AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Esto no es bueno o quizás ¿sí? || Privado
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Esto no es bueno o quizás ¿sí? || Privado
Cada vez la vida es más complicada y más difícil cuando la gente te quiere para labores de los más extraños, unos solo quieren que te desnudes y poses sobre sus mesas mientras toman sus comidas admirando la desnudez, ¿el propósito de ello? Excitarse lo suficiente como para luego follar con sus amantes; otros trabajos son aún más descabellados lo que hace que una se trague su orgullo y acepte aquellas condiciones por algunas monedas, aunque también hay una excepción a esa regla, ya que por dinero no venderé mi dignidad y menos si lo que quieren es tocarme con sus sucias y pendencieras manos para buscar un ápice de excitación en mis ojos, pero lamentablemente aquellos hombres no me provocan ni un mal pensamiento como para jadear siendo así el trabajo más complicado a realizar, ya que mis labios se quedan sellados y aunque ellos toquen mis puntos más sensibles no es lo mismo su tacto al de una mujer….al de mi bella Katrina.
Cada día se pasa igual, buscando en lugar en lugar un trabajo temporal que pague lo suficiente para llevar comida a la casa para do, pero cada vez es más y más difícil hacerlo, encontrar un buen lugar en donde no te pongan a hacer, por ser mujer, una puta más, como si todo en este maldito mundo se reduce a eso, sexo, ver como se tocan y tratan de levantar tu lívido con un besito o una caricia y enseguida te la quieren meter, hombres o mujeres todo es lo mismo, solo buscan su satisfacción sexual y nada más, que hay de las gratificaciones del coqueteo, de la galantería, eso se fue al drenaje ya.
¿Puedo pedir algo a alguien? No, no lo puedo hacer por el hecho que no hay mujer que me llame la atención de la manera que lo hizo Katrina, aquella fuerza capaza de hacerme ver el mundo de otro tono y no del tono oscuro y podrido que suele ser.
¿Un esposo rico? Mi hermano Kyle me ha dado ese consejo ¡cásate con un viejo rico y heredarás su dinero, por follar con él no te preocupes diremos que eres muda así no te forzará y tú podrás estar con las mujeres que desees después de su muerte! Un lindo consejo, lástima que no pueda hacer eso, por el simple hecho de que no soportaría ser una esposa trofeo, si es verdad soy una de las mujeres más raras que he conocido pero que puedo hacer entre mi timidez y rebeldía, entre mi orgullo y mi apaciguada alma…quien podría volver a despertar ese fuego otra vez, y todo ello producto de mi amante del pasado, aquella mujer que amaba y odiaba a la vez. ¡Maldito el día en que me fijé en ella hasta llevarla en mis huesos!
Vagando toda la mañana y tarde por las calles de Paris viendo y pidiendo trabajo….para qué, si todo lo que dicen es ¡No! ¡Sabes complacer a hombres! ¡Cómo mueves esas caderas! ¡Sabes usar la boca! Todo igual, hasta que ¡Eureka! En el mercado una mujer con un puesto de frutas que era invidente me contrata para ayudarle “Les Etages” necesitaba alguna ayudante por el momento, un trabajo bueno, solo tenía que atender a las personas y cobrarles, además de hablarles de lo conveniente de las frutas que elijan, eso se me daba bien tenía buen ojo para las verduras y frutas. –No está mal- murmuro aceptando, el vestido algo ancho para mi cuerpo hacía más notorio que no había comido nada en varios días lo que ruego es que la mujer no se dé cuenta, pero lo hace al escuchar como arrastro la falda del vestido, me pide que me cambie por algo más ajustado y atractivo a la vista ruedo los ojos porque sé a qué se refiere, y aun sabiendo que tocará mostrar algo de carne, obedezco por cansancio y hambre.
La tarde esta lo más alto, las campanas de la iglesia tocan anunciando el mediodía, hora de almorzar, la mujer se retira y me entrega un cesta con frutas, pan, agua, todo un banquete para mí, comí poco porque quería llevar algo a mi hermano Kyle estaba enfermo y por eso no me acompaño a conseguir trabajo, antes de irse la mujer me aconsejó no dejar el puesto o no me pagaría, de mala gana acepto y ella se retira dejándome sola ahí en eso los recuerdos de nuevo me atormentan, cerré mis ojos y sentí al mano de Katrina sobre mi mejilla, abrí los ojos y era el viento, aun la recordaba. ¿por qué? Quizás porque nadie más ha sabido hacerme lo que ella me hacía, y porque nadie me ha enamorado como ella lo hizo, al punto de no poder vivir lejos de ella.
Cada día se pasa igual, buscando en lugar en lugar un trabajo temporal que pague lo suficiente para llevar comida a la casa para do, pero cada vez es más y más difícil hacerlo, encontrar un buen lugar en donde no te pongan a hacer, por ser mujer, una puta más, como si todo en este maldito mundo se reduce a eso, sexo, ver como se tocan y tratan de levantar tu lívido con un besito o una caricia y enseguida te la quieren meter, hombres o mujeres todo es lo mismo, solo buscan su satisfacción sexual y nada más, que hay de las gratificaciones del coqueteo, de la galantería, eso se fue al drenaje ya.
¿Puedo pedir algo a alguien? No, no lo puedo hacer por el hecho que no hay mujer que me llame la atención de la manera que lo hizo Katrina, aquella fuerza capaza de hacerme ver el mundo de otro tono y no del tono oscuro y podrido que suele ser.
¿Un esposo rico? Mi hermano Kyle me ha dado ese consejo ¡cásate con un viejo rico y heredarás su dinero, por follar con él no te preocupes diremos que eres muda así no te forzará y tú podrás estar con las mujeres que desees después de su muerte! Un lindo consejo, lástima que no pueda hacer eso, por el simple hecho de que no soportaría ser una esposa trofeo, si es verdad soy una de las mujeres más raras que he conocido pero que puedo hacer entre mi timidez y rebeldía, entre mi orgullo y mi apaciguada alma…quien podría volver a despertar ese fuego otra vez, y todo ello producto de mi amante del pasado, aquella mujer que amaba y odiaba a la vez. ¡Maldito el día en que me fijé en ella hasta llevarla en mis huesos!
Vagando toda la mañana y tarde por las calles de Paris viendo y pidiendo trabajo….para qué, si todo lo que dicen es ¡No! ¡Sabes complacer a hombres! ¡Cómo mueves esas caderas! ¡Sabes usar la boca! Todo igual, hasta que ¡Eureka! En el mercado una mujer con un puesto de frutas que era invidente me contrata para ayudarle “Les Etages” necesitaba alguna ayudante por el momento, un trabajo bueno, solo tenía que atender a las personas y cobrarles, además de hablarles de lo conveniente de las frutas que elijan, eso se me daba bien tenía buen ojo para las verduras y frutas. –No está mal- murmuro aceptando, el vestido algo ancho para mi cuerpo hacía más notorio que no había comido nada en varios días lo que ruego es que la mujer no se dé cuenta, pero lo hace al escuchar como arrastro la falda del vestido, me pide que me cambie por algo más ajustado y atractivo a la vista ruedo los ojos porque sé a qué se refiere, y aun sabiendo que tocará mostrar algo de carne, obedezco por cansancio y hambre.
La tarde esta lo más alto, las campanas de la iglesia tocan anunciando el mediodía, hora de almorzar, la mujer se retira y me entrega un cesta con frutas, pan, agua, todo un banquete para mí, comí poco porque quería llevar algo a mi hermano Kyle estaba enfermo y por eso no me acompaño a conseguir trabajo, antes de irse la mujer me aconsejó no dejar el puesto o no me pagaría, de mala gana acepto y ella se retira dejándome sola ahí en eso los recuerdos de nuevo me atormentan, cerré mis ojos y sentí al mano de Katrina sobre mi mejilla, abrí los ojos y era el viento, aun la recordaba. ¿por qué? Quizás porque nadie más ha sabido hacerme lo que ella me hacía, y porque nadie me ha enamorado como ella lo hizo, al punto de no poder vivir lejos de ella.
Última edición por Naomi / Kyle O´connell el Vie Jul 22, 2016 9:20 pm, editado 1 vez
Naomi / Kyle O´connell- Humano Clase Baja
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Re: Esto no es bueno o quizás ¿sí? || Privado
Caminaba con las manos en los bolsillos de sus pantalones de color crema. Las botas eran de piel marrón claro y la camisa y el chaleco también. Sólo la casaca, de un color azul intenso como sus ojos, revelaban su buena manufactura. Silbaba una melodía pegadiza que había escuchado en algún rincón de Marruecos, o quizás fuera en Egipto... vaya usted a saber. Había viajado tanto por África que los recuerdos se le mezclaban.
Aspiró el frío aire de la tarde parisina y se pasó las manos por su salvaje melena rubia tan difícil de domar. Lo llevaba medio corto porque de llevarlo largo parecía lo que en realidad era, un león. El aire frío le hizo estremecer. Sin duda prefería las latitudes soleadas y tumbarse al sol tendido en una hamaca. Pero las circunstancias mandaban.
Su esposa, Nebet, debía recibir algo de tratamiento psiquiátrico y con suerte hacer amigos nuevos en la ciudad, y quizás así lo dejase un poco en paz. Cualquiera podría pensar que actuaba por frivolidad, que no atendía a su esposa neurótica porque era un mal marido. Realmente era un marido pésimo. Pero la gente no sabía de las condiciones en las que se casaron. Nebet sabía que Colton eran homosexual, estaba advertida por él de que nunca podría amarla, y aún así insistió en pasar por el altar, le juró y perjuró que jamás intentaría cambiarlo, que jamás desearía otra cosa que la amistad. Pero las palabras se las lleva el viento y la mujer quería de él lo que jamás podría obtener. Era un león enjaulado en una vida que no quería, pero aún así solía tirar de buen humor y alegría para sobrellevarlo.
Vivían en una buena casa en la zona pudiente de París. Colton era de ascendencia noble y tenían muchas tierras en Sudáfrica donde su familia residía y se dedicaba al comercio de productos agrícolas y ganaderos y a la explotación de una mina de diamantes. Su estancia en París se alargaría hasta que sucediese alguna de las cosas que había venido a arreglar: que su mujer dejase de hacerle la vida un infierno y recuperase su equilibrio mental, o que el rey le devolviese los títulos nobiliarios que le habían sido retirados a su padre.
Aún así, a pesar de que odiaba el clima de perros parisino y lo deprimente de sus calles y rincones infrahumanos, estaba de buen humor, más o menos. Había descubierto un pequeño restaurante, sencillo, a orillas del Sena, y una taberna donde tocaban músicos irlandeses, muy divertidos y borrachines. Su plan era pasar la velada allí, en compañía de gente sencilla que apreciaba la vida por el simple hecho de estar vivos.
Se detuvo en un puesto de fruta y cogió una manzana que tenía buen aspecto. Le sonrió a la muchacha que estaba al frente del tenderete. Solía mirar a los ojos de la gente, de forma directa, él era un felino y no huía la mirada. De nuevo otros ojos que hablaban de miseria, hambre y frío. ¿Qué coño les pasaba en aquella ciudad? la gente moría de hambre en una de las capitales más importantes del mundo.— Buenas tardes. Tenga, gracias.— Le deslizó una moneda de cinco francos en la mano, a todas luces mucho más de lo que valía la manzana.— quédese el cambio.
Rodó sobre sus talones y se dirigió calle abajo, pero se detuvo y regresó al puesto de frutas. Él tenía dinero de sobra, y posiblemente aquella muchacha tuviera alguien al cargo, algún crío, una vieja madre, un esposo inválido...alguna de esas historias tristes de París, porque sus ojos se lo habían gritado.— ¿Puede traerme mañana a mi casa una docena de manzanas y otra de naranjas? Tenga, le pagaré por adelantado.— Le puso un billete en las manos. Si no se presentaba... ¡Pf! tampoco se iba a arruinar.— es el 15 de la rue de Renard.— aquello era uno de los barrios ricos, cruzando la Ile de la Cité.— dígale a la señora Lenoir, mi cocinera que el señor Bradley se lo encargó, no tendrá problemas.
Aspiró el frío aire de la tarde parisina y se pasó las manos por su salvaje melena rubia tan difícil de domar. Lo llevaba medio corto porque de llevarlo largo parecía lo que en realidad era, un león. El aire frío le hizo estremecer. Sin duda prefería las latitudes soleadas y tumbarse al sol tendido en una hamaca. Pero las circunstancias mandaban.
Su esposa, Nebet, debía recibir algo de tratamiento psiquiátrico y con suerte hacer amigos nuevos en la ciudad, y quizás así lo dejase un poco en paz. Cualquiera podría pensar que actuaba por frivolidad, que no atendía a su esposa neurótica porque era un mal marido. Realmente era un marido pésimo. Pero la gente no sabía de las condiciones en las que se casaron. Nebet sabía que Colton eran homosexual, estaba advertida por él de que nunca podría amarla, y aún así insistió en pasar por el altar, le juró y perjuró que jamás intentaría cambiarlo, que jamás desearía otra cosa que la amistad. Pero las palabras se las lleva el viento y la mujer quería de él lo que jamás podría obtener. Era un león enjaulado en una vida que no quería, pero aún así solía tirar de buen humor y alegría para sobrellevarlo.
Vivían en una buena casa en la zona pudiente de París. Colton era de ascendencia noble y tenían muchas tierras en Sudáfrica donde su familia residía y se dedicaba al comercio de productos agrícolas y ganaderos y a la explotación de una mina de diamantes. Su estancia en París se alargaría hasta que sucediese alguna de las cosas que había venido a arreglar: que su mujer dejase de hacerle la vida un infierno y recuperase su equilibrio mental, o que el rey le devolviese los títulos nobiliarios que le habían sido retirados a su padre.
Aún así, a pesar de que odiaba el clima de perros parisino y lo deprimente de sus calles y rincones infrahumanos, estaba de buen humor, más o menos. Había descubierto un pequeño restaurante, sencillo, a orillas del Sena, y una taberna donde tocaban músicos irlandeses, muy divertidos y borrachines. Su plan era pasar la velada allí, en compañía de gente sencilla que apreciaba la vida por el simple hecho de estar vivos.
Se detuvo en un puesto de fruta y cogió una manzana que tenía buen aspecto. Le sonrió a la muchacha que estaba al frente del tenderete. Solía mirar a los ojos de la gente, de forma directa, él era un felino y no huía la mirada. De nuevo otros ojos que hablaban de miseria, hambre y frío. ¿Qué coño les pasaba en aquella ciudad? la gente moría de hambre en una de las capitales más importantes del mundo.— Buenas tardes. Tenga, gracias.— Le deslizó una moneda de cinco francos en la mano, a todas luces mucho más de lo que valía la manzana.— quédese el cambio.
Rodó sobre sus talones y se dirigió calle abajo, pero se detuvo y regresó al puesto de frutas. Él tenía dinero de sobra, y posiblemente aquella muchacha tuviera alguien al cargo, algún crío, una vieja madre, un esposo inválido...alguna de esas historias tristes de París, porque sus ojos se lo habían gritado.— ¿Puede traerme mañana a mi casa una docena de manzanas y otra de naranjas? Tenga, le pagaré por adelantado.— Le puso un billete en las manos. Si no se presentaba... ¡Pf! tampoco se iba a arruinar.— es el 15 de la rue de Renard.— aquello era uno de los barrios ricos, cruzando la Ile de la Cité.— dígale a la señora Lenoir, mi cocinera que el señor Bradley se lo encargó, no tendrá problemas.
Colton Bradley- Cambiante Clase Alta
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Re: Esto no es bueno o quizás ¿sí? || Privado
El recuerdo vago que se iba extinguiendo como si fuera una fatídica despedida, lo era por ello estaba a punto de llorar por quedarme en lo que sería solo un pasado, era hora de continuar y conseguir algo mejor, una vida diferente a la simples humanos que vagan por ahí de empleo en empleo; esta vez estaba decidida a quedarme en aquel mercado con aquella anciana al menos hasta que otro mejor empleo surja. Así fue como despedí a mi gran amor y que a la vez fue mi destrucción y la de mi hermano en manos de aquella familia.
Con un fuerte suspiro y la mente positiva pensando en cosas agradables, al menos era lo mejor que podía hacer ya que el trato con otros realmente se me daba muy mal por mi timidez; practicando como hablar con los clientes pero en cada una cometía errores y eso me deprimía mucho, al menos hasta que una voz me interrumpió, no supe que hacer solo me sonrojé de vergüenza por quedarme callada Debo decir algo, debo decir algo me repetía mentalmente mientras tomaba la moneda en pago, pero de mis labios no salió palabra alguna, mi voz quedó sellada, como si no tuviera habla. Que vergüenza.
Quedé viendo como le joven se alejaba, en mi mano aun quedaba aquella moneda y sus palabras sobre quedarme con el cambio, no podía creer lo que había pasado; mi mente repasaba una y otra vez los eventos ocurridos para ver si no fue solo una ilusión, pero no, era todo real. Al verle alejarse a aquel caballero fue cuando mi voz salió –Buena tarde…gracias por su compra, regrese otro día– estaba enojada conmigo misma por no haber podido hablar en el momento oportuno –Aunque me pago el doble por la manzana, no lo puedo aceptar así no más, sin hacer algo que merezca le pago, me siento peor aun– estaba muy deprimida y miserable me sentía por no hacer bien aquello que se veía sencillo.
Apenada por todo lo ocurrido recé por tener una segunda oportunidad de hacer mejor las cosas, y al parecer si existe un Dios porque ni bien había terminado mi petición cuando aquel joven regreso, pero lo que ocurrió fue algo inesperado…
–Quéeeeeee– Acaso el joven estaba pidiendo fruta y pagando el triples, no el cuádruple solo por una cesta de frutas frescas, y aun peor que eso dejándome con un doble cambio, debía haber un error en todo ello, a lo mejor era una broma, pero el billete era real, antes que se fuera nuevamente y me deje con esa duda corrí hacia el caballero tomándole de la casaca –Espere, señor. Buena tarde- retiré mi mano de su ropa pidiendo disculpas; con una sonrisa le mire a los ojos, una que ocultaba mi nerviosismo y mi tartamudez al hablar con las personas –Sa.Sabe, es mucho lo.lo que me ha dado, y más por una ca.ca.canasta de frutas frescas. Eso lo dejaría con un saldo a favor para usted, tendría que darle el cambio, ya que yo no soy dueña de la tienda y no puedo quedarme con el resto del dinero, además…y.yo me sentiría mal recibiendo así el dinero sin habérmelo ganado realmente– entrego en sus manos el cambio por la fruta y el billete lo guardo en el bolsillo de aquel delantal.
Las piernas y manos me temblaban realmente –Mañana le llevaré el pedido y el cambio ya que la señora dueña no está en este momento por eso le pido que espere hasta mañana, mi pregunta es ¿Cómo se llama? Si no se su apellido no podré decirle a sus doncellas que usted ha hecho el pedido y sería problemático después desperdiciar toda esa deliciosa comida– cuando hablaba de otros temas podía olvidarme fácilmente de mis nervios; esa era la respuesta, debía concentrarme en hablar sobre las frutas, solo sobre las frutas y no del dinero.
Con un fuerte suspiro y la mente positiva pensando en cosas agradables, al menos era lo mejor que podía hacer ya que el trato con otros realmente se me daba muy mal por mi timidez; practicando como hablar con los clientes pero en cada una cometía errores y eso me deprimía mucho, al menos hasta que una voz me interrumpió, no supe que hacer solo me sonrojé de vergüenza por quedarme callada Debo decir algo, debo decir algo me repetía mentalmente mientras tomaba la moneda en pago, pero de mis labios no salió palabra alguna, mi voz quedó sellada, como si no tuviera habla. Que vergüenza.
Quedé viendo como le joven se alejaba, en mi mano aun quedaba aquella moneda y sus palabras sobre quedarme con el cambio, no podía creer lo que había pasado; mi mente repasaba una y otra vez los eventos ocurridos para ver si no fue solo una ilusión, pero no, era todo real. Al verle alejarse a aquel caballero fue cuando mi voz salió –Buena tarde…gracias por su compra, regrese otro día– estaba enojada conmigo misma por no haber podido hablar en el momento oportuno –Aunque me pago el doble por la manzana, no lo puedo aceptar así no más, sin hacer algo que merezca le pago, me siento peor aun– estaba muy deprimida y miserable me sentía por no hacer bien aquello que se veía sencillo.
Apenada por todo lo ocurrido recé por tener una segunda oportunidad de hacer mejor las cosas, y al parecer si existe un Dios porque ni bien había terminado mi petición cuando aquel joven regreso, pero lo que ocurrió fue algo inesperado…
–Quéeeeeee– Acaso el joven estaba pidiendo fruta y pagando el triples, no el cuádruple solo por una cesta de frutas frescas, y aun peor que eso dejándome con un doble cambio, debía haber un error en todo ello, a lo mejor era una broma, pero el billete era real, antes que se fuera nuevamente y me deje con esa duda corrí hacia el caballero tomándole de la casaca –Espere, señor. Buena tarde- retiré mi mano de su ropa pidiendo disculpas; con una sonrisa le mire a los ojos, una que ocultaba mi nerviosismo y mi tartamudez al hablar con las personas –Sa.Sabe, es mucho lo.lo que me ha dado, y más por una ca.ca.canasta de frutas frescas. Eso lo dejaría con un saldo a favor para usted, tendría que darle el cambio, ya que yo no soy dueña de la tienda y no puedo quedarme con el resto del dinero, además…y.yo me sentiría mal recibiendo así el dinero sin habérmelo ganado realmente– entrego en sus manos el cambio por la fruta y el billete lo guardo en el bolsillo de aquel delantal.
Las piernas y manos me temblaban realmente –Mañana le llevaré el pedido y el cambio ya que la señora dueña no está en este momento por eso le pido que espere hasta mañana, mi pregunta es ¿Cómo se llama? Si no se su apellido no podré decirle a sus doncellas que usted ha hecho el pedido y sería problemático después desperdiciar toda esa deliciosa comida– cuando hablaba de otros temas podía olvidarme fácilmente de mis nervios; esa era la respuesta, debía concentrarme en hablar sobre las frutas, solo sobre las frutas y no del dinero.
Naomi / Kyle O´connell- Humano Clase Baja
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Re: Esto no es bueno o quizás ¿sí? || Privado
El cambiaformas león sonrió. La pobrecilla estaba nerviosa como un ratón perseguido por una gato.
— No se preocupe, se lo he dicho antes, soy el señor Bradley, pero puede llamarme Colton. ¿Y usted? ¿Cuál es su nombre? así se lo diré a mi cocinera, la señora Lenoir. Y no se apure tanto, no le he dado una fortuna, sólo el precio justo.
Esperó a que le dijera su nombre con un gesto amable en el rostro.Repasó a la muchacha con la mirada, demasiado delgada, demasiado triste, y demasiado decente para la miseria en la que vivía. Normalmente la gente que pasaba hambre y frío solía embrutecerse y terminaba delinquiendo, engañando o cometiendo algún crimen. Aunque para las muchachas, solía terminar en la venta de sí mismas por las calles. Odiaba la inmundicia con toda su alma y el comercio de seres humanos le daba un asco profundo. Entendía que alguien desesperado hiciera lo que fuese por sobrevivir. Lo que no entendía es que otros pagasen unos peniques por aprovecharse de esa miseria.
—No se preocupe entonces,acéptelo como un adelanto, y mañana cuando me traiga el pedido se cobra lo que usted considere. Que tenga una buena tarde.
Se alejó del puesto y se perdió entre las calles rumbo al pequeño restaurante irlandés que había a orillas del Sena, dispuesto a olvidarse un rato de sus propios fantasmas. Echaba de menos viajar y descubrir nuevos lugares. Era un gato y su curiosidad no conocía límites. Echaba de menos aquellos días en los que Nebet y él formaban una bonita pareja de amigos viviendo aventuras juntos. Ella siempre había sido su confidente cuando había tenido alguna relación. Estaba mal visto amar a personas del mismo sexo, y la clandestinidad lo hacía todavía más estimulante. Echaba de menos a su vieja a amiga, al hombro sobre el que llorar cuando las cosas no iban bien. Pero aquellos tiempos se habían esfumado y Nebet se había convertido en una mujer amargada, fría y cruel, decidida a destrozarle le vida ya que no podía tenerlo como ella deseaba.
De alguna manera, no dejaba de pensar en aquellos ojos, los de la muchacha del puesto de frutas. Seguramente ella tuviera sus desgracias, mucho más dolorosas ya que no gozaba de buena posición social, porque las penas con dinero, eran menos penas. Realmente lamentaba tanta desgracia. Pero podía hacer algo para cambiar un poco las cosas. Quizás fuera un grano de arena ínfimo en el desierto de la humanidad, pero si podía ayudar a alguien, y devolver la buena suerte que había tenido él, ya que había nacido rico y había visto medio mundo, pues lo haría.
Al día siguiente, la cocinera tenía órdenes de avisarlo si le traían esa cesta de frutas. La mujer, gruesa y con cejas espesas y pelo cano, abrió la puerta del servicio para recibir a la muchacha. La miró con el ceño fruncido.
— Buenos días, niña. Pasa, el señor Bradley te espera. Deja la cesta ahí.— le indicó un hueco en la despensa y luego la acompañó escaleras arriba. Colton estaba sentado frente a una ventana en un despacho lleno de libros, mirando hacia la calle, pensativo. No iba vestido como un marqués, él era más de pantalones, botas y camisa, cómodo, como cuando se embarcaba en sus largos viajes de exploración. No era un señorito repeinado y con pelucas, con la cara pintada de blanco y lunares falsos. Aborrecía esa moda ridícula parisina. Era un felino, nada de potingues sobre la piel, no lo soportaba, sólo su dorada melena limpia y suelta.
Al escuchar los pasos se giró y al verla entrar se levantó del asiento haciéndole una reverencia con la cabeza.
—Gracias, señora Lenoir, puede retirarse.— La cocinera se marchó, dejándola allí y cerrando la puerta del despacho.— Buenos días señorita, ¿cómo está usted hoy? parece que no levanta el frío ¿hm? Ah! no me gusta nada este clima de París, mataría por regresar a Marruecos, donde hay doce horas de sol y todo huele a hierbabuena y comino.¡Pero en fin! no se puede tener todo.— Colton era un tipo simpático, parlanchín, le estaba dando un poco de conversación ligera porque imaginaba que la chica debería estar aterrada, pensando en que la hacía subir allí para echarle una bronca o pedirle alguna barbaridad.
Se pasó las manos por el pelo, en un gesto que era muy suyo, para retirarse los mechones de la cara y luego se puso las manos tras la espalda.
— verá, la he hecho subir porque quería proponerle algo. Me dio la impresión ayer de que su jefa en la frutería no le paga justamente, y aún así, no quiso aceptar mi dinero. Es usted una persona decente y de eso ya no queda mucho en París. Quería proponerle que trabaje para mí.— debía elegir cuidadosamente las palabras o la muchacha lo tomaría por un psicópata, que sin conocerla la quería meter en su casa.— El asunto es...— se acarició la barba.— que mi esposa está enferma, pero no es una enfermedad del cuerpo, es más bien...pfffff...está mal de los nervios, si usted me entiende. Y la doncella que la acompañaba se despidió ayer. No la culpo, porque puede llegar a ser desquiciante ...pero bueno, el caso es que le estoy ofreciendo un trabajo digno y un buen sueldo. Créame, no es caridad, cuidar de mi esposa va a suponerle un reto, se ganará cada céntimo que le pague.
La muchacha le había dicho el día anterior que no quería el dinero que no se hubiera ganado. Pues bien, el trabajo no iba a ser fácil, de eso ya estaba advertida.
—¿Colton?..— una voz femenina lo llamó al otro lado de la puerta, y acto seguido apareció en el despacho. Era una mujer de largos y ondulados cabellos rubios, ojos de un azul casi violeta, alta y bonita.— ¿qué hace esta chica aquí?.¿Dónde está Vivianne?— Observó de arriba a abajo a la extraña, preguntandole a su marido por su antigua cuidadora. Ya iban tres en lo que llevaban allí, todas se despedían a los dos meses.
— No se preocupe, se lo he dicho antes, soy el señor Bradley, pero puede llamarme Colton. ¿Y usted? ¿Cuál es su nombre? así se lo diré a mi cocinera, la señora Lenoir. Y no se apure tanto, no le he dado una fortuna, sólo el precio justo.
Esperó a que le dijera su nombre con un gesto amable en el rostro.Repasó a la muchacha con la mirada, demasiado delgada, demasiado triste, y demasiado decente para la miseria en la que vivía. Normalmente la gente que pasaba hambre y frío solía embrutecerse y terminaba delinquiendo, engañando o cometiendo algún crimen. Aunque para las muchachas, solía terminar en la venta de sí mismas por las calles. Odiaba la inmundicia con toda su alma y el comercio de seres humanos le daba un asco profundo. Entendía que alguien desesperado hiciera lo que fuese por sobrevivir. Lo que no entendía es que otros pagasen unos peniques por aprovecharse de esa miseria.
—No se preocupe entonces,acéptelo como un adelanto, y mañana cuando me traiga el pedido se cobra lo que usted considere. Que tenga una buena tarde.
Se alejó del puesto y se perdió entre las calles rumbo al pequeño restaurante irlandés que había a orillas del Sena, dispuesto a olvidarse un rato de sus propios fantasmas. Echaba de menos viajar y descubrir nuevos lugares. Era un gato y su curiosidad no conocía límites. Echaba de menos aquellos días en los que Nebet y él formaban una bonita pareja de amigos viviendo aventuras juntos. Ella siempre había sido su confidente cuando había tenido alguna relación. Estaba mal visto amar a personas del mismo sexo, y la clandestinidad lo hacía todavía más estimulante. Echaba de menos a su vieja a amiga, al hombro sobre el que llorar cuando las cosas no iban bien. Pero aquellos tiempos se habían esfumado y Nebet se había convertido en una mujer amargada, fría y cruel, decidida a destrozarle le vida ya que no podía tenerlo como ella deseaba.
De alguna manera, no dejaba de pensar en aquellos ojos, los de la muchacha del puesto de frutas. Seguramente ella tuviera sus desgracias, mucho más dolorosas ya que no gozaba de buena posición social, porque las penas con dinero, eran menos penas. Realmente lamentaba tanta desgracia. Pero podía hacer algo para cambiar un poco las cosas. Quizás fuera un grano de arena ínfimo en el desierto de la humanidad, pero si podía ayudar a alguien, y devolver la buena suerte que había tenido él, ya que había nacido rico y había visto medio mundo, pues lo haría.
Al día siguiente, la cocinera tenía órdenes de avisarlo si le traían esa cesta de frutas. La mujer, gruesa y con cejas espesas y pelo cano, abrió la puerta del servicio para recibir a la muchacha. La miró con el ceño fruncido.
— Buenos días, niña. Pasa, el señor Bradley te espera. Deja la cesta ahí.— le indicó un hueco en la despensa y luego la acompañó escaleras arriba. Colton estaba sentado frente a una ventana en un despacho lleno de libros, mirando hacia la calle, pensativo. No iba vestido como un marqués, él era más de pantalones, botas y camisa, cómodo, como cuando se embarcaba en sus largos viajes de exploración. No era un señorito repeinado y con pelucas, con la cara pintada de blanco y lunares falsos. Aborrecía esa moda ridícula parisina. Era un felino, nada de potingues sobre la piel, no lo soportaba, sólo su dorada melena limpia y suelta.
Al escuchar los pasos se giró y al verla entrar se levantó del asiento haciéndole una reverencia con la cabeza.
—Gracias, señora Lenoir, puede retirarse.— La cocinera se marchó, dejándola allí y cerrando la puerta del despacho.— Buenos días señorita, ¿cómo está usted hoy? parece que no levanta el frío ¿hm? Ah! no me gusta nada este clima de París, mataría por regresar a Marruecos, donde hay doce horas de sol y todo huele a hierbabuena y comino.¡Pero en fin! no se puede tener todo.— Colton era un tipo simpático, parlanchín, le estaba dando un poco de conversación ligera porque imaginaba que la chica debería estar aterrada, pensando en que la hacía subir allí para echarle una bronca o pedirle alguna barbaridad.
Se pasó las manos por el pelo, en un gesto que era muy suyo, para retirarse los mechones de la cara y luego se puso las manos tras la espalda.
— verá, la he hecho subir porque quería proponerle algo. Me dio la impresión ayer de que su jefa en la frutería no le paga justamente, y aún así, no quiso aceptar mi dinero. Es usted una persona decente y de eso ya no queda mucho en París. Quería proponerle que trabaje para mí.— debía elegir cuidadosamente las palabras o la muchacha lo tomaría por un psicópata, que sin conocerla la quería meter en su casa.— El asunto es...— se acarició la barba.— que mi esposa está enferma, pero no es una enfermedad del cuerpo, es más bien...pfffff...está mal de los nervios, si usted me entiende. Y la doncella que la acompañaba se despidió ayer. No la culpo, porque puede llegar a ser desquiciante ...pero bueno, el caso es que le estoy ofreciendo un trabajo digno y un buen sueldo. Créame, no es caridad, cuidar de mi esposa va a suponerle un reto, se ganará cada céntimo que le pague.
La muchacha le había dicho el día anterior que no quería el dinero que no se hubiera ganado. Pues bien, el trabajo no iba a ser fácil, de eso ya estaba advertida.
—¿Colton?..— una voz femenina lo llamó al otro lado de la puerta, y acto seguido apareció en el despacho. Era una mujer de largos y ondulados cabellos rubios, ojos de un azul casi violeta, alta y bonita.— ¿qué hace esta chica aquí?.¿Dónde está Vivianne?— Observó de arriba a abajo a la extraña, preguntandole a su marido por su antigua cuidadora. Ya iban tres en lo que llevaban allí, todas se despedían a los dos meses.
Colton Bradley- Cambiante Clase Alta
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Re: Esto no es bueno o quizás ¿sí? || Privado
Enmudecí, completamente el habla se perdió al oír al joven con tanta familiaridad ¿sería real? ¿Debería fiar de ello?, cuantas veces en las calles se escucha el hablar de que no se debe confiar en la amabilidad excesiva de algunos hombres y mujeres porque siempre trae mal asunto ello, como si al final terminan devorándote, o al menos así van los cuentos o rumores de anécdotas de suelen dejarse entre las callejas de la ciudad, incluso mi hermano contaba aquellos rumores. Tragué en seco rezando que fuera verdad aquella amabilidad que no fuera un vil truco para luego terminar quien sabe dónde, solo había que esperar por la mañana siguiente.
– Naomi O´connell, es mi nombre señor, – susurré sin poder verle al rostro, estaba avergonzada realmente, casi no suelen preguntar mi nombre ya que les resulta a muchos molestos y el mero hecho de que alguien de un nivel superior pida mi nombre me hacía sentir avergonzada por pensar cosas quizás negativas y erróneas. Culpa se llama eso. Al oírle marchar alce la vista repitiendo su nombre regresando al puesto, la mujer regresó luego de unos minutos regañándome por el dinero que no debí haber dicho que tendría un saldo a favor aquel hombre, que debería haberme quedado callado y tomado todo el dinero por las frutas por lo tanto por mi error mi sueldo se descontaría a la mitad; en total recibí solo unos cuantos francos lo suficiente para comprar un pequeño pedazo de pan y algo de leche, al menos para dos días.
La mañana siguiente el trabajo fue el mismo peor antes de atender el puesto fui con la cesta de frutas y el cambio por el pago de estas, realmente no me molestaba el descuento en el salario, solo importaba el seguir trabajando. Al llegar la mansión frente a mis ojos hace que me deslumbre ni siquiera pude saludar bien cuando la mujer me atendió en la puerta aunque su mirada de desagrado y cuidado era o que más notaba; no era la primera vez que era tratada así y ya estaba más que acostumbrada con mi hermano el ser tratados de esa forma.
–Solo vine a dejar el cambio…nada más– la mujer me calló con la mirada obligándome a seguirla en completo silencio, comencé a temblar por la situación donde mi mente ya estaba volando por situaciones extrañas, incluso llegando a pensar en terminar como esclava en otro lugar, las lágrimas amenazaban por salir pero al estar frente a aquella puerta me armé de valor con un plan, le daría el dinero y saldría corriendo para no volver más por ahí, pero a mi sorpresa todo fue distinto.
El hombre que había visto en el mercado era diferente, se veía distinto a los señores que solía ver o que había visto en mi corta vida ¿será que finge ser un gran señor?, me preguntaba ladeando la cabeza de lado a lado intentando descifrar sus palabras; estaba creando un ambiente de confort para ambos, uno en donde pueda hablar –No conozco muchos lugares más que solo Paris y América un poco, no sé cómo es su tierra natal pero si usted dice que es mejor que este debe serlo sobre todo si huele a hierba buena y a especies debe ser muy interesante poder conocer aquella ciudad; aunque entre el frio y el calor prefiero el frio, ya que puedo arroparme con unas cuantas telas mientras que el calor, me mata y termino siempre enferma en cama, sin poder trabajar, mi hermano dice que es porque soy muy delgada– solté una risa porque mi hermano siempre se comparaba conmigo en cuanto a complexión, algo en lo que ambos quedábamos empatados porque los huesos se nos veía en ciertos momentos.
Pero la risa terminó en un momento en que aquel joven había descubierto la realidad que estaba viviendo en aquel momento –¿Cómo lo supo? Yo no había dicho a nadie ni a mi hermano que tendría menos pago del prometido, al parecer es muy obvio que siempre terminamos con menos francos en el bolsillo– sonríe torciéndome los dedos entre si –No lo niego, a veces los trabajos no son lo que buscábamos exactamente pero tenemos que aceptar y sonreír para al menos poder comprar un poco de pan el cual debe durar por lo menos un mes, eso ganamos los decentes pero está bien, porque tengo a mi hermano, ambos nos apoyamos y eso nos basta– realmente estaba orgullosa de tener a mi hermano.
Al oír sobre el trabajo y el pago, realmente parecía tentador el aceptarlo de buenas a primeras, podría con eso comer bien con mi hermano y él no tendría que exponerse a peligros en las tabernas, ganábamos todos. Justo antes de aceptar la propuesta, una voz me hizo saltar, estaba muy nerviosa, pero lo que vi fue algo que jamás había visto, ni Katrina se podría comprar con aquella dama, sus ojos, su piel parecía brillar así como su cabello, incluso el tono de su voz era melódico y suave como si fuera un canto pero al parecer no era bien recibida por ella, al ver al hombre y saber que era su esposa hice mi parte ya que era hora de trabajar. Reverencie a la dama acompañada con una sonrisa –Buen día Madame ¿cómo amaneció? Viviane tomó unas vacaciones y estoy para remplazarla hasta que ella regrese, espero que me acepte y su esposo por el tiempo que duren las vacaciones de Viviane, así que les serviré como doncella– en mi mente repetía las palabras antes de dejarlas salir para no cometer algún error por mis nervios aunque las manos me temblaban realmente.
– Naomi O´connell, es mi nombre señor, – susurré sin poder verle al rostro, estaba avergonzada realmente, casi no suelen preguntar mi nombre ya que les resulta a muchos molestos y el mero hecho de que alguien de un nivel superior pida mi nombre me hacía sentir avergonzada por pensar cosas quizás negativas y erróneas. Culpa se llama eso. Al oírle marchar alce la vista repitiendo su nombre regresando al puesto, la mujer regresó luego de unos minutos regañándome por el dinero que no debí haber dicho que tendría un saldo a favor aquel hombre, que debería haberme quedado callado y tomado todo el dinero por las frutas por lo tanto por mi error mi sueldo se descontaría a la mitad; en total recibí solo unos cuantos francos lo suficiente para comprar un pequeño pedazo de pan y algo de leche, al menos para dos días.
La mañana siguiente el trabajo fue el mismo peor antes de atender el puesto fui con la cesta de frutas y el cambio por el pago de estas, realmente no me molestaba el descuento en el salario, solo importaba el seguir trabajando. Al llegar la mansión frente a mis ojos hace que me deslumbre ni siquiera pude saludar bien cuando la mujer me atendió en la puerta aunque su mirada de desagrado y cuidado era o que más notaba; no era la primera vez que era tratada así y ya estaba más que acostumbrada con mi hermano el ser tratados de esa forma.
–Solo vine a dejar el cambio…nada más– la mujer me calló con la mirada obligándome a seguirla en completo silencio, comencé a temblar por la situación donde mi mente ya estaba volando por situaciones extrañas, incluso llegando a pensar en terminar como esclava en otro lugar, las lágrimas amenazaban por salir pero al estar frente a aquella puerta me armé de valor con un plan, le daría el dinero y saldría corriendo para no volver más por ahí, pero a mi sorpresa todo fue distinto.
El hombre que había visto en el mercado era diferente, se veía distinto a los señores que solía ver o que había visto en mi corta vida ¿será que finge ser un gran señor?, me preguntaba ladeando la cabeza de lado a lado intentando descifrar sus palabras; estaba creando un ambiente de confort para ambos, uno en donde pueda hablar –No conozco muchos lugares más que solo Paris y América un poco, no sé cómo es su tierra natal pero si usted dice que es mejor que este debe serlo sobre todo si huele a hierba buena y a especies debe ser muy interesante poder conocer aquella ciudad; aunque entre el frio y el calor prefiero el frio, ya que puedo arroparme con unas cuantas telas mientras que el calor, me mata y termino siempre enferma en cama, sin poder trabajar, mi hermano dice que es porque soy muy delgada– solté una risa porque mi hermano siempre se comparaba conmigo en cuanto a complexión, algo en lo que ambos quedábamos empatados porque los huesos se nos veía en ciertos momentos.
Pero la risa terminó en un momento en que aquel joven había descubierto la realidad que estaba viviendo en aquel momento –¿Cómo lo supo? Yo no había dicho a nadie ni a mi hermano que tendría menos pago del prometido, al parecer es muy obvio que siempre terminamos con menos francos en el bolsillo– sonríe torciéndome los dedos entre si –No lo niego, a veces los trabajos no son lo que buscábamos exactamente pero tenemos que aceptar y sonreír para al menos poder comprar un poco de pan el cual debe durar por lo menos un mes, eso ganamos los decentes pero está bien, porque tengo a mi hermano, ambos nos apoyamos y eso nos basta– realmente estaba orgullosa de tener a mi hermano.
Al oír sobre el trabajo y el pago, realmente parecía tentador el aceptarlo de buenas a primeras, podría con eso comer bien con mi hermano y él no tendría que exponerse a peligros en las tabernas, ganábamos todos. Justo antes de aceptar la propuesta, una voz me hizo saltar, estaba muy nerviosa, pero lo que vi fue algo que jamás había visto, ni Katrina se podría comprar con aquella dama, sus ojos, su piel parecía brillar así como su cabello, incluso el tono de su voz era melódico y suave como si fuera un canto pero al parecer no era bien recibida por ella, al ver al hombre y saber que era su esposa hice mi parte ya que era hora de trabajar. Reverencie a la dama acompañada con una sonrisa –Buen día Madame ¿cómo amaneció? Viviane tomó unas vacaciones y estoy para remplazarla hasta que ella regrese, espero que me acepte y su esposo por el tiempo que duren las vacaciones de Viviane, así que les serviré como doncella– en mi mente repetía las palabras antes de dejarlas salir para no cometer algún error por mis nervios aunque las manos me temblaban realmente.
Naomi / Kyle O´connell- Humano Clase Baja
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Re: Esto no es bueno o quizás ¿sí? || Privado
Colton se levantó del asiento y estrechó la mano de Naomi.— entonces... bienvenida a bordo. Si necesita algún día para despedirse de la frutería y organizar sus asuntos, no tiene más que pedírmelo.— Se acercó a un mapa que tenía en la pared y señaló Casablanca, en Marruecos.— Verá, aquí mi mujer y yo pasamos dos años y fue estupendo, es un lugar increíble, cálido, rodeado de enormes desiertos. La gente es muy amable y te ofrecen lo que tienen. Pero no es mi hogar.— Señaló un punto recóndito al final del continente africano.— Nací en Londres pero desde muy pequeño me crié en Sudáfrica. Mi familia vive allí, y Nebet y yo nos hemos dedicado siempre a explorar nuevos territorios. En mi caso para establecer comercio, en el de ella, por amor al arte, su padre era arqueólogo. Si me admite un consejo, si quiere darle conversación a mi esposa, pregúntele por sus viajes y sus descubrimientos, es realmente asombrosa.— resopló y se apartó del mapa para contemplarlo desde lejos.— Ojalá fuera todo como antes...pero en fin. Mire, voy a contarle algo, porque creo que necesita usted saberlo si va a trabajar aqui, pero por favor, prométame discreción. Mi mujer y yo nos casamos por conveniencia, las razones son personales, aunque no dudo que las averiguará pronto, porque ella se encargará de decírselo cuando se ponga a maldecirme. Lo que es importante es que fue un pacto entre ambos, ella estaba de acuerdo, y ahora ya no lo está, y por eso me odia. La han visto varios médicos y no hay nada malo en su salud, sólo en su cabeza. Dicen que tiene un principio de histeria, de paranoia y de ansiedad. Rezo cada día para que recupere la cordura, las ganas de vivir como antes... pero no puedo darle lo que ella desea. Le suplico que tenga paciencia y que la trate bien aunque ella no haga lo mismo. Pero si es demasiado para usted...lo entenderé.
La interrupción de Nebet en el despacho hizo que se girase bruscamente.— Ehm... buenos días cariño. Esta es Naomi, Vivienne se marchó de vuelta a su pueblo. Ella te hará compañía a partir de ahora, ¿de acuerdo?...— Nebet escrutó a la chica, flacucha y poca cosa.
— No he dormido bien y tengo hambre. Hoy tengo que ir al sastre a por vestidos nuevos ¿me acompañas?.— Miró a Colton y antes de que éste pudiera responder, negó con la cabeza.— Bah! tú qué vas a acompañarme, seguro que prefieres retozar en el puerto con algun marinero...— escupió las palabras con mucho odio.
Colton se pellizcó el puente de la nariz. Ahí estaba, primera frase de Nebet y la mitad de sus secretos al descubierto.
— No hace falta que seas tan grosera y tan ofensiva. Es por este tipo de cosas por las que paso de acompañarte a ningun lado. El día que vuelvas a ser la Nebet con la que me casé, lo haré. Pero ahora estás consumida por el odio.— Se giró hacia Naomi.— Suerte!... volveré a la tarde.
Nebet se encogió de hombros y Colton salió por la puerta del despacho dejándolas solas. La mujer observó a la chica y a saber qué pensaría de ella, simplemente decidió darle trabajo ya que estaba allí.— Subeme el desayuno a la habitación y que la señora Lenoir te de ropa decente.
La interrupción de Nebet en el despacho hizo que se girase bruscamente.— Ehm... buenos días cariño. Esta es Naomi, Vivienne se marchó de vuelta a su pueblo. Ella te hará compañía a partir de ahora, ¿de acuerdo?...— Nebet escrutó a la chica, flacucha y poca cosa.
— No he dormido bien y tengo hambre. Hoy tengo que ir al sastre a por vestidos nuevos ¿me acompañas?.— Miró a Colton y antes de que éste pudiera responder, negó con la cabeza.— Bah! tú qué vas a acompañarme, seguro que prefieres retozar en el puerto con algun marinero...— escupió las palabras con mucho odio.
Colton se pellizcó el puente de la nariz. Ahí estaba, primera frase de Nebet y la mitad de sus secretos al descubierto.
— No hace falta que seas tan grosera y tan ofensiva. Es por este tipo de cosas por las que paso de acompañarte a ningun lado. El día que vuelvas a ser la Nebet con la que me casé, lo haré. Pero ahora estás consumida por el odio.— Se giró hacia Naomi.— Suerte!... volveré a la tarde.
Nebet se encogió de hombros y Colton salió por la puerta del despacho dejándolas solas. La mujer observó a la chica y a saber qué pensaría de ella, simplemente decidió darle trabajo ya que estaba allí.— Subeme el desayuno a la habitación y que la señora Lenoir te de ropa decente.
Colton Bradley- Cambiante Clase Alta
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Re: Esto no es bueno o quizás ¿sí? || Privado
Prestaba atención a cada una de las explicaciones de aquel hombre, grabándome en especial los pequeños tips, o secretos para tratar con su esposa, pensar en ello me hizo recordar parte de mi pasado, ¿Hace cuánto que no veo un matrimonio como esos? La familia de mi antigua “dueña” vino a mi mente y eso hizo que todo el cuerpo se me erizara de los recuerdos, no gratos, que tuve. Era verdad que había muchos matrimonios por conveniencia pero no había conocido a ni uno como los de los Volkov, ellos si eran un matrimonio de apariencias y conveniencias sociales uno que hasta sus hijos seguían.
Agradecía de corazón por los pequeños datos sobre como poder tratar a mi nueva señora, iga a poder agradecer pero la señora estaba frente a nosotros y eso era algo que no se podía decir a viva voz, había secretos que era mejor mantener, incluso yo lo se mejor que nadie porque vivo de ellos todos los días a partida doble, por mi hermano. Por ello solo pude agachar la cabeza en una reverencia de lo más educada posible, realmente estaba volviendo a lo que hacía cuando era la doncella, esclava realmente, de Katrina; sonreía como lo hacía con ella pero esta vez no había gota alguna de ilusión o fascinación solo un profundo respeto. Aunque nadie me preparó para aquellos asaltos. Lo que estaba pasando frente a mí no parecía ser cierto tanto como para preguntarme en mi casa si, realmente los matrimonios son todos así. La dama frente a mí me miraba con un escrutinio que nunca antes había sentido, parecía como si estaba buscando algún defecto en mi persona y mandarme de patitas a la calle con el solo chasquear sus dedos, no puedo mentir al decir que tenía miedo de que mis nervios me delataran y fueran el explsivo para salir corriendo de aquella propiedad.
El estar a solas con la mujer me tenía a terrada, una gota de sudor corría por mi espalda y solo me repetía “mantente firme y sonríe grácilmente hasta que termine todo” mi corazón latí como tropel de caballos, con tanto fuerza que podía oírlos, quizás no era la presencia de la mujer si no el odio y amargura en sus palabras anteriormente dichas, caí en cuenta que ella odia mucho a aquellas personas, a gente como mi hermano y yo. Sonreí asintiendo a su petición no debía darle motivos algunos para que dudara de mí, ahí iba nuevamente el tener que ocultarme y ser como alguien que no soy. El pasado volvía.
–Con gusto Madame, mandaré a pedir su desayuno y perdón que me meta, pero el día está muy bello ¿no desea que lo sirvan en el jardín? Puede ayudarle a su piel siempre dicen que una piel que ha tomado el fresco de la mañana atrae la mirada de hombres y mujeres. Con todo el respeto que se merece usted madame, será como hacer descubrimientos– susurré con la mirada en el pegada al suelo, las manos aun me temblaban al igual que las rodillas, aunque la mujer no me dijo nada se retiró, al parecer a su habitación, algo que me hizo sentir más cómoda y por lo que di una enorme bocanada de aire fresco para calentar los pulmones.
Salí por la puerta a donde estaba la señora Lenoir, a quien al parecer no le agrado aun por la forma de su mirada, sé que tengo que ganarme la confianza de todos ahí y haré mi mejor esfuerzo, pero antes. Luego de hablar con la mujer para preparar todo y presentarme como era debido fui en busca del señor Bradley, tenía que hablar con él, ser sincera ya que él lo había sido y también porque tenía una pregunta importante que hacerle. Volví al estudio y toque la puerta levemente.
Ahora comenzaba mi vida como doncella.
Agradecía de corazón por los pequeños datos sobre como poder tratar a mi nueva señora, iga a poder agradecer pero la señora estaba frente a nosotros y eso era algo que no se podía decir a viva voz, había secretos que era mejor mantener, incluso yo lo se mejor que nadie porque vivo de ellos todos los días a partida doble, por mi hermano. Por ello solo pude agachar la cabeza en una reverencia de lo más educada posible, realmente estaba volviendo a lo que hacía cuando era la doncella, esclava realmente, de Katrina; sonreía como lo hacía con ella pero esta vez no había gota alguna de ilusión o fascinación solo un profundo respeto. Aunque nadie me preparó para aquellos asaltos. Lo que estaba pasando frente a mí no parecía ser cierto tanto como para preguntarme en mi casa si, realmente los matrimonios son todos así. La dama frente a mí me miraba con un escrutinio que nunca antes había sentido, parecía como si estaba buscando algún defecto en mi persona y mandarme de patitas a la calle con el solo chasquear sus dedos, no puedo mentir al decir que tenía miedo de que mis nervios me delataran y fueran el explsivo para salir corriendo de aquella propiedad.
El estar a solas con la mujer me tenía a terrada, una gota de sudor corría por mi espalda y solo me repetía “mantente firme y sonríe grácilmente hasta que termine todo” mi corazón latí como tropel de caballos, con tanto fuerza que podía oírlos, quizás no era la presencia de la mujer si no el odio y amargura en sus palabras anteriormente dichas, caí en cuenta que ella odia mucho a aquellas personas, a gente como mi hermano y yo. Sonreí asintiendo a su petición no debía darle motivos algunos para que dudara de mí, ahí iba nuevamente el tener que ocultarme y ser como alguien que no soy. El pasado volvía.
–Con gusto Madame, mandaré a pedir su desayuno y perdón que me meta, pero el día está muy bello ¿no desea que lo sirvan en el jardín? Puede ayudarle a su piel siempre dicen que una piel que ha tomado el fresco de la mañana atrae la mirada de hombres y mujeres. Con todo el respeto que se merece usted madame, será como hacer descubrimientos– susurré con la mirada en el pegada al suelo, las manos aun me temblaban al igual que las rodillas, aunque la mujer no me dijo nada se retiró, al parecer a su habitación, algo que me hizo sentir más cómoda y por lo que di una enorme bocanada de aire fresco para calentar los pulmones.
Salí por la puerta a donde estaba la señora Lenoir, a quien al parecer no le agrado aun por la forma de su mirada, sé que tengo que ganarme la confianza de todos ahí y haré mi mejor esfuerzo, pero antes. Luego de hablar con la mujer para preparar todo y presentarme como era debido fui en busca del señor Bradley, tenía que hablar con él, ser sincera ya que él lo había sido y también porque tenía una pregunta importante que hacerle. Volví al estudio y toque la puerta levemente.
Ahora comenzaba mi vida como doncella.
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Re: Esto no es bueno o quizás ¿sí? || Privado
Nebet frunció el ceño y se cabreó por el desplante de su marido, que salió por la puerta con una carpeta de cuero llena de documentos.
— Pon el desayuno donde te de la gana...— rezongó. Naomi no tenía la culpa pero cuando la mujer se enfadaba lo pagaba con todo el mundo. Subió escaleras arriba y se perdió en alguna de las habitaciones de la casa.
Largo rato después bajó a la planta inferior y se dirigió a donde la señora Lenoir estaba aleccionando a la nueva doncella sobre las costumbres en esa casa. La mujer no estaba de acuerdo en que su señor hubiera contratado a una señorita de la calle sin formación ni experiencia ninguna, y menos para tratar con la loca de su señora. Pero no podía cuestionar sus decisiones, así que cuanto antes aprendiera, mejor para todos.
— Nadine ¿dónde está mi desayuno?.— sabía de sobra su nombre, que Nebet era de las mejores antropólogas de Europa, pero lo estaba haciendo para fastidiarla, porque su propia miseria la impedía ver más allá.— si no has desayunado, haz lo propio, porque nos iremos al sastre en breve, así que coge fuerzas.— Las compras con la señora Bradley eran una odisea, pagaba bien y sin retrasos, pero su mal genio era ya conocido en las boutiques de todo París.
Era rubia y guapa, y venía de buena familia. Tenía estudios y posición social y un marido encantador, pero que jamás sería realmente suyo. Se podía adivinar a poco que uno rascase, la gran tristeza y amargura que yacía debajo de aquella capa de ira injustificada. Ella culpaba a Colton, pero en realidad, en el fondo, se culpaba a sí misma. Nebet sabía cómo era él, y lo había querido así. Pero fue una necia al fantasear con que algún día cambiaría, con que algún día se enamoraría de ella como merecía.
— Pon el desayuno donde te de la gana...— rezongó. Naomi no tenía la culpa pero cuando la mujer se enfadaba lo pagaba con todo el mundo. Subió escaleras arriba y se perdió en alguna de las habitaciones de la casa.
Largo rato después bajó a la planta inferior y se dirigió a donde la señora Lenoir estaba aleccionando a la nueva doncella sobre las costumbres en esa casa. La mujer no estaba de acuerdo en que su señor hubiera contratado a una señorita de la calle sin formación ni experiencia ninguna, y menos para tratar con la loca de su señora. Pero no podía cuestionar sus decisiones, así que cuanto antes aprendiera, mejor para todos.
— Nadine ¿dónde está mi desayuno?.— sabía de sobra su nombre, que Nebet era de las mejores antropólogas de Europa, pero lo estaba haciendo para fastidiarla, porque su propia miseria la impedía ver más allá.— si no has desayunado, haz lo propio, porque nos iremos al sastre en breve, así que coge fuerzas.— Las compras con la señora Bradley eran una odisea, pagaba bien y sin retrasos, pero su mal genio era ya conocido en las boutiques de todo París.
Era rubia y guapa, y venía de buena familia. Tenía estudios y posición social y un marido encantador, pero que jamás sería realmente suyo. Se podía adivinar a poco que uno rascase, la gran tristeza y amargura que yacía debajo de aquella capa de ira injustificada. Ella culpaba a Colton, pero en realidad, en el fondo, se culpaba a sí misma. Nebet sabía cómo era él, y lo había querido así. Pero fue una necia al fantasear con que algún día cambiaría, con que algún día se enamoraría de ella como merecía.
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Re: Esto no es bueno o quizás ¿sí? || Privado
Cada uno de los gustos de la señora tenía que aprenderlos, había mucha información sobre ella y la casa, mejor dicho sobre ambos que comencé a sentirme mareada de tanta información que no sabía si era útil o no, pero solo asentía mientras trataba de seguir el ritmo de la conversación tantos horarios y cosas me aturdía pero era muy consciente que si decía que no entendía se enojarían más, así que tendría que aprenderlo sobre la marcha y dar alguna excusa creíble si me llegase a equivocar.
La mujer agradeció que hubiera entendido, o fingido hacerlo en mi caso, por lo que con una sonrisa comenzó a hacer el desayuno de la señora, observaba cuidadosamente contento el tiempo de cada uno de los alimentos a la temperatura de su gusto, eso sería muy útil si la señora Lenoir no se encontrare y me tocara preparará algún té o bocadillo para la señora; como colocaba cada cosa en la bandeja y como la mujer me explicaba que debía hacerlo aunque entre sus explicaciones me reprochaba el tener que darme ese tipo de lecciones y quejarse por mi presencia en aquella cas; no podría culparla porque ni yo sabía la razón.
La voz de la señora me asustó, si parezco un gato asustadizo de las calles, las manos me sudan y tengo que limpiarlas varias veces contra la falda del vestido lo que hace ganar otro regaño porque es “no es la actitud de una doncella” pero es verdad lo que dice la mujer, yo no sé lo que es ser doncella si a duras penas he conservado empleados día a día ¿sabrá ella como se vive en las calles en esas condiciones? Sonríe imaginando que en mi mundo ellas no durarían mucho, el no tener que comer por días y racionar la comida al punto de llevarse incluso pedazos mohosos de pan, restos que casi están dañados para hacer aunque sea una sopa de papas, sonríe más por imaginarlos a cada uno de ellos intentando comer eso todos los días, y por eso otro regañada.
Con un golpecito en la cabeza regresé al ahora llevando la bandeja con el desayuno completo para la señora, aunque ella no me llamaba por mi nombre, me hacía sentir nerviosa en verdad pero tendría que aceptar que me llamará de cualquier manera, aunque podría decirle algunas veces mi nombre con una sonrisa quizás con ello pueda algún día llamarme por mi nombre; Leve la bandeja directo temblorosamente y con una sonrisa a la parte del jardín en silencio mantenía la concentración en que no se me caiga ni se mueve ni una fruta ni pan de la bandeja, al llegar coloqué todo sobre la pequeña mesa de piedra y adornos de mármol finos.
Hice una reverencia abriendo la silla para la señora –Aunque no lo parezca, mi señora, con un pedazo de pan puedo mantenerme todo el día y con energías suficientes hasta para la noche– trataba de que no se me notará los nervios pero sabía que era imposible se reflejaban en mi rostro –Por.por cierto mi señora me llamo Naomi, pero puede decirme Nao, es más corto y práctico si así lo desea….o puede seguir llamándome Nadin– solté una risita nerviosa, la mirada de la señora me intimidaba completamente, todas lo hacían, y aun así deseaba en el fondo tener más seguridad y aunque por dentro de mía decía algo hacía al final lo opuesto.
La mujer agradeció que hubiera entendido, o fingido hacerlo en mi caso, por lo que con una sonrisa comenzó a hacer el desayuno de la señora, observaba cuidadosamente contento el tiempo de cada uno de los alimentos a la temperatura de su gusto, eso sería muy útil si la señora Lenoir no se encontrare y me tocara preparará algún té o bocadillo para la señora; como colocaba cada cosa en la bandeja y como la mujer me explicaba que debía hacerlo aunque entre sus explicaciones me reprochaba el tener que darme ese tipo de lecciones y quejarse por mi presencia en aquella cas; no podría culparla porque ni yo sabía la razón.
La voz de la señora me asustó, si parezco un gato asustadizo de las calles, las manos me sudan y tengo que limpiarlas varias veces contra la falda del vestido lo que hace ganar otro regaño porque es “no es la actitud de una doncella” pero es verdad lo que dice la mujer, yo no sé lo que es ser doncella si a duras penas he conservado empleados día a día ¿sabrá ella como se vive en las calles en esas condiciones? Sonríe imaginando que en mi mundo ellas no durarían mucho, el no tener que comer por días y racionar la comida al punto de llevarse incluso pedazos mohosos de pan, restos que casi están dañados para hacer aunque sea una sopa de papas, sonríe más por imaginarlos a cada uno de ellos intentando comer eso todos los días, y por eso otro regañada.
Con un golpecito en la cabeza regresé al ahora llevando la bandeja con el desayuno completo para la señora, aunque ella no me llamaba por mi nombre, me hacía sentir nerviosa en verdad pero tendría que aceptar que me llamará de cualquier manera, aunque podría decirle algunas veces mi nombre con una sonrisa quizás con ello pueda algún día llamarme por mi nombre; Leve la bandeja directo temblorosamente y con una sonrisa a la parte del jardín en silencio mantenía la concentración en que no se me caiga ni se mueve ni una fruta ni pan de la bandeja, al llegar coloqué todo sobre la pequeña mesa de piedra y adornos de mármol finos.
Hice una reverencia abriendo la silla para la señora –Aunque no lo parezca, mi señora, con un pedazo de pan puedo mantenerme todo el día y con energías suficientes hasta para la noche– trataba de que no se me notará los nervios pero sabía que era imposible se reflejaban en mi rostro –Por.por cierto mi señora me llamo Naomi, pero puede decirme Nao, es más corto y práctico si así lo desea….o puede seguir llamándome Nadin– solté una risita nerviosa, la mirada de la señora me intimidaba completamente, todas lo hacían, y aun así deseaba en el fondo tener más seguridad y aunque por dentro de mía decía algo hacía al final lo opuesto.
Naomi / Kyle O´connell- Humano Clase Baja
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