AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Someone like you [Privado]
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Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
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Re: Someone like you [Privado]
Esa mañana había recibido carta de su madre, le alegraba tener noticias de ella, saber que estaba bien, de todos modos nada podía faltarle en Gales, rodeada de toda la familia Sèitheach, pero sabía que cada vez que una misiva de su progenitora lo aguardaba en el escritorio de su oficina era para molestarlo, para preguntarle cómo iba su búsqueda de esposa. Se sentó en la silla de fina caoba y sin precaución alguna abrió el sobre ignorando el abrecartas ahí, a unos centímetros de su nariz, junto a él su fiel amigo Tân lo observaba mientras él leía las líneas de la mujer que le dio la vida. Giró los ojos, como lo supuso, le cuestionaba sobre ese asunto.
-Vamos a hacer una cosa –le habló al perro de tal modo que parecía que de hecho esperaba que éste le respondiera-, le voy a decir cualquier cosa para tenerla contenta, pero ese será nuestro secreto –le guiñó un ojo al perro y tomó una pluma, la metió en el tintero y comenzó a escribir la respuesta con esa caligrafía suya descuidada casi infantil.
En su carta se puso a hablarle de una mujer que parecía candidata, comenzó a describirla, cómo se conocieron, su carácter dulce, su belleza foránea, parecía que lo estaba haciendo al azar, inventándose todos los detalles pero cuando llegó a la mitad de la cuartilla se puso a leer lo que llevaba y conforme avanzaba se comenzó a dar cuenta que aquello no era un invento del todo, sintió sus mejilla arder cuando descubrió que había estado escribiendo sobre Bea y se puso de pie de golpe.
-Necesito aire fresco –se llevó la mano a la frente, tapándose los ojos como no queriendo ver lo que hasta ese momento había escrito, sacudió la cabeza-, vamos –le hizo una seña a su perro para que lo siguiera, salió de aquella habitación y recorriendo los pasillos de su casa con un grito anunció a su servidumbre que saldría, tomó un abrigo del perchero en el recibidor y salió de la casa. Antes de continuar su camino notó que, aunque el cielo seguía despejado, más allá había nimbos de tormenta.
-Parece que no tenemos mucho tiempo para perdernos –le habló al perro una vez más que sólo observó a su amo, bromeaba sobre esa manía suya que tenía de perderse así la distancia que tuviera que recorrer fuera de sólo unos metros y en línea recta. Comenzó a caminar, dio un par de pasos a la izquierda y luego cambió de parecer, giró 180 grados y se dirigió al lado contrario.
Dio vueltas por una misma zona por largos minutos tratando de no pensar en lo que había pasado, tarea difícil considerando la magnitud. Sin embargo pasaba de la sorpresa, el temor y la incertidumbre (incapaz de saber qué había pasado mientras escribía) hasta la sincera alegría, un sentimiento que iba más con él. Tuvo que detener su marcha cuando Tân se alejó de él, sin importarle nada y se dirigió a una fuente cercana a beber agua, entonces se dio cuenta que él también estaba cansado y no estuvo seguro cuánto tiempo se la había pasado deambulando. Se sentó en la orilla de la fuente mientras unos niños jugaban con su perro, era un animal realmente noble, o tonto, según la perspectiva, pues aquello chiquillos le jalaban la cola y Tân no hacía nada más que aguantar. Miró el cielo y se dio cuenta que esas nubes que antes vio ahora estaban sobre su cabeza, traídas hasta ahí por el viento.
Se puso de pie cuando vio que un espectáculo callejero estaba a punto de comenzar, le gustaban ese tipo de cosas y le serviría de distracción, Tân lo siguió de inmediato dejando a los niños atrás. Poco a poco la gente empezó a juntarse y junto a él se posó una joven pareja, ninguno de los dos rebasaba los 23 años de edad, pero ella tenía un embarazo avanzado, sonrió. Los actores callejeros pidieron un voluntario para su espectáculo, escuchó como la joven incitaba a lo que parecía ser su esposo y éste, demasiado consciente de sí mismo, no quería, de haber sido de otro modo el propio Týr se hubiera arrojado, pero esta vez decidió divertirse de otro modo y en un descuido empujó al joven al centro, sin darle opción a otra cosa, luego le sonrió a la chica embarazada y le guiñó un ojo.
El show dio comienzo, Týr se estaba divirtiendo como lo que era, un niño encerrado en el cuerpo de un adulto, aplaudía cuando tenía que hacerlo, vitoreaba, chiflaba, parecía el más entusiasmado de entre todo el público hasta que el acto hubo terminado y la gente, temiendo la tormenta, comenzó a disiparse rápidamente. De pronto no supo qué hacer y se quedó en el mismo exacto lugar con su perro color rojo a su lado. Miró al frente y vio a una joven, de igual modo parada en medio de la plaza.
-Hay que correr –le dijo a la desconocida –o nos empaparemos –le sonrió sin moverse un ápice de su lugar.
-Vamos a hacer una cosa –le habló al perro de tal modo que parecía que de hecho esperaba que éste le respondiera-, le voy a decir cualquier cosa para tenerla contenta, pero ese será nuestro secreto –le guiñó un ojo al perro y tomó una pluma, la metió en el tintero y comenzó a escribir la respuesta con esa caligrafía suya descuidada casi infantil.
En su carta se puso a hablarle de una mujer que parecía candidata, comenzó a describirla, cómo se conocieron, su carácter dulce, su belleza foránea, parecía que lo estaba haciendo al azar, inventándose todos los detalles pero cuando llegó a la mitad de la cuartilla se puso a leer lo que llevaba y conforme avanzaba se comenzó a dar cuenta que aquello no era un invento del todo, sintió sus mejilla arder cuando descubrió que había estado escribiendo sobre Bea y se puso de pie de golpe.
-Necesito aire fresco –se llevó la mano a la frente, tapándose los ojos como no queriendo ver lo que hasta ese momento había escrito, sacudió la cabeza-, vamos –le hizo una seña a su perro para que lo siguiera, salió de aquella habitación y recorriendo los pasillos de su casa con un grito anunció a su servidumbre que saldría, tomó un abrigo del perchero en el recibidor y salió de la casa. Antes de continuar su camino notó que, aunque el cielo seguía despejado, más allá había nimbos de tormenta.
-Parece que no tenemos mucho tiempo para perdernos –le habló al perro una vez más que sólo observó a su amo, bromeaba sobre esa manía suya que tenía de perderse así la distancia que tuviera que recorrer fuera de sólo unos metros y en línea recta. Comenzó a caminar, dio un par de pasos a la izquierda y luego cambió de parecer, giró 180 grados y se dirigió al lado contrario.
Dio vueltas por una misma zona por largos minutos tratando de no pensar en lo que había pasado, tarea difícil considerando la magnitud. Sin embargo pasaba de la sorpresa, el temor y la incertidumbre (incapaz de saber qué había pasado mientras escribía) hasta la sincera alegría, un sentimiento que iba más con él. Tuvo que detener su marcha cuando Tân se alejó de él, sin importarle nada y se dirigió a una fuente cercana a beber agua, entonces se dio cuenta que él también estaba cansado y no estuvo seguro cuánto tiempo se la había pasado deambulando. Se sentó en la orilla de la fuente mientras unos niños jugaban con su perro, era un animal realmente noble, o tonto, según la perspectiva, pues aquello chiquillos le jalaban la cola y Tân no hacía nada más que aguantar. Miró el cielo y se dio cuenta que esas nubes que antes vio ahora estaban sobre su cabeza, traídas hasta ahí por el viento.
Se puso de pie cuando vio que un espectáculo callejero estaba a punto de comenzar, le gustaban ese tipo de cosas y le serviría de distracción, Tân lo siguió de inmediato dejando a los niños atrás. Poco a poco la gente empezó a juntarse y junto a él se posó una joven pareja, ninguno de los dos rebasaba los 23 años de edad, pero ella tenía un embarazo avanzado, sonrió. Los actores callejeros pidieron un voluntario para su espectáculo, escuchó como la joven incitaba a lo que parecía ser su esposo y éste, demasiado consciente de sí mismo, no quería, de haber sido de otro modo el propio Týr se hubiera arrojado, pero esta vez decidió divertirse de otro modo y en un descuido empujó al joven al centro, sin darle opción a otra cosa, luego le sonrió a la chica embarazada y le guiñó un ojo.
El show dio comienzo, Týr se estaba divirtiendo como lo que era, un niño encerrado en el cuerpo de un adulto, aplaudía cuando tenía que hacerlo, vitoreaba, chiflaba, parecía el más entusiasmado de entre todo el público hasta que el acto hubo terminado y la gente, temiendo la tormenta, comenzó a disiparse rápidamente. De pronto no supo qué hacer y se quedó en el mismo exacto lugar con su perro color rojo a su lado. Miró al frente y vio a una joven, de igual modo parada en medio de la plaza.
-Hay que correr –le dijo a la desconocida –o nos empaparemos –le sonrió sin moverse un ápice de su lugar.
Invitado- Invitado
Re: Someone like you [Privado]
¿Alguna vez has sentido esa sensación en la que el mundo desaparece y solo el momento, la persona y el lugar en el que estás son los que están a tu lado? Sus ojos se toparon con aquel par de ojos verdes intentando descifrar porque el mundo se había detenido, porque solo se encontraba en medio de una plaza con una persona que tenía un semblante divertido, con aquel perro que parecía igual prestar atención cada detalle suyo No hubo miedo, mucho menos esa voz gritando en su cabeza que se hiciera a un lado. Simplemente dentro de su cabeza hubo silencio, un silencio lleno de paz que nunca antes había experimentado. Si alguien les gritaba para salir de la plaza no podía escucharlo, solo prestaba atención al aire que golpeaba el rostro de su acompañante y misma silueta, también era tanta la paz que la joven estaba sintiendo que podía escuchar ambas respiraciones y sus oídos percibían el palpitar de sus corazones. Poder percibir esos pequeños detalles a penas y les eran permitidos a algunos mortales sin embargo ella no era una simple mortal y agradecía poder tener esas habilidades en ese momento en que todo era un caos y ellos solo eran la fuente de una tranquilidad.
Por fin alguien había decidido dejar a un lado aquel momento, rompiéndolo sin avisar, pero aquella voz bastante cantarina hizo que la sonrisa de la bruja se ampliara de manera sincera y clara. Tenía una voz bastante característica, suena raro pero podía sentirse cierta burla en su tono aunque sin querer lastimar a alguien. -¿No te gusta la lluvia? - Su rostro se ladeo por unos momentos observando con detalle al joven que tenía enfrente por alguna extraña razón sintió un aura diferente, fresca, como si pequeños destellos de luz caminaran alrededor del joven y fue cuando se dio cuenta que tal vez no era como ella un humano normal, tal vez…
Su rostro se movió al cielo señalando las nubes grises que estaban a su alrededor, extrañamente algunas se veían blancas, estás luchaban con las grises como queriendo impedir que se arruinara el momento en donde la plaza solo era de nosotros, como si fuéramos los dueños de ella . - Parece que el cielo no quiere dejar gotas caer sin embargo… ¿Qué se siente estar completamente empapado? ¿Nunca has jugado con la lluvia? ¿alguna vez haz hecho un barquito de papel? Lamento que te diga todas estás cosas pero quisiera ser niña por lo menos una vez de nuevo… - El rostro de la joven se bajó de tal manera que no solo pudo contemplar sus pies, también los del perro, los de su acompañante. Se sintió tonta por unos momento con lo de que decía pues la sociedad estaba acostumbrada a vivir de manera rigurosa y eran pocos los que disfrutaban a cada instante de lo que hacían, tal vez si volvían a divertirse como esos niños pequeños de antes todo marcharían mejor, no abría hambre, mucho menos sed, pobreza contra riquezas, abusivos contra desprotegidos, pero era tanta la presión que el mismo humano se daba que incluso las mujeres eran desvaloradas y pocas de nosotras podíamos alzar la voz (aunque en lugares cerrados como el hogar) para poder opinar de la estabilidad. Levana necesitaba encontrar a esa niña que habían matado en su interior hace tiempo.
La primera gota del día cayó en su mejilla haciendo que reaccionara de ese momento incomodo en el que estaban. Hace mucho tiempo no había tenido un deseo en especial como poder mojarse en la lluvia pero sin duda alguna no quería hacerlo sola. Lo miró con cierto rojo en sus mejillas, un rojo especial, no de pena más bien como de alegría por poder estar cumpliendo su palabra, había decidido que esa tarde no tendría pena, que aunque le estuviera contando haría algún sueño realidad y hasta ese momento llevaba buen camino. El rostro del joven era tan incierto que ella misma quería hacer que reaccionar, que dijera algo pero quizás su desenvoltura al hablar lo había espantado.
Por fin alguien había decidido dejar a un lado aquel momento, rompiéndolo sin avisar, pero aquella voz bastante cantarina hizo que la sonrisa de la bruja se ampliara de manera sincera y clara. Tenía una voz bastante característica, suena raro pero podía sentirse cierta burla en su tono aunque sin querer lastimar a alguien. -¿No te gusta la lluvia? - Su rostro se ladeo por unos momentos observando con detalle al joven que tenía enfrente por alguna extraña razón sintió un aura diferente, fresca, como si pequeños destellos de luz caminaran alrededor del joven y fue cuando se dio cuenta que tal vez no era como ella un humano normal, tal vez…
Su rostro se movió al cielo señalando las nubes grises que estaban a su alrededor, extrañamente algunas se veían blancas, estás luchaban con las grises como queriendo impedir que se arruinara el momento en donde la plaza solo era de nosotros, como si fuéramos los dueños de ella . - Parece que el cielo no quiere dejar gotas caer sin embargo… ¿Qué se siente estar completamente empapado? ¿Nunca has jugado con la lluvia? ¿alguna vez haz hecho un barquito de papel? Lamento que te diga todas estás cosas pero quisiera ser niña por lo menos una vez de nuevo… - El rostro de la joven se bajó de tal manera que no solo pudo contemplar sus pies, también los del perro, los de su acompañante. Se sintió tonta por unos momento con lo de que decía pues la sociedad estaba acostumbrada a vivir de manera rigurosa y eran pocos los que disfrutaban a cada instante de lo que hacían, tal vez si volvían a divertirse como esos niños pequeños de antes todo marcharían mejor, no abría hambre, mucho menos sed, pobreza contra riquezas, abusivos contra desprotegidos, pero era tanta la presión que el mismo humano se daba que incluso las mujeres eran desvaloradas y pocas de nosotras podíamos alzar la voz (aunque en lugares cerrados como el hogar) para poder opinar de la estabilidad. Levana necesitaba encontrar a esa niña que habían matado en su interior hace tiempo.
La primera gota del día cayó en su mejilla haciendo que reaccionara de ese momento incomodo en el que estaban. Hace mucho tiempo no había tenido un deseo en especial como poder mojarse en la lluvia pero sin duda alguna no quería hacerlo sola. Lo miró con cierto rojo en sus mejillas, un rojo especial, no de pena más bien como de alegría por poder estar cumpliendo su palabra, había decidido que esa tarde no tendría pena, que aunque le estuviera contando haría algún sueño realidad y hasta ese momento llevaba buen camino. El rostro del joven era tan incierto que ella misma quería hacer que reaccionar, que dijera algo pero quizás su desenvoltura al hablar lo había espantado.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
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Re: Someone like you [Privado]
Todo lo que implicara la fuerza de la naturaleza era inherente a mí, y eso, por supuesto, incluía a la lluvia, sonreí ante su pregunta, aunque eso era un decir, parece ser que mi estado perpetuo, que mi gesto eterno es ese, una sonrisa labrada en mi rostro, sin embargo no respondí, me había gustado su pregunta, ¿quién en sus cabales pregunta eso a un desconocido?, por eso su innegable atractivo para mí, porque a mi me gusta la gente que, como yo, no está en sus cabales.
Alcé la vista, no hizo falta que me cubriera los ojos pues por ahora el sol era cautivo de los nubarrones de tormenta, sí, me gustaban los días soleados, pero también disfrutaba brincar sobre los charcos, sacar la lengua para probar el agua de la lluvia, sentirme empapado de pies a cabeza, regresé la vista al frente cuando me volvió a hablar, der nuevo callé, pero definitivamente sus preguntas aumentaron mi curiosidad respecto a su persona. Luego una gota, otra, y otra más hasta que el conjunto de ella formaron la lluvia que decidía finalmente empezar a caer, me quedé en mi sitio, Tân a mi lado y observando a la chica. Cuando hizo el atisbo de acercarse fue la autorización que necesitaba para hacer lo mismo yo también, sin embargo, ella no contaba que “espacio personal” es un concepto desconocido para mí.
Se detuvo a un par de pasos de mí, cosa que yo no hice, yo me acerqué hasta que mi rostro quedó casi pegado al suyo, todo sin dejar de sonreír; si la incomodaba no importaba, esa era la reacción normal cuando hacía eso, estaba acostumbrado.
-Seamos niños de nuevo –me encogí de hombros y me hice para atrás-, corramos bajo la lluvia, esperemos a que el cauce del río crezca gracias al chubasco y hagamos barcos de papel –una maravillosa idea, como esas que suelo tener siempre, vino a mí -¡ya sé!, podríamos hacer una competencia a ver qué barco llega más lejos sin hundirse, aunque no importa quién gane, sólo sería divertido –tal vez en ese instante estaría arrepintiéndose de darme cuerda para hablar, hablo mucho, muy rápido y normalmente ideas aisladas de lo que para mí tiene sentido dentro de mi cabeza.
Me agaché y acaricié a Tân, su pelaje ya mojado por la lluvia, mi cabello comenzaba a pegarse a mi cabeza por la misma razón, pero no importaba, si ella quería volver a ser niña, había encontrado a la persona perfecta para su travesura. Alcé la mirada con gesto inquieto.
-Acércate, no muerde, él siente lo que es bueno y malo para mí, pero si cayeras en la segunda categoría, ya me habría avisado –miré la cola de mi perro, totalmente laxa, indicio de que estaba tranquilo. No sé que provoca esta relación con mi mascota, los monjes que me lo dieron, sin embargo, dijeron que estaba escrito que debíamos estar juntos.
Seguí acariciando a mi perro, con una rodilla apoyada en el empedrado de la plaza sin importarme la incomodidad o la lluvia. Oh, no sabía con quién estaba hablando, no tenía idea de que si quería cometer una gran trastada era yo el más indicado, el que mejores ideas le iba a proporcionar a su plan. Era interesante, esta mujer era interesante, y podía sentir su magia, bastante fuerte lo cual también me alegraba.
-Soy Týr –finalmente solté aunque ella no había preguntado, como era mi costumbre desde que estaba en París, omití el Sèitheach, cansado de escuchar a estos franchutes destrozar la belleza del gaélico antiguo. Abrí los ojos desmedidamente, expectante por una respuesta, ya fuera su nombre o su aprobación a mi genial idea de una carrera de barquitos de papel.
Alcé la vista, no hizo falta que me cubriera los ojos pues por ahora el sol era cautivo de los nubarrones de tormenta, sí, me gustaban los días soleados, pero también disfrutaba brincar sobre los charcos, sacar la lengua para probar el agua de la lluvia, sentirme empapado de pies a cabeza, regresé la vista al frente cuando me volvió a hablar, der nuevo callé, pero definitivamente sus preguntas aumentaron mi curiosidad respecto a su persona. Luego una gota, otra, y otra más hasta que el conjunto de ella formaron la lluvia que decidía finalmente empezar a caer, me quedé en mi sitio, Tân a mi lado y observando a la chica. Cuando hizo el atisbo de acercarse fue la autorización que necesitaba para hacer lo mismo yo también, sin embargo, ella no contaba que “espacio personal” es un concepto desconocido para mí.
Se detuvo a un par de pasos de mí, cosa que yo no hice, yo me acerqué hasta que mi rostro quedó casi pegado al suyo, todo sin dejar de sonreír; si la incomodaba no importaba, esa era la reacción normal cuando hacía eso, estaba acostumbrado.
-Seamos niños de nuevo –me encogí de hombros y me hice para atrás-, corramos bajo la lluvia, esperemos a que el cauce del río crezca gracias al chubasco y hagamos barcos de papel –una maravillosa idea, como esas que suelo tener siempre, vino a mí -¡ya sé!, podríamos hacer una competencia a ver qué barco llega más lejos sin hundirse, aunque no importa quién gane, sólo sería divertido –tal vez en ese instante estaría arrepintiéndose de darme cuerda para hablar, hablo mucho, muy rápido y normalmente ideas aisladas de lo que para mí tiene sentido dentro de mi cabeza.
Me agaché y acaricié a Tân, su pelaje ya mojado por la lluvia, mi cabello comenzaba a pegarse a mi cabeza por la misma razón, pero no importaba, si ella quería volver a ser niña, había encontrado a la persona perfecta para su travesura. Alcé la mirada con gesto inquieto.
-Acércate, no muerde, él siente lo que es bueno y malo para mí, pero si cayeras en la segunda categoría, ya me habría avisado –miré la cola de mi perro, totalmente laxa, indicio de que estaba tranquilo. No sé que provoca esta relación con mi mascota, los monjes que me lo dieron, sin embargo, dijeron que estaba escrito que debíamos estar juntos.
Seguí acariciando a mi perro, con una rodilla apoyada en el empedrado de la plaza sin importarme la incomodidad o la lluvia. Oh, no sabía con quién estaba hablando, no tenía idea de que si quería cometer una gran trastada era yo el más indicado, el que mejores ideas le iba a proporcionar a su plan. Era interesante, esta mujer era interesante, y podía sentir su magia, bastante fuerte lo cual también me alegraba.
-Soy Týr –finalmente solté aunque ella no había preguntado, como era mi costumbre desde que estaba en París, omití el Sèitheach, cansado de escuchar a estos franchutes destrozar la belleza del gaélico antiguo. Abrí los ojos desmedidamente, expectante por una respuesta, ya fuera su nombre o su aprobación a mi genial idea de una carrera de barquitos de papel.
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Re: Someone like you [Privado]
Ella lo había decidido, había decidido que pese a todo miedo, que pese a todo paradigma que se había formado con el paso de los años, esa tarde todo se rompería para poder intentar ser algo arriesgado en su vida, el ser humano necesita interactuar con los otros, poder tener comunicación, necesita poder comprender a la gente, poder comprenderse, poder sonreír, correr riesgos y darle un sentido a su vida por eso necesitaba correr ese riesgo personal que aunque para muchos era algo sencillo para ella era una especie de prueba de vida o muerte. Seguía aguantando la respiración al sentirlo tan cerca, su piel se erizo por completo por poco daba dos pasos hacía atrás pero su cuerpo se quedó completamente paralizado como ayudándola a no volver a hacer lo mismo de siempre. Demasiadas palabras al mismo tiempo lo cual la hicieron sacar risitas nerviosas, traviesas y sin pensarle demasiado su cabeza se movía de arriba hacía abajo aceptando aquello que no podía entender claramente pero que sin duda alguna le parecía bastante atractivo. - ¿De dónde sacaremos el papel? Mi casa esta muy cerca, los puestos y tiendas cierran cuando hay lluvia - Se encogió de hombros sin embargo seguía imaginando donde poder sacar aquel papel para hacer su competencia - Además en esta parte no se forman cascadas de agua tan bonitas como a unas cuadras más abajo - Si, la joven era bastante observadora por lo que sabía este tipo de cosas, siempre salía a observar las calles vacías de la ciudad cuando la lluvia se asomaba pues está tan sola como ella espantaba a la gente.
Llevó ambas manos a su espalda y dando un paso hacía atrás inclinó ligeramente para poder observar con detenimiento al perro mientras tanto la lluvia ya estaba haciéndose presente por su cuerpo, el faldón y el corsé de su vestido estaban comenzando a cobrarle el insólito atrevimiento de la salida pues comenzaban a pesarle por el agua que retenían, su cabello se había pegado tanto a su cuello como a su pecho pero eso no le importo se acercó de manera temblorosa y poco a poco fue acercando su mano hasta el rostros del animal, este primeramente ladró haciendo que ella cayera de sentón contra el pavimento - Gracias acabas de hacer que todo en mi cuerpo este ahora mojado - Sonrió al animal mientras le hablaba recordó a "Blanco" esa cercanía que habían tenido, esa confianza que le tenía a su animal, ese amor que poco a poco le había llegado a tener y darse cuenta que los animales muchas veces eran más confiables que los mismos humanos. De la nada el perro se encontraba frente a ella y luego sobre ella lamiendo su rostro, Levana intentaba empujarlo un poco pero no podía evitar sentir emoción al tenerlo enfrente hasta que por fin este se movió y la dejo tranquila, tirada en el suelo de aquella enorme y casi vacía plaza dejando que la lluvia pegará a su rostro. Giró su rostro para poder ver al hombre que le decía su nombre y sonrió para comenzar a ponerse de pie.
Limpió su mano con los faldones ya empapados, y lo miro algo apenada - No soy así lo prometo, no lo soy pero nunca está demás divertirte ¿no lo crees? - Miraba a su alrededor, como sabiendo que encontraría algo como sabiendo que algo la estuviera llamando y tomó la mano de su acompañante - Vamos… Se me ocurre algo bueno también - Lo jaló corriendo rápidamente por la plaza, estaba sin duda volviendo a ser niña, estaba sin duda confiando, estaba sin duda haciendo algo que hace mucho no hacía y que seguramente no se arrepentiría. A su camino pudo observar las ventanas de las casas abiertas, como invitando a la lluvia a seguir a que no se fuera y llenara de vida las calles después con las flores que día a día iluminaban los hogares. - ¿Te gustaría deslizarte por el agua? - En ese momento lo soltó para agacharse y tomar la tapa de un bote bastante grande ¿De qué era? No lo sabía pero recordaba que de pequeña eso hacía con su hermano y debido a que quería disfrutar tal vez era bueno hacerlo presente. La tomó con cuidado entre una de sus manos y con su mano vacía lo volvió a jalar - Tu consigues las hojas para los barquitos - Sonrió con complicidad sin dejar de avanzar por las calles parisinas, a su paso el agua comenzaba a formar un cause…
Llevó ambas manos a su espalda y dando un paso hacía atrás inclinó ligeramente para poder observar con detenimiento al perro mientras tanto la lluvia ya estaba haciéndose presente por su cuerpo, el faldón y el corsé de su vestido estaban comenzando a cobrarle el insólito atrevimiento de la salida pues comenzaban a pesarle por el agua que retenían, su cabello se había pegado tanto a su cuello como a su pecho pero eso no le importo se acercó de manera temblorosa y poco a poco fue acercando su mano hasta el rostros del animal, este primeramente ladró haciendo que ella cayera de sentón contra el pavimento - Gracias acabas de hacer que todo en mi cuerpo este ahora mojado - Sonrió al animal mientras le hablaba recordó a "Blanco" esa cercanía que habían tenido, esa confianza que le tenía a su animal, ese amor que poco a poco le había llegado a tener y darse cuenta que los animales muchas veces eran más confiables que los mismos humanos. De la nada el perro se encontraba frente a ella y luego sobre ella lamiendo su rostro, Levana intentaba empujarlo un poco pero no podía evitar sentir emoción al tenerlo enfrente hasta que por fin este se movió y la dejo tranquila, tirada en el suelo de aquella enorme y casi vacía plaza dejando que la lluvia pegará a su rostro. Giró su rostro para poder ver al hombre que le decía su nombre y sonrió para comenzar a ponerse de pie.
Limpió su mano con los faldones ya empapados, y lo miro algo apenada - No soy así lo prometo, no lo soy pero nunca está demás divertirte ¿no lo crees? - Miraba a su alrededor, como sabiendo que encontraría algo como sabiendo que algo la estuviera llamando y tomó la mano de su acompañante - Vamos… Se me ocurre algo bueno también - Lo jaló corriendo rápidamente por la plaza, estaba sin duda volviendo a ser niña, estaba sin duda confiando, estaba sin duda haciendo algo que hace mucho no hacía y que seguramente no se arrepentiría. A su camino pudo observar las ventanas de las casas abiertas, como invitando a la lluvia a seguir a que no se fuera y llenara de vida las calles después con las flores que día a día iluminaban los hogares. - ¿Te gustaría deslizarte por el agua? - En ese momento lo soltó para agacharse y tomar la tapa de un bote bastante grande ¿De qué era? No lo sabía pero recordaba que de pequeña eso hacía con su hermano y debido a que quería disfrutar tal vez era bueno hacerlo presente. La tomó con cuidado entre una de sus manos y con su mano vacía lo volvió a jalar - Tu consigues las hojas para los barquitos - Sonrió con complicidad sin dejar de avanzar por las calles parisinas, a su paso el agua comenzaba a formar un cause…
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Re: Someone like you [Privado]
La lluvia comenzaba a arremeter, el cabello comenzaba a pegarse al cráneo y a la piel, pero eso a Týr poco le importaba, no sería la primera vez que terminara en cama con un refriado de los mil demonios causa de quedarse jugando bajo la lluvia. Sí, la palabra correr era “jugar”, Týr anteponía su placer personal a cualquier responsabilidad, podía incluso caer en la acepción de hedonista, aunque difería en muchas otras cosas como para serlo del todo.
Se llevó un dedo a la barbilla pensando de dónde sacarían el papel, pensó en las muchas misivas que tenía sobre su escritorio en su casa, cartas que no le importaban un bledo y que serían mucho más útiles formando figuras de origami, arte que aprendió en oriente en uno de sus tantos viajes, pero su casa quedaba lejos, luego la escuchó decir algo sobre que su casa quedaba cerca y lo consideró. Ese era él, no medía consecuencias, sabía defenderse solo (gracias a sus habilidades mágicas), y no pensaba que aunque la gente pareciera vestir piel de cordero, podía tratarse de un lobo al acecho.
Sus pensamientos navegaron como quería que lo hicieran esos barquitos de papiroflexia, y antes poder darse cuenta de algo más, el ladrido de Tân lo trajo a la realidad de nuevo. Conocía bien a su perro y cada uno de sus sonidos, aquel ladrido había sido un hola amistoso, pero considerando el tamaño del mastín, no era de sorprenderse que atemorizara más de lo que inspiraba confianza. Comenzó a reír sin miramientos tan sólo ella tocó el suelo. Echo su cuerpo hacia atrás en medio de su carcajada, le gustaba reír, era una de sus cosas favoritas en la vida, reír hasta que pareciera su cuerpo se destornillaba. «Baila como si nadie estuviera mirando; ama como si nunca hubieses sido herido. Canta como si nadie estuviera escuchando; vive como si el paraíso fuese la tierra.» había escuchado alguna vez, y lo había adoptado como filosofía de vida. La mayoría del tiempo, abstraído en esa laberíntica forma de pensar que tenía, no entendía en qué momento los hombres perdían ciertas capacidades, el por qué madurar implicaba sacrificar las cosas que alguna vez los hicieron felices. Sí, tal vez para el mundo se trataba de eso, de un adulto con la terrible incapacidad de crecer, pero él sabía bien que sabía lidiar con la responsabilidad, sin haber matado aquello que alguna vez le produjo felicidad. Y con que él lo supiera bastaba (ahora claro estaba el hecho de que quería que alguien más se diera cuenta, pero por ahora no se acongojaría con asuntos de faldas.)
Ayudó a su acompañante a ponerse de pie y sólo sonrió cuando ella juró no ser así. ¿Qué más daba?, y si la había encontrado en un momento disparatado, agradecía por ello porque era complicado encontrar cómplices para sus trastadas. Se sorprendió cuando sintió la mano ajena ceñirse a la propia y corrió junto a ella, levantando agua de los charcos que comenzaban a formarse, riendo y mirando a un lado para asegurarse que el perro los seguía. Claro que los seguía, Tân era su sombra.
-¡Nunca lo he hecho! –dijo entusiasmado ante la pregunta, siempre estaba dispuesto a probar cosas nuevas, cosas que lo entretuvieran, que lo divirtieran, aunque significara un resfriado o un hueso roto. Parecía que iba a seguir habado cuando por el hombro de su compañera de juegos vio a un hombre resguardado de la lluvia bajo la cornisa de una casa. Alzó el índice como si fuese a apuntar algo de suma importancia y luego, sin más, la dejó ahí y caminó al sujeto desconocido.
El hombre, de unos 35 años, lo miró con extrañeza, Týr supo que no le huiría, su ropa fina daba a entender que no era un ladrón, y en esa sociedad de apariencias, eso importaba mucho aunque no le gustara, sin pedir permiso arrebató el periódico que llevaba bajo el brazo el sujeto, llevó una mano a su bolsillo y luego depositó francos en la mano de aquel que estaba estupefacto sin saber qué demonios pasaba. Aquella cantidad monetaria rebasaba por mucho el valor original del periódico.
-Gracias –le guiñó un ojo al vocero emergente y luego se giró hacia ella, levantó triunfal las hojas de papel-, ¡lo conseguí! –gritó desde donde estaba y luego escondió el diario debajo de su camisa para que no se estropeara por la lluvia y regresó a donde estaba ella.
-¿Entonces a dónde vamos a ir? –preguntó con esa sonrisa maniática que era su sello personal, mientras la lluvia arreciaba y a él no podía importarle menos.
Se llevó un dedo a la barbilla pensando de dónde sacarían el papel, pensó en las muchas misivas que tenía sobre su escritorio en su casa, cartas que no le importaban un bledo y que serían mucho más útiles formando figuras de origami, arte que aprendió en oriente en uno de sus tantos viajes, pero su casa quedaba lejos, luego la escuchó decir algo sobre que su casa quedaba cerca y lo consideró. Ese era él, no medía consecuencias, sabía defenderse solo (gracias a sus habilidades mágicas), y no pensaba que aunque la gente pareciera vestir piel de cordero, podía tratarse de un lobo al acecho.
Sus pensamientos navegaron como quería que lo hicieran esos barquitos de papiroflexia, y antes poder darse cuenta de algo más, el ladrido de Tân lo trajo a la realidad de nuevo. Conocía bien a su perro y cada uno de sus sonidos, aquel ladrido había sido un hola amistoso, pero considerando el tamaño del mastín, no era de sorprenderse que atemorizara más de lo que inspiraba confianza. Comenzó a reír sin miramientos tan sólo ella tocó el suelo. Echo su cuerpo hacia atrás en medio de su carcajada, le gustaba reír, era una de sus cosas favoritas en la vida, reír hasta que pareciera su cuerpo se destornillaba. «Baila como si nadie estuviera mirando; ama como si nunca hubieses sido herido. Canta como si nadie estuviera escuchando; vive como si el paraíso fuese la tierra.» había escuchado alguna vez, y lo había adoptado como filosofía de vida. La mayoría del tiempo, abstraído en esa laberíntica forma de pensar que tenía, no entendía en qué momento los hombres perdían ciertas capacidades, el por qué madurar implicaba sacrificar las cosas que alguna vez los hicieron felices. Sí, tal vez para el mundo se trataba de eso, de un adulto con la terrible incapacidad de crecer, pero él sabía bien que sabía lidiar con la responsabilidad, sin haber matado aquello que alguna vez le produjo felicidad. Y con que él lo supiera bastaba (ahora claro estaba el hecho de que quería que alguien más se diera cuenta, pero por ahora no se acongojaría con asuntos de faldas.)
Ayudó a su acompañante a ponerse de pie y sólo sonrió cuando ella juró no ser así. ¿Qué más daba?, y si la había encontrado en un momento disparatado, agradecía por ello porque era complicado encontrar cómplices para sus trastadas. Se sorprendió cuando sintió la mano ajena ceñirse a la propia y corrió junto a ella, levantando agua de los charcos que comenzaban a formarse, riendo y mirando a un lado para asegurarse que el perro los seguía. Claro que los seguía, Tân era su sombra.
-¡Nunca lo he hecho! –dijo entusiasmado ante la pregunta, siempre estaba dispuesto a probar cosas nuevas, cosas que lo entretuvieran, que lo divirtieran, aunque significara un resfriado o un hueso roto. Parecía que iba a seguir habado cuando por el hombro de su compañera de juegos vio a un hombre resguardado de la lluvia bajo la cornisa de una casa. Alzó el índice como si fuese a apuntar algo de suma importancia y luego, sin más, la dejó ahí y caminó al sujeto desconocido.
El hombre, de unos 35 años, lo miró con extrañeza, Týr supo que no le huiría, su ropa fina daba a entender que no era un ladrón, y en esa sociedad de apariencias, eso importaba mucho aunque no le gustara, sin pedir permiso arrebató el periódico que llevaba bajo el brazo el sujeto, llevó una mano a su bolsillo y luego depositó francos en la mano de aquel que estaba estupefacto sin saber qué demonios pasaba. Aquella cantidad monetaria rebasaba por mucho el valor original del periódico.
-Gracias –le guiñó un ojo al vocero emergente y luego se giró hacia ella, levantó triunfal las hojas de papel-, ¡lo conseguí! –gritó desde donde estaba y luego escondió el diario debajo de su camisa para que no se estropeara por la lluvia y regresó a donde estaba ella.
-¿Entonces a dónde vamos a ir? –preguntó con esa sonrisa maniática que era su sello personal, mientras la lluvia arreciaba y a él no podía importarle menos.
Invitado- Invitado
Re: Someone like you [Privado]
Según había escuchado tiempo atrás en la clínica donde estaba internada, existen periodos de tiempo en los que pacientes como ella podían tener temporadas de lucide,z y comportarse como personas comunes y corrientes. Es decir, aquello miedos que la castaña tenía, aquellas voces que podía escuchar como si estuviera hablando con alguien que tuviera enfrente, aquel coraje que la mayor parte del tiempo tenía con los seres humanos, se esfumaba sin dejar rastro alguno de haberlo tenido. Quizás hoy había sido de esos momentos, (pocos por cierto) en los que Levana podía sentir paz interna, donde podía identificar que estaba completa, que podía hacer cosas como jugar bajo la lluvia sin correr el riesgo de enojarse con el más mínimo detalle fallido en el día, sabía que su sonrisa permanecería en su rostro hasta que pudiera dormir en su cama, en su casa, y después despertar con un nuevo día, si corría con suerte, seguiría estable, sino, más valía se mantuviera alejada de todo contacto humano, más cuando las voces sobresalen de su cabeza, la hacen sentirse aturdida, y después hace cosas sin pensar, lastimando a todo aquel que pudiera pasarse frente a ella, o incluso a si misma. Había aprendido que no todo era malo, pero no podía evitar temer a los humanos, sobretodo a los hombres, pues si volvía a pasar lo de hace unos años, probablemente su vida terminaría en ese instante.
Se quedo completamente quieta, bastante confundida por los actos que el brujo estaba haciendo, quizás ya se había artado de ella, quizás aquella manera de ser un poco insegura, era percibida y quería deshacerse de la joven, eso estaba creyendo, como siempre negativa, sin embargo, no lo hacía simplemente estaba consiguiendo lo que ella misma pidió: El papel para los barquitos. Su sonrisa se amplió un poco más. Levana no tenía idea de que se podía sonreír de manera tan amplia, habían sido tantos años ya que no lo hacía de esa manera, que había olvidado como se sentía que su rostro se estirará por aquel movimiento. La joven desvió la mirada de su nuevo compañero de travesuras, observando a su alrededor, en busca de otra tapa grande. Su mirada de poso de un lugar a otro, de una fachada a otra, de botes pequeños hasta los más grandes. Al final de su recorrido visual, pudo encontrar una tapa del mismo tamaño que tenía en su mano, dando brincos pequeños que chapoteaban el piso, se acercó para tomarla, su compañero llegó a ella, y entonces era momento de empezar el juego con la lluvia.
Caminaron en silencio por unos momentos, uno alado del otro pero por supuesto tomando la distancia correspondiente - ¿Por qué pagaste tanto por un poco de papel? - Para la bruja no había problema alguno con el dinero, pero siempre había creído que gastarlo en cosas que no necesitaban tanto valor no era necesario, era mejor ahorrarlo e invertirlo en algo más, por ejemplo el hospital psiquiátrico, donde a pesar de ser un lugar bonito por dentro, se podía sentir el olor a suciedad, a defecación, a orina, a vomito, a muerte. Todo aquello lo pensaba porque no se daba el valor correspondiente, es decir, la joven nunca había gastado demás en ella por el simple hecho de no creer merecerlo. Quizás por eso él lo había gastado ¿No? Porque lo merecían, porque valía la pena días como esos, lluviosos, con acompañantes tan chiflados como ella. A decir verdad, Levana podía gastar toda su fortuna por tener días de tranquilidad. Un pocos francos por el papel para los barquitos no era nada malo.
Cuando la bajada estaba bastante empinada, de esas que incluso con los días secos es peligroso bajar, la joven notó que era el lugar correcto. Se detuvo mirando el bonito paisaje de las casas que se encontraban debajo de todo aquel camino - Bien primero los barquitos - A su izquierda, había una especie de techo elaborado por las ramas grandes y firmes de dos arboles que se enredaban mutuamente como si quisieran abrazarse. -Vayamos ahí - Señaló inquieta. Pocos fueron los pasos que tuvieron que dar para llegar a ese destino, dejo las tapas a un lado esperando a que sacara el papel - Cuando terminemos los barquitos te diré que vamos a hacer - La joven de lo emocionada que estaba, casi le arrebata el papel de la chaqueta al brujo, pero se espero a que se lo diera, poco a poco hizo cuadros de tamaños considerables, los doblo a la mitad, y luego enredo las puntas, giro el papel y lo extendió haciendo una especie de triángulo, su barquito no tardaría en estar - Las tapas serán como asientos, nos deslizaremos en ellas hasta llegar al final de la calle, para volver a repetirlo hay escaleras a los lados - Sonrió sin apartar su mirada de su mano y el papel, había ya tenido suficiente ese día de contacto visual, necesitaba tomar un poco más de "energía" para permitirse hacer eso de nueva cuenta.
Se quedo completamente quieta, bastante confundida por los actos que el brujo estaba haciendo, quizás ya se había artado de ella, quizás aquella manera de ser un poco insegura, era percibida y quería deshacerse de la joven, eso estaba creyendo, como siempre negativa, sin embargo, no lo hacía simplemente estaba consiguiendo lo que ella misma pidió: El papel para los barquitos. Su sonrisa se amplió un poco más. Levana no tenía idea de que se podía sonreír de manera tan amplia, habían sido tantos años ya que no lo hacía de esa manera, que había olvidado como se sentía que su rostro se estirará por aquel movimiento. La joven desvió la mirada de su nuevo compañero de travesuras, observando a su alrededor, en busca de otra tapa grande. Su mirada de poso de un lugar a otro, de una fachada a otra, de botes pequeños hasta los más grandes. Al final de su recorrido visual, pudo encontrar una tapa del mismo tamaño que tenía en su mano, dando brincos pequeños que chapoteaban el piso, se acercó para tomarla, su compañero llegó a ella, y entonces era momento de empezar el juego con la lluvia.
Caminaron en silencio por unos momentos, uno alado del otro pero por supuesto tomando la distancia correspondiente - ¿Por qué pagaste tanto por un poco de papel? - Para la bruja no había problema alguno con el dinero, pero siempre había creído que gastarlo en cosas que no necesitaban tanto valor no era necesario, era mejor ahorrarlo e invertirlo en algo más, por ejemplo el hospital psiquiátrico, donde a pesar de ser un lugar bonito por dentro, se podía sentir el olor a suciedad, a defecación, a orina, a vomito, a muerte. Todo aquello lo pensaba porque no se daba el valor correspondiente, es decir, la joven nunca había gastado demás en ella por el simple hecho de no creer merecerlo. Quizás por eso él lo había gastado ¿No? Porque lo merecían, porque valía la pena días como esos, lluviosos, con acompañantes tan chiflados como ella. A decir verdad, Levana podía gastar toda su fortuna por tener días de tranquilidad. Un pocos francos por el papel para los barquitos no era nada malo.
Cuando la bajada estaba bastante empinada, de esas que incluso con los días secos es peligroso bajar, la joven notó que era el lugar correcto. Se detuvo mirando el bonito paisaje de las casas que se encontraban debajo de todo aquel camino - Bien primero los barquitos - A su izquierda, había una especie de techo elaborado por las ramas grandes y firmes de dos arboles que se enredaban mutuamente como si quisieran abrazarse. -Vayamos ahí - Señaló inquieta. Pocos fueron los pasos que tuvieron que dar para llegar a ese destino, dejo las tapas a un lado esperando a que sacara el papel - Cuando terminemos los barquitos te diré que vamos a hacer - La joven de lo emocionada que estaba, casi le arrebata el papel de la chaqueta al brujo, pero se espero a que se lo diera, poco a poco hizo cuadros de tamaños considerables, los doblo a la mitad, y luego enredo las puntas, giro el papel y lo extendió haciendo una especie de triángulo, su barquito no tardaría en estar - Las tapas serán como asientos, nos deslizaremos en ellas hasta llegar al final de la calle, para volver a repetirlo hay escaleras a los lados - Sonrió sin apartar su mirada de su mano y el papel, había ya tenido suficiente ese día de contacto visual, necesitaba tomar un poco más de "energía" para permitirse hacer eso de nueva cuenta.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
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Re: Someone like you [Privado]
Ante su pregunta simplemente se encogió de hombros. El dinero no era más que otra de las convenciones sociales que él se encargaba de romper, con las que siempre luchaba, a las que siempre les llevaba la contra, para su fortuna, contaba con dinero de sobra, y por eso le era fácil regalarlo, además, consideró que despojar a aquel hombre de su periódico era como para recibir una recompensa.
Mientras avanzaban siempre miraba a un lado de vez en cuando, para asegurarse que Tân los acompañaba, sólo como reflejo ya que aunque no mirara, sabía que su perro iba a un lado. Se quedó observando el lugar al que habían llegado, nunca había estado ahí, o si ya lo había visitado, su mente que estaba en mil sitios a la vez ya se había encargado de borrarlo. Se preguntó por qué, ya que era un lugar ideal para hacer cualquier tipo de travesuras. De nuevo “travesuras” era la palabra correcta, aunque era un hombre adulto, no olvidaba los pequeños detalles de la vida que le producían felicidad.
Luego se giró para verla cuando comenzó a hablar, parpadeó un par de veces y la miró incrédulo. Por primera vez no era él quien planeaba, quien organizaba, quien hablaba sin parar, y se sitió raro, aunque supuso que de vez en cuando no estaba mal perder el control. Pese a su apariencia y su forma de actuar, siempre desfachatada, Týr solía tener todo bajo control, dirigir las cosas a dónde él quería. Definitivamente era una suerte que no maquinara planes de dominación mundial o de exterminio a sectores de la humanidad.
Luego de observarla y escucharla, y cuando ella hizo trozos el papel para comenzar a hacer los barcos, tomó uno de esos pedazos y los comenzó a doblar, era una figura muy sencilla si consideraba otras que aprendió en oriente, como a gruya, que según los japoneses, traía buena suerte. Cuando terminó su pequeña embarcación, la sostuvo con el pulgar y el índice, esperando que ella volviera a hablar.
-Suena… ¡suena divertido! –dijo cuando ella hubo terminado su explicación y mirando el final de la calle, que ahora, causa de la lluvia, parecía un riachuelo, luego miró la figura de papel en su mano-, ¿pero qué haremos con esto? –preguntó con sincera ingenuidad. Él seguía firme en la idea de hacer una carrera, pero ese no era el Sena, el escenario que él quería para su competición.
Eran como un par de niños, que aunque jugaran y se llevaran bien, tenían sus discrepancias en ciertos aspectos. Suspiró, tomó el objeto que le serviría de deslizador y se plantó en la cima de la empinada calle.
-¿Entonces?, ¡vamos! –apresuró, aunque si era sincero, quería que ella comenzara para ver qué tan peligroso podía ser y cómo debía hacerse, no quería terminar con la cara sobre el empedrado a los pocos metros de empezar aquello que, sí, sin duda se veía muy divertido y eso le emocionaba.
Mientras avanzaban siempre miraba a un lado de vez en cuando, para asegurarse que Tân los acompañaba, sólo como reflejo ya que aunque no mirara, sabía que su perro iba a un lado. Se quedó observando el lugar al que habían llegado, nunca había estado ahí, o si ya lo había visitado, su mente que estaba en mil sitios a la vez ya se había encargado de borrarlo. Se preguntó por qué, ya que era un lugar ideal para hacer cualquier tipo de travesuras. De nuevo “travesuras” era la palabra correcta, aunque era un hombre adulto, no olvidaba los pequeños detalles de la vida que le producían felicidad.
Luego se giró para verla cuando comenzó a hablar, parpadeó un par de veces y la miró incrédulo. Por primera vez no era él quien planeaba, quien organizaba, quien hablaba sin parar, y se sitió raro, aunque supuso que de vez en cuando no estaba mal perder el control. Pese a su apariencia y su forma de actuar, siempre desfachatada, Týr solía tener todo bajo control, dirigir las cosas a dónde él quería. Definitivamente era una suerte que no maquinara planes de dominación mundial o de exterminio a sectores de la humanidad.
Luego de observarla y escucharla, y cuando ella hizo trozos el papel para comenzar a hacer los barcos, tomó uno de esos pedazos y los comenzó a doblar, era una figura muy sencilla si consideraba otras que aprendió en oriente, como a gruya, que según los japoneses, traía buena suerte. Cuando terminó su pequeña embarcación, la sostuvo con el pulgar y el índice, esperando que ella volviera a hablar.
-Suena… ¡suena divertido! –dijo cuando ella hubo terminado su explicación y mirando el final de la calle, que ahora, causa de la lluvia, parecía un riachuelo, luego miró la figura de papel en su mano-, ¿pero qué haremos con esto? –preguntó con sincera ingenuidad. Él seguía firme en la idea de hacer una carrera, pero ese no era el Sena, el escenario que él quería para su competición.
Eran como un par de niños, que aunque jugaran y se llevaran bien, tenían sus discrepancias en ciertos aspectos. Suspiró, tomó el objeto que le serviría de deslizador y se plantó en la cima de la empinada calle.
-¿Entonces?, ¡vamos! –apresuró, aunque si era sincero, quería que ella comenzara para ver qué tan peligroso podía ser y cómo debía hacerse, no quería terminar con la cara sobre el empedrado a los pocos metros de empezar aquello que, sí, sin duda se veía muy divertido y eso le emocionaba.
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Re: Someone like you [Privado]
Lucida es la palabra correcta al estado que tenía la joven en ese momento. No tenía miedos, no tenía recuerdos, no tenía voces en su cabeza, no tenía dudas, simplemente se estaba dejando llevar por la emoción de poder hacer algo que la gente normal hace. O bueno según ella esa, pues las personas comunes y corrientes, solo alcanzan a ver nubes grises en el cielo y salen corriendo, como si el agua tuviera una especie de acido que los hiciera morir, a veces la castaña no entendía porque la gente corría para resguardarse de la lluvia, era como si delante de ellos no hubiera más agua cuando en realidad era la misma, incluso el mismo efecto o mayor dependiendo de la corriente de aire, al final siempre terminan mojados, ya sea mucho o poco, y si se tienen que enfermar lo harán con o sin lluvia, todos los paradigmas humanos suelen ser bastante absurdos, o bueno la gran mayoría si les pones atención.
Bastante hábiles eran ambos al hacer barquitos de papel, pues en un abrir y cerrar de ojos ya los tenían listos. Los ojos de la joven se dirigieron al cielo, era bastante notorio que el clima no cambiaría en un buen rato, incluso podía "empeorar" pero todo sería perfecto para la diversión de ese par. Se puso de pie de un brinco, y con ese mismo brinco también cayó hacía atrás cuando el perro de su nuevo amigo había imitado sus acciones, le pareció tan gracioso, pero al mismo tiempo sus temores seguían impidiendo disfrutar al cien del momento, o sino eran miedos al menos sus mañas.
Estudió con gusto al brujo, notando así que era igual o más grande que ella, no lo sabía. Teniendo tantas malas experiencias con los adultos, le era casi mágico encontrar a alguien así. Por unos segundos o quizás uno o dos minutos, Levana cerró los ojos simulando estar disfrutando de la lluvia, en realidad solo estaba percibiendo las energías que su compañero daba al momento, como era de esperarse podía ver todos blancos e incluso colores llamativos a su alrededor, eso era un punto más para querer seguir disfrutando de su normalidad. - Empezaré para que veas como se hace, pon mucha atención, no queremos lastimados - Indicó con firmeza, odiaba la sangre, después del incendio que había presenciado, y de las curaciones en el sanatorio mental a otros internos, había aprendido a odiar la sangre de una manera que incluso la hacía vomitar al imaginarla en ella, por eso era mejor dar buenas indicaciones.
Miro ambos barquitos antes de salir del resguardo en donde estaban - Ellos saldrán en el momento en que la competencia empiece - Se rió dejando su barquito sobre una roca. Sus manos se dirigieron a la tapa tomándola del piso. Esta al ser elevada escurrió toda el agua que había quedado prendada en sus pequeños hoyos, daba igual se iba a volver a mojar.
Al posicionarse en la punta, la chica se puso casi sentada con las piernas en posición de flor de loto, alzó suavemente su cuerpo con estás mismas y puso la tapa dejado de ella, sin avisar inclinó su cuerpo para poder agarrar vuelo y con las manos sosteniendo la parte de enfrente de la tapa se dejo caer, disfrutando del aire frío, del agua, y de su aventura. Varios saltos dio en el aire a causa de desniveles que había a su paso, pero con éxito alguno llego al final, dejando su cuerpo caer en el suelo sin dejar de sonreír. - LLegué - Grito con fuerza por primera vez aprovechando la potencia de su voz, del aire en sus pulmones. Poco a poco se puso se pie y subió los escalones para poder encontrarse con el brujo.
Bastante hábiles eran ambos al hacer barquitos de papel, pues en un abrir y cerrar de ojos ya los tenían listos. Los ojos de la joven se dirigieron al cielo, era bastante notorio que el clima no cambiaría en un buen rato, incluso podía "empeorar" pero todo sería perfecto para la diversión de ese par. Se puso de pie de un brinco, y con ese mismo brinco también cayó hacía atrás cuando el perro de su nuevo amigo había imitado sus acciones, le pareció tan gracioso, pero al mismo tiempo sus temores seguían impidiendo disfrutar al cien del momento, o sino eran miedos al menos sus mañas.
Estudió con gusto al brujo, notando así que era igual o más grande que ella, no lo sabía. Teniendo tantas malas experiencias con los adultos, le era casi mágico encontrar a alguien así. Por unos segundos o quizás uno o dos minutos, Levana cerró los ojos simulando estar disfrutando de la lluvia, en realidad solo estaba percibiendo las energías que su compañero daba al momento, como era de esperarse podía ver todos blancos e incluso colores llamativos a su alrededor, eso era un punto más para querer seguir disfrutando de su normalidad. - Empezaré para que veas como se hace, pon mucha atención, no queremos lastimados - Indicó con firmeza, odiaba la sangre, después del incendio que había presenciado, y de las curaciones en el sanatorio mental a otros internos, había aprendido a odiar la sangre de una manera que incluso la hacía vomitar al imaginarla en ella, por eso era mejor dar buenas indicaciones.
Miro ambos barquitos antes de salir del resguardo en donde estaban - Ellos saldrán en el momento en que la competencia empiece - Se rió dejando su barquito sobre una roca. Sus manos se dirigieron a la tapa tomándola del piso. Esta al ser elevada escurrió toda el agua que había quedado prendada en sus pequeños hoyos, daba igual se iba a volver a mojar.
Al posicionarse en la punta, la chica se puso casi sentada con las piernas en posición de flor de loto, alzó suavemente su cuerpo con estás mismas y puso la tapa dejado de ella, sin avisar inclinó su cuerpo para poder agarrar vuelo y con las manos sosteniendo la parte de enfrente de la tapa se dejo caer, disfrutando del aire frío, del agua, y de su aventura. Varios saltos dio en el aire a causa de desniveles que había a su paso, pero con éxito alguno llego al final, dejando su cuerpo caer en el suelo sin dejar de sonreír. - LLegué - Grito con fuerza por primera vez aprovechando la potencia de su voz, del aire en sus pulmones. Poco a poco se puso se pie y subió los escalones para poder encontrarse con el brujo.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
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Re: Someone like you [Privado]
Los años que llevaba a cuestas, que no eran muchos de todos modos, le habían enseñado que sus comportamientos, labrados a través del tiempo de forma interna e intrínseca y nunca foránea, eran ante todo, una afrenta a lo que aquellos que pertenecían a su clase, consideraban de mal gusto, fuera de lugar o simplemente, demasiado extravagante. Eso a Týr no podía importarle menos que un palmo de narices, ni siquiera cruzaba por su cabeza corregir sus actitudes, tratarse de alinear a lo que la sociedad, que siempre lo había mirado con malos ojos, decía que debía de hacer.
Týr hacía lo que se le pegaba en gana, esa era la verdad, y como su padre había dicho alguna vez, era una suerte que no tuviera planes de dominación mundial, porque con esa tozudez, esa mente retorcida y ese poder mágico del que era poseedor, sin duda podía conseguirlo en un santiamén.
Observó a su acompañante con una fascinación que rayaba en lo infantil, atento, con los ojos desmesuradamente abiertos como era su costumbre, provocando aquel par de orbes verdes lucieran casi tornasol con la luz adecuada, a veces amarillos como los de un gato, y a veces de un verde olivo profundo, que decía que dentro de ese joven tan disparatado, había cosas más complejas y hasta obscuras que no salían a la luz.
Asintió ante las indicaciones de su compañera de juegos, siguió con atención todos sus movimientos para aprenderlos y hacer lo mismo una vez que fuese su turno. Dejó su propia creación de papiroflexia junto a la que Levana había dejado sobre la roca y observó cómo su nueva amiga descendía. Sí, sin duda se veía divertido.
Aplaudió cuando ella anunció que había llegado al final y de forma impecable, al aplauso lo acompañó una carcajada y luego aguardó a que ella ascendiera hasta donde estaba para hacer lo propio.
-Espero haberlo entendido –dijo acercándose a Tân, posando su palma extendida sobre la cabeza del perro y sonriéndole, diciéndole sin palabras que lo esperara ahí, ellos dos se entendían muchas veces mejor que como lo harían dos humanos en sus cabales (o en sus supuestos cabales, a menudo Týr creía que los locos eran los demás y él el único cuerdo), luego tomo su posición para iniciar-. Deséame suerte –le guiñó el ojo a su acompañante y se arrojó como había visto que lo había hecho ella.
Nada pareció fuera de lo predicho, excepto, claro, que no contaba con que su peso era mayor al de ella. A nada de llegar al final de la pendiente perdió el control, saliendo disparado, aunque acostumbrado a caer tan seguido como él lo estaba, supo qué hacer para no salir herido, o no tanto al menos. Giró sobre la superficie mojada y tardó a penas un segundo en ponerse de pie de un gran salto.
-¡Estoy bien! –gritó desde su lugar, y contra todo pronóstico, con voz animada y con un dejo de risa. Tân tardó ese mismo tiempo en bajar la colina hasta donde estaba su amo y se acercó a su rodilla derecha, donde el pantalón estaba roto y ahí, sobre su piel, una raspadura que si bien no sangraba, no se veía nada bien. Para colmo, Týr ahora estaba empapado de agua sucia de la calle, cosa que parecía no importarle.
-Estoy bien -repitió, pero esta vez como un susurro sólo para su fiel amigo, se agachó y acarició la cruz del cánido, esto provocó que se hiciera consciente de su herida, se dejó caer sobre un tramo de pasto, qué más daba ensuciarse más, para revisar qué tan grave era el daño.
Týr hacía lo que se le pegaba en gana, esa era la verdad, y como su padre había dicho alguna vez, era una suerte que no tuviera planes de dominación mundial, porque con esa tozudez, esa mente retorcida y ese poder mágico del que era poseedor, sin duda podía conseguirlo en un santiamén.
Observó a su acompañante con una fascinación que rayaba en lo infantil, atento, con los ojos desmesuradamente abiertos como era su costumbre, provocando aquel par de orbes verdes lucieran casi tornasol con la luz adecuada, a veces amarillos como los de un gato, y a veces de un verde olivo profundo, que decía que dentro de ese joven tan disparatado, había cosas más complejas y hasta obscuras que no salían a la luz.
Asintió ante las indicaciones de su compañera de juegos, siguió con atención todos sus movimientos para aprenderlos y hacer lo mismo una vez que fuese su turno. Dejó su propia creación de papiroflexia junto a la que Levana había dejado sobre la roca y observó cómo su nueva amiga descendía. Sí, sin duda se veía divertido.
Aplaudió cuando ella anunció que había llegado al final y de forma impecable, al aplauso lo acompañó una carcajada y luego aguardó a que ella ascendiera hasta donde estaba para hacer lo propio.
-Espero haberlo entendido –dijo acercándose a Tân, posando su palma extendida sobre la cabeza del perro y sonriéndole, diciéndole sin palabras que lo esperara ahí, ellos dos se entendían muchas veces mejor que como lo harían dos humanos en sus cabales (o en sus supuestos cabales, a menudo Týr creía que los locos eran los demás y él el único cuerdo), luego tomo su posición para iniciar-. Deséame suerte –le guiñó el ojo a su acompañante y se arrojó como había visto que lo había hecho ella.
Nada pareció fuera de lo predicho, excepto, claro, que no contaba con que su peso era mayor al de ella. A nada de llegar al final de la pendiente perdió el control, saliendo disparado, aunque acostumbrado a caer tan seguido como él lo estaba, supo qué hacer para no salir herido, o no tanto al menos. Giró sobre la superficie mojada y tardó a penas un segundo en ponerse de pie de un gran salto.
-¡Estoy bien! –gritó desde su lugar, y contra todo pronóstico, con voz animada y con un dejo de risa. Tân tardó ese mismo tiempo en bajar la colina hasta donde estaba su amo y se acercó a su rodilla derecha, donde el pantalón estaba roto y ahí, sobre su piel, una raspadura que si bien no sangraba, no se veía nada bien. Para colmo, Týr ahora estaba empapado de agua sucia de la calle, cosa que parecía no importarle.
-Estoy bien -repitió, pero esta vez como un susurro sólo para su fiel amigo, se agachó y acarició la cruz del cánido, esto provocó que se hiciera consciente de su herida, se dejó caer sobre un tramo de pasto, qué más daba ensuciarse más, para revisar qué tan grave era el daño.
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Re: Someone like you [Privado]
Sus cabellos empapados se pegaron por completo a su cuerpo, la lluvia era constante pero sin duda no era fastidiosa pues dejaba ver todo el espectáculo que entre ambos hacían. Observar a su acompañante mostrar la emoción que ella ahora tenía sin duda era reconfortante, la joven sentía como sino pudiera haber ya ningún problema en el mundo, sintió como si todo el dolor que había estado sintiendo durante tanto tiempo se hubiera desvanecido sin problema alguno. Era como un cálido abrazo en el invierno, como las palabras reconfortantes de una madre a su hijo después de una caída, era como las palabras de un amor después del regreso de un largo viaje. La joven jo entendía como se había perdido todas esas sensaciones buenas a lo largo de su vida. No quería reprocharle a nadie nada, a esas alturas ya no importaba, simplemente debía tener cuidado en sus pasos, no confiar tan rápido como esa tarde, sin embargo no se arrepentía.
Notó el inconveniente que ahora había pasado su nuevo conocido. Se llevó ambas manos a los labios sorprendida. Quiso pedirle disculpas desde lejos pero de nada servía. Levana movió con bastante fuerza la tapa con la que se había deslizado con anterioridad. Fue tan fuerte el aire que había provocado al mover la tapa que los barquitos se movieron, cayeron a la pequeña corriente que iba hacía abajo, hacía donde estaba Tyr, pero eso ninguno de los dos lo había notado. La joven se deslizó lo más rápido que pudo para poder llegar hasta el joven y su amigo.
No tardó mucho el llegar, ni siquiera se tomó la delicadeza de levantar la tapa para alcanzar a su compañero de aventuras, simplemente camino a paso presuroso para estar a su lado. Se agachó y empujo sus manos, también sin ser ruda, el rostro del animal, Levana pensó que este le ladraría sin embargo cedió ante lo impuesto por la joven. Así pudo ver con claridad la herida que se había hecho el brujo. La joven no tardó en sonreír al ver que tenía un pronto remedio, pero que algunas ramitas, y piedritas estaban incrustadas en las heridas del caballero. - Lamento tu caída - Dijo como si ella hubiera sido la culpable de tal accidente, cosa que ambos sabían no era cierto, sin embargo, era su naturaleza echarse la culpa de cualquier mal que pasará donde esta su encontrara cerca.
Sin importar su atrevimiento, la joven tomó con fuerza las partes rotas del pantalón, con un jalón fuerte rompió por completo la tela que quedaba hacía abajo. No creía que la ropa le llegara a importar al brujo a esas alturas del juego. Necesitaba la zona completamente despejada para poder limpiar con tranquilidad - Vayamos a alguna zona donde la lluvia no nos caiga ¿Está bien? - Preguntó con bastante timidez, se notaba claramente como sus mejillas se enrojecían pues aún se sentía culpable de lo ocurrido. Se puso de pie y estiró ambas manos para poder tomar las ajenas. Lo condujo hasta el techo de la fachada de una casa, y ahí esperó a que se sentará de nuevo, y está se puso frente a él.
- Intentaré que no le duela - Levana lamentaba no poder estar cerca de su casa para sacar los frascos de hiervas y así hacer de manera correcta las curaciones a su acompañante, lo bueno de todo es que quitar aquellas suciedades ayudaría a que la herida no se pusiera fea, o tuviera a lo largo infecciones. - Si le duele me indica ¿Está bien? - No era un delito pedir ayuda en alguna casa, o por ejemplo en la casa en la que ahora estaba, quizás lo ahorita, pero primero se pondría a limpiar de manera minuciosa la herida del brujo, hasta que ya no tuviera nada que pudiera dañar más aquellos raspones, y hacer que si, ahora no salía sangre alguna, comenzará a salir, y la sangre, si que era escandalosa.
Notó el inconveniente que ahora había pasado su nuevo conocido. Se llevó ambas manos a los labios sorprendida. Quiso pedirle disculpas desde lejos pero de nada servía. Levana movió con bastante fuerza la tapa con la que se había deslizado con anterioridad. Fue tan fuerte el aire que había provocado al mover la tapa que los barquitos se movieron, cayeron a la pequeña corriente que iba hacía abajo, hacía donde estaba Tyr, pero eso ninguno de los dos lo había notado. La joven se deslizó lo más rápido que pudo para poder llegar hasta el joven y su amigo.
No tardó mucho el llegar, ni siquiera se tomó la delicadeza de levantar la tapa para alcanzar a su compañero de aventuras, simplemente camino a paso presuroso para estar a su lado. Se agachó y empujo sus manos, también sin ser ruda, el rostro del animal, Levana pensó que este le ladraría sin embargo cedió ante lo impuesto por la joven. Así pudo ver con claridad la herida que se había hecho el brujo. La joven no tardó en sonreír al ver que tenía un pronto remedio, pero que algunas ramitas, y piedritas estaban incrustadas en las heridas del caballero. - Lamento tu caída - Dijo como si ella hubiera sido la culpable de tal accidente, cosa que ambos sabían no era cierto, sin embargo, era su naturaleza echarse la culpa de cualquier mal que pasará donde esta su encontrara cerca.
Sin importar su atrevimiento, la joven tomó con fuerza las partes rotas del pantalón, con un jalón fuerte rompió por completo la tela que quedaba hacía abajo. No creía que la ropa le llegara a importar al brujo a esas alturas del juego. Necesitaba la zona completamente despejada para poder limpiar con tranquilidad - Vayamos a alguna zona donde la lluvia no nos caiga ¿Está bien? - Preguntó con bastante timidez, se notaba claramente como sus mejillas se enrojecían pues aún se sentía culpable de lo ocurrido. Se puso de pie y estiró ambas manos para poder tomar las ajenas. Lo condujo hasta el techo de la fachada de una casa, y ahí esperó a que se sentará de nuevo, y está se puso frente a él.
- Intentaré que no le duela - Levana lamentaba no poder estar cerca de su casa para sacar los frascos de hiervas y así hacer de manera correcta las curaciones a su acompañante, lo bueno de todo es que quitar aquellas suciedades ayudaría a que la herida no se pusiera fea, o tuviera a lo largo infecciones. - Si le duele me indica ¿Está bien? - No era un delito pedir ayuda en alguna casa, o por ejemplo en la casa en la que ahora estaba, quizás lo ahorita, pero primero se pondría a limpiar de manera minuciosa la herida del brujo, hasta que ya no tuviera nada que pudiera dañar más aquellos raspones, y hacer que si, ahora no salía sangre alguna, comenzará a salir, y la sangre, si que era escandalosa.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
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Ardía, sí, no iba a negarlo, sentía la tierra y el pasto incrustándose en la carne desnuda de piel, pero si de él hubiese dependido, se habría puesto de pie (a duras penas, eso sí) y hubiese seguido con los juegos. No era nada que no acostumbrara, así como era a cada momento se estaba cayendo o golpeando, estaba acostumbrado, se suponía que un joven proveniente de una familia como la suya mantuviera la compostura pero, vaya, Týr no era el típico hijo de gente adinerada.
-No es nada –apuntó cuando ella estuvo a su lado, miró a Tân y le sonrió para volver a acariciarlo justo en medio de las orejas. Se puso de pie cuando ella se deshizo de la parte inferior maltrecha del pantalón, no sería la primera prenda que perdería tras un accidente similar. Ella lo tomó de la mano para conducirlo a un sitio debajo de la cornisa de una casa y así la lluvia no los interrumpiera, él estaba empapado de todos modos.
Cojeando llegó hasta el lugar, su perro siguiéndole los pasos, atento a su amo y que estuviera bien como aseguraba estarlo. Pudo llegar hasta la breve escalinata del pórtico y ahí se sentó con dificultades, sin flexionar la pierna herida. Alzó el rostro para ver a Levana y tomó una de sus manos con firmeza pero sin intenciones de parecer demandante o amenazador.
-Estoy bien –repitió por enésima vez-, son cosas que pasan y créeme, a mi me pasan muy seguido –la soltó y le sonrió con afabilidad, para dejar en claro que en verdad no la consideraba autora del pequeño incidente. Que eso era, pequeño, no tenían por qué darle más importancia.
-Sólo necesitamos limpiar la herida y ponerle algo para que no se infecte –indicó ante la desmedida preocupación de su acompañante-. Ven –se volvió a poner de pie-, ayúdame –la llamó con la mano para colocar su brazo por su espalda para que le sirviera de apoyo –busquemos una botica abierta y compremos algo de gasa –dio un paso o dos y la volvió a mirar –de verdad, estoy bien –él lo entendía, quería que ella también lo hiciera.
Apresuró el paso como pudo, pues no era mucho con una pierna a la que apenas podía flexionar; muchos negocios había cerrado por el aguacero, mismo que ya había cedido un poco en intensidad, más no en persistencia. Así avanzó unos metros, pegados a los muros de las casas para que la lluvia los golpeara menos, ligeramente menos nada más, y para que los carruajes que transitaban no los empapara con agua sucia encharcada.
-Te voy a necesitar –le dijo –para que seas mi enfermera –le guiñó un ojo, aquella curación que necesitaba era en extremo sencilla, sólo quería que ella comprendiera que no la culpaba de algo que era cotidiano, para todo el mundo, pero sobre todo para él por su misma forma de ser.
-No es nada –apuntó cuando ella estuvo a su lado, miró a Tân y le sonrió para volver a acariciarlo justo en medio de las orejas. Se puso de pie cuando ella se deshizo de la parte inferior maltrecha del pantalón, no sería la primera prenda que perdería tras un accidente similar. Ella lo tomó de la mano para conducirlo a un sitio debajo de la cornisa de una casa y así la lluvia no los interrumpiera, él estaba empapado de todos modos.
Cojeando llegó hasta el lugar, su perro siguiéndole los pasos, atento a su amo y que estuviera bien como aseguraba estarlo. Pudo llegar hasta la breve escalinata del pórtico y ahí se sentó con dificultades, sin flexionar la pierna herida. Alzó el rostro para ver a Levana y tomó una de sus manos con firmeza pero sin intenciones de parecer demandante o amenazador.
-Estoy bien –repitió por enésima vez-, son cosas que pasan y créeme, a mi me pasan muy seguido –la soltó y le sonrió con afabilidad, para dejar en claro que en verdad no la consideraba autora del pequeño incidente. Que eso era, pequeño, no tenían por qué darle más importancia.
-Sólo necesitamos limpiar la herida y ponerle algo para que no se infecte –indicó ante la desmedida preocupación de su acompañante-. Ven –se volvió a poner de pie-, ayúdame –la llamó con la mano para colocar su brazo por su espalda para que le sirviera de apoyo –busquemos una botica abierta y compremos algo de gasa –dio un paso o dos y la volvió a mirar –de verdad, estoy bien –él lo entendía, quería que ella también lo hiciera.
Apresuró el paso como pudo, pues no era mucho con una pierna a la que apenas podía flexionar; muchos negocios había cerrado por el aguacero, mismo que ya había cedido un poco en intensidad, más no en persistencia. Así avanzó unos metros, pegados a los muros de las casas para que la lluvia los golpeara menos, ligeramente menos nada más, y para que los carruajes que transitaban no los empapara con agua sucia encharcada.
-Te voy a necesitar –le dijo –para que seas mi enfermera –le guiñó un ojo, aquella curación que necesitaba era en extremo sencilla, sólo quería que ella comprendiera que no la culpaba de algo que era cotidiano, para todo el mundo, pero sobre todo para él por su misma forma de ser.
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Así era todo en la vida de la bruja. Los momentos de felicidad eran contados, en realidad no sabía si en alguna ocasión de su vida algo le hubiera dado felicidad, y si eso había pasado, la misma tristeza se había encarado de borrarlo. Týr era una especie de héroe, de esos que todo mundo sueña tener y que pocos son los que pueden verles. ¿Por qué? Sorpresivamente Levana no se sentía mal, mucho menos incomoda con él, recordaba incluso las noches en las que jugaba con su hermano, le recordaba como su hermano era tan alegre como él, y también le recordaba que no le importaba el daño con tal de que ella estuviera tranquila. Todo esto le hacía sacar recuerdos que estaba para ella muertos, pero no, los podía sentir, incluso abrazar, y estuvo a punto de soltar el llanto al darse cuenta que era un recuerdo, un gran recuerdo, y que nunca pasaría más. Pero por primera vez se atrevió a dejar la burbuja así, intacta.
Se tensó de manera notoria cuando el caballero paso su mano por sus hombros, no dijo nada, se quedó callada y siguió avanzando, eso si, con la mirada puesta en el camino, ya no lo dejaría caer dos veces.
No tardaron mucho tiempo en hacer la compra, solo se encargaron de pedir al encargado las cosas que necesitaban, además el hombre cedió porque no los dejaría entrar así de empapados al lugar. Cosa que era un alivio. Levana sacó un par de monedas para pagar el material pero Týr no la dejó, cosa que le pareció bastante singular o quizás algo que no había pasado con alguien más.
Siguieron caminando hasta poder estar en un lugar donde el agua no traspasara. Necesitaban no seguir mojándose cuando le curara. Se quedó quieta por unos momentos. Mirando en ocasiones muy cortas los ojos del brujo, la muchacha dejó cada una de las cosas que iban a usar encima de la bolsa que les habían dado, así evitaba se llenaran de tierra y ese tipo de cosas.
Primero que nada, se puso a limpiar cada pequeño pedazo de la herida antes de que él le diera indicaciones, después apartó las manos para que el brujo se diera cuenta que estaba lista para empezar. Sonrió de manera bastante amplía, nunca antes había sentido que alguien la necesitara, aunque fuera en algo tan simple, se sentía bien pues estaba haciendo algo por alguien, estaba siendo completamente productiva.
La bruja tomo una gran bocana de aire - Usted no es un humano normal ¿Verdad? Puedo sentirlo, su energía es diferente, y se tiñe de colores como si estuviera danzando - Sonrió de manera amplia, podía darse cuenta porque los humanos aunque también estaba envueltos en una energía, era diferente, incluso menos brillante. - Lo sé porque se parece a la mía, solo que la mía es gris - Susurró estirando sus manos para que se secaran por completo.
Se tensó de manera notoria cuando el caballero paso su mano por sus hombros, no dijo nada, se quedó callada y siguió avanzando, eso si, con la mirada puesta en el camino, ya no lo dejaría caer dos veces.
No tardaron mucho tiempo en hacer la compra, solo se encargaron de pedir al encargado las cosas que necesitaban, además el hombre cedió porque no los dejaría entrar así de empapados al lugar. Cosa que era un alivio. Levana sacó un par de monedas para pagar el material pero Týr no la dejó, cosa que le pareció bastante singular o quizás algo que no había pasado con alguien más.
Siguieron caminando hasta poder estar en un lugar donde el agua no traspasara. Necesitaban no seguir mojándose cuando le curara. Se quedó quieta por unos momentos. Mirando en ocasiones muy cortas los ojos del brujo, la muchacha dejó cada una de las cosas que iban a usar encima de la bolsa que les habían dado, así evitaba se llenaran de tierra y ese tipo de cosas.
Primero que nada, se puso a limpiar cada pequeño pedazo de la herida antes de que él le diera indicaciones, después apartó las manos para que el brujo se diera cuenta que estaba lista para empezar. Sonrió de manera bastante amplía, nunca antes había sentido que alguien la necesitara, aunque fuera en algo tan simple, se sentía bien pues estaba haciendo algo por alguien, estaba siendo completamente productiva.
La bruja tomo una gran bocana de aire - Usted no es un humano normal ¿Verdad? Puedo sentirlo, su energía es diferente, y se tiñe de colores como si estuviera danzando - Sonrió de manera amplia, podía darse cuenta porque los humanos aunque también estaba envueltos en una energía, era diferente, incluso menos brillante. - Lo sé porque se parece a la mía, solo que la mía es gris - Susurró estirando sus manos para que se secaran por completo.
- Spoiler:
- Se que no es tan buena, lo siento T_T
Levana Maréchal- Mensajes : 147
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Si no tenía una inmensa cantidad de cicatrices en el cuerpo era porque sus heridas siempre resultaban como la que ahora aquejaba a su rodilla, simples raspaduras y golpes que un niño de 8 años se hace regularmente, la diferencia, claro, radicaba en que él no tenía 8 años, aunque eso jugaba a su favor la mayoría de las veces en cuanto a eso respectaba, su cuerpo, a diferencia del de los niños, de él mismo cuando era un infante, era más resistente; tenía demasiada energía que debía ser canalizada, por lo que el ejercicio formaba parte de su día a día (tal vez él ni cuenta se daba) y por ende, era bastante fuerte, podía recibir varios de esos golpes sin presentar gran daño, pero no dejaba de ser humano, ahí estaba la prueba, la sangre brotaba de él al más mínimo corte.
Finalmente llegaron a un pórtico grande que los podía cubrir a ambos de la lluvia, ahí se dejó caer en la breve escalinata y observó lo que su enfermera del momento iba a hacer. No era ajeno a los doctores, había males que la magia simplemente no podía curar, y algo en la minucia de los movimientos de Levana le recordó una de sus tantas visitas a un galeno.
Cuando su amiga (¿podía llamarla así ahora? Habían pasado ya suficiente en pocas horas como para atreverse a considerarla una) empezó a limpiar la rodilla dañada, recargó ambas manos en el escalón siguiente y echó la cabeza hacia atrás mordiéndose el labio inferior para no gritar. No dolía, ardía que era peor; apretó los dientes pero el aire que introducía a su boca hacía un sonido como de un leve silbido, todo para no soltar un quejido más grande, por las personas que pudieran estar al interior de aquella vivienda, pero sobre todo por Levana, que parecía alterarse fácilmente, según había visto Týr hasta el momento.
Cuando ella hubo terminado regresó el rostro al frente para verla y sonreírle, no había sido tan malo después de todo. Ardores de raspones había tenido muchos antes y este no era diferente en nada. Rio ante lo que ella decía, miró a su perro, echado fielmente a su lado y llevó una mano a la cabeza del animal, entre oreja y oreja.
-No se necesita ser muy suspicaz para saber que no soy normal –aceptó mientras acariciaba a Tân, podía referirse a cualquier cosa, a la obviedad de su comportamiento aniñado y retador a una sociedad conservadora, o a su magia, algo más inherente y difícil de captar. Ella tenía magia, Týr lo sabía, podía sentirla, era parecida a su propio poder, algo desordenado, pero la Levana se antojaba salvaje, incluso peligrosa, mientras la de Týr estaba más domada por el propietario, podía ser salvaje, sólo si él dejaba que lo fuera. Suspiró.
-Es gris porque quieres que lo sea –se encogió de hombros –la mía es colorida… –había escuchado aquello antes, que su energía era de toda la gama cromática que alguien pudiera imaginarse, Atenea se lo había dicho, otros brujos se lo habían dicho –porque dejo que lo sea, y quiero que así sea, me gusta de ese modo, y por eso procuro mantenerla así –de nuevo y como era su costumbre, estaba hablando demasiado. Se detuvo y la miró.
-Se buena –pidió como un niño pequeño-, al poner la gasa, no dejes que arda demasiado -y le sonrió con ese gesto de niño que, por más viejo que fuera, no podía con él.
Finalmente llegaron a un pórtico grande que los podía cubrir a ambos de la lluvia, ahí se dejó caer en la breve escalinata y observó lo que su enfermera del momento iba a hacer. No era ajeno a los doctores, había males que la magia simplemente no podía curar, y algo en la minucia de los movimientos de Levana le recordó una de sus tantas visitas a un galeno.
Cuando su amiga (¿podía llamarla así ahora? Habían pasado ya suficiente en pocas horas como para atreverse a considerarla una) empezó a limpiar la rodilla dañada, recargó ambas manos en el escalón siguiente y echó la cabeza hacia atrás mordiéndose el labio inferior para no gritar. No dolía, ardía que era peor; apretó los dientes pero el aire que introducía a su boca hacía un sonido como de un leve silbido, todo para no soltar un quejido más grande, por las personas que pudieran estar al interior de aquella vivienda, pero sobre todo por Levana, que parecía alterarse fácilmente, según había visto Týr hasta el momento.
Cuando ella hubo terminado regresó el rostro al frente para verla y sonreírle, no había sido tan malo después de todo. Ardores de raspones había tenido muchos antes y este no era diferente en nada. Rio ante lo que ella decía, miró a su perro, echado fielmente a su lado y llevó una mano a la cabeza del animal, entre oreja y oreja.
-No se necesita ser muy suspicaz para saber que no soy normal –aceptó mientras acariciaba a Tân, podía referirse a cualquier cosa, a la obviedad de su comportamiento aniñado y retador a una sociedad conservadora, o a su magia, algo más inherente y difícil de captar. Ella tenía magia, Týr lo sabía, podía sentirla, era parecida a su propio poder, algo desordenado, pero la Levana se antojaba salvaje, incluso peligrosa, mientras la de Týr estaba más domada por el propietario, podía ser salvaje, sólo si él dejaba que lo fuera. Suspiró.
-Es gris porque quieres que lo sea –se encogió de hombros –la mía es colorida… –había escuchado aquello antes, que su energía era de toda la gama cromática que alguien pudiera imaginarse, Atenea se lo había dicho, otros brujos se lo habían dicho –porque dejo que lo sea, y quiero que así sea, me gusta de ese modo, y por eso procuro mantenerla así –de nuevo y como era su costumbre, estaba hablando demasiado. Se detuvo y la miró.
-Se buena –pidió como un niño pequeño-, al poner la gasa, no dejes que arda demasiado -y le sonrió con ese gesto de niño que, por más viejo que fuera, no podía con él.
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Re: Someone like you [Privado]
Observó con detenimiento la herida, escuchando con atención lo que le decía. Aquello no se veía tan mal. De hecho ya no estaba sucio, lo cual daba ventajas, no se infectaría y con cubrirlo estaría más que listo. Asintió repetidas veces a lo que aquel le decía - Seré tan buena como ninguna - Sonrió con sinceridad, al menos haría el intento, nunca se había creído una joven "buena", ella sabía que dentro de su cuerpo existían espíritus malignos que querían hacer de las suyas. Las voces se lo repetían a cada instante, unas quería que se encerrará y muriera sola, otras querían que alguien la lastimara, una que otra ansiaba por que aquel gitano la encontrara, y por último, una le pedía que se matara, por eso sabía bien que no podía ser buena, quien es bueno no escucha esas cosas, o aprende a controlarlas, ella estaba muy lejos de eso.
Sacó aquella gasa de la envoltura con cuidado, era de buen tamaño, lo suficiente para cubrir aquella herida - Opino que deberíamos cubrir toda tú pierna - La chica bromeó, como si lo hiciera todo el tiempo. Imaginar a Tyr con una pierna blanca gracias a la cantidad de gasas empleadas era divertido. - Tendrás ropa que te protege de raspaduras, quién lo diría - Siguió bromeando ante aquella situación, Levana imploraba por olvidar sus demonios internos, estaba dispuesta a rezar a un dios que la había abandonado desde el inicio de su existencia para sentirse normal, pero mientras eso ocurría buscaba fuerzas para pasarla bien.
La colocó con sumo cuidado. Observó su se movería o no - ¿Puedes moverla un poco? - Levana había estado tan apartada del mundo que ya se le había olvidado la sensación de una raspadura, incluso de un corte, por eso no tenía idea de lo que estaría sintiendo su brujo amigo. Al notar que aquello no se caía empezó a juntar todas las cosas que habían empleado. Las guardó en una bolsa de papel que tenía a un lado. Después de guardar todo aquello decidió sentar a su lado, observando también al canino.
Observó como la lluvia seguía cayendo, ya había disminuido su intensidad pero aun no paraba del todo - Nunca antes había hecho algo así. Fue agradable - Su infancia se había roto muchas veces, peleas con sus padres, fiestas en las cuales solo tenía que sonreír, desde siempre había soñado con sombras que la perseguían, pero hasta después de aquel incidente se habían hecho presente - Quiero aprender a pintar mi energía, que sea de mil colores, que ninguno sea triste u opaco. Ayúdame a hacer eso, por favor - Le suplicó sin apartar la mirada de la lluvia, sin dejar de disfrutar del frío que su cuerpo sentía por la brisa que chocaba contra su figura mojada.
Dejó caer su cuerpo hacía atrás, recostándose en aquella entrada, nadie había salido a correrlos, por lo que seguramente les habían permitido la estancia, las personas parisinas estaban siempre alertas, incluso al dormir. Tantas historias se les había contado sobre criaturas que la mayoría creía solo de fantasía, que por más que quisiera ignorar aquello era imposible, entonces tenían luz verde para seguir ahí. Estaba cómoda. El rostro del perro se movió para observar la nueva posición de la joven. Ella se limito a sonreír cuando lo vio recostarse a su lado. - Podemos esperar a que la lluvia pare, no es correcto que tu pierna vuelva a mojarse - Le sonrió al caballero con total tranquilidad, dejando en claro lo cómoda que se sentía, la paz que estaba sintiendo y que ahora irradiaba - Mi energía ahora es blanca - Blanca como la luz, blanca como la paz, blanca como la armonía, como las alas de los ángeles que los cuidan.
Sacó aquella gasa de la envoltura con cuidado, era de buen tamaño, lo suficiente para cubrir aquella herida - Opino que deberíamos cubrir toda tú pierna - La chica bromeó, como si lo hiciera todo el tiempo. Imaginar a Tyr con una pierna blanca gracias a la cantidad de gasas empleadas era divertido. - Tendrás ropa que te protege de raspaduras, quién lo diría - Siguió bromeando ante aquella situación, Levana imploraba por olvidar sus demonios internos, estaba dispuesta a rezar a un dios que la había abandonado desde el inicio de su existencia para sentirse normal, pero mientras eso ocurría buscaba fuerzas para pasarla bien.
La colocó con sumo cuidado. Observó su se movería o no - ¿Puedes moverla un poco? - Levana había estado tan apartada del mundo que ya se le había olvidado la sensación de una raspadura, incluso de un corte, por eso no tenía idea de lo que estaría sintiendo su brujo amigo. Al notar que aquello no se caía empezó a juntar todas las cosas que habían empleado. Las guardó en una bolsa de papel que tenía a un lado. Después de guardar todo aquello decidió sentar a su lado, observando también al canino.
Observó como la lluvia seguía cayendo, ya había disminuido su intensidad pero aun no paraba del todo - Nunca antes había hecho algo así. Fue agradable - Su infancia se había roto muchas veces, peleas con sus padres, fiestas en las cuales solo tenía que sonreír, desde siempre había soñado con sombras que la perseguían, pero hasta después de aquel incidente se habían hecho presente - Quiero aprender a pintar mi energía, que sea de mil colores, que ninguno sea triste u opaco. Ayúdame a hacer eso, por favor - Le suplicó sin apartar la mirada de la lluvia, sin dejar de disfrutar del frío que su cuerpo sentía por la brisa que chocaba contra su figura mojada.
Dejó caer su cuerpo hacía atrás, recostándose en aquella entrada, nadie había salido a correrlos, por lo que seguramente les habían permitido la estancia, las personas parisinas estaban siempre alertas, incluso al dormir. Tantas historias se les había contado sobre criaturas que la mayoría creía solo de fantasía, que por más que quisiera ignorar aquello era imposible, entonces tenían luz verde para seguir ahí. Estaba cómoda. El rostro del perro se movió para observar la nueva posición de la joven. Ella se limito a sonreír cuando lo vio recostarse a su lado. - Podemos esperar a que la lluvia pare, no es correcto que tu pierna vuelva a mojarse - Le sonrió al caballero con total tranquilidad, dejando en claro lo cómoda que se sentía, la paz que estaba sintiendo y que ahora irradiaba - Mi energía ahora es blanca - Blanca como la luz, blanca como la paz, blanca como la armonía, como las alas de los ángeles que los cuidan.
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Re: Someone like you [Privado]
Algo en la escena le recordó otro momento y otro lugar, cuando era niño y corría como el chiquillo hiperactivo que siempre fue por grandes terrenos de su mansión en Gales, húmedos siempre, de rosales adornando las esquinas y de miles de escondites y lugares olvidados. Týr nunca fue el más tranquilo, eso era obvio, y siempre andaba metiéndose en problemas y raspándose las rodillas. Por un momento, al ver a Levana curándolo, recordó cuando su nana hacía lo mismo. De más pequeño, unos 5 o 6 años de edad, lloraba cada vez que pasaba y con el tiempo se fue acostumbrando al grado de a veces ya ni siquiera sentir los raspones hasta que la sangre escurría por sus piernas y manchaba sus pantalones. Sonrió sin que ella se diera cuenta, Týr no sonreía para complacer a terceros, lo hacía porque le nacía y daba igual si alguien miraba o no.
Rio ante los comentarios disparatados de ella, se dio cuenta que no era el único con la capacidad de imaginar cosas tan absurdas y graciosas.
-¡¿Te imaginas?! Sería como tener una pata de palo, ¡no podría moverla! –La imagen y lo que él acababa de agregar sirvieron para que su risa se acentuara-, aunque tienes razón, estaría a prueba de raspones y eso es muy conveniente, ¿qué tal si un día probamos cubrirme con gasas todo el cuerpo como momia y luego me avientas por una colina para que ruede? –No dejaba de reír. Aquello sonaba sólo a la broma original llevada al extremo, pero no para Týr, ahora iba a querer llevarlo a cabo, que Levana lo cubriera y rodar colina abajo, quizá luego de zafarse de los vendajes él podría hacer lo mismo para que ella también se divirtiera.
Asintió después y flexionó la rodilla un par de veces para mostrarle que todo estaba en orden, si acaso ardía un poco cada vez que ejecutaba ese movimiento, pero eso no era culpa de Levana, claro estaba Se sorprendió de lo buena enfermera que resultó.
-Umh –hizo gesto de estar pensando –quizá debería robarte y llevarte a mi casa para que cures todas mis heridas, casi diario me caigo o me golpeo –se llevó una mano a la nuca y rio con gesto tonto.
Luego la observó con detenimiento escuchando sus palabras, parpadeó un par de veces y miró al frente y al cielo, la lluvia seguía cayendo y le gustaba ese olor a mojado, le recordaba su infancia, misma que ya había rememorado gracias a su acompañante. Se quedó en silencio, tal vez por demasiado tiempo tratándose de él, pensando en qué respuesta darle a su petición. Se encogió de hombros y la miró.
-No es algo que yo haya aprendido –dijo con algo de decepción, decepción de tener que decepcionarla a ella –yo siempre he sido así, pero… -pausó y su semblante cambió a uno más parecido al que siempre portaba –pero podemos intentarlo, salir como hoy, divertirnos, poco a poco pintar tu energía, piensa que sin color es un lienzo dispuesto para nosotros, como para mojar trozos de papel húmedo en pintura y aventarlos ahí, ¡imagina los colores y las formas que conseguiríamos! –Ahora parecía demasiado emocionado con la idea.
-Blanco es bueno –asintió –blanco es la ausencia de color… si se tratara de pigmentos, pero blanco es también la combinación de todos los colores cuando se trata de luz y creo que estamos hablando de la segunda opción –le guiñó un ojo, esperando que aquello ayudara a mejorar el ánimo de su compañera de juegos.
Rio ante los comentarios disparatados de ella, se dio cuenta que no era el único con la capacidad de imaginar cosas tan absurdas y graciosas.
-¡¿Te imaginas?! Sería como tener una pata de palo, ¡no podría moverla! –La imagen y lo que él acababa de agregar sirvieron para que su risa se acentuara-, aunque tienes razón, estaría a prueba de raspones y eso es muy conveniente, ¿qué tal si un día probamos cubrirme con gasas todo el cuerpo como momia y luego me avientas por una colina para que ruede? –No dejaba de reír. Aquello sonaba sólo a la broma original llevada al extremo, pero no para Týr, ahora iba a querer llevarlo a cabo, que Levana lo cubriera y rodar colina abajo, quizá luego de zafarse de los vendajes él podría hacer lo mismo para que ella también se divirtiera.
Asintió después y flexionó la rodilla un par de veces para mostrarle que todo estaba en orden, si acaso ardía un poco cada vez que ejecutaba ese movimiento, pero eso no era culpa de Levana, claro estaba Se sorprendió de lo buena enfermera que resultó.
-Umh –hizo gesto de estar pensando –quizá debería robarte y llevarte a mi casa para que cures todas mis heridas, casi diario me caigo o me golpeo –se llevó una mano a la nuca y rio con gesto tonto.
Luego la observó con detenimiento escuchando sus palabras, parpadeó un par de veces y miró al frente y al cielo, la lluvia seguía cayendo y le gustaba ese olor a mojado, le recordaba su infancia, misma que ya había rememorado gracias a su acompañante. Se quedó en silencio, tal vez por demasiado tiempo tratándose de él, pensando en qué respuesta darle a su petición. Se encogió de hombros y la miró.
-No es algo que yo haya aprendido –dijo con algo de decepción, decepción de tener que decepcionarla a ella –yo siempre he sido así, pero… -pausó y su semblante cambió a uno más parecido al que siempre portaba –pero podemos intentarlo, salir como hoy, divertirnos, poco a poco pintar tu energía, piensa que sin color es un lienzo dispuesto para nosotros, como para mojar trozos de papel húmedo en pintura y aventarlos ahí, ¡imagina los colores y las formas que conseguiríamos! –Ahora parecía demasiado emocionado con la idea.
-Blanco es bueno –asintió –blanco es la ausencia de color… si se tratara de pigmentos, pero blanco es también la combinación de todos los colores cuando se trata de luz y creo que estamos hablando de la segunda opción –le guiñó un ojo, esperando que aquello ayudara a mejorar el ánimo de su compañera de juegos.
Invitado- Invitado
Re: Someone like you [Privado]
La gran muralla que Levana había estado construyendo a lo largo de su vida había sido destruida con una simple sonrisa. Nadie le había sonreído de esa manera: Sincera, positiva, y cálida. Se sentía por primera vez bien, que alguien la aceptaba tal y como era, que nadie podría dañarla estando el brujo y su perro a su lado. Sintió como el canino se acercaba a ella, no temió a que le mordiera, esta vez lo recibió con los brazos abiertos, sintiendo como su corazón por fin bombeaba con tranquilidad.
El lengüetazo que el animal le dio en la mejilla la hizo ampliar aun más la sonrisa, incluso una risilla traviesa y cómplice acompañó el momento, le acarició la rojiza melena y lo abrazo - Gracias - Le susurró al animal, de la misma manera en que lo hacía con "Blanco" cada que la dejaba subir para poder cabalgar por los bosques, prados y jardines de Paris, se sentía afortunada de haberlos conocido. -"No todos son malos"- Se dijo a si misma, lo repitió varias veces en su cabeza y no solo eso, también se lo creyó.
El que su nuevo amigo quisiera tener otro encuentro con ella la puso de mejor humor todavía, se imaginaba rompiendo más muros, más cadenas e ideas con él a su lado, sin duda tendría un gran amigo, de hecho ya creía que lo era, y sólo por eso se sentía indestructible cosa rara pues ella siempre se había sentido frágil y en ocasiones sentía que perdía una parte de ella, todo estaba pintando de mejor, pero entre tantas flores de colores pudo observar una rosa pudriéndose y se percató de algo demasiado importante.
Hasta ese momento había olvidado todos sus males, sus miedos los había roto eso era cierto pero no había comentado el tema importante: Sus ataques de ansiedad, sus gritos en medio de la nada, las voces, la oscuridad que sentía que reinaba su cuerpo, como poco a poco estaba perdiendo la conciencia de las cosas. ¿Sería correcto decirle desde ahora, o Levana tenía que esperar? Quizás sería buena idea si poco a poco la chica iba tanteando el terreno.
Después de un largo silencio, tomó varias bocanas de aire para no romper su tranquilidad, quería permanecer en el mejor de los estados para poder hacer varias preguntas. - ¿Crees en la maldad? - Fue lo primero que se le ocurrió, lo primero y menos comprometedor - ¿Te alejarías de mi si te digo que hay algo mal en mi? -Empezó a tartamudear, evitaba mirarlo, prefería centrar su atención en el canino, no tenía el valor de ver el rostro de su nuevo amigo haciendo esos comentarios. No sabía si era capaz de poder confesar con claridad, pero por extraña razón necesitaba decirlo, decirle a él podría ser la clave para su verdadera liberación, no simplemente para ir rompiendo aquellas cadenas, si lograba hablar con la verdad podría descubrir si estaba verdaderamente preparada para avanzar en este mundo o seguir lidiando con sus demonios. - Dime por favor - Insistió bastante desesperada, aferrándose con fuerza al perro, sintiendo como este la comprendía y se quedaba a su lado, esperando que los labios del brujo comenzarán a moverse.
El lengüetazo que el animal le dio en la mejilla la hizo ampliar aun más la sonrisa, incluso una risilla traviesa y cómplice acompañó el momento, le acarició la rojiza melena y lo abrazo - Gracias - Le susurró al animal, de la misma manera en que lo hacía con "Blanco" cada que la dejaba subir para poder cabalgar por los bosques, prados y jardines de Paris, se sentía afortunada de haberlos conocido. -"No todos son malos"- Se dijo a si misma, lo repitió varias veces en su cabeza y no solo eso, también se lo creyó.
El que su nuevo amigo quisiera tener otro encuentro con ella la puso de mejor humor todavía, se imaginaba rompiendo más muros, más cadenas e ideas con él a su lado, sin duda tendría un gran amigo, de hecho ya creía que lo era, y sólo por eso se sentía indestructible cosa rara pues ella siempre se había sentido frágil y en ocasiones sentía que perdía una parte de ella, todo estaba pintando de mejor, pero entre tantas flores de colores pudo observar una rosa pudriéndose y se percató de algo demasiado importante.
Hasta ese momento había olvidado todos sus males, sus miedos los había roto eso era cierto pero no había comentado el tema importante: Sus ataques de ansiedad, sus gritos en medio de la nada, las voces, la oscuridad que sentía que reinaba su cuerpo, como poco a poco estaba perdiendo la conciencia de las cosas. ¿Sería correcto decirle desde ahora, o Levana tenía que esperar? Quizás sería buena idea si poco a poco la chica iba tanteando el terreno.
Después de un largo silencio, tomó varias bocanas de aire para no romper su tranquilidad, quería permanecer en el mejor de los estados para poder hacer varias preguntas. - ¿Crees en la maldad? - Fue lo primero que se le ocurrió, lo primero y menos comprometedor - ¿Te alejarías de mi si te digo que hay algo mal en mi? -Empezó a tartamudear, evitaba mirarlo, prefería centrar su atención en el canino, no tenía el valor de ver el rostro de su nuevo amigo haciendo esos comentarios. No sabía si era capaz de poder confesar con claridad, pero por extraña razón necesitaba decirlo, decirle a él podría ser la clave para su verdadera liberación, no simplemente para ir rompiendo aquellas cadenas, si lograba hablar con la verdad podría descubrir si estaba verdaderamente preparada para avanzar en este mundo o seguir lidiando con sus demonios. - Dime por favor - Insistió bastante desesperada, aferrándose con fuerza al perro, sintiendo como este la comprendía y se quedaba a su lado, esperando que los labios del brujo comenzarán a moverse.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
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Re: Someone like you [Privado]
Hubo silencio, Týr estiró la pierna herida y alzó la vista, casi ajeno a Levana y Tân, miemos que parecían compartir una complicidad que al brujo le agradó. Lo dicho, el perro sabía lo que era bueno y malo para él, y se comportaba tan dócil con ella que no había más lecturas ulteriores. Se preguntó si los monjes que se lo dieron sabrían algo, si el perro y sus ancestros habían sido criados de algún modo especial para que esa conexión se suscitara. Recordaba, eso sí, que le habían dicho que ese encuentro estaba escrito, que el perro y él debían conocerse y hacerse amigos como ahora lo eran. Týr sabía de magia y demás, era obvio, pero el misticismo de los monjes en el Tíbet era único, nunca lo había vuelto a experimentar, tenía muchas dudas, tal vez una vez que complaciera a su madre y encontrara esposa (giró los ojos ante el pensamiento) podría planear un viaje de nuevo a esa zona y resolver sus cuestiones.
Suspiró mirando el cielo gris, poblado de nubarrones, algunos que ya habían descargado su furia en forma de lluvia, otros que aguardaban a hacerlo, por ahora sólo caía una leve llovizna, Tân estaba empapado pero ya se había sacudido un par de veces y ahora parecía no importarle. Todo estaba en calma, le gustaba esa sensación, porque era una calma que él se podía tomar la molestia de romper, porque después de sus juegos y la rodilla raspada, estaba bien aquel momento de paz, porque Levana abrazaba a Tân y él se daba cuenta que París no era tan terrible como había imaginado.
Giró el rostro cuando la escuchó hablar, pero ella no lo veía, seguía distraída con su perro y sonrió, se quedó observando el rostro bobo del animal y luego regresó la vista a ese cielo plomizo que se pintaba sobre ellos. Escuchó con atención y se tomó un momento para responder, aunque en realidad no era necesario, las respuestas estaban ahí, en su cabeza y como todo en él, eran inmediatas.
-Yo creo… -comenzó y rio un poco –creo que hay algo mal en todos nosotros, sólo que algunos, la mayoría, no quieren aceptarlo –finalmente concluyó y dirigió sus ojos de nuevo a la chica y a su perro –creo que no hay bueno y malo, todo es gris, es tonto dividir las cosas en blanco y negro, es una escala tonal, ya cada uno ve en qué posición se coloca y cual es su inclinación, es relativo, un soldado puede matar a mucha gente en territorio enemigo, sería un asesino para mucho, pero un héroe para su patria –él mejor que nadie sabía que la gente y las cosas no eran tan sencillas como buenas y malas, era mucho más complicado que eso. Él mismo, con ese carácter amable, divertido y locuaz era capaz de controlar fuerzas obscuras, ¿eso lo hacía malo?
-Por supuesto que no me alejaría -finalmente respondió la pregunta primordial, con seguridad tal que no cabía lugar a dudas -¿quién soy yo para creerme juez de lo que está bien o está mal? Creo que de todas las personas soy el menos indicado –empeñado en salirse de las normas, gobernado por sus propias leyes. No, Týr no era, ni de lejos, un juez, podía hacerse amigo de criminales, si estos le provocaban admiración, diversión o eran afines a él, así de sencillo.
Suspiró mirando el cielo gris, poblado de nubarrones, algunos que ya habían descargado su furia en forma de lluvia, otros que aguardaban a hacerlo, por ahora sólo caía una leve llovizna, Tân estaba empapado pero ya se había sacudido un par de veces y ahora parecía no importarle. Todo estaba en calma, le gustaba esa sensación, porque era una calma que él se podía tomar la molestia de romper, porque después de sus juegos y la rodilla raspada, estaba bien aquel momento de paz, porque Levana abrazaba a Tân y él se daba cuenta que París no era tan terrible como había imaginado.
Giró el rostro cuando la escuchó hablar, pero ella no lo veía, seguía distraída con su perro y sonrió, se quedó observando el rostro bobo del animal y luego regresó la vista a ese cielo plomizo que se pintaba sobre ellos. Escuchó con atención y se tomó un momento para responder, aunque en realidad no era necesario, las respuestas estaban ahí, en su cabeza y como todo en él, eran inmediatas.
-Yo creo… -comenzó y rio un poco –creo que hay algo mal en todos nosotros, sólo que algunos, la mayoría, no quieren aceptarlo –finalmente concluyó y dirigió sus ojos de nuevo a la chica y a su perro –creo que no hay bueno y malo, todo es gris, es tonto dividir las cosas en blanco y negro, es una escala tonal, ya cada uno ve en qué posición se coloca y cual es su inclinación, es relativo, un soldado puede matar a mucha gente en territorio enemigo, sería un asesino para mucho, pero un héroe para su patria –él mejor que nadie sabía que la gente y las cosas no eran tan sencillas como buenas y malas, era mucho más complicado que eso. Él mismo, con ese carácter amable, divertido y locuaz era capaz de controlar fuerzas obscuras, ¿eso lo hacía malo?
-Por supuesto que no me alejaría -finalmente respondió la pregunta primordial, con seguridad tal que no cabía lugar a dudas -¿quién soy yo para creerme juez de lo que está bien o está mal? Creo que de todas las personas soy el menos indicado –empeñado en salirse de las normas, gobernado por sus propias leyes. No, Týr no era, ni de lejos, un juez, podía hacerse amigo de criminales, si estos le provocaban admiración, diversión o eran afines a él, así de sencillo.
Invitado- Invitado
Re: Someone like you [Privado]
Levana siempre había creído que una persona solo podía ser feliz siendo como todos los demás. Aprendiendo buenos modales, proviniendo de una familia con buena posición económica, siendo una hija digna, una señorita dispuesta a entregarse al hombre que la desposaría, siento una excelente amante, madre, y mujer en el hogar, y se había quedado con esa idea porque había sido lo único que le enseñaron. Desde pequeña había aprendido todo lo que sus instructores les enseñaban, era como una pequeña esponja que absorbía todo a su alrededor, nunca había sido una pequeña con malas intenciones, nunca había dado la contra a sus padres, y sin embargo el golpe fuerte había llegado. Con esa idea se había quedado, y a pesar de temer ahora a los hombres, creía que su maldición se quebraría cuando conociera al indicado, sin embargo, en ese momento toda creencia se había roto.
Se dio cuenta que pequeñas cosas como esas, simples acciones como ese momento la podían llenar de felicidad, y si, quieras era simple para el mundo, pero para ella eso estaba siendo algo que ni con la mayor de las riquezas podría volver a comprar. Agradeció entonces haber conocido al brujo, y también a su hermoso animal, en su vida sólo se había acercado a un animal, a un caballo. Los caballos habían sido sus mejores amigos, pero ahora podía confiar también en los perros como el del brujo. Sonrió de manera inocente, ¿Quién en su sano juicio confiaría en un animal, no en un humano? Era evidente, ellos dos.
Suspiró repetidas veces, observaba y escuchaba con total atención al joven, para ella todo estaba en orden en ese momento. Dejó caer su cuerpo hacía atrás, recostándose en el piso mojado, tan mojado como ella. - Cuando era chiquita era muy feliz, siempre sonreía, y todo era bueno, para mi todo lo era, pero entonces las cosas cambian y por eso tengo tanto miedo todo el tiempo - Cerró los ojos y colocó sus dos manos en su abdomen - A veces quisiera volver el tiempo atrás, en ocasiones lo sueño, sé que no es posible volver a esa época, pero al menos cuando sueño creo una esperanza en mi interior - Para ella recordar, y soñar, era vivir de manera plena, aunque no lo estuviera haciendo y su realidad fuera otra.
Recordó el rostro de sus padres, también el de su hermano, y recordó como la trataban, con un amor infinito, un amor que después había pasado a ser odio, indiferencia, y dolor. Sabía que aquel hombre que la había violado había tenido que ver. ¿Quién más? Nadie más les había hecho daño. - ¿Quién te enseñó a ser tan feliz? ¿Tus padres? ¿Tus amigos? ¿Cómo fue tú infancia? Quisiera saber, dicen que esa época todos somos más que felices, dicen que en esa época no hay dolor. En mi caso es cierto, ¿En tu caso lo era? - Volvió a abrir los ojos y lo miró con emoción, dejando claro que tenía mucho interés en saber de él, en no dejar ese encuentro como algo pasajero.
La bruja sintió como el perro se recostaba en su abdomen, los dos miraban al brujo, como queriendo disfrutar de la historia que estaban por recibir. La chica acarició la cabecita del animal mientras ambos esperaban ansiosos el sonido de la voz del brujo. El lugar quizás era bastante extraño para disfrutar de una buena historia, pero ¿Qué de ellos no era extraño?
Se dio cuenta que pequeñas cosas como esas, simples acciones como ese momento la podían llenar de felicidad, y si, quieras era simple para el mundo, pero para ella eso estaba siendo algo que ni con la mayor de las riquezas podría volver a comprar. Agradeció entonces haber conocido al brujo, y también a su hermoso animal, en su vida sólo se había acercado a un animal, a un caballo. Los caballos habían sido sus mejores amigos, pero ahora podía confiar también en los perros como el del brujo. Sonrió de manera inocente, ¿Quién en su sano juicio confiaría en un animal, no en un humano? Era evidente, ellos dos.
Suspiró repetidas veces, observaba y escuchaba con total atención al joven, para ella todo estaba en orden en ese momento. Dejó caer su cuerpo hacía atrás, recostándose en el piso mojado, tan mojado como ella. - Cuando era chiquita era muy feliz, siempre sonreía, y todo era bueno, para mi todo lo era, pero entonces las cosas cambian y por eso tengo tanto miedo todo el tiempo - Cerró los ojos y colocó sus dos manos en su abdomen - A veces quisiera volver el tiempo atrás, en ocasiones lo sueño, sé que no es posible volver a esa época, pero al menos cuando sueño creo una esperanza en mi interior - Para ella recordar, y soñar, era vivir de manera plena, aunque no lo estuviera haciendo y su realidad fuera otra.
Recordó el rostro de sus padres, también el de su hermano, y recordó como la trataban, con un amor infinito, un amor que después había pasado a ser odio, indiferencia, y dolor. Sabía que aquel hombre que la había violado había tenido que ver. ¿Quién más? Nadie más les había hecho daño. - ¿Quién te enseñó a ser tan feliz? ¿Tus padres? ¿Tus amigos? ¿Cómo fue tú infancia? Quisiera saber, dicen que esa época todos somos más que felices, dicen que en esa época no hay dolor. En mi caso es cierto, ¿En tu caso lo era? - Volvió a abrir los ojos y lo miró con emoción, dejando claro que tenía mucho interés en saber de él, en no dejar ese encuentro como algo pasajero.
La bruja sintió como el perro se recostaba en su abdomen, los dos miraban al brujo, como queriendo disfrutar de la historia que estaban por recibir. La chica acarició la cabecita del animal mientras ambos esperaban ansiosos el sonido de la voz del brujo. El lugar quizás era bastante extraño para disfrutar de una buena historia, pero ¿Qué de ellos no era extraño?
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