Take for two ||Privado

La familia Bourgeois se caracterizaba por haberse dedicado a la cacería de sobrenaturales desde hacía ya muchas generaciones atrás, aprender dicho oficio era casi una obligación dentro del grupo familiar y esto incluía tanto a hombres como mujeres, no había distinción de género. Todo Bourgeois hecho y derecho debía ser cazador. Era una ley que pocos podían rechazar, aunque no está de más decir que en los recovecos más oscuros de la familia, se ocultara algún sobrenatural o alguien con habilidades poco comunes. A veces esto resultaba un completo misterio hasta para la misma Odette, la nieta favorita del líder de los Bourgeois. Su abuelo era un hombre, que a pesar de su edad, se mantenía activo y con una fortaleza que muchos envidiarían; por mucho, este señor mantenía los negocios del linaje intactos y había acogido entre los suyos a jóvenes como Alaric, al que crió como un nieto más, entrenándolo igualmente en el oficio de cazador.

Odette había tenido alguno que otro contacto con Alaric, en especial cuando ella estaba en su etapa de entrenamiento, poco después de que su casi hermano, Frederic, decidiera marcharse de la casa para salir adelante con su madre. A diferencia de Frederic, Alaric era, digamos, un tanto más enfocado en su oficio. Tal vez esto se debía que desde chico estuvo al lado del jefe familiar, al que el cazador sólo llamaba por señor B o sólo "B", era como un código el cual Odette no terminaba entender del todo, pero no era como si le prestara mucha atención.

La mujer vivía en París desde que tenía uso de razón, sin embargo, su abuelo y otros familiares, se mantenían en otra ciudad aledaña a la suya. De vez en cuando iba a visitarlos, pero ahora que era una cazadora con suficiente preparación, no veía la necesidad de trasladarse continuamente a otro lugar. Algunas misiones importantes le llegaban a través de misivas, elaboradas minuciosamente en un código al cual, sólo los Bourgeois podían acceder. Hacía mucho tiempo que no veía a Alaric, pero bien sabía que éste se encontraba en la capital francesa y que por razones profesionales debían encontrase. Odette, al ser prácticamente una representante directa de su abuelo en París, debía revisar cierta documentación concerniente a las misiones ejecutadas ahí. Ella no estaba pasando por el mejor momento, sin embargo, tenía la obligación de cumplir con sus deberes.

Sabía, por los rumores que le llegaron, que Alaric estaba detrás de una hechicera, esto dejó un mal sabor de boca en Odette, pues ella actualmente estaba a punto de adoptar bajo su regazo a una pequeña niña que había nacido siendo una bruja. Sin embargo, la cazadora no descartaba la posibilidad que aquella tierna criaturita usara sus poderes para el bien de otros y no para lastimar a nadie. Con el entrenamiento adecuado, lo haría, por ello quería alejarla del cambiante que decía ser su poder. Una historia que Odette no quería recordar, no en ese instante. Debía acudir a una cita con Alaric, aunque estaba indispuesta, prefería no levantar sospechas en lo absoluto, así que sin más, se dirigió al lugar en donde se había pautado la reunión.

Se dirigió a la zona comercial sin demasiada prisa, la mañana no se veía tan radiante como las de verano, quizás porque el invierno empezaba a apoderarse lentamente de la ciudad. No le llevó mucho tiempo en hallar a Alaric, de seguro, estaría comiendo en alguno de los sitios que se disponían en determinadas áreas del lugar. Lo vio sentado en una de las mesas de los pequeños restaurantes y antes que nada, se dirigió de inmediato a donde estaba.

—Bonjour —dijo al estar frente a Alaric. Le observó y dejando al lado las formalidades, se sentó en una de las sillas—. No fue nada difícil encontrarte, pero bueno, eso es lo de menos. ¿Qué tal estás? ¿Ha estado todo bien?

Odette no era la única favorita para el líder de la familia; desde el primer momento en que su abuelo se fijó en las cualidades de Alaric, no pudo ocultar el orgullo que sentía al tener a alguien como él siendo parte de los Bourgeois. No era mayor problema para Odette, también se alegraba de que el clan tuviera los mejores cazadores de su parte, pues eso les daba grandes ventajas a la hora de cumplir con sus labores y más siendo personas tan tradicionales y conservadoras. Tal y como el cabecilla de la familia, Alaric era demasiado dedicado a su trabajo, se tomaba bastante en serio sus responsabilidades e incluso más que Odette. Pero esto no significaba que estuvieran compitiendo por demostrar quien era el mejor, muy al contrario, ambos sabían reconocer las habilidades de los otros, aunque, Alaric solía ser alguien complicado la gran mayoría de las veces, por lo que la nieta favorita de Mister B, prefería aislarse en sus propios asuntos.

Ella había decidido estar en París, formar su vida ahí, dedicarse de lleno a sus deberes y continuar con las costumbres familiares. Sólo que esta vez había algo que la estaba distrayendo más de lo necesario y eso podría traerle algunos inconvenientes con los demás familiares. Pero eso era algo que no iba a permitir tan fácilmente, alguna solución tenía que encontrar y lo haría. Se estaba esforzando de que así fuera. Era la representante directa de su abuelo y no podía traicionar su confianza.

El sitio escogido no era de su agrado, hubiera preferido que la reunión fuera en otro lugar, mucho más privado. Odette no estaba con el mejor humor ese día y con todos los problemas que se le venían encima, ni siquiera tenía ganas de aceptar la cita de Alaric. Pero no podía negarse, no tenía buenas excusas para hacerlo y la única alternativa que tenía, era resignarse a reunirse con el cazador. Tratarían asuntos varios con respecto a las misiones, también se incluía el hecho de que, además, debía soportar sus comentarios poco sutiles, como el que hizo cuando Odette estuvo finalmente en el lugar pautado. Odette prefirió pasar por alto aquellas palabras, restándoles importancia, pues así solía ser Alaric, ¿qué más podía hacer?

—Interesante comentario. Pero aquí no estoy tratando con algún enemigo, ni mucho menos una presa. Al menos de que te consideres como tal —dijo al momento en que se acomodaba en su silla y tomaba la carta de la mesa—. ¿Chamuscado? —Inquirió al levantar la mirada y tras haber pedido un café, cuando el mesero se les acercó para tomar su orden—. Bien, déjame entender mejor, ¿me estás diciendo que esa quemadura te la hizo una bruja? Pero... ¿Cómo es posible? —Se quedó observando la marca en la piel de su compañero sin poder creer lo que escuchaba y definitivamente no estaba bien y menos ahora—. Alaric, ¿no la hiciste molestar con algo? No todas las brujas suelen actuar precipitadamente, al menos que las provoquen. Nuestra familia también cuenta con un par de hechiceros y bueno, sé de buena fe que no son tan "precipitados". Aunque a veces sus poderes pueden acarrearles problemas. Además, no es para que te obsesiones con la idea de cazar brujas, no somos inquisidores.

Una corriente de aire frío le recorrió la espalda, en definitiva, por las palabras de Alaric y por su obsesión por acabar con los hechiceros, Odette temía por sus propias acciones. ¡Ella estaba a cargo de una pequeña hechicera! Eso era algo que debía mantener en secreto, no podía arriesgar a la pequeña de esa manera. La cazadora no la estaba pasando bien, pero a diferencia de su interior, que parecía un mar en plena tempestad, su semblante se mantuvo rígido, como de costumbre.

—¿Yo? Bueno, digamos que bien, con un poco más de trabajo que antes. Pero nada con lo que no pueda lidiar; he estado tras algunos cambiantes y también he prestado ayuda en el orfanato y en el albergue de la ciudad —tomó su taza de café y removió la azúcar que había agregado—. No puedo mantenerme sin hacer nada demasiado tiempo. Ya sabes, no es el estilo de los Bourgeois. Pero, en fin... ¿Por qué te preocupan tanto las hechiceras? Antes no solías estar tan interesado.

Ambos eran completamente diferentes, y también, poco se contactaban entre sí. A pesar de pertenecer a la misma familia, Odette y Alaric no eran muy cercanos. Su abuelo era quien se encargaba de dirigir a Alaric, y por ende, éste solía mantenerse distante de los demás Bourgeois. Y es que aquel no era un hombre demasiado sensato y menos empático; Odette comprendía perfectamente esto, pues ya había observado el comportamiento del cazador en veces anteriores y prefería, por su salud mental, no relacionarse mucho con él, a menos que fuera por cuestiones vinculadas a los negocios de la familia. Como ocurría aquella vez, en donde la citación se llevaría a cabo en algún modesto restaurant de la ciudad; cuestión que era mucho más tranquilizadora para Odette, quien, aparte, tenía otras cosas pendientes, como administrar propiedades y otras actividades económicas familiares.

Simplemente se dedicó a ignorar su primera respuesta y bebió un poco de café, desviando su atención a una mesa cercana a la suya, intentando escuchar con sencillez las réplicas de su acompañante. Sabía bien que los Bourgeois no solían respetar a los hechiceros, pero tampoco eran una amenaza aterradora, como lo hacía ver Alaric. Hasta pensó que quizás le quedaba ser más inquisidor que cazador; no obstante, se guardó tal pensamiento para sí misma.

—Alaric —dijo, con voz cansada, centrando su vista en la taza de café—. No sé si mi abuelo te lo habría advertido antes, pero no todos los hechiceros son necesariamente entidades diabólicas. Eso sólo lo dicen los inquisidores porque su religión así se los hace ver. Sin embargo, está otra cuestión —apoyó los codos en la mesa y luego entrelazó los dedos de ambas manos bajo su mentón—, y es que éstos, a diferencia de los vampiros, no matan para alimentarse de sus víctimas. A menos que sean caníbales o acudan a sacrificios, y sigue siendo algo sumamente arriesgado. Son humanos al fin y al cabo. Hay que tener cuidado con esto. Creí que los líderes de la familia lo habían dejado bastante claro hacía tiempo.

Suspiró y volvió a beber de su café, hallando, en aquella insignificante acción, la paciencia que parecía que se le agotaba lentamente.

—¿Conciencia? Mis padres siempre se han encargado de hacer caridad en estos lugares. Como lo hace el abuelo y otros más. Sólo cazamos a quien merecen ser cazados, pero tampoco nos vamos a lanzar de las buenas a las primeras sólo porque la persona en cuestión nos desagrade —sentenció—. Los aquelarres sólo eran famosos en la Edad Media, ahora estamos en una época diferente, las cosas han cambiado desde el Renacimiento. Las personas están más interesadas en las situaciones políticas y sociales que en andar por los bosques invocando cabras. —Se recargó en el espaldar de su asiento, pensativa ante lo que acababa de decir—. Han habido cambios de todo tipo, por eso, no me extraña que los monarcas sean derrocados por la gente de abajo y la inquisición tenga que desaparecer de manera inminente, llevándose consigo todos los misterios que han ido acumulando durante décadas.