Respira, disfruta del aroma de la vida (Libre)

por **Nella Lombardo** Mar Jul 05, 2016 5:58 pm

Chiarina, había crecido entre jardines de incontable belleza, y no podía ser de otra manera que, en una sociedad como la parisina, donde los adelantos tecnológicos, los eventos científicos, dejaban de lado la naturaleza, la italiana, soliera sentir que todo aquello que la rodeaba terminaba por ahogarla. No se trataba de no poder disfrutar de aquellos adelantes que permitían un mejor confort, mayor probabilidad de vida, o el desplazamiento por grandes distancias, en poco tiempo, como fuera el gran invento del tren, o la seguridad de las calles nocturnas bien iluminadas, gracias a las novedosas lamparas de gas. Pero tras tanto avance, se olvidaban de lo simple, de la belleza sutil tras las cosas mas sencillas, esas que lograban darle un respiro a la ajetreada vida de la joven extranjera.

Fuera por la simple razón de buscar una excusa para abandonar su residencia, su trabajo en la perfumería, o por la necesidad imperiosa de respirar el agradable aroma de los campos y jardines, Chiarina preparó todo lo necesario para pasar una distendida tarde en los tranquilos sitios que existían en el interior del gran jardín botánico. Tras bañarse, perfumarse, eligió el vestido apropiado para su tono de piel y sus cabellos oscuros, un traje de color amarillo pastel, con un suave escote cuadrado, la tela con la que estaba confeccionada era liviana, permitiendo una mayor comodidad en los movimientos. Se miró al espejo, mientras sopesaba la elegante obra que había logrado su doncella con aquel recogido, sonrió complacida, pues había logrado captar su pedido, deseaba verse elegante, pero jovial, aunque no fuera de logar al recorrer un lugar como el Jardín Botánico.

No se demoró mucho mas, tomó la sombrilla que hacía juego con el traje elegido, una capa al tono y sus guantes, - una dama, jamás debe olvidar sus guantes, pues sus manos deben estar siempre bien cuidadas, suaves como la seda, blancas como la nieve - solía recordar el consejo que su madre le diera, apenas comenzara a asistir a los bailes de la corte Italiana. Sonrió con un alo de delicadeza y misterio al valet que le abrió la portezuela del carruaje, cuando estuvo lista, golpeó suavemente el techo del carruaje con el puño de su sombrilla y le indicó a donde pretendía ir, el cochero asintió con un ligero movimiento de cabeza y emprendió la marcha.

Cuando llegó a su destino, eligió un sitio un poco apartado, pero en donde las lavandas, dejaban sentir su aroma relajante. Caminó, levantando levemente la barbilla, se detuvo frente al pequeño parterre e inspiró el delicado aroma. mientras el chófer y el valet, se dedicaban a acomodar su improvisado camping, ¿que estaba sola? si, pero para la italiana ese no era un impedimento para disfrutar de una tarde tranquila, hasta que las sombras de la noche le hicieran decidir volver al encierro de su cárcel social.