AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Se respira muerte (Bruno)
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Se respira muerte (Bruno)
París, conocida como ciudad del amor, del arte… Para él, sólo era una cárcel, un lugar donde seguir pasando el tiempo… No era distinta de las demás ciudades que había visitado. La gente caminaba a través de las calles, no se miraban entre sí… no les importaba omitir los rostros de aquellos que los rodeaban. Se centraban en vivir su vida basándose en la más pura supervivencia, convirtiendo el espíritu humano en uno tan animal como el suyo, o quizás más. Detestaba esa vida plagada de monotonía e injusticias, tan vana y poco llevadera como un saco de heno a la espalda… Y eso lo estaba matando. En su forma de pequeño felino blanco, caminaba sobre los adoquines, notando contra las almohadillas de las patas la suciedad del suelo y la basura que lo decoraba de forma pintoresca. Su agudo olfato le llevaba notas de humo, lluvia, barro y ladrillos… una mezcla muy común en una gran urbe como esa. A su alrededor apenas caminaban ya transeúntes. Todo ser humano se recogía en su casa antes de que diese la media noche… y su lugar, lo ocupaban vampiros, licántropos… y otros seres dignos de un cuento de terror narrado sólo para que los niños se coman la cena y se vayan a dormir temprano. Y eso era perfecto para él, pues cualquier persona que se hubiese fijado en sus ojos se habría dado cuenta de que la inteligencia que se vislumbraba en esas pupilas no era del todo humana.
Sus iris gatunos se paseaban por todo su entorno, buscando alguna amenaza u enemigo oculto. Allí, no era complicado verse atacado en cualquier momento por algún ser extraordinario, y él no iba a ser tan idiota de considerarse a salvo en esos callejones oscuros. Sus pasos animales lo llevaron casi sin darse cuenta a las afueras de la ciudad, donde la calma era todavía más densa y agobiante. Estuvo a punto de darse la vuelta, quizás regresar a su pequeña vivienda a pasar lo que quedaba de noche y no arriesgarse a perder más la cabeza… cuando observó a lo lejos el cementerio. Era un lugar tétrico, conformado en su mayor parte por elevadas tumbas y panteones de piedra, que señalaban dónde reposaban los restos de los humanos muertos. Su curiosidad felina fue superior a su cansancio o su tedio, y terminó entrando en la zona, viéndose inmerso en ese silencio sepulcral. Parecía que incluso la naturaleza había impedido al viento soplar en esa zona para no molestar a los fallecidos en su descenso al más allá.
En cierto modo, envidiaba a esas personas cuyos huesos y restos se encontraban descomponiéndose en profundas zanjas. Ellos habían logrado encontrar esa calma y tranquilidad que él tanto anhelaba en su vida. Pese a ser un amante de la adrenalina y el riesgo… también sabía apreciar una tarde tranquila y sosegada, un momento de reflexión sin el acoso de las imágenes del pasado. Para él habría sido sencillo morir, o al menos dejarse matar… pero era un luchador nato, con un instinto de supervivencia muy desarrollado, y por lo tanto incapaz de dejarse vencer por las horribles circunstancias que la vida había plantado en su camino, con la intención de obstaculizarle y convertirle en la persona que era.
Sus iris gatunos se paseaban por todo su entorno, buscando alguna amenaza u enemigo oculto. Allí, no era complicado verse atacado en cualquier momento por algún ser extraordinario, y él no iba a ser tan idiota de considerarse a salvo en esos callejones oscuros. Sus pasos animales lo llevaron casi sin darse cuenta a las afueras de la ciudad, donde la calma era todavía más densa y agobiante. Estuvo a punto de darse la vuelta, quizás regresar a su pequeña vivienda a pasar lo que quedaba de noche y no arriesgarse a perder más la cabeza… cuando observó a lo lejos el cementerio. Era un lugar tétrico, conformado en su mayor parte por elevadas tumbas y panteones de piedra, que señalaban dónde reposaban los restos de los humanos muertos. Su curiosidad felina fue superior a su cansancio o su tedio, y terminó entrando en la zona, viéndose inmerso en ese silencio sepulcral. Parecía que incluso la naturaleza había impedido al viento soplar en esa zona para no molestar a los fallecidos en su descenso al más allá.
En cierto modo, envidiaba a esas personas cuyos huesos y restos se encontraban descomponiéndose en profundas zanjas. Ellos habían logrado encontrar esa calma y tranquilidad que él tanto anhelaba en su vida. Pese a ser un amante de la adrenalina y el riesgo… también sabía apreciar una tarde tranquila y sosegada, un momento de reflexión sin el acoso de las imágenes del pasado. Para él habría sido sencillo morir, o al menos dejarse matar… pero era un luchador nato, con un instinto de supervivencia muy desarrollado, y por lo tanto incapaz de dejarse vencer por las horribles circunstancias que la vida había plantado en su camino, con la intención de obstaculizarle y convertirle en la persona que era.
Kaleb S. Heatherton- Cambiante Clase Baja
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Re: Se respira muerte (Bruno)
Ya era hora de que después de unas semanas en París le llegasen noticias frescas, alguien quería verle e informarle de los movimientos en Italia, más bien en Italia hasta Napolés...seguía la pista de alguien en especial, le perdió de vista hasta que llegó aquella nota brebe con un "Te espero en el cementerio de Monmartre". Arrugó la nota en la palma de su mano sonriendo de medio lado, no quería pensar que era una trampa...nadie sabía que estaba en París y aquella dirección solo lo sabía una persona en concreto de total confianza, de todos modos iría con la espalda cubierta... no iba nunca sin un arma blanca ocultada de forma que apenas se notase al ejercer su profesión, él no iba a morir a manos de unas asquerosas deudas como su padre...él era más inteligente y si algo quería era que todo aquello acabase de una buena vez. Pero que iluso, eso no acabaría nunca porque haber sido hijo de aquel hombre no le había hecho otra cosa que ser un desgraciado, alguien a quién aplastar por negarse a asumir todo lo que por herencia le había dejado su querido padre.
El cementerio estaba alejado de su apartamento, un par de kilómetros que por supuesto los recorrería andando, no era muy dado a los carruajes o los caballos...además se ejercitaba un poco y ¿porqué no? conocería a su paso lugares que aún desconocía... no había encontrado aún ninguna taberna la cual poder saciar su sed como dios mandaba. Algo que debería de esperar... ahora lo único importante era ir a aquel lugar y averiguar por fin lo que quería ese tipo. El reloj de la Plaza daban las once de la noche, llegaba tarde... como siempre y para no variar, era sin duda uno de sus defectos pero que todos fuesen como ese...poseía muchos defectos peores que eso ya se averiguaría. Caminó durante largos veinte minutos, no iba deprisa...no tenía nada de prisa y quién fuese que estuviese esperándole lo esperaría sí o sí... las dudas le asaltaban, se podía esperar cualquier cosa... esa noche podía ser buena por las buenas nuevas o malas...ya que entonces en aquel misterioso cementerio contaría con un nuevo cadáver.
Las puertas forjadas del cementerio se encontraban entreabiertas, el tiempo no ayudaba mucho... esa noche hacía algo de viento y como odiaba tal cosa, lo despeinaba y él y su pelo era como un amor incondicional ¿tan malo era amarse a uno mismo? mejor así que luego llevarte desengaños, por fortuna a él jamás le había ocurrido algo parecido.Abrió con cautela las puertas y se adentró en el lugar observando todo a su paso, con cautela...caminaba despacio y sin prisa, cualquier movimiento en vano le valdría para terminar por perder los nervios que esa noche no tenía, sí...Bruno estaba inquieto y cuando estaba así su humor no podía cambiar a otra cosa que no fuese a peor...sus sentidos le alertaron al visualizar una silueta al final de unos árboles que rodeaban algunos mausoleos privados, de forma inconsciente se llevó la mano al costado para tomar su arma blanca y acelerar el paso... una mujer se encontraba de espaldas mirando hacia el frente, el cabello ondeaba con brusquedad al igual que las faldas de su vestido, eso lo relajó pero no dejó que no estuviese alerta. Sabía quién era... y eso lo tranquilizó un tanto. Quedó apenas a unos pasos.
-Bien, decidme lo que tengais que decirme Amelie y me marcho, ni vos ni yo podemos estar aquí...-la mujer no se volvió, conocía aquella voz masculina con ese peculiar acento italiano... sonrió y se apoyó en el árbol para mirarle de reojo.
-Bruno, los Machiatto están en tierras francesas, debeis saberlo... no sé donde pueden ubicarse pero están cerca. Tened cuidado, estoy pendiente de lo que se cuecen en los puertos, hace poco un barco ha traído mercancía... ya sabeis de que tipo, se rumorea que están por el sur de Francia... no debeis preocuparos, nuestros hombres están cerca...tendreis noticias mías en un par de semanas si no ocurre nada extraño-Bruno se medio giró asintiendo, parecía que visitaba una de las tumbas, estaba en una de frente.... a la cual se inclinó para pasar su dedo índice por las letras inscritas.
-Bien, cualquier cosa, os mandaré a llamar... grazie...marchaos antes de que cualquiera nos vea, no es que sea un buen momento...-esperó unos minutos hasta que se levantó, aquella mujer ya no estaba y el cielo se empezaba a encapotar...no tardaría en caer una buena tormenta... suspiró notando como algunas gotas golpeaban su cabeza. Ahora era hora de resguardarse... buscó rápidamente donde hacerlo y no había otra que aquellos mausoleos privados, eran los únicos con techo....abrió con fuerza hasta que la verja cedió y se introdujo dentro, se había mojado de forma inevitable , dándole una imagen de lo más provocadora sin proponerlo. Sacudió la cabeza para quitar esas pequeñas gotas de agua observando después el lugar... curioso lugar para acabar la noche, él debería estar en alguna cama ajena disfrutando de los placeres del cuerpo y no allí, pero al menos aquella lluvia torrencial no le calaba los huesos...
-Perfecto...-pero algo lo miraba, más bien unos ojos azules... un gato, muy típico en aquellas ocasiones... se tendría que quedar allí buen rato así que se agachó lo suficiente como para terminar sentándose, no es que le diese miedo sitios como aquel... un siseo con una breve sonrisa -Ven gattino piccolo, ven...-susurró con aquella voz aterciopelada, le gustaban demasiado los felinos... y no, no había visto nunca un ejemplar como aquel, impresionaba...incluso a él, pero poco, más bien poco.
El cementerio estaba alejado de su apartamento, un par de kilómetros que por supuesto los recorrería andando, no era muy dado a los carruajes o los caballos...además se ejercitaba un poco y ¿porqué no? conocería a su paso lugares que aún desconocía... no había encontrado aún ninguna taberna la cual poder saciar su sed como dios mandaba. Algo que debería de esperar... ahora lo único importante era ir a aquel lugar y averiguar por fin lo que quería ese tipo. El reloj de la Plaza daban las once de la noche, llegaba tarde... como siempre y para no variar, era sin duda uno de sus defectos pero que todos fuesen como ese...poseía muchos defectos peores que eso ya se averiguaría. Caminó durante largos veinte minutos, no iba deprisa...no tenía nada de prisa y quién fuese que estuviese esperándole lo esperaría sí o sí... las dudas le asaltaban, se podía esperar cualquier cosa... esa noche podía ser buena por las buenas nuevas o malas...ya que entonces en aquel misterioso cementerio contaría con un nuevo cadáver.
Las puertas forjadas del cementerio se encontraban entreabiertas, el tiempo no ayudaba mucho... esa noche hacía algo de viento y como odiaba tal cosa, lo despeinaba y él y su pelo era como un amor incondicional ¿tan malo era amarse a uno mismo? mejor así que luego llevarte desengaños, por fortuna a él jamás le había ocurrido algo parecido.Abrió con cautela las puertas y se adentró en el lugar observando todo a su paso, con cautela...caminaba despacio y sin prisa, cualquier movimiento en vano le valdría para terminar por perder los nervios que esa noche no tenía, sí...Bruno estaba inquieto y cuando estaba así su humor no podía cambiar a otra cosa que no fuese a peor...sus sentidos le alertaron al visualizar una silueta al final de unos árboles que rodeaban algunos mausoleos privados, de forma inconsciente se llevó la mano al costado para tomar su arma blanca y acelerar el paso... una mujer se encontraba de espaldas mirando hacia el frente, el cabello ondeaba con brusquedad al igual que las faldas de su vestido, eso lo relajó pero no dejó que no estuviese alerta. Sabía quién era... y eso lo tranquilizó un tanto. Quedó apenas a unos pasos.
-Bien, decidme lo que tengais que decirme Amelie y me marcho, ni vos ni yo podemos estar aquí...-la mujer no se volvió, conocía aquella voz masculina con ese peculiar acento italiano... sonrió y se apoyó en el árbol para mirarle de reojo.
-Bruno, los Machiatto están en tierras francesas, debeis saberlo... no sé donde pueden ubicarse pero están cerca. Tened cuidado, estoy pendiente de lo que se cuecen en los puertos, hace poco un barco ha traído mercancía... ya sabeis de que tipo, se rumorea que están por el sur de Francia... no debeis preocuparos, nuestros hombres están cerca...tendreis noticias mías en un par de semanas si no ocurre nada extraño-Bruno se medio giró asintiendo, parecía que visitaba una de las tumbas, estaba en una de frente.... a la cual se inclinó para pasar su dedo índice por las letras inscritas.
-Bien, cualquier cosa, os mandaré a llamar... grazie...marchaos antes de que cualquiera nos vea, no es que sea un buen momento...-esperó unos minutos hasta que se levantó, aquella mujer ya no estaba y el cielo se empezaba a encapotar...no tardaría en caer una buena tormenta... suspiró notando como algunas gotas golpeaban su cabeza. Ahora era hora de resguardarse... buscó rápidamente donde hacerlo y no había otra que aquellos mausoleos privados, eran los únicos con techo....abrió con fuerza hasta que la verja cedió y se introdujo dentro, se había mojado de forma inevitable , dándole una imagen de lo más provocadora sin proponerlo. Sacudió la cabeza para quitar esas pequeñas gotas de agua observando después el lugar... curioso lugar para acabar la noche, él debería estar en alguna cama ajena disfrutando de los placeres del cuerpo y no allí, pero al menos aquella lluvia torrencial no le calaba los huesos...
-Perfecto...-pero algo lo miraba, más bien unos ojos azules... un gato, muy típico en aquellas ocasiones... se tendría que quedar allí buen rato así que se agachó lo suficiente como para terminar sentándose, no es que le diese miedo sitios como aquel... un siseo con una breve sonrisa -Ven gattino piccolo, ven...-susurró con aquella voz aterciopelada, le gustaban demasiado los felinos... y no, no había visto nunca un ejemplar como aquel, impresionaba...incluso a él, pero poco, más bien poco.
Bruno Machiavelli- Prostituta Clase Baja
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Re: Se respira muerte (Bruno)
El cementerio permanecía desierto e inhóspito, algo normal teniendo en cuenta que era de noche y que ese no era precisamente el mejor de los lugares para quedar con los amigos o hacer una pequeña fiesta. No comprendía el afán de los humanos por evitar los cementerios... ¿Acaso pensaban que los muertos algún día elevarían sus manos a través de la tierra para deshacerse de su cárcel de madera y elevarse de nuevo como muertos en vida? Era estúpido... aunque conociendo como conocía él la existencia de los vampiros, quizás el que hubiese muertos caminando entre ellos no parecía tan exagerado. En su forma felina, se paseó entre las tumbas de piedra, manchándose las patas de tierra... pero no dándole demasiada importancia a ese punto. Otra de las ventajas de estar en forma de gato, era que no debía preocuparse demasiado por mancharse los zapatos, ya que no llevaba. De repente, escuchó unas voces que no sonaban demasiado lejanas... de hecho, al dar unos cuantos pasos más, se encontró con las siluetas oscuras de dos personas recortadas contra el cielo de de la noche. Los observó durante unos segundos, escuchó sus palabras... eran un hombre y una mujer, pero no comprendía nada de lo que estaban hablando.
Entonces percibió la primera de las gotas que caía sobre su pelaje, y luego una segunda... Estaba comenzando a llover, y como a todo gato que se preciase... el odiaba el agua por encima de todas las cosas mientras estaba en forma de animal peludo. Dio unas cuantas vueltas a través del cementerio, buscando el mejor de los refugios para librarse de esa tormenta que se avecinaba. A lo lejos, encontró un enorme panteón de piedra, cuya puerta tenía una grieta inferior a través de la madera. No lo dudó un sólo segundo. Si había fantasmas o muertos vivientes a él le importaba más bien poco... sólo necesitaba un lugar en el que relajarse y poder evitar empaparse la piel. Una vez dentro del tenebroso lugar, se sacudió para quitarse las excasas gotas que se le habían adherido al pelo, y se sentó en una de las esquinas. El lugar estaba casi en penumbra, pero sus ojos de gato podían vislumbrar una tumba central, y varias laterales... como nichos, hundidos en la pared. No era un sitio acogedor y agradable, pero sí la mejor opción que tenía en ese momento.
Tras unos minutos de increíble calma, empezó a escuchar algunos truenos fuera... y entonces la puerta del mausoleo se abrió de par en par, dejando entrar a una figura que se veía oscura, dadas las tinieblas en las que se encontraba el lugar. Por su aroma... pudo deducir que se trataba de una de las dos personas a las que antes había visto conversar de forma tan... extraña. Lo vio acercarse a una de las paredes, y sentarse en el suelo... Al parecer, Kaleb no era el único que detestaba la lluvia. Entonces escuchó el llamado. Si algo detestaba por encima de las normas y la excesiva calma, era que lo tratasen como un gato cualquiera... pero... ¿qué más podía hacer? Si ese hombre era humano, tendría que seguir cubriendo su identidad de un modo u otro, así que se acercó poco a poco hacia aquel ser que lo estaba llamando con la mano y su aterciopelada voz... profunda... hipnotizante... y que por lo tanto, ponía nervioso al cambiaformas.
Entonces percibió la primera de las gotas que caía sobre su pelaje, y luego una segunda... Estaba comenzando a llover, y como a todo gato que se preciase... el odiaba el agua por encima de todas las cosas mientras estaba en forma de animal peludo. Dio unas cuantas vueltas a través del cementerio, buscando el mejor de los refugios para librarse de esa tormenta que se avecinaba. A lo lejos, encontró un enorme panteón de piedra, cuya puerta tenía una grieta inferior a través de la madera. No lo dudó un sólo segundo. Si había fantasmas o muertos vivientes a él le importaba más bien poco... sólo necesitaba un lugar en el que relajarse y poder evitar empaparse la piel. Una vez dentro del tenebroso lugar, se sacudió para quitarse las excasas gotas que se le habían adherido al pelo, y se sentó en una de las esquinas. El lugar estaba casi en penumbra, pero sus ojos de gato podían vislumbrar una tumba central, y varias laterales... como nichos, hundidos en la pared. No era un sitio acogedor y agradable, pero sí la mejor opción que tenía en ese momento.
Tras unos minutos de increíble calma, empezó a escuchar algunos truenos fuera... y entonces la puerta del mausoleo se abrió de par en par, dejando entrar a una figura que se veía oscura, dadas las tinieblas en las que se encontraba el lugar. Por su aroma... pudo deducir que se trataba de una de las dos personas a las que antes había visto conversar de forma tan... extraña. Lo vio acercarse a una de las paredes, y sentarse en el suelo... Al parecer, Kaleb no era el único que detestaba la lluvia. Entonces escuchó el llamado. Si algo detestaba por encima de las normas y la excesiva calma, era que lo tratasen como un gato cualquiera... pero... ¿qué más podía hacer? Si ese hombre era humano, tendría que seguir cubriendo su identidad de un modo u otro, así que se acercó poco a poco hacia aquel ser que lo estaba llamando con la mano y su aterciopelada voz... profunda... hipnotizante... y que por lo tanto, ponía nervioso al cambiaformas.
Kaleb S. Heatherton- Cambiante Clase Baja
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Re: Se respira muerte (Bruno)
Si alguien le hubiese dicho que nada más salir de casa caería semejante tromba de agua no se lo hubiese esperado, pero el viento había traído aquellas nubes negras que ahora adornaban el cielo parisino ,haciéndole incluso tenebroso...truenos que no le sobresaltaban ni tan siquiera un tanto pero a la vez era como una sensación extraña, el que buscasen refugio entre sus brazos con el deseo reflejado como en sus ojos color esmeralda. Desde su posición se podía ver el cementerio en alto, como a sus sentidos llegaba aquel olor a hierba fresca.... eso le relajaba e incluso se perdió en aquello un instante. Era ese tipo de veces que necesitabas ante todo unos segundos en los que perderte en sus pensamientos.. pero aquel felino captó toda su atención de inmediato, el cual parecía hacer caso puesto que se acercaba de aquella forma cautelosa pero queriendo confiar en quién lo estaba llamando.
Se atrevió a pasar su mano derecha por el pelaje blanco y suave del animal, formándose incluso una suave risa de satisfacción, desde siempre había adorado esos animales...los egipcios los tenían como dioses y para eso ya estaba él mismo, quizás se replantearía tener uno el cual cuidar, tener la sensación de poder hacer aquella labor que tantas veces se había replanteado pero que en el momento se había contestado con un "no" rotundo ¿él tener que estar al cuidado de alguien? Y menos cuando tan siquiera podía cuidarse de sí mismo.
-Nos quedamos aquí, piccolo... te toca compartir este pequeño rato conmigo, si no ...puedes marcharte a un rincón frío, puedo...darte calor vediamo gattino, vediamo (vamos, gatito, vamos) ¿tienes hambre? - lejos de parecer ese modo imponente estaba inquieto, muy inquieto y no podía ocultarlo, la respiración se le había acelerado un tanto y no era para menos , los Machiatto estaban cerca y eso solo significaba inseguridad, verdaderas ganas de salir corriendo de nuevo...pero París, no podía dejarla ahora que se había afincado y quería estar una temporada allí. Algunas gotas de agua de su cabello negro, fueron a parar al gatito, él no se dio cuenta hasta que empañaron su mano... suspiró realmente apenado por la situación acentuando mejor sus caricias, entrelazando el pelaje entre sus dedos, relajándose más de lo debido...
-¿Te gusta , gattino? ¿Quieres más gattino? -le llamó la atención algo en especial, aquella cola rizada de pelaje blanco , la tomó con suavidad enredándose de nuevo entre sus dedos, no parecía que al gatito le importase... si al final sí que iba a necesitar un gato en su vida -No sabes lo afortunado que eres ahora mismo... podría matar a cualquiera, pero sin embargo...-lo dejó en el aire...
Se atrevió a pasar su mano derecha por el pelaje blanco y suave del animal, formándose incluso una suave risa de satisfacción, desde siempre había adorado esos animales...los egipcios los tenían como dioses y para eso ya estaba él mismo, quizás se replantearía tener uno el cual cuidar, tener la sensación de poder hacer aquella labor que tantas veces se había replanteado pero que en el momento se había contestado con un "no" rotundo ¿él tener que estar al cuidado de alguien? Y menos cuando tan siquiera podía cuidarse de sí mismo.
-Nos quedamos aquí, piccolo... te toca compartir este pequeño rato conmigo, si no ...puedes marcharte a un rincón frío, puedo...darte calor vediamo gattino, vediamo (vamos, gatito, vamos) ¿tienes hambre? - lejos de parecer ese modo imponente estaba inquieto, muy inquieto y no podía ocultarlo, la respiración se le había acelerado un tanto y no era para menos , los Machiatto estaban cerca y eso solo significaba inseguridad, verdaderas ganas de salir corriendo de nuevo...pero París, no podía dejarla ahora que se había afincado y quería estar una temporada allí. Algunas gotas de agua de su cabello negro, fueron a parar al gatito, él no se dio cuenta hasta que empañaron su mano... suspiró realmente apenado por la situación acentuando mejor sus caricias, entrelazando el pelaje entre sus dedos, relajándose más de lo debido...
-¿Te gusta , gattino? ¿Quieres más gattino? -le llamó la atención algo en especial, aquella cola rizada de pelaje blanco , la tomó con suavidad enredándose de nuevo entre sus dedos, no parecía que al gatito le importase... si al final sí que iba a necesitar un gato en su vida -No sabes lo afortunado que eres ahora mismo... podría matar a cualquiera, pero sin embargo...-lo dejó en el aire...
Bruno Machiavelli- Prostituta Clase Baja
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Localización : Entre tus sabanas, si yo lo deseo.
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Re: Se respira muerte (Bruno)
Los nervios iniciales fueron aumentado a medida que sus felinos pasos lo conducían junto a ese completo desconocido, que seguía haciéndole gestos claros para que se aproximase más. Kaleb no era precisamente conocido por ser un confiado muchacho, sino más bien todo lo contrario: lo suyo no era el don de gentes y las conversaciones amenas. Pero, a pesar de todo, su forma de gato le permitía soltarse un poco más. Se sentía liberado, como si la sangre de ese animal en el que se convertía se fusionase con la propia, dándole la capacidad de saltar en cualquier momento, alejarse de las situaciones peliagudas o percibir peligros antes de que estos diesen siquiera la cara. Eso lo hacía tener algo más de confianza en quienes lo rodeaban, sabiendo que sería difícil que lo traicionasen o dañasen con su instinto de supervivencia funcionando a pleno rendimiento.
Pese a que sus instintos humanos le advertían que no continuase avanzando, terminó situándose junto al hombre... y dejándose acariciar el lomo. Él estaba poco acostumbrado a mostrarse tan manso y sumiso con las personas... y quizás fue precisamente esa situación la que provocó que se le erizase el vello del lomo en un momento inicial. Poco a poco, fue convenciéndose a sí mismo de que si ese extraño no le había hecho algo malo ya... no tenía por qué hacérselo tarde o temprano. Empezó a relajarse, a aceptar que la situación le resultaba agradable... y finalmente, diversos ronroneos manaron de su hocico gatuno en señal de agrado ante esas caricias y esas atenciones.
Escuchó lo que el otro le decía... Italiano. Era un bello idioma, un bello país... y un acento peculiar que en cierto modo le gustaba. No era brusco como el castellano de España, ni soez como en algunas ocasiones sonaba el alemán. Tampoco tosco como el ruso, con su multitud de consonantes que sonaban demasiado... Simplemente era un idioma susurrante, y atrayente hasta cierto punto. Quizás eso contribuía a que la situación fuese algo más llevadera. Como toda respuesta a sus dulces y melosas preguntas, terminó frotándose contra uno de sus costados como un gato doméstico comun... aunque cualquiera que lo hubiese mirado a los ojos, habría visto en ellos una inteligencia que no era normal entre los felinos... o cualquier otro animal que se preciase.
Se retorció contra el cuerpo ajeno, que le resultaba cálido, confortante. Se sentía extraño recibiendo atenciones de alguien que le era completamente desconocido... Su corazón de gato latía de forma rápida y brusca... y en esa ocasión no era por el temor o la tensión que podría haber sufrido inicialmente, sino porque estaba... confundido. No sabía si hacía lo correcto dejándose domar... o simplemente estaba perdiendo los papeles sobre su persona, y por lo tanto perdiendo también la poca cordura que le quedaba.
Pese a que sus instintos humanos le advertían que no continuase avanzando, terminó situándose junto al hombre... y dejándose acariciar el lomo. Él estaba poco acostumbrado a mostrarse tan manso y sumiso con las personas... y quizás fue precisamente esa situación la que provocó que se le erizase el vello del lomo en un momento inicial. Poco a poco, fue convenciéndose a sí mismo de que si ese extraño no le había hecho algo malo ya... no tenía por qué hacérselo tarde o temprano. Empezó a relajarse, a aceptar que la situación le resultaba agradable... y finalmente, diversos ronroneos manaron de su hocico gatuno en señal de agrado ante esas caricias y esas atenciones.
Escuchó lo que el otro le decía... Italiano. Era un bello idioma, un bello país... y un acento peculiar que en cierto modo le gustaba. No era brusco como el castellano de España, ni soez como en algunas ocasiones sonaba el alemán. Tampoco tosco como el ruso, con su multitud de consonantes que sonaban demasiado... Simplemente era un idioma susurrante, y atrayente hasta cierto punto. Quizás eso contribuía a que la situación fuese algo más llevadera. Como toda respuesta a sus dulces y melosas preguntas, terminó frotándose contra uno de sus costados como un gato doméstico comun... aunque cualquiera que lo hubiese mirado a los ojos, habría visto en ellos una inteligencia que no era normal entre los felinos... o cualquier otro animal que se preciase.
Se retorció contra el cuerpo ajeno, que le resultaba cálido, confortante. Se sentía extraño recibiendo atenciones de alguien que le era completamente desconocido... Su corazón de gato latía de forma rápida y brusca... y en esa ocasión no era por el temor o la tensión que podría haber sufrido inicialmente, sino porque estaba... confundido. No sabía si hacía lo correcto dejándose domar... o simplemente estaba perdiendo los papeles sobre su persona, y por lo tanto perdiendo también la poca cordura que le quedaba.
Kaleb S. Heatherton- Cambiante Clase Baja
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Re: Se respira muerte (Bruno)
La luz de un trueno, daba el toque de que en efecto eso daba para largo. Suspiró sin dejar de acariciar al minino que quién reacio al principio de la compañía del italiano, poco a poco se dejaba hacer y él poco a poco también, era arisco con determinadas personas y cruel...no se solía dar nunca a conocer como era realmente pero sí representar ese papel que esas mujeres querían obtener de él , no era ninguno en concreto pero no el verdadero Bruno. Perdido en el hermoso como tenebroso paisaje que se presentaba ante él y aquel gato, no reparó en que el animal lo observaba con aquellos ojos azules que lo observaban con verdadera incertidumbre... se mordió el labio inferior al notar como el cuerpo peludo como cálido del minino se frotaba contra su costado y medio sonrió alzando el brazo y dejar que lo hiciese, pareció que no era el único que le había gustado la compañía...no se lo pensó demasiado, bajó de nuevo el brazo y lo tomó para alzarlo un tanto y tener una vista más directa, observándole por primera vez a los ojos... con ambas manos lo dejó suspenso muy cerca de su rostro y así observarle mucho mejor.
Se quedó quieto y en silencio al observar algo en concreto, esos ojos azules que como él observaban al italiano curiosos, no pudo otra cosa que ladear la cabeza como si no entendiese lo que le quisiese decir con aquella mirada felina pero ¿Acaso los gatos hablaban? No, y que no se le ocurriese volver a hablar con un animal, ¡no iba a contestarle! pero de todas maneras quería volver a intentarlo, era inevitable no dirigirte al gato en particular, era verdaderamente adorable...cosa contraria a él y era como si quisiese decirle algo, como si con solo mirarle quisiese transmitirle algo más de lo que aquellos ojos enormes azules querían. No había tenido nunca un gato así de cerca, era mejor no tentar a la suerte, a ver si con la tormenta o que no le gustase tal cosa se avalanzase a arañarle el rostro, su herramienta de trabajo...bueno, una de ellas la de la cara al público. Antes de que eso pasase, lo sentó sobre sus piernas...él mismo estaba sentado en forma india y el mismo felino decidía si quedarse o no... así que lejos de hacer caso a sus pensamientos de "no tienes la capacidad de hablar con animales", se echó a reír...fue tan solo una suave carcajada, a saber en qué pensaba.
-Gattino piccolo, siento haberte interrumpido... eres molto bello, no estaría mal tener a alguien a quién cuidar si en tal caso quisieras venir a mi morada, no es como las demás y tranquilo no voy a chuparte la sangre, a mí me van otras cosas... -tras ese comentario que podía significar cualquier cosa, entornó los ojos, dejándose deslizar por la pared del mausoleo, y así estar más comodo, de nuevo volvió a acariciarle pero esta vez fue tan solo la frente, pasando con mucho cuidado su dedo meñique por una de las orejas tiesas del felino, su ronroneo le calmaba y ¿porqué no? quizás era una gatita, entonces entendería el porqué de aquellas reacciones tan sumisas.-Vas a ser una gatita traviesa, te gusta que te acaricie ¿no es así? Como si pudieses responderme...míralo por el lado positivo, eres la chica más afortunada esta noche...me podrás tener acariciándote y haciéndote mil cosas, las permitidas... puedes ronronear todo lo que quieras...-volvió a mirar fijamente a aquel felino...o estaba ya delirando o a saber qué le pasase pero algo en aquellos ojos azules le llamaban verdaderamente la atención, era como si le entendiese, se sentía bien con una compañía que no era humana, supuestamente... cosas más raras se han visto, así que sin más, pasó su mano por el lomo...luego su brazo y lo acercó hasta que la cabeza del felino se apoyase en su vientre...le quedaban aún por estar ahí, puesto que aquella tormenta no cesaba...en peores sitios había estado y la compañía de momento, no podía ser mejor.
Se quedó quieto y en silencio al observar algo en concreto, esos ojos azules que como él observaban al italiano curiosos, no pudo otra cosa que ladear la cabeza como si no entendiese lo que le quisiese decir con aquella mirada felina pero ¿Acaso los gatos hablaban? No, y que no se le ocurriese volver a hablar con un animal, ¡no iba a contestarle! pero de todas maneras quería volver a intentarlo, era inevitable no dirigirte al gato en particular, era verdaderamente adorable...cosa contraria a él y era como si quisiese decirle algo, como si con solo mirarle quisiese transmitirle algo más de lo que aquellos ojos enormes azules querían. No había tenido nunca un gato así de cerca, era mejor no tentar a la suerte, a ver si con la tormenta o que no le gustase tal cosa se avalanzase a arañarle el rostro, su herramienta de trabajo...bueno, una de ellas la de la cara al público. Antes de que eso pasase, lo sentó sobre sus piernas...él mismo estaba sentado en forma india y el mismo felino decidía si quedarse o no... así que lejos de hacer caso a sus pensamientos de "no tienes la capacidad de hablar con animales", se echó a reír...fue tan solo una suave carcajada, a saber en qué pensaba.
-Gattino piccolo, siento haberte interrumpido... eres molto bello, no estaría mal tener a alguien a quién cuidar si en tal caso quisieras venir a mi morada, no es como las demás y tranquilo no voy a chuparte la sangre, a mí me van otras cosas... -tras ese comentario que podía significar cualquier cosa, entornó los ojos, dejándose deslizar por la pared del mausoleo, y así estar más comodo, de nuevo volvió a acariciarle pero esta vez fue tan solo la frente, pasando con mucho cuidado su dedo meñique por una de las orejas tiesas del felino, su ronroneo le calmaba y ¿porqué no? quizás era una gatita, entonces entendería el porqué de aquellas reacciones tan sumisas.-Vas a ser una gatita traviesa, te gusta que te acaricie ¿no es así? Como si pudieses responderme...míralo por el lado positivo, eres la chica más afortunada esta noche...me podrás tener acariciándote y haciéndote mil cosas, las permitidas... puedes ronronear todo lo que quieras...-volvió a mirar fijamente a aquel felino...o estaba ya delirando o a saber qué le pasase pero algo en aquellos ojos azules le llamaban verdaderamente la atención, era como si le entendiese, se sentía bien con una compañía que no era humana, supuestamente... cosas más raras se han visto, así que sin más, pasó su mano por el lomo...luego su brazo y lo acercó hasta que la cabeza del felino se apoyase en su vientre...le quedaban aún por estar ahí, puesto que aquella tormenta no cesaba...en peores sitios había estado y la compañía de momento, no podía ser mejor.
Bruno Machiavelli- Prostituta Clase Baja
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Re: Se respira muerte (Bruno)
Kaleb seguía apoyado contra el cálido costado de ese hombre, que... a juzgar por su olor, era un simple humano y no una criatura sobrenatural. Eso era otro punto a favor para él, ya que un humano no podría rivalizar con su forma de tigre si tuviese que emplearla llegado el momento. A pesar de que seguía dudando de las intenciones de ese humano, que de momento parecía conformarse con su simple compañía, con acariciarlo y hablarle. Estaba claro que no sabía que ese gato extraño al que acababa de conocer, entendía todas y cada una de sus palabras, que ese confidente en apariencia mudo y sin conocimiento, escuchaba tan bien como el los rayos y truenos de la tormenta exterior, y razonaba lo suficiente como para no enfrentarse a la lluvia torrencial y a la posible descarga eléctrica que pudiese sobrevenirle. Estaba reflexionando, pensando sobre la inocencia de ese humano, cuando de repente se sintió alzado por lo que en su forma humana habrían sido las axilas.
No supo qué le sorprendió más, si la curiosidad del hombre o la intensidad de esos ojos verdes, que se clavaban en él como puñales, examinándolo mediante esas pupilas observadoras. Durante un instante muy breve, temió que el otro pudiese averiguar su verdadera naturaleza. Desde que tenía conocimiento de su raza, sabía que los cambiaformas debían mantenerse en el más estricto de los secretos por su propio bien. Muchos humanos corrientes se asustarían si supiesen que el vecino de la casona de al lado es un ser que puede convertirse en perro o en águila. Y a la larga... el miedo podía producir situaciones indeseadas para los de su especie. Los humanos podrían querer aprovecharse de esos dones que poseían, meterlos en circos, en zoológicos... en definitiva, montar un espectáculo desgradable a su costa. Y Kaleb no quería verse encerrado ni mucho menos. Pero tras unos segundos de largo escrutinio, el otro pareció conforme con lo que veía: un simple gato, algo mojado y perdido, y lo volvió a depositar en el mismo sitio que antes.
Kaleb volvió a calmarse, intentando no pensar en el riesgo que había corrido hacía unos segundos, y escuchó de forma atenta sus palabras. No dejaba de halagarle, de hacerle caricias y de darle mimos… estaba convencido de que, de haberlo conocido como humano, no habría surgido ni mucho menos la afinidad que compartían en ese momento. La confianza era algo difícil de ganarse con el cambiaformas, y eso quedaba patente en cada uno de sus gestos, incluso como felino. Pero sí que era cierto que convertido en tigre, gato o lince, tenía más fe en sus propias capacidades, y menos en la fuerza que podían demostrar con él los demás. Por lo tanto en esos momentos casi podría haberse considerado sociable y amable con el humano. Entonces… escuchó algo que hizo que le hirviera la sangre. Gatita. Mujer… ¿Él? Esas palabras confundidas trajeron a su mente el recuerdo de las peleas con su padre, y cómo su progenitor lo insultaba de forma continua, metiéndose con su apariencia femenina y con lo que él denominaba un comportamiento de mujer en celo. En apenas unos segundos, la sangre le hirvió como si fuese lava en el cráter de un volcán, y eso tuvo sus consiguientes consecuencias: sin preocuparse de apartarse primero del hombre o de alejarse de él para hacerlo, se convirtió en humano de nuevo. Sus patas delanteras pasaron a ser elegantes manos, las traseras unas esbeltas piernas que lo sostenían sobre el suelo con ímpetu y vigor, el pelo fue alejándose de su piel para dejar espacio a la suave dermis de un muchacho de dieciocho años… y finalmente clavó su mirada azulada y su apuesto rostro en el ajeno, con el ceño tan fruncido o más que como siempre.
-No soy una gata-le espetó-. Ni mucho menos la mujer más afortunada del mundo. Para eso tienes mil y una por la calle, de momento… yo no me considero dentro de ese rango de búsqueda-se cruzó de brazos encima de él… y entonces se percató de que estaba desnudo. Tan rápido como había tomado su forma original, dio un salto y se fue a un rincón, en el cual la oscuridad le ofrecía algo de amparo y cobertura. Puso sus manos intentando tapar su entrepierna, mientras pegaba su trasero a la fría pared de piedra que quedaba a sus espaldas-. Odio esto… maldita sea.
No supo qué le sorprendió más, si la curiosidad del hombre o la intensidad de esos ojos verdes, que se clavaban en él como puñales, examinándolo mediante esas pupilas observadoras. Durante un instante muy breve, temió que el otro pudiese averiguar su verdadera naturaleza. Desde que tenía conocimiento de su raza, sabía que los cambiaformas debían mantenerse en el más estricto de los secretos por su propio bien. Muchos humanos corrientes se asustarían si supiesen que el vecino de la casona de al lado es un ser que puede convertirse en perro o en águila. Y a la larga... el miedo podía producir situaciones indeseadas para los de su especie. Los humanos podrían querer aprovecharse de esos dones que poseían, meterlos en circos, en zoológicos... en definitiva, montar un espectáculo desgradable a su costa. Y Kaleb no quería verse encerrado ni mucho menos. Pero tras unos segundos de largo escrutinio, el otro pareció conforme con lo que veía: un simple gato, algo mojado y perdido, y lo volvió a depositar en el mismo sitio que antes.
Kaleb volvió a calmarse, intentando no pensar en el riesgo que había corrido hacía unos segundos, y escuchó de forma atenta sus palabras. No dejaba de halagarle, de hacerle caricias y de darle mimos… estaba convencido de que, de haberlo conocido como humano, no habría surgido ni mucho menos la afinidad que compartían en ese momento. La confianza era algo difícil de ganarse con el cambiaformas, y eso quedaba patente en cada uno de sus gestos, incluso como felino. Pero sí que era cierto que convertido en tigre, gato o lince, tenía más fe en sus propias capacidades, y menos en la fuerza que podían demostrar con él los demás. Por lo tanto en esos momentos casi podría haberse considerado sociable y amable con el humano. Entonces… escuchó algo que hizo que le hirviera la sangre. Gatita. Mujer… ¿Él? Esas palabras confundidas trajeron a su mente el recuerdo de las peleas con su padre, y cómo su progenitor lo insultaba de forma continua, metiéndose con su apariencia femenina y con lo que él denominaba un comportamiento de mujer en celo. En apenas unos segundos, la sangre le hirvió como si fuese lava en el cráter de un volcán, y eso tuvo sus consiguientes consecuencias: sin preocuparse de apartarse primero del hombre o de alejarse de él para hacerlo, se convirtió en humano de nuevo. Sus patas delanteras pasaron a ser elegantes manos, las traseras unas esbeltas piernas que lo sostenían sobre el suelo con ímpetu y vigor, el pelo fue alejándose de su piel para dejar espacio a la suave dermis de un muchacho de dieciocho años… y finalmente clavó su mirada azulada y su apuesto rostro en el ajeno, con el ceño tan fruncido o más que como siempre.
-No soy una gata-le espetó-. Ni mucho menos la mujer más afortunada del mundo. Para eso tienes mil y una por la calle, de momento… yo no me considero dentro de ese rango de búsqueda-se cruzó de brazos encima de él… y entonces se percató de que estaba desnudo. Tan rápido como había tomado su forma original, dio un salto y se fue a un rincón, en el cual la oscuridad le ofrecía algo de amparo y cobertura. Puso sus manos intentando tapar su entrepierna, mientras pegaba su trasero a la fría pared de piedra que quedaba a sus espaldas-. Odio esto… maldita sea.
Kaleb S. Heatherton- Cambiante Clase Baja
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Re: Se respira muerte (Bruno)
Ahora que aquel animal estaba sobre él y tan quieto, era molto bello...si no recordaba mal no recordaba haber visto a un gato con aquellos ojos tan profundos y aquel semblante, un gato majestuoso...sí, para él lo era, ¿y porqué no? podía ser digno del cortesano, sería su más allegado acompañante si se quisiese quedar con él, porque querer estar con Bruno era caso aparte, gracias a que supuestamente él no le entendía. Una de sus manos, quedó sobre el lomo del gato, acariciándole... pero lo que nunca pudo imaginar era lo que ahora mismo iba a ocurrir ante sus ojos, notó como su mano cogía calor y no era por su culpa precisamente era debido al felino, extrañado...clavó sus ojos verdes en él...algo muy raro estaba pasando y no pudo hacer otra cosa que quedarse quieto y esperar a ver que ocurría. Como si de un sueño pareciese, el que creía gato fue tomando una forma que nada tenía que ver con la apariencia, ¿pero acaso era posible? sí y ante sus ojos estaba la muestra. No daba crédito, es más... se echó hacia atrás, dejando la mano en la espalda y la otra apoyada en el suelo, como si fuese una estatua ¡quién iba a decirle que tras darle esa noticia y nada menos que en el cementerio un gato iba a tomar una forma humana!.
No pudo ocultar su sorpresa, sintiendo el peso sobre sí mismo... observándole atónito, eran los mismos ojos azules, que ahora tomaban un gesto diferente, era como si estuviese indignado, enfadado con algo... pero ¡era una persona!, ¿a cuánta gente le pasaba eso? no quería saberlo, intentó asimilarlo todo lo bien que pudo y también ver en qué posición habían quedado, tenía a un chico sobre él de una manera muy rara ante cualquier desconocido que los viesen. Sin embargo, medio sonrió de lado...echándose a reír porque amaba observar en cualquier persona como molestaba y este había sido uno de los casos, no quitó la mano de la espalda cálida y desnuda, si no que le ayudó a volver a quedar sentado mejor siendo su punto de apoyo. Sin embargo, sus ojos verdes le dibujaron sin reparo, de arriba abajo y de forma muy lenta, para volver la vista a sus ojos, él no se cortaba... ni escandalizarse siquiera.
-Estamos en la calle, en un mauseleo pero en la calle y no te hagas el indignado porque más que indignado eres una chica indignada ¿y esto? Que buen truco, por un momento había pensado que eras un gattino bello y que buscaba mimos...que bien me has engañado, pero no puedo dejar de sorprenderme ¿cómo puedes hacer tal cosa? Ya me advirtieron que en París ocurrirían cosas raras ¿pero esto? -chasqueó la lengua y volvió a inclinarse, muy cerca para admirar bien....sí que era humano, para cerciorarse la misma mano de la espalda la alzó para tocar su mejilla sin darle tiempo, cosa que le molestó un tanto... si era real quería estar seguro de ello-Ahora...¿quieres jugar a ver si puedo pillar el gato? soy bueno en eso , por mucho que te escondas...no te preocupes que no me escandalizo, he visto de todo en esta vida y lo que me queda por ver-
-¿Qué odiais? ¿Estar encerrado una tarde de tormenta con un hombre atractivo? Oh vamos, es el sueño de toda mujer, no sé porqué no puede ser el tuyo también-hizo el gesto del siseo para que se acercase... como si fuese un gatito, obvio que esa situación requería de lo más divertida y más con el efecto que había causado en tal-Ven, gattino no voy a morderos ¿o vais a morderme a mí? yo me dejo, también que me arañeis, podeis hacerme lo que querais siempre que yo quiera y este es el caso... no os enfurreñeis o tendré que ir a por vos-sin importarle que su traje se manchase un tanto, gateó por la estancia hasta quedar frente a él, frente a frente... no quería asustarle, tampoco podían salir de allí sin mojarse, tanta curiosidad -No os haré nada si no me lo haceis a mí, debeis entenderme... no todos los días un gato se me transforma en chica sobre mis piernas... ¿teneis frío? puedo dejaros mi chaqueta si...-claro que había truco, él no dejaba las cosas así como así-Me dejas tocar el pelaje, no tiene que ser muy diferente al que tenías antes-desde luego , Bruno y sus peticiones.
No pudo ocultar su sorpresa, sintiendo el peso sobre sí mismo... observándole atónito, eran los mismos ojos azules, que ahora tomaban un gesto diferente, era como si estuviese indignado, enfadado con algo... pero ¡era una persona!, ¿a cuánta gente le pasaba eso? no quería saberlo, intentó asimilarlo todo lo bien que pudo y también ver en qué posición habían quedado, tenía a un chico sobre él de una manera muy rara ante cualquier desconocido que los viesen. Sin embargo, medio sonrió de lado...echándose a reír porque amaba observar en cualquier persona como molestaba y este había sido uno de los casos, no quitó la mano de la espalda cálida y desnuda, si no que le ayudó a volver a quedar sentado mejor siendo su punto de apoyo. Sin embargo, sus ojos verdes le dibujaron sin reparo, de arriba abajo y de forma muy lenta, para volver la vista a sus ojos, él no se cortaba... ni escandalizarse siquiera.
-Estamos en la calle, en un mauseleo pero en la calle y no te hagas el indignado porque más que indignado eres una chica indignada ¿y esto? Que buen truco, por un momento había pensado que eras un gattino bello y que buscaba mimos...que bien me has engañado, pero no puedo dejar de sorprenderme ¿cómo puedes hacer tal cosa? Ya me advirtieron que en París ocurrirían cosas raras ¿pero esto? -chasqueó la lengua y volvió a inclinarse, muy cerca para admirar bien....sí que era humano, para cerciorarse la misma mano de la espalda la alzó para tocar su mejilla sin darle tiempo, cosa que le molestó un tanto... si era real quería estar seguro de ello-Ahora...¿quieres jugar a ver si puedo pillar el gato? soy bueno en eso , por mucho que te escondas...no te preocupes que no me escandalizo, he visto de todo en esta vida y lo que me queda por ver-
-¿Qué odiais? ¿Estar encerrado una tarde de tormenta con un hombre atractivo? Oh vamos, es el sueño de toda mujer, no sé porqué no puede ser el tuyo también-hizo el gesto del siseo para que se acercase... como si fuese un gatito, obvio que esa situación requería de lo más divertida y más con el efecto que había causado en tal-Ven, gattino no voy a morderos ¿o vais a morderme a mí? yo me dejo, también que me arañeis, podeis hacerme lo que querais siempre que yo quiera y este es el caso... no os enfurreñeis o tendré que ir a por vos-sin importarle que su traje se manchase un tanto, gateó por la estancia hasta quedar frente a él, frente a frente... no quería asustarle, tampoco podían salir de allí sin mojarse, tanta curiosidad -No os haré nada si no me lo haceis a mí, debeis entenderme... no todos los días un gato se me transforma en chica sobre mis piernas... ¿teneis frío? puedo dejaros mi chaqueta si...-claro que había truco, él no dejaba las cosas así como así-Me dejas tocar el pelaje, no tiene que ser muy diferente al que tenías antes-desde luego , Bruno y sus peticiones.
Bruno Machiavelli- Prostituta Clase Baja
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Re: Se respira muerte (Bruno)
Definitivamente lo que menos se esperaba Kaleb era una reacción así por parte del humano, que parecía aceptar la situación con la mayor de las enterezas, como si el hecho de que un gato se convirtiese en humano sobre sus rodillas fuese algo natural e invariable. Esto descolocaba al cambiaformas, que se había imaginado gritos, alejamiento o asco por parte de una persona que obviamente no tenía nada de sobrenatural. A medida que lo escuchaba y lo observaba, la inquietud empezó a abordar a Kaleb, que era incapaz de saber cómo reaccionar ante esta novedad. Eran raras y contadas las ocasiones en las que el orgulloso muchacho rubio se quedaba sin recursos mediante los cuales responder de un modo u otro a las acciones de una persona. Él era orgulloso, altivo... no dejaba que nada ni nadie lo pisase a pesar de ser lo que era y estar en la peor de las situaciones vitales; pero ese humano misterioso había conseguido saltarse todas sus barreras y llegar a causarle tal confusión que tuvo que tragar varias veces saliva para deshacer el nudo que tenía en el estómago y poder moverse.
Se frotó y se pegó más contra la dura pared de piedra que quedaba a sus espaldas, observando con el ceño fruncido y un enfado creciente cómo el hombre se acercaba a gatas hasta su posición. Sus ojos azules trataron de mostrar toda la amenaza que su boca, todavía muda por la impresión, no podía reflejar verbalmente. Se sentó finalmente en el suelo, siendo consciente de que ya no podía avanzar más hacia atrás, y se abrazó las rodillas, pegándolas mucho al resto de su cuerpo para ocultar zonas que pudiesen causarle algún tipo de vergüenza. Siempre se había mostrado orgulloso de su cuerpo... pero reacio a enseñarlo de algún modo que no fuese voluntario. Tras varios segundos más en silencio, consiguió hablar.
-Creo que empieza a ser momento de que dejes de llamarme niña, porque como habrás podido observar no tengo nada de mujer. Al menos no tanto como tú. Y no sigas haciéndote ilusiones, yo nunca busco mimos... eso lo dejo precisamente para las personas afeminadas. Y empiezo a pensar que ante tantas acusaciones y tanta parsimonia, tú eres más femenino que yo-masculló, cada palabra sonaba como si la escupiese a través de sus seductores labios-. Respecto a mi pelo... mi pelaje... lo que sea, no creo que sea buena idea que lo toques. Porque claro que muerdo, soy un felino por muy humano que me veas ahora...
Siguió observándolo con descofianza, porque si algo había demostrado el hombre en ese corto espacio de tiempo, era que le encantaba desafiar a su suerte como si se encontrasen en una partida de dados. Aún podía notar sobre su espalda la sensación de esa cálida mano sobre su piel, y eso lo frustraba y amenazaba con hacerle perder la poca cordura que le quedaba en ese momento.
Se frotó y se pegó más contra la dura pared de piedra que quedaba a sus espaldas, observando con el ceño fruncido y un enfado creciente cómo el hombre se acercaba a gatas hasta su posición. Sus ojos azules trataron de mostrar toda la amenaza que su boca, todavía muda por la impresión, no podía reflejar verbalmente. Se sentó finalmente en el suelo, siendo consciente de que ya no podía avanzar más hacia atrás, y se abrazó las rodillas, pegándolas mucho al resto de su cuerpo para ocultar zonas que pudiesen causarle algún tipo de vergüenza. Siempre se había mostrado orgulloso de su cuerpo... pero reacio a enseñarlo de algún modo que no fuese voluntario. Tras varios segundos más en silencio, consiguió hablar.
-Creo que empieza a ser momento de que dejes de llamarme niña, porque como habrás podido observar no tengo nada de mujer. Al menos no tanto como tú. Y no sigas haciéndote ilusiones, yo nunca busco mimos... eso lo dejo precisamente para las personas afeminadas. Y empiezo a pensar que ante tantas acusaciones y tanta parsimonia, tú eres más femenino que yo-masculló, cada palabra sonaba como si la escupiese a través de sus seductores labios-. Respecto a mi pelo... mi pelaje... lo que sea, no creo que sea buena idea que lo toques. Porque claro que muerdo, soy un felino por muy humano que me veas ahora...
Siguió observándolo con descofianza, porque si algo había demostrado el hombre en ese corto espacio de tiempo, era que le encantaba desafiar a su suerte como si se encontrasen en una partida de dados. Aún podía notar sobre su espalda la sensación de esa cálida mano sobre su piel, y eso lo frustraba y amenazaba con hacerle perder la poca cordura que le quedaba en ese momento.
Kaleb S. Heatherton- Cambiante Clase Baja
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