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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Priscila Catrice Jue Ago 20, 2015 12:48 am

De manera lenta pero segura, todo se iba acomodando en la vida de Priscila quien a pesar de no llevar mucho tiempo en París, ya se había hecho de algunos amigos, un trabajo de bailarina con el cual podía mantenerse perfectamente y claro, un circulo de conocidos que compartían su afición por la poesía. La cambiante era sumamente feliz cuando era capaz de pasar tiempo con aquellos amantes de las letras, quienes no juzgaban sus escritos sino que por el contrario alababan cada uno de los poemas que ella compartía con ellos; si bien el grupo no era extenso, quienes lo conformaban eran completamente sinceros y eso le llevaba a pensar de manera inevitable en una mujer que conoció tiempo atrás, una mujer que al igual que ella disfrutaba de expresar sus pensamientos con versos y que le animo a no temer de lo que los demás pensaran. Priscila había disfrutado mucho de la compañía de aquella poeta de edad madura que le decía una y otra vez que no dejara de escribir nunca, que la poesía no era algo que las personas aceptaban fácilmente pero que siempre existiría quien apreciara sus escritos. La cambiante pensaba regularmente en los consejos de aquella a quien consideraba una gran amiga, pero desde tiempo atrás que venía pensando en ella con mayor regularidad, preguntándose como se encontraría. Priscila no solo pensaba en la poeta, también pensaba en la nieta de aquella mujer.

Azzuen no había sido alguien a quien ella se hubiera acercado por propio gusto, pero conforme sus encuentros con la abuela de la joven y Priscila se volvían más frecuentes, también lo hicieron los encuentros entre ambas, provocando que de manera lenta comenzara a surgir entre ambas una amistad sincera. La cambiante no solo apreciaba a la joven por ser nieta de su amiga más especial, sino que además la valoraba porque al igual que su abuela, Azzuen no le cerraba las puertas y le mostraba que era sincera al momento de brindarle su amistad a la italiana. Pese a lo bien que se llevaban las tres, aquella amistad tan prometedora se mantuvo en pausa gracias a que la cambiante necesitaba ir a un nuevo sitio al cual vivir y aunque prometió mantener el contacto con aquellas mujeres, llego un momento donde le resulto imposible y no quedaron más que los recuerdos de lo que fue, así como los pensamientos sobre el estado de ambas y las ganas de volver a verlas que no eran más que sueños.

Aquel día en particular, Priscila abandono sus deseos del pasado y se aventuro a las calles de Paris. Era nada más y nada menos que su día libre para lo cual, había dejado la totalidad de aquel día a despejarse de los deberes, de los escritos y hasta de los ensayos para una puesta en escena que ya estaba muy próxima. Con un sencillo vestido color verde olivo y los cabellos sueltos, caminaba con la elegancia de una bailarina por la zona de restaurantes. A su paso por cada uno de los establecimientos, era capaz de observar como la gente degustaba de diversos platillos además de que charlaban de manera sumamente animada; y así, con sus ojos curiosos que se dirigían a observar con detalle a cada una de las personas en los restaurantes, fue que dio con una figura sumamente conocida para ella.

Una enorme sonrisa se dibujo en sus labios, sus pies se dirigieron en automático hacía la joven que iba saliendo de uno de los restaurantes y su voz menciono aquel nombre que no creyó volver a pronunciar alguna vez.
Azzuen… – levanto la mano y la movió de un lado a otro, tratando de atraer la atención de aquella joven que alguna vez había llamado su amiga y que esperaba, continuara viendo a Priscila como tal.
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Mensaje por Azzuen Collingwood Dom Oct 04, 2015 5:45 pm

Nunca se está solo cuando las buenas amistades
llegan y espantan a los demonios de la soledad.



Cuando abandonó Edimburgo había dejado atrás muchísimas cosas; amistades, familia, un pasado quebrado al desaparecer físicamente a la persona que más quería en el mundo: Su abuela Jeanette. Aquella mujer era su principal fortaleza y ahora que no estaba, en su vida parecía haber un vacío que difícilmente se podía llenar. Guardaba cariñosamente todos esos escritos que le recordaban lo talentosa  y  especial que era Jeanette para muchos, su muerte representaba una perdida importante tanto para familiares y amigos. Azzuen recordaba esas reuniones en donde su abuela se rodeaba de puros intelectuales, especialmente poetas, unos muy jóvenes, otros con más edad, pero que compartían intereses en común y eso los hacía un grupo muy sólido y especial. Ahora que Jeanette no estaba, ¿qué sería de todos ellos? No lo sabía. Al establecerse en Londres, dejó atrás muchas cosas que resultaban dolorosas y ahora que se encontraba en París, con la aparición de aquel cazador, todos esos recuerdos malditos la perseguían.

Azzuen se planteaba, en cada nuevo amanecer, volver a Inglaterra o tal vez a Escocia, pero le resultaba, nuevamente, arriesgado y parecía hundirse en su propia frustración, era como si algo deseaba atarla a París. Lo cierto es que permanecer en esa ciudad la estaba descolocando, se sentía  frágil y con pocas ganas de seguir adelante. Quizás si su abuela estuviera con ella, apoyándola como lo había hecho en antaño,  Azzuen estaría un poco más animada. Pero Jeanette ya no estaba, tenía que resignarse cada día a ello, aunque se negara a hacerlo.

Dejó su nuevo departamento muy temprano por la mañana, con la esperanza firme en su corazón de que hallaría algún indicio de paz en la ciudad. Echó un rápido vistazo a los alrededores y nada le pareció sospechoso, sino más bien monótono, como debía ser la mayoría de las veces. Estaba harta de sentirse como un animal acorralado en cada esquina, de no estar segura en ninguna parte, pero aquella vez fue diferente. Observó ese cielo de invierno que por primera vez le pareció hermoso y las personas andando de un lado a otro en las calles parisinas le transmitía esa sensación de estar realmente viva que estaba olvidando sin remedio alguno. Jeanette siempre hablaba de esperanza y sí, al parecer, después de tanto halló sentido en esas palabras, como siempre, aquella mujer mayor que había dejado hacía mucho este mundo, volvió a sacarla de sus propias sombras.

Lo primero que hizo en esa mañana fue ir a uno de los tantos restaurantes que se hallaban en los lugares más alegres de la ciudad, creyó que podía ser una buena idea, hacía tantos días atrás que ni se le había ocurrido en entrar a uno de éstos por un temor insano a encontrarse a alguien no deseado. Disfrutó de su desayuno mientras leía uno de sus libros favoritos y dibujaba algunas escenas que veía en un pequeño cuaderno de bocetos que solía cargar siempre consigo. Estaba recobrando el ánimo y aprovecharía la ocasión para hacer una visita al museo o pasear por los alrededores de la plaza de Tertre, sabía bien que ahí se reunían la mayoria de los pintores a retratar escenas inolvidables y eso podría ayudarle aún más.

Salió sin prisa del restaurante en el que estaba y al estar a las afueras del local escuchó que alguien mencionó su nombre a sus espaldas. El corazón de Azzuen dio un vuelco en su pecho. Respiró hondo y no supo qué hacer en ese momento, era extraño que tuviera algún conocido ahí, era casi imposible.  Pero con los nervios a flor de piel y con el mundo girándole alrededor decidió darse media vuelta y lo que vería a continuación la dejaría muy sorprendida.

Priscila era una mujer alegre, carismática, de esas pocas valiosas amistades de las que se tiene en la vida y luego de la muerte de su abuela Jeanette, Azzuen no supo más de aquella joven cambiante, por lo que al verla justo en ese lugar, saludándola con esa energía que sólo ella era capaz de transmitir, hizo que una lágrima se escapara de los ojos de la escocesa. ¿Acaso era una señal del destino? Probablemente, lo único que pensó fue en ir corriendo hasta Priscila y darle un fuerte abrazo, como lo haría una pequeña al encontrarse con su madre.

—Me alegra tanto verte de nuevo —mencionó luego de separarse de ella. Por primera vez, después de tanto tiempo, se sentía realmente feliz.
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Mensaje por Priscila Catrice Jue Nov 26, 2015 11:21 pm

Tanto la personalidad de Priscila como su energía, la volvían una mujer fácil de tratar así como una de esas personas a las que una vez que les ganabas el corazón, podías estar seguro de que lo tendrías siempre. La poeta jamás olvidaba a alguien querido, por el contrario, buscaba la manera de inmortalizar a aquellos que dejaban grandes huellas en su corazón mediante sus escritos, los que hacía con amor para que fueran disfrutados por todos aquellos que los escuchasen y de cierta manera, conocieran un poco de los que eran especiales para la cambiante.

Aquel peculiar día sin embargo, se permitió andar libre de ensayos, de escritos y de las responsabilidades que tenía, todo con la finalidad de disfrutar simplemente de las calles de París. Aquella ciudad le había regalado tanto, que la cambiante no tenía otra forma de agradecer que no fuera halagando sus calles en sus escritos o disfrutando de las ocasiones en que se permitía pasear, tal y como lo hacía ese día. Sus pasos le llevaban por las calles más transitadas hasta que le hicieron terminar en la zona de restaurantes donde comenzó a curiosear entre las personas hasta dar con un rostro conocido al que se dirigió sin duda alguna.

La mano de la italiana se agitaba de un lado a otro de manera enérgica y una enorme sonrisa se dibujaba en su rostro, sonrisa que no hizo más que ensancharse en el momento que la joven bruja se giro a observarla provocando que Priscila estuviese cien por ciento segura de que era Azzuen. Era tan maravilloso el poder encontrarse de manera no intencional con alguien conocido y mejor aún, con alguien que no viera desde hacía tanto tiempo. De inmediato comenzaron a correr por la mente de la poeta un montón de preguntas que necesitaba hacer a la bruja, por eso fue que dio algunos pasos en dirección a ella, pasos que se vieron interrumpidos cuando de repente Azzuen se acercó mucho más veloz a ella, solo para dar a la cambiante un abrazo que ella respondió con total sinceridad.
No pensé que nos encontraríamos aquí Azzuen – la sonrisa en el rostro de Priscila era completamente dirigida a su amiga, pues para ese momento la poeta ya se había olvidado de toda las otras personas que les rodeaban – pero a mi también me alegra mucho verte y… – se apartó algo de su amiga – sigues tan hermosa como siempre así que no sé como es que sales a pasear sola por las calles de París – una risita se le escapo de los labios – Esto no es como Escocia y los peligros en las calles son mayores que en Edimburgo – ambas jóvenes sabían de la naturaleza sobre natural de la otra y aunque nunca hablaron mucho respecto a eso, Priscila siempre había temido por su amiga. La poeta era más una mujer de vivir en las calles y de conocer distintos lugares, mientras que Azzuen siempre le pareció alguien más refinada, una dama a quien cuidar de los peligros, esa creencia pues, le llevaba a preocuparse quizás de más por ella – De hecho, ¿cómo es que la abuela te ha dejado salir sin compañía? – preguntó arrugando la nariz y sacando a la luz un tema del que desconocía completamente pero del que igual tarde o temprano se enteraría ya fuera para bien o para mal.
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Mensaje por Azzuen Collingwood Vie Dic 11, 2015 1:53 pm

Un hermano puede no ser un amigo,
pero un amigo será siempre un hermano.
—Demetrio de Falero.



Jamás se le había cruzado por la mente encontrarse con alguien conocido en París, mucho menos con Priscila. Desde que falleció su abuela Jeanette, Azzuen se había alejado de muchas personas, incluyendo a la mujer con la que se había topado en ese instante. Necesitaba estar sola, recuperar los ánimos perdidos y su viaje a París le estaba dando resultados realmente buenos, de no ser por cierto cazador que le estaba sacando canas verdes con su acoso sin sentido. Eso estaba fastidiando a la hechicera, al punto de querer regresarse a Escocia junto con su familia. Sin embargo, no quiso hacerlo, quizás porque guardaba la esperanza de que todo estaría mejor y al parecer su instinto no le engañó.

La presencia de Priscila logró tranquilizarla, le brindó, de cierto modo, la estabilidad que necesitaba. Aunque también le trajo recuerdos un tanto tristes, pues, a pesar del tiempo que había transcurrido, no lograba deshacerse de la nostalgia que le causaba la ausencia de su abuela. Pero pese a las dificultades, tenía que sonreír y seguir adelante. Y eso era precisamente lo que se había propuesto.

—La verdad, yo tampoco pensé en que nos encontraríamos. Honestamente, no se me pasó por la cabeza que fuera a cruzarme con alguien conocido en este lugar. Pero aún así, me alegra de que ese alguien haya sido tú... Ha pasado mucho tiempo —dijo con completa sinceridad, esbozando la mejor de las sonrisas, riendo luego por las palabras de la cambiante—. Bah, no es para tanto, mujer. Además, si con esa estamos, tú tampoco deberías estar por aquí tan sola.

Azzuen le echó una mirada inquisitiva a la otra muchacha, en modo de broma. Mantuvo la sonrisa unos segundos más, ésta desapareció sólo cuando Priscila le inquirió sobre Jeanette; al parecer, ella no sabía en lo absoluto sobre la muerte de la abuela de Azzuen y eso no era que la contentara demasiado. Sin embargo, trató de no actuar de manera grosera, sólo se tomó el tiempo para responderle a su compañera.

—Priscila —murmuró mientras tomaba las manos de la otra chica—. Hay algo que tienes que saber sobre la abuela Jeanette... Quizás ella no me haya dejado venir sola y hasta me habría acompañado. Ya sabes como era. Pero la abuela ya no está, falleció hace un tiempo.

La voz de Azzuen se quebró por unos segundos, a estas alturas no era fácil para ella aceptar tan abiertamente que aquella mujer, a la que tanto admiraba y quería, ya no fuera parte de este mundo, que se había marchado de su lado en un abrir y cerrar de ojos.

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Mensaje por Priscila Catrice Vie Feb 26, 2016 9:38 pm

Las ventajas de viajar tanto era que Priscila podía conocer a muchas personas y formar tantas relaciones como ella misma se permitiera, mientras que una de las enormes desventajas era abandonar a aquellos que quería, quizás cuando más la necesitaban. Aún así, al ver a Azzuen en la capital francesa no le hizo pensar en que algo malo podría haber sucedido, el rostro de la bruja no se lo indicaba y de hecho, al irse ella de Escocia, dejó tan bien a la joven bruja y a la abuela, que pensaba que al regresar las encontraría como siempre. Sus deseos sin embargo no fueron cumplidos pero eso no significaba que la presencia de Azzuen en París la molestara, por el contrario, se sentía dichosa de verla.

La manera en que ambas se abrazaron no dio pie a dudas de que eran importantes la una a la otra. Los ojos de varias personas se posaron sobre ellas, pero para ambas, el mundo dejaba de existir. Con una enorme sonrisa en los labios la poeta expresó su sorpresa y en cierta manera su preocupación por verla en aquel lugar, pero al escuchar la respuesta que Azzuen tenía para darle, no pudo más que reír.
Bueno podemos encontrarnos con cualquier persona, pero nada más agradable que cuando te encuentras un amigo – aseguró antes de mover la cabeza de un lado a otro a manera de negativa – Y nada va a pasarme – levantó el mentón, con la sonrisa aún en sus labios – estoy acostumbrada a este estilo de vida – La cambiante llevaba demasiado tiempo de esa manera, tanto que aquello era natural y hermoso para ella, así que su amiga verdaderamente no debía preocuparse por ella.

En un intento por obtener información sobre la vida que hasta ese momento llevaba la bruja y su abuela, Priscila preguntó de manera inocente acerca de Jeanette. La buena actitud que tuviera Azzuen pareció desvanecerse ante aquellas preguntas y fue en ese momento que la sonrisa en los labios de la cambiante y poeta, desapareció.
¿Qué sucede? ¿Todo bien? – una de sus manos fue a sujetar el brazo de su amiga, mientras que sus ojos no se apartaban del rostro de la bruja. Las manos de Azzuen buscaron las suyas y una risita nerviosa escapó de los labios de la cambiante. Las siguientes palabras que salieran de los labios de su amiga, parecieron retumbar en su cerebro. Fallecido. La abuela Jeanette había fallecido –No es cierto…– Susurró aquello con lagrimas acumulándose en sus ojos ¿Cuánto tiempo hacía desde que su mejor amiga en la vida abandonara aquel mundo? Por las palabras de la bruja, ya bastante. Buscando un indicio de que aquello fuera mentira, parpadeo solo para ver más claramente el rostro de Azzuen y confirmar que todo aquello era una terrible verdad. En un intento por calmar el dolor de la bruja y al mismo tiempo el suyo, Priscila la abrazo nuevamente, aferrándose a ella como nunca antes se aferró a alguien.

Eso era lo horrible de poseer la longevidad característica de los cambiantes; estar destinado a envejecer mucho más lento que las personas que amabas y por consiguiente verles envejecer y morir. Pero peor que verles morir era no estar para ellos en esos últimos momentos. La cambiante abandonó a su mejor amiga en los últimos momentos de su vida pero eso no iba a repetirlo. Azzuen era ahora lo único que tenía y no pensaba dejarla.
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Mensaje por Azzuen Collingwood Mar Abr 12, 2016 11:30 pm



Cierta vez, su abuela, había comparado a la desdicha con las olas de un mar en un día de tormenta. Le decía que, uno puede verse a sí mismo como el barco que queda atrapado en la tempestad y que va colapsando lentamente ante la furia del cielo y el océano. Sin embargo, aunque el cielo estuviera oscuro y las olas inclementes, eso no duraría para siempre; en algún momento, los rayos del sol penetrarían las nubes y la calma volvería nuevamente. El barco puede o no quedar naufragando, pero la paz haría del mar un lugar más seguro para que otros navíos puedan navegar.

Esa anécdota se asemejaba mucho a su vida en esos momentos. Ella se sentía solitaria ante la furia de los mares, pero al encontrarse con Priscila después de tanto tiempo y saber que contaba con su apoyo incondicional, hacía su pesar mucho más tolerable. La mujer solía ser una persona animada, con un espíritu alegre y quien podía arrancarle sonrisas, aunque por dentro estuviera destrozada. Quizás había sido el mismo recuerdo de Jeanette el que las unió ese día, y eso hizo sentir a Azzuen apoyada después de tanto tiempo. Ella, a diferencia de sus demás familiares, solía ser más temperamental y se aferraba continuamente a la ausencia de su abuela. Aparte, su terquedad no dejaba que viera más allá y no buscaba la manera de avanzar. Creía que lo hacía y no era así; simplemente huía.

Volver a mencionar algo que no aceptaba no era tarea sencilla y según se decía, ese era el primer paso para superar un problema, pero tal parece que en el caso de Azzuen, no funcionaba. ¿A quién engañaba? Le dolía y tenía que soportarlo.

Sólo se dejó abrazar por Priscila en silencio. intentando que las lágrimas no corrieran por sus mejillas. Debía ser fuerte, se lo prometió a la memoria de Jeanette y no quería seguirla atando a este mundo con el llanto. Así que sólo cerró sus ojos y respiró hondo, contando en silencio hasta veinte para evitar echarse a llorar. Le había funcionado, pero fue más por el abrazo cálido de una amistad pura, que de un pensamiento completamente racional. Volvió a separarse del cuerpo de Priscila y sujetó sus manos, mientras miraba el cielo claro con la melancolía presente en sus ojos.

—Pasó todo muy rápido, Priscila. La noticia llegó cuando menos la esperamos y en principio a todos nos costó creer que algo así había ocurrido, pero nos equivocamos y la esperanza se extinguió en nuestros corazones —dijo, hallando consuelo en alguna forma perdida entre las nubes—. Yo no he terminado de aceptarlo, me cuesta entender que ella ya no esté... Pero estoy segura que en donde quiera que esté, no le gustaría vernos tristes por su ausencia. ¿Verdad que no? Ya la conocías, siempre se las ingeniaba por mantener una sonrisa en sus labios... que los demás también estuvieran felices. Sacrificó su vida por el bien de los otros.

Le miró nuevamente, con una sutil sonrisa en los labios.

—Pero, dejando a un lado todo el mal rato... Cuéntame de ti, ¿qué has hecho en todo este tiempo? Debes contarme de tus aventuras y esa será una excusa perfecta para que compartamos un café como en antaño.
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Mensaje por Priscila Catrice Mar Abr 26, 2016 11:19 pm

Encontrar una amistad sincera se asemejaba a encontrar en el cielo nocturno una estrella fugaz. Aparecía cuando menos lo esperabas, la disfrutabas por un tiempo bastante considerable aunque siempre corto dado lo especial del hecho y después, desaparecía dejando en el interior de cualquiera un vació que dolía profundamente, no quedando entonces más opción que aferrarse al recuerdo de aquel maravilloso acontecimiento, llevándolo contigo por siempre. Eso fue Jeanette en la vida de la cambiante, una estrella fugaz que se extinguió demasiado pronto, solo que a diferencia de ellas, su querida amiga dejó algo tras de si o más bien, alguien. Azzuen era otra estrella fugaz, una que la cambiante estaba feliz de poder observar.

Aferrada al cuerpo de la bruja, Prisicila derramó un par de lágrimas en nombre de su más antigua y querida amiga. Prometió a los cielos y sobre todo a ella que pronto iría de visita a su tumba, que le contaría que era lo que estuvo haciendo tanto tiempo alejada de su lado, también que la visitaría de manera regular pero sobre todo, prometía cuidar de Azzuen y acompañarla durante su recorrido de vida, estando para ella siempre que lo requiriera. La poeta suspiro cuando creyó que era tiempo de liberar a su amiga de su abrazo, así que limpiando las lágrimas que antes salieran de sus ojos, observo el rostro de Azzuen. El dolor se hacía presente en ella, con todo y eso, fue perfectamente capaz de explicar a la cambiante lo acontecido y animarla recordándole como es que Jeanette enfrentaba la vida.
Definitivamente no lo gustaría vernos así – acepto, recomponiéndose un poco de la noticia y mostrando a la bruja una sonrisa sincera. Azzuen no se merecía ser arrastrada nuevamente a recordar una perdida tan significativa y dolorosa para ella, lo mejor entonces era avanzar junto a ella sin hacer que Jeanette se sintiera mal tampoco, porque donde quiera que estuviera, Priscila sabía que velaría por ambas – Tenemos que sonreír a la vida en su nombre – los ojos de ambas volvieron a encontrarse cuando la hechicera bajo la mirada. Unidas más que nunca por Jeanette ambas jóvenes emprendían un nuevo camino sin ella.

Escuchando con suma atención la pregunta de la hechicera y su invitación.
He estado por aquí y por allá, ya sabes, mis pies me llevan de un lado a otro sin pedirme opinión – sonrió divertida – Viaje por Inglaterra con una compañía de ballet, estuvimos presentando algunas obras en sitios importantes – suspiro – pero apenas y termine ese compromiso, viaje en busca de inspiración para mis escritos – la mirada se le ilumino mientras que de manera decidida, tomaba el brazo de Azzuen en un gesto que invitaba a la hechicera a caminar a su lado, buscando con la mirada un café que le resultase buena opción para llevar a su amiga – fui a Alemania, pase de nuevo a Italia y ahora, estoy aquí – observo a su acompañante – pero dime, ¿Qué haces aquí en París? ¿Qué has hecho en estos últimos tiempos? – la vida de su amiga era mucho más ocupada que la suya, todo debido a la posición social que ostentaba, una que Priscila, no poseía, dando más libertad a la cambiante de ir y venir a placer.
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Mensaje por Azzuen Collingwood Vie Jul 15, 2016 11:09 pm

La mente de Azzuen se llenó de recuerdos gratos, pero que dejaban igualmente una huella de inevitable nostalgia. Sólo que esta vez, estaba tan bien acompañada, que no decayó como lo hubiera hecho de haber estado en soledad, como ya había ocurrido en veces anteriores. No era tan sencillo para ella dejar a un lado la necesidad de extrañar a la persona más importante en su vida. ¡La pérdida había sido terrible! Y la más afectada había sido Azzuen, quien dependía tanto del carisma de su abuela, que luego no se sintió capaz de superar sus miedos por si sola. Sin embargo, París estaba empezando a cambiar esa idea asfixiante que siempre le rondaba, siguiéndola a todas partes, como si de una sombra se tratara. Viajar siempre sienta bien, recordaba las palabras de Jeanette, y una vez más, le daba la razón. Confinarse en los rincones de su residencia en Escocia sólo le aumentaba las amarguras. Ahora sólo tenía que hacer su mayor esfuerzo para no derrumbarse nuevamente, y poco a poco lo estaba consiguiendo.

Por eso, no era de exrañarse que, haber encontrado a Priscila en la misma ciudad, no fuera señal para que se desprendiera del pasado y dejara a Jeanette descansar en paz, pues lo menos que quería la abuela, en donde sea que estuviese en ese momento, era verla todavía dolida por su inesperada partida. Siempre se había encargado de hacerle ver a Azzuen que era una mujer fuerte, pero se subestimaba demasiado, más de lo que cualquier otra persona haría. Y quizá, si lo estaba haciendo.

Respiró hondo y luego de una exhalación, encontró con la mirada una mesa desocupada a las afueras de uno de los restaurantes. Uno al que solía acudir de vez en cuando.

—¡Vaya! Si que has tenido una vida agitada y bohemia —respondió, señalándole la mesa vacía, para luego dirigirse a ésta y tomar asiento—. Entonces, ¿vas a dedicarte de lleno a la poesía o sólo es una idea pasajera? Sé que siempre te ha gustado escribir y lo haces bastante bien, he decir. —Le hizo un ademán a un mesero para que se acercara—. Me gustaría conocer tierras germanas; el abuelo cuenta maravillas sobre éstas. Quizás estuve siendo una niña, pero recuerdo muy poco. Hay cosas que nuestra infancia no toma en cuenta.

Hubo una pausa. El mesero se acercó, preguntó por la orden de ambas damas y luego se retiró al tener todo anotado. Azzuen se relajó un poco más y volvió a retomar el hilo de la conversación.

—A veces me gustaría tener tanta libertad, pero mi manía por mantener todo bajo control, no me lo permitiría disfrutar como quisiera —murmuró—, aunque podría probar. Igual, cuando decidí venirme a París, fue con esa intención, de dejar todo lo malo atrás. Creo que empieza a funcionar. Hasta encontré algo en el Teatro y he estado trabajando también en el diseño arquitectónico, algo que ha llamado mucho mi atención aquí en París. —Se detuvo y miró fijamente a su acompañante—. Oye, pero aparte de aventurera, también tenías mucho encanto para los hombres. ¿Cuántos pretendientes has tenido ya? Y no me lo niegues, que las mentiras no se te dan nada bien.
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Amigas [Privado] Empty Re: Amigas [Privado]

Mensaje por Priscila Catrice Sáb Oct 08, 2016 10:32 pm

Perder seres queridos era algo más normal para Priscila que para las personas comunes. Siendo cambiante y poseyendo una longevidad mayor a la de los humanos, despedirse de los amigos mortales era algo inevitable. Pese a saber de ante mano que algún día tendría que despedirse de la abuela de Azzuen, la noticia de su fallecimiento le tomó por sorpresa. La italiana hubiera querido estar al lado de su amiga, decirle que algún día volverían a verse y que nunca la olvidaría, ni a ella ni a sus sabias palabras; también le hubiera gustado decirle que se encargaría de cuidar a Azzuen tanto como pudiera, sin embargo, eso no fue posible y ahora, prometía en silencio al espíritu de su gran amiga que se encargaría de acompañar a la hechicera frente a ella en todo lo que le restaba de camino. Decidiendo ambas chicas que Jeanette querría verlas alegras por su reencuentro, cambiaron el tema de la conversación, enfocándolo en ponerse al día y saber que era lo que cada una hizo de su vida durante el tiempo que pasaron separadas.

Una sonrisa apareció en los labios de Priscila, quien sujetaba firmemente del brazo a Azzuen mientras andaban en búsqueda de un café.
Agitada más que bohemia – se encogió de hombros, dejándose guiar por la hechicera que ya señalaba una pequeña mesa para ambas en un café cercano – Y la poesía no es algo pasajero, es parte de lo que yo soy pero aunque me encantaría dedicarme de lleno a ello – suspiró mientras tomaba asiento –me sería imposible vivir solo de mis escritos – un ligero sonrojo asomo a sus mejillas – solo tú y la abuela pensaban que era buena en ellos, para las demás personas son cosas sin sentido, así que seguiré en la compañía de ballet pero no dejare de escribir nunca – la sonrisa se extendió aún más por su rostro al escuchar lo que su amiga deseaba hacer – Deberías ir a conocer, es un lugar muy hermoso pero eso ya te lo ha garantizado tu abuelo, ahora solo necesitas decidirte y de hacerlo, si necesitas compañía solo dime y gustosa iré contigo. – un viaje con una amiga era algo que pese a sus muchos años vividos, jamás experimento, por eso la idea le parecía tan atractiva y novedosa, aún a pesar de que ella ya había viajado por muchas parte del mundo – Cuando uno es joven no presta atención a muchas cosas – pensó nuevamente en su Jeanette y en todas sus sabias palabras – es la edad la que nos hace valorar los momentos, los lugares y las personas.

El mesero que se acercó hasta ellas interrumpió la charla y Priscila aguardó a que Azzuen hiciera su pedido para después hacer el suyo, aguardando que el mesero se alejara del todo para volcar nuevamente toda su atención en lo que la hechicera decía.

La cambiante asentía lentamente a cada una de las palabras de su amiga, ya que si bien no trato mucho de manera directa con ella, Jeanette se encargó de hacerle saber sobre la vena perfeccionista de su nieta.
Me alegra que te estés dando la oportunidad de ser aunque sea un poco más libre pero sobre todo me alegra que lo estés disfrutando – estiró una de sus manos hasta sujetar la de la bruja – Te mereces ser feliz haciendo lo que te gusta o te llama la atención aunque no sabía que la arquitectura te atrajera tanto, ¿Es reciente o siempre ha sido así? – la siguiente pregunta de la hechicera la sacó un poco de contexto. Priscila le mantenía la mirada fija pero de sus labios no salía palabra alguna, de hecho, tuvo que carraspear para lograr emitir sonido – No he estado muy pendiente de los pretendientes y tampoco es algo que me interese o que sea fácil que tenga – encontrar una pareja siendo lo que era resultaba algo delicado por eso era que decía aquello a su amiga, pero mientras hablaba, en su mente apareció la imagen de un hombre de pocas pulgas que había conocido semanas atrás y sin darse cuenta sus ojos se desviaron a la mesa mientras que sus mejillas se coloreaban de rojo – Aunque conocí a alguien bastante interesante y divertido – sonrió antes de observar nuevamente a Azzuen – pero es únicamente un amigo – sentenció – ¿Y tú? No vas a decirme que no hay algún hombre que te interese, ¿verdad? – abrió los ojos de par en par – ¿O será que estas comprometida con alguien ya?
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Mensaje por Azzuen Collingwood Miér Dic 07, 2016 2:03 am

Pocas cosas habían sido gratas desde la muerte de su abuela, sin embargo, ahora que estaba con Priscila, se dio cuenta del gran error en el que estaba. Muchas de las palabras más hermosas, y motivadoras, que Jeanette pudo haberle dedicado, ahora cobraban sentido. Eran precisamente esos momentos los que hacían de la vida algo maravilloso; algo que en definitiva valía la pena continuar a pesar de los obstáculos. La tristeza no era un medio viable, sino una enorme piedra en el camino; un ser voraz que consumía a cualquiera que no tuviera la suficiente fortaleza para hacerlo a un lado. Azzuen tenía que aprender a sonreír, a confiar más en sí misma y a dejar un recuerdo doloroso a un lado. Por eso había cambiado de residencia, incluso de ciudad, para poder estirar aquellas alas atadas a la soledad y la culpabilidad; también al rencor.

Escuchaba atentamente las palabras de su amiga. Era agradable contar con personas así, que, a pesar de lo malo, eran capaces de contagiar con su carisma a cualquiera que se le acercara. Priscila era una especie de amuleto mágico, de esos que traían buenas energías. Azzuen no podía evitar sonreír mientras caminaba a su lado. Tenía la firmeza de que aquello era una buena señal; su destino cambiaría tarde o temprano. Y lo haría para bien. Agradecía internamente a Jeanette por derramar bendiciones desde donde estuviera. Estaba más que segura que su espíritu había ayudado a que todo mejorara.

—Agitada dice. Por favor, a mí no me puedes engañar tan fácilmente —respondió Azzuen con una sonrisa—. Y sigues igual de pesimista; ya te dije que escribes maravilloso. Jeanette siempre lo recalcaba, pero eres terca y no ves tus cualidades. —La regañó. No le agradaba escuchar aquellas palabras, y mucho menos cuando se trataba de una persona a quien admiraba por su inigualable talento—. Deberías probar enviarlos a algún lado. Tengo entendido que hay círculos de escritores en la ciudad; de seguro eso sería una magnífica oportunidad para ti. Es más, me encargaré de averiguar todo, así te mantendré al tanto. Espero que no pretendas irte de París pronto.

Y de verdad estaba deseosa de que no fuera así. Apenas se estaban viendo después de tanto tiempo y para Azzuen iba a ser nefasto tener que despedir nuevamente a Priscila, y más en ese momento que tanto necesitaba de alguien como ella. Estaba consciente de que la otra mujer era una persona ocupada. Y más allá de su condición sobrenatural, era de los muchos que habían logrado adaptarse a la sociedad forjada, no sólo por seres humanos, sino por seres no tan comunes.

—Un café por favor —indicó al mesero, esperando luego que su acompañante pidiera lo suyo. Cuando el hombre se marchó, retomó la conversación—. No es tan reciente; aunque igual disfruto mi trabajo en el Teatro. Incluso los he ayudado con la escenografía. Sabía que mi manía por el detalle iba a dar frutos algún día —comentó entre risas, y luego, esa sonrisa socarrona se marcó aún más, sólo para molestar a Priscila—. ¡Caramba! ¿Sólo un amigo? A mí eso me parece que va a terminar en otra cosa. Pero mejor no me adelanto a los acontecimientos. O quien sabe.

Pero, ella no era la única que sabía dónde atacar.

—¿Pretendientes? ¿Yo? Por favor, parece que no conocieras mi mal genio. Ningún hombre me soportaría. Mejor me quedo con mi talento para las artes y el diseño; son las únicas cosas que me entienden —alegó con absoluta seguridad—. Además, estoy bien así.

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Mensaje por Priscila Catrice Jue Dic 08, 2016 9:38 pm

La perdidas eran algo que no podía evitarse. La tristeza o la alegría por otro lado, eran decisiones que las personas tomaban y la cambiante ya había tomado la suya. Estaba dispuesta a ser feliz, a vivir el día a día como si fuera el último y honrar siempre la memoria de la gran amiga que Jeanette fue para ella. También se prometía cuidar a Azzuen y ser su amiga incondicional si es que ella se lo permitía, cosa que al parecer, así sería. Por algún motivo ambas se volvían a encontrar y por extraño que pareciera, para Priscila más que un motivo, su encuentro se debía a la intervención de su vieja amiga, quien desde donde quiera que se encontrara seguía vigilando a aquellos que quería.

Dispuesta a celebrar su reencuentro con la joven hechicera y a que juntas recordasen a Jeannete, Prisicila siguió a Azzuen hasta un café cercano. El lugar era sencillo pero elegante y contaba solo con una mesa vacía, misma que ocuparon las jóvenes para poder continuar con la charla, que cambiaba de asuntos tristes a situaciones más personales.

Es verdad, solo he tenido una vida agitada, o ¿Qué más quiere que te diga? He estado escribiendo, ensayando y tratando de sobrevivir – hizo una pausa – para gente como yo, sobrevivir ya es bastante agitado y más en esta ciudad – agregó antes de soltarse a reír. Para seres sobrenaturales como ellas, sobrevivir sin ser descubiertas o perseguidas era un logro, aunque para cambiantes como Priscila era mucho más agotante, ya que no solo podía ser perseguida por inquisidores sino también por cazadores, quienes generalmente los atrapaban para venderlos como mascotas. Frunció el ceño al escuchar la reprimenda de Azzuen, esa que le recordaba tanto a la abuela de la joven hechicera. – Igual no puedo vivir de ello, la gente no esta dispuesta a gastar su dinero en poesía – aquella terrible verdad era sin duda, lo que más mortificaba a la poeta amateur, que pese a todo, sonrió al escuchar las palabras ajenas – ¿De verdad? ¡Oh, Azzuen! Si alguien como tú se pone en contacto con esos grupos seguro que aceptaran leer mis escritos – Priscila ya había tratado de hacer que aquellas sociedades leyeran sus trabajos, pero al ser una desconocida y aún más, alguien que no tenía tanto dinero, fue ignorada terriblemente más ahora, una nueva oportunidad le era ofrecida y ella la tomaría – No me iré de París, este sitió es perfecto para lo que hago aunque últimamente sea bastante peligroso para lo sobrenatural – bajó la voz al decir aquello – pero que es la vida sin un poco de riesgo, ¿verdad? – guiñó el ojo a su amiga.

La cambiante pidió al mesero también un café y una vez que lo hizo, centro su atención en Azzuen una vez más.
¡Vaya! Si te han permitido ayudar debes ser muy buena en lo que haces Azzuen – sonrió – te recomendare la próxima vez que la compañía de ballet tenga una puesta en escena, así podre ver de primera mano como es que trabajas – la emocionaba no solo el hecho de ser ayudada por su amiga, sino también el poder ella ayudarla – Es solo un amigo, así que no comiences a imaginarte cosas que no son – aseguró al tiempo que desviaba la mirada del rostro sonriente de la bruja. Al desviar sus ojos a otra dirección, Priscila pudo observar al mesero acercarse con los pedidos de ambas, así que la cambiante aguardo a que las tazas fueran depositadas frente a cada una de ellas y el joven que las atendía se retirase para continuar con la charla – Y precisamente porque te conozco sé que existen varios hombres que están detrás de ti – entrecerró los ojos, mirando una vez más a su amiga – ¿No te has dado cuenta de quienes son? – y por la manera en que Azzuen expresaba su reticencia a as relaciones, intuyo que no tenía ni la menor idea de a quienes se refería – Porque yo descubrí a varios cuando estuve con ustedes en Escocia – añadió, dejando a duda en el aire.
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Mensaje por Azzuen Collingwood Vie Mar 17, 2017 6:56 pm


Muchas veces las personas consideran que cuando las cosas están mal, siempre pueden ir peor, y ante esto, no hallan una salida, simplemente le atribuyen al destino algo que se llama mala suerte; sin embargo, esto sólo es parte de las grandes equivocaciones propias del ser humano. Azzuen no era ajena a ello, solía pensar que todo cuanto le ocurría era porque la mala fortuna la perseguía, por eso mismo había decidido cambiar de ciudad, y, aunque en un principio no le fue del todo bien, poco a poco, las cosas empezaban a ir mejor, pero la verdad no tenía nada que ver con el infortunio, sino, más bien, con los pensamientos de la misma persona. Ella había empezado a dejar todo lo negativo atrás, junto con el pasado que tanto la marcó. Se dedicó a actividades que la mantenían ocupada a todas horas, las mismas que también disfrutaba plenamente. A ello se le puede añadir, mucho más reciente, el encuentro con Priscila, un evento inesperado e igualmente maravilloso para la joven Collingwood. Quizás su abuela, desde algún lugar distante, había intervenido para que así ocurrieran las cosas.

Azzuen podía sentirse plenamente cómoda con la compañía de aquella mujer, a quien consideraba una aventurera. Jeanette siempre se había expresado muy bien de ella, y aunque antes no había tenido la oportunidad de acercarse tanto, ahora podía asegurarse de estar al lado de Priscila sin ningún obstáculo. Azzuen no solía ser muy amistosa, pero cuando alguien era de su agrado, se esforzaba para dar lo mejor de sí y conservar esa amistad lo mejor posible. Tal y como ocurría en aquel instante.

—¡Vamos! Estamos en París, aquí la mayoría de las personas son intelectuales y amantes del arte, así como en Londres. No puedes sencillamente dejarte apabullar por el comentario de unos cuantos envidiosos sin talento —habló con esa firmeza tan característica de los Collingwood—. Así que no te preocupes, me encargaré de que tu trabajo llegue a las personas indicadas.

Y pudo continuar con los elogios, de no ser por las palabras que surgieron luego, acompañadas por un guiño. Azzuen aún sentía muy reciente la muerte de su abuela por parte de cazadores.

—Mejor no hablemos de los riesgos de los sobrenaturales, ya bastante he tenido con eso. —Su voz sonó apagada de repente, pero volvió a recuperar su fortaleza, no quería arruinarlo todo por malos recuerdos—. Y sí, estaría encantada de ayudar en el ballet también. De momento sólo he trabajado en obras de teatro. Bueno, eso también es porque estoy empezando en esto, de seguro más adelante tendré más participación —dijo más animada, tomando su taza de café cuando el mesero llegó con la orden—. Deja de decir tonterías...

Refunfuñó. Odiaba que le hablaran sobre pretendientes, y aún más cuando se sentía completamente independiente, sin la necesidad de querer estar con nadie. Aquello no era algo que disfrutara platicar; no había necesidad. Si antes le sacó el tema a Priscila, fue con la intención de molestarla un poco, pero tampoco consideró que iba a terminar involucrada. Así que sólo viró los ojos y exhaló, dejando la taza en su lugar.

—No me interesa —sentenció—. O sea, ¿qué de bueno hay en eso? Para mí es difícil lidiar con otras personas, ya deberías saberlo. Tampoco quiero estar con alguien, es incómodo, soy nefasta para mantener relaciones. La sola idea me genera ansiedad. —Respiró hondo. De verdad, aquello le era imposible—. Quizás para ti sea genial, pero para mí no lo es. ¿Podemos hablar de otra cosa?
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Mensaje por Priscila Catrice Mar Mayo 16, 2017 10:11 pm

El parecido en la personalidad de la abuela y la nieta provocó que el corazón de Priscila palpitará alborotado en su pecho. Escuchar la energía con la que Azzuen la animaba era como escuchar a la misma Jeanette reprimiéndola por creerse inferior o menos talentosa. Además, ambas eran sumamente bondadosas y dispuestas a extender una mano amiga a aquellas personas cercanas. El ofrecimiento de la Collingwood, fue aún así mucho más especial de lo que fue el de su querida amiga y no porque Jeanette no significara mucho para Priscila, sino porque había escuchado de su vieja amiga las dificultades con las que su nieta se enfrentaba con respecto a sus poderes, algo que la mantenía un tanto aislada. Saber entonces que Azzuen se acercaría a otros por ella, llenó de alegría el espíritu de la poeta.
Eres demasiado amable conmigo – señaló, estirando su mano por encima de la mesa hasta apretar la de Azuuen – No sabes lo mucho que significa para mi tu apoyo.

Asintió a la petición de la hechicera de no hablar más de los riesgos que enfrentaban pero eso no evitaba la curiosidad de la cambiante. Priscila no sabía del todo que era lo que Azzuen y Jeanette habían vivido en los últimos tiempos de su amiga y aunque deseaba saber más respecto lo acontecido, algo dentro de ella le decía que no era el momento, por eso respetaría la decisión de Azzuen, quien seguramente ya le contaría todo cuando se sintiese lista.
Obras de teatro y próximamente en puestas en escena del ballet – imaginarse a si misma y a sus compañeras en una puesta en escena donde la Collingwoos participara le llevó a dar un par de aplausos – La verdad es que me había mantenido un poco alejada del ballet, pensaba dedicar mi tiempo a la poesía, pero con tal de que tu trabajo se conozca mucho más, me daré una vuelta para ver que planea la compañía y contarles sobre tu trabajo – y la cambiante no descansaría hasta que su amiga ayudase con una puesta en escena de la compañía.

Cuando el tema de los pretendientes salió a la luz, ambas mujeres parecieron algo incomodas. Priscila porque no creía pensar en aquel imprudente lobo de otra manera que como un encuentro interesante y Azzuen, bueno ella tenía motivos más de peso.
Yo solo he dicho de lo que me enteré, tampoco es como que vaya a ir a buscarlos y traerlos para que los conozcas – dijo en tono divertido, uno que cambió cuando se habló de la dificultad de Azzuen para mantener relaciones – Lo sé, pero igual no puedes mantenerte oculta debajo de una roca, eso no ayudará – y dicho eso, el tema se dio por terminado. Para que su amiga se sintiera nuevamente en paz, la poeta hizo una seña sobre sus labios – No hablare más de eso, promesa de bailarina –  aseguró antes de tomar la taza y dar un sorbo a su café – El café aquí es rico, pero extraño el de Italia – el café no debía ser el mejor tema de conversación, pero al menos ayudaría a cambiar el ambiente.
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Mensaje por Azzuen Collingwood Sáb Ago 12, 2017 2:00 am


Azzuen Collingwood era terriblemente insistente cuando se lo proponía, sobre todo cuando se metía una idea entre ceja y ceja. Así era ella, con una energía tan rebosante como la de la pasión y el fuego de los dragones. ¡Jah! ¿Después de todo no era una bruja Ignis? Ese espíritu de excesiva ímpetu era algo que brillaba por su cuenta, a pesar de que ella solía ser un tanto pesimista en determinadas ocasiones, y mucho más cuando se halló en algún punto de su vida sin su querida abuela. Lo que sucedía es que Azzuen tenía que lidiar constantemente con su ansiedad y eso era un problema enorme; era como una gran piedra en el camino. Sin embargo, sabía que eso en algún momento se tenía que acabar. ¡Y ahí estaba Priscila para recalcárselo! No podía estar menos agradecida, por ello su necesidad de querer ayudarla; además, también reconocía que la mujer era talentosa, ¿para qué ocultar lo evidente?

Se sintió triunfal cuando su compañera reflejó tanto entusiasmo por sus palabras, como ella misma por haberse ofrecido a tenderle una mano dentro del teatro. Claro, Azzuen, quien solía estar muy relacionada con todo ese mundo artístico, dentro y fuera de ese lugar, entendía que no era una misión sencilla, pero nada complicada para ella, porque, ¡hola!, los Collingwood jamás se rendían con sus misiones de vida, y ella empezaba a tener una que no pensaba hacer a un lado. ¿Sería ese el impulso que necesitaba para abandonar su negativismo constante? ¡Ya estaba harta de vivir con una nube negra sobre su cabeza!

—Es lo menos que puedo hacer por ti. Es más, si quieres tómalo como la misión inconclusa de Jeanette, que ahora tomaré yo —agregó con mucho orgullo, como lo haría un dragón al presumir de sus riquezas—. Hay muchas ofertas tentadoras aquí, así que no te preocupes por nada. Me convertiré en algo así como tu mecenas —dijo entre risas, aunque en partes sí tenía un poco de razón, porque era eso lo que quería hacer—. Hasta podrías combinar teatro y poesía. ¡Ya sé! Sería como hacer poesía con el cuerpo. ¿Bailar no es eso? Expresar algo con el movimiento y el cuerpo. Buen punto.

Y sí, evadió absolutamente lo del tema de las relaciones. Aunque, tenía que reconocerlo, no podía esconderse toda la vida. Antes no tenía muchos problemas con esas cosas, pese a su ansiedad, pero luego de Alaric, las cosas fueron derrumbándose en ese ámbito, así que no tenía ánimos de retomar nada. Por los menos ahora.

—¡Que sí! Que ya lo sé, que lo tengo entendido. No puede hacerme a un lado así nada más, pero soy tan pesimista con estos temas, que prefiero evadirlos. Mis ánimos se han ido al diablo, Priscila. Han pasado cosas y esas cosas, bueno, luego de la muerte de Jeanette, es como si se hubieran acumulado para fastidiarme —reconoció de una vez por todas, y esta vez lo hizo sin lamentarse de haberlo hecho—. Yo no tengo suerte ya para esas cosas. Ya no... Creo que he perdido cualidades en ese ámbito, y mira que no me molesta. Me hace falta escucharme más, sentirme bien conmigo misma. Sólo así podré aceptar a otros, supongo.

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Mensaje por Priscila Catrice Mar Ago 22, 2017 10:16 pm

Una misión inconclusa de su vieja amiga. Así era como aseguraba Azzuen que consideraba ayudarle, algo que de hecho, no era muy diferente a lo que Priscila planeaba hacer con ella. Si se ponía espiritual, una vez más parecía ser que la querida Jeanette las reunía para que se ayudasen mutuamente, para que forjaran una amistad más profunda y pudieran contar la una con la otra. En silencio, Priscila agradeció a su amiga por la oportunidad que les brindaba y con sus palabras, agradeció entonces a Azzuen.
No tienes que hacer nada por mi, pero que lo hagas me hace sumamente feliz – se encogió de hombros – y si, he escuchado que existen muchas oportunidades para trabajar en el campo artístico en París, pero aún no he sido capaz de encontrar el espacio para mi poesía – suspiro – Cuando se trata de ballet es mucho más sencillo – la facilidad con la que obtenía papeles en las puestas en escena del ballet podía deberse a que si bien no era famosa, era conocida ya por llevar años trabajando en ese ámbito, sin embargo, cuando se referían a la poesía, era solo una escritora amateur – Tienes razón en eso – miró a Azzuen, con los ojos destellando de emoción – El baile es como hacer poesía con el cuerpo – hizo una pausa – Pero nunca antes pensé en mezclar mis poesías con mi baile, creo que no me creía lo suficientemente buena como para atraer gente para ello – sonrió una vez más – pero con una buena amiga que me apoya y me dice que será mi mecenas, siento que ahora todo es posible. Y ya te dije, pagare tus favores con mi compañía, apoyo y con conseguirte más trabajo, porque quizás no sea rica pero tengo mis influencias – tras decir eso, le guiño un ojo a su amiga.

La conversación de las amigas pasaba entonces de asuntos más externos como trabajo a más personales, siendo las relaciones de ambas el tema más controversial que estuvieran tratando hasta el momento. La incomodidad de Azzuen al tratar aquel tema resultó evidente, siendo ese el motivo por el cual Priscila decidía abandonarlo, tratando de desviarse a algo mucho más insustancial como el café, aún así, su intento de desviar el tema culmino en fracaso cuando la hechicera frente a ella continuo hablando respecto a sus relaciones y lo difícil que le resultaba mantenerlas.

Sin decir nada, atenta únicamente a lo que la hechicera tenía para expresar, Priscila se mantuvo escuchando y no fue sino hasta que su amiga pausaba su discurso que se atrevió a hablar una vez más.
Sé que no es un buen momento para ti, pero continuar aislándote provocara que tus ideas negativas se vuelvan mucho más profundas, hasta que llegue un momento donde no serás capaz de ver el camino hacía la salida de esa profundidad y tampoco te pido que te acerques a cualquier persona, solo te pido que estés dispuesta a que lleguen las personas que deban aparecer en tu vida – sonrió – ¿Sabes? Me parece muy bien que te des un tiempo para sentirte bien contigo misma, solo no vayas a encerrarte en ti mucho tiempo que existen personas esperando por ti – se señalo entonces – Se que no es lo mismo que un pretendiente pero yo voy a estar esperando siempre por ti, así que no te desaparezcas mucho, ¿si?.
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