro callejón. Apenas si podía ver nada. Me detuve cuando el señor lo hizo y al girarse vi a mi gata. Una sonrisa radiante iluminó mi rostro y mis ojos. Extendí los brazos -Sí..Su nombre es Petunia- Dije con un tono de voz que ya denotaba tranquilidad -Ven pequeña- Le hice un llamado para que viniera hacia mi, el cual respondió de inmediato. La subí a mis brazos sin importarme que sus patas estuviesen sucias y mancharan mis ropajes. Ronroneó y rozó su cabeza contra mi cuello mientras la abrazaba en un claro reconocimiento de su dueña - Ves por qué no debes salir sin mí aún?- Cuestioné en un tono proecupado antes de mirar al señor con una sonrisa - Muchísimas gracias-
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Re: Mi bonita... ( Elladora Broccia)
En ocasiones me cuestiono ¿ Qué hubiera pasado si hubiera contraído nupcias con aquel amor que todavía llevo en mi alma, impregnado como perfume francés?. Seguramente hubierámos tenido hijos, me hubiera alejado del mar y sin duda de la hechicería, ¿ Qué hubiera quedado de éste Amelhíon Do Crucerois?, perdería todo lo que había conseguido con esfuerzos, todo por lo que había velado quedaría en cenizas, pero jamás perdería las esperanzas de adoptar a alguien como hijo o hija, quedaría protegido o protegida por el resto de su vida por la guardía del mar, y por los espíritus que me custodían desde que abrí mis ojos y me encontraba en una cuna inventadan entre redes de pescar, espadas, caderines y panderetas.
- Petunia... bonito nombre...¿ no es de París, verdad?.- pregunté con una sonrisa, Rúas, miraba a la felina sin comprender quizá el porque no saltaba y la atacaba, lo cierto era que aquel ser lupino no atacaría a alguien por gusto, era inmensamente inteligente, salvo el hecho de que se convertiera en mi guardían. Largué una leve carcajada.- Disculpe mi atrevimiento...- dije mientras le daba palmadas en la cabeza a Rúas.- No me agradesca, no ha sido nada...Rúas se tendría que llevar el crédito...- la luna brillaba en lo alto, no conforme a eso, mi lobo comenzó a aullarle. Luego de un rato desapareció entre las ramificaciones de callejón.
- Petunia... bonito nombre...¿ no es de París, verdad?.- pregunté con una sonrisa, Rúas, miraba a la felina sin comprender quizá el porque no saltaba y la atacaba, lo cierto era que aquel ser lupino no atacaría a alguien por gusto, era inmensamente inteligente, salvo el hecho de que se convertiera en mi guardían. Largué una leve carcajada.- Disculpe mi atrevimiento...- dije mientras le daba palmadas en la cabeza a Rúas.- No me agradesca, no ha sido nada...Rúas se tendría que llevar el crédito...- la luna brillaba en lo alto, no conforme a eso, mi lobo comenzó a aullarle. Luego de un rato desapareció entre las ramificaciones de callejón.
- Creo que deberíamos salir de la oscuridad de éste callejón...- dije mientras le ofrecía gentilmente mi brazo.- Señorita si quisiera acompañarme...- sonreí. La gata soltó un maullido de lamento.- Oh...claro que puede venir Petunia... si gusta de estar con los plebeyos, ¡ oh reina de Egipto!.- hice una reverencia a la gata, en tono bromista, aunque era cierto que los felinos se considaraban faraones dentro de la cultura de Egipto.
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Re: Mi bonita... ( Elladora Broccia)
Tras su reconciliación conmigo la gata había puesto la mirada fija en el lobo, era su naturaleza. Esperaba que no empezaran a pelear ni le diera por engrincharse o acabaría de nuevo con marcas en los brazos. Sin embargo, de alguna manera el lupino no hizo más que fijar su vista en la preciosa luna que, solitaria, alumbraba algunos recónditos lugares.
Sonreí con alegría y tal vez placer al ver que le gustaba el nombre. Tras eso mis cejas delinearon un perfecto arco que reflejaba mi sorprendimiento - Así es, soy italiana, monsieur- Le miré reir y pude observar que se trataba de una persona naturalmente amable y simpática. De ese tipo de personas que ayuda sin esperar absolutamente nada a cambio. De ese tipo de personas de las que ya no se encontraban en esta época -De todas maneras, le doy las gracias a usted. Estoy segura de que le ha educado con ahínco- Especifiqué acariciando de nuevo a Petunia.
Tras eso miré alrededor percatándome ahora de en dónde estábamos. El temor y peligro me golpeó en la cara con una brisa fría. En mi cara se reflejo algo de temor que también hizo que tomara con premura el brazo del señor. Pude escuchar a Petunia y reí ante lo que dijo el señor -Estoy segura de que es así. Si no me hubiese dejado hace mucho- Le especifiqué mientras empezaba a caminar. No obstante, en medio del callejón recordé algo que se me había pasado por alto -Oh por Dios, disculpe mi educación, soy Elladora Broccia - Dije con un tono apenado antes de hacer una breve reverencia -¿ Cuál es el nombre del héroe que ha salvado a Petunia y a mi?- Pregunté con una sonrisa amplia. Dejé a Petunia caer al piso pues desde hace rato quería liberar sus piernas. Lo único es que ahora tenía confianza de que no se alejaría más de un metro de mi
Sonreí con alegría y tal vez placer al ver que le gustaba el nombre. Tras eso mis cejas delinearon un perfecto arco que reflejaba mi sorprendimiento - Así es, soy italiana, monsieur- Le miré reir y pude observar que se trataba de una persona naturalmente amable y simpática. De ese tipo de personas que ayuda sin esperar absolutamente nada a cambio. De ese tipo de personas de las que ya no se encontraban en esta época -De todas maneras, le doy las gracias a usted. Estoy segura de que le ha educado con ahínco- Especifiqué acariciando de nuevo a Petunia.
Tras eso miré alrededor percatándome ahora de en dónde estábamos. El temor y peligro me golpeó en la cara con una brisa fría. En mi cara se reflejo algo de temor que también hizo que tomara con premura el brazo del señor. Pude escuchar a Petunia y reí ante lo que dijo el señor -Estoy segura de que es así. Si no me hubiese dejado hace mucho- Le especifiqué mientras empezaba a caminar. No obstante, en medio del callejón recordé algo que se me había pasado por alto -Oh por Dios, disculpe mi educación, soy Elladora Broccia - Dije con un tono apenado antes de hacer una breve reverencia -¿ Cuál es el nombre del héroe que ha salvado a Petunia y a mi?- Pregunté con una sonrisa amplia. Dejé a Petunia caer al piso pues desde hace rato quería liberar sus piernas. Lo único es que ahora tenía confianza de que no se alejaría más de un metro de mi
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Re: Mi bonita... ( Elladora Broccia)
Los recuerdos de una juventud francesa en pleno descubrimiento de mi ser interior llegaban a mí con tanta fuerza que creí por un momento desvanecerme de la realidad que me rodeaba, creía rozar la mejilla de antiguos amores, encontrar pensamientos tan viejos como el hombre, todo estaba en mi cabeza, una locura repentina, una muestra de mi avanzada edad, quizá, ¿ una cuenta regresiva?, lo dudaba pero tendría que estar seguro para poder descartar aquello.
Esa pregunta de tres palabras que separadas tienen una connotación diferente pero juntas provocan el estremecer de la misma tierra, pasa como un torbellino por la mente de las personas que han vivido la mayor parte de sus vidas y que la eterna interrogante vaga ahora, como nunca antes, sólo atormenta, es el fantasma de una vida culminada. En mi caso, no significaba más que una leve añoranza a los momentos más entretenidos e inolvidables de mi vida.
Volviendo a la historia de aquella noche, por mutuo acuerdo decidimos salir de aquellos oscuros pasadizos, que más tarde llamarían la atención a cineastas y novelistas.
Sonreí, la joven tenía una dulzura especial, no se veía comúnmente. Tampoco era teatralización absurda, si bien podría sospechar un indicio, en esos minutos no lo encontraba, por mucho que buscara, era completamente inútil. Es raro para una persona como yo, que esté en paz consigo mismo, mi abuela hubiera dicho: " Mi querido Amelhíon... hay veces que un brujo necesita tener un aura angelical, antes de demostrar que ha firmado un pacto con el Angel caído a penas nació".
- Se sorprenderá al saber que Rúas, mi lobo, me acompaña desde mi último viaje, aprende rápido...más de lo que creía.- sonreí de medio lado, como en mi juventud.
Luego de una Odisea, propia de los héroes griegos, supe su nombre.- Elladora, algunos pensarían que es nombre de una vieja bruja...mas... no saben lo que dicen.- Continué extasiado, pensando que mi rostro se volvería jovial, al igual que mi voz y mi conocimiento, claro que... era sólo un pensamiento, nacido de aquella sensación de añoranza que más tarde trataría de apasiguar.
- No debe apenarse, ante una emergencia, todos olvidamos el protocolo...- No pude evitar sonreí, tampoco quería hacerlo. Tomé mi bastón de madera he hice una reverencia galante.- Mi nombre joven compañera es... Amelhíon Do Crucerois, para servirle.- dije besándole la mano, su perfume era tan dulce como miles de flores en la campiña italiana.
Esa pregunta de tres palabras que separadas tienen una connotación diferente pero juntas provocan el estremecer de la misma tierra, pasa como un torbellino por la mente de las personas que han vivido la mayor parte de sus vidas y que la eterna interrogante vaga ahora, como nunca antes, sólo atormenta, es el fantasma de una vida culminada. En mi caso, no significaba más que una leve añoranza a los momentos más entretenidos e inolvidables de mi vida.
Volviendo a la historia de aquella noche, por mutuo acuerdo decidimos salir de aquellos oscuros pasadizos, que más tarde llamarían la atención a cineastas y novelistas.
Sonreí, la joven tenía una dulzura especial, no se veía comúnmente. Tampoco era teatralización absurda, si bien podría sospechar un indicio, en esos minutos no lo encontraba, por mucho que buscara, era completamente inútil. Es raro para una persona como yo, que esté en paz consigo mismo, mi abuela hubiera dicho: " Mi querido Amelhíon... hay veces que un brujo necesita tener un aura angelical, antes de demostrar que ha firmado un pacto con el Angel caído a penas nació".
- Se sorprenderá al saber que Rúas, mi lobo, me acompaña desde mi último viaje, aprende rápido...más de lo que creía.- sonreí de medio lado, como en mi juventud.
Luego de una Odisea, propia de los héroes griegos, supe su nombre.- Elladora, algunos pensarían que es nombre de una vieja bruja...mas... no saben lo que dicen.- Continué extasiado, pensando que mi rostro se volvería jovial, al igual que mi voz y mi conocimiento, claro que... era sólo un pensamiento, nacido de aquella sensación de añoranza que más tarde trataría de apasiguar.
- No debe apenarse, ante una emergencia, todos olvidamos el protocolo...- No pude evitar sonreí, tampoco quería hacerlo. Tomé mi bastón de madera he hice una reverencia galante.- Mi nombre joven compañera es... Amelhíon Do Crucerois, para servirle.- dije besándole la mano, su perfume era tan dulce como miles de flores en la campiña italiana.
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