Anhelado descanso... [ Artemís ]

Hoy era uno de esos días en los que necesitaba liberarme. El día no había sido del todo pésimo porque la mañana resultó bastante tranquila. Me la pasé en mi habitación durmiendo la mona después de la fiesta a la que había acudido la noche anterior. Otras de las fiestas que había organizado mi madre con el motivo de dar a conocer nuevos diseños y, aunque de manera más disimulada, que conociese gente. Concretamente mujeres. O, mejor dicho, una mujer con la que casarme ¡Siempre pensando en eso! ¿Que cómo lo sabía? Pues porque precisamente hacía unos instantes la había abandonado en su conspiración por encontrarme mujer; a veces podía resultar toda una molestia. Aunque también era capaz de entenderla. Quería lo mejor para mi, para su único hijo. Quería tener nietos pronto. Y cuánto lo sentía por no tener ningunas ganas de casarme tan joven, definitivamente nunca me había visto casado ¡Imposible! Me gustaba demasiado la vida y había demasiadas "predadoras" buscando a algún buen partido. No solo con una buena fortuna sino además guapo, como yo. No es por ser egolatra pero era la simple y llana verdad, tal verdad como que tenía una buena fortuna tras el bolsillo. Claro que, era de mis padres. Yo solo me beneficiaba de ella cuando salía o quería comprar algo, por lo demás, intentaba buscarme las cosas por mi cuenta. No me gustaba la palabra "mantenido". También había pensado alguna vez en buscar un pequeño trabajo, de incógnito aunque fuera de manera que mis padres no lo supieran. Ellos nunca lo aprobarían.

Solté un pequeño suspiro mientras caminaba con paso rápido por la calle, un suspiro que casi hubiese sido un gruñido. Se me escapó. Miré hacia los lados de manera disimulada, mis pasos me habían llevado hacia un lugar bastante alejado dónde no había prácticamente nadie. Sí, mi propio subconsciente me guiaba hacia un lugar apartado para poder liberarme; sabía que era lo que necesitaba. Algo que solo podría hacer dónde no hubiese gente. Y el bosque quedaba tan lejos que directamente no había ganas de ir. Las ruinas abandonadas del descampado era lo único que se me ocurría, así, de paso, afilaría mis garras y haría algo de ejercicio subiendo y bajando. Era bastante divertido para un animal, claro que, no era el único que rondaba por allí. Había gatos y perros callejeros que visitaba de vez en cuando. Panteras blancas todavía no había visto a lo largo de mi vida, realmente sería entretenido ver a alguien como yo; aunque no tuviese genes humanos. Pero mi raza estaba en extinción prácticamente, otro de los motivos por los que no podía dejarme ver demasiado. Aunque de esto último me habían avisado más mis padres, yo al principio solo por mera curiosidad me hubiese aparecido en medio de la calle. Suerte que me lo impidieron.

Mis ojos y mi olfato captaron un olor ligeramente diferente al de polvo y al del lugar abandonado. Un olor a perfume que enseguida supe de donde procedía. Una mujer estaba caminando por allí y no parecía perdida; solo parecía solitaria ¿Acercarme sería buena idea? Sonreí ligeramente travieso, después de todo, el mal humor se me podría ir con bastante rapidez si jugaba con esa humana durante un rato. Pero esta vez no sería un tierno gato. Rodeé el edificio procurando que ella no me viera, dudé que pudiese percibirme a no ser que no fuese solo humana; sin embargo no me olía a algo más que humano. A pesar de todo, no acababa de fiarme y me apresuré a encontrar un rincón alejado en el que empezar a desvestirme. Obviamente transformarme con mi ropa puesta sería un desperdicio y tenía bien claro que a la vuelta regresaría como humano. La doblé en una esquina y la escondí en una especie de "cueva" echa con varios ladrillos; obviamente no era la primera vez que iba hasta allí al igual que al bosque o al lago. Tenía varios lugares escondidos por París. Todo estaba listo cuando tomé forma de pantera blanca y lo primero que hice fue soltar un buen rugido ¡Qué libre me sentía!

Logré espantar a la mujer con mi gruñido y, aunque no era mi intención, no pude controlarme. Siempre que cambiaba a esa forma era una fuerza increíble la que se apoderaba de mi. De no haber sido por el reducido espacio que tenía habría echado a correr calle arriba con todas mis fuerzas hasta acabar jadeando del cansancio. Sin embargo, debía aprender otra forma de liberarme y teniendo en cuenta lo alto y escabroso que resultaba ser el edificio en ruinas me serviría para practicar tiros además de hacerme subir la adrenalina. Por lo general acababa saliendo con algunos raspones debido a las caídas además de totalmente cubierto de polvo. En resumen, que después de esa sesión de ejercicio una ducha me caía de perlas. Ya solo de pensar en ella me daban ganas de volver a mi forma humana y marcharme de allí tan rápido como había venido pero ¡No! Había ido para algo y, realmente, lo necesitaba. Esa parte salvaje acababa por estallar en un dolor de cabeza o en un día de pésimo humor que pagaba con los cercanos a mi. Y ninguna de las dos cosas era una opción sopesable.

Ahora solo tenía que pensar qué hacer con la mujer que, al parecer, poco a poco se tranquilizaba después del susto. Poco iba a durarle ya que, desde la lejanía -unos cuantos metros de distancia, no demasiadas.- mis azulados ojos se clavaban en ella. Primero, obviamente, tenía que estar completamente seguro puesto que al ser una especie muy poco vista en lugar de huir o "jugar" podría intentar cazarme. Que no pareciese una amenaza no significaba que no lo fuera; había aprendido a no juzgar por las apariencias. Yo era el vivo ejemplo. Cazar a una pantera blanca como yo traería mucho dinero a personas mínimamente avariciosas. Y de esas había unas cuantas -muchas.- por el mundo. Gruñí de nuevo para volver a llamar su atención y esta vez di un paso al frente, sin acercarme más de unos centímetros. La noche podía cubrirme con mucha facilidad pero mi color blanco tan contrastado me hacía más vulnerable. La cuestión era ¿se habría dado cuenta ya de lo que era? ¿De mi presencia si quiera?.