Una mala noche [ZoE]

Llegué a mi trabajo como siempre había hecho, temprano para poder prepararme, asearme bien e intentar estar lo mejor posible. Saludé a las pocas compañeras que me conocían, y salí de los camerinos. Afuera, me esperaba el encargado con un gesto circunstancial en el rostro. Se me pusieron los pelos de punta porque siempre que me miraba así a continuación me pedía un encargo bastante desagradable... y yo no estaba de humor. Tragué saliva, y me acerqué a él con la intención de preguntar. Me dijo que tenía un cliente licántropo, que me esperaba bastante ansioso en uno de los privados y que me diese prisa.
Yo habría aceptado sin rechistar a cualquier cliente con tal de que me pagase una buena cantidad por mis servicios, pero... ¿Un perro? Ellos y yo no nos llevábamos mal evidentemente. Pero no podía rechazar un trabajo, por desagradable que me fuese. Averigüé cuál era el reservado, y me dirigí hacia él, con aire resignado... un aire que tuve que cambiar nada más atravesar el umbral de la habitación.
El licántropo en cuestión era alto, fuerte, de piel morena y cabello desordenado. Sus ropas a pesar de ello eran elegantes, de aspecto caro... demostrando que realmente podía permitirse el lujo de pagar mis servicios. Me acerqué a él, caminando con mi andar seductor, y me coloqué ante él, esbozando una sonrisa ladina.
Casi al instante, él se lanzó a quitarme la ropa de forma brusca... demostrándome que evidentemente todos los licántropos carecían de tacto. Pero yo debía ser una cortesana sumisa, y dejarme hacer lo que mis clientes deseasen. Durante lo que me parecieron unas horas interminables soporté golpes, vejaciones... dejé que me tomase una y otra vez... Cuando terminó, yo estaba débil, y me dolía intensamente la muñeca derecha. A causa del dolor, no pude controlar mi propia transformación, y me convertí en gato negro, mientras corría como podía a través de los pasillos del burdel para salir.
Las calles estaban desiertas, no había muchos transeuntes así que tuve suerte. Corrí sin parar, soportando las punzadas de dolor que sacudían mi pata herida, y llegué a un pequeño callejón, oscuro en el que seguramente nadie me vería si volvía a alterarse mi conversión. Me coloqué en una esquina, y empecé a lamer mi pata, inútilmente, ya que la herida era interna.
En esos momentos me habría gustado poder tener la habilidad de un lobo para recuperarme de mis heridas en poco tiempo. Pero de momento no podía hacer nada más. Miré al cielo, la luna estaba en lo más alto, así que supuse que era medianoche.

Normalmente la gente que pasaba por esas calles de mala muerte, sólo se acercaban al burdel para pasar un buen rato con una de las cortesanas que residíamos en él... por ello, no esperaba que nadie me encontrase en ese lugar. Además, no era un callejón agradable. La humedad era casi insoportable, y el hedor que procedía de uno de los contenedores hacía que mis sensibles ojos llorasen levemente. Durante unos segundos, pensé en cambiar de localización, e irme a un sitio más limpio para curarme... Pero luego supe que con mi pata herida no podría llegar muy lejos, y que era mejor quedarme allí a ser atropellada por algún automóvil. Seguí lamiendo mi herida, intentando no quejarme por el dolor que me provocaba... cuando de repente escuché que alguien se acercaba.
Una silueta, se recortó contra la luz de la calle que había a la entrada del callejón en el que yo me encontraba. Era alta, pero también esbelta y caminaba de forma elegante, así que no podía ser un hombre. Al enfocar bien mi sobrehumana vista, pude comprobar que era una bella mujer, de ojos claros, cabello oscuro y piel pálida, que se acercaba a mí de forma inexorable. Pensé en salir corriendo, estaba segura de que ella quería hacerme daño, como todo el mundo en mi vida. Pero era evidente que no podía lanzarme a la carrera en mi estado, así que decidí esperar con la mejor cara posible lo inminente.
Dejé que me cogiese, y casi por inercia en cuanto acarició mi pata lancé un maullido lastimero, y me revolví ligeramente. Al principio, no me había parecido tan grave, pero parecía que la magulladura iba empeorando por momentos, y cada vez me resultaba más lacerante. En toda mi experiencia como cambiaformas, jamás me había sentido tan inútil e indefensa. En esos momentos, convertirme en pantera habría sido un suicidio dadas las pocas fuerzas que me quedaban, y estaba completamente en manos de una desconocida, que a mis ojos no podía llevar ninguna buena intención.
El corazón me latía con fuerza en el pecho, como si fuese a estallar... En mi interior, una sensación mezcla de miedo y dolor se iba adueñando de mis pensamientos, de mi cuerpo. No sabía qué hacer en esos momentos, ni siquiera sabía que iba a pasarme... Con las pocas energías que me quedaban, intenté forcejear en vano. Yo era muy pequeña, y ella era más grande y fuerte que yo en ese momento, así que no tenía ninguna oportunidad de escapar... Fue entonces cuando me obligué a mí misma a dejar el pánico a un lado... y a aspirar ese extraño aroma que había llegado a mis fosas nasales felinas. Un aroma que había podido apreciar muy usualmente en esa ciudad... Un olor de muerte, de sensualidad... Era una vampira. Y precisamente por ello... si ella quería hacerme algún mal... yo tendría que aceptarlo.

Cuando empezamos a caminar, yo intenté lamerme la pata, calmar un poco el dolor que aquejaba mi cuerpo e intentar sobreponerme. Pero era imposible. No sabía lo que ese bruto licántropo me había hecho... pero se lo haría pagar si volvía a intentar algo conmigo en el burdel. Sabía que eso sería complicado, a mis superiores no les importaba lo que los clientes hiciesen con nosotras, preferían ganar una buena fortuna todas las noches a costa de la salud de sus empleadas, sabiendo claramente que no podíamos ir a ningún otro sitio, y que quizás después de haber sido prostitutas nadie nos ofreciese un trabajo medianamente digno. Mi situación era dramática, quizás terminal... pero siempre había sabido sobrellevarla y aceptarla con la cabeza bien fría.
Cuando la vampira que me portaba tropezó, el corazón me dio un vuelco en el pequeño pecho felino. Por instinto, habría saltado desde sus brazos para no hacerme más daño, pero tal y como se encontraba mi pata era imposible que hubiese salido bien parada de ese encontronazo. Agradecí la agilidad y la rapidez con las que ella reaccionó, que quizás me habían salvado... Pero lo más sorprendente, fueron los remordimientos que sentí cuando pensé en que quizás se habría lastimado por mi culpa, por llevarme y por tener que cargar conmigo por un callejón a oscuras. La desconfianza que habría podido tener de ella, desapareció por completo en ese momento... y jamás había confíado en nadie.
Durante demasiado tiempo, las personas a las que más había querido me habían hecho mucho daño, así que intentaba no sentir nada por nadie. Además, mi familia me había abandonado... y eso yo lo consideraba como un acto de desinterés. Ellos no me habían querido, y habían preferido entregarme a una vida de torturas en un Orfanato. Me dolía ese hecho... pero había aprendido a superarlo poco a poco, con fuerza de voluntad y confianza en mí misma.
Cuando la escuché pedirme ese favor, no pude menos que hacerle caso por lo que estaba haciendo, por ayudarme de forma tan desinteresada. Ella no podía sacar ningún beneficio echando una mano a una gata callejera, y eso era algo que ni siquiera yo podía negar realmente. Llegamos al parque, y allí intentó curarme como buenamente podía con el agua. En el momento en el que la herida empezó a escocerme, por instinto volví a reaccionar y me revolví en sus brazos. Realmente el dolor era algo a lo que yo era muy poco tolerante, quizás porque era muy delicada o quizás porque había llevado una vida bastante perjudicial. La vampira seguía tratanto de curarme, de ayudarme... pero yo me retorcía sin parar, lanzando maullidos de dolor tan agudos que estaba segura se habrían escuchado por toda la ciudad.