AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mi noche de libertad.
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Mi noche de libertad.
Desde la cama, podía divisar a través de la ventana como el sol se iba poniendo lenta y cuidadosamente, segundo por segundo... dejando la tarde en el pasado y dando paso a la noche. No se había movido desde que aquel cliente mayor había estado más dormido que despierto a causa de la bebida...se le había hecho la tarde eterna, para luego pagarle una miseria, eso sí podía llamarse una gran pérdida de tiempo. Odiaba sentirse como se sentía ahora, olía a alcohol y sin haber bebido ni una gota...y lo que es decir como había quedado uno de sus vestidos favoritos, hecho jirones... no quedaría bien por mucho que se esmerase en coserlo. Pasó la palma de la mano por una de sus rodillas y se revolvió el pelo, quedando peor de lo que estaba...era hora de darse un largo baño y exhibirse como siempre, no tenía más opciones ¿o sí?.
Se levantó dando un par de pasos hacia la ventana, transeúntes de un lado a otro, más vida incluso que por el día. Una breve sonrisa apareció en su bonito rostro, lo que daría por tan solo unas horas de libertad, ser una de esas jovencitas..normales. ¿Y porqué no? Se mordió el labio inferior dejando escapar una risa después, lo haría aún a pesar de las consecuencias que le llevaría tal locura. Ya no le importaba nada, solo la curiosidad... le sería difícil encontrar algo acorde con la ocasión y es que casi todo su vestuario no era otro que el provocativo, trajes con pronunciados escotes, pero... aún , conservaba aquel pequeño baúl que le quedó desde su partida, sí... se inclinó a los pies de la cama y se agachó, arrastrando el baúl hasta poder sacarlo y voilá, allí estaba lo que había incluso olvidado...cosas que deberían de olvidarse pero que sin embargo aún eran parte de ella. Tomó aquel vestido inmaculado entre sus manos... con el debido peinado y sin aquel maquillaje en exceso incluso podría pasar por una jovencita normal.
En menos de una hora estaba lista, frente al espejo...podía notar que el vestido le quedaba bien de altura pero claro, ya no era una niña por lo que era inevitable que sus curvas se acentuasen más que antaño. Tuvo mucho cuidado de no ser vista al salir, aprovechando un jaleo que se había formado al dos hombres querer la misma cortesana, eso era el pan nuestro de cada día... corrió sin mirar atrás, algo apurada ...no estaba acostumbrada a correr y menos fugarse así , no en sus horas de trabajo... miró hacia atrás adentrándose más en las calles centrales. Se detuvo de golpe antes de cruzar una de las calles principales... no sabía hacia donde tirar, cada vez había más gente y se sentía perdida, pero libre al fin y al cabo.
-Y ni siquiera sé donde ir...-se giró tan de golpe que chocó contra alguien y de la impresión, intentó excusarse de tal forma que no logró mantener el equilibrio, iba directamente a la calzada...sin remedio, esa noche no había pintado tan bien como esperaba.
Se levantó dando un par de pasos hacia la ventana, transeúntes de un lado a otro, más vida incluso que por el día. Una breve sonrisa apareció en su bonito rostro, lo que daría por tan solo unas horas de libertad, ser una de esas jovencitas..normales. ¿Y porqué no? Se mordió el labio inferior dejando escapar una risa después, lo haría aún a pesar de las consecuencias que le llevaría tal locura. Ya no le importaba nada, solo la curiosidad... le sería difícil encontrar algo acorde con la ocasión y es que casi todo su vestuario no era otro que el provocativo, trajes con pronunciados escotes, pero... aún , conservaba aquel pequeño baúl que le quedó desde su partida, sí... se inclinó a los pies de la cama y se agachó, arrastrando el baúl hasta poder sacarlo y voilá, allí estaba lo que había incluso olvidado...cosas que deberían de olvidarse pero que sin embargo aún eran parte de ella. Tomó aquel vestido inmaculado entre sus manos... con el debido peinado y sin aquel maquillaje en exceso incluso podría pasar por una jovencita normal.
En menos de una hora estaba lista, frente al espejo...podía notar que el vestido le quedaba bien de altura pero claro, ya no era una niña por lo que era inevitable que sus curvas se acentuasen más que antaño. Tuvo mucho cuidado de no ser vista al salir, aprovechando un jaleo que se había formado al dos hombres querer la misma cortesana, eso era el pan nuestro de cada día... corrió sin mirar atrás, algo apurada ...no estaba acostumbrada a correr y menos fugarse así , no en sus horas de trabajo... miró hacia atrás adentrándose más en las calles centrales. Se detuvo de golpe antes de cruzar una de las calles principales... no sabía hacia donde tirar, cada vez había más gente y se sentía perdida, pero libre al fin y al cabo.
-Y ni siquiera sé donde ir...-se giró tan de golpe que chocó contra alguien y de la impresión, intentó excusarse de tal forma que no logró mantener el equilibrio, iba directamente a la calzada...sin remedio, esa noche no había pintado tan bien como esperaba.
Maia Schuster- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 24/05/2011
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Re: Mi noche de libertad.
Era aburrido no tener nada que hacer, aunque más que aburrido era algo tan fuera de lo normal que lo sacaba de quicio, preferiría estar haciendo algo ¡Lo que fuera! Pero que calmara aquellas ansias por sentirse útil de alguna manera… No había nada. Le habían cancelado un trabajo porque tenían a demasiada gente para hacer tan poco, así que no le quedó más opción que devolverse a casa pero a las horas comenzó a sentir una sensación de ahogo y ansiedad que acabó por ganarle a su instinto hogareño, aunque realmente a aquel lugar no podía llamársele “hogar” en estricto rigor, porque las pequeñas habitaciones alquiladas en las que iba rotando continuamente debido a diversos motivos no podían llamársele así, sin mencionar que tenía la firme creencia de que el hogar no era la casa, no eran las paredes, ni los muebles, sino las personas que te querían y acompañaban. Él no tenía nada de eso…
En fin, el caso es que acabó huyendo despavorido de esas agobiantes cuatro paredes ¿Qué podía hacer mientras? Buscar otro trabajillo que hacer no era una opción, pues era bastante tarde y seguramente las plazas para ello se habrían copado a tempranas horas de la mañana por gente como él que desesperados buscaban algo que les ayudara a tener algo para llevarse a la boca. Aunque de aquí a un tiempo atrás no había tenido tantos problemas para eso, incluso tenía algo ahorrado en caso de alguna eventualidad. ¡Eso era! ¿Por qué no aprovechar y darse uno de esos pequeños lujos que le arreglaban el día a cualquiera? O eso creía él, porque lo que estimaba un lujo, distaba bastante de la concepción de la palabra.
Corrió endemoniadamente por las escaleras de ático en el que estaba viviendo desde hace unos días, para dirigirse al centro, donde estaban las pastelerías y dulcerías cuyas vitrinas tantas veces le habían robado la mirada. Hasta que de pronto un aroma dulce lo guió a un pequeño y humilde local donde unas manzanas recién acarameladas lo cautivaron de tal forma en que no se dio ni cuenta cuando ya había comprado una. ¡Estaba deliciosa!
Un mordisco, dos mordiscos, tres… No alcanzó a dar el tercero cuando en ese descuidado paseo se estrelló con una joven que se volteaba, ¿O sería al revés? El caso es que su pequeño tesoro acabó ensuciando los cabellos de la joven cuando tuvo que dejar caer la manzana para salvar a la joven de una caía segura sobre el pavimento. Fue por un reflejo que la cogió firmemente por los brazos hasta que ambos recuperaron el equilibrio. Suspiró aliviado de no haber causado un accidente mayor, pero poco le duró aquel alivio al caer en cuenta de que estaba sosteniendo a una mujer. Le daba un miedo aterrador, casi reverencial, motivo por el que no tocaba ni se dejaba tocar a menos que fuera estrictamente necesario.
- Disculpe… - susurró mientras bajaba la cabeza, avergonzando, sin darse cuenta de que aún no soltaba a la joven, y en el fondo esperándose un grito, una bofetada o algo peor - ¿Está usted bien? – preguntó casi por mero compromiso y con las ganas de huir a flor de piel, olvidándose por completo de la manzana que ahora yacía desperdiciada en el piso y pensando que tal vez no debió haber salido de su habitación.
En fin, el caso es que acabó huyendo despavorido de esas agobiantes cuatro paredes ¿Qué podía hacer mientras? Buscar otro trabajillo que hacer no era una opción, pues era bastante tarde y seguramente las plazas para ello se habrían copado a tempranas horas de la mañana por gente como él que desesperados buscaban algo que les ayudara a tener algo para llevarse a la boca. Aunque de aquí a un tiempo atrás no había tenido tantos problemas para eso, incluso tenía algo ahorrado en caso de alguna eventualidad. ¡Eso era! ¿Por qué no aprovechar y darse uno de esos pequeños lujos que le arreglaban el día a cualquiera? O eso creía él, porque lo que estimaba un lujo, distaba bastante de la concepción de la palabra.
Corrió endemoniadamente por las escaleras de ático en el que estaba viviendo desde hace unos días, para dirigirse al centro, donde estaban las pastelerías y dulcerías cuyas vitrinas tantas veces le habían robado la mirada. Hasta que de pronto un aroma dulce lo guió a un pequeño y humilde local donde unas manzanas recién acarameladas lo cautivaron de tal forma en que no se dio ni cuenta cuando ya había comprado una. ¡Estaba deliciosa!
Un mordisco, dos mordiscos, tres… No alcanzó a dar el tercero cuando en ese descuidado paseo se estrelló con una joven que se volteaba, ¿O sería al revés? El caso es que su pequeño tesoro acabó ensuciando los cabellos de la joven cuando tuvo que dejar caer la manzana para salvar a la joven de una caía segura sobre el pavimento. Fue por un reflejo que la cogió firmemente por los brazos hasta que ambos recuperaron el equilibrio. Suspiró aliviado de no haber causado un accidente mayor, pero poco le duró aquel alivio al caer en cuenta de que estaba sosteniendo a una mujer. Le daba un miedo aterrador, casi reverencial, motivo por el que no tocaba ni se dejaba tocar a menos que fuera estrictamente necesario.
- Disculpe… - susurró mientras bajaba la cabeza, avergonzando, sin darse cuenta de que aún no soltaba a la joven, y en el fondo esperándose un grito, una bofetada o algo peor - ¿Está usted bien? – preguntó casi por mero compromiso y con las ganas de huir a flor de piel, olvidándose por completo de la manzana que ahora yacía desperdiciada en el piso y pensando que tal vez no debió haber salido de su habitación.
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Mi noche de libertad.
El dulce caramelo impregnado en sus cabellos rubios dejó de ser un problema. No se percató de eso, sumergida en sus propios pensamientos había tenido la mala suerte de tropezar y lo que era peor la caída, cosa que no llegó a ocurrir...sus ojos oscuros se cerraron con fuerza dispuesta a recibir el impacto, ¡que remedio!...pero no fue así, algo más bien alguien la sujetó y sin poderlo creer, abrió uno de sus ojos, luego el otro para terminar parpadeando...le estaba hablando pero ¿porqué no oía absolutamente nada? Sacudió la cabeza como si así pudiese volver a la realidad y solo oyó el ...bien?. Asintió apretando los labios, algunos los observaban curiosos, otros cuchicheaban al pasar y era algo ya tan normal que no le prestó la más mínima importancia.
-Creo que sí... -bajó un tanto la mirada sin reaccionar a moverse encontrándose con aquella manzana que lejos de poder comerse seguía teniendo aún ese aspecto apetecible -Mejor que eso seguro que sí -inconcientemente se llevó una mano a la mejilla la cual también había recibido parte del caramelo, con un dedo dejó que se manchase un poco, a saber que era, mejor ni saberlo pero tampoco era para ir por la vida de esa manera...al ver que era abrió los ojos y volvió a mirar hacia la manzana -Vuestra manzana ha recibido mi castigo... lo lamento, me despisté y...-pero al ir subiendo y ver que enfecto también tenía el pelo manchado frunció un tanto el ceño, ahora tendría que hacer lo posible para quitarse aquello pegaso y no era fácil... pero antes de sacar su genio respiró profundamente y aprovechando el gesto de agacharse para tomar la manzana por el palo de madera él pudiese soltarla pues no sabía si estaba él peor incluso, esa fue la sensación que le dio.
-¿Y vos estais bien? No lo parece, al menos vuestra cara de susto supera la mía con creces... en definitiva su manzana ha muerto por mi culpa... y bueno, no me importa ya que habeis hecho de príncipe salvador... -volvió a su posición y se introdujo dos de sus dedos en el escote, era el mejor lugar para llevar aquel saquito rojo con sus monedas, lo tomó entre dos de sus dedos -Os invito a otra manzana y no recibo un no por respuesta, aunque debo estar ridícula con la mancha de caramelo...¿aceptais o aceptais? Siempre y cuando no tuvieseis otros que haceres y tampoco me gustaría que me dijeseis que "No , la señoritas no pagan", este caso es diferente...por dios hablo cual loro parlanchin ¿vamos? -se mordió el labio con esa eterna breve sonrisa que te podía calmar tanto, antes de que incluso el joven contestara ya lo tenía atado, pues lo atrajo por el brazo y empezó a caminar sin saber donde estaba el establecimiento...y eso se notaba pues iba en la otra dirección.
-Creo que sí... -bajó un tanto la mirada sin reaccionar a moverse encontrándose con aquella manzana que lejos de poder comerse seguía teniendo aún ese aspecto apetecible -Mejor que eso seguro que sí -inconcientemente se llevó una mano a la mejilla la cual también había recibido parte del caramelo, con un dedo dejó que se manchase un poco, a saber que era, mejor ni saberlo pero tampoco era para ir por la vida de esa manera...al ver que era abrió los ojos y volvió a mirar hacia la manzana -Vuestra manzana ha recibido mi castigo... lo lamento, me despisté y...-pero al ir subiendo y ver que enfecto también tenía el pelo manchado frunció un tanto el ceño, ahora tendría que hacer lo posible para quitarse aquello pegaso y no era fácil... pero antes de sacar su genio respiró profundamente y aprovechando el gesto de agacharse para tomar la manzana por el palo de madera él pudiese soltarla pues no sabía si estaba él peor incluso, esa fue la sensación que le dio.
-¿Y vos estais bien? No lo parece, al menos vuestra cara de susto supera la mía con creces... en definitiva su manzana ha muerto por mi culpa... y bueno, no me importa ya que habeis hecho de príncipe salvador... -volvió a su posición y se introdujo dos de sus dedos en el escote, era el mejor lugar para llevar aquel saquito rojo con sus monedas, lo tomó entre dos de sus dedos -Os invito a otra manzana y no recibo un no por respuesta, aunque debo estar ridícula con la mancha de caramelo...¿aceptais o aceptais? Siempre y cuando no tuvieseis otros que haceres y tampoco me gustaría que me dijeseis que "No , la señoritas no pagan", este caso es diferente...por dios hablo cual loro parlanchin ¿vamos? -se mordió el labio con esa eterna breve sonrisa que te podía calmar tanto, antes de que incluso el joven contestara ya lo tenía atado, pues lo atrajo por el brazo y empezó a caminar sin saber donde estaba el establecimiento...y eso se notaba pues iba en la otra dirección.
Maia Schuster- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 24/05/2011
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Re: Mi noche de libertad.
Esperaba un “Sí” un “Estoy bien” para poder soltar a la joven para que estuviera en pie por sí sola, pero al escuchar un “Creo que sí” aguantó para seguir sosteniéndola un poco más, hasta que notara que se encontraba perfectamente equilibrada sobre el piso. Debía reprimir esas ganas de soltarla y huir, esas ganas de no tener contacto físico alguno con una mujer, aunque no supiera exactamente de donde venía esa especie de fobia, porque de lo poco que recordaba de su pasado, desde aquellos días en el orfanato, jamás tuvo mayor contacto con mujeres y mucho menos una experiencia traumática ¿Sería algo del pasado, desde antes de sus primeros recuerdos?
Bueno, no sacaba mucho con pensar en eso ahora, debía dar la vuelta y… volver a casa. ¡La manzana! No se había dado cuenta de que había aterrizado en el pavimento de no ser porque la joven lo mencionó disculpándose por la pérdida de aquel pequeño tesoro azucarado. Suspiró profundamente luego de haberla encontrado en el piso, pero ni modo, no podía hacer mucho por recuperarla. Es más, había manchado el cabello y la mejilla de la joven con el caramelo, cosa que notó al ver su ceño fruncido y la marca rojiza que quedaba en su rostro.
¿La conocía de algún lugar? Su rostro, eliminando la pequeña mancha del caramelo, le parecía familiar, no de forma tan profunda, pero si tenía la sensación de que la había visto antes en algún lugar. Se quedó unos instantes mirándola de forma más o menos fija, tratando de poner a la joven en el lugar del cual la recordaba, hasta que la escuchó hablar de nuevo y negó para sus adentros. ¿Cómo iba a conocer a una señorita como ella? Por sus ropas se notaba que no era de las jóvenes que iban por el mercado comprando o vendiendo, ni tampoco parecía…
Tuvo que espabilar cuando la joven le preguntó por su estado. ¿Cara de susto? ¿Manzana muerta? ¿Príncipe salvador? La verdad es que cada vez le entendía menos ¿Sería lo que llamaban un hablar refinado? Aunque en parte le sonaba bastante divertido, o al menos así fue hasta le vio fugazmente buscar algo en su escote, tras lo cual volteó el rostro y cerró los ojos con fuerza, pero ya había sido demasiado tarde, esas cavilaciones le hicieron reaccionar tardíamente y había visto como sacaba aquel saquito de entre sus ropas. Ahora él estaba más rojo que aquella manzana…
- No tiene que… preocuparse… por eso – fue diciendo en un tono de voz cada vez más bajo hasta llegar a ser casi inaudible, porque la joven seguía hablando de esa manera tan extraña y graciosa al mismo tiempo, razón por la que no pudo ni siquiera hablar para negarse cuando le cogió del brazo – Pero…-
Fue lo último que alcanzó a susurrar mientras se daba cuenta que iban en la dirección equivocada ¿Pero que iba a hacer? Si le decía que estaba equivocada tal vez se enfadaría, y si aquella corazonada de que la había visto antes era cierta, le haría merecedor de más momentos incomodos si se volvían a ver, así que simplemente se dejó guiar por las calles, mientras juntaba el valor para decir algo que lo sacara de ese lío. Aunque por otro lado, recordaba la manzana tirada en el suelo, un dulce para niños… ¡Eso era!
- Pero… - dijo carraspeando un poco para aclarar la garganta y conseguir por fin decir palabras con más firmeza – Creo que son dulces para niños, seguro usted busca algo más de su gusto – dijo con una sonrisa nerviosa, y claro, era muy cierto ¿Cómo una joven como ella iba a comer una mísera manzana acaramelada? No, seguramente ella estaba acostumbrada a aquellos manjares que la gente como él no podía más que imaginar desde el otro lado de la vitrina – Así que… ¿Gusta otra cosa? – preguntó, era la excusa perfecta para no decirle que iban por el camino equivocado.
Bueno, no sacaba mucho con pensar en eso ahora, debía dar la vuelta y… volver a casa. ¡La manzana! No se había dado cuenta de que había aterrizado en el pavimento de no ser porque la joven lo mencionó disculpándose por la pérdida de aquel pequeño tesoro azucarado. Suspiró profundamente luego de haberla encontrado en el piso, pero ni modo, no podía hacer mucho por recuperarla. Es más, había manchado el cabello y la mejilla de la joven con el caramelo, cosa que notó al ver su ceño fruncido y la marca rojiza que quedaba en su rostro.
¿La conocía de algún lugar? Su rostro, eliminando la pequeña mancha del caramelo, le parecía familiar, no de forma tan profunda, pero si tenía la sensación de que la había visto antes en algún lugar. Se quedó unos instantes mirándola de forma más o menos fija, tratando de poner a la joven en el lugar del cual la recordaba, hasta que la escuchó hablar de nuevo y negó para sus adentros. ¿Cómo iba a conocer a una señorita como ella? Por sus ropas se notaba que no era de las jóvenes que iban por el mercado comprando o vendiendo, ni tampoco parecía…
Tuvo que espabilar cuando la joven le preguntó por su estado. ¿Cara de susto? ¿Manzana muerta? ¿Príncipe salvador? La verdad es que cada vez le entendía menos ¿Sería lo que llamaban un hablar refinado? Aunque en parte le sonaba bastante divertido, o al menos así fue hasta le vio fugazmente buscar algo en su escote, tras lo cual volteó el rostro y cerró los ojos con fuerza, pero ya había sido demasiado tarde, esas cavilaciones le hicieron reaccionar tardíamente y había visto como sacaba aquel saquito de entre sus ropas. Ahora él estaba más rojo que aquella manzana…
- No tiene que… preocuparse… por eso – fue diciendo en un tono de voz cada vez más bajo hasta llegar a ser casi inaudible, porque la joven seguía hablando de esa manera tan extraña y graciosa al mismo tiempo, razón por la que no pudo ni siquiera hablar para negarse cuando le cogió del brazo – Pero…-
Fue lo último que alcanzó a susurrar mientras se daba cuenta que iban en la dirección equivocada ¿Pero que iba a hacer? Si le decía que estaba equivocada tal vez se enfadaría, y si aquella corazonada de que la había visto antes era cierta, le haría merecedor de más momentos incomodos si se volvían a ver, así que simplemente se dejó guiar por las calles, mientras juntaba el valor para decir algo que lo sacara de ese lío. Aunque por otro lado, recordaba la manzana tirada en el suelo, un dulce para niños… ¡Eso era!
- Pero… - dijo carraspeando un poco para aclarar la garganta y conseguir por fin decir palabras con más firmeza – Creo que son dulces para niños, seguro usted busca algo más de su gusto – dijo con una sonrisa nerviosa, y claro, era muy cierto ¿Cómo una joven como ella iba a comer una mísera manzana acaramelada? No, seguramente ella estaba acostumbrada a aquellos manjares que la gente como él no podía más que imaginar desde el otro lado de la vitrina – Así que… ¿Gusta otra cosa? – preguntó, era la excusa perfecta para no decirle que iban por el camino equivocado.
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Mi noche de libertad.
Estaba más perdido que ella, a la vista podía apreciarse...pero su torpeza desconocía límites y si iba a pagarle la manzana lo haría, vaya que sí lo haría por terca nadie le ganaba pero había algo más allí, parecía que la miraba no solo por preocupación ¿lo conocería? No era cliente o al menos no lo recordaba, a veces las caras iban y venían...este no era el caso, no tenía pinta de recurrir a burdeles pero para eso gustos colores. Lo observó detenidamente, el caso es que se le hacía familiar y no podía averiguar de qué...sonrió divertida al instante en el que aquel rubor adornó aquellas mejillas joviales y que seguramente no fuesen la primera vez que se sonrojaban de esa manera.
Inmersa en ir enseguida e ipsofacto al lugar donde había adquirido el dulce sin tener ni idea, la curiosidad pudo más que cualquier otra cosa, parpadeó mirándolo de reojo sin dejar de caminar...era cierto que era un dulce para niños ¿desde cuándo no probaba tal cosa? Podía notar el olor que desprendía ella misma del caramelo e inconscientemente se relamió .... ¿entonces si comía dicho dulce era también un niño? Descarada como ella sola, le miró de arriba abajo y negó enseguida a ese dato.
-Pero...entonces ¿sois un niño, no? Cosa que no ven mis ojos, no os preocupeis a mí también me apetece y ya que os he fastidiado tanto el paseo como el dulce dejad que os invite...-ponía tantas excusas que se detuvo de golpe y lo soltó intentando de nuevo que su cabello volviese a la forma inicial antes del altercado, sin mucho resultado...otra vez -Os soy sincera, creo que me he adelantado en ir hacia el lugar donde estarán más que dispuestos a vendernos la manzana, no sé exactamente donde es... no sé ni a donde ir y podeis reiros sin problemas, no voy a enfadarme...no tengo sentido de la orientación y digamos que esta noche, son mis únicos momentos de libertad...cuando vuelva no podré salir durante un período de tiempo -se había apresurado, para no variar y quizás el joven para no quedar mal le había seguido la corriente...enfadada consigo misma, se mordisqueó el labio inferior y acto seguido volvió a intentar mirarle a los ojos...
-Lo siento... me adelanté como siempre¿quereis formar parte de mi escapada? Siempre y cuando no me digais que sois un niño, me guiareis vos...y podeis llamadme Maia, usted o vos... queda extraño -esperaba que no saliese corriendo por su sinceridad pero si hubiese seguido perdida no habría conseguido nada.
Inmersa en ir enseguida e ipsofacto al lugar donde había adquirido el dulce sin tener ni idea, la curiosidad pudo más que cualquier otra cosa, parpadeó mirándolo de reojo sin dejar de caminar...era cierto que era un dulce para niños ¿desde cuándo no probaba tal cosa? Podía notar el olor que desprendía ella misma del caramelo e inconscientemente se relamió .... ¿entonces si comía dicho dulce era también un niño? Descarada como ella sola, le miró de arriba abajo y negó enseguida a ese dato.
-Pero...entonces ¿sois un niño, no? Cosa que no ven mis ojos, no os preocupeis a mí también me apetece y ya que os he fastidiado tanto el paseo como el dulce dejad que os invite...-ponía tantas excusas que se detuvo de golpe y lo soltó intentando de nuevo que su cabello volviese a la forma inicial antes del altercado, sin mucho resultado...otra vez -Os soy sincera, creo que me he adelantado en ir hacia el lugar donde estarán más que dispuestos a vendernos la manzana, no sé exactamente donde es... no sé ni a donde ir y podeis reiros sin problemas, no voy a enfadarme...no tengo sentido de la orientación y digamos que esta noche, son mis únicos momentos de libertad...cuando vuelva no podré salir durante un período de tiempo -se había apresurado, para no variar y quizás el joven para no quedar mal le había seguido la corriente...enfadada consigo misma, se mordisqueó el labio inferior y acto seguido volvió a intentar mirarle a los ojos...
-Lo siento... me adelanté como siempre¿quereis formar parte de mi escapada? Siempre y cuando no me digais que sois un niño, me guiareis vos...y podeis llamadme Maia, usted o vos... queda extraño -esperaba que no saliese corriendo por su sinceridad pero si hubiese seguido perdida no habría conseguido nada.
Maia Schuster- Mensajes : 35
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Re: Mi noche de libertad.
Definitivamente no podía entender como había acabado por caer en una situación como esta, lo que había planeado fuese un pequeño momento de ocio comparable a un pequeño claro en un poblado bosque de arboles que impiden la visión del azul del cielo. Era eso, uno de los pocos momentos de paz que ahora la joven de cierto modo le estaba arrebatando, pero la pregunta era ¿Era malo? Porque si se ponía a pensar de forma más profunda, solo podría volver a recordar lo mucho que odiaba aquella sensación de no tener nada productivo, así que podría considerar su compañía como una refrescante y renovadora brisa… de no ser por su pequeño problema con las damas.
Prácticamente no había caído en cuenta de la forma tan atenta en que estaba siendo observando, solo cuando de sus labios brotó aquella pregunta referente a su edad, haciéndole pensar por un segundo las marcas que su cuerpo guardaba como un constante recordatorio de su historia perdida. Y solo despertó cuando la joven se detuvo de golpe, volviendo a usar ese hablar tan gracioso que lo obligaba a juntar los labios con fuerza para no reír de más, así que negó enérgicamente con la cabeza hasta que le escuchó decir que luego no podría salir.
¿Tan triste era la vida de las personas de alta sociedad? Tenían libertad de hacer lo que quisieran gracias al dinero que poseían, pero al mismo tiempo parecían presas de las apariencias y de la infelicidad, por eso le agradaba su vida, era libre en su mente, libre de complicaciones, salvo para buscarse el sustento de cada día, pero no por ello más feliz, ya que sabía en el fondo las sonrisas y los surquitos que se formaban en sus mejillas cubiertas a veces de sudor escondían el hecho de que se encontraba irremediablemente solo porque no tenía nada que ofrecer, nada material ni nada espiritual, ya que tenía la firme convicción de que al no tener pasado, tampoco podía tener un alma como los demás.
- Libertad… - repitió por lo bajo en un tono casi inaudible, mismo tono que usaba siempre que trataba de recordar el significado de una palabra, suspiró profundamente y le sonrió a la joven – Con una condición, señorita Maia – dijo con suavidad para no tratar de sonar agresivo o algo similar.
Levantó el rostro y se irguió completamente, con una prestancia que contrastada fuertemente con sus ropas, pero que llevaba encerrada por casi una década de vida aunque el mismo no lo supiera y tal vez nunca fuese a enterarse. Le ofreció el brazo a la joven para que pudiese tomarse de él, para así conducirla al lugar correcto, y ocultando con una leve sonrisa todo el nerviosismo que le ocasionaba tener contacto físico con una mujer, volvió a suspirar.
- Que luego de su escapada pueda acompañarla a un lugar seguro – dijo con las mejillas ya sonrojadas – Si no es… si no es muy grande el atrevimiento, y aunque en realidad no conozca muchos lugares divertidos – se apresuró a corregir.
¿Quién querría una compañía como la suya? Más en lo que según la señorita era el único día libre que tendría en un buen tiempo. El caso era que se esforzaría al máximo para sacar que la joven pudiese sacar provecho de la escapada, era su trabajo del día, aunque tal vez fuese el más complicado que había tenido desde que debía buscar por las calles y mercados alguna forma de sustentar su sencilla vida.
Prácticamente no había caído en cuenta de la forma tan atenta en que estaba siendo observando, solo cuando de sus labios brotó aquella pregunta referente a su edad, haciéndole pensar por un segundo las marcas que su cuerpo guardaba como un constante recordatorio de su historia perdida. Y solo despertó cuando la joven se detuvo de golpe, volviendo a usar ese hablar tan gracioso que lo obligaba a juntar los labios con fuerza para no reír de más, así que negó enérgicamente con la cabeza hasta que le escuchó decir que luego no podría salir.
¿Tan triste era la vida de las personas de alta sociedad? Tenían libertad de hacer lo que quisieran gracias al dinero que poseían, pero al mismo tiempo parecían presas de las apariencias y de la infelicidad, por eso le agradaba su vida, era libre en su mente, libre de complicaciones, salvo para buscarse el sustento de cada día, pero no por ello más feliz, ya que sabía en el fondo las sonrisas y los surquitos que se formaban en sus mejillas cubiertas a veces de sudor escondían el hecho de que se encontraba irremediablemente solo porque no tenía nada que ofrecer, nada material ni nada espiritual, ya que tenía la firme convicción de que al no tener pasado, tampoco podía tener un alma como los demás.
- Libertad… - repitió por lo bajo en un tono casi inaudible, mismo tono que usaba siempre que trataba de recordar el significado de una palabra, suspiró profundamente y le sonrió a la joven – Con una condición, señorita Maia – dijo con suavidad para no tratar de sonar agresivo o algo similar.
Levantó el rostro y se irguió completamente, con una prestancia que contrastada fuertemente con sus ropas, pero que llevaba encerrada por casi una década de vida aunque el mismo no lo supiera y tal vez nunca fuese a enterarse. Le ofreció el brazo a la joven para que pudiese tomarse de él, para así conducirla al lugar correcto, y ocultando con una leve sonrisa todo el nerviosismo que le ocasionaba tener contacto físico con una mujer, volvió a suspirar.
- Que luego de su escapada pueda acompañarla a un lugar seguro – dijo con las mejillas ya sonrojadas – Si no es… si no es muy grande el atrevimiento, y aunque en realidad no conozca muchos lugares divertidos – se apresuró a corregir.
¿Quién querría una compañía como la suya? Más en lo que según la señorita era el único día libre que tendría en un buen tiempo. El caso era que se esforzaría al máximo para sacar que la joven pudiese sacar provecho de la escapada, era su trabajo del día, aunque tal vez fuese el más complicado que había tenido desde que debía buscar por las calles y mercados alguna forma de sustentar su sencilla vida.
- Spoiler:
- No tengo excusa para disculparme por la tardanza aun habiendo dejado ausencia debido a que mi user está a final de año en la universidad y estaba (y está) a duras penas con los exámenes. Espero que nos disculpe u.u Saludos Cordiales
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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