AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Quizás no sea tan mala tarde.
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Quizás no sea tan mala tarde.
De fondo podía oírse los quejidos de ambas hermanas, a su madre pidiendo por no sabía que vez se callasen y no, no hacían caso. Desde su posición, en aquel elegante sillón de tonos anaranjados, Lucrezia recostada intentaba leer uno de esos libros que tanto le apasionaban, miles de parajes, paisajes, lugares desconocidos en los que alguien con una imaginación sin fronteras plasmaba de forma viva en aquellas hojas que devoraba sin descanso...hasta ese preciso momento. Sus ojos verdes se cerraron de golpe al oír aquel grito de desesperación de la hermana pequeña, luego un lloriqueo y un grito mayor finalizado por su madre. ¡Maldición! ¿Es que en aquella casa era tan difícil leer aunque fuese una simple línea? Además, no le quedaban apenas un par de hojas y ya habría acabado aquella novela...
No lo pensó, tomó la solapa de la hoja del libro que leía y le hizo un doblez muy suave...aunque fuesen pocas hojas las que le quedaban no tenía memoria para esas cosas y siempre terminaba por enfadarse consigo misma. Sin decir nada, se levantó abandonando la habitación...de reojo observó a las tres mujeres y entornó los ojos, siendo observada por su padre...el cual la miraba con una ceja enarcada. Sus miradas se cruzaron en el mismo instante en el que el hombre echó el humo de su pipa al rostro de la joven, tosió un tanto y suspiró negando con la cabeza, sabía cuanto odiaba que hiciese eso y sin embargo era peor que un niño pequeño, pero lo adoraba sobre todas las cosas y no podía ni siquiera enfadarse por aquello. Sonrió de forma muy breve pero que al señor Fallaci le ensanchó la suya propia, elevándole el finísimo bigote castaño...
-Lucie, sé que es molesto el comportamiento de tus hermanas pero nunca haceis nada juntas y también sé que no te dejan ni leer, que siempre te están vigilando y no haces nada que realmente quieres, eso lo sé perfectamente como también sabes que lo hago por tu madre...la cual no diré nada porque estará toda la noche en vela y regañándome pero ...-el dedo de la chica selló los labios de su progenitor, amaba interrumpirle así y como no reír un tanto de forma divertida, es que ser sermoneada por su padre era totalmente imposible.
-Padre, ya lo sé, todo eso y más pero solo quiero un rato para terminar la novela... de paso tomaré prestado unos cuantos libros más, aún están guardados en ese baúl enorme y creo que para fastidiarme, mamá no los va a sacar de allí, no me mires así porque sabes que tengo razón así que más motivo me da para que salga, será un par de horas...si ni siquiera se dará cuenta, ahora seguro que les peinará mientras les repita que "yo a vuestra edad...", ese cuento ya me lo sé... así que voy a conocer otros, no debes preocuparte no llegaré tarde pero tendrás que cubrirme...-juntó los labios en un gesto demasiado encantador para ser rechazado y como no surtió efecto, apartó el dedo y lo besó en la mejilla, tomando su ligero vestido de muselina color esmeralda, aligeraría el paso y con suerte no obtendría un "no puedes ir sola" por respuesta, antes de que pudiese decir nada y seguida de una risa, bajó la escalera de caracol y desapareció por la puerta.
*~
París, París... si no recordaba mal y el señor Bucket le orientó, la biblioteca se encontraba en el centro de París, el cual no estaba nada lejos de donde se habían instalado...todo estaba bastante bien ubicado y más que encantada tendría que ir a averiguar por ella misma cuales eran los mejores lugares para leer, conocer costumbres , personas y demás...era una ciudad entera para ella, ¿porqué desperdiciar un segundo más? Thomas el cochero, no se molestó en insistir en llevarla, siempre iba a pie y guiada por su don de la orientación...cruzó la avenida y la Plaza Tertre, estaba atestada de gente que simplemente caminaba, otros hacían sus números de distracción y los demás , simples transeúntes que se distraían aquella tarde nublada, sin un rayo de sol.
Lucrezia apresuró su paso, guiada por algún que otro cartel...solo una calle más y llegaría, tenía muy buenas referencias de la biblioteca parisina, seguro que no se conformaría con un par de libros pues su curiosidad cruzaba fronteras y tendría una pila de libros en un abrir y cerrar de ojos...
Despistada, se detuvo...dando una vuelta así misma y ver donde se encontraba, unos metros antes si no recordaba mal ya debería haber llegado, tenía que estar cerca... muy cerca...alzó el rostro para observar mejor los edificios, inconsciente...dio un par de pasos hacia atrás , el libro que tan solo sostenía de forma suave cayó cuando un transeúnte chocó con ella de forma accidental...enseguida se agachó a cogerlo pero al ver el desastre maldijo todo lo malo por maldecir y eso en una chica de su edad no estaba bien visto, el libro cayó en uno de los charcos que bordeaban las aceras empedradas, los caballos y sus necesidades... sí, estaba bien que limpiasen las calles pero ¿porque justo a ella?
-¡No puede estar pasándome a mí! ¡Malditas niñas! Y a dos pasos de la biblioteca,..no, si lo único que hace falta es que...-antes de acabar la frase, un par de gotas cayeron sobre su cabeza, , el olor a lluvia estaba presente y sus ojos se agrandaron como si realmente todo esto fuese una broma, cosa incierta...de mala gana tomó el libro y en un gesto brusco fue ella quién se tropezó con alguien, la lluvia empezaba a apretar y con el libro completamente empapado entre otras cosas...mojaban parte de la parte inferior de su vestido, sin olvidar sus manos...-Le diría que lo siento, pero mentiría... así que espero que no me cause más problemas....como veis ya tengo bastantes -se miró de reojo como se manchaba, luego al hombre con el ceño fruncido , pero...un momento ¿no era?, su rostro se congeló e intentó decir algo sin sentido...todo de una... ¿qué más podía pedir?
No lo pensó, tomó la solapa de la hoja del libro que leía y le hizo un doblez muy suave...aunque fuesen pocas hojas las que le quedaban no tenía memoria para esas cosas y siempre terminaba por enfadarse consigo misma. Sin decir nada, se levantó abandonando la habitación...de reojo observó a las tres mujeres y entornó los ojos, siendo observada por su padre...el cual la miraba con una ceja enarcada. Sus miradas se cruzaron en el mismo instante en el que el hombre echó el humo de su pipa al rostro de la joven, tosió un tanto y suspiró negando con la cabeza, sabía cuanto odiaba que hiciese eso y sin embargo era peor que un niño pequeño, pero lo adoraba sobre todas las cosas y no podía ni siquiera enfadarse por aquello. Sonrió de forma muy breve pero que al señor Fallaci le ensanchó la suya propia, elevándole el finísimo bigote castaño...
-Lucie, sé que es molesto el comportamiento de tus hermanas pero nunca haceis nada juntas y también sé que no te dejan ni leer, que siempre te están vigilando y no haces nada que realmente quieres, eso lo sé perfectamente como también sabes que lo hago por tu madre...la cual no diré nada porque estará toda la noche en vela y regañándome pero ...-el dedo de la chica selló los labios de su progenitor, amaba interrumpirle así y como no reír un tanto de forma divertida, es que ser sermoneada por su padre era totalmente imposible.
-Padre, ya lo sé, todo eso y más pero solo quiero un rato para terminar la novela... de paso tomaré prestado unos cuantos libros más, aún están guardados en ese baúl enorme y creo que para fastidiarme, mamá no los va a sacar de allí, no me mires así porque sabes que tengo razón así que más motivo me da para que salga, será un par de horas...si ni siquiera se dará cuenta, ahora seguro que les peinará mientras les repita que "yo a vuestra edad...", ese cuento ya me lo sé... así que voy a conocer otros, no debes preocuparte no llegaré tarde pero tendrás que cubrirme...-juntó los labios en un gesto demasiado encantador para ser rechazado y como no surtió efecto, apartó el dedo y lo besó en la mejilla, tomando su ligero vestido de muselina color esmeralda, aligeraría el paso y con suerte no obtendría un "no puedes ir sola" por respuesta, antes de que pudiese decir nada y seguida de una risa, bajó la escalera de caracol y desapareció por la puerta.
*~
París, París... si no recordaba mal y el señor Bucket le orientó, la biblioteca se encontraba en el centro de París, el cual no estaba nada lejos de donde se habían instalado...todo estaba bastante bien ubicado y más que encantada tendría que ir a averiguar por ella misma cuales eran los mejores lugares para leer, conocer costumbres , personas y demás...era una ciudad entera para ella, ¿porqué desperdiciar un segundo más? Thomas el cochero, no se molestó en insistir en llevarla, siempre iba a pie y guiada por su don de la orientación...cruzó la avenida y la Plaza Tertre, estaba atestada de gente que simplemente caminaba, otros hacían sus números de distracción y los demás , simples transeúntes que se distraían aquella tarde nublada, sin un rayo de sol.
Lucrezia apresuró su paso, guiada por algún que otro cartel...solo una calle más y llegaría, tenía muy buenas referencias de la biblioteca parisina, seguro que no se conformaría con un par de libros pues su curiosidad cruzaba fronteras y tendría una pila de libros en un abrir y cerrar de ojos...
Despistada, se detuvo...dando una vuelta así misma y ver donde se encontraba, unos metros antes si no recordaba mal ya debería haber llegado, tenía que estar cerca... muy cerca...alzó el rostro para observar mejor los edificios, inconsciente...dio un par de pasos hacia atrás , el libro que tan solo sostenía de forma suave cayó cuando un transeúnte chocó con ella de forma accidental...enseguida se agachó a cogerlo pero al ver el desastre maldijo todo lo malo por maldecir y eso en una chica de su edad no estaba bien visto, el libro cayó en uno de los charcos que bordeaban las aceras empedradas, los caballos y sus necesidades... sí, estaba bien que limpiasen las calles pero ¿porque justo a ella?
-¡No puede estar pasándome a mí! ¡Malditas niñas! Y a dos pasos de la biblioteca,..no, si lo único que hace falta es que...-antes de acabar la frase, un par de gotas cayeron sobre su cabeza, , el olor a lluvia estaba presente y sus ojos se agrandaron como si realmente todo esto fuese una broma, cosa incierta...de mala gana tomó el libro y en un gesto brusco fue ella quién se tropezó con alguien, la lluvia empezaba a apretar y con el libro completamente empapado entre otras cosas...mojaban parte de la parte inferior de su vestido, sin olvidar sus manos...-Le diría que lo siento, pero mentiría... así que espero que no me cause más problemas....como veis ya tengo bastantes -se miró de reojo como se manchaba, luego al hombre con el ceño fruncido , pero...un momento ¿no era?, su rostro se congeló e intentó decir algo sin sentido...todo de una... ¿qué más podía pedir?
Lucrezia Fallaci- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/03/2011
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Re: Quizás no sea tan mala tarde.
Suponía que podía buscar inspiración en algunos colegas. Estaba estancado como escritor y eso no era un secreto, desde la muerte de Joan no había podido escribir nada decente, el periódico y los cuentos para niños que logró publicar le habían dado suficiente dinero como para viajar a París e instalarse, vivir de sus ahorros por un tiempo. Pero todo su lance en ese sitio era encontrar nuevas historias dignas de ser contadas, ya se había topado con una o dos personas interesantes y comenzaba a sentir como si el embotamiento que lo agobiaba cediera un poco, pero una visita a la biblioteca no le vendría mal. Leer lo que otros hicieron le serviría para darse cuenta que, a pesar de sus años, aún tenía muchas cosas que aprender.
Parado en el pórtico del edificio donde vivía observó el cielo nublado, estiró la mano y al no sentir gotas supuso que tendría tiempo hasta llegar a la biblioteca, resguardarse ahí de la inminente lluvia otoñal y una vez que ésta calmara su furia, regresar a casa. Sonaba a un plan.
Comenzó a caminar y sucedió eso que a menudo le pasaba, comenzaba a ver la calle como un montón de líneas en un plano cartesiano, con miles de incógnitas que debían ser despejadas. Comenzó a contar sus pasos y a tratar de resolver los problemas matemáticos que su simple andar representaban. La velocidad con la que lo conseguía era abrumadora, un genio sin duda alguna. Debió dedicarse a eso y no a las letras, de vez en cuando aquel pensamiento lo atacaba pero solo se contestaba, qué reto podía haber en algo en lo que tenía una habilidad innata.
Suspiró y siguió caminando, calculando el ángulo de las sombras y la superficie de algunos muros, así calculando por simple intuición. Justo trataba de descifrar cuánto tardaría el sol en ocultarse detrás de una enorme nube nimbo, basado en la velocidad del viento, cuando tuvo a mal chocar con alguien. Trató de disculparse pero la joven habló antes, parecía ir de malas y la lluvia que ahora caía sobre ello no mejoraba su humor.
-He sido yo –dijo-, yo tuve la culpa –por tratar de conocer todos los números que danzaban invisibles a su alrededor. No podía evitarlo, si cerebro era una calculadora que nunca descansaba y al contrario de la mayoría, encontraba las matemáticas muy relajantes. Ella lo miró con gesto de sorpresa y él entornó los ojos tratando de saber por qué lo miraba así. No quería ser grosero y preguntar, quizá se conocían y él no podía recordarlo. Era viejo y su memoria comenzaba a fallar, además que a lo largo de su vida se había topado con muchas personas como para recordarlos a todos.
-Señorita… -dijo y la tomó del brazo, apuró el paso hasta llegar a la biblioteca-, debemos cubrirnos de la lluvia –dijo una vez que estuvieron en la entrada, volteó a ver la calle, ahora parecía un riachuelo por el cauce de las gotas de aquella pertinaz lluvia, luego la miró a ella –o no querrá enfermarse –le sonrió finalmente, miró la puerta de la biblioteca, se sacudió el agua de los hombros y entró, si ella lo quería seguir o no, era decisión de la dama y sólo de ella, aunque Ranald seguía intrigado por la forma en cómo lo había mirado, como si lo conociera. Y trató, en serio trató de él mismo recordar, aunque no tuvo éxito.
Parado en el pórtico del edificio donde vivía observó el cielo nublado, estiró la mano y al no sentir gotas supuso que tendría tiempo hasta llegar a la biblioteca, resguardarse ahí de la inminente lluvia otoñal y una vez que ésta calmara su furia, regresar a casa. Sonaba a un plan.
Comenzó a caminar y sucedió eso que a menudo le pasaba, comenzaba a ver la calle como un montón de líneas en un plano cartesiano, con miles de incógnitas que debían ser despejadas. Comenzó a contar sus pasos y a tratar de resolver los problemas matemáticos que su simple andar representaban. La velocidad con la que lo conseguía era abrumadora, un genio sin duda alguna. Debió dedicarse a eso y no a las letras, de vez en cuando aquel pensamiento lo atacaba pero solo se contestaba, qué reto podía haber en algo en lo que tenía una habilidad innata.
Suspiró y siguió caminando, calculando el ángulo de las sombras y la superficie de algunos muros, así calculando por simple intuición. Justo trataba de descifrar cuánto tardaría el sol en ocultarse detrás de una enorme nube nimbo, basado en la velocidad del viento, cuando tuvo a mal chocar con alguien. Trató de disculparse pero la joven habló antes, parecía ir de malas y la lluvia que ahora caía sobre ello no mejoraba su humor.
-He sido yo –dijo-, yo tuve la culpa –por tratar de conocer todos los números que danzaban invisibles a su alrededor. No podía evitarlo, si cerebro era una calculadora que nunca descansaba y al contrario de la mayoría, encontraba las matemáticas muy relajantes. Ella lo miró con gesto de sorpresa y él entornó los ojos tratando de saber por qué lo miraba así. No quería ser grosero y preguntar, quizá se conocían y él no podía recordarlo. Era viejo y su memoria comenzaba a fallar, además que a lo largo de su vida se había topado con muchas personas como para recordarlos a todos.
-Señorita… -dijo y la tomó del brazo, apuró el paso hasta llegar a la biblioteca-, debemos cubrirnos de la lluvia –dijo una vez que estuvieron en la entrada, volteó a ver la calle, ahora parecía un riachuelo por el cauce de las gotas de aquella pertinaz lluvia, luego la miró a ella –o no querrá enfermarse –le sonrió finalmente, miró la puerta de la biblioteca, se sacudió el agua de los hombros y entró, si ella lo quería seguir o no, era decisión de la dama y sólo de ella, aunque Ranald seguía intrigado por la forma en cómo lo había mirado, como si lo conociera. Y trató, en serio trató de él mismo recordar, aunque no tuvo éxito.
Invitado- Invitado
Re: Quizás no sea tan mala tarde.
¡Que oportuno! Aquella lluvia inesperada había sido la gota que colmó el vaso en esa tarde, era mucho pedir tener un poco de tranquilidad y se estaba equivocando, al menos por el momento... pero su casa no era un buen sitio para permanecer y mucho menos si aquellas dos jovencitas se la pasaban gritando todo el día, como no, no tuvo una buena idea... ¿porqué pensar que la calle sería buena vía de escape? Solo encontrar la biblioteca y todo aquello pasaría a un segundo plano. Unos segundos se quedó mirando a aquel hombre que recordó en un evento hacía unos meses, ese escritor que se había hecho un hueco entre la alta sociedad, era conocido... y para no serlo, sus libros eran fantásticos al igual que sus razonamientos.
En aquellos entonces había querido felicitarle por su trabajo, hacerle saber que sentía cierta admiración por su persona, pero como siempre la frase de "No está bien visto que...", no iba a hacer nada malo pero claro, las lenguas viperinas estaban al acecho y solo un paso en falso para tacharla de lo que efectivamente no era, una chica inteligente y culta agregando su belleza natural era como una especie en extinción.
Agradeció con un leve gesto de cabeza que la resguardase de la capa de lluvia que ahora cubría las calles, justo a tiempo de no empaparse por completo... suspiró intentando comportarse en esos momentos pero seguía visiblemente enfadada y no podía llegar a ser lo señorita que supuestamente tenía que mostrarse, sacudió la cabeza y por consiguiente algunas gotas de lluvia llegaron hasta su ahora acompañante... de reojo, le observó en silencio con una breve sonrisa divertida, esperaba que no se hubiese molestado...cualquier otra persona sí, no se disculpó pero si tendió su mano del libro para presentarse.
-Lucrezia Fallaci, no sé si recuerda a mi padre... pero si no recuerdo mal vos estabais en el último evento de los Finster este pasado verano.-no podría estrecharle la mano con aquel libro en ésta así que rápidamente se lo pasó a la otra volviendo a ser su mano ofrecida- Lo lamento señor Hrasky, debe disculparme pero es que la tarde no me acompaña, solo buscaba la biblioteca pero esta visto que el destino no quiere que llegue...-
Sus ojos verdes se desviaron un segundo hacia su derecha donde efectivamente, estaba a las puertas de aquel lugar, entornó los ojos por hacer el doble ¿o el triple? ridículo, carraspeó mordiéndose el labio inferior buscando lo primero que decir y estuviese acorde con la situación en sí.
-Lo volví a hacer, soy tan necia que no me di cuenta de que tengo la biblioteca delante... ahora sí que os tengo que dar las gracias pero porque solo me habeis guiado...y eso sin saber donde iba ¿sois una especie de brujo o así? -apretó los labios visiblemente divertida, esperaba que al menos... todo tuviese un ambiente menos tenso, si es que Lucrezia se metía en unos jardínes que después ¿cómo salir de ellos? No sabía cómo pero salía aireosa, como pocas.
En aquellos entonces había querido felicitarle por su trabajo, hacerle saber que sentía cierta admiración por su persona, pero como siempre la frase de "No está bien visto que...", no iba a hacer nada malo pero claro, las lenguas viperinas estaban al acecho y solo un paso en falso para tacharla de lo que efectivamente no era, una chica inteligente y culta agregando su belleza natural era como una especie en extinción.
Agradeció con un leve gesto de cabeza que la resguardase de la capa de lluvia que ahora cubría las calles, justo a tiempo de no empaparse por completo... suspiró intentando comportarse en esos momentos pero seguía visiblemente enfadada y no podía llegar a ser lo señorita que supuestamente tenía que mostrarse, sacudió la cabeza y por consiguiente algunas gotas de lluvia llegaron hasta su ahora acompañante... de reojo, le observó en silencio con una breve sonrisa divertida, esperaba que no se hubiese molestado...cualquier otra persona sí, no se disculpó pero si tendió su mano del libro para presentarse.
-Lucrezia Fallaci, no sé si recuerda a mi padre... pero si no recuerdo mal vos estabais en el último evento de los Finster este pasado verano.-no podría estrecharle la mano con aquel libro en ésta así que rápidamente se lo pasó a la otra volviendo a ser su mano ofrecida- Lo lamento señor Hrasky, debe disculparme pero es que la tarde no me acompaña, solo buscaba la biblioteca pero esta visto que el destino no quiere que llegue...-
Sus ojos verdes se desviaron un segundo hacia su derecha donde efectivamente, estaba a las puertas de aquel lugar, entornó los ojos por hacer el doble ¿o el triple? ridículo, carraspeó mordiéndose el labio inferior buscando lo primero que decir y estuviese acorde con la situación en sí.
-Lo volví a hacer, soy tan necia que no me di cuenta de que tengo la biblioteca delante... ahora sí que os tengo que dar las gracias pero porque solo me habeis guiado...y eso sin saber donde iba ¿sois una especie de brujo o así? -apretó los labios visiblemente divertida, esperaba que al menos... todo tuviese un ambiente menos tenso, si es que Lucrezia se metía en unos jardínes que después ¿cómo salir de ellos? No sabía cómo pero salía aireosa, como pocas.
Lucrezia Fallaci- Humano Clase Alta
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 27/03/2011
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Re: Quizás no sea tan mala tarde.
Empezó a avanzar, creía que su tarea estaba cumplida, había resguardado a aquella señorita de la lluvia pero aún no podía sacarse de la cabeza la forma en cómo lo había mirado, giró ciento ochenta grados y volvió sobre sus pasos para volver a quedar frente a ella, no es como si hubiese avanzado demasiado, así que toda aquella suerte de movimientos parecieron casi insignificantes. Al decir su nombre ahora lo tenía claro, no, no la conocía a ella, no tuvo oportunidad, pero a su padre sí.
-¡Claro! –dijo tocándose la frente con el dedo índice y el medio de su diestra –Fallaci, claro que conozco a tu padre, habérmelo dicho antes –dijo riendo, un poco avergonzado por no haberla reconocido aunque quién podría culparlo si sus caminos no se habían realmente cruzado nunca hasta esa tarde de lluvia. Conoció a los Fallaci en el evento de los Finster como ella bien había apuntado, había cruzado palabras con su padre, Ranald, desde luego, con la intención de encontrar financiamiento para sus trabajos.
Luego soltó una carcajada ante todos los ademanes y comentarios de la joven, era un hecho, tenían la biblioteca a un lado, es más, Ranald tenía un pie dentro, su risa se acentuó cuando ella lo llamó brujo y negó con la cabeza, aún notablemente divertido.
-Ni brujo ni nada, sólo parece que las bibliotecas me llaman y las localizo con cierta facilidad –bromeó señalando la entrada con la palma de la mano-, pero ya que estamos aquí, y que parece que es el destino de ambos, ¿gusta acompañarme? –invitó con tono educado –verá, tengo algo de experiencia en la literatura, así que podría recomendarle algo si no sabe qué leer –dijo, su intención no era alardear de su trayectoria como escritor, consideraba que no había nada que alardear al respecto, sino como una amable oferta, pues la chica lucía despistada, al menos por esa tarde, aunque sus ojos le decían que era bastante sagaz.
Siendo escritor como él lo era, había aprendido a leer ciertas características en las personas, su comportamiento, su mirada, sus palabras, creía a bien que era indispensable entender a los humanos pues después de todo sobre éstos escribía y quería apegarse a la realidad lo mejor posible y eso sólo se daba comprendiendo a las criaturas a las que dedicaba sus líneas.
-¿Qué dice? –le sonrió con gesto paternal y ofreció su brazo para así, ambos descubrir las maravillas de una biblioteca tan grande como lo era la parisina.
-¡Claro! –dijo tocándose la frente con el dedo índice y el medio de su diestra –Fallaci, claro que conozco a tu padre, habérmelo dicho antes –dijo riendo, un poco avergonzado por no haberla reconocido aunque quién podría culparlo si sus caminos no se habían realmente cruzado nunca hasta esa tarde de lluvia. Conoció a los Fallaci en el evento de los Finster como ella bien había apuntado, había cruzado palabras con su padre, Ranald, desde luego, con la intención de encontrar financiamiento para sus trabajos.
Luego soltó una carcajada ante todos los ademanes y comentarios de la joven, era un hecho, tenían la biblioteca a un lado, es más, Ranald tenía un pie dentro, su risa se acentuó cuando ella lo llamó brujo y negó con la cabeza, aún notablemente divertido.
-Ni brujo ni nada, sólo parece que las bibliotecas me llaman y las localizo con cierta facilidad –bromeó señalando la entrada con la palma de la mano-, pero ya que estamos aquí, y que parece que es el destino de ambos, ¿gusta acompañarme? –invitó con tono educado –verá, tengo algo de experiencia en la literatura, así que podría recomendarle algo si no sabe qué leer –dijo, su intención no era alardear de su trayectoria como escritor, consideraba que no había nada que alardear al respecto, sino como una amable oferta, pues la chica lucía despistada, al menos por esa tarde, aunque sus ojos le decían que era bastante sagaz.
Siendo escritor como él lo era, había aprendido a leer ciertas características en las personas, su comportamiento, su mirada, sus palabras, creía a bien que era indispensable entender a los humanos pues después de todo sobre éstos escribía y quería apegarse a la realidad lo mejor posible y eso sólo se daba comprendiendo a las criaturas a las que dedicaba sus líneas.
-¿Qué dice? –le sonrió con gesto paternal y ofreció su brazo para así, ambos descubrir las maravillas de una biblioteca tan grande como lo era la parisina.
Invitado- Invitado
Re: Quizás no sea tan mala tarde.
Totalmente normal que no la reconociese, era algo que en parte le fastidiaba...¿porqué? Según su madre lo que importaba es que la conociesen los jovencitos y lozanos supuestos pretendientes que ya debería al menos haberse fijado en ella, cosa que aún no se había dado el caso, rehuía de todo y cada una de los eventos en otras cosas más interesantes...hasta que era sorprendida por susodicha progenitora. Descubrir mundo en aquellas personas que de verdad merecían la pena conocer tan solo por contarte alguna de sus vivencias entre otras ¿no era acaso mejor que un "sois la jovencita más hermosa de la fiesta"? Una frase que había sido usada tantas veces e incluso por esos labios que se lo habrían dicho alguna vez y ella tan solo sonreía cortés sin mostrar el más mínimo interés. Y aquella última fiesta no había podido saludar en personal a aquel escritor tan interesante, le había gustado lo que había leído de él y sí, era mera admiración que iba a aprovechar por hacérselo saber.
Medio sonrió porque se sentía identificada con aquel hombre, las bibliotecas se podría decir que hasta era su segundo hogar, asintió a su petición sin mediar palabra aún...se adentró en el lugar observándolo todo con plena minuciosidad, era la primera vez que entraba allí y la verdad tenía unas ganas enormes... sin venir a cuento y aunque había parecido que desde luego no lo había oído después de lo de acompañarle se encogió de hombros, nadie mejor que él para aconsejarle un buen libro y agradecida tomó su brazo con más familiaridad esperando que no malentendiese para nada el gesto.
- ¿Algo de experiencia? Creo que sé perfectamente quién sois, señor Hrasky, es inevitable no haber leído al menos tres veces su último libro, y debo decir que no suelo hacer tal cosa con los demás puede decirse que sí que os podeis sentir afortunado-hizo una breve pausa mirándole de reojo mientras abandonaban la entrada y se dejaba guiar por sus pasos, le emocionaba y le llenaba de orgullo que alguien como él le acompañase y más en un sitio como aquel ¿pero qué veían sus ojos? Esa biblioteca era la más impresionante que había visto en su vida y no era menos que aquellos ojos verdes tan expresivos se abriesen de golpe por la sorpresa e incluso apretando los dedos entorno a los del brazo ajeno en un gesto totalmente involuntario-Impresionante! -exclamó lo suficientemente alto para darse cuenta de que no debió decirlo como tampoco con ese volumen elevado...cerró uno de sus ojos y se mordió el labio inferior de forma descuidada... acelerando ella el paso y casi arrastrándole dentro con ella -Fuera de contexto, lamento mis expresiones infantiles, pero necesitaba visitar este sitio y no se me ocurre con quién mejor para hacerlo... debo decir que soy una admiradora de su trabajo, algún día me gustaría tener el valor suficiente para atreverme a escribir pero no le haría sombra a nadie, garabatos de una niña...suena a toda una broma... -se encogió de hombros terminando por suspirar, soltándole de forma suave para dirigirse a leer por encima los títulos...-¿Y cuál me recomienda? Porque a tanta elección es verdaderamente difícil -uno de sus dedos índices lo pasó por el filo de la primera estantería, a paso lento...
Medio sonrió porque se sentía identificada con aquel hombre, las bibliotecas se podría decir que hasta era su segundo hogar, asintió a su petición sin mediar palabra aún...se adentró en el lugar observándolo todo con plena minuciosidad, era la primera vez que entraba allí y la verdad tenía unas ganas enormes... sin venir a cuento y aunque había parecido que desde luego no lo había oído después de lo de acompañarle se encogió de hombros, nadie mejor que él para aconsejarle un buen libro y agradecida tomó su brazo con más familiaridad esperando que no malentendiese para nada el gesto.
- ¿Algo de experiencia? Creo que sé perfectamente quién sois, señor Hrasky, es inevitable no haber leído al menos tres veces su último libro, y debo decir que no suelo hacer tal cosa con los demás puede decirse que sí que os podeis sentir afortunado-hizo una breve pausa mirándole de reojo mientras abandonaban la entrada y se dejaba guiar por sus pasos, le emocionaba y le llenaba de orgullo que alguien como él le acompañase y más en un sitio como aquel ¿pero qué veían sus ojos? Esa biblioteca era la más impresionante que había visto en su vida y no era menos que aquellos ojos verdes tan expresivos se abriesen de golpe por la sorpresa e incluso apretando los dedos entorno a los del brazo ajeno en un gesto totalmente involuntario-Impresionante! -exclamó lo suficientemente alto para darse cuenta de que no debió decirlo como tampoco con ese volumen elevado...cerró uno de sus ojos y se mordió el labio inferior de forma descuidada... acelerando ella el paso y casi arrastrándole dentro con ella -Fuera de contexto, lamento mis expresiones infantiles, pero necesitaba visitar este sitio y no se me ocurre con quién mejor para hacerlo... debo decir que soy una admiradora de su trabajo, algún día me gustaría tener el valor suficiente para atreverme a escribir pero no le haría sombra a nadie, garabatos de una niña...suena a toda una broma... -se encogió de hombros terminando por suspirar, soltándole de forma suave para dirigirse a leer por encima los títulos...-¿Y cuál me recomienda? Porque a tanta elección es verdaderamente difícil -uno de sus dedos índices lo pasó por el filo de la primera estantería, a paso lento...
Lucrezia Fallaci- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/03/2011
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Re: Quizás no sea tan mala tarde.
Tenía la firme creencia que ninguna biblioteca en el mundo se le podía equiparar a la que estaba en la Universidad de Cambridge, recinto que había visitado en más de una ocasión para dar alguna charla, sin embargo quedaba claro, ahora que estaba en aquel lugar, que podía equivocarse, pues la biblioteca parisina le pareció igualmente imponente y enorme que la dejó atrás allá en su natal Inglaterra. Observó el techo alto y las estanterías llenas de libros absolutamente sobrecogido y emocionado por igual, el olor de las páginas, las cubiertas de cuero y la madera le llenaron los sentidos y sonrió de forma inconsciente. Luego giró el rostro para ver a su acompañante, siempre que veía a alguien tan joven entusiasmado por las letras un sentimiento cálido le recorría el cuerpo, y también algo de melancolía lo golpeaba, al pensar en su hija que ya no estaba.
Sonrió más acentuadamente al escucharla e hizo una reverencia sutil con la cabeza en señal de agradecimiento, le sorprendía lo que había escuchado, pero también se sintió profundamente halagado.
-Es un honor –dijo a falta de una mejor palabra, porque lo era, que sus líneas calaran tan hondo en la gente, eso era lo que buscaba, eso era lo que en realidad quería más allá de la fama y la fortuna, escribir para él era tan esencial como el aire que respiraba, y significaba un reto mayor al que las matemáticas, por ejemplo, representaba para él, porque los números era algo que le venía natural, mientras que para hilar palabras con coherencia se esforzaba realmente y saber que algo estaba haciendo bien lo hacía sentir orgulloso y completo-, espero pronto publicar algo nuevo, han pasado tantos años –iba a ahondar en su motivo de estar en París, si estancamiento como autor pero luego creyó que era innecesario y calló.
Tuvo que seguirla cuando ella, entusiasmada se adentró más en el lugar y dio una palmadita a la mano que estaba asida a su brazo.
-Me gusta ese entusiasmo suyo –dijo, no le molestaba en absoluto sus modos y expresiones, a veces incluso creía que una biblioteca debía ser un sitio más lúdico y menos formal como de hecho lo era –y si me permite, me encantaría poder leer alguna vez eso que usted escribe, siempre somos los propios autores los que subestimamos más nuestra obra, no le vendría mal una segunda opinión –ofreció siguiendo caminando y deteniéndose entre dos libreros, con su mano libre tomó un tomo de una enciclopedia con el número romano V y lo acomodó en su lugar, después del IV, porque alguien lo había colocado mal. Con un ledo siguió la cenefa que esa misma enciclopedia formaba al estar toda en conjunto.
-Y dígame, ¿qué quiere leer?, ¿romance?, ¿aventura?, ¿terror?, hay de todo, y en todos los géneros hay algo que se destaca, soy de esa idea, no hay género malo, sólo malos escritores –una risita se le escapó, no es que hubiese querido decir que él era un gran escritor, quizá el caía en la categoría de los malos, pero si la señorita Fallaci lo leía, creía que no, que estaba haciendo bien las cosas.
Sonrió más acentuadamente al escucharla e hizo una reverencia sutil con la cabeza en señal de agradecimiento, le sorprendía lo que había escuchado, pero también se sintió profundamente halagado.
-Es un honor –dijo a falta de una mejor palabra, porque lo era, que sus líneas calaran tan hondo en la gente, eso era lo que buscaba, eso era lo que en realidad quería más allá de la fama y la fortuna, escribir para él era tan esencial como el aire que respiraba, y significaba un reto mayor al que las matemáticas, por ejemplo, representaba para él, porque los números era algo que le venía natural, mientras que para hilar palabras con coherencia se esforzaba realmente y saber que algo estaba haciendo bien lo hacía sentir orgulloso y completo-, espero pronto publicar algo nuevo, han pasado tantos años –iba a ahondar en su motivo de estar en París, si estancamiento como autor pero luego creyó que era innecesario y calló.
Tuvo que seguirla cuando ella, entusiasmada se adentró más en el lugar y dio una palmadita a la mano que estaba asida a su brazo.
-Me gusta ese entusiasmo suyo –dijo, no le molestaba en absoluto sus modos y expresiones, a veces incluso creía que una biblioteca debía ser un sitio más lúdico y menos formal como de hecho lo era –y si me permite, me encantaría poder leer alguna vez eso que usted escribe, siempre somos los propios autores los que subestimamos más nuestra obra, no le vendría mal una segunda opinión –ofreció siguiendo caminando y deteniéndose entre dos libreros, con su mano libre tomó un tomo de una enciclopedia con el número romano V y lo acomodó en su lugar, después del IV, porque alguien lo había colocado mal. Con un ledo siguió la cenefa que esa misma enciclopedia formaba al estar toda en conjunto.
-Y dígame, ¿qué quiere leer?, ¿romance?, ¿aventura?, ¿terror?, hay de todo, y en todos los géneros hay algo que se destaca, soy de esa idea, no hay género malo, sólo malos escritores –una risita se le escapó, no es que hubiese querido decir que él era un gran escritor, quizá el caía en la categoría de los malos, pero si la señorita Fallaci lo leía, creía que no, que estaba haciendo bien las cosas.
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