AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una Cena entre Amigas [Melody Halcraft]
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Una Cena entre Amigas [Melody Halcraft]
La mesa que estaba reservada era una de las más elegante y en el mejor lugar del restaurant, aunque permitía ver la entrada del local, estaba apartada de los demás comensales. Eran las ocho de la noche y apenas llegar reconocí que ella tenía gusto exquisito. El lugar era magnifico, sus paredes estaban forradas con el mejor raso que había visto, todo su mobiliario demostraba que era un lugar frecuentado por la clase alta y la nobleza. Melody Halcraft, pertenecía a ella, aunque siempre fue una joven que no hacía diferencias de clases - bueno pensé - por lo menos conmigo.
Acomodé nerviosa el vestido, para que no tuviera ninguna arruga, el garzón me había acompañado hasta la mesa y le dije que esperaría a una persona para recién elegir el menú. Mientras aguardaba su llegada rememoré lo ocurrido por la mañana. Todo había comenzado de forma relativamente extraña. Junto con el desayuno llegó una carta y mientras la abría, pensaba, quien podría mandarme una esquela ? Muy pocos sabían que estaba en Paris y de mis amistades… realmente ninguna, era imposible.
Mire el sello y con mi abrecartas, hice saltar el lacre, el sello me había parecido muy familiar. Cuando leí la nota el corazón me dio un vuelco, hacia exactamente siete años que no nos veíamos, sí – pensé – nos escribimos durante unos meses pero tras el incendio, había dejado hacerlo.
_Melody - su nombre sonó en mis oídos como un recuerdo dulce de la infancia. Su risa musical y su carita de niña traviesa, llegaron a mí mente como la briza de una tarde de primavera. _ Esta tarde tendré que salir Tía Celia, me encontraré con una amiga y no sé cuánto me demore._Debes ser cuidadosa, hija, sabes que nadie debe saber tu secreto, tú crees que porque vives aquí y porque todos compartimos tú misma esencia, todos lo entenderán. Criatura se prudente y cuando vuelvas ten cuidado, aquí los cazadores están en todas partes y el amigo más querido puede ser uno de ellos._No te preocupes, no diré nada, y te prometo que si el destino quiere que me encuentre con alguno de esos desgraciados no lo pasara nada bien. – Mi odio aunque se había atenuado aun me ardía en mitad del pecho. Les haría pagar cada una de las pérdidas de la Familia Aude-.
Me dirigí a mi habitación y pasé el resto de la mañana en los preparativos, la nota había sido clara, encontrarnos en Les Ambassadeurs, en la Plaza de La Concordia. Pensé mil veces que vestido me pondría hasta que elegí uno de raso color marfil, de líneas sencillas, sí, era extremadamente ajustado por el corsé y la falda muy voluminosa, siguiendo el estilo impuesto ese año, pero era el que más me sentaba. Los días estaban comenzando a ser frescos y las noches frías, por eso llevaba una capa haciendo juego.
Aún me parecía verla con sus vestidos llenos de moños y encajes, esos que su abuela le hacía usar, y que tanto detestaba. Era una niña común y corriente que se enojaba, porque solo quería divertirse y no estar ahí en medio de tantas personas adultas. A mí me pasaba casi lo mismo, mi madre quería hacer de mí una damita, ya que decía que el hecho de vivir en la hacienda no debía hacerme olvidar que éramos los legítimos condes de Languedoc. En verdad poco me interesaba más que estar montada en mi querida briza y recorrer las tierras a campo traviesa. Las dos habíamos encontrado en la otra ese ser que es gemelo y comprende al otro a la perfección.
Mire el reloj que colgaba graciosamente de la pechera, habían pasado unos minutos de la hora fijada. Tenía miedo que no me reconociera, o peor aún que ninguna reconociera a la otra. En ese momento entró una bella y elegante mujer, no fue necesario, al instante supe que ella había llegado, conservaba la misma manera de ser, Melody nunca pasara inadvertida, ella era el centro de atención por naturaleza. Me sonreí era un hermoso momento para poder contar con una amiga leal.
Acomodé nerviosa el vestido, para que no tuviera ninguna arruga, el garzón me había acompañado hasta la mesa y le dije que esperaría a una persona para recién elegir el menú. Mientras aguardaba su llegada rememoré lo ocurrido por la mañana. Todo había comenzado de forma relativamente extraña. Junto con el desayuno llegó una carta y mientras la abría, pensaba, quien podría mandarme una esquela ? Muy pocos sabían que estaba en Paris y de mis amistades… realmente ninguna, era imposible.
Mire el sello y con mi abrecartas, hice saltar el lacre, el sello me había parecido muy familiar. Cuando leí la nota el corazón me dio un vuelco, hacia exactamente siete años que no nos veíamos, sí – pensé – nos escribimos durante unos meses pero tras el incendio, había dejado hacerlo.
_Melody - su nombre sonó en mis oídos como un recuerdo dulce de la infancia. Su risa musical y su carita de niña traviesa, llegaron a mí mente como la briza de una tarde de primavera. _ Esta tarde tendré que salir Tía Celia, me encontraré con una amiga y no sé cuánto me demore._Debes ser cuidadosa, hija, sabes que nadie debe saber tu secreto, tú crees que porque vives aquí y porque todos compartimos tú misma esencia, todos lo entenderán. Criatura se prudente y cuando vuelvas ten cuidado, aquí los cazadores están en todas partes y el amigo más querido puede ser uno de ellos._No te preocupes, no diré nada, y te prometo que si el destino quiere que me encuentre con alguno de esos desgraciados no lo pasara nada bien. – Mi odio aunque se había atenuado aun me ardía en mitad del pecho. Les haría pagar cada una de las pérdidas de la Familia Aude-.
Me dirigí a mi habitación y pasé el resto de la mañana en los preparativos, la nota había sido clara, encontrarnos en Les Ambassadeurs, en la Plaza de La Concordia. Pensé mil veces que vestido me pondría hasta que elegí uno de raso color marfil, de líneas sencillas, sí, era extremadamente ajustado por el corsé y la falda muy voluminosa, siguiendo el estilo impuesto ese año, pero era el que más me sentaba. Los días estaban comenzando a ser frescos y las noches frías, por eso llevaba una capa haciendo juego.
Aún me parecía verla con sus vestidos llenos de moños y encajes, esos que su abuela le hacía usar, y que tanto detestaba. Era una niña común y corriente que se enojaba, porque solo quería divertirse y no estar ahí en medio de tantas personas adultas. A mí me pasaba casi lo mismo, mi madre quería hacer de mí una damita, ya que decía que el hecho de vivir en la hacienda no debía hacerme olvidar que éramos los legítimos condes de Languedoc. En verdad poco me interesaba más que estar montada en mi querida briza y recorrer las tierras a campo traviesa. Las dos habíamos encontrado en la otra ese ser que es gemelo y comprende al otro a la perfección.
Mire el reloj que colgaba graciosamente de la pechera, habían pasado unos minutos de la hora fijada. Tenía miedo que no me reconociera, o peor aún que ninguna reconociera a la otra. En ese momento entró una bella y elegante mujer, no fue necesario, al instante supe que ella había llegado, conservaba la misma manera de ser, Melody nunca pasara inadvertida, ella era el centro de atención por naturaleza. Me sonreí era un hermoso momento para poder contar con una amiga leal.
Eva- Cambiante Clase Alta
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Re: Una Cena entre Amigas [Melody Halcraft]
El lacre selló el sobre con el símbolo de los Halcraft. Melody despachó la diligencia con uno de los empleados de la mansión. Hacía pocos días se había enterado sobre la llegada de una antigua amiga a París y no perdería oportunidad para reencontrarse. Jamás fue una joven dedicada a las amistades y de una vida social activa por voluntad propia, siempre había sido guiada por la mano dura de su abuela que se encargaba de todos los compromisos que una muchacha de su edad y de su alcurnia debía adquirir. Fue un misterio para ella el hecho de que a Margarette se le hubiera ocurrido pasar una temporada en un sitio tan alejado y carente de comodidades y costumbres inglesas como lo era el Río de la Plata. No podía negar que había disfrutado de los pasajes silvestres y de los cortejos, eran personas muy creativas y alegres, sin embargo, no había logrado simpatizar con nadie, excepto la adorable Maryeva Aude. La había conocido por casualidad y no se arrepentía, hubiera juzgado que la dulzura que ella destilaba llegaba a empalagarla, pero, de manera sorpresiva, le había agradado. Por ello, a penas se hubo enterado de la habitación de los Aude, no dudó un instante en organizar una reunión. No eligió su casa dado a la lejanía en la que se encontraba, pero uno de los restaurantes favoritos de Melody fue la mejor opción.
La noche se irguió sobre el firmamento cuando emprendió el camino hacia el centro de París. Había demorado más de lo planeado a causa de la inoperancia de una de las criadas. Detestaba la impuntualidad, para un británico había pocos detalles tan importantes como ese, y ella estaba violando un principio fundamental. No le interesaron las protestas del chofer que se opuso a acelerar la marcha argumentando que el camino se encontraba embarrado y que sería peligroso, con sólo decir “no repito las cosas dos veces” en un tono lo suficientemente autoritario como para que se entendiera que era una orden, no un pedido, llegó a destino unos pocos minutos atrasada. Retocó levemente sus carillos y sus labios antes de bajar del carruaje y entró con su porte de reina al sitio acordado. Su atuendo en azul eléctrico centelleaba el brillo propio del satén. La falda amplia se movía con gracia a medida que su paso firme se asentaba en el suelo de madera. Saludó con estudiada cordialidad a algunos comensales que se levantaron, detestaba las formalidades forzosas, pero no podía ignorar el protocolo. Ya había divisado a su invitada, la buena memoria de Melody fue de gran ayuda, empero, Maryeva, no había perdido la belleza juvenil que recordaba. Uno de los tantos que se acercaron a ella, se demoró más tiempo del previsto, puesto que mantenía una relación profunda con su abuela, y a pesar de que intentó despedirlo de todas las maneras posibles, no pudo negarse a que la acompañara hacia la mesa.
Una sonrisa sincera, de esas que un Halcraft no le dispensaba a cualquiera, se dibujó en sus labios cuando se encontraba frente a la joven Aude. Hizo una rápida presentación entre ella y el caballero, que entendió que estaba importunando, y se retiró rápidamente. Luego, omitiendo de sobremanera la etiqueta, tomó entre sus manos las de la muchacha y la contempló varios segundos a los ojos, la vida las había cambiado, no cabían dudas. ¿Qué le sucedía al corazón de Maryeva? Pudo sentir una profunda tristeza, y no evitó el darle un leve apretón. Sin soltarla, por fin, habló:
—Sigues teniendo la misma picardía de siempre —lo leyó en el gesto y sintió, inmediatamente, que volvía a ser una niña.
La noche se irguió sobre el firmamento cuando emprendió el camino hacia el centro de París. Había demorado más de lo planeado a causa de la inoperancia de una de las criadas. Detestaba la impuntualidad, para un británico había pocos detalles tan importantes como ese, y ella estaba violando un principio fundamental. No le interesaron las protestas del chofer que se opuso a acelerar la marcha argumentando que el camino se encontraba embarrado y que sería peligroso, con sólo decir “no repito las cosas dos veces” en un tono lo suficientemente autoritario como para que se entendiera que era una orden, no un pedido, llegó a destino unos pocos minutos atrasada. Retocó levemente sus carillos y sus labios antes de bajar del carruaje y entró con su porte de reina al sitio acordado. Su atuendo en azul eléctrico centelleaba el brillo propio del satén. La falda amplia se movía con gracia a medida que su paso firme se asentaba en el suelo de madera. Saludó con estudiada cordialidad a algunos comensales que se levantaron, detestaba las formalidades forzosas, pero no podía ignorar el protocolo. Ya había divisado a su invitada, la buena memoria de Melody fue de gran ayuda, empero, Maryeva, no había perdido la belleza juvenil que recordaba. Uno de los tantos que se acercaron a ella, se demoró más tiempo del previsto, puesto que mantenía una relación profunda con su abuela, y a pesar de que intentó despedirlo de todas las maneras posibles, no pudo negarse a que la acompañara hacia la mesa.
Una sonrisa sincera, de esas que un Halcraft no le dispensaba a cualquiera, se dibujó en sus labios cuando se encontraba frente a la joven Aude. Hizo una rápida presentación entre ella y el caballero, que entendió que estaba importunando, y se retiró rápidamente. Luego, omitiendo de sobremanera la etiqueta, tomó entre sus manos las de la muchacha y la contempló varios segundos a los ojos, la vida las había cambiado, no cabían dudas. ¿Qué le sucedía al corazón de Maryeva? Pudo sentir una profunda tristeza, y no evitó el darle un leve apretón. Sin soltarla, por fin, habló:
—Sigues teniendo la misma picardía de siempre —lo leyó en el gesto y sintió, inmediatamente, que volvía a ser una niña.
Melody Halcraft- Realeza Inglesa
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Re: Una Cena entre Amigas [Melody Halcraft]
Melody cruzo el salón con el porte único de lo que realmente era, una aristócrata, pero, no solamente eso, sabía que era como un bello diamante con infinidad de aristas perfectamente talladas, después de tantos años, se había convertido en una obra de arte.
Sonreí, cuando la vi intentar con la mayor de las cortesías, hacer que uno caballero la dejara tranquila, inevitablemente la acompaño hasta nuestra mesa – me estaba divirtiendo a costa de ese insípido, hombrecillo – el improvisado acompañante se retiró luego de una floreada y ridícula reverencia.
Como si el tiempo no hubiera pasado, Melody tomo mi mano entre las suyas como cuando nos sentábamos a la sombra de los cipreses en Languedoc y nos confesábamos nuestras vidas. Mis labios esbozaron una débil sonrisa, al ver en sus ojos todavía ese espíritu libre y aventurero -era así verdad? me pregunte-. Su esencia estaba intacta?, su exterior era el de una emperatriz.
Cuando se sentó, se acercó el Garçon para preguntarnos qué íbamos a servirnos, luego de pedir el muchacho se retiro silenciosamente como llego, no sin antes hacernos una acotación del vino que podríamos tomar, adecuado por supuesto al plato seleccionado.
En mi alma había sentimientos encontrados de plena alegría por haberla recuperado y de profunda tristeza por los momentos en que la hubiera necesitado a mi lado. El ambiente se inundó de una música dulce y melancólica ejecutada en un piano de cola que se hallaba en un extremo del imponente salón. Tal vez conmovida por las notas que del bello instrumento se desprendían, comencé a relatar que había sido de mi vida durante su ausencia.
Sonreí, cuando la vi intentar con la mayor de las cortesías, hacer que uno caballero la dejara tranquila, inevitablemente la acompaño hasta nuestra mesa – me estaba divirtiendo a costa de ese insípido, hombrecillo – el improvisado acompañante se retiró luego de una floreada y ridícula reverencia.
Como si el tiempo no hubiera pasado, Melody tomo mi mano entre las suyas como cuando nos sentábamos a la sombra de los cipreses en Languedoc y nos confesábamos nuestras vidas. Mis labios esbozaron una débil sonrisa, al ver en sus ojos todavía ese espíritu libre y aventurero -era así verdad? me pregunte-. Su esencia estaba intacta?, su exterior era el de una emperatriz.
Cuando se sentó, se acercó el Garçon para preguntarnos qué íbamos a servirnos, luego de pedir el muchacho se retiro silenciosamente como llego, no sin antes hacernos una acotación del vino que podríamos tomar, adecuado por supuesto al plato seleccionado.
En mi alma había sentimientos encontrados de plena alegría por haberla recuperado y de profunda tristeza por los momentos en que la hubiera necesitado a mi lado. El ambiente se inundó de una música dulce y melancólica ejecutada en un piano de cola que se hallaba en un extremo del imponente salón. Tal vez conmovida por las notas que del bello instrumento se desprendían, comencé a relatar que había sido de mi vida durante su ausencia.
Eva- Cambiante Clase Alta
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Re: Una Cena entre Amigas [Melody Halcraft]
Melody adoraba la carta de vinos de ese restaurante, era extensa y detallaba los componentes de cada bebida, se había tomado su tiempo a la hora de elegir uno que fuera correcto para acompañar el pescado, y había optado por un Merlot añejo, era uno de esos que pocos podían darse el gusto de beber, y ella estaba entre ese grupo selecto. Era la anfitriona, ella había fijado la cita, y cuando de un Halcraft se trataba, el dinero era lo de menos, detestaba a aquellos que nadaban en dinero y desarrollaban la insoportable veta de austeridad en sus vidas. Jamás le había dado importancia al lujo, pero no de manera premeditada, simplemente, porque había nacido en él y tenía la certeza, aunque siempre podía haber margen de error, de que moriría con el amplísimo e incalculable caudal en el que había crecido. Su existencia había sido circundada por los brillos, la riqueza y también por el abandono y la soledad, nunca se había sentido completa, a pesar de nada material le había faltado. Debía abandonar ese instante melancólico para dedicarse a su joven amiga, que seguía tan radiante como la recordaba.
—¿Sabes que no está bien visto que dos señoritas en edad de buscar marido en una fiesta se encuentren cenando en un lugar público sin compañía masculina? —bromeó con sus ojos centelleantes de picardía.
Esa realidad era tan cierta que en un punto, cuando había enviado la misiva, se había arrepentido de no haber organizado la reunión en la intimidad del hogar. Su abuela, tras un discurso sobre normas protocolares irrompibles, había accedido, con la condición de que si algún caballero se acercaba a hacerles compañía, aceptara sin chistar. Meldoy había aprendido que la reputación de su familia estaba por encima de todo capricho y de todo deseo de romper con el tradicionalismo y las buenas costumbres. Ya no tenía la inconsciencia de la adolescencia, se había acostumbrado a agachar la cabeza frente a la autoridad de Margarette, y aunque por dentro lo único que deseaba era acallar a la vieja con una cascada de argumentos más que válidos, sabía que no valía la pena hacerlo, era una mujer que no la escuchaba, y tampoco valoraba lo que ella tuviera para decir. Aceptó que debía gastar sus energías en cuestiones de mayor envergadura que una discusión con la madre de su padre.
—¿Sabes que no está bien visto que dos señoritas en edad de buscar marido en una fiesta se encuentren cenando en un lugar público sin compañía masculina? —bromeó con sus ojos centelleantes de picardía.
Esa realidad era tan cierta que en un punto, cuando había enviado la misiva, se había arrepentido de no haber organizado la reunión en la intimidad del hogar. Su abuela, tras un discurso sobre normas protocolares irrompibles, había accedido, con la condición de que si algún caballero se acercaba a hacerles compañía, aceptara sin chistar. Meldoy había aprendido que la reputación de su familia estaba por encima de todo capricho y de todo deseo de romper con el tradicionalismo y las buenas costumbres. Ya no tenía la inconsciencia de la adolescencia, se había acostumbrado a agachar la cabeza frente a la autoridad de Margarette, y aunque por dentro lo único que deseaba era acallar a la vieja con una cascada de argumentos más que válidos, sabía que no valía la pena hacerlo, era una mujer que no la escuchaba, y tampoco valoraba lo que ella tuviera para decir. Aceptó que debía gastar sus energías en cuestiones de mayor envergadura que una discusión con la madre de su padre.
Off: Perdón por demorar tanto. El estudio, el trabajo y un viaje me tuvieron fuera de casa.
Melody Halcraft- Realeza Inglesa
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Re: Una Cena entre Amigas [Melody Halcraft]
Mientras esperábamos a que nos sirvieran, mis labios se curvaron en una sonrisa sincera. Es verdad - pensé -, mi madre también vería con malos ojos este libertinaje – como diría ella – de una cena entre amigas. Miré sus ojos llenos de vida y tras un suspiro pensé en los míos que no dejaban de traslucir esa desilusión de la vida que estaba creciendo en mi alma.
Por suerte el sommelier se acercó trayendo el vino que Melody había elegido. Sirvió para que probáramos el excelente bouquet que presentaba el Merlot.
Pensé en ese momento en uno de los proyectos que tenía en mente mi padre. Llevar a Bs As, la producción de vino de ésta cepa en especial, en unas hectáreas que había adquirido unos meses antes de mi partida. En verdad la idea había nacido en el corazón de Andrés, ya que era un hijo de Burdeos lugar de origen de la variedad de uva. El estaba seguro de que en pocos años San Nicolás se convertiría en uno de los productores de vinos más importantes. Contagió su entusiasmo a mi padre, quien en el fondo solo pensaba en la forma de retenernos y que luego de nuestro matrimonio no volviéramos a Francia. Podía oír sus palabras cuando eufórico me relataba los orígenes de la palabra Merlot - “… En burdeos llamamos así a los mirlos, se dice que la uva lleva ese nombre porque sus granos son del color del plumaje de las aves, aunque yo creo que más se debe que los mirlos se fascinan con las uvas y las picotean cuando están listas para la vendimia, es una forma como la naturaleza nos avisa que es justo el momento para cosechar y luego producir el más exquisito de los vinos del mundo…” - Mi vista se había perdido en el vino que rojeaba mi copa. Con la mano a la altura de la nariz aspiré el aroma astringente, apoye mis labios en el borde de ésta y deslice un pequeño trago que dejó en mi boca un dejo de sabor a mora, grosellas y otros frutos rojos. Sin poderlo impedir en un segundo sentí el gusto de sus labios, cuando me besaba y su aliento, por el deseo, se hacía más espeso. Un océano de recuerdos me bañaban en ese instante detenido en el tiempo y sentí en mi oído su dulce voz diciendo… “aun estoy aquí contigo”.
Por suerte el sommelier se acercó trayendo el vino que Melody había elegido. Sirvió para que probáramos el excelente bouquet que presentaba el Merlot.
Pensé en ese momento en uno de los proyectos que tenía en mente mi padre. Llevar a Bs As, la producción de vino de ésta cepa en especial, en unas hectáreas que había adquirido unos meses antes de mi partida. En verdad la idea había nacido en el corazón de Andrés, ya que era un hijo de Burdeos lugar de origen de la variedad de uva. El estaba seguro de que en pocos años San Nicolás se convertiría en uno de los productores de vinos más importantes. Contagió su entusiasmo a mi padre, quien en el fondo solo pensaba en la forma de retenernos y que luego de nuestro matrimonio no volviéramos a Francia. Podía oír sus palabras cuando eufórico me relataba los orígenes de la palabra Merlot - “… En burdeos llamamos así a los mirlos, se dice que la uva lleva ese nombre porque sus granos son del color del plumaje de las aves, aunque yo creo que más se debe que los mirlos se fascinan con las uvas y las picotean cuando están listas para la vendimia, es una forma como la naturaleza nos avisa que es justo el momento para cosechar y luego producir el más exquisito de los vinos del mundo…” - Mi vista se había perdido en el vino que rojeaba mi copa. Con la mano a la altura de la nariz aspiré el aroma astringente, apoye mis labios en el borde de ésta y deslice un pequeño trago que dejó en mi boca un dejo de sabor a mora, grosellas y otros frutos rojos. Sin poderlo impedir en un segundo sentí el gusto de sus labios, cuando me besaba y su aliento, por el deseo, se hacía más espeso. Un océano de recuerdos me bañaban en ese instante detenido en el tiempo y sentí en mi oído su dulce voz diciendo… “aun estoy aquí contigo”.
Eva- Cambiante Clase Alta
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Re: Una Cena entre Amigas [Melody Halcraft]
Pudo notar la abstracción en la que se sumía su compañera. Era consciente de que un buen vino era capaz de transportar a las personas a algún sitio muy íntimo, a un lugar impenetrable del alma, pero, generalmente, eran momentos ínfimos, sólo meros recuerdos que aparecían de forma tan fugaz como desaparecían. Melody era una persona de paciencia admirable, sin embargo, solía ser una agradable interlocutora cuando se lo proponía, y que Maryeva estaba demostrando una descortesía que generó en la inglesa una leve irritación. Arqueó su ceja, carraspeó, bebió un poco más, sin embargo, nada hacía volver en si a su invitada. El silencio, de agradable había pasado a incómodo, empero, no era capaz de irrumpir en la reflexión de quien parecía estar transportada a otra dimensión. No podía negar que ella también solía caer en esa clase de letargos, pero jamás en público, lo juzgaba un acto tan profundo, que no se atrevía a mostrar esa veta de debilidad en su persona. No era una insensible, todo lo contrario, pero la máscara de frialdad que se había auto impuesto, hacía ya varios años, se le había vuelto parte de su piel. Aunque lo negara, cada día se parecía más a su abuela.
Dirigió su vista hacia un gran espejo de marco de bronce que se encontraba a unos cuantos metros de ella. Era una obra maravillosa. Tantas veces que había ido a cenar a ese sitio y nunca se había percatado de él. Será que nunca tuvo la posibilidad de prestarle más atención a la decoración que lo estrictamente necesario para felicitar al dueño del lugar. A través del reflejo podía observar a los comensales, las damas que escondían sus risas estridentes detrás de los abanicos y los hombres que bebían brandy o champagne sin medir restricciones. Podía distinguir, perfectamente, a las esposas de las amantes, muchos señores de la alta sociedad llevaban consigo a prostitutas, Margarett habría sido capaz de condenar ese acto con miradas asesinas, que provocarían tal fastidio en los demás que terminarían por elegir otro destino para sus encuentros. En cambio, a Melody le interesaba poco y nada con quién compartían las sábanas tanto los conocidos como los desconocidos. Ella era una joven criada en el decoro y, presumía, en el celibato también, pero no reprobaba ni aprobaba actos porque no deseaba que lo hicieran con ella, aunque sabía que no estaba exenta de la mirada del otro. La detestaba.
—Si lo deseas, podemos dejar éste encuentro para otro día —una sonrisa que no mostraba mucha simpatía y un tono cargado de una amabilidad que encerraba sarcasmo fue lo que expulsó de sus delicados labios —Lo siento, no quise sonar descortés —si había querido, pero ya había sido demasiado el tiempo que introspección de Maryeva.
Dirigió su vista hacia un gran espejo de marco de bronce que se encontraba a unos cuantos metros de ella. Era una obra maravillosa. Tantas veces que había ido a cenar a ese sitio y nunca se había percatado de él. Será que nunca tuvo la posibilidad de prestarle más atención a la decoración que lo estrictamente necesario para felicitar al dueño del lugar. A través del reflejo podía observar a los comensales, las damas que escondían sus risas estridentes detrás de los abanicos y los hombres que bebían brandy o champagne sin medir restricciones. Podía distinguir, perfectamente, a las esposas de las amantes, muchos señores de la alta sociedad llevaban consigo a prostitutas, Margarett habría sido capaz de condenar ese acto con miradas asesinas, que provocarían tal fastidio en los demás que terminarían por elegir otro destino para sus encuentros. En cambio, a Melody le interesaba poco y nada con quién compartían las sábanas tanto los conocidos como los desconocidos. Ella era una joven criada en el decoro y, presumía, en el celibato también, pero no reprobaba ni aprobaba actos porque no deseaba que lo hicieran con ella, aunque sabía que no estaba exenta de la mirada del otro. La detestaba.
—Si lo deseas, podemos dejar éste encuentro para otro día —una sonrisa que no mostraba mucha simpatía y un tono cargado de una amabilidad que encerraba sarcasmo fue lo que expulsó de sus delicados labios —Lo siento, no quise sonar descortés —si había querido, pero ya había sido demasiado el tiempo que introspección de Maryeva.
Melody Halcraft- Realeza Inglesa
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Re: Una Cena entre Amigas [Melody Halcraft]
Podía sentir como mis mejillas se teñían de vergüenza tras la alocución de Melody.
―No! Por favor… disculpa, es solo que el vino que has elegido me trajo muchos recuerdos bellos. Perdóname, he sido totalmente descortés. – se podía apreciar a simple vista y más al escucharla, que Melody no era la pequeña que había pasado una temporada en Languedoc, su trato me había afectado, pero decidí pasar por alto su descortesía que se podía comparar a la que yo había cometido. - Le sonreí. ―Quisiera saber que fue de tu vida estos años, estás hermosa… como siempre, dime ¿cómo se encuentra Lady Margaret. Sigue trastocando tu vida como entonces o ha madurado?
Mire con detenimiento a esa mujer que tenía enfrente mío y por un segundo trate de encontrar a mi amiga, aquel bello ser que lleno de alegría mi corazón, pero no la encontré. De algo estaba segura, había aceptado su invitación y no me permitiría estropear la velada. Esperé a que ella respondiera mi pregunta o hablara sobre su vida, ya que al fin y al cabo, había sido ella quien concertó la cita.
―No! Por favor… disculpa, es solo que el vino que has elegido me trajo muchos recuerdos bellos. Perdóname, he sido totalmente descortés. – se podía apreciar a simple vista y más al escucharla, que Melody no era la pequeña que había pasado una temporada en Languedoc, su trato me había afectado, pero decidí pasar por alto su descortesía que se podía comparar a la que yo había cometido. - Le sonreí. ―Quisiera saber que fue de tu vida estos años, estás hermosa… como siempre, dime ¿cómo se encuentra Lady Margaret. Sigue trastocando tu vida como entonces o ha madurado?
Mire con detenimiento a esa mujer que tenía enfrente mío y por un segundo trate de encontrar a mi amiga, aquel bello ser que lleno de alegría mi corazón, pero no la encontré. De algo estaba segura, había aceptado su invitación y no me permitiría estropear la velada. Esperé a que ella respondiera mi pregunta o hablara sobre su vida, ya que al fin y al cabo, había sido ella quien concertó la cita.
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