Una noche de libertad...(privado)

por Invitado Mar Mayo 10, 2011 11:38 pm

Caminar en las noches era su pasatiempo favorito aunque debería estar trabajando, esa en especial se la tomaría libre. Desde que había dejado Venecia, meses atrás e instalado en París, se dedicó a trabajar, haciendo un poco de fama y dinero. Nunca tomó un día o siquiera un minuto para ella desde ese momento hasta ahora, en que por primera vez se dió un baño, se perfumó ligeramente y salió sigilosa a las oscuras calles de la ciudad, a pesar de los muchos peligros que le advirtieron que existían. Si encontraba alguno, ella lo descubriría por si misma.

Era la magia de la vida, cazar, o ser cazado.

Caminó sin rumbo un buen rato, con pasos suaves y una leve sonrisa en los labios, a sabiendas de que despertaba miradas lujuriosas y de envidia por donde pasaba, quizás demasiado para su gusto y en cierto modo peligrosas, pero a ella le gustaba el peligro, vivía cada día con el y ya estaba acostumbrada. Además, si París estaba llena de mounstruos como decían, de mitos nocturnos, estaba más que dispuesta a descubrirlos de primera mano aunque eso le costara la vida.

Paseó sin rumbo un buen rato, hasta que el aroma del salitre marino le llegó de golpe, estaba cerca del mar y eso si duda era una sorpresa. Satine amaba el mar como a nada en el mundo, un océano oscuro y misterioso que se extendía frente a ella, lleno de vida, de secretos y peligros, pero también de una calma absoluta que se transmitía a cada parte de su cuerpo y lo relajaba al instante.

Acercó sus pasos al muelle, ligeros y pausados, disfrutando de cada segundo en que se aproximaba al mar y sentía la caricia del viento salado en su rostro. Esa noche llevaba un vestido ligero, muy diferente a los acostumbrados disfraces de gala, era más semejante a un camisón de seda, pero sin entrever nada y de una tela muy fina, que en ese momento ondeaba al compás de la brisa marina.

Satine estaba extasiada, de pie al borde del muelle lleno de barcos y completamente en silencio, sabía de sobra que aquel lugar era peligroso, incluso, desde donde estaba parada un paso en falso y caería al agua. Nada grave desde que sabía nadar, pero a manos de alguien con malas intenciones, podía ser un destino fatal. Pero no importaba con tal de que pudiese disfrutar unos últimos minutos junto al mar.

Y se quedó allí, como un fantasma en medio de la bruma nocturna y una niebla que comenzaba a poblar el lugar.

por **Lucien Greymark** Dom Jun 12, 2011 5:06 am

La sala ya empezaba a llenarse, era el momento de que me marchase de allí. “El ancla hundida” era uno de los locales más frecuentados por los marinos de los puertos, el lugar perfecto para ocuparme de los asuntos que me concernían esta noche. Desde que se había anunciado la reunión del clan quería estar informado de todo… bueno más de lo habitual claro. Scarlet ya se había ocupado de transmitir a las chicas que mantuviesen los ojos y los oídos abiertos, si algún licántropo entraba en la ciudad, ya fuese por mar o por tierra no pasaría más de una hora son que fuese a una posada o a un burdel, y entonces sabría que están aquí. Sin embargo, debía salir de la taberna lo antes posible, seguramente no sería el único que intentaría saber de los demás, la discreción se había vuelto demasiado arraigada en los míos.

Me despedí del tabernero, un buen hombre, un amigo del que uno se podía fiar, y salí por la puerta principal de camino a la zona central del puerto, la noche empezaba a adentrarse y los hombres salían a beber y las mujeres o se encerraban en sus casas o en sus camas donde esperaban al próximo cliente. Debía admitir que la idea de tener que utilizar a las chicas de los burdeles no me ilusionaba, especialmente porque ya tenían bastante con tener que aguantar a unos babosos que las trataban como simples pedazos de carne como para encima tener que estar preocupándose por lo que les pedía yo. Desgraciadamente no tenía más remedio, ellas podían conseguir mucha más información en un par de horas y con un par de gemidos de lo que podría conseguir cualquier espía entrenado. Nos gustase o no, los hombres tenían tendencia a hablar más de la cuenta cuando estaban con una mujer hermosa, a veces más incluso de lo que les convenía.

El camino me llevo hasta los muelles, era la mejor manera de salir de la zona náutica sin llamar la atención, ya que solo los hombres de guardia de los barcos pasarían por allí a esas horas. Hacia una noche fresca y despejada, típica de la época cercana al verano, dentro de poco empezaría a hacer calor. Mi mirada se detuvo en uno de los muelles de piedra, sin ningún barco amarrado a él, al final del mismo, había una mujer, con la mirada fija en el mar, como si fuese un fantasma esperando el regreso de su barco. Siniestro en cierto modo, pero también un tanto triste. Me desvié del camino y camine despacio hasta la zona donde estaba aquella chica, era una mujer rubia, con un cabello largo hasta la mitad de la espalda y un vestido de seda que llamaría la atención de cualquier hombre con ojos en la cara. – Buenas noches mi lady.

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