AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Quizás esa tarde, no iba a ser la mejor. #Privado
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Quizás esa tarde, no iba a ser la mejor. #Privado
Por desgracia, uno no puede pretender que la vida siempre le vaya bien, hay momentos, situaciones, días, en los que es mejor no despertar.
Aquella mañana la brisa azotaba gélida, con aire seco que hacía que se quedara la cara de cualquiera totalmente como si estuvieran añarándola. Maldita la idea de haberse quedado en aquel colchón toda la noche, toda... y todas, no tenía otro lugar del que partir, otro comienzo, alguna nueva vida.
Abrió los ojos, aunque la claridad hacía que no pudiera apenas ver un poco, el cielo encapotado en blanco, totalmente cubierto por las nubes no dejaría ver a nadie. Gadiel se incorporó sobre aquel colchón, portador de tantas noches, bajo el puente en el que habituaba a vivir, para que la lluvia no le afectara en esos días.
-¡Qué frío!.- Dijo casi gimiendo, sumergido en su gran abrigo negro, lo único que tenía que lo tapara por la parte superior, junto a esa capucha que tanto calor podía aportarle. Se puso los araposos zapatos que tenía y se dirigió al pequeño río que tenía ese puente dispuesto a beber agua. Metió la cabeza entera para despertarse y como no... despertó, estaba totalmente helada. Sacó la cabeza y la sacudió enérgicamente junto a un pequeño grito que soltó por lo fría que estaba en señal de superación.
Se puso de pie y se encaminó no sin antes secarse el pelo que tenía empapado, dejando caer su largo flequillo rubio por debajo de la capucha que ya se había puesto para que el frío no siguiera fastidiando aquel día. Caminaba directo al mercado, donde seguramente podría encontrar algo para comer, donde transformado en gato, recibía algunos manjares como pescaditos o sardinas, algo que como felino, le entusiasmaba.
Llegó a la plaza donde los carruajes se encontraban, esperando a que las sirvientas de las zonas residenciales compraran y volvieran a sus hogares. Gadiel nunca pensó en poder adentrarse en la parte de atrás de algún carruaje, pero necesitaba vivir nuevas experiencias, aunque fuera muy miedoso en muchas situaciones. Se lo pensó mucho, pero lo que sí iba a hacer, era empezar a comer lo poco que pudiera coger de las cercanías. Dejó la ropa en su lugar de siempre, para luego volver y cogerla. Comenzó a adentrarse en el mercado, observando y olfateando las bolsas de las mujeres que allí frecuentaban a comprar. Hubo una en particular que le atrajo especial atención, una clase de pescado que Gadiel nunca había probado, no sabía de cual se trataba.
Aquella mujer, había dejado el cargamento en la parte de atrás de un carruaje que estaba en el medio de la plaza. Salió disparado hacia esa posición después de que la mujer montara a aquel carruaje, fue entonces, cuando logró subir. En ese lugar había de todo, fruta, verdura, carne, pescado, harina, trigo... Era increíble, Gadiel nunca había visto tanta comida junta, aunque él solo se dedicara a lo suyo, a comerse el pescado que había en esas bolsas.
Pero la diversión iba a durar poco tiempo, el carruaje de pronto, frenó. Se escuchó como el cochero decía que parara a los caballos que lo dirigían, eso era algo malo para Gadiel, lo iban a cazar. No se puso nervioso, terminó de tragar el último bocado que podía dar, su corazón latía muy rápido y ya temía el que lo pudieran encontrar. Pero así iba a ser, aquella sirvienta que había ido a la compra, corrió la cortina que había en el maletero del carruaje para coger las provisiones, de las cuales, un felino ya había probado bocado.
Aquella mañana la brisa azotaba gélida, con aire seco que hacía que se quedara la cara de cualquiera totalmente como si estuvieran añarándola. Maldita la idea de haberse quedado en aquel colchón toda la noche, toda... y todas, no tenía otro lugar del que partir, otro comienzo, alguna nueva vida.
Abrió los ojos, aunque la claridad hacía que no pudiera apenas ver un poco, el cielo encapotado en blanco, totalmente cubierto por las nubes no dejaría ver a nadie. Gadiel se incorporó sobre aquel colchón, portador de tantas noches, bajo el puente en el que habituaba a vivir, para que la lluvia no le afectara en esos días.
-¡Qué frío!.- Dijo casi gimiendo, sumergido en su gran abrigo negro, lo único que tenía que lo tapara por la parte superior, junto a esa capucha que tanto calor podía aportarle. Se puso los araposos zapatos que tenía y se dirigió al pequeño río que tenía ese puente dispuesto a beber agua. Metió la cabeza entera para despertarse y como no... despertó, estaba totalmente helada. Sacó la cabeza y la sacudió enérgicamente junto a un pequeño grito que soltó por lo fría que estaba en señal de superación.
Se puso de pie y se encaminó no sin antes secarse el pelo que tenía empapado, dejando caer su largo flequillo rubio por debajo de la capucha que ya se había puesto para que el frío no siguiera fastidiando aquel día. Caminaba directo al mercado, donde seguramente podría encontrar algo para comer, donde transformado en gato, recibía algunos manjares como pescaditos o sardinas, algo que como felino, le entusiasmaba.
Llegó a la plaza donde los carruajes se encontraban, esperando a que las sirvientas de las zonas residenciales compraran y volvieran a sus hogares. Gadiel nunca pensó en poder adentrarse en la parte de atrás de algún carruaje, pero necesitaba vivir nuevas experiencias, aunque fuera muy miedoso en muchas situaciones. Se lo pensó mucho, pero lo que sí iba a hacer, era empezar a comer lo poco que pudiera coger de las cercanías. Dejó la ropa en su lugar de siempre, para luego volver y cogerla. Comenzó a adentrarse en el mercado, observando y olfateando las bolsas de las mujeres que allí frecuentaban a comprar. Hubo una en particular que le atrajo especial atención, una clase de pescado que Gadiel nunca había probado, no sabía de cual se trataba.
Aquella mujer, había dejado el cargamento en la parte de atrás de un carruaje que estaba en el medio de la plaza. Salió disparado hacia esa posición después de que la mujer montara a aquel carruaje, fue entonces, cuando logró subir. En ese lugar había de todo, fruta, verdura, carne, pescado, harina, trigo... Era increíble, Gadiel nunca había visto tanta comida junta, aunque él solo se dedicara a lo suyo, a comerse el pescado que había en esas bolsas.
Pero la diversión iba a durar poco tiempo, el carruaje de pronto, frenó. Se escuchó como el cochero decía que parara a los caballos que lo dirigían, eso era algo malo para Gadiel, lo iban a cazar. No se puso nervioso, terminó de tragar el último bocado que podía dar, su corazón latía muy rápido y ya temía el que lo pudieran encontrar. Pero así iba a ser, aquella sirvienta que había ido a la compra, corrió la cortina que había en el maletero del carruaje para coger las provisiones, de las cuales, un felino ya había probado bocado.
Uriel Müller- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 16/02/2016
Localización : En un sucio y viejo colchón.
Re: Quizás esa tarde, no iba a ser la mejor. #Privado
Las voces del servicio se oían con claridad desde la habitación en la que me encontraba, enfrascada en mis propios papeles. Era cierto que prefería mil veces la fortaleza familiar en Dinamarca, ahí si reinaba el silencio, las paredes eran gruesas y el servicio sabía bien que no debía interrumpirme a no ser que fuera algo de crucial importancia. El servicio francés, puesto que llevaba mucho menos tiempo conmigo, aún no había aprendido a hacer las cosas con la presteza y silencio que me gustaba tener; algo que me gustaba y me disgustaba a la vez. Me gustaba puesto que me encantaba el tener la mínima escusa para ponerles en su sitio, en recordarles hasta que punto sus vidas, sus trabajos y sus ingresos monetarios dependían de mi, el tenerlos a mis pies, sumisos y dispuestos a obedecer la mínima orden o indicación que pudiera darles. Me disgustaba el hecho de que, me gustaba el silencio en cuando me centraba y me dedicaba a trabajar y si eran ruidosos rompían el silencio que tanto me gustaba.
Dejando escapar un suspiro de disgusto, tras unos momentos, y dando por terminado la revisión de los contratos que tenía sobre mi mesa de madera pulida y, tras dejar la puerta del despacho abierta, me dirigí hacia mi habitación, situada en la puerta de enfrente de la del despacho. Tenía tiempo libre, y sabía bien que era lo que iba a hacer, era el momento de salir a pasear por las parisinas calles y disfrutar de las miradas de deseo de todos aquellos con los que me cruzara. Con esta idea en mente, me dispuse a elegir el cambio de vestuario, mientras se oían de fondo la voz de una de las criadas, la cuál había salido unas horas atrás a realizar todas las compras y que acababa de regresar hacía unos escasos minutos. «Ven gatito» la oí decir mientras me disponía a cambiarme de ropa «no temas, no te haré nada». Poniendo los ojos en blanco ante el espejo, me recordé mentalmente que luego tendría que reprenderla por su costumbre de encariñarse con animales callejeros y meterlos en casa para darles un plato de leche.
Con esa idea en mente, y imaginando tanto la cara de horror y las súplicas que iban a seguir no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa. Si, definitivamente eso podría resultar hasta entretenido. Si había algo que podía ser común en los empleados que tenía en la mansión de París era principalmente una cosa, todos eran sin techo, que no podían permitirse el lujo de perder el trabajo, por muy duro que pudiera resultar el trabajar para mi, y mucho menos podían permitirse el enfurecerme, puesto que podía ser perfectamente capaz de asegurarme de que, una vez los despidiera vivieran en la mas absoluta indigencia, sin posibilidad de que nadie en su sano juicio les contratara. Y eso, todo el servicio, lo sabía, hecho que me hacía mucho mas fácil el poder controlarlos, manejarlos a mi total antojo, ya que éstos sabían de sobras que dependían, total y exclusivamente de mi, que estaban a merced de mis antojos, de mis deseos y de todos y cada uno de mis caprichos. Y para que negarlo, tener ese poder en mis manos me encantaba.
Dejando escapar un suspiro de disgusto, tras unos momentos, y dando por terminado la revisión de los contratos que tenía sobre mi mesa de madera pulida y, tras dejar la puerta del despacho abierta, me dirigí hacia mi habitación, situada en la puerta de enfrente de la del despacho. Tenía tiempo libre, y sabía bien que era lo que iba a hacer, era el momento de salir a pasear por las parisinas calles y disfrutar de las miradas de deseo de todos aquellos con los que me cruzara. Con esta idea en mente, me dispuse a elegir el cambio de vestuario, mientras se oían de fondo la voz de una de las criadas, la cuál había salido unas horas atrás a realizar todas las compras y que acababa de regresar hacía unos escasos minutos. «Ven gatito» la oí decir mientras me disponía a cambiarme de ropa «no temas, no te haré nada». Poniendo los ojos en blanco ante el espejo, me recordé mentalmente que luego tendría que reprenderla por su costumbre de encariñarse con animales callejeros y meterlos en casa para darles un plato de leche.
Con esa idea en mente, y imaginando tanto la cara de horror y las súplicas que iban a seguir no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa. Si, definitivamente eso podría resultar hasta entretenido. Si había algo que podía ser común en los empleados que tenía en la mansión de París era principalmente una cosa, todos eran sin techo, que no podían permitirse el lujo de perder el trabajo, por muy duro que pudiera resultar el trabajar para mi, y mucho menos podían permitirse el enfurecerme, puesto que podía ser perfectamente capaz de asegurarme de que, una vez los despidiera vivieran en la mas absoluta indigencia, sin posibilidad de que nadie en su sano juicio les contratara. Y eso, todo el servicio, lo sabía, hecho que me hacía mucho mas fácil el poder controlarlos, manejarlos a mi total antojo, ya que éstos sabían de sobras que dependían, total y exclusivamente de mi, que estaban a merced de mis antojos, de mis deseos y de todos y cada uno de mis caprichos. Y para que negarlo, tener ese poder en mis manos me encantaba.
Oritía Grøelschkøj- Humano Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 23/09/2015
Re: Quizás esa tarde, no iba a ser la mejor. #Privado
En su arrebato de locura, aquella criada adentró al joven cambiante a la gran casa en la que estaban estacionados, justo en frente. La mujer lo había acogido y acariciado en todo aquel camino, era de esperar que no pasara nada malo allí, que todo podía ir bien y después poder escapar de nuevo para continuar con su normal vida. Gadiel ya estaba pisando suelo, un perfecto suelo lacado en blanco, brillante por donde se mirara. Él no se fiaba de ella y aun rehuía cuando se acercaba, entonces fue cuando con una sonrisa enorme, la criada le decía que no tuviera miedo, que no le haría nada. No quería fiarse mucho, ya había pasado en varias ocasiones que lo metían en casa ajena y acababa palos con los propietarios, y debía hacer eso, él no era solo un gato y ya.
La mujer había ido a por un plato y un poco de leche, ya que no iban a tener pienso de gato, es más, en aquellos tiempos no se llevaba tanto lo de tener un gato de mascota, mucha gente los repudiaba. Gadiel comenzó a beber del pequeño plato que le había dejado, totalmente lleno. Seguramente no se lo terminaría todo y aunque no había comido nada en todo el día, empezó a tragar leche de manera inusual en un felino normal, de bebérselo hasta la saciedad. Sacó la cabeza del plato, ya que tenía que respirar, estaba tomándoselo muy rápido, y seguramente no le beneficiaría. Rápido había terminado, no quería más por ahora, quería inspeccionar un poco la zona, que para eso se había introducido en aquella parte trasera del carruaje, para tener algo que hacer, algo que contarse aunque fuera a sí mismo.
Un ruido salió del piso superior, se ve que no estaban solos en la casa. El felino estaba curioso y quería ver quien hacía semejante ruido con las puertas. Gadiel consiguió despistar por un momento a la criada y éste comenzó a subir las escaleras en un momento. Estaba arriba y a paso ligero, se podría decir que incluso de cunclillas, el gato caminaba lento hacia el lugar de donde los ruídos provenían. Cuando ya había llegado apenas a donde era su localización, volvió a escuchar otra puerta de armario cerrándose y asustando al pobre animal, el cual golpeó sin querer en la puerta en donde una mujer se encontraba allí, frente a un ropero enorme, seguramente eligiendo algo que ponerse. No obstante, se dirigió a una puerta abierta justo en frente, parecía un despacho en el que trabajar, todo era tan grande que era hasta confuso. Era perfecta la mesa del despacho para esconderse debajo, incluso tenía una pequeña alfrombita que le calentaba las patas, añadiendo a que ahí tampoco provocaba ninguna especie de ruído, pero sí que sería el primer lugar en el siempre mirar en un despacho.
En realidad Gadiel no sabía si la mujer que se encontraba en la otra habitación lo había oído, pero si no hubiera sido así, que más iba a dar, fue entonces cuando pensó que le hubiera oído o no, estaba en forma de gato y que mucho no podría pasarle. Salió de su encondrijo cuidadoso y despacio, se fue hacia la pared y se guió hasta la puerta de la cual salió disparado de nuevo al pasillo, frente a la otra puerta. Parecía que no le había importado que algo golpeara con su puerta, porque allí contuaba, Gadiel ya estaba asomando la cabeza por el pequeño cerco que había para entrar y ver lo que hacía. Estaba perfectamente situado para que le viera, pero qué iba a hacer ya, si la criada ya había dado una cierta alarma con lo que había llegado al hogar.
La mujer había ido a por un plato y un poco de leche, ya que no iban a tener pienso de gato, es más, en aquellos tiempos no se llevaba tanto lo de tener un gato de mascota, mucha gente los repudiaba. Gadiel comenzó a beber del pequeño plato que le había dejado, totalmente lleno. Seguramente no se lo terminaría todo y aunque no había comido nada en todo el día, empezó a tragar leche de manera inusual en un felino normal, de bebérselo hasta la saciedad. Sacó la cabeza del plato, ya que tenía que respirar, estaba tomándoselo muy rápido, y seguramente no le beneficiaría. Rápido había terminado, no quería más por ahora, quería inspeccionar un poco la zona, que para eso se había introducido en aquella parte trasera del carruaje, para tener algo que hacer, algo que contarse aunque fuera a sí mismo.
Un ruido salió del piso superior, se ve que no estaban solos en la casa. El felino estaba curioso y quería ver quien hacía semejante ruido con las puertas. Gadiel consiguió despistar por un momento a la criada y éste comenzó a subir las escaleras en un momento. Estaba arriba y a paso ligero, se podría decir que incluso de cunclillas, el gato caminaba lento hacia el lugar de donde los ruídos provenían. Cuando ya había llegado apenas a donde era su localización, volvió a escuchar otra puerta de armario cerrándose y asustando al pobre animal, el cual golpeó sin querer en la puerta en donde una mujer se encontraba allí, frente a un ropero enorme, seguramente eligiendo algo que ponerse. No obstante, se dirigió a una puerta abierta justo en frente, parecía un despacho en el que trabajar, todo era tan grande que era hasta confuso. Era perfecta la mesa del despacho para esconderse debajo, incluso tenía una pequeña alfrombita que le calentaba las patas, añadiendo a que ahí tampoco provocaba ninguna especie de ruído, pero sí que sería el primer lugar en el siempre mirar en un despacho.
En realidad Gadiel no sabía si la mujer que se encontraba en la otra habitación lo había oído, pero si no hubiera sido así, que más iba a dar, fue entonces cuando pensó que le hubiera oído o no, estaba en forma de gato y que mucho no podría pasarle. Salió de su encondrijo cuidadoso y despacio, se fue hacia la pared y se guió hasta la puerta de la cual salió disparado de nuevo al pasillo, frente a la otra puerta. Parecía que no le había importado que algo golpeara con su puerta, porque allí contuaba, Gadiel ya estaba asomando la cabeza por el pequeño cerco que había para entrar y ver lo que hacía. Estaba perfectamente situado para que le viera, pero qué iba a hacer ya, si la criada ya había dado una cierta alarma con lo que había llegado al hogar.
Uriel Müller- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 16/02/2016
Localización : En un sucio y viejo colchón.
Re: Quizás esa tarde, no iba a ser la mejor. #Privado
No tardé mucho en elegir el modelo que pudiera considerar adecuado para ponerme, y cerrar de nuevo el gran armario una vez tomé el vestido. Para la que era mi elección, no tenía la mas mínima necesidad de que viniera ninguna criada a ayudarme. Cuándo me disponía a desprenderme del vestido que llevaba, mi atención fue dirigida hacia la puerta de la habitación que se había abierto y mi mirada se dirigió hacia una allí viendo desaparecer la figura de un gato por el pasillo. Negando con la cabeza, me deshice con presteza del vestido y lo intercambié por el otro mientras en mi mente se empezaban a reproducir tanto las palabras que iba a dirigirle a la criada antes de que me marchara cómo las expresiones que la misma en cuándo lo hiciera. Habiendo terminado con el vestido, me dirigí hacia delante del espejo, observando tanto el talle del vestido cómo lo que éste hacía resaltar mi silueta y esbocé una sonrisa, encantada por la imagen que proyectaba el espejo.
Observando por última vez mi reflejo en el espejo, este me mostró que el gato había vuelto hasta dónde me encontraba y me miraba. Esbozando una leve sonrisa, me di la vuelta para ver al intruso en cuestión directamente —será cierto aquello que dicen, la curiosidad mató al gato —dije mas para mi que para el felino que había pillado espiándome— ¿será cierto que los gatos tienen siete vidas? Quizá y tal vez quizá debería comprobarlo —no sabía si éste podía entender o no lo que estaba diciendo pero, realmente, no era algo que me importara lo mas mínimo. Di un pequeño paso en dirección a la puerta, y en dirección hacia dónde se encontraba el gato sin dejar que la leve sonrisa dulce y agradable que se había formado en mis labios, pese a que no fuera sincera, no se desvaneciera ni un momento—. Ven gatito —dije con un tono dulce, que no expresaba ni la mas mínima malicia ni mala intención, dando la clara imagen de unas intenciones meramente puras—. No temas, no voy a hacerte nada —musité repitiendo las palabras que momentos antes le había oído decir a la criada con un tono, si podía ser, mas cándido e inocente que el que momentos antes había empleado la criada para hablarle a pesar de que, en realidad no lo sintiera.
Sin dejar desaparecer la sonrisa, y manteniendo la dulce e inocente fachada que había empleado, di otro paso y me acerqué un poco mas a la salida—. Quizás si —musité pensativa, cómo si estuviera valorando algo— quizás podría ser incluso buena idea —dije dando otro paso—. No creo que fuera mala idea tener un gato en la casa para que se ocupara de alejar cualquier... plaga —me acerqué de nuevo, quedando ésta vez relativamente cerca del lugar en dónde éste estaba, observándolo con detenimiento— a no ser que éste no sea capaz de hacer aquello que un gato debería ser capaz de hacer —mis pasos, finalmente cesaron, quedándome a apenas un par de pasos de dónde estaba, y en dónde podría alcanzarlo con facilidad si quería.
Observando por última vez mi reflejo en el espejo, este me mostró que el gato había vuelto hasta dónde me encontraba y me miraba. Esbozando una leve sonrisa, me di la vuelta para ver al intruso en cuestión directamente —será cierto aquello que dicen, la curiosidad mató al gato —dije mas para mi que para el felino que había pillado espiándome— ¿será cierto que los gatos tienen siete vidas? Quizá y tal vez quizá debería comprobarlo —no sabía si éste podía entender o no lo que estaba diciendo pero, realmente, no era algo que me importara lo mas mínimo. Di un pequeño paso en dirección a la puerta, y en dirección hacia dónde se encontraba el gato sin dejar que la leve sonrisa dulce y agradable que se había formado en mis labios, pese a que no fuera sincera, no se desvaneciera ni un momento—. Ven gatito —dije con un tono dulce, que no expresaba ni la mas mínima malicia ni mala intención, dando la clara imagen de unas intenciones meramente puras—. No temas, no voy a hacerte nada —musité repitiendo las palabras que momentos antes le había oído decir a la criada con un tono, si podía ser, mas cándido e inocente que el que momentos antes había empleado la criada para hablarle a pesar de que, en realidad no lo sintiera.
Sin dejar desaparecer la sonrisa, y manteniendo la dulce e inocente fachada que había empleado, di otro paso y me acerqué un poco mas a la salida—. Quizás si —musité pensativa, cómo si estuviera valorando algo— quizás podría ser incluso buena idea —dije dando otro paso—. No creo que fuera mala idea tener un gato en la casa para que se ocupara de alejar cualquier... plaga —me acerqué de nuevo, quedando ésta vez relativamente cerca del lugar en dónde éste estaba, observándolo con detenimiento— a no ser que éste no sea capaz de hacer aquello que un gato debería ser capaz de hacer —mis pasos, finalmente cesaron, quedándome a apenas un par de pasos de dónde estaba, y en dónde podría alcanzarlo con facilidad si quería.
Oritía Grøelschkøj- Humano Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 23/09/2015
Re: Quizás esa tarde, no iba a ser la mejor. #Privado
Esa mujer no iba a ser lo que Gadiel hubiera esperado, ya había localizado a quien sería la dueña de el caserón en el que la criada lo había metido, esas vestiduras, ese arreglo de peinado, esa conjetura hacía que así fuera, y no iba a ser la mejor sorpresa. Una mujer de cabellos dorados le estaba observando, sonriendo, como si quisiera engañarlo, la estaba escuchando perfectamente y seguramente no se dejaría sucumbir ante encantos tales como la empatización, porque no empatizaba en nada con los sentimientos quería que se le notaran. ¿Cómo podría estar diciendo que quería comprobar si los gatos tenían siete vidas? ¿Acaso estaba mal de la cabeza? Gadiel tragó saliva en cuanto la escuchó, no quería saber mucho del tema, asi que comenzó a recular lentamente con tan solo escucharla hablar y querer cogerle. En ninguno de los casos podía confiar en nadie, y mucho menos en alguien de quien no sentía del todo buenas intenciones, pero tampoco querría hacerle daño, si no, había ido a por él en cuando le hubiera visto aparecer por la puerta de la habitación.
La criada se percató de que el gato ya no se encontraba en el piso de abajo, en la cocina donde le había puesto aquel gran cuenco de leche. Comenzó a alardear de aquello. -Gatito.. ¿Dónde estás gatito?.- El felino miró en aquella dirección, se ve que ya estaba subiendo, se había manchado las patitas con leche y se había marcado con huellas, perfecto para él, la criada, ya estaba subiendo a por él para que no incordiara a la que sería la dueña de la casa, pero ella no sabía que ya le iban teniendo acorralado, solo le quedaban pocas opciones. Gadiel aun se mantenía en el umbral de la puerta, realmente no sabía muy bien lo que hacer, se empezaba a asustar y eso no era bueno, se pondría a corretear y a atacar en caso de verse del todo aprisionado y eso tampoco era conveniente, no era un gato normal y corriente.
Dió dos pasitos atrás cuando la mujer quedó a escasos centímetros de éste, mirando hacia arriba escuchando como hablaba, diciendo que serviría como cazador de ratones y demás bichos que hubiera por la casa, para nada era la idea de él. Solo quería comer y una pequeña aventura, pero no sabía hasta que punto podría salirle cara aquella aventurilla que estaba viviendo en ese instante. La criada ya había llegado hasta arriba, Gadiel la escuchó llegar y la miró, con lo cual, ya no podía quedarse más ahí o le cogerían, dio otro paso atrás para coger la posición y con otro paso saltar hasta la otra habitación en la que se había metido por primera vez, aquel estudio en el que no tenía ropa si quería deshacer su transformación, explicar el suceso y marcharse por donde había venido, aunque también le podría caer una buena por un allanamiento de morada, e ir a prisión. Volvió a esconderse ésta vez en uno de los armarios que estaban entreabiertos y con la uña poder cerrarlo, ahí había un viejo abrigo de largo tallaje, que le llegarían hasta las rodillas si se lo ponía en su forma humana, lo cual ya le podía dar alguna idea. Quizás no era lo más conveniente desprenderse de la transformación interno en un armario, aunque si lo abrieran, se llevarían un buen susto y así quizás él poder salir corriendo de aquella situación, no estaba nada seguro de lo que hacer. Se metió entre ese abrigo para que ahí no pudieran verle cuando abrieran el armario y continuar buscando por otro lado para así, poder dejar atras la transformación tranquilamente, ponerse el abrigo y mostrarse o escabullirse como pudiera ya con su forma humana, pero para eso debían dejarle algo de margen de tiempo.
La criada se percató de que el gato ya no se encontraba en el piso de abajo, en la cocina donde le había puesto aquel gran cuenco de leche. Comenzó a alardear de aquello. -Gatito.. ¿Dónde estás gatito?.- El felino miró en aquella dirección, se ve que ya estaba subiendo, se había manchado las patitas con leche y se había marcado con huellas, perfecto para él, la criada, ya estaba subiendo a por él para que no incordiara a la que sería la dueña de la casa, pero ella no sabía que ya le iban teniendo acorralado, solo le quedaban pocas opciones. Gadiel aun se mantenía en el umbral de la puerta, realmente no sabía muy bien lo que hacer, se empezaba a asustar y eso no era bueno, se pondría a corretear y a atacar en caso de verse del todo aprisionado y eso tampoco era conveniente, no era un gato normal y corriente.
Dió dos pasitos atrás cuando la mujer quedó a escasos centímetros de éste, mirando hacia arriba escuchando como hablaba, diciendo que serviría como cazador de ratones y demás bichos que hubiera por la casa, para nada era la idea de él. Solo quería comer y una pequeña aventura, pero no sabía hasta que punto podría salirle cara aquella aventurilla que estaba viviendo en ese instante. La criada ya había llegado hasta arriba, Gadiel la escuchó llegar y la miró, con lo cual, ya no podía quedarse más ahí o le cogerían, dio otro paso atrás para coger la posición y con otro paso saltar hasta la otra habitación en la que se había metido por primera vez, aquel estudio en el que no tenía ropa si quería deshacer su transformación, explicar el suceso y marcharse por donde había venido, aunque también le podría caer una buena por un allanamiento de morada, e ir a prisión. Volvió a esconderse ésta vez en uno de los armarios que estaban entreabiertos y con la uña poder cerrarlo, ahí había un viejo abrigo de largo tallaje, que le llegarían hasta las rodillas si se lo ponía en su forma humana, lo cual ya le podía dar alguna idea. Quizás no era lo más conveniente desprenderse de la transformación interno en un armario, aunque si lo abrieran, se llevarían un buen susto y así quizás él poder salir corriendo de aquella situación, no estaba nada seguro de lo que hacer. Se metió entre ese abrigo para que ahí no pudieran verle cuando abrieran el armario y continuar buscando por otro lado para así, poder dejar atras la transformación tranquilamente, ponerse el abrigo y mostrarse o escabullirse como pudiera ya con su forma humana, pero para eso debían dejarle algo de margen de tiempo.
Uriel Müller- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 16/02/2016
Localización : En un sucio y viejo colchón.
Re: Quizás esa tarde, no iba a ser la mejor. #Privado
Levanté ligeramente una ceja en cuando le vi salir corriendo de dónde estaba parado. Negando con la cabeza, oí como la sirvienta que había dejado entrar al gato subía por las escaleras, buscándolo. Ésta se calló de repente en el momento en que me vio salir de la habitación, agachando la mirada y evitando mirarme antes de adentrarse por el pasillo en dirección contraria a dónde me encontraba. Ésta sabía bien que luego cuando bajara estaría en problemas, pero también tenía intención de hacerla esperar, que el conocimiento de la bronca que podía esperarla fuera una gran carga sobre sus hombros. Esbozando una ligera sonrisa mis pasos se dirigieron de nuevo hacia el despacho. Si, tenía intención de salir, pero antes pretendía revisar de nuevo los papeles que se encontraban esparcidos sobre mi escritorio. Cerrando la puerta tras de mi, y con las ventanas también cerradas, mis pasos se dirigieron hacia la gran mesa en dónde empecé a recoger los papeles y, tras echarle una última mirada a aquello que necesitaba, los guardé debidamente en el cajón de la misma mesa.
Teniendo eso listo, mis pasos se volvieron hacia el armario que había en un rincón de la sala, un armario en dónde se guardaban tanto abrigos, como retazos de telas que solo se usaban de forma ocasional y que habían quedado parcialmente en el olvido. Ésos eran los abrigos que usaba cada vez que prefería mantener un “perfil bajo” en algunas ocasiones, o en esas ocasiones que, simplemente, sabía que el lugar en dónde iba a ir no era el mejor lugar para un abrigo nuevo y de buena calidad. Sin pensar en la posibilidad de que hubiera un inquilino en el interior, abrí las puertas sin ni siquiera preocuparme, en busca de algo que había guardado en uno de los bolsillos de uno de los abrigos y que, en estos momentos, me interesaba revisar de nuevo. Al mover los abrigos que se encontraban mi mirada finalmente se posó en el suelo del armario y esbocé una ligera sonrisa.
Así que aquí estaba, la criada buscándole por toda la casa y el gato metiéndose en el único lugar en dónde solo yo entraba. —Nos volvemos a ver, gatito —dije simplemente observándolo esta vez con mucha mas atención que antes, fijándome en todos los detalles posibles, intentando que no me pasara nada por alto— has ido a esconderte en el peor lugar —negué con la cabeza— a no ser que no huyeras de mi y huyeras de la criada, entonces fuiste a elegir el mejor lugar —levanté levemente la ceja y dejé la puerta del armario abierta y me dirigí a dejar el papel que había cogido del abrigo y dejándolo sobre la mesa. Era el listado de las cosas que pretendía hacer durante mi estadía en París antes de cambiar de ubicación para revisar los negocios familiares en otro sitio. Tras un momento, me giré para volver a fijar mi mirada de nuevo en el armario y en el gato que se encontraba dentro del mismo—. ¿Aún sigues ahí? —dije finalmente, mientras mis pasos se volvían a acercar a dónde estaba—. Me empiezo a cuestionar... ¿realmente quieres huir o estás aún aquí porqué no te ha bastado con la leche que te ha dado la criada? —mi mirada se quedó fija en el animal, sin decir nada de nada mientras intentaba descifrar que no encajaba.
Teniendo eso listo, mis pasos se volvieron hacia el armario que había en un rincón de la sala, un armario en dónde se guardaban tanto abrigos, como retazos de telas que solo se usaban de forma ocasional y que habían quedado parcialmente en el olvido. Ésos eran los abrigos que usaba cada vez que prefería mantener un “perfil bajo” en algunas ocasiones, o en esas ocasiones que, simplemente, sabía que el lugar en dónde iba a ir no era el mejor lugar para un abrigo nuevo y de buena calidad. Sin pensar en la posibilidad de que hubiera un inquilino en el interior, abrí las puertas sin ni siquiera preocuparme, en busca de algo que había guardado en uno de los bolsillos de uno de los abrigos y que, en estos momentos, me interesaba revisar de nuevo. Al mover los abrigos que se encontraban mi mirada finalmente se posó en el suelo del armario y esbocé una ligera sonrisa.
Así que aquí estaba, la criada buscándole por toda la casa y el gato metiéndose en el único lugar en dónde solo yo entraba. —Nos volvemos a ver, gatito —dije simplemente observándolo esta vez con mucha mas atención que antes, fijándome en todos los detalles posibles, intentando que no me pasara nada por alto— has ido a esconderte en el peor lugar —negué con la cabeza— a no ser que no huyeras de mi y huyeras de la criada, entonces fuiste a elegir el mejor lugar —levanté levemente la ceja y dejé la puerta del armario abierta y me dirigí a dejar el papel que había cogido del abrigo y dejándolo sobre la mesa. Era el listado de las cosas que pretendía hacer durante mi estadía en París antes de cambiar de ubicación para revisar los negocios familiares en otro sitio. Tras un momento, me giré para volver a fijar mi mirada de nuevo en el armario y en el gato que se encontraba dentro del mismo—. ¿Aún sigues ahí? —dije finalmente, mientras mis pasos se volvían a acercar a dónde estaba—. Me empiezo a cuestionar... ¿realmente quieres huir o estás aún aquí porqué no te ha bastado con la leche que te ha dado la criada? —mi mirada se quedó fija en el animal, sin decir nada de nada mientras intentaba descifrar que no encajaba.
Oritía Grøelschkøj- Humano Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 23/09/2015
Re: Quizás esa tarde, no iba a ser la mejor. #Privado
Ya había pasado algún tiempo desde que Uriel se había metido en el armario, escondiéndose en aquel abrigo, que para qué nos íbamos a engañar, contenía polvo, se ve que no le daban mucho uso a lo que allí dentro se encontraba, por ello pensó que era el mejor sitio aunque, si alguien lo había visto meterse allí de nuevo, probablemente acabarían encontrándole allí metido, ya que si no dónde iba a meterse. No tenía miedo, si no más bien curiosidad por saber si al fin lograrían avistarle, no se movió un palmo, aun así, oía pasos todo el rato, la criada parecía bajar de nuevo por las escaleras, sin haberse oído una voz, ¿tan dura sería aquella mujer? No le bastaba nada más que un gesto para que la criada sin formular palabra alguna se alejara, porque dudaba que fuera la dueña la que se alejara dejando pasar al gato por alto. Cerraron la puerta, también escuchaba como alguien caminaba dentro de la habitación y cerraban las ventanas, ya no tenía escapatoria alguna, seguramente sabían que él estaba allí, y así era, de pronto el armario, fue abierto.
En cierto modo, él ya tenía una edad y siempre había sido una persona miedosa, cabizbaja, cobarde y muy inocente, jamás había conocido algo más allá que no fueran unas paredes que lo encerraban, como pasaba en aquel orfanato donde había pasado casi toda su vida, ahora, él sabía que era una criatura sobrenatural, y que poseía una fuerza y agilidad que no tenían los humanos, podían rastrear el aura ajena, y... ¿porqué siempre huía? Se quedó completamente quieto, sin moverse un momento, hasta que fue tocado, buscaban algo y no era precisamente a Uriel, ¡maldita sea!, pensó. La mujer ya lo había visto, solo le dirigió unas palabras y se giró de nuevo a dejar unos papeles en los cajones, no entendía nada, le daba lo mismo que él estuviera ahí por lo visto, ¿acaso parecía un simple gato realmente? Podría decirse suerte, aunque ella no estaba del todo cómoda con la presencia del felino, con lo que cuando le hizo aquella pregunta se dirigió a la ventana, saltando por la mesa, y en el borde dando un salto hasta la misma, golpeándola con una pata, asumiendo que estaba cerraba, bajó de allí a la mesa de nuevo y de allí al suelo, yendo ahora en dirección a la puerta, también golpeándola, haciéndola saber cómo narices iba a escapar de allí si todo lo había cerrado. Caminó hasta ella y levantó su cabecita, habiéndose sentado ya y maulló, como si algo quisiera, y en verdad lo que quería no era realmente escapar ya, ni tampoco comida, quería ser él mismo, dejarse de esconder y asumir su sobrenaturalidad y compartirla, aunque no todo fuera tan bonito como podría ser.
Quizás ella no iba a estar tan satisfecha viéndole como humano, podría verlo como un acosador mas bien. Se acercó un poco más empezando a ronronear despacio, restregándose en su pierna, actuando como un gato normal para que le dieran cierta libertad sobre la habitación o... de alguna manera que ella pudiera darse cuenta de lo que era si es que conocía de las criaturas no humanas. Fue a la silla y saltó para colocarse ahí sentándose, torció su cabeza y cuello para relamerse los genitales como haría cualquier gato en su sano juicio, después de semejante acto, se quedó sentado tan pancho como si se hubiera atiborrado de comida. Se quedó mirando fíjamente a la mujer de cabellos dorados sin saber muy bien lo que iba a hacer en ese momento, pero éste no quiso esperar más, quería pasarlo bien un poco. Volvió a subirse a la mesa, y bolígrafos, lapiceros y demás material que se encontrara encima de la mesa, Uriel los iba tirando poco a poco, uno a uno, dejando estos rodar y ver como caían, algo que le hacía peculiar gracia, miró de reojo a la mujer, cual escena ya no le comenzaba a parecer tan graciosa con lo cual, tendría que actuar cuando antes si no quería que su piso se convirtiera en un desorganizado almacén de polvo.
En cierto modo, él ya tenía una edad y siempre había sido una persona miedosa, cabizbaja, cobarde y muy inocente, jamás había conocido algo más allá que no fueran unas paredes que lo encerraban, como pasaba en aquel orfanato donde había pasado casi toda su vida, ahora, él sabía que era una criatura sobrenatural, y que poseía una fuerza y agilidad que no tenían los humanos, podían rastrear el aura ajena, y... ¿porqué siempre huía? Se quedó completamente quieto, sin moverse un momento, hasta que fue tocado, buscaban algo y no era precisamente a Uriel, ¡maldita sea!, pensó. La mujer ya lo había visto, solo le dirigió unas palabras y se giró de nuevo a dejar unos papeles en los cajones, no entendía nada, le daba lo mismo que él estuviera ahí por lo visto, ¿acaso parecía un simple gato realmente? Podría decirse suerte, aunque ella no estaba del todo cómoda con la presencia del felino, con lo que cuando le hizo aquella pregunta se dirigió a la ventana, saltando por la mesa, y en el borde dando un salto hasta la misma, golpeándola con una pata, asumiendo que estaba cerraba, bajó de allí a la mesa de nuevo y de allí al suelo, yendo ahora en dirección a la puerta, también golpeándola, haciéndola saber cómo narices iba a escapar de allí si todo lo había cerrado. Caminó hasta ella y levantó su cabecita, habiéndose sentado ya y maulló, como si algo quisiera, y en verdad lo que quería no era realmente escapar ya, ni tampoco comida, quería ser él mismo, dejarse de esconder y asumir su sobrenaturalidad y compartirla, aunque no todo fuera tan bonito como podría ser.
Quizás ella no iba a estar tan satisfecha viéndole como humano, podría verlo como un acosador mas bien. Se acercó un poco más empezando a ronronear despacio, restregándose en su pierna, actuando como un gato normal para que le dieran cierta libertad sobre la habitación o... de alguna manera que ella pudiera darse cuenta de lo que era si es que conocía de las criaturas no humanas. Fue a la silla y saltó para colocarse ahí sentándose, torció su cabeza y cuello para relamerse los genitales como haría cualquier gato en su sano juicio, después de semejante acto, se quedó sentado tan pancho como si se hubiera atiborrado de comida. Se quedó mirando fíjamente a la mujer de cabellos dorados sin saber muy bien lo que iba a hacer en ese momento, pero éste no quiso esperar más, quería pasarlo bien un poco. Volvió a subirse a la mesa, y bolígrafos, lapiceros y demás material que se encontrara encima de la mesa, Uriel los iba tirando poco a poco, uno a uno, dejando estos rodar y ver como caían, algo que le hacía peculiar gracia, miró de reojo a la mujer, cual escena ya no le comenzaba a parecer tan graciosa con lo cual, tendría que actuar cuando antes si no quería que su piso se convirtiera en un desorganizado almacén de polvo.
Uriel Müller- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 16/02/2016
Localización : En un sucio y viejo colchón.
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