AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Respira [Privado]
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Respira [Privado]
El primer respiro, va por ti. El segundo, por mi.
Cuando deje de tener motivos para respirar
comenzará mi verdadera lucha.
Cuando deje de tener motivos para respirar
comenzará mi verdadera lucha.
Otra vez caído en la frustración. Al entrar al hotel y cruzar las elegantes y pulcras puertas que poseía, solo una cosa podía hacerlo levantar la mirada del suelo y de sus pies. El dolor en la espalda. Era una rigidéz tan solo comparable con la cuerda de una trampa que no permite flexibilidad alguna. Inhaló con ganas el fresco y monótono aroma de los lirios que decoraban los pasillos ese día; en sus pensamientos más superfluos rondaba la pregunta de por qué alguien había elegido dichas flores para la decoración. Era un aroma tan delicado que solo pudo recordar de nuevo la bella y elegante mujer con la que estuvo minutos atrás; su piel era tersa y clara como la leche, de un cuello alto y ojos castaños como las avellanas. Toda una belleza que en su interior guardaba una sangre de exquisito sabor. Subiendo de dos en dos las escaleras del hotel, se preguntó a si mismo: «— ¿Por qué entonces no la asesiné?— ».
El vino lo esperaba arriba en su habitación; ahí junto a la puerta de manera que en un solo movimiento el dulce pero añejo sabor del licor le recorriera la garganta. Siempre bebía de los más antiguos, como si la costumbre lo mantuviera entretenido. Esa noche en particular, no bastó ni los cien años del vino que había guardado para momentos especiales, porque su sed exigía otra clase de bebida. Su cuerpo clamaba por sangre, pero su alma, que clamaba por otra cosa, estaba ganando la batalla.
— ¿Qué batalla? —se dijo a si mismo con la amargura de quien ya ha perdido todas las esperanzas. Solo la lealtad salvaje y el orgullo lo mantenían de pie y con el cerebro funcionando día y noche. A penas dormía y se volcaba en el trabajo con tal obsesión que la pequeña fortuna que acumulaba poco a poco valía tanto como un puñado de arroz. El sonido de la cristalería le era tan familiar que ya no podía vivir sin él. La botella de vino quedó vacía en cuestión de minutos, en los cuales ni siquiera llegó a quitarse algo más que el abrigo. Ahora que el Invierno se acercaba y la temperatura volvía la piel de los mortales pálida y sonrosada en lugares estratégicos, algo en su apetito se alteraba.
Los pensamientos que lo mantenían esclavizado no eran ni la mitad de fuertes que la mujer que lo sometía durante cada segundo de su nueva existencia. A veces, creía él, ni siquiera parecía darse cuenta. «— Quien sabe donde esté ahora. —», pensaba cuando el último trago de vino descendió por su garganta. Miraba por la ventana hacia las lejanías de París. Allá por el centro debía estar toda la diversión, pero la vista desde el norte era incomparable. Su habitación tenía un ángulo preciso del cielo nocturno; había estrellas tanto arriba como abajo, o eso simulaban ser la inmensidad de faros que circulaban por las calles de la ciudad. Suspiró una vez y dejó la copa olvidada en la encimera de caoba.
— Skaði... —susurró a la nada. Necesitaba verla tanto como no lo deseaba. Constantemente acorralado por los deseos de aquella quien sería su primer pensamiento al despertar y el último al dormir, era más un esclavo que un acompañante. Miró el espejo que colgaba de un armario. Un detalle elegante que ahorraba el toque femenino en la habitación, como lo sería un tocador; se sentía cómodo en ese lugar, que no parecía ser capaz de decepcionar a ninguno de sus huespedes. ¿Qué en ese lujoso y perfecto hotel no podían ofrecerle? La comisura de sus labios se curvaron hacia abajo al pensarlo, y nuevo el tormentoso infierno se desató en su garganta. Sabía qué no podían darle. Ni Dios ni Satanás podían.
Apolo Njörðr Oliviera- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 21/11/2013
Re: Respira [Privado]
“Como las ciudades en guerra,
todas las mujeres tienen un flanco indefenso.
Cuando se les descubre,
la plaza se rinde inmediatamente.”
todas las mujeres tienen un flanco indefenso.
Cuando se les descubre,
la plaza se rinde inmediatamente.”
Los errores que cometía eran todos por su propia culpa. Una culpa que se sentía como fuego que le recorría las entrañas hasta asentarse en la parte más interna de su propio cuerpo. Tenía el cabello suelto y le caía bajos los hombros, sus cejas casi se juntaban mientras miraba con detención esa cama vacía que no debería estarlo, ¿en qué había fallado? ¿qué había hecho mal para merecer aquel dolor que ahora sentía? Porque le dolía, le dolía intensamente y ratos llegaba a creer que podría incluso ser un dolor físico, material, de esos que sufría antes cuando el corazón le latía y su pecho subía y bajaba por la necesidad de aire. Skaði caminaba para eliminar la ansiedad y las malas ideas, se movía por la habitación como un animal enjaulado que planea algo. El vestido le arrastraba y aunque aquello no le preocupaba del todo sí tenía una punzada entre las costillas que no sabía si obedecer o no. Él debía estar en casa, no en otro lugar donde sea que estuviera ahora, debía estar con ella porque era de ella, porque es de ella y lo será hasta el fin de los días de ambos. Pero se había equivocado. Sky eligió el mal camino cuando comenzó a tratarlo sólo como a un esclavo y cerró su corazón por un miedo enfermo y estúpido. Él no debía pagar por lo que hubiese sucedido antes, por los hombres que la engañaron, por las traiciones que tuvo que vivir.
Alguien golpeó a su puerta y el rostro se le iluminó, parecía una muchacha enamoradiza esperando la hora para ver al chico que ha llamado su atención durante meses. Corrió al espejo y arregló su ropa desordenada y ese cabello que justo hoy parecía no tener control, la voz al otro lado sonó femenina y la ira comenzó a arder. Era sólo otra empleada con una pregunta tonta, una demasiado estúpida para el temperamento de la vikinga que podría partirla en dos si no fuera por la determinación que había tomado en ese momento. Skaði conocía el paradero de su esclavo, lo supo luego de seguirlo por la ciudad una de las noches anteriores después de mirarlo alimentarse de otra mujer y sentir unos celos que nunca antes estuvieron presentes. ¿Por qué prefería su sangre? ¿Por qué las elegía a ellas si en casa tenía lo mejor? Las respuestas llegaban solas y eran todas peores que las anteriores. Se sintió por algunos segundos insuficiente para él, poco merecedora de los labios de su esclavo sobre su piel y en ese momento supo que debía ir a su encuentro, que esta noche no podría ser otra noche para pasar sola. Porque ese lecho no volvería a ser usado a menos que fuera utilizado por ambos. Ningún hombre la había hecho sentir de ese modo, pero ningún hombre fue antes merecedor de que ella le otorgara la vida eterna. La noche en que miró por primera vez en los ojos de aquel guerrero supo que todas las próximas batallas serían contra él y supo también que ya las había perdido.
— Voy a salir… — aquella fue toda la indicación que pudo dar. Sus pasos firmes la llevaron rápido hasta el hotel y una vez ahí averiguó rápidamente cuál es la habitación del hombre al que necesita ver sólo utilizando un poco de persuasión. Los humanos tienen mentes débiles, ven un par de tetas grandes y hablan sin que sea necesario manipular sus mentes o siquiera intentar hacerlo. La tela de sus ropajes era del color de la sangre que necesitaba, un carmesí oscuro, intenso, tanto como su mirada cuando encontró el número en el segundo piso. Se detuvo a escuchar detrás de la puerta y escuchó como alguien susurraba su nombre, no era alguien, era él. En el fondo deseaba que la llamara por su apodo, ser Sky todo el tiempo y no sólo cuando ella se lo ordenaba, pero revelar aquello era como exponer esa alma que a ratos no creía tener. Skaði elevó los ojos al cielo y ofreció una plegaria en silencio a sus dioses. Los Æsir y las Asynjur estarán siempre a su lado, incluso ahora cuando no tiene idea de lo que hará ni mucho menos qué fue realmente lo que la llevó ahí. Golpeó la puerta débilmente, lo hizo tres veces y susurró “Apolo” que era como lo llamaba en público. Volvió a golpear luego de no tener respuesta, pero esta vez el nombre fue distinto. — Njörðr… — un suspiro se escapó de sus labios y se sintió débil, — Njörðr, soy yo… Sky… —
Alguien golpeó a su puerta y el rostro se le iluminó, parecía una muchacha enamoradiza esperando la hora para ver al chico que ha llamado su atención durante meses. Corrió al espejo y arregló su ropa desordenada y ese cabello que justo hoy parecía no tener control, la voz al otro lado sonó femenina y la ira comenzó a arder. Era sólo otra empleada con una pregunta tonta, una demasiado estúpida para el temperamento de la vikinga que podría partirla en dos si no fuera por la determinación que había tomado en ese momento. Skaði conocía el paradero de su esclavo, lo supo luego de seguirlo por la ciudad una de las noches anteriores después de mirarlo alimentarse de otra mujer y sentir unos celos que nunca antes estuvieron presentes. ¿Por qué prefería su sangre? ¿Por qué las elegía a ellas si en casa tenía lo mejor? Las respuestas llegaban solas y eran todas peores que las anteriores. Se sintió por algunos segundos insuficiente para él, poco merecedora de los labios de su esclavo sobre su piel y en ese momento supo que debía ir a su encuentro, que esta noche no podría ser otra noche para pasar sola. Porque ese lecho no volvería a ser usado a menos que fuera utilizado por ambos. Ningún hombre la había hecho sentir de ese modo, pero ningún hombre fue antes merecedor de que ella le otorgara la vida eterna. La noche en que miró por primera vez en los ojos de aquel guerrero supo que todas las próximas batallas serían contra él y supo también que ya las había perdido.
— Voy a salir… — aquella fue toda la indicación que pudo dar. Sus pasos firmes la llevaron rápido hasta el hotel y una vez ahí averiguó rápidamente cuál es la habitación del hombre al que necesita ver sólo utilizando un poco de persuasión. Los humanos tienen mentes débiles, ven un par de tetas grandes y hablan sin que sea necesario manipular sus mentes o siquiera intentar hacerlo. La tela de sus ropajes era del color de la sangre que necesitaba, un carmesí oscuro, intenso, tanto como su mirada cuando encontró el número en el segundo piso. Se detuvo a escuchar detrás de la puerta y escuchó como alguien susurraba su nombre, no era alguien, era él. En el fondo deseaba que la llamara por su apodo, ser Sky todo el tiempo y no sólo cuando ella se lo ordenaba, pero revelar aquello era como exponer esa alma que a ratos no creía tener. Skaði elevó los ojos al cielo y ofreció una plegaria en silencio a sus dioses. Los Æsir y las Asynjur estarán siempre a su lado, incluso ahora cuando no tiene idea de lo que hará ni mucho menos qué fue realmente lo que la llevó ahí. Golpeó la puerta débilmente, lo hizo tres veces y susurró “Apolo” que era como lo llamaba en público. Volvió a golpear luego de no tener respuesta, pero esta vez el nombre fue distinto. — Njörðr… — un suspiro se escapó de sus labios y se sintió débil, — Njörðr, soy yo… Sky… —
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 20/10/2012
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Re: Respira [Privado]
No era un ebrio ni un loco, aun si en algún momento de su existencia inmortal ambas cualidades resultaran tentativamente correctas. Tampoco se consideraba un martir, aunque sufría constantemente. Era poco más de lo que era, incluso si eso no tuviera sentido. Quizás el vino comenzaba a tener un efecto milagroso en él, volviendolo un completo filósofo en medio de la soledad nocturna, la cual comenzaba a despreciar tanto como a la mujer que lo había condenado a eso. Sin embargo, por más hilarante que sonara para alguien cuerdo, la soledad en su lecho era tan real como la necesidad de esa mujer, así que... bien, tenía un grave problema. Vivir sin vivir, ver pasar los días sin sentir que realmente que algo cambiaba en él. Era un esclavo, pero no como Skaði pudiera creer. Ella estaba ciega ante las verdaderas razones que lo ataban a su lado, y él no podía culparla cuando se negaba tan rotundamente a aceptarlas.
No podía verse despojado también del orgullo que sobrevivió a su transformación.
Cuando creía que el vino en verdad obraba milagros, un sonido pareció venir de otra dimensión. Una voz que reconocería aún en el mismo infierno. «— Quizás ya esto ahí. —», se recordó con amargura, tomando las últimas gotas de la botella. Al fruncir el ceño, quedó claro lo poco que le agradaba el nombre con el que ahora lo llamaba. Era su identidad humana, la máscara que lo hacía ver tan bien domesticado... un nombre casi vulgar. Común y ordinario. Estuvo a punto de arrojar con todas sus fuerzas la botella contra la puerta, pero algo lo detuvo...
Unos nuevos susurros. Un nombre diferente. Algo en la voz de la mujer al otro lado de la puerta lo hizo refrenar toda su ira contenida; toda la confusión y dolor que se acumulaban en su pecho se disolvieron temporalmente. Dejó escapar una plegaria.
— Sky... —emitió un pequeño sonido que, incluso para un vampiro, era difícil de entender. Se acrcó a la puerta y puso una mano sobre ella, como si quisiera sentir la presencia de su "ama" sin la constante tentación de su cuerpo. Y entonces respiró profundamente, tal como solía hacer en la milicia antes del minuto exacto en el que el enemigo llegaba a las trincheras armado hasta los dientes. Giró el pomo de la puerta e hizo retroceder a la misma, encontrandose con la misma mirada que desde hacía cien años le robaba el aliento. La contempló unos momentos en silencio, con una expresión impasible, tras lo cual retrocedió unos pasos sin mayores ceremonias.— Pasa... —y no dijo más, pero no era necesario. Aquella única palabra descubría lo mucho que necesitaba verla en un cuarto privado, con su cínico vestido escarlata disipando cualquier pensamiento lógico en su cabeza.
Sin embargo, algo debía brindarle de la fuerza necesaria para no derrumbarse ante ella ni ante la sed. Ambas tentaciones lo estaban atormentando de tal forma, que si tuviese un alma aún, la vendería sin demoras.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó desenfadado, dejando la botella sobre una mesita de caoba y pasandose una mano por el cabello. Sus ojos azules se posaron sobre ella, inspeccionando cada centímetro de su figura sin poder evitarlo.
No podía verse despojado también del orgullo que sobrevivió a su transformación.
Cuando creía que el vino en verdad obraba milagros, un sonido pareció venir de otra dimensión. Una voz que reconocería aún en el mismo infierno. «— Quizás ya esto ahí. —», se recordó con amargura, tomando las últimas gotas de la botella. Al fruncir el ceño, quedó claro lo poco que le agradaba el nombre con el que ahora lo llamaba. Era su identidad humana, la máscara que lo hacía ver tan bien domesticado... un nombre casi vulgar. Común y ordinario. Estuvo a punto de arrojar con todas sus fuerzas la botella contra la puerta, pero algo lo detuvo...
Unos nuevos susurros. Un nombre diferente. Algo en la voz de la mujer al otro lado de la puerta lo hizo refrenar toda su ira contenida; toda la confusión y dolor que se acumulaban en su pecho se disolvieron temporalmente. Dejó escapar una plegaria.
— Sky... —emitió un pequeño sonido que, incluso para un vampiro, era difícil de entender. Se acrcó a la puerta y puso una mano sobre ella, como si quisiera sentir la presencia de su "ama" sin la constante tentación de su cuerpo. Y entonces respiró profundamente, tal como solía hacer en la milicia antes del minuto exacto en el que el enemigo llegaba a las trincheras armado hasta los dientes. Giró el pomo de la puerta e hizo retroceder a la misma, encontrandose con la misma mirada que desde hacía cien años le robaba el aliento. La contempló unos momentos en silencio, con una expresión impasible, tras lo cual retrocedió unos pasos sin mayores ceremonias.— Pasa... —y no dijo más, pero no era necesario. Aquella única palabra descubría lo mucho que necesitaba verla en un cuarto privado, con su cínico vestido escarlata disipando cualquier pensamiento lógico en su cabeza.
Sin embargo, algo debía brindarle de la fuerza necesaria para no derrumbarse ante ella ni ante la sed. Ambas tentaciones lo estaban atormentando de tal forma, que si tuviese un alma aún, la vendería sin demoras.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó desenfadado, dejando la botella sobre una mesita de caoba y pasandose una mano por el cabello. Sus ojos azules se posaron sobre ella, inspeccionando cada centímetro de su figura sin poder evitarlo.
Apolo Njörðr Oliviera- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/11/2013
Re: Respira [Privado]
Las temporadas de invierno en su tierra natal siempre fueron frías, pero ella, tal como todos los de su raza, estaban acostumbrado a ellos, por lo que lidiar con nieve o temperaturas bajas era sólo un detalle más de vivir en esos lares. ¿Por qué entonces no es capaz de enfrentar el frío que repentinamente se apodera de cada tejido de su cuerpo? Tiembla por un par de segundos y es la invitación a entrar lo que ha logrado que se congele a un punto que nunca antes sintió. Miles de interpretaciones hay para ese simple gesto pero siempre son las peores opciones las que llegan a su cabeza y comienzan a atormentarla tal como las pesadillas que continúa teniendo. Su mente es sin dudas su peor enemigo, uno casi mortal que la tiene dando pasos en falso mientras entra y revisa cada rincón de esa habitación con la mirada esperando encontrar quizás alguna pista que le indique si todo terminó o si es hoy la ocasión perfecta para dejar las mentiras atrás. Mentiras que por cierto está cansada de seguir diciendo.
Buscó la cama y se sentó en uno de los bordes, se sentía incómoda pero no podía estar de pie, pese a que todo lo que deseaba era acercarse y rodearlo con los brazos era necesaria la distacia para que las palabras pudieran salir y no fuera su piel, ni su aroma lo que la distrajeran en una noche tan importante. — Quiero hablar contigo, Njörðr… — tiene la voz quebrada por un sentimiento reprimido, si fuera otra mujer la que está dentro de esa habitación comenzaría a llorar pero para ella no existen las lágrimas, sólo un intenso dolor que crece y que le cierra la garganta hasta que traga saliva que no necesita para llenar la sensación de un estómago que no ha recibido sangre alguna. — No sé cómo empezar, no sé cómo decir lo que quiero decir… lo que necesito decir… — tiene la cabeza gacha y los labios apretados en una línea que casi produce que desaparezcan. Los minutos no son suficientes para ordenar su cabeza, tampoco para que pueda encontrar las palabras adecuadas.
Sky se pone de pie y centra su mirada en él, camina hasta reducir toda la distancia entre ellos y lo rodea con firmeza, con toda la fuerza que su condición de sobrenatural le permite. Un suspiro innecesario sigue a una inspiración forzada que tampoco requiere. Le gustaría poder sonreír pero su rostro se contrae en una mueca dolorosa. — Lo que necesito decirte es que… — su nariz recorre la parte baja de su mandíbula, se acerca a los labios pero no se une a ellos, aún falta, aún necesita seguir concentrada en formar palabras. — te quiero a ti, Njörðr… — y lo peor es que todo aquello puede ser malinterpretado, pero en ese preciso momento nada le importa. Vuelve a abrazarlo y se aferra a él como si pudieran arrebatárselo sin advertencia alguna. Tiene miedo de sus preguntas, de no tener las respuestas y aunque esta que se presenta ahora no se parece a la mujer que suele enfrentársele, es cierto que es más ella de lo que ha sido desde hace muchos siglos. Una mano se alza y la entrelaza entre sus cabellos, no va a dejarlo ir, no puede dejarlo ir, pero tampoco permite que se acerque más. Es muy pronto para perder la cordura.
Buscó la cama y se sentó en uno de los bordes, se sentía incómoda pero no podía estar de pie, pese a que todo lo que deseaba era acercarse y rodearlo con los brazos era necesaria la distacia para que las palabras pudieran salir y no fuera su piel, ni su aroma lo que la distrajeran en una noche tan importante. — Quiero hablar contigo, Njörðr… — tiene la voz quebrada por un sentimiento reprimido, si fuera otra mujer la que está dentro de esa habitación comenzaría a llorar pero para ella no existen las lágrimas, sólo un intenso dolor que crece y que le cierra la garganta hasta que traga saliva que no necesita para llenar la sensación de un estómago que no ha recibido sangre alguna. — No sé cómo empezar, no sé cómo decir lo que quiero decir… lo que necesito decir… — tiene la cabeza gacha y los labios apretados en una línea que casi produce que desaparezcan. Los minutos no son suficientes para ordenar su cabeza, tampoco para que pueda encontrar las palabras adecuadas.
Sky se pone de pie y centra su mirada en él, camina hasta reducir toda la distancia entre ellos y lo rodea con firmeza, con toda la fuerza que su condición de sobrenatural le permite. Un suspiro innecesario sigue a una inspiración forzada que tampoco requiere. Le gustaría poder sonreír pero su rostro se contrae en una mueca dolorosa. — Lo que necesito decirte es que… — su nariz recorre la parte baja de su mandíbula, se acerca a los labios pero no se une a ellos, aún falta, aún necesita seguir concentrada en formar palabras. — te quiero a ti, Njörðr… — y lo peor es que todo aquello puede ser malinterpretado, pero en ese preciso momento nada le importa. Vuelve a abrazarlo y se aferra a él como si pudieran arrebatárselo sin advertencia alguna. Tiene miedo de sus preguntas, de no tener las respuestas y aunque esta que se presenta ahora no se parece a la mujer que suele enfrentársele, es cierto que es más ella de lo que ha sido desde hace muchos siglos. Una mano se alza y la entrelaza entre sus cabellos, no va a dejarlo ir, no puede dejarlo ir, pero tampoco permite que se acerque más. Es muy pronto para perder la cordura.
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/10/2012
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Re: Respira [Privado]
Skadi tenía algo esa noche, podía sentirlo. Poco de lo que hacía la vampiresa desde que la conocía le pasaba por alto, porque incluso ella tenía misterios. Conocía el significado de su tono de voz, y no pudo evitar estremecerse cuando ella lo llamó otra vez de aquella forma. Su forma. Cualquiera que observara al caballero diría que era tranquilo y sereno como ningún hombre en tales circunstancias; no verían la rigidez en sus músculos, ni la lenta y profunda respiración que guardaba para no perder el control. Ella estaba tan cerca...
Sin embargo, y podía notarlo, también quería mantener las distancias. Fuera lo que fuera que ella quisiera decirle, era importante. Por primera vez, sentía que no estaba ahí en busca de un alivio temporal para después dejarlo a su suerte, como un animal herido. Pero, ¿y si se equivocaba? ¿Qué quedaría de él al final de la noche si fantaseaba con algo diferente? Apolo fue un hombre duro para con el mundo, en tiempos de guerra; y Njörðr, actualmente, debía serlo para con Skadi si quería salvaguardar un poco de cordura. Así pues, suspiró cuando ella dudó por primera vez.
— Sky, deberías poder decirme lo que sea. —le replicó, preguntándose a sí mismo cuanta desesperación estaría mostrando en su rostro. No contó con que ella se acercaría tan rápidamente. De ser alguien torpe o despistado, habría retrocedido; pero la esperaba a cada instante, siempre con los brazos listos para abrazarla. Nunca estaba seguro si la abrazaba para protegerla, o si sólo permitía que ella lo tomara como si fuera de su propiedad.— Dímelo... —susurró contra su oído.
Y ella lo hizo. Sus palabras no tenían el sentido que a él le hubiese gustado darle, pero tampoco podía estar seguro. ¿Qué más podía darle? ¿Qué más podía ser para ella? ¿Cuanto necesitaba de él esa mujer que ya lo había tenido todo? Si lo tocaba ahora, estaba seguro que perdería la cabeza. Gruñó, no de manera consciente porque intentaba fingir que estaba bien, pero la sed se volvía una endemoniada tortura que lo sometía entre los brazos de Skadi. Sintió sus manos en su cabeza; anhelaba la cercanía que ella insistía en negarle. La garganta le ardió como el fuego vivo, aullando por misericordia en una habitación vacía. Porque ella no le escucharía... ¿o si?
— ¿Qué más puedo darte? —gruñó de nuevo, mirándola con gran intensidad. Tomó su rostro entre las manos sin la delicadeza que solía caracterizarlo. Sus ojos azules centellaban, casi oscuros. Todos los deseos egoístas y salvajes que había tenido desde hacía años, se manifestaban ahí, en una sola mirada.— ¿Qué quieres de mi que no tengas ya? —insistió, en el momento que la estampaba contra la pared y su cuerpo. Quería cubrirla toda, cada centímetro de su cuerpo y cada suspiro de su boca. Se lo estaba gritando en silencio.
Sin embargo, y podía notarlo, también quería mantener las distancias. Fuera lo que fuera que ella quisiera decirle, era importante. Por primera vez, sentía que no estaba ahí en busca de un alivio temporal para después dejarlo a su suerte, como un animal herido. Pero, ¿y si se equivocaba? ¿Qué quedaría de él al final de la noche si fantaseaba con algo diferente? Apolo fue un hombre duro para con el mundo, en tiempos de guerra; y Njörðr, actualmente, debía serlo para con Skadi si quería salvaguardar un poco de cordura. Así pues, suspiró cuando ella dudó por primera vez.
— Sky, deberías poder decirme lo que sea. —le replicó, preguntándose a sí mismo cuanta desesperación estaría mostrando en su rostro. No contó con que ella se acercaría tan rápidamente. De ser alguien torpe o despistado, habría retrocedido; pero la esperaba a cada instante, siempre con los brazos listos para abrazarla. Nunca estaba seguro si la abrazaba para protegerla, o si sólo permitía que ella lo tomara como si fuera de su propiedad.— Dímelo... —susurró contra su oído.
Y ella lo hizo. Sus palabras no tenían el sentido que a él le hubiese gustado darle, pero tampoco podía estar seguro. ¿Qué más podía darle? ¿Qué más podía ser para ella? ¿Cuanto necesitaba de él esa mujer que ya lo había tenido todo? Si lo tocaba ahora, estaba seguro que perdería la cabeza. Gruñó, no de manera consciente porque intentaba fingir que estaba bien, pero la sed se volvía una endemoniada tortura que lo sometía entre los brazos de Skadi. Sintió sus manos en su cabeza; anhelaba la cercanía que ella insistía en negarle. La garganta le ardió como el fuego vivo, aullando por misericordia en una habitación vacía. Porque ella no le escucharía... ¿o si?
— ¿Qué más puedo darte? —gruñó de nuevo, mirándola con gran intensidad. Tomó su rostro entre las manos sin la delicadeza que solía caracterizarlo. Sus ojos azules centellaban, casi oscuros. Todos los deseos egoístas y salvajes que había tenido desde hacía años, se manifestaban ahí, en una sola mirada.— ¿Qué quieres de mi que no tengas ya? —insistió, en el momento que la estampaba contra la pared y su cuerpo. Quería cubrirla toda, cada centímetro de su cuerpo y cada suspiro de su boca. Se lo estaba gritando en silencio.
Apolo Njörðr Oliviera- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/11/2013
Re: Respira [Privado]
No puede dejar que él la tome de esa manera, no quiere tener su cuerpo esta noche. No aún. Lo empuja con fuerza y se aleja como si algo en el vampiro le cause dolor físico o peor aún, un dolor en el corazón que hace mucho no bombea pero que siente desde el momento en que lo conoció. Tiene la cabeza nublada por el aroma de ese hombre que sigue bajo su nariz, impregnándose e invadiéndola. Está perdida en arenas movedizas que Apolo maneja a su voluntad sólo porque es capaz de hacerlo, aunque es probable que ni siquiera se dé cuenta del poder que tiene sobre ella. Puede ver el hambre en sus ojos o tal vez es un reflejo del apetito de su propio organismo, los colmillos florecen y piden beber de él y de sus labios, abrir las venas profundas de su cuello y bañarse en la sangre de su esclavo. Ilógico es llamarlo de ese modo cuando es ella quien se siente a merced de quien la tiene poseída.
—No te acerques… no puedo continuar si te acercas y necesito continuar, necesito decir lo que he venido a decir —¿entonces por qué mierda no habla de una vez? Se cubre el rostro con las manos y luego de sólo unos segundos vuelve a mirarlo. Ahora sí es capaz de enfrentarlo, aunque lo hará sólo si se mantiene lejos. Njörðr la llena de preguntas que Skaði no pudo enfrentar por más de un siglo pero ahora debe hacerlo porque tiene miedo, porque siente que alguien le puede arrebatar a lo único que consigue que se levante de la cama, al único que la hace reír, que logra que lance contra la pared lo primero que encuentre cuando piensa que ha estado con otras. —Lo que quiero de ti es que estés conmigo, que realmente estés conmigo… ¿puedes entenderlo? ¿Puedes comprender cómo lo digo, qué es lo que digo? ¿Puedes entenderlo… amor mío? —una sonrisa tímida como la que nunca ha entregado se asoma y le perfila los labios haciéndola lucir un poco más suave, un chispazo extraño en alguien como ella.
Nunca antes lo ha llamado de ese modo, al menos no fuera de la cama ni tampoco en voz alta. Sky vuelve a acercarse a él y le toma el rostro, las manos le tiemblan pero se asegura de ponerlas sobre sus mejillas para que no pueda mirar a otro lado. —Lo diré una vez porque no soy capaz de decirlo dos veces, porque quiero que descubras la verdad saliendo de mis labios… quiero que me escuches, amor mío, que sepas que no te engaño, que lo he hecho antes cuando disfrutaba de ti como si sólo eso fuera lo que deseo… ¿Qué deseo? Te deseo a mi lado para la eternidad, Njörðr… —como una muchacha inexperta toma sus labios con cuidado, es apenas un beso que le roza la boca en un gesto tímido. —Desde que te encontré, desde que te elegí en el campo de batalla, desde ese momento te amo y maldita sea si permitiré que estés un segundo más sin saberlo… —no se atreve a volver a besarlo, pese a que es todo lo que quiere hacer para siempre.
¿Alguien sabe lo que se hace con un corazón roto?
—No te acerques… no puedo continuar si te acercas y necesito continuar, necesito decir lo que he venido a decir —¿entonces por qué mierda no habla de una vez? Se cubre el rostro con las manos y luego de sólo unos segundos vuelve a mirarlo. Ahora sí es capaz de enfrentarlo, aunque lo hará sólo si se mantiene lejos. Njörðr la llena de preguntas que Skaði no pudo enfrentar por más de un siglo pero ahora debe hacerlo porque tiene miedo, porque siente que alguien le puede arrebatar a lo único que consigue que se levante de la cama, al único que la hace reír, que logra que lance contra la pared lo primero que encuentre cuando piensa que ha estado con otras. —Lo que quiero de ti es que estés conmigo, que realmente estés conmigo… ¿puedes entenderlo? ¿Puedes comprender cómo lo digo, qué es lo que digo? ¿Puedes entenderlo… amor mío? —una sonrisa tímida como la que nunca ha entregado se asoma y le perfila los labios haciéndola lucir un poco más suave, un chispazo extraño en alguien como ella.
Nunca antes lo ha llamado de ese modo, al menos no fuera de la cama ni tampoco en voz alta. Sky vuelve a acercarse a él y le toma el rostro, las manos le tiemblan pero se asegura de ponerlas sobre sus mejillas para que no pueda mirar a otro lado. —Lo diré una vez porque no soy capaz de decirlo dos veces, porque quiero que descubras la verdad saliendo de mis labios… quiero que me escuches, amor mío, que sepas que no te engaño, que lo he hecho antes cuando disfrutaba de ti como si sólo eso fuera lo que deseo… ¿Qué deseo? Te deseo a mi lado para la eternidad, Njörðr… —como una muchacha inexperta toma sus labios con cuidado, es apenas un beso que le roza la boca en un gesto tímido. —Desde que te encontré, desde que te elegí en el campo de batalla, desde ese momento te amo y maldita sea si permitiré que estés un segundo más sin saberlo… —no se atreve a volver a besarlo, pese a que es todo lo que quiere hacer para siempre.
¿Alguien sabe lo que se hace con un corazón roto?
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
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Re: Respira [Privado]
En vida humana, hacía ya algunas décadas, Apolo no tenía aquellos que algunos llamaban inseguridad o complejos de ningún tipo. Era un ser vanidoso que creía tenerlo todo. Hoy en día, aunque confiaba en que su belleza no había hecho más que cambiar un poco, desconfiaba de todo aquello que pudiera hacerlo feliz. Los únicos momentos donde se permitía el gozo y la dicha, era mientras bebía la sangre de sus victimas y las saboreaba hasta la última gota. Pero mucho más peligroso que esto, era cuando podía sentir el calor de Skadi recorriéndole el cuerpo y besando sus sentidos. Eran minutos en los que creía merecer el cielo, o en los que aceptaría el infierno si sólo podía quedarse con ella un poco más. Pasiones engañosas, desafortunadamente. Se le hacía extraño que ahora esa fiera mujer a la que le debía la vida y su pesar, ahora no quisiera su cuerpo. ¡Era todo lo que podía darle ya! El vampiro tuvo que hacer acopio de valor para no someterla, y de gran fuerza de voluntad para no derrumbarse.
Dios, tenía tanta sed. ¿Era su imaginación o ella estaba más hermosa de lo normal? Con esos nervios palpitantes y los ojos temblorosos que se movían de un lado al otro como colibrís. Se sentó tan tranquilo sobre la cama como un león enjaulado, con la tensión marcando el traje oscuro y algunas líneas de impaciencia en el rostro. "Habla ya, mujer", quería decir. Ciertamente, no tenía esperanzas de que ella se apiadara de él. Lo había olvidado ya hacía tantos años que su mayor ilusión era no perderle de vista. Por unos instantes, creyó que la dejaría ahí varada, sola en medio de la habitación de un hotel, sólo para buscar la sangre de un botones. Pero soportó la sed un poco más sólo cuando ella pronunció esas palabras.
"Amor mío". Esas que alguna vez creyó oír de sus labios cuando el placer los consumía en fuego. Esas que sólo imaginaba en malvadas fantasías. Levantó la mirada inquisitiva hacia ella y una ola de rabia lo poseyó. No la dejaría mentir. ¡No la dejaría herirlo más! Ay, quien fuera esa mujer de dulces labios y desgarradora mirada, de cuerpo de diosa y deseos de vampiro. Pero era sádica, casi cruel con él. Lo tomaba y lo dejaba y ahora le decía eso. Se levantó como un resorte y se acercó sin importar que ella prefiriera la distancia. Al diablo con eso.
— Sky... si vas a mentirme... —comenzó en tono de amenaza. Pero se trataba de la ira de un animal acorralado, de quien no ve salida a su tormento. No quería lastimarla, ni verla en las profundidades del Averno. Ella siguió hablando, confesando lo que él ni en sueños había sospechado. Si no supiera que su corazón había dejado de latir, pensaría que estaba sufriendo un ataque. Abrió los ojos con sorpresa, la miró con desconcierto. ¿De verdad mentía? Se veía demasiado tímida para eso.— Aguarda... —rogó, pero ella no era tan benevolente.
No esperó. Lo besó y dijo al fin lo que de verdad podía matar a ese hombre. Sintió que tambaleaba como un ebrio por las calles de París. Tomó sus hombros, quizás para sentirla mejor o sólo para mantener el equilibrio. ¡Maldita fuera su suerte! Quería besarla hasta dejarla sin sentido, y saborear sus labios como nunca lo había hecho. Pero no podía, porque de hacerlo, volverían a los viejos hábitos y esas palabras recobrarían un sentido meramente físico. Se obligó a guardar la calma y pasarse una mano por el cabello cada vez más oscuro. De pronto la abrazó con fuerza y escondió el rostro en la curva de su cuello, como si pudiera pasar ahí la eternidad bebiendo de su aroma. Pasó ahí mucho tiempo, no años ni días pero sí una considerable media hora. Treinta minutos de sólo respirarla, de sentirla contra su cuerpo sin importar lo que ella ordenara.
— ¿No lo dirás de nuevo? —preguntó al cabo de ese tiempo, con la inseguridad de un niño perdido. Levantó la mirada sólo un poco y la observó con ferviente interés.— ¿Lo ocultarás para la eternidad, Sky? Si es así, al menos déjame decirte... al menos tu también escucha... —tomó su rostro, lo acunó entre sus manos y depositó un beso detrás de su oreja antes de susurrar:— También te amo, lo suficiente para quedarme a tu lado tanto tiempo. Lo suficiente para no haber muerto todavía. Lo... —pero no pudo continuar. En su desesperación, un dolor intenso lo arrastró al suelo, en el que quedó hincado frente a las faldas de la mujer. La sed ya no sólo era dolor, sino también mareo y demencia. Y la demencia del amor, además, ya lo tenía bastante maltrecho.
Dios, tenía tanta sed. ¿Era su imaginación o ella estaba más hermosa de lo normal? Con esos nervios palpitantes y los ojos temblorosos que se movían de un lado al otro como colibrís. Se sentó tan tranquilo sobre la cama como un león enjaulado, con la tensión marcando el traje oscuro y algunas líneas de impaciencia en el rostro. "Habla ya, mujer", quería decir. Ciertamente, no tenía esperanzas de que ella se apiadara de él. Lo había olvidado ya hacía tantos años que su mayor ilusión era no perderle de vista. Por unos instantes, creyó que la dejaría ahí varada, sola en medio de la habitación de un hotel, sólo para buscar la sangre de un botones. Pero soportó la sed un poco más sólo cuando ella pronunció esas palabras.
"Amor mío". Esas que alguna vez creyó oír de sus labios cuando el placer los consumía en fuego. Esas que sólo imaginaba en malvadas fantasías. Levantó la mirada inquisitiva hacia ella y una ola de rabia lo poseyó. No la dejaría mentir. ¡No la dejaría herirlo más! Ay, quien fuera esa mujer de dulces labios y desgarradora mirada, de cuerpo de diosa y deseos de vampiro. Pero era sádica, casi cruel con él. Lo tomaba y lo dejaba y ahora le decía eso. Se levantó como un resorte y se acercó sin importar que ella prefiriera la distancia. Al diablo con eso.
— Sky... si vas a mentirme... —comenzó en tono de amenaza. Pero se trataba de la ira de un animal acorralado, de quien no ve salida a su tormento. No quería lastimarla, ni verla en las profundidades del Averno. Ella siguió hablando, confesando lo que él ni en sueños había sospechado. Si no supiera que su corazón había dejado de latir, pensaría que estaba sufriendo un ataque. Abrió los ojos con sorpresa, la miró con desconcierto. ¿De verdad mentía? Se veía demasiado tímida para eso.— Aguarda... —rogó, pero ella no era tan benevolente.
No esperó. Lo besó y dijo al fin lo que de verdad podía matar a ese hombre. Sintió que tambaleaba como un ebrio por las calles de París. Tomó sus hombros, quizás para sentirla mejor o sólo para mantener el equilibrio. ¡Maldita fuera su suerte! Quería besarla hasta dejarla sin sentido, y saborear sus labios como nunca lo había hecho. Pero no podía, porque de hacerlo, volverían a los viejos hábitos y esas palabras recobrarían un sentido meramente físico. Se obligó a guardar la calma y pasarse una mano por el cabello cada vez más oscuro. De pronto la abrazó con fuerza y escondió el rostro en la curva de su cuello, como si pudiera pasar ahí la eternidad bebiendo de su aroma. Pasó ahí mucho tiempo, no años ni días pero sí una considerable media hora. Treinta minutos de sólo respirarla, de sentirla contra su cuerpo sin importar lo que ella ordenara.
— ¿No lo dirás de nuevo? —preguntó al cabo de ese tiempo, con la inseguridad de un niño perdido. Levantó la mirada sólo un poco y la observó con ferviente interés.— ¿Lo ocultarás para la eternidad, Sky? Si es así, al menos déjame decirte... al menos tu también escucha... —tomó su rostro, lo acunó entre sus manos y depositó un beso detrás de su oreja antes de susurrar:— También te amo, lo suficiente para quedarme a tu lado tanto tiempo. Lo suficiente para no haber muerto todavía. Lo... —pero no pudo continuar. En su desesperación, un dolor intenso lo arrastró al suelo, en el que quedó hincado frente a las faldas de la mujer. La sed ya no sólo era dolor, sino también mareo y demencia. Y la demencia del amor, además, ya lo tenía bastante maltrecho.
Apolo Njörðr Oliviera- Vampiro Clase Media
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Re: Respira [Privado]
Do I wanna know if this feeling flows both ways?
Skaði alzó una de sus manos y enterró los dedos en el suave cabello de su hombre. Su hombre. Con las letras correctas y el sentimiento legitimo de pertenencia. La anterior vida de esclavo tiene que llegar a su fin, deben verse como iguales, sentirse de ese modo y mirarse a los ojos directamente para poder hablar todo lo que han callado. Pero el cambio no puede ser precisamente ahora porque justo ahora agradece ese silencio obligado que Apolo impone cuando la abraza. Ella lo sostiene ahí y sigue con las caricias en su nuca, acunándolo como hacía con sus hijos pese a que en cierto modo es ella quien siente que ha nacido nuevamente al revelar su verdad. Su cuerpo tiembla, cree que debería ser alzada como hacen con los niños cuando tienen miedo y además cargada para ir a un lugar seguro. ¿Qué lugar más seguro que sus brazos? Sus labios quizás, pero debe esperar para poder besarlo, todo es demasiado confuso. – Yo… – quiere decirlo de nuevo, pero él la toma del rostro, la observa, parece beber de ella sólo con su mirada y se queda muda, sin poder soltar alguna palabra por los segundos que dura el sonido de su voz. Maldito Njörðr. ¿Cómo es que dice justo lo que ella tanto deseaba oír? Él también la ama y ella sonríe y cuando lo hace se siente completa, pero sólo hasta que todo se interrumpe.
Las rodillas de Sky tocan el piso pero lo hacen por motivos distintos. No está elevando una oración a sus dioses aunque cree que debería, pero no tiene la fuerza suficiente para reconocer su miedo, el temor de que todo se caiga como lo haría un castillo de naipes. Las bases son frágiles y las revelaciones recientes. ¿Quién le asegura que no cambiará de opinión? Porque puede pensarlo un poco más y darse cuenta que ella no es lo que quiere. Y lo que más teme podría hacerse realidad. Podría perderlo y esta vez para siempre. El rostro de su Apolo se contrae en una mueca que ella conoce perfectamente y que le recuerda a esos primeros momentos en que él aceptaba la vida eterna que ella le regaló. Durante muchas noches se dedicó a buscar a las muchachas de mejor salud, las más aptas para lo que necesita y además vírgenes, porque de aquellas debe alimentarse para obtener lo mejor y superar aquel proceso del modo más óptimo. Era ella quien siempre vigilaba que todo se hiciera como correspondía y que el intercambio fuera sólo de sangre, ya que para lo demás no buscaría a otras. Es sólo Skaði quien debe saciar las necesidades del cuerpo de su esclavo y ahora es ella quien con sus propios dientes abre su muñeca y se la ofrece a quien desea se convierta en su pareja. — ¿Por qué no te has alimentado? ¿Por qué esperaste tanto? Bebe, mi amor… bebe… —
Y vuelve a llamarlo de ese modo aunque creyó que la primera vez sólo era un hecho aislado. Cuando acerca la herida sangrante a los labios de Apolo le gustaría poder besarlo, tocar su boca y ser ella quien beba de ellos, de sus besos y no tener que recurrir a este recurso para mantenerlo cuerdo, para que pueda seguir viviendo. Porque lo que ella hace desde que está con él es vivir, pese a que su corazón no lata, pese a que no tenga vida. Ahora vive y siente que antes sólo sobrevivía cada día para poder encontrarlo. — Tienes que beber de mí, tienes que hacerlo porque te necesito a mi lado, en mi vida. — Toma su cabeza y lo acerca, lo obliga a separar los labios y no desperdiciar ni una gota de lo que ella puede otorgarle. No le importa comenzar a sentirse débil siempre que pueda tenerlo con los dedos rodeándole el brazo para que no se aleje. — No te detengas, me alimenté recién, sólo recupérate… — y con la mano libre le acaricia las hebras desordenadas de su cabello, a ratos lo siente como un niño a quien debe cuidar mientras está enfermo, tal como lo hacía con sus hijos. Siglos han pasado de eso, el rostro de Apolo toma algo de color, la esperanza vuelve a su cuerpo y aunque nunca existió la posibilidad de que pudiera morir lo sintió de ese modo. ¿Siempre será así? ¿Siempre tendrá el miedo a que él pueda irse de cualquier forma? Tal vez es así como se siente el amor y no como antes, lo que pudo sentir antes era sólo una fantasía de lo que realmente ahora conoce.
Las rodillas de Sky tocan el piso pero lo hacen por motivos distintos. No está elevando una oración a sus dioses aunque cree que debería, pero no tiene la fuerza suficiente para reconocer su miedo, el temor de que todo se caiga como lo haría un castillo de naipes. Las bases son frágiles y las revelaciones recientes. ¿Quién le asegura que no cambiará de opinión? Porque puede pensarlo un poco más y darse cuenta que ella no es lo que quiere. Y lo que más teme podría hacerse realidad. Podría perderlo y esta vez para siempre. El rostro de su Apolo se contrae en una mueca que ella conoce perfectamente y que le recuerda a esos primeros momentos en que él aceptaba la vida eterna que ella le regaló. Durante muchas noches se dedicó a buscar a las muchachas de mejor salud, las más aptas para lo que necesita y además vírgenes, porque de aquellas debe alimentarse para obtener lo mejor y superar aquel proceso del modo más óptimo. Era ella quien siempre vigilaba que todo se hiciera como correspondía y que el intercambio fuera sólo de sangre, ya que para lo demás no buscaría a otras. Es sólo Skaði quien debe saciar las necesidades del cuerpo de su esclavo y ahora es ella quien con sus propios dientes abre su muñeca y se la ofrece a quien desea se convierta en su pareja. — ¿Por qué no te has alimentado? ¿Por qué esperaste tanto? Bebe, mi amor… bebe… —
Y vuelve a llamarlo de ese modo aunque creyó que la primera vez sólo era un hecho aislado. Cuando acerca la herida sangrante a los labios de Apolo le gustaría poder besarlo, tocar su boca y ser ella quien beba de ellos, de sus besos y no tener que recurrir a este recurso para mantenerlo cuerdo, para que pueda seguir viviendo. Porque lo que ella hace desde que está con él es vivir, pese a que su corazón no lata, pese a que no tenga vida. Ahora vive y siente que antes sólo sobrevivía cada día para poder encontrarlo. — Tienes que beber de mí, tienes que hacerlo porque te necesito a mi lado, en mi vida. — Toma su cabeza y lo acerca, lo obliga a separar los labios y no desperdiciar ni una gota de lo que ella puede otorgarle. No le importa comenzar a sentirse débil siempre que pueda tenerlo con los dedos rodeándole el brazo para que no se aleje. — No te detengas, me alimenté recién, sólo recupérate… — y con la mano libre le acaricia las hebras desordenadas de su cabello, a ratos lo siente como un niño a quien debe cuidar mientras está enfermo, tal como lo hacía con sus hijos. Siglos han pasado de eso, el rostro de Apolo toma algo de color, la esperanza vuelve a su cuerpo y aunque nunca existió la posibilidad de que pudiera morir lo sintió de ese modo. ¿Siempre será así? ¿Siempre tendrá el miedo a que él pueda irse de cualquier forma? Tal vez es así como se siente el amor y no como antes, lo que pudo sentir antes era sólo una fantasía de lo que realmente ahora conoce.
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
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Re: Respira [Privado]
Las consecuencias de ser un hombre orgulloso podían ser amargas como una larga soledad, o desgarradoras como lo lo era entonces aquella sed que no podía saciarse con vino. Pues antes de la entrada de la vampiresa, antes de que sus palabras clavaran en los hombros de Apolo una nueva cadena al mundo terrenal, las botellas de su propia vinatería intentaban cumplir la tarea de emborracharlo, de hacerle perder el sentido. Pero todo era inútil. Las penas de los inmortales siempre solían ser más pesadas que las de los humanos, pues eran pocas las cosas que podían hacerles calmar aquel dolor. Para ese hombre, al que la barba ya se asomaba y su atuendo estaba arrugado, sólo existía un antídoto. Labios rojos, ojos azules. El sabor de la sangre que no podría mantenerlo con vida, pero que le darían la voluntad para intentarlo.
Rescató de su consciencia la voz de Sky, voz que se quedaría con él un rato y que pronunciaría una vez más palabras de amor. Quería suspirar. ¿Realmente sería aquella noche el inicio de una relación igualitaria? No lo sabía, ni siquiera lo sospechaba. Conocía a Skadi lo suficiente para saber que unas palabras podían tener el peso de mil hombres, pero nada sería definitivo hasta que siguieran sus vidas y pudieran enfrentar los retos que ésta les pusiera. Sí, aquel hombre orgulloso estaba dispuesto, pero del mismo modo, sabía que sus emociones nunca habían sido selectivas. Incluso con el dolor distorsionando la realidad, veía en su rostro un sentimiento tan intenso como el suyo propio. ¿Pero sería eso suficiente? Quería recurrir a toda su fuerza para destruir esa habitación de hotel, para descargar la frustración que cargaba sobre los hombros después de tanto tiempo. Quería poseerla y olvidar ahí todo lo demás.
Pero de hacerlo lo perdería todo.
— Sky, esta ha sido mi penitencia. —Le confesó con una mueca de dolor. Su cuerpo se estremeció de un modo violento cuando captó el olor de la sangre de su mujer. No, no pensaba con claridad. Se había vuelto loco desde el momento que ella lo confesó. Entonces debía decirlo, ¿no?— Mi abstinencia de ti ha sido más dura, pero la falta de sangre... deja una factura física... —Jadeaba, debía sostenerse de aquella vampiresa para no escapar del recinto y matar a cualquiera que se cruzara por su camino. Llevó una mano a los cabellos de la fémina, enterrando en ellos los dedos apasionados. Quería besarla. Y el mismo deseo carnal, se desenfrenó cuando probó una vez más la sangre de su propia creadora. Y ella le sostenía, era consciente de esto. Ni en el peor momento gustaba de admitir su vulnerabilidad, pero sólo con ella podía aceptar una ayuda semejante. Porque él también la necesitaba. Y la sangre que sentía recorrer su cuerpo ahora le confería cierto erotismo a sus temblores, cierta carga de tensión que sobrepasaba cualquier beso o caricia. A veces debía preguntarse si un vampiro podía amar más a una persona que al elixir de la vida.
Se separó al cabo de unos minutos, tosiendo y jadeando, reincorporándose a duras penas. No pretendía dejarla seca ni siquiera en ese momento. Al menos, no de sangre. La miró anonadado, como si acabara de despertar de una pesadilla. Su entrecejo se juntó, dando paso a una lenta recuperación de la realidad. Miró a la mujer que tenía al lado. Aquella a la que veía al despertar, luego de que sus instintos bajos le llamaran y le sometieran sin problemas. Acarició su rostro.
— Me tendrás a tu lado para siempre. —Le juró en voz baja, con los profundos ojos azules mirándola de cerca. De pronto sujetaba el rostro de la mujer con ambas manos, y se erguía sobre ella con un lento sentido de posesión.— Pero no puedo seguir encadenado de este modo... —Se acercó un poco más, enfatizando sus palabras.— Debo tomar de ti, lo mismo que tu tomas de mi. —Y sin mayores miramentos, con una mezcla de rabia y amor, besó su boca y mordió sus labios.
Rescató de su consciencia la voz de Sky, voz que se quedaría con él un rato y que pronunciaría una vez más palabras de amor. Quería suspirar. ¿Realmente sería aquella noche el inicio de una relación igualitaria? No lo sabía, ni siquiera lo sospechaba. Conocía a Skadi lo suficiente para saber que unas palabras podían tener el peso de mil hombres, pero nada sería definitivo hasta que siguieran sus vidas y pudieran enfrentar los retos que ésta les pusiera. Sí, aquel hombre orgulloso estaba dispuesto, pero del mismo modo, sabía que sus emociones nunca habían sido selectivas. Incluso con el dolor distorsionando la realidad, veía en su rostro un sentimiento tan intenso como el suyo propio. ¿Pero sería eso suficiente? Quería recurrir a toda su fuerza para destruir esa habitación de hotel, para descargar la frustración que cargaba sobre los hombros después de tanto tiempo. Quería poseerla y olvidar ahí todo lo demás.
Pero de hacerlo lo perdería todo.
— Sky, esta ha sido mi penitencia. —Le confesó con una mueca de dolor. Su cuerpo se estremeció de un modo violento cuando captó el olor de la sangre de su mujer. No, no pensaba con claridad. Se había vuelto loco desde el momento que ella lo confesó. Entonces debía decirlo, ¿no?— Mi abstinencia de ti ha sido más dura, pero la falta de sangre... deja una factura física... —Jadeaba, debía sostenerse de aquella vampiresa para no escapar del recinto y matar a cualquiera que se cruzara por su camino. Llevó una mano a los cabellos de la fémina, enterrando en ellos los dedos apasionados. Quería besarla. Y el mismo deseo carnal, se desenfrenó cuando probó una vez más la sangre de su propia creadora. Y ella le sostenía, era consciente de esto. Ni en el peor momento gustaba de admitir su vulnerabilidad, pero sólo con ella podía aceptar una ayuda semejante. Porque él también la necesitaba. Y la sangre que sentía recorrer su cuerpo ahora le confería cierto erotismo a sus temblores, cierta carga de tensión que sobrepasaba cualquier beso o caricia. A veces debía preguntarse si un vampiro podía amar más a una persona que al elixir de la vida.
Se separó al cabo de unos minutos, tosiendo y jadeando, reincorporándose a duras penas. No pretendía dejarla seca ni siquiera en ese momento. Al menos, no de sangre. La miró anonadado, como si acabara de despertar de una pesadilla. Su entrecejo se juntó, dando paso a una lenta recuperación de la realidad. Miró a la mujer que tenía al lado. Aquella a la que veía al despertar, luego de que sus instintos bajos le llamaran y le sometieran sin problemas. Acarició su rostro.
— Me tendrás a tu lado para siempre. —Le juró en voz baja, con los profundos ojos azules mirándola de cerca. De pronto sujetaba el rostro de la mujer con ambas manos, y se erguía sobre ella con un lento sentido de posesión.— Pero no puedo seguir encadenado de este modo... —Se acercó un poco más, enfatizando sus palabras.— Debo tomar de ti, lo mismo que tu tomas de mi. —Y sin mayores miramentos, con una mezcla de rabia y amor, besó su boca y mordió sus labios.
Apolo Njörðr Oliviera- Vampiro Clase Media
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Re: Respira [Privado]
Cuando Skaði dejó escapar un suspiro sonó como si un error hubiera salido de sus labios y no un simple gemido que esconde algo más. Se sintió acorralada por sus besos y al mismo tiempo prisionera de cada una de sus palabras. El problema, claro, radicaba en que aquella prisión sería su nuevo hogar y que la condena había sido tomada de forma voluntaria. ¿Podría quejarse? Nunca, sólo le quedaba continuar disfrutando del sabor metálico y salado del líquido que comparten, su propio líquido. La mezcla de sabores en su interior llamea como ese fuego al que tanto le temen los de su especie. Se está quemando desde adentro y el calor se expande hasta alcanzar la punta más distante de sus miembros y también el centro de su cuerpo que está pidiendo por algo distinto. Por él.
Poco a poco, Sky siente que aquella excitación no es sólo de su parte. ¿Cuánto más puede negarlo? ¿Por cuánto tiempo más puede retener que suceda lo que ambos saben sucederá? —Njörðr…— susurra contra su boca de la cual cae un hilo de sangre, de su propia sangre, —toma todo de mí hasta que dejes de dudar que soy tuya… maldita sea… —las palabrotas son las que acompañan el movimiento suave que le permite limpiar la piel de quien era su esclavo. ¿De qué modo debería tratarlo ahora? Está confundida pero intenta que su rostro no demuestre nada de eso. Ya tendrán tiempo después para complicarse con nombres, etiquetas y los detalles de una relación que cambiará porque ahora hay sentimientos dichos abiertamente de por medio. —No quiero que dudes que te amo porque ha sido así desde que te vi por primera vez… fue por eso que te elegí para que me acompañaras en la eternidad, esa vez fui yo quien te escogí pero necesito saber que ahora será diferente… —cierra los ojos un instante porque mirarlo sería traicionarse y volver a dejar que su cuerpo lleve el mando, —necesito que ahora seas tú quien me escoja, que elijas esta nueva vida juntos… no es necesario que respondas ahora, comprendo si tienes que pensarlo… —
La voz de la mujer se transforma en un susurro doloroso, no podría soportar el rechazo del único hombre que realmente ha amado durante todo lo que ha durado su vida. Porque lo que sintió antes no podría compararse con lo que ahora habita dentro de ella. ¿Por qué esperar entonces? El miedo que florece cuando lo mira a los ojos es la respuesta. Apolo tiene ahora todo el derecho a salir de esa habitación y dejarla a solas con sus ideas, con sus sentimientos, con el dolor de amar sin ser correspondida. No hay peor sensación que amar a quien finge amarte. —Dime la verdad mi amor, dime que lo que dijiste antes es cierto… no me mientas Apolo porque te conozco tan bien que sabré perfectamente si lo haces — y aunque no quiera, esa veta dura que mantenía como su dueña aparece aunque intenta esconderla a tiempo. Quizás no es lo suficientemente rápida, tal vez ahora sí lo ha arruinado todo.
Skaði da un paso atrás y se aleja, sólo lo hace su cuerpo pero nada más. —Njörðr — la imagen de hielo se triza de a poco hasta que se convierte en astillas y la deja más desnuda que nunca. Hay tantas cosas rondando su cabeza que si abre nuevamente la boca es probable que lo arruine todo al punto de perder lo poco que ha ganado diciendo la verdad. Los años no sirven de mucho cuando terminas sintiéndote como una chiquilla enamorada de todos modos. —Olvida todo lo que acabo de decir menos que te amo, olvida todo y sólo dime que estaremos juntos, que quieres estar conmigo y nunca más serás mi esclavo… —sus ojos se abren y lo mira atenta, sin querer perderse nada de lo que pueda suceder. Con dedos expertos suelta uniones en su vestuario sin saber por qué lo hace realmente, sólo es algo que necesita hacer. —Quiero ser yo tu esclava esta noche, déjame serlo… déjeme ser suya, mi Señor. — con una sutil reverencia baja la cabeza y espera.
Poco a poco, Sky siente que aquella excitación no es sólo de su parte. ¿Cuánto más puede negarlo? ¿Por cuánto tiempo más puede retener que suceda lo que ambos saben sucederá? —Njörðr…— susurra contra su boca de la cual cae un hilo de sangre, de su propia sangre, —toma todo de mí hasta que dejes de dudar que soy tuya… maldita sea… —las palabrotas son las que acompañan el movimiento suave que le permite limpiar la piel de quien era su esclavo. ¿De qué modo debería tratarlo ahora? Está confundida pero intenta que su rostro no demuestre nada de eso. Ya tendrán tiempo después para complicarse con nombres, etiquetas y los detalles de una relación que cambiará porque ahora hay sentimientos dichos abiertamente de por medio. —No quiero que dudes que te amo porque ha sido así desde que te vi por primera vez… fue por eso que te elegí para que me acompañaras en la eternidad, esa vez fui yo quien te escogí pero necesito saber que ahora será diferente… —cierra los ojos un instante porque mirarlo sería traicionarse y volver a dejar que su cuerpo lleve el mando, —necesito que ahora seas tú quien me escoja, que elijas esta nueva vida juntos… no es necesario que respondas ahora, comprendo si tienes que pensarlo… —
La voz de la mujer se transforma en un susurro doloroso, no podría soportar el rechazo del único hombre que realmente ha amado durante todo lo que ha durado su vida. Porque lo que sintió antes no podría compararse con lo que ahora habita dentro de ella. ¿Por qué esperar entonces? El miedo que florece cuando lo mira a los ojos es la respuesta. Apolo tiene ahora todo el derecho a salir de esa habitación y dejarla a solas con sus ideas, con sus sentimientos, con el dolor de amar sin ser correspondida. No hay peor sensación que amar a quien finge amarte. —Dime la verdad mi amor, dime que lo que dijiste antes es cierto… no me mientas Apolo porque te conozco tan bien que sabré perfectamente si lo haces — y aunque no quiera, esa veta dura que mantenía como su dueña aparece aunque intenta esconderla a tiempo. Quizás no es lo suficientemente rápida, tal vez ahora sí lo ha arruinado todo.
Skaði da un paso atrás y se aleja, sólo lo hace su cuerpo pero nada más. —Njörðr — la imagen de hielo se triza de a poco hasta que se convierte en astillas y la deja más desnuda que nunca. Hay tantas cosas rondando su cabeza que si abre nuevamente la boca es probable que lo arruine todo al punto de perder lo poco que ha ganado diciendo la verdad. Los años no sirven de mucho cuando terminas sintiéndote como una chiquilla enamorada de todos modos. —Olvida todo lo que acabo de decir menos que te amo, olvida todo y sólo dime que estaremos juntos, que quieres estar conmigo y nunca más serás mi esclavo… —sus ojos se abren y lo mira atenta, sin querer perderse nada de lo que pueda suceder. Con dedos expertos suelta uniones en su vestuario sin saber por qué lo hace realmente, sólo es algo que necesita hacer. —Quiero ser yo tu esclava esta noche, déjame serlo… déjeme ser suya, mi Señor. — con una sutil reverencia baja la cabeza y espera.
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
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Re: Respira [Privado]
Si no tomó toda su sangre hasta sentirse satisfecho, fue porque por primera vez el placer que dejaba el elixir vital para los vampiros no era suficiente. No era el modo de saciar su sed; porque su sed radicaba en una falta de afecto que durante más de un siglo lo agobió. No era más de lo que su "ama" había vivido, y sin embargo, él lo sentía como una eternidad. Una vida sin ella, cuando sólo podía acariciar su cuerpo y beber de sus orgasmos. Cuando no podía arrancarle las palabras que ahora ella le obsequiaba en bandeja de plata. Escucharla era el único modo de sentirse lleno. Por esto mismo decidió apartarse, dejar para después su cena y de éste modo no perder a su amada en su inminente debilidad. El vampiro, áspero como un papel de lija y desesperado como un miserable, comenzaba a sentir el calor de aquellos que ven un rayo de luz por la mañana, después de la tormenta más devastadora.
— Guardas en ti una inseguridad que refleja mis propios temores. —Le dijo, arriesgándose a la ira de la mujer a quien tanto tiempo idolatró como su diosa.— ¡Pídemelo, mujer! Reclama mi amor, reclama mis besos. Porque siempre fui tu esclavo, pero no de un modo obsceno ni vulgar. No fue para mi un juego ni una apuesta dura. —Sus ojos azules querían demostrar algo. La distancia entre ambos era apenas una vaga ilusión, pues nunca habían estado más cerca el uno del otro. Parecía todo tan simple, en una llana habitación de hotel, con un olor a sangre y vino impregnando la sala. Y ella, absolutamente preciosa a la luz de las velas, con el vestido rojo llameando y su piel tentándolo desde lejos. Y sabía, porque la conocía bastante bien, que Skadi estaba atenta a todo lo que sucedía entre ellos y sobre ellos. Sus palabras derretían el tosco ceño fruncido del vampiro, seduciéndolo de forma un poco cruel pero también muy dulce. Apolo suspiró, soltó el aire que retenía dentro y quiso rodearla con los brazos, pero se abstuvo.— No puedo jurarte que no seré tu esclavo, querida. —Susurró, acortando la distancia y sintiendo su cuerpo estremecerse por aquella insinuación tan atractiva.— Porque cada centímetro de tu cuerpo me reclama y tu alma, si tienes una y yo también, llama a la mía por las noches. Porque te amo tanto como tu a mi, y lo último que deseo ahora mismo es abandonarte.
El vampiro estaba, en palabras simples y humanas, bastante excitado. No era la excitación acostumbrada en noches donde su señora sentía un deseo de su calor, el cual pasaba una vez que llegaba el alba. No, era algo más imponente y permanente. La clase de deseo que marea y te vuelve loco. Con cuidado, el moreno levantó el rostro de la vampiresa y acarició sus pómulos con los dedos pulgares, apreciandola como si se tratara de la primera vez.
— Te amo. —Juró con voz grave y ronca, con una seguridad pasmosa. Depositó en sus labios un beso breve y tranquilo.— Te amo. —Repitió, y esta vez profundizó más el siguiente beso. Se apartó entonces unos centímetros para poder admirarla.— Dame esta noche lo que siempre he querido, Skadi. Dame tu cuerpo y tu alma. Dame un amanecer a tu lado.
— Guardas en ti una inseguridad que refleja mis propios temores. —Le dijo, arriesgándose a la ira de la mujer a quien tanto tiempo idolatró como su diosa.— ¡Pídemelo, mujer! Reclama mi amor, reclama mis besos. Porque siempre fui tu esclavo, pero no de un modo obsceno ni vulgar. No fue para mi un juego ni una apuesta dura. —Sus ojos azules querían demostrar algo. La distancia entre ambos era apenas una vaga ilusión, pues nunca habían estado más cerca el uno del otro. Parecía todo tan simple, en una llana habitación de hotel, con un olor a sangre y vino impregnando la sala. Y ella, absolutamente preciosa a la luz de las velas, con el vestido rojo llameando y su piel tentándolo desde lejos. Y sabía, porque la conocía bastante bien, que Skadi estaba atenta a todo lo que sucedía entre ellos y sobre ellos. Sus palabras derretían el tosco ceño fruncido del vampiro, seduciéndolo de forma un poco cruel pero también muy dulce. Apolo suspiró, soltó el aire que retenía dentro y quiso rodearla con los brazos, pero se abstuvo.— No puedo jurarte que no seré tu esclavo, querida. —Susurró, acortando la distancia y sintiendo su cuerpo estremecerse por aquella insinuación tan atractiva.— Porque cada centímetro de tu cuerpo me reclama y tu alma, si tienes una y yo también, llama a la mía por las noches. Porque te amo tanto como tu a mi, y lo último que deseo ahora mismo es abandonarte.
El vampiro estaba, en palabras simples y humanas, bastante excitado. No era la excitación acostumbrada en noches donde su señora sentía un deseo de su calor, el cual pasaba una vez que llegaba el alba. No, era algo más imponente y permanente. La clase de deseo que marea y te vuelve loco. Con cuidado, el moreno levantó el rostro de la vampiresa y acarició sus pómulos con los dedos pulgares, apreciandola como si se tratara de la primera vez.
— Te amo. —Juró con voz grave y ronca, con una seguridad pasmosa. Depositó en sus labios un beso breve y tranquilo.— Te amo. —Repitió, y esta vez profundizó más el siguiente beso. Se apartó entonces unos centímetros para poder admirarla.— Dame esta noche lo que siempre he querido, Skadi. Dame tu cuerpo y tu alma. Dame un amanecer a tu lado.
Apolo Njörðr Oliviera- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/11/2013
Re: Respira [Privado]
—Yo también te amo…— de algún modo, la seguridad que reflejaban las palabras de Apolo no se encontró en las que Skaði ahora pronuncia. Está claro que ella lo ama, lo ha dicho tantas veces, pero desde que él correspondió a sus sentimientos se asentó entonces un miedo profundo que logra que sus dedos tiemblen mientras lo besa de un modo que antes no lo ha hecho. Lo ha escuchado con claridad, incluso cuando habla casi sobre sus labios, cuando sus alientos se mezclan como dos elementos químicos que pueden hacer combustión con rapidez. Ni siquiera ahí pudo cerrar sus oídos a todos esos te amo que planea volver a escuchar a la mañana siguiente. La sonrisa de Sky es incluso tímida y nerviosa, como una que nunca ha mostrado antes.
Los movimientos de la mujer son torpes después de aquel último beso, las piernas también le tiemblan y no es debido a la falta de sangre. Pero finalmente logra desnudarse por completo, quedar tan expuesta a él que incluso sea capaz de mirar en sus ojos todas las verdades que no quiere decir aún. Porque tiene tanto miedo de que alguien venga y le diga que en realidad todo fue una broma cruel del destino por intentar burlarse de él al querer vivir eternamente. Algún día pagará el precio por buscar una felicidad que no se termina, pero quizás su existencia está predestinada a estar llena de una oscuridad que no posee espacios para la luz; y estos momentos de alegría no son más que una tregua que la muerte le ha dado. Todo para dar espacio a más oscuridad, aún más.
—Hubiera preferido que esto sucediera en nuestro hogar, que nuestra primera noche real juntos no fuera en una habitación de hotel como si fuéramos un par de desconocidos… —volvió a acercarse a él y lo abrazó con tanta fuerza que incluso soltó una pequeña risa antes de que él pudiera quejarse. —Te amo para una eternidad que estará marcada por momentos como este, por amaneceres que sólo nos pertenecerán a nosotros… por noches que nunca más terminarán cuando se termine el sexo… porque desde ahora en adelante quiero hacer el amor contigo, algo que nunca antes hice… —todas esas palabras las susurra en el oído de Apolo, no siendo capaz de alzar la voz por miedo a que alguien más escuche esas revelaciones y le arrebate la esperanza de futuro que posee.
Skaði vuelve a besarlo otra vez y ahora busca poder quitarle también toda la ropa. Es desesperación lo que encuentra a medida que suelta cada botón. Porque lo desea, porque decir en voz alta que quiere hacerle el amor produjo un ardor entre sus piernas que nada se parece a lo que antes pudo haber sentido. El centro de la mujer se caliente por la excitación del placer que se acerca. Es como poner las manos al fuego tan cerca de la llama que es capaz de quemarse por el sólo hecho de poder controlar cuando quitarlas. —Únete a mí en este amanecer y en todos los que vendrán… buscaremos un nuevo hogar para vivir juntos, para estar juntos uno al lado del otro… nunca más separados, nunca más permitas que mis ojos dejen de mirar en los tuyos cuando el sol aparezca. —
Los movimientos de la mujer son torpes después de aquel último beso, las piernas también le tiemblan y no es debido a la falta de sangre. Pero finalmente logra desnudarse por completo, quedar tan expuesta a él que incluso sea capaz de mirar en sus ojos todas las verdades que no quiere decir aún. Porque tiene tanto miedo de que alguien venga y le diga que en realidad todo fue una broma cruel del destino por intentar burlarse de él al querer vivir eternamente. Algún día pagará el precio por buscar una felicidad que no se termina, pero quizás su existencia está predestinada a estar llena de una oscuridad que no posee espacios para la luz; y estos momentos de alegría no son más que una tregua que la muerte le ha dado. Todo para dar espacio a más oscuridad, aún más.
—Hubiera preferido que esto sucediera en nuestro hogar, que nuestra primera noche real juntos no fuera en una habitación de hotel como si fuéramos un par de desconocidos… —volvió a acercarse a él y lo abrazó con tanta fuerza que incluso soltó una pequeña risa antes de que él pudiera quejarse. —Te amo para una eternidad que estará marcada por momentos como este, por amaneceres que sólo nos pertenecerán a nosotros… por noches que nunca más terminarán cuando se termine el sexo… porque desde ahora en adelante quiero hacer el amor contigo, algo que nunca antes hice… —todas esas palabras las susurra en el oído de Apolo, no siendo capaz de alzar la voz por miedo a que alguien más escuche esas revelaciones y le arrebate la esperanza de futuro que posee.
Skaði vuelve a besarlo otra vez y ahora busca poder quitarle también toda la ropa. Es desesperación lo que encuentra a medida que suelta cada botón. Porque lo desea, porque decir en voz alta que quiere hacerle el amor produjo un ardor entre sus piernas que nada se parece a lo que antes pudo haber sentido. El centro de la mujer se caliente por la excitación del placer que se acerca. Es como poner las manos al fuego tan cerca de la llama que es capaz de quemarse por el sólo hecho de poder controlar cuando quitarlas. —Únete a mí en este amanecer y en todos los que vendrán… buscaremos un nuevo hogar para vivir juntos, para estar juntos uno al lado del otro… nunca más separados, nunca más permitas que mis ojos dejen de mirar en los tuyos cuando el sol aparezca. —
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/10/2012
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Re: Respira [Privado]
Aunque las ansias de la vampiresa podían sentirse a través de la ropa, relamiendo su propio cuerpo con una fuerte descarga eléctrica, sus palabras la hicieron reír por lo bajo. Algo lo estaba llenando. Se trataba de un calor tan natural en el pecho, que provocaba reír y llorar y gemir contra su hombro, el cual deseaba morder una vez más, porque por primera vez en mucho tiempo, Skadi lo estaba haciendo hombre. No vampiro, no un muerto andante, sino un hombre de carne y hueso, capa de sentir y amar. Aunque eran referencias románticas que él jamás entonaría en voz alta, podía expresarlo a base de caricias. Quería pintar cientos de dibujos invisibles sobre la piel desnuda de esa mujer; mujer que era más perfecta que Afrodita, que la mismísima Démeter. Encomendaba a los dioses de su padre su alma, pues ésta ahora formaba parte de un espiral incontrolable. Y mientras, los dioses de su madre, aquellos que formaban parte de la historia de su amada... no debían oírlos.
Ellos eran más crueles, si es que era eso posible, y no quería ver el sol a través de un sueño desmoronado. Quería tenerla con él en la noche, en el día, en la oscuridad. La tomó del a cintura, disfrutando el tacto como pocas veces se había permitido disfrutar. La miró embelesado a los ojos, aunque sus manos recorrían cada centímetro de su carne. La arrastró hasta la cama, sentándose a la orilla y abriendo la boca a su sabor. Su beso tenía impregnada su dulzura, su tenácidad. Abarcó su rostro y su cuello con las manos, profundizando aquella deliciosa unión.
Cuando se separaron, y escuchó sus plegarias, asintió como un loco frente a una diosa. La necesitaba tanto...
— No es el modo. —Le confesó al oído cuando la sentó sobre sus piernas, cuando la incitó a sentir su erección atrapada por el pantalón.— Tienes razón, mejor hubiera sido estar en casa. Pero ahora mismo te pide mi cuerpo y mi alma. Ver tus ojos lacrimosos mientras te hago mía por primera vez es lo que necesito, o sino moriré. —Sentenció.
Cuan exagerado podía ser el hombre que Skadi encontró cien años atrás. Cuan poco había cambiado. Pero si de algo estaba seguro, es que todo lo dicho esa noche era verdad. Y la amaría, así fuera en su casa o en la habitación de un hotel.
— Empecemos entonces, cariño. —Le susurró sobre la piel de su cuello, con los pulgares rozando la suave seda que eran sus pechos. Aquella posición era tortuosa, pero la locura la había superado hacía unas horas. Estaba más cuerdo que nunca, cuando regó sobre su hombro una multitud de besos y mordidas lujuriosas. Una de sus manos se deslizó por su vientre e indagó entre sus piernas, sintiendo aquel calor infernal.
Ellos eran más crueles, si es que era eso posible, y no quería ver el sol a través de un sueño desmoronado. Quería tenerla con él en la noche, en el día, en la oscuridad. La tomó del a cintura, disfrutando el tacto como pocas veces se había permitido disfrutar. La miró embelesado a los ojos, aunque sus manos recorrían cada centímetro de su carne. La arrastró hasta la cama, sentándose a la orilla y abriendo la boca a su sabor. Su beso tenía impregnada su dulzura, su tenácidad. Abarcó su rostro y su cuello con las manos, profundizando aquella deliciosa unión.
Cuando se separaron, y escuchó sus plegarias, asintió como un loco frente a una diosa. La necesitaba tanto...
— No es el modo. —Le confesó al oído cuando la sentó sobre sus piernas, cuando la incitó a sentir su erección atrapada por el pantalón.— Tienes razón, mejor hubiera sido estar en casa. Pero ahora mismo te pide mi cuerpo y mi alma. Ver tus ojos lacrimosos mientras te hago mía por primera vez es lo que necesito, o sino moriré. —Sentenció.
Cuan exagerado podía ser el hombre que Skadi encontró cien años atrás. Cuan poco había cambiado. Pero si de algo estaba seguro, es que todo lo dicho esa noche era verdad. Y la amaría, así fuera en su casa o en la habitación de un hotel.
— Empecemos entonces, cariño. —Le susurró sobre la piel de su cuello, con los pulgares rozando la suave seda que eran sus pechos. Aquella posición era tortuosa, pero la locura la había superado hacía unas horas. Estaba más cuerdo que nunca, cuando regó sobre su hombro una multitud de besos y mordidas lujuriosas. Una de sus manos se deslizó por su vientre e indagó entre sus piernas, sintiendo aquel calor infernal.
Apolo Njörðr Oliviera- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 21/11/2013
Re: Respira [Privado]
Apolo tiene el nombre del sol y como tal sus palabras van calentándola apenas la tocan. Se meten bajo su piel y le queman. Sky no es capaz de sentir el calor real pero éste es aún más intenso. Le quita la inexistente respiración y consigue que cierre los ojos lentamente, como si se resistiera a perderse algún detalle de lo que ambos están haciendo. La boca de su hombre es segura, la conoce, sabe dónde tocarla, dónde y cómo hablarle, su Njörðr le hace promesas que sabe podrá cumplir y la idea de la eternidad no parece una broma cruel que pueda atormentarla.
Se deja caer sobre la cama y sus piernas tiemblan mientras él las recorre, lo siente en la quietud de su cuello y es justo ahí cuando un gemido traicionero la abandona. Cae rápido en su hechizo porque está dispuesta a ser quien ayude a pronunciar las palabras para aquel conjuro. Apolo la toca con devoción y aquello sólo logra que todo en ella se encienda aún más. Skaði se remueve inquieta en un intento inútil de encontrar algo de paz proveniente del placer pero su cabeza sin claridad no es capaz de idear algún plan como los que solía tener siempre en mente. Antes, cuando nada de la verdad era dicha pese a estar presente como un animal inmenso y visible, antes a esta altura de la jornada ya sabría qué hacer y qué pedirle.
Ahora simplemente siente que sus colmillos se extienden y la piel entre sus piernas está cada vez más húmeda.
—¿Qué harás conmigo, amor mío? ¿Dónde me llevarás? ¿Dónde me dejarás caer? — para otros aquellas preguntas pueden no tener sentido, pero es ella más que nadie que sabe lo que un dios como él es capaz de hacer. Cuando lo bautizaron con ese nombre debieron también saber que sería algo que podría traer problemas. Cuando ella volvió a bautizarlo usando el nombre de otro dios, esperaba encontrar esos problemas. Esperaba de él sólo sentir su cuerpo cerca al final de cada día. Esperaba en lo más interior de su ser encontrar lo que ni siquiera sabía estaba buscando.
Skaði bajó la mirada al bulto creciente de sus pantalones, rogó con la mirada para que dejara en libertad esa erección evidente. Sus ruegos eran en silencio, escondidos de los oídos de quien podría torturarla sin piedad. —Desnúdate… —la orden disfrazada de petición abandonó su boca en un susurro suave apenas perceptible. Podría haber usado un tono como los que anteriormente usaba pero sería ilógico. Si antes se sintió dueña del poder que su sumisión le otorgaba era porque siempre estuvo ciega. Apolo siempre ha sido quien ha dominado el corazón de Sky y también entre sus piernas.
—Te necesito, amor mío…
Se deja caer sobre la cama y sus piernas tiemblan mientras él las recorre, lo siente en la quietud de su cuello y es justo ahí cuando un gemido traicionero la abandona. Cae rápido en su hechizo porque está dispuesta a ser quien ayude a pronunciar las palabras para aquel conjuro. Apolo la toca con devoción y aquello sólo logra que todo en ella se encienda aún más. Skaði se remueve inquieta en un intento inútil de encontrar algo de paz proveniente del placer pero su cabeza sin claridad no es capaz de idear algún plan como los que solía tener siempre en mente. Antes, cuando nada de la verdad era dicha pese a estar presente como un animal inmenso y visible, antes a esta altura de la jornada ya sabría qué hacer y qué pedirle.
Ahora simplemente siente que sus colmillos se extienden y la piel entre sus piernas está cada vez más húmeda.
—¿Qué harás conmigo, amor mío? ¿Dónde me llevarás? ¿Dónde me dejarás caer? — para otros aquellas preguntas pueden no tener sentido, pero es ella más que nadie que sabe lo que un dios como él es capaz de hacer. Cuando lo bautizaron con ese nombre debieron también saber que sería algo que podría traer problemas. Cuando ella volvió a bautizarlo usando el nombre de otro dios, esperaba encontrar esos problemas. Esperaba de él sólo sentir su cuerpo cerca al final de cada día. Esperaba en lo más interior de su ser encontrar lo que ni siquiera sabía estaba buscando.
Skaði bajó la mirada al bulto creciente de sus pantalones, rogó con la mirada para que dejara en libertad esa erección evidente. Sus ruegos eran en silencio, escondidos de los oídos de quien podría torturarla sin piedad. —Desnúdate… —la orden disfrazada de petición abandonó su boca en un susurro suave apenas perceptible. Podría haber usado un tono como los que anteriormente usaba pero sería ilógico. Si antes se sintió dueña del poder que su sumisión le otorgaba era porque siempre estuvo ciega. Apolo siempre ha sido quien ha dominado el corazón de Sky y también entre sus piernas.
—Te necesito, amor mío…
Skaði Sjöfn- Vampiro Clase Alta
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