The pause is as important as the note. {Artemís Fortescue}

La tarde caía, concretamente, las seis de la tarde eran cuando me desperté de mi largo sueño. La noche anterior había sido ligeramente movida; había estado demasiado tiempo en mi forma animal y, por tanto, había necesitado descansar más de lo acostumbrado. Me levanté de la cama perezoso y alcancé a ver la hora en el reloj de la mesilla ¡Qué desastre! Mi clase de piano no tardaría en comenzar. Unos minutos faltaban. Por lo que ya podía perder la esperanza de asistir y, por el contrario, de tener una sesión doble dos días después cuando me tocara la próxima. El profesor Carmichael estaría bastante enfadado. Ya podía imaginármelo allí, en la sala, quieto y esperando a que su buen alumno llegara. Por suerte era un hombre ocupado y sabía que si me retrasaba unos diez minutos ya se marcharía. Después de todo llevaba más de un año con él y, obviamente, no sería la primera ni la última vez que faltaba o llegaba tarde. Al principio cuando me ocurrían este tipo de situaciones me apresuraba a vestirme y corriendo llegaba aunque fuese con quince minutos de retraso. Pero tras las regañinas inaguantables del profesor acabé poniendo una "regla" si no llegaba en diez minutos podía marcharse con comodidad. Yo era el que pagaba y, en ciertos casos, también podía mandar. Él por supuesto acató más por placer propio que no porque fuese una orden ¿Quién no diría que si cuando te ofrecían no tener que estar esperando a pesar de ser tu obligación? Nadie en su sano juicio o que no fuese un obseso del trabajo.

Aún así, me di una ducha y vestí con la idea en mente de ir al Conservatorio. Si bien el profesor ya no estaría yo podía hacer mis cosas solo y tocar el piano no había sido una imposición de mis padres. Pocas imposiciones tenía, de echo. Había sido una elección totalmente propia porque me encantaba tocarlo y aprender las melodías. Me encantaba sentir el suave y al mismo tiempo frío tacto de las blancas teclas. Ver el negro piano, imponente, pero al final sentirme orgulloso por haberlo "doblegado" durante la sesión. La música no era una de mis pasiones, únicamente lo eran las melodías de piano. Y como tal me disponía una tarde más a disfrutar de ese placer. Por desgracia, todavía tenía mucho que aprender sobre esa clase de música. Muchas melodías se me escapaban; solo llevaba un año y para ser tan poco tiempo superaba a algunos que aprendían desde hacía más de tres. ¿Si no se te da, por qué continuas? Alguna vez les había echo esa pregunta a algún que otro compañero. Unos eran demasiado obstinados y los otros no tenían elección por lo que hacían lo que buenamente podían; una lástima si podían desarrollar otro tipo de virtud.

No tardé más de un cuarto de hora en llegar a paso rápido, paso que yo mismo me había "impuesto" porque era mi manera de caminar en solitario. Si tenía compañía me amoldaba un poco al paso ajeno pero al estar solo prefería ir a mi propio ritmo inmerso en mis propios pensamientos. No quería que me abordaran conocidos por el camino y, de hacerlo, podía decirles que tenía prisa por ir al primer sitio que se me pasara por la mente. Bastante útil a decir verdad. En cuanto llegué todo estaba ligeramente a oscuras. Las clases -la mayoría.- solían impartirse por la mañana. Una de las razones por las que al profesor le molestaba tanto mi clase, siendo un tanto "especial"; se le remuneraba una cantidad también especial todo hay que decirlo. Y también por ese silencio me gustaba "trabajar" de tarde cuando no había casi nadie. Casi. Escuché una voz proveniente de una de las salas en las que parecía haber alguien, más que por la voz, por la pequeña luz que se dejaba entrever cuando miré hacia la puerta. Puerta que me caía de paso para el aula de música ¡Y cuál fue mi sorpresa al escuchar unas palabras en mi idioma de origen! El griego, había sido algo no demasiado bien sonante pero en griego al fin y al cabo. Ligeramente emocionado me acerqué sin hacer ruido, sigiloso, eso se me daba bien.

- Είσαι καλά; - murmuré no demasiado alto pero si lo suficiente como para que me escuchara ¿Cuánto hacía de la última vez? Mis padres eran completamente bilingües y me habían criado de la misma manera por lo que, con ellos, solía hablar en Inglés. La última vez que estuve en Grecia fue a los trece años; cuando por fin me dejaron viajar. Andaba algo oxidado pero encontrar a alguien que me entendiera en mi lengua natal era realmente emocionante.

El silencio que se hizo tras mi "inteligente" intervención no resultó demasiado cómodo. Odiaba definitivamente esos silencios pero ¿Qué podía decirle? Me quedé totalmente en blanco por la actitud que había tenido. No solía preocuparme así por otras personas -a menos que fuese una herida muy grabe.- y menos por alguien que ni siquiera conocía ¿Tanto me afectaba el echo de que hablara en mi idioma? Ni siquiera sabía si era griega. Podría haber aprendido como hice yo con el Francés, el Inglés o el Alemán. Claro que, esa duda se me disipó en cuanto escuché su nombre. Ya se rompió el silencio además de que no dijo algo estúpido. "Ilithyia Dardaros" Nombre y apellidos. No me cupo ninguna duda de que era griega. Ya había tardado en aceptarlo porque por el simple echo de escucharla hablar de una manera tan peculiar debería haberlo sabido. Seguramente, de echo, ella ya se habría dado cuenta de que provenía de la capital por mi acento típico. Típico de lo que te enseñaban cuando no vivías en pueblos o aldeas dónde cada uno lo modificaba un poco a su antojo. De repente sentí que me asaltaba un extraño nerviosismo ¿Desde cuándo yo me ponía nervioso por estas cosas? Pero si relacionarme se me daba de maravilla. Ni que fuese un primerizo que no había estado frente a una mujer en su vida ¡Lo que hay que ver!.

Estreché su mano, fingiendo un poco de normalidad. Obviamente no iba a dejar que me viera tan nervioso. Menuda impresión podía darle. - Artemís Fortescue - aprovechándome de ese agarre acerqué su mano hasta mis labios, concretamente, deposité un pequeño beso en sus nudillos. Casi un roce porque enseguida lo aparté como de costumbre. Las formalidades no eran para nada lo mío y solo lo hacía si me obligaban. En ese momento, sin embargo, me salió el gesto. Tal vez de la alegría que me causaba encontrar a un paisano. Aunque como ella no me conocía podría tomarme por un caballero y todo. Pensamiento que se me hacía la mar de divertido. Sin duda. - Δεν ξέρω τι είναι σπουδαστή ή εκπαιδευτικός; - pregunté después de soltar su mano y con una ligera sonrisa. Mi instinto me decía que no tenía pinta de ser alumna pero ¡Nunca se sabe! El violín no era mi fuerte y yo precisamente acudía al conservatorio cuando no había casi nadie. Ese no era uno de los lugares donde precisamente me relacionaba habitualmente. Tampoco me solían interesar los niños pijos que acudían. Curiosamente yo en algún momento me había comportado como ellos, tal ve, por eso me molestaba su actitud ¡Había madurado! No lo suficiente como para que me llamasen "hombre" -cosa que tampoco me hacía gracia.- pero si como para poder dar alguna que otra lección a otros más pequeños. ¿Cómo seria cuando tuviese veinte años más? Me lo preguntaba.

De nuevo ese silencio se hizo presente y, esta vez, no iba a permitir que se quedara más de dos minutos. Porque me ponía de los nervios. - Θα σας ελληνική αλήθεια; σας ακούσουμε όταν ήρθα εδώ για να και επιδόματα …δεν θα μπορούσα να μην σταθεί - confesé al mismo tiempo que mis ojos se apartaban de su trayectoria pero a los segundos volviendo a mirarla. Tampoco quería parecer vergonzoso porque era la verdad. Y además de alguna manera notaba que ella estaba tan ilusionado como yo por habernos encontrado pero había algo que nos frenaba a gritar ¡Sí! Simplemente gritar por estar alegres. Si hiciese eso allí, en medio de toda ese silencio, creo que en lugar de agradarla acabaría por asustarla y hacer que saliera corriendo. Lo mismo que si de repente me transformaba en pantera. En fin. Tendría que mantener esa parte alocada de mi un poco guardada para, como mínimo, cuando nos tuviésemos un poco más de confianza. Si es que llegábamos a tales extremos, claro. ¿Qué me aseguraba que ella no estaba siendo amable por pura cortesía? A veces, podía ser todo un metiche donde absolutamente no me llamaban.