Aroma [Libre]

El área de gitanos resultó ser más de lo que me esperaba, y debo admitir que el viejo del mercado ambulante no mentía respecto a él; todo, pero absolutamente TODO lo que me había comentado sobre el sitio era cierto, desde los árboles atiborrados de fruta jugosa hasta la laguna pequeña con forma de media luna detrás de los campos floreados.

"Los gitanos son nómadas, no tienen hogar terrenal y donde acampan es tierra de nadie." me había dicho el viejo."Pero saben muy bien qué es lo suyo y qué no, y respetan las tierras que toman prestadas; nunca verás a un gitano destruyendo lo natural en tanta selva de concreto. El área de gitanos es el mejor lugar para cambiar de aires..."

Lo de cambiar de aires era lo que me había traído hasta aquí, dejar la esencia de la ciudad, el ruido de los coches y de zapatos incómodos sobre el suelo; pero en realidad nunca pensé que el anciano lo dijera de forma tan literal. El olor a tabaco fue reemplazado por el humo de las hogueras, los perfumes costosos por aroma natural a flor silvestre, el estruendo de la palabrería por cantos y guitarreos, los bailes elegantes por malabarismo y pies girando... Yo me lo había tomado de una manera más figurativa.

De todas formas yo allí era un simple espectador; acercarme a un gitano representaba el peligro de ser descubierto.

Eran pasadas las dos de la tarde y, aunque no había mucho sol que se colara por entre los árboles, procuré salir oculto por ropas largas que ocultaban todo mi cuerpo a excepción de la cara; para el rostro preferí usar un sombrero y una sombrilla que me protegiera de los rayos.

¿Quién dice que nosotros los vampiros somos solo criaturas de la noche? El día igual se disfruta.

Di un paseo por los aledaños, abrumado por la idea de que, en cuanto volviera a la mansión, tendría que lidiar con clientes y Lords interesados en comprar equinos de la cría. La verdad es que no tengo ni idea de porqué estoy pensando tanta tontería si vine aquí a relajarme un poco; la elegancia y finura de los de mi especie es un poco estresante.

Y de pronto sentí el aura de un humano cerca, demasiado cerca... y, antes de poder reaccionar siquiera, una joven humana había chocado contra mí; la sombrilla casi se resbala de mis manos cuando intenté sujetarla, aunque en vano. Era ella o la sombrilla; realmente no tenía que pensármelo mucho.

Cuando recuperé la compostura, noté que la muchacha sangraba por la nariz, e intentaba disculparse con prisa; a mí no me parecía que estuviera muy interesada en que la perdonara, sino más bien en limpiar la sangre escurridiza que se deslizaba de sus fosas nasales con la manga de su camisa.

—¡Oh! Lo siento, lo siento... fue mi culpa.—dije, intentando ayudarla, entregándole un pañuelo que llevaba en el bolsillo de la gabardina. —Mi error... realmente lo siento. ¿Se encuentra bien, dama? Por favor déjeme ayudarle.

Había un bolso tirado en el suelo; supuse que era de ella. Cuando quise entregárselo, noté algo que me heló la sangre.

Ella era una gitana.

El joven brujo con el que debían estar había parecido más preocupado porque mantuviesen la vista sobre la muchacha que sobre sí mismo. Habían hecho un pacto, por el cual casi nunca se separaban del muchacho, pero las condiciones eran realmente flexibles. Aunque ellos esperaban que llegara el momento, su tiempo no era como el de los humanos ahora. Cuando su contratante dijese que era suficiente, entonces lo sería. Mientras tanto solo podían hacer lo que fuese que él quisiera, incluso si les parecía a veces exagerado.

Pero esta vez nolo era, Arthur había notado la preocupación del hechicero al marcharse esa mañana, así que él mismo había sugeriodo que ambos o al menos uno de ellos fuese con ella ese día. Por extraño, Egyed había estado de acuerdo casi de inmediato, Arthur empezaba a preocuparse de que tuviese algún interés en hacer algo con la muchacha, pero su sospecha se quedó solo en eso y lo olvidó mientras iban con ella. La cara de hastío del moreno por momentos era más que obvia, no solía gustar de estar siguiendo a otros, lo cual hacían casi todo el tiempo, o bien solo no le atraía la idea de estar ocultos cuando ella sabía que estaban ahí.

Egyed veía sonreír a Arthur de vez en cuando cuando ella dirigía sus palabras a ambos. Era curioso, pues ellos no se habían manifestado corpóreamente porque pensaron que sería mejor. Aún así, ella les hablaba y preguntaba cosas, un impulso surgía en uno o otro al querer responder, tal vez por inercia, pues Egyed desconocía las cosas de las que ella precía pensar.

Estaban detrás de la gitana cuando notaron a la otra persona, Arthur se había adelantado al notar que ella iba directo a él sin fijarse, pero se contuvo de aparecer de la nada una vez que había chocado con el vampiro.  

Ella se limpiaba el rostro y la preocupación de Arthur por querer ayudarla le hacía parecer inquieto, pero Egyed le había detenido y un suspiro fue lo único que soltó mientras veía al joven disculparse y recoger las cosas que ella había dejado caer.

El rostro de Egyed hizo que Arthur desviase su atención hacia él. Observaba al recién llegado con cierta severidad. Por un momento no supo la razón, pero no era necesario pensarlo demasiado. Los problemas que habían tenido durante los últimos meses no eranalgo que pudiesen pasar por alto, incluso si a ellos no los afectaba directamente, había sido un tanto problemático el tener al chico tan afectado, pues eso también podía provocar algo en ellos, dado que era él quien los mantenía en ese mundo y quien evitaba que se perdieran como los fantasmas errantes que terminaban enloqueciendo por doquier.

Los vampiros eran seres engañosos, difíciles de leer, y al parecer Egyed estaba aún más consciente de la naturaleza que poseían. Como si el asesino que había sido respondiera a ellos, viendo la similitud incluso si sabía que el no había poseído lo sobrenatural de ellos. Arthur observó a Yude entonces. Si llegaba a estar en peligro, estaba seguro de que podrían hacer algo, pero ahora se preguntaba si el aura de Egyed no afectaría el ambiente ahora que parecía estar mirando fijamente al rubio que le recordaba a un joven común, con esas expresiones joviales y hasta distraídas que poseen algunos, con un toque de algo también diferente, pues para ellos, que no eran seres de carne y hueso, había características que saltaban a los ojos. Además era curioso, por la hora, verle tan tranquilo, tal vez cómodo, cuando eso no se observaba con regularidad. Además estaba el hecho de que no sabían, incluso si él nolo mostraba, si la visión de la sangre accionaría algo en él, fuese en ese instante o poco después.