Melody Bernabette Halcraft

NOMBRE DEL PERSONAJE

Melody Bernabette Halcraft

EDAD

19 años

ESPECIE

Humana

TIPO Y CLASE SOCIAL

Extranjera - Realeza - Baronesa de Inglaterra

ORIENTACIÓN SEXUAL

Heterosexual

LUGAR DE ORIGEN

Londres - Inglaterra

DESCRIPCIÓN FÍSICA

Spoiler:

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Dulce y venenosa…

La melodía de su alma resuena sobre el capullo de la juventud en un racimo de chispeantes emociones, de impulsos incontrolables y de actos premeditados; reglas corrompidas, miradas estudiadas y risas burlonas. Su espíritu es libre y su carácter incontrolable cuando se propone que lo sea, empero, es dueña de una docilidad y ductilidad propias de la dama que es, educada bajo la dura mano de las costumbres inglesas y férreas tradiciones familiares.

Es de pocas palabras, cree en el hablar justo y necesario, sin embargo, se caracteriza por su amplísimo vocabulario, conocimientos de todo tipo y conversaciones profundas, desprovistas de la frivolidad que la sociedad les impone a las señoritas de la alta alcurnia. Mordaz y sagaz, altanera y vanidosa, es su seguridad y porte de reina, lo que la vuelve insidiosamente etérea, un verdadero ángel caído, corrompido por el pecado y el dolor, y dueño de una figura pura e inocente, tentadora y, simplemente, encantadora.

Consigue cuanto desea, sin importar la complejidad del anhelo. Circunstancias adversas, de pretensiones negadas y abandonos cruciales, fueron forjando en ella una lámina de hielo, que con el danzar de las agujas del reloj, se convirtió en un escudo de escarcha peligrosa, que la despojaron de la alegría y la frescura de la niñez. Perdió la esperanza y la ilusión, se recluyó en la prisión levantada de cimientos de angustia y muros de temor. ¿Temor? Si, miedos reprimidos y convertidos en soledad y desconfianza.

El frío recrudecía bajo el manto de neblina que cubría el suelo londinense. El silencio sepulcral era corrompido por los truenos que amenazaban con una tormenta que se demoraba en explotar y por los gritos de una parturienta, la señora de la residencia Halcraft. Elizabeth se retorcía entre las sábanas empapadas de sudor y sangre, y suplicaba a Dios que acabara con su suplicio. Ya había tenido dos hijos, no entendía por qué ésta criatura la estaba haciendo sufrir de esa manera. En la habitación, las empleadas y el médico familiar la contenían y alentaban a que siguiera pujando, que su bebé no tardaría en salir, y así fue, sólo que en el aire se esfumó su alma, junto con los últimos sonidos que escuchó: la voz del hombre anunciando que era una niña y el llanto melodioso de la recién nacida.

Peter Halcraft, un reconocido militar, rechazó desde el primer instante a su única hija, que era el fiel reflejo de su difunta esposa. Los mismos ojos, los mismos labios, la misma nariz, los mismos gestos exigentes, nadie podía creer que un ser tan pequeño como Melody, podría tener rasgos tan definidos desde un principio. Al nombre lo eligieron sus otros hijos, que juraron y perjuraron que ese había sido el deseo manifiesto de su madre. Los niños, a pesar de su corta edad, comprendieron que su padre poco y nada quería saber de la menor, por lo que ellos mismos decidieron encargarse de los cuidados, siempre acompañados por una nodriza y los trabajadores de la mansión.

Contrario a lo que se creía, Melody, los primeros cinco años de su vida, se crió en un ambiente armonioso, de normas claras, pero siempre en el marco de lo posible. Admirada, no sólo por su belleza, si no, también, por su inteligencia, supo ganarse el afecto de su padre, a fuerza de ser una nena dócil, alegre y servicial. A Peter le fue inevitable caer preso del encantador embrujo de su risa. Pero los tiempos felices llegaron a su fin con el nuevo matrimonio del jefe de familia, que contrajo nupcias con la que, se rumoreaba, había sido su amante desde más de una década atrás.

El rechazo que provocó en Melody la llegada de Susan, fue inmediato. Sin matices ni especulaciones, desde el primer momento que ella y su padre se unieron en matrimonio, decidió que odiaría a esa mujer de larga cabellera negra y, enormes y gélidos ojos celestes. La convivencia se tornó insoportable, puesto que la pequeña se las ingeniaba para arruinarle cada día de su vida, haciendo sufrir a la mujer y gozando de su llanto. No había reprimendas ni castigos que aplacaran la furia que había en su interior, habían invadido su territorio y no permitiría que fuera gratuito.

En su cumpleaños número siete, tras la celebración que hacían anualmente en conmemoración del natalicio de la más pequeña de los Halcraft, la niña fue engañada por su familia: le dijeron que pasaría una temporada con su abuela paterna. Sabía perfectamente que la anciana estaba lejos de ser una dulce y tierna mujer, tenía fama de cruel y tradicionalista, la apodaban “la baronesa sin alma”, haciendo alusión al título que ostentaba desde la muerte de su esposo y por su condición de despiadada, pero como sólo serían unas semanas, no puso objeción al respecto. Pero esos días se convirtieron en meses y en años. Nunca nadie volvió por ella.

Bajo los cuidados de Margarette, en la ciudad de Birmingham, ese diminuto mundo color de rosa, se convirtió en un tormento. La vetusta parecía ensañada en hacer de Melody un despojo de ser humano. La maltrataba y le hacía repetir lecciones hasta altas horas de la madrugada, debiendo despertarse muy temprano. Juntas, iban a todos los eventos de sociedad, y desde temprana edad era sometida a los ajustados corsés y dolorosos cuidados de estética. Fue moldeando su carácter, lo apaciguó y aprendió a aceptar el rechazo de sus hermanos y el abandono de su padre, y culpó a Susan de su desgracia e infelicidad. El poco contacto que mantuvo con su familia, fue a través de cartas, y en algún que otro cumpleaños de su abuela tuvo la fortuna de verlos.

Cuando tenía dieciséis años la comprometieron con un joven y prometedor político, miembro de una de las familias más poderosas. Ella vio el matrimonio como el fin de su prisión, además, era uno de los mejores partidos que circundaban las reuniones: guapo, rico y con futuro, no podía pedir más para salir de ese infierno que se había convertido su vida. Jamás fue una joven soñadora, ni tampoco vivía en el idilio del amor, le habían enseñado que con la convivencia, el sentimiento nacería. Pero jamás pudo comprobar la hipótesis. El día de su casamiento, al entrar a la Iglesia, se chocó con la realidad más dura: su futuro marido no estaba. Según le dijeron, lo habían visto en un burdel la noche anterior y había pregonado que no llegaría al altar. Humillada y desilusionada, a los dos años, Melody abandonó Inglaterra, asentándose en la residencia que los Halcraft tenían en París. A pesar de lo helado del corazón de Margarette, comprendió lo denigrante que era para su nieta la condición de abandonada, y tras algunos turbios arreglos políticos, decidió transferirle su título de nobleza.

- Es una gran jinete, y escapa durante las madrugadas a cabalgar en soledad.

- Posee un relicario con un mechón de cabello de su madre que se lo regaló una de las doncellas de su infancia.