Los misterios del anochecer [ Lucrezia Fallaci]

La noche caía en el cielo parisino, la luz del sol que todo el día alumbraba la ciudad y sus suburbios cada vez iba apagándose en detrimento de la oscuridad. La mayoría de las gentes iba retirándose a sus casas, pero que hay de los que vivían en la calle, aquellos que buscaban el sustento por las callejuelas ya sea de forma honesta o por hurto y engaño. La gente de más nivel social ya se estaba retirando de ese barrio, en esas visitas que los nobles y adinerados solían hacer según ellos por caridad, según muchos y en su mayoría acertando, para darnos envidia y presumir de su poder, los que no habían ganado para ese día poco iban a ganar, al menos de buenas maneras.

Por suerte ese día había ganado para pagarme la posada y algo más había sido un buen día , encandilar a la alta sociedad a veces resulta tan fácil…Aunque no siempre es así, a veces llegan a sorprenderme. Cogí mi violín y me dirigí hacía una plaza más o menos transitada, hacía bastante calor, así que deje mi chaqueta en el suelo. No necesitaba dinero para esa noche, pero si alguien gustaba de dármelo, ¿por qué privarme de ello? Sería un gesto maleducado por mi parte. Comencé a tocar observando de vez en cuando lo que ocurría en la plazoleta. Gente de bien, que bailaba en torno a la música, otros que hacían daño a nuestro nombre cometiendo algún tipo de desorden. No podía decirse que las calles de Paris estaban muertas y menos en ese barrio. No hubo suerte, no me tiraron nada, mas estaba disfrutando de mi música y con una ligera sonrisa y con los ojos a medio cerrar continúe tocando un rato más al amparo de la luna de Parisina.

Ya debería estar en casa y lo sabía pero como siempre y para no perder la costumbre se había entenido más de lo debido, el sol ya se había puesto, podía notar como el vello se le erizaba y no era para menos...había refrescado bastante, no hizo caso a su madre como siempre ahora esas eran las consecuencias. Al girar en una de las esquinas, una ráfaga de viento despeinó sus largos cabellos castaños a su favor, así tendría vista completa de todo lo que pasaba a su alrededor. Sus pasos le guiaron hasta una de las plazas centrales de París, si no recordaba mal paseó el otro día pero en carruaje y no pudo apreciar con detalle aquel lugar concurrido, muchos transeúntes aún caminaban y aunque en las calles apenas quedaba un alma, aquella plaza te invitaba a todo y a más...

Sin darse cuenta, ya se encontraba observándolo todo con sus enormes ojos verdes... cada rostro, cada gesto. Hubo un instante en el que se detuvo al oír de fondo una suave música, giró el rostro en ambos sentidos para oír con exactitud de dónde venía, esa canción pegadiza...era como si la hubiese oído antes ¿pero dónde? Parecía que venía de uno de los rincones de aquel maravilloso lugar, por ahora...se había convertido en uno de sus favoritos...no llevaba mucho en París pero si algo le llamaba la atención era algo que no podría olvidar, como aquellas caras, aquel buen ambiente....esa canción.

Muchos curiosos observaban al creador de aquellas notas musicales, unos se aventuraron a bailar y otros tan solo daban golpecitos con el pie en la fría calzada, Lucrezia sonrió de forma más amplia al poder ver quién era el causante de todo aquella magia, porque más que alboroto para ella era eso...gente de todas clases por así decirlo, se quitaban la máscara, dejándola a un lado y vivir el momento. No habría otro como este... entre risas dos jóvenes dejaron de bailar y el músico se quedó solo. ¿Se lo pensó? No, como había venido intentó adentrarse en el medio donde antes esa pareja bailaba, ¿locura? Puede... pero los locos son los que mueven el mundo.

Con gracia y sin ningún ápice de verguenza, la joven empezó a moverse con suavidad en torno al jovencito que tocaba, se sabía mover bien...al ritmo de aquella música, captando más la atención de todo el mundo, si llegase a estar su madre habría la misma gente pero divisando una escena diferente, porque la mataría... según ella: "Una señorita no debe hacer determinadas cosas", cosas que Lucrezia le salían solas... le pedía a gritos hacerlo ¿porqué no? Cuando la música cesó un momento, le dedicó una leve reverencia, quedando de medio lado y así no dándole la espalda al público, pero sí mirándole a él.

-Espero que se esmeren en dar más de una moneda, la canción ha sido larga y sin ninguna mala entonación, bueno ...quizás el final pero no se han dado cuenta, tenían los ojos puestos en otro lugar más...¿interesante? Puede ser...-apartó algunos mechones a un lado y rió por su broma, esperó que no se lo tomase a mal puesto que no lo había dicho con ese fin.

Como si en una habitación en soledad amueblada por los edificios de la calle, tocaba mi melodía sin reparar demasiado en las figuras que alrededor se iban arremolinando, gente que disfrutaba de mi música, gente que quizá no tuviera demasiado dinero como para entregarlo, tampoco lo buscaba, ya tenía lo suficiente. Además que mejor pago para un artista podría haber, que las gentes, sus vecinos, aprecien y bailen a su son en este idílico escenario de Paris, con las primeras luces de la Luna. De vez en cuando abría un ojo para ver quien se acercaba y cuantos, si alguno de sus conocidos había hecho acto de presencia esa noche, mas parecía que otros asuntos debían de atender.

Decidí levantarse, sin dejar de tocar. En un suave y sutil movimiento, me erguí para luego caminar suavemente por entre los presentes, intentando hacer participes a los bailarines de la música. Era algo mágico, algo que quizá en los barrios más céntricos y adinerados de la capital francesa nunca se podría ver, pues… ¿Quién de todos esos ricachones iba a perder la compostura y bailar frente a la música de un desconocido? Dando vueltas entre todos los participantes, no haciendo especial atención en ninguno, algo captó mi atención por unos instantes, una figura que jamás había visto por esas calles, alguien que lo más probable era que no perteneciera a ese círculo, algo extraño, algo que necesitaba descubrir, así que me acerque hacía la figura con la música como presentación.

Me acerque hasta la joven, y una pareja que allí bailaba pareció cederme el paso terminado así su baile, parecía con ganas de bailar pero algo indecisa, por lo que intente que la música diese el empujoncito que le faltaba. Comenzó a moverse y poco a poco sin ningún tipo de pudor o vergüenza. Poco a poco parecía rivalizar con mi música, no podía reprocharlo pues ¿a quién iban a prestar su atención a un joven gitano que tocaba en la calle o a una figura con bailes alegres y vitales? Al fin y al cabo gente como yo era lo que no faltaba en esas calles. Aceleré el ritmo de la música intentando hacer que el público se deleitase con los exóticos bailes de la joven, haciéndola participe de su improvisada actuación e intentando salir del primer plano dejándole a ella esa posición.

La canción llegaba a su fin, por lo que intenté darle el garbo que se merecía con rápidos movimientos de manos intente realizar un final digno. Cuando deje de tocar, levanté el rostro del violín con una ligera sonrisa y algunos aplausos se pudieron escuchar. Me incliné ante el público y ante la que en ese baile parecía mi compañera de escenario de una forma cortes, de buenos modales. Algo sorprendido por sus palabras, sonreí ante su comentario, pues tampoco estaba lejos de tener la razón.-Sois muy generosa con vuestros comentarios Madame, pero como decís quizá tenga que repartir lo ganado con la bailarina. Quizá con alguno de mis desafinos sin vos mi público se habría ido ya.- comentó mientras colocaba el violín a su espalda y el arco dejándolo en su mano izquierda.-¿Desea quizá, madame, algo más lento y sosegado, para bailar agarrado con alguno de los apuestos presentes?-añadí mientras con el brazo izquierdo realizaba un ademán haciendo ver que se refería a los inquilinos de la plaza.-Aunque he de admitir que la curiosidad me invade, pues no es habitual a estas horas gente de vuestra clase por estas plazas, si me permite el atrevimiento.- comente agrandando la sonrisa, y haciendo gala de mi particular acento, heredado de la cultura de mis antepasados.

Por extraño que pareciese, era como si ya hubiese pasado antes, un dejavú extraño pero que no quedó desapercibido para la joven, era como si su cuerpo dejara de tomar control sobre ella y se moviese a aquella melodía, totalmente de forma inconsciente...sabiendo lo que hacer en cada movimiento, pero lo más curioso era que si antes no había oído tan siquiera la canción ¿porqué parecía que también la hubiese oído? Fuese como fuese, no podía parar y no lo hizo hasta que aquellas últimas notas fueron alargadas, no oyó los aplausos de los espectadores, seguía intentando asimilar lo que estaba ocurriendo pero fue en vano porque no obtuvo nada. Aún en sus pensamientos, aquella voz...la que ahora se encontraba más cercana, le hizo sacudir la cabeza y sonreír de forma leve, a modo de disculpa, incluso...sus ojos verdes se entrecerraron como si hablase en un idioma diferente y no lo hubiese entendido...

-No tengo mérito, es vuestro puesto que sin música ¿qué hubiese sido de este espectáculo?-se acomodó el cabello castaño, peinándose con los dedos de forma distraída, una parte de la frase le hizo gracia y se echó a reír , bajando un tanto la cabeza y así ocultar un tanto su rostro, negó...claro que no era su mérito ni por asomo, antes de que su baile tuviese comienzo ya estaba rodeado, amable por su parte por lo que le dedicó una de aquellas sonrisas apacibles que Lucrezia mostraba cuando verdaderamente estaba complacida- Probemos pues si alguien se atreve a bailar con una jovencita descarada, ¿de mi clase? Es de noche, de noche no se distinguen las clases mi querido músico y mucho menos ahora mismo, empieza... ¿habrá valientes que se atrevan a desafiarme?No toqueis algo más lento, no desearía tener que armar una escandalera...

En efecto, poca gente de su clase se encontraba allí...por no decir la única, más de la condición de él , recuperando el aliento...dejó escapar un suspiro, dejando finalmente el cabello castaño a un lado, aquellos ojos verdes podían incluso brillar a la tenue luz de las farolas que iban prendiendo a medida que los minutos iban transcurriendo. Algún que otro espectador echaba monedas cerca del músico, sonrió por aquello...esperó que le hubiese ayudado de algún modo después de haber interrumpido en su número. Satisfecha por el resultado , tomó todas las monedas que ambos habían conseguido, podía llenarse ambas palmas de las manos. Se las mostró de lo más orgullosa, esperando algún apremio o respuesta por parte de él.

-Veo que al fin y al cabo mi colaboración ha valido la pena, al final tendreis que contratarme...-claro que conocía esas miradas, más que de curiosidad de asombro ¿una chica adinerada por aquellas zonas? Era descabellado, peligroso pero ¿acaso aquellos ojos verdes mostraban miedo? Al contrario, estaba tranquila...como si fuese algo muy normal el estar a esas horas por allí y sola, poco a poco la gente fue tomando sus rumbos pero la plaza seguía estando con ese movimiento tan alegre que había alertado a la joven y aventurera Lucrezia pues había muchos sitios que descubrir.

Observó a la joven Fallaci con una ligera sonrisa como se movía, como interactuaba con el entorno. Sin embargo algo extraño percibió, algo raro pues nunca la había visto en su vida por esa zona ni por ningún lado a decir verdad. Pero...podría decirse que había vivido allí durante toda su vida, únicamente destacando por sus ropajes, sus movimientos, gestos y la manera de disfrutar la música no parecía de alguien que viviese en las "zonas nobles" de la ciudad francesa. Le picaba la curiosidad. Escuchó como le tiraba flores y asintió con leve cortesía que había aprendido para complacer a los adinerados que por allí pasaban y sacarles algo más de premio por sus actuaciones. Vio como agacho la cabeza y acercándose más sin tocarla, agacho la cabeza y le hablo.- No esconda su rostro Madame...No es la hora de esconder el rostro e inclinarse ante nadie, la noche sirve para eliminar la máscara...

Se retiró tras esto, volviendo a la posición que antes ocupaba, sujetando el violín con una mano tras su espalda, hasta que vio que la joven volvió a la carga, surgiendo de nuevo ese espíritu que a Alcide le resultaba extraño y curioso en partes iguales para una chica como ella. Salió para pedir un nuevo baile. Algo rápido enérgico, algo con que los zapatos sufriesen y haría que odiasen al músico y al suelo por semejante tortura.- Bien madame...comprobemos quien tiene razón en esta pequeña disputa músico o bailarina.- sonrió levemente y se subió a uno de los pequeños cubos que en el suelo había para tomar una posición elevada, para luego dirigirse al publico de la plaza con voz un poco más alta.-Saludos buenas gentes, les invito a un nuevo baile y a ver si algún valiente puede sacarle los colores a la joven madame con alguna maestría de la danza de las que solo aquí disponemos. -Miró a Lucrezia con una ligera sonrisa.- ¿Lista?-para comenzar a tocar el violín. Con un ritmo in crescendo, la música fue cogiendo ritmo poco a poco , incrementando su energía para culminar con un ritmos extravagantes y exóticos de elevado ritmo.

De vez en cuando abría uno de sus ojos para ver como se desenvolvía la joven. Muchos jóvenes quisieron conquistarla con la danza , pero al contrarío de lo que pudiera parecer ella no se amedrentaba. Varios fueron los que hicieron caso del joven gitano y se acercaron a bailar con la dama, más tuvieron que dar la vuelta con premura pensando que sería una presa fácil, todo lo contrario. Cuando hubo terminado, se inclino ante su público y se bajo del pedestal al que estaba subido, se acerco a la que parecía su compañera de actuación con una sonrisa y viendo como recuperaba el aliento y como sostenía un montón de monedas que las g entes habían arrojado, observándolas con una sonrisa y la cabeza ladeada.

-Vaya...Y eso que esta noche lo he hecho por mera diversión...Creo que nuestra contienda se resuelve empate Madame, vuestros pies son muy briosos, capaz de sorprender a las gentes del lugar, que pocas cosas pueden hacerlo. Quizá tengáis razón y podamos hacer un buen negoció...- dijo llevado su mano a la barbilla para luego sonreír. -Mas mi opinión es que no habéis venido aquí solo a bailar, algo más os trae a estos parajes.-comentó caminado alrededor de ella, observándola.-Que me diríais si os ofrezco pasar un noche como una gitana, os enseñaría mi mundo con mis ojos. Vuestro corazón podría soportar tan horrible visión.- dijo casi entre risas, mas su voz ya tornaba a ser suave y calmada. Quería investigar el porque sentía esa curiosidad, quizá llevarla a su terreno haría que el velo que envolvía ese misterio se desvaneciese.