AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Guardia de la Noche
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La Guardia de la Noche
((Tema Privado))
Risas, cantos, murmullos, pláticas, valses, amenidad en infinidad. Mortales e inmortales juntos y reunidos bajo un mismo techo e interactuando entre ellos. La noche era la madre de todos los secretos y de todos los vicios, desde la antigüedad lo había sido y esto no cambiaba generación tras generación. A los mortales les fascinaba el misterio de la noche, a los inmortales les era esencial la noche porque solo en ella podían tener una vida. Pero además habían otros seres además de los inmortales, los licántropos por ejemplo, magnificas criaturas. Al llegar la luna llena se convertían en seres de una fuerza colosal, los mitos nos habían condenado a ser enemigos desde tiempos inmemoriales pero no todos jugábamos en el mismo tablero. No son tiempos en los que los juegos de niños ocupen vidas que se ven amenazadas, el vampiro y el lobo son diferentes, cierto es, pero enemigos dentro de mis dominios no lo serán. Son criaturas de un intelecto mucho más elevado que el de muchos de sus iguales, los juegos de poder les dan risa y una discusión entre ellos seria para cuestionar algo mucho más importante que el tema de las razas, son fronteras que se han vencido, los limites los hemos construido juntos generación tras generación.
Los brujos, humanos excepcionales, no valía la pena matarlos porque estaban un eslabón mas arriba que el de los mortales simples, comprendían los poderes que solo se les dan a los elegidos aunque no todos son meritorios de admiración. Y finalmente están esas criaturas que me parecen sumamente increíbles, cambian de forma a su antojo y viven dos vidas en una, los cambiaformas eran también parte de los seres de la noche ya que solo al llegar esta podían asumir una forma animal. Los secretos de nuestras razas eran celosamente guardados por todos los miembros de La Camarilla, existía un orden en el mundo, por lo menos en nuestros mundos y territorios que todos nosotros obedecíamos. La razón para ello era sencilla, de esta forma asegurábamos nuestra existencia eterna y nuestra seguridad frente a cualquier primero. Unidos éramos fuertes y protegíamos a los nuestros de una muerte deplorable. Nuestro mayor enemigo era, muy satíricamente, el humano normal. Cuando este se convertía en cazador y descubría el secreto de nuestras existencias decidía entrometerse en los dominios de la noche y nosotros nos encargábamos de que nadie cruzara era estrecha línea pues todos protegíamos la mascarada. Esto no es más que proteger el secreto de nuestras existencias como seres de la noche.
Los guardias caminaban a mí alrededor protegiendo todos los ángulos, Thomas como siempre iba detrás de mí por estrategia propia, mi confianza en él era inquebrantable. El Palacio Royal no lo había llegado a conocer, desaparecí antes de que lo construyeran y me pareció de buen gusto, sin duda Eliz influyo en el decorado aunque perteneciera a los jóvenes Windsor, estos que se encontraban entre los más jóvenes de mis hijos aun no se habían presentado ante mí, di la orden que no nos encontráramos hasta el día de sus respectivos juicios, así no me encariñaría con ninguno de ellos si resultaba algo fatal. Me hicieron pasar a una sala amoblada con el mismo buen gusto de Eliz, allí me senté en la butaca principal y espere pacientemente a que Thomas diera la orden de hacer entrar a quienes debían estar allí. Eran siete los hijos que ocupaban los liderazgos de la guardia de la noche de La Camarilla, cada uno representaba a su raza y por ello mismo eran capaces de ofrecer su protección a todo ser de la noche que fuera, dentro de sus expectativas, digno de ser protegido por nuestra organización.
Uno a uno los siete fueron entrando liderados por Thomas, los observe tranquilo y espera que se cerrara la puerta tras el ultimo -Bienvenidos guardianes de la noche, su presencia aqui afirma su compromiso, por favor sientense- dije y espere a que cada uno tomara su lugar en una butaca, entre ellas se componia un circulo de tal forma que todos podiamos mirarnos cara a cara.
Risas, cantos, murmullos, pláticas, valses, amenidad en infinidad. Mortales e inmortales juntos y reunidos bajo un mismo techo e interactuando entre ellos. La noche era la madre de todos los secretos y de todos los vicios, desde la antigüedad lo había sido y esto no cambiaba generación tras generación. A los mortales les fascinaba el misterio de la noche, a los inmortales les era esencial la noche porque solo en ella podían tener una vida. Pero además habían otros seres además de los inmortales, los licántropos por ejemplo, magnificas criaturas. Al llegar la luna llena se convertían en seres de una fuerza colosal, los mitos nos habían condenado a ser enemigos desde tiempos inmemoriales pero no todos jugábamos en el mismo tablero. No son tiempos en los que los juegos de niños ocupen vidas que se ven amenazadas, el vampiro y el lobo son diferentes, cierto es, pero enemigos dentro de mis dominios no lo serán. Son criaturas de un intelecto mucho más elevado que el de muchos de sus iguales, los juegos de poder les dan risa y una discusión entre ellos seria para cuestionar algo mucho más importante que el tema de las razas, son fronteras que se han vencido, los limites los hemos construido juntos generación tras generación.
Los brujos, humanos excepcionales, no valía la pena matarlos porque estaban un eslabón mas arriba que el de los mortales simples, comprendían los poderes que solo se les dan a los elegidos aunque no todos son meritorios de admiración. Y finalmente están esas criaturas que me parecen sumamente increíbles, cambian de forma a su antojo y viven dos vidas en una, los cambiaformas eran también parte de los seres de la noche ya que solo al llegar esta podían asumir una forma animal. Los secretos de nuestras razas eran celosamente guardados por todos los miembros de La Camarilla, existía un orden en el mundo, por lo menos en nuestros mundos y territorios que todos nosotros obedecíamos. La razón para ello era sencilla, de esta forma asegurábamos nuestra existencia eterna y nuestra seguridad frente a cualquier primero. Unidos éramos fuertes y protegíamos a los nuestros de una muerte deplorable. Nuestro mayor enemigo era, muy satíricamente, el humano normal. Cuando este se convertía en cazador y descubría el secreto de nuestras existencias decidía entrometerse en los dominios de la noche y nosotros nos encargábamos de que nadie cruzara era estrecha línea pues todos protegíamos la mascarada. Esto no es más que proteger el secreto de nuestras existencias como seres de la noche.
Los guardias caminaban a mí alrededor protegiendo todos los ángulos, Thomas como siempre iba detrás de mí por estrategia propia, mi confianza en él era inquebrantable. El Palacio Royal no lo había llegado a conocer, desaparecí antes de que lo construyeran y me pareció de buen gusto, sin duda Eliz influyo en el decorado aunque perteneciera a los jóvenes Windsor, estos que se encontraban entre los más jóvenes de mis hijos aun no se habían presentado ante mí, di la orden que no nos encontráramos hasta el día de sus respectivos juicios, así no me encariñaría con ninguno de ellos si resultaba algo fatal. Me hicieron pasar a una sala amoblada con el mismo buen gusto de Eliz, allí me senté en la butaca principal y espere pacientemente a que Thomas diera la orden de hacer entrar a quienes debían estar allí. Eran siete los hijos que ocupaban los liderazgos de la guardia de la noche de La Camarilla, cada uno representaba a su raza y por ello mismo eran capaces de ofrecer su protección a todo ser de la noche que fuera, dentro de sus expectativas, digno de ser protegido por nuestra organización.
Uno a uno los siete fueron entrando liderados por Thomas, los observe tranquilo y espera que se cerrara la puerta tras el ultimo -Bienvenidos guardianes de la noche, su presencia aqui afirma su compromiso, por favor sientense- dije y espere a que cada uno tomara su lugar en una butaca, entre ellas se componia un circulo de tal forma que todos podiamos mirarnos cara a cara.
Invitado- Invitado
Re: La Guardia de la Noche
Árboles por naturaleza salvaje en su asimétrica forma de crecer, cedían paso a paso el lugar a aquellos de sus hermanos que habían sido domesticados por los seres humanos. Parte eran de un bosque viviente, latente. Como sombra entrelazada entre ramas y hojas, los miedos subconscientes se disipaban junto con la visión selvática. Los bosques despiertan el temor por lo desconocido, lo que anterior incluso fue del nacimiento de una memoria colectiva. Son algo inhóspito, indómito. Estos gigantes pasivos de vestidos de madera y verde, dejaban su lugar a bellos jardines. Los árboles cultivados según el deseo, las fuentes que jamás se agotan, las flores multicolor cuidadas con esmero, asomándose tímidamente entres frondosos arbustos. Las estatuas de blanco y granito, vigilantes eternos con párpados que nunca se cierran. Son estos algunos de sus habitantes. Paraíso pintado por pinceles humanos, por sus fantasías. El intento en natura viva de lo que sería un edén perdido. Un instinto primitivo prevalece entre los hombres acerca de la hermosa idea de tenerlo todo bajo control, porque viene acompañada con el sentido de seguridad. Vieron la luz por primera vez entonces, los dioses y diosas paganos que se adoraban por tener habilidades que les permitían hacer su voluntad. Aunque en divinidad resplandecían, conservaban sentimientos y aspiraciones humanas. Entonces se dibujó el paraíso manifiesto en el cuerpo humano. Un reflejo de que aún en ellos existía aspecto sensible, impredecible, misterioso. También en si mismos llega la influencia de las miradas de la doncella verde.
Así, mientras los dioses de mármol vigilan a las refinadas doncellas verdes entre los jardines, un monumento construído por hombres se levanta, magnífico, por sobre ellos y los observa, acude a su lado sólo en aquellos momentos que necesita recurrir a la inspiración. El resto del tiempo son parte del complejo entretejido del manto real. Esta noche sin embargo algunos de los seres hijos de la noche entran al Palacio hecho para glorificar y exaltar las virtudes de las generaciones mortales, pasadas y presentes. Robándose así un instante de sus sueños. El tiempo en estos es subjetivo, así que probablemente este asalto pasaría inadvertido para las almas que duermen. La guardia real, una visita de cortesía a los Altos Señores, propietarios de aquél edificio; la sospecha de las sombras tangibles que allí se reunirían se mantendría apartada.
No hubo que aguardar en demasía para que pronto se vieran reunidos todos los miembros de la Camarilla, citados a la misma hora. Menos tiempo aún transcurrió para que uno de los inmortales los condujera dentro de una de las grandes salas del castillo. Parecían coordinados para entrar en un orden específico, aunque fue el orden de llegada el que se respeto pues todos allí eran iguales, hermanos de la misma casa por no decir que compartían tipo sanguíneo. Abélard buscó con la mirada al invitado de honor mientras tomaba el sitio correspondiente a las seis de la tarde con respecto al Abbadon. Frente así pudo contemplar a un ser cuyo cuerpo estaba marcado con el invierno congelado en sus cabellos, pero con un espíritu fortalecido por la experiencia, enaltecido por el tiempo e inmortalizado en esencia.
Una inclinación de cabeza fue el saludo cordial y respetuoso que le dedicó a tal Señor antes de tomar asiento. Descansó las manos en los brazos de la butaca y mantúvose erguido a pesar de recargarse en el respaldo. Esperó hasta que cada uno tomó su lugar, observando a los miembros de tan singular grupo. El recinto, era por su puesto uno de los más exquisitos. Cada mueble, cada cuadro, cada tela acomodados para resaltar en conjunto la magnificencia del lugar. No se podía estar seguro si los cortinajes cubrían algún ventanal, pues permanecían cerrados, o daban la ilusión de que guardaban uno detrás. Ninguna mesa se extendía entre las espléndidas sillas situadas en círculo. Se respiraba la intimidad y la exclusividad hasta en la actitud de los invitados.
Abélard paseo su mirada por el gran salón y después de un recorrido breve pero minucioso volvió la vista al Señor de la Noche.
-Es un honor y un placer reunirnos bajo un mismo techo.- comenzó -Poder darle el rostro adecuado a los nombres que ya conocíamos y develar los que apenas serán dichos en voz alta esta noche. Me corresponde ser los oídos, los ojos, la voz y la presencia de aquellos a quienes represento y cuido. Es un gusto hacerlo- sonrió mirando cada rostro en la sala, para detenerse nuevamente en el Abbadon. Tenía verdadero interés por saber los asuntos que se tratarían en esas horas de pálido brillo.
Así, mientras los dioses de mármol vigilan a las refinadas doncellas verdes entre los jardines, un monumento construído por hombres se levanta, magnífico, por sobre ellos y los observa, acude a su lado sólo en aquellos momentos que necesita recurrir a la inspiración. El resto del tiempo son parte del complejo entretejido del manto real. Esta noche sin embargo algunos de los seres hijos de la noche entran al Palacio hecho para glorificar y exaltar las virtudes de las generaciones mortales, pasadas y presentes. Robándose así un instante de sus sueños. El tiempo en estos es subjetivo, así que probablemente este asalto pasaría inadvertido para las almas que duermen. La guardia real, una visita de cortesía a los Altos Señores, propietarios de aquél edificio; la sospecha de las sombras tangibles que allí se reunirían se mantendría apartada.
No hubo que aguardar en demasía para que pronto se vieran reunidos todos los miembros de la Camarilla, citados a la misma hora. Menos tiempo aún transcurrió para que uno de los inmortales los condujera dentro de una de las grandes salas del castillo. Parecían coordinados para entrar en un orden específico, aunque fue el orden de llegada el que se respeto pues todos allí eran iguales, hermanos de la misma casa por no decir que compartían tipo sanguíneo. Abélard buscó con la mirada al invitado de honor mientras tomaba el sitio correspondiente a las seis de la tarde con respecto al Abbadon. Frente así pudo contemplar a un ser cuyo cuerpo estaba marcado con el invierno congelado en sus cabellos, pero con un espíritu fortalecido por la experiencia, enaltecido por el tiempo e inmortalizado en esencia.
Una inclinación de cabeza fue el saludo cordial y respetuoso que le dedicó a tal Señor antes de tomar asiento. Descansó las manos en los brazos de la butaca y mantúvose erguido a pesar de recargarse en el respaldo. Esperó hasta que cada uno tomó su lugar, observando a los miembros de tan singular grupo. El recinto, era por su puesto uno de los más exquisitos. Cada mueble, cada cuadro, cada tela acomodados para resaltar en conjunto la magnificencia del lugar. No se podía estar seguro si los cortinajes cubrían algún ventanal, pues permanecían cerrados, o daban la ilusión de que guardaban uno detrás. Ninguna mesa se extendía entre las espléndidas sillas situadas en círculo. Se respiraba la intimidad y la exclusividad hasta en la actitud de los invitados.
Abélard paseo su mirada por el gran salón y después de un recorrido breve pero minucioso volvió la vista al Señor de la Noche.
-Es un honor y un placer reunirnos bajo un mismo techo.- comenzó -Poder darle el rostro adecuado a los nombres que ya conocíamos y develar los que apenas serán dichos en voz alta esta noche. Me corresponde ser los oídos, los ojos, la voz y la presencia de aquellos a quienes represento y cuido. Es un gusto hacerlo- sonrió mirando cada rostro en la sala, para detenerse nuevamente en el Abbadon. Tenía verdadero interés por saber los asuntos que se tratarían en esas horas de pálido brillo.
Abélard Fontaine- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 08/05/2011
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Re: La Guardia de la Noche
-Sus guardianes habian estado incluso más excitados de lo normal esa noche buscando cualquier excusa para salir apretar las armas e incluso matar con la mirada a todo aquel que se antepusiera en frente de ellos, prescindió de palabras pues el silencio era clave para lo que ahora sucedería, el mundo habia caido en la desgracia de la ignorancia marcando el compás la propia humanidad incluso él siendo mortal había tomado parte de observador en las mujeres y hombres que se dedicaban a vivir de una manera que rallaba lo patético, no habia lucha por la supervivencia sino una simple indiferencia. Los pobres se quedaban siendo pobres igual que los ricos seguian siendo ricos sin rivales e incluso sin preocupaciones de que pudiera suceder nada, el dinero cambiaba de manos y lleno de sangre volvía a las mismas como una rueda viciosa, la ruleta rusa de la vida se hacia cada vez más aburrida como si las balas fueran de mentira y los gritos meras cuestiones de sonrisas. Proteger, esa era su tarea, proteger y actuar como el mejor de los que incluso podía encontrarse, sus guardianes le hacian fuerte pero él mismo se procuraba ser siempre el mejor como si meramente existir no fuese sino un juego de niños.
Sus venas parecian envenenadas, transfusión de más sangre solo por la emoción que a pesar del hieratismo de su rostro no demostraba, emoción que se permitió dar rienda suelta interiormente hasta que llegó al más que conocido lugar de la reunión, pero habia sido la primera vez que estaría absorto por lo que ocurriría, se desprendió finalmente de toda sensación pues solo la suavidad de su respiración delataba que finalmente habia comprendido donde estaba, El brujo era capaz de poner fin a sus emociones con una rápidez endiabladamente cruel, cortar la emoción con una cuchillada sin importarle si volvía a resugir o se quedaba como una trampa...el aire, simplemente el aire habia cambiado, ya no habia perfume de mujeres que solo buscaban pareja, hombres de manos sudorosas que apretaban sus francos como si la vida le fuese en ello, consiguiendo un apestoso aroma a dinero, no habia risas falsas ni halagos entrometidos solamente estaba el silencio justo, solo fue interrumpido con sus propios pasos mientras se adentraba con calma.
Las figuras parecian tener el tacto del diablo, la bipolaridad justa para que quienes las mirasen encontrasen o un aliado o un susto, los colores, la suavidad helada de las esquinas o de la misma arquitectura que se cerraban como si se cerrase interiormente en un secreto, no habia llegado el primero pero tampoco se permitiría llegar el ultimo, sus pasos fueron más silenciosos hasta el punto que parecía esconder su presencia, solo una sonrisa indicaba que era vivo ¿vivo? sabia perfectamente que alli estaba rodeado de inmortales lo cual era gracioso, se encontraba más comodo con ellos de lo que nunca habia esperado, pero una cosa era al comodidad y otro el trabajo...nunca miraria a alguien más de dos veces más sin ser demasiado presuntuoso, podia recibir un informe de todos aquellos "cuando vamos a entrar" su más fiel guardian, el encapuchado; Éste guardian sabia comportarse pero la sonrisa excitada de su rostro demostraba que seria el más fiel incluso más que el propio brujo, la pelea habia sido siempre la vida de aquel espiritu era el más poderoso entre los que habia encontrado, acariciaba con las manos las dagas que tenia afianzadas a la cintura. Detrás de Aetos estaba un pájaro, parecia que un hilo rojo manchaba el sielo siendo la siempre indiferente sangre que caía del cuerpo del espiritu "no te impacientes" se colocó en el hombro de Aetos mirando a todos los lugares- No hagan alboroto
-Fué simple, sus cuatro guardianes aparecieron, la gitana iba con la cara pegada a las cartas mientras el guardian que casi nunca salia, una mujer que poseia el poder de crear barreras incluso más poderosas que los vivos estaba caminando con tranquilidad. No sabia si podian ser vistos o no pero aun asi permanecian a su lado para que conocieran para quien trabajarian, de nuevo el silencio, inclinó su rostro como señal a quienes habia conocido alli, no pudieron mediar más palabras pues al fin se adentraron a donde debían. Aquel lugar ¿que tenia? olia a poder e incluso a sabiduría mezclada con sangre, olía a filosofia extenuante, pura, dura. Aetos sonrió por primera vez, solo unos segundos hasta que volvió al hieratismo acostumbrado inclinándose con un poco más de respeto, igual que todos sus guardianes incluso el cambiaformas que estaba en su hombro. Pasaron uno a uno siendo presentados, ocupando sus espectivos lugares...miró al frente sin necesidad de prestar atención a lo que lo rodeaba, con un solo vistazo podia hacerse un mapa mental de todo lo que había en esa habitación, suficiente para ser capaz de proteger a cualquiera. Todo estaba dispuesto, solo quedaba empezar, vanagloriarse de la suavidad con la que la situación caía sobre cada uno de ellos. Sus guardianes se quedaron atrás.
Cuando tomó asiento en su butaca mantuvo el silencio acostumbrado escuchando al hombre que había hablado, para que repetir palabras, tenia razón cada cual se conocía sin conocerse, habian escuchado palabras pero era dificil tenerlos a todos reunidos...sus dedos se posaron no en los brazos de la butaca sino en su regazo manteniendo su postura erguida, nunca tensa, sino extrañamente calmada. Se dirigió hacia aquel hombre que incluso ahora mantenia un alto nivel de respeto, tal que su fidelidad parecia ir en aumento con cada segundo, cada visita, cada respiración. Es un honor, quería decir, pero como siempre, su mirada lo reflejaba todo y aquel hieratismo que daba paso a una sonrisa suave en los labios era suficiente presentación-
Sus venas parecian envenenadas, transfusión de más sangre solo por la emoción que a pesar del hieratismo de su rostro no demostraba, emoción que se permitió dar rienda suelta interiormente hasta que llegó al más que conocido lugar de la reunión, pero habia sido la primera vez que estaría absorto por lo que ocurriría, se desprendió finalmente de toda sensación pues solo la suavidad de su respiración delataba que finalmente habia comprendido donde estaba, El brujo era capaz de poner fin a sus emociones con una rápidez endiabladamente cruel, cortar la emoción con una cuchillada sin importarle si volvía a resugir o se quedaba como una trampa...el aire, simplemente el aire habia cambiado, ya no habia perfume de mujeres que solo buscaban pareja, hombres de manos sudorosas que apretaban sus francos como si la vida le fuese en ello, consiguiendo un apestoso aroma a dinero, no habia risas falsas ni halagos entrometidos solamente estaba el silencio justo, solo fue interrumpido con sus propios pasos mientras se adentraba con calma.
Las figuras parecian tener el tacto del diablo, la bipolaridad justa para que quienes las mirasen encontrasen o un aliado o un susto, los colores, la suavidad helada de las esquinas o de la misma arquitectura que se cerraban como si se cerrase interiormente en un secreto, no habia llegado el primero pero tampoco se permitiría llegar el ultimo, sus pasos fueron más silenciosos hasta el punto que parecía esconder su presencia, solo una sonrisa indicaba que era vivo ¿vivo? sabia perfectamente que alli estaba rodeado de inmortales lo cual era gracioso, se encontraba más comodo con ellos de lo que nunca habia esperado, pero una cosa era al comodidad y otro el trabajo...nunca miraria a alguien más de dos veces más sin ser demasiado presuntuoso, podia recibir un informe de todos aquellos "cuando vamos a entrar" su más fiel guardian, el encapuchado; Éste guardian sabia comportarse pero la sonrisa excitada de su rostro demostraba que seria el más fiel incluso más que el propio brujo, la pelea habia sido siempre la vida de aquel espiritu era el más poderoso entre los que habia encontrado, acariciaba con las manos las dagas que tenia afianzadas a la cintura. Detrás de Aetos estaba un pájaro, parecia que un hilo rojo manchaba el sielo siendo la siempre indiferente sangre que caía del cuerpo del espiritu "no te impacientes" se colocó en el hombro de Aetos mirando a todos los lugares- No hagan alboroto
-Fué simple, sus cuatro guardianes aparecieron, la gitana iba con la cara pegada a las cartas mientras el guardian que casi nunca salia, una mujer que poseia el poder de crear barreras incluso más poderosas que los vivos estaba caminando con tranquilidad. No sabia si podian ser vistos o no pero aun asi permanecian a su lado para que conocieran para quien trabajarian, de nuevo el silencio, inclinó su rostro como señal a quienes habia conocido alli, no pudieron mediar más palabras pues al fin se adentraron a donde debían. Aquel lugar ¿que tenia? olia a poder e incluso a sabiduría mezclada con sangre, olía a filosofia extenuante, pura, dura. Aetos sonrió por primera vez, solo unos segundos hasta que volvió al hieratismo acostumbrado inclinándose con un poco más de respeto, igual que todos sus guardianes incluso el cambiaformas que estaba en su hombro. Pasaron uno a uno siendo presentados, ocupando sus espectivos lugares...miró al frente sin necesidad de prestar atención a lo que lo rodeaba, con un solo vistazo podia hacerse un mapa mental de todo lo que había en esa habitación, suficiente para ser capaz de proteger a cualquiera. Todo estaba dispuesto, solo quedaba empezar, vanagloriarse de la suavidad con la que la situación caía sobre cada uno de ellos. Sus guardianes se quedaron atrás.
Cuando tomó asiento en su butaca mantuvo el silencio acostumbrado escuchando al hombre que había hablado, para que repetir palabras, tenia razón cada cual se conocía sin conocerse, habian escuchado palabras pero era dificil tenerlos a todos reunidos...sus dedos se posaron no en los brazos de la butaca sino en su regazo manteniendo su postura erguida, nunca tensa, sino extrañamente calmada. Se dirigió hacia aquel hombre que incluso ahora mantenia un alto nivel de respeto, tal que su fidelidad parecia ir en aumento con cada segundo, cada visita, cada respiración. Es un honor, quería decir, pero como siempre, su mirada lo reflejaba todo y aquel hieratismo que daba paso a una sonrisa suave en los labios era suficiente presentación-
Aetos- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 23/04/2011
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Re: La Guardia de la Noche
PRIMER ENCUENTRO
La vida transcurría, la veía pasar al lado de mi ventana, cada noche, con cada luna nueva… Y el crepúsculo parecía ahogarme con mayor asertividad en cada segundo. Después de tanto siglo vagando por la tierra, observando como el tiempo consume con fervor los esfuerzos de la humanidad, me sentí abatida por la búsqueda. Las veladoras que tiritaban en la habitación, hicieron una burla a mi nostalgia afligida, ¿Cómo es posible que extrañara algo que nunca ocurrió? Y así las memorias jamás acontecidas comenzaron a desfilar en mis pensamientos, sería yo la diferencia en la estirpe que me había marcado desde el instante que el destino se empeñó a que fuese una Nasic. El viento sopló trayendo consigo un augurio. Pude leer en el susurro de esa voz inmortal aquella fortuna o desdicha que me esperaba. Los mitos, las leyendas, cada historia fantástica con la cual sueñan los mortales, han sido disfrazadas, ocultando la verdad y manteniéndola en secreto. ¿Qué tan diferente sería en esta ocasión? Pero no sentía nervios, tampoco me sufría por alguna sensación ajena a mi piel. Durante siglos había estado contemplando las razones por las cuales un cuerpo puede mutar y mostrar las emociones que no se abandonan con la muerte, identificar los detalles que resaltan a esta vista majestuosa… Erradiqué cada error que se comete, ahora sé perfectamente como negar el calor que fluye a través de mí. Sonreí, me puse de pie y el sillón rápidamente se acopló al vació que sintió tras mi partida.
La noche se pintaba de frescura, otoño y melancolía juntos. Es la época del año en que más se añora; vagabundeé por la calle doblando las esquinas, observando en silencio el pecado en cada rincón maldito de Paris. Al quedarme frente el palacio mi mente habló para recordarme la posición que me tocaba dentro de ese gran juego de ajedrez. Cartas sobre la mesa, el póker había iniciado. Atravesar las murallas edificados fue como adentrarse a la neblina del río Aqueronte, antiguo, marchito y peligroso… Cualquier distracción, cualquier arrepentimiento podía ahogarme, pero no podía permitir que en mi se respirara el miedo. Me quedé en silencio amordacé las miles de preguntas que tenía para ofrecer. A diferencia de mi hermana y muy semejante a la actitud de Lidérc manipulé mi cuerpo. Entré triunfante al Palacio, donde evidentemente me hicieron esperar en una sala a que él apareciera. No pasó demasiado tiempo cuando alguien anunció su arribo al punto de reunión. Pude observar desde mi lugar los rostros de cada uno de los presentes, sus miradas y la imponencia que los describía. El rey estaba ahí. No me sorprendí. La conspiración que se manejaba dentro –porque eso es precisamente de lo que se trataba- consistía en devorar las monarquías, manipularlas al antojo de la Caramilla y entonces así cumplir los deseos de quien nos había citado. Entonces… ¿Qué hacía yo ahí? Esa no era la pregunta que tenía que responder. ¿Ellos sabían que estaba traicionándoles? Obviamente no.
Nos hicieron pasar a otro salón donde el Anciano se encontraba. La serenidad en mi rostro reflejaba mi confianza y la esa certeza de saber lo que hacía. Era muy probable que Abaddon leyera mis intenciones, es muy probable que muera en el intento, pero al menos no moriría desperdiciando el potencial que había adquirido durante todo este tiempo. Galante, segura, sensual, imponente y poderosa me aventuré en la habitación. Ver su rostro por primera vez, fue impactante pero el reflejo de la impresión cruzó por mi rostro en un efímero segundo en que desatendí la concentración. Me arrinconé en una de las esquinas esperando a que los demás pasaran y tomaran posesión de sus lugares, a mi no me importaba en lo absoluto destacarme de entre un millón, ya estaba dentro… No me preocuparía por impresionarlo, sólo cumpliría con mi trabajo y a su vez conseguiría mi objetivo. El resto de los Nasic y el trono de Budapest. Eso era lo que yo le ofrecía a Abaddon. La nota gutural de su voz, su mirada penetrante, las arrugas en su piel, las bolsas debajo de sus ojos, las canas en su cabello… No han pasado los milenios en vano por su cuerpo. El polvo acumulado en los libros de antaño es tan sólo una milésima parte de la sabiduría que guarda tras esa fragilidad aparente de un viejo. Mis pensamientos no eran coherentes y me distraje rápido. El rey habló y no tenía nada que añadir, más que una reverencia ofreciendo mi entera disposición.
Ishtar Nasic- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 03/07/2011
Re: La Guardia de la Noche
El llamado, imposible negarse a él y mucho menos después de estar comprometido con La Camarilla hasta la muerte. Eran noches sin luna y por ello fue factible que su asistencia fuera segura. Acababa de llegar a Paris, se sentía en casa después de cinco años sin pisar suelo francés. Fue entonces, en ese tiempo que se veía lejano para el ahora, reclutado por Tom y llevado a tierras lejanas para empezar su entrenamiento. Su vida estuvo en juego más de una vez pero se trataba de encontrar al más fuerte y él lo consiguió. Al partir prometió a su hermana que regresaría, ello lo mantuvo con vida en cada prueba, vivió y sufrió un entrenamiento brutal junto a otros seres como él y otros un tanto diferentes, todos se convirtieron en amigos y dejarlos también fue difícil para él pero también era cierto que sabía que algún día terminaría su entrenamiento y entonces estaría libre de toda muralla para cumplir su destino. Su padre ocupo el mismo puesto antes que él y por eso tuvo que probar que era digno de heredar la jerarquía, sus esfuerzos lo llevaron a rectificar que por su sangre corría la misma fuerza de generaciones anteriores de licántropos que pertenecieron a su familia. La mordida era la única forma de recibir el legado generación tras generación y, aunque al principio no supo, en el presente estaba seguro de que su padre apareció ante él solo para transmitirle la licantropía antes de morir.
Las calles de Paris le parecían diferentes de la última vez que paseo por ellas, entonces solo era un gitano que se ganaba la vida con actos en el circo y que vivía al día de lo poco que ganaba. Nunca pensó que un día se presentaría como alguien que cargara una gran responsabilidad para los de su raza, por supuesto que existían otros iguales a él en pos del mismo objetivo, pero no podía pensar más que en ser el mejor, tal y cual se propuso desde el momento en que empezó su entrenamiento. El carruaje en el que iba se detuvo a las entradas del palacio que antaño solo podía ver desde fuera pues solo los de la clase alta y realeza podrían entrar a un lugar de semejante lujo. Pensó que si hubiera sido el Jean Antoine de hace cinco años hubiera estado emocionado de visitar el lugar y de llegar en un carruaje tan lujoso como el que lo llevaba pero perdió todo rastro de emoción, su rostro era implacable ante todo tipo de emoción, no porque quisiera sino porque debía asumir su nuevo rol. Entró con paso seguro y alguien del servicio lo detuvo en la puerta preguntando hacia cual sala se dirigía, él respondió que su asistencia se debía a una reunión pero no fue necesario mas porque de lejos un guardia conocido pareció reconocerle y ordeno al del servicio que se retirara. De inmediato se dio cuenta que el lugar estaba lleno de guardias aunque pasaran de infraganti, a la sola mirada para quien no los conociera eran ricos que pasaban el rato pero él en cambio se dio cuenta de todos los que en el pasado compartieron parte de sus entrenamientos junto a él. Vampiros, licántropos, cambiaformas y brujos, todos juntos bajo un mismo techo.
Fue conducido a una sala donde tuvo que esperar a que le anunciaran la hora de la reunión, mientras tanto pensaba en las ganas que tenia de conocer al famoso Abaddon aunque no mostrara emoción alguna externamente. Escucho de él en los días de entrenamiento, al parecer era uno de los vampiros más antiguos que existían y como era de esperar lideraba a La Camarilla. Encontraba algo aquí que no le dejaba de preocupar, el obedecer no era uno de sus atributos porque nació con espíritu libre de gitano. A pesar de ello si podía contar con su compromiso hasta la muerte, obediencia como vasallo no pero si su fidelidad sin lugar a dudas. Cumpliría su parte en aquella Guardia de la Noche siempre y cuando los intereses de los de su raza también fueran tomados en cuenta, esa era la promesa de La Camarilla y en la misma medida en que ellos cumplieran con la protección de la raza, Jean Antoine cumpliría protegiendo a quien lo necesita, fuera de la raza que fuera, el era un protector y un luchador, de allí que fuera Justicar.
La voz de una mujer le saco del letargo, Tom mandaba a llamarlos con la gente del servicio del lugar y la mujer parecía un tanto nerviosa por todo el movimiento que se estaba llevando a cabo. Su nombre era Josephine, licántropa, próximamente estaría bajo su mando pero ella aun no lo sabía porque solo fue reclutada hacia seis meses atrás. Seguramente fue llevada como muchos de los otros guardias para proteger el recinto aunque ella llevara el disfraz del servicio era evidente que solo cumplía la misión que le encomendaron a lo mucho una semana antes. Jean Antoine asintió cuando ella le pidió que la siguiera, el tampoco sabía por entonces que trabajaría con ella a partir de la semana siguiente. Le llevaron a una sala lejana donde el despliegue de seguridad era mayor, algunos le reconocieron y le saludaron con la mirada o una sonrisa disimulada porque la seriedad era el uniforme de todos aquella noche. El entro y en el interior se encontró ya con otros pero enseguida reconoció quien era Abaddon. El anciano estaba en un lugar visible y no lo reconoció precisamente porque fuera el mayor de todos en aspecto, más bien porque era el mayor de todos en sabiduría, su mirada le trasmitió ello, enseguida pensó en que las leyendas eran ciertas y que aquel hombre era el fundador de una antigua estirpe de vampiros y luego de guerreros. Los que estaban allí además de él le mostraron sus respetos y Jean Antoine no se quedo esperando a hacerlo, inclino el rostro levemente y dijo:
Las calles de Paris le parecían diferentes de la última vez que paseo por ellas, entonces solo era un gitano que se ganaba la vida con actos en el circo y que vivía al día de lo poco que ganaba. Nunca pensó que un día se presentaría como alguien que cargara una gran responsabilidad para los de su raza, por supuesto que existían otros iguales a él en pos del mismo objetivo, pero no podía pensar más que en ser el mejor, tal y cual se propuso desde el momento en que empezó su entrenamiento. El carruaje en el que iba se detuvo a las entradas del palacio que antaño solo podía ver desde fuera pues solo los de la clase alta y realeza podrían entrar a un lugar de semejante lujo. Pensó que si hubiera sido el Jean Antoine de hace cinco años hubiera estado emocionado de visitar el lugar y de llegar en un carruaje tan lujoso como el que lo llevaba pero perdió todo rastro de emoción, su rostro era implacable ante todo tipo de emoción, no porque quisiera sino porque debía asumir su nuevo rol. Entró con paso seguro y alguien del servicio lo detuvo en la puerta preguntando hacia cual sala se dirigía, él respondió que su asistencia se debía a una reunión pero no fue necesario mas porque de lejos un guardia conocido pareció reconocerle y ordeno al del servicio que se retirara. De inmediato se dio cuenta que el lugar estaba lleno de guardias aunque pasaran de infraganti, a la sola mirada para quien no los conociera eran ricos que pasaban el rato pero él en cambio se dio cuenta de todos los que en el pasado compartieron parte de sus entrenamientos junto a él. Vampiros, licántropos, cambiaformas y brujos, todos juntos bajo un mismo techo.
Fue conducido a una sala donde tuvo que esperar a que le anunciaran la hora de la reunión, mientras tanto pensaba en las ganas que tenia de conocer al famoso Abaddon aunque no mostrara emoción alguna externamente. Escucho de él en los días de entrenamiento, al parecer era uno de los vampiros más antiguos que existían y como era de esperar lideraba a La Camarilla. Encontraba algo aquí que no le dejaba de preocupar, el obedecer no era uno de sus atributos porque nació con espíritu libre de gitano. A pesar de ello si podía contar con su compromiso hasta la muerte, obediencia como vasallo no pero si su fidelidad sin lugar a dudas. Cumpliría su parte en aquella Guardia de la Noche siempre y cuando los intereses de los de su raza también fueran tomados en cuenta, esa era la promesa de La Camarilla y en la misma medida en que ellos cumplieran con la protección de la raza, Jean Antoine cumpliría protegiendo a quien lo necesita, fuera de la raza que fuera, el era un protector y un luchador, de allí que fuera Justicar.
La voz de una mujer le saco del letargo, Tom mandaba a llamarlos con la gente del servicio del lugar y la mujer parecía un tanto nerviosa por todo el movimiento que se estaba llevando a cabo. Su nombre era Josephine, licántropa, próximamente estaría bajo su mando pero ella aun no lo sabía porque solo fue reclutada hacia seis meses atrás. Seguramente fue llevada como muchos de los otros guardias para proteger el recinto aunque ella llevara el disfraz del servicio era evidente que solo cumplía la misión que le encomendaron a lo mucho una semana antes. Jean Antoine asintió cuando ella le pidió que la siguiera, el tampoco sabía por entonces que trabajaría con ella a partir de la semana siguiente. Le llevaron a una sala lejana donde el despliegue de seguridad era mayor, algunos le reconocieron y le saludaron con la mirada o una sonrisa disimulada porque la seriedad era el uniforme de todos aquella noche. El entro y en el interior se encontró ya con otros pero enseguida reconoció quien era Abaddon. El anciano estaba en un lugar visible y no lo reconoció precisamente porque fuera el mayor de todos en aspecto, más bien porque era el mayor de todos en sabiduría, su mirada le trasmitió ello, enseguida pensó en que las leyendas eran ciertas y que aquel hombre era el fundador de una antigua estirpe de vampiros y luego de guerreros. Los que estaban allí además de él le mostraron sus respetos y Jean Antoine no se quedo esperando a hacerlo, inclino el rostro levemente y dijo:
Expreso mi respeto ante usted y me presento como se me ha pedido, esta noche, y para la posteridad. Mi compromiso junto a mi lealtad para con todos ustedes
Invitado- Invitado
Re: La Guardia de la Noche
Llevaba días esperando aquél, y ahora que había llegado estaba más nervioso de lo que se había podido imaginar. Miraba por la ventana de su pequeño apartamento hacia el cielo, anaranjado, esperando poder encontrar algunas estrellas que abolieran esos repentinos temores que se habían instalado en su fuerte pecho. Pero no era fácil. De la noche a la mañana todo había cambiado, mucho. Henry había pasado de ser un profesor y un decano corriente como otro cualquiera a convertirse en el miembro de una poderosa organización que prácticamente regulaba la existencia de una especie. ¿Qué había pasado? ¿Cómo había llegado él hasta ese punto? Pero, yéndonos al principio… ¿Dónde diablos estaba ahora?
Comenzó a dar vueltas por el salón rememorando los últimos acontecimientos y lo que más se repetía era el rostro de un vampiro que le hablaba y le explicaba ciertas cosas que quizá hubiera preferido no saber, sobretodo en cuanto a fidelidad y castigos se refería con su puesto. Todo había acontecido tan deprisa que le costaba recordar con claridad. Fue todo tan, pero tan repentino…
Y no paraba de darle vueltas al papel que sostenía entre sus manos. Era blanco, pequeño, con unas letras grabadas con tinta en una caligrafía bonita y cuidada. Y esos lazos oscuros formaban palabras que lo invitaban a la primera reunión con todos los miembros que de ahora en adelante iban a estar presentes en su vida. Porque todos iban a trabar juntos a partir de ese momento. Él lo sabía, Henry lo sabía. Estaba asustado, ¿para qué negarlo? No sabía cómo iban a ser las cosas, como tampoco conocía el paradero de su futuro próximo, mucho menos el lejano. Nunca creyó que alguien pudiera interesarse en su persona tanto como para adjudicarle semejante responsabilidad. Nada menos que la de mantener el orden… ¿El orden? ¿Cómo se mantenía el orden en un clan en el que estaban casi todos chiflados, o en el que cada uno seguía su propia filosofía de vida?
Y de pronto un escalofrío recorrió su espalda sacándolo de sus pensamientos y devolviéndolo a la fantasiosa realidad que le tocaba vivir esa noche. No tardó mucho tiempo en cerrar la puerta de la calle, suspirar y echar a andar hacia el Palacio que acogería aquel encuentro y sería testigo del mismo.
Todavía quedaban algunos rezagados transeúntes caminando entre la oscuridad de París; y hacía algo de frío, pero nada que unos buenos pulmones lobunos no pudieran soportar. Henry ya veía la fachada del Palacio. Y cómo no hacerlo… Grande, elegante, esbelta, adornada… Y, cómo no, gente, carruajes y personal de servicio pululando en la puerta de entrada.
Subió las escalinatas, enseñó la invitación, cruzó el enorme recibidor y finalmente llegó a las puertas de la sala donde iba a celebrarse aquella reunión. Había algunas personas esperando… por lo que de inmediato supo quiénes eran, aunque no qué cargo desempeñaría cada uno. Pero, quizá ellos tampoco sabían qué iba a representar él allí. Se quedó a una distancia prudente del resto, sólo intercambiando alguna que otra mirada con la luz de las lámparas, preguntándose si también entraría algo de claridad en su vida a partir de ese momento… justo cuando esas puertas se abrieron y pasaron a la estancia en la que deberían esperar al grande, a ese del que todos habían oídos hablar pero nadie conocía salvo su reclutador, Abaddon. La imagen que Henry se había formado en la cabeza sobre el susodicho no distaba mucho de la que tenía de otros seres de la noche, salvo que en esta ocasión la sangre y la maldad quedaban congeladas, al igual que el resto de palabras clave. No tenía nada en contra de los vampiros, de la especie en sí… sino de los que utilizaban eso en su favor dañando al resto. ¿Cómo sería Abaddon? ¿Se remitiría todo a lo “bueno” o “malo” de siempre? Buena persona dudaba que fuera, pero… Tampoco tenía por qué ser mala, al menos no del todo. Ya no sabía qué pensar…
Y en medio de ese cataclismo de pensamientos que pugnaban en su cabeza, un aviso llamó indudablemente la atención de todos los presentes. - Santo cielo… - murmuró para sus adentros antes de tragar saliva disimuladamente, sin quitar los ojos de la anciana figura carente de expresión que ahora ocupaba el sillón vacío momentos antes. Su voz era… tétrica. Oscura pero suave. Entonces Henry ratificó su idea de que ya nada volvería a ser igual. Porque ya nada lo volvería a ser…
Escuchó atentamente sus cortas palabras y se le formó un nudo en la garganta. Nada que añadir, nada que pudiera objetar - Tenga buena noche, señor - dijo cortésmente - Es un honor conocerlo al fin, Sire - terminó, sintiendo cómo haber dicho aquellas palabras lo reconfortaba notoriamente.
Suspiró, y entonces cerró los ojos unos segundos. Quién sabe qué pasó. Cuando Henry los volvió a abrir, mantenían su brillo bondadoso. O, al menos, así lo sentía él.
Comenzó a dar vueltas por el salón rememorando los últimos acontecimientos y lo que más se repetía era el rostro de un vampiro que le hablaba y le explicaba ciertas cosas que quizá hubiera preferido no saber, sobretodo en cuanto a fidelidad y castigos se refería con su puesto. Todo había acontecido tan deprisa que le costaba recordar con claridad. Fue todo tan, pero tan repentino…
Y no paraba de darle vueltas al papel que sostenía entre sus manos. Era blanco, pequeño, con unas letras grabadas con tinta en una caligrafía bonita y cuidada. Y esos lazos oscuros formaban palabras que lo invitaban a la primera reunión con todos los miembros que de ahora en adelante iban a estar presentes en su vida. Porque todos iban a trabar juntos a partir de ese momento. Él lo sabía, Henry lo sabía. Estaba asustado, ¿para qué negarlo? No sabía cómo iban a ser las cosas, como tampoco conocía el paradero de su futuro próximo, mucho menos el lejano. Nunca creyó que alguien pudiera interesarse en su persona tanto como para adjudicarle semejante responsabilidad. Nada menos que la de mantener el orden… ¿El orden? ¿Cómo se mantenía el orden en un clan en el que estaban casi todos chiflados, o en el que cada uno seguía su propia filosofía de vida?
Y de pronto un escalofrío recorrió su espalda sacándolo de sus pensamientos y devolviéndolo a la fantasiosa realidad que le tocaba vivir esa noche. No tardó mucho tiempo en cerrar la puerta de la calle, suspirar y echar a andar hacia el Palacio que acogería aquel encuentro y sería testigo del mismo.
* * *
Todavía quedaban algunos rezagados transeúntes caminando entre la oscuridad de París; y hacía algo de frío, pero nada que unos buenos pulmones lobunos no pudieran soportar. Henry ya veía la fachada del Palacio. Y cómo no hacerlo… Grande, elegante, esbelta, adornada… Y, cómo no, gente, carruajes y personal de servicio pululando en la puerta de entrada.
Subió las escalinatas, enseñó la invitación, cruzó el enorme recibidor y finalmente llegó a las puertas de la sala donde iba a celebrarse aquella reunión. Había algunas personas esperando… por lo que de inmediato supo quiénes eran, aunque no qué cargo desempeñaría cada uno. Pero, quizá ellos tampoco sabían qué iba a representar él allí. Se quedó a una distancia prudente del resto, sólo intercambiando alguna que otra mirada con la luz de las lámparas, preguntándose si también entraría algo de claridad en su vida a partir de ese momento… justo cuando esas puertas se abrieron y pasaron a la estancia en la que deberían esperar al grande, a ese del que todos habían oídos hablar pero nadie conocía salvo su reclutador, Abaddon. La imagen que Henry se había formado en la cabeza sobre el susodicho no distaba mucho de la que tenía de otros seres de la noche, salvo que en esta ocasión la sangre y la maldad quedaban congeladas, al igual que el resto de palabras clave. No tenía nada en contra de los vampiros, de la especie en sí… sino de los que utilizaban eso en su favor dañando al resto. ¿Cómo sería Abaddon? ¿Se remitiría todo a lo “bueno” o “malo” de siempre? Buena persona dudaba que fuera, pero… Tampoco tenía por qué ser mala, al menos no del todo. Ya no sabía qué pensar…
Y en medio de ese cataclismo de pensamientos que pugnaban en su cabeza, un aviso llamó indudablemente la atención de todos los presentes. - Santo cielo… - murmuró para sus adentros antes de tragar saliva disimuladamente, sin quitar los ojos de la anciana figura carente de expresión que ahora ocupaba el sillón vacío momentos antes. Su voz era… tétrica. Oscura pero suave. Entonces Henry ratificó su idea de que ya nada volvería a ser igual. Porque ya nada lo volvería a ser…
Escuchó atentamente sus cortas palabras y se le formó un nudo en la garganta. Nada que añadir, nada que pudiera objetar - Tenga buena noche, señor - dijo cortésmente - Es un honor conocerlo al fin, Sire - terminó, sintiendo cómo haber dicho aquellas palabras lo reconfortaba notoriamente.
Suspiró, y entonces cerró los ojos unos segundos. Quién sabe qué pasó. Cuando Henry los volvió a abrir, mantenían su brillo bondadoso. O, al menos, así lo sentía él.
Invitado- Invitado
Re: La Guardia de la Noche
No paso mucho tiempo desde esa fatídica noche en que su mundo dio un giro de ciento ochenta grados. Estaba nervioso y no podía ser de otra forma porque últimamente solo pensaba en Ann, como estaría ella sin él. La promesa que le hicieron era que estaría bien y que no le faltaría nada, por lo menos estaba conforme con que ella estuviera a salvo hasta el último de sus días, siempre y cuando él cumpliera con su papel, aquel del que no se entero hasta hace unos meses. Los días se le hacían cortos últimamente por el cansancio con que terminaba en cada jornada, era peor que trabajar y tanto su físico como su carácter estaban cambiados, era un Nathan diferente al que había sido cuando aun pensaba que la vida del campo era lo que tendría hasta el último de sus días, que equivocado se sintió después.
Casi nunca salía de ese lugar donde lo tenían, de día entrenaba de una forma mientras que de noche entrenaba bajo su forma animal a tal grado que ya le era sencillo dominar todas sus transformaciones a su antojo, cosa sobre lo que no tenia dominio antes de saberse heredero de una tradición milenaria. Seguía los pasos de su padre, aquel que nunca conoció, entonces lo disculpo por su abandono y entendió el por qué una buena parte de su vida como cambiaformas se mantuvo en un misterio que durante largos años no entendió. Su abuelo tampoco le dijo nada al respecto y tuvo que enterarse de la peor forma y en el peor momento para él. Aún así, siendo como era, se sentía agradecido incluso por lo ocurrido, por lo menos en el presente tenia la seguridad de que si estaba volviéndose más fuerte seria más que todo para ella, para su Ann, para que cuando la volviera a ver fuera capaz de protegerla de todo mal y darle la vida que ella merecía, porque Nate ya no era el pobre campesino y no volvería a serlo jamás aunque tampoco asumiría el comportamiento de los hombres ricos porque el si sabía lo que era sufrir necesidad, pasar hambre, frio y preocupación.
Estaba en su habitación, mirando por la ventana, cuando uno de sus compañeros de entrenamiento le dijo que ya era hora. Camino hasta la puerta después de agradecer que le hubieran avisado y allí se encontró un carro esperándolo para llevarle a la reunión que aquel hombre le dijo que se llevaría a cabo y a la cual estaba obligado a asistir. El caballo que antes guiaba su precaria carreta se encontraba en los establos de aquel lugar, desde entonces el se había convertido en uno de los jinetes de la noche o como ellos le llamaban, un ‘guardia de la noche’. Esa noche iría en carruaje, no en su caballo, nunca se imagino que algún día tendría esa vida y pensó en esto en el camino al Royal Palace.
También era la primera vez que entraría en ese lugar, era famoso entre la gente de la realeza y la alta clase, un lugar concurrido y lleno de personas que no planeo conocer en su vida. Si hubiera ido con la ropa andrajosa del pasado lo echaban de la puerta o le llamaban limosnero, campesino, pobre. Si se miraba al espejo ese ya no era su aspecto. Parecía uno más de ellos, incluso en los modales que aprendió de todas las personas que le rodearon desde que salió de la vida del campo. Se sentía orgulloso de que su gentileza y amabilidad no se perdieran incluso a pesar de ser entrenado como alguien que debía permanecer frio e indiferente ante toda situación que no se relacionara con su labor. Llegó a tiempo y entro saludando a los que veía con caras conocidas, inmediatamente le condujeron a una sala donde ya se encontraban varios hombres parados delante de una figura cuyo nombre transcendía en tiempo y fronteras. Los demás guardias de la noche ante Abaddon, conocido como el sire, un anciano de tantos años y experiencia al que le debíamos lealtad, incliné la cabeza en señal de respeto por estar ante su eminencia y dije: “Me honra estar ante usted señor, por favor cuente mi asistencia como la confirmación de mi lealtad a La Camarilla”.
Casi nunca salía de ese lugar donde lo tenían, de día entrenaba de una forma mientras que de noche entrenaba bajo su forma animal a tal grado que ya le era sencillo dominar todas sus transformaciones a su antojo, cosa sobre lo que no tenia dominio antes de saberse heredero de una tradición milenaria. Seguía los pasos de su padre, aquel que nunca conoció, entonces lo disculpo por su abandono y entendió el por qué una buena parte de su vida como cambiaformas se mantuvo en un misterio que durante largos años no entendió. Su abuelo tampoco le dijo nada al respecto y tuvo que enterarse de la peor forma y en el peor momento para él. Aún así, siendo como era, se sentía agradecido incluso por lo ocurrido, por lo menos en el presente tenia la seguridad de que si estaba volviéndose más fuerte seria más que todo para ella, para su Ann, para que cuando la volviera a ver fuera capaz de protegerla de todo mal y darle la vida que ella merecía, porque Nate ya no era el pobre campesino y no volvería a serlo jamás aunque tampoco asumiría el comportamiento de los hombres ricos porque el si sabía lo que era sufrir necesidad, pasar hambre, frio y preocupación.
Estaba en su habitación, mirando por la ventana, cuando uno de sus compañeros de entrenamiento le dijo que ya era hora. Camino hasta la puerta después de agradecer que le hubieran avisado y allí se encontró un carro esperándolo para llevarle a la reunión que aquel hombre le dijo que se llevaría a cabo y a la cual estaba obligado a asistir. El caballo que antes guiaba su precaria carreta se encontraba en los establos de aquel lugar, desde entonces el se había convertido en uno de los jinetes de la noche o como ellos le llamaban, un ‘guardia de la noche’. Esa noche iría en carruaje, no en su caballo, nunca se imagino que algún día tendría esa vida y pensó en esto en el camino al Royal Palace.
También era la primera vez que entraría en ese lugar, era famoso entre la gente de la realeza y la alta clase, un lugar concurrido y lleno de personas que no planeo conocer en su vida. Si hubiera ido con la ropa andrajosa del pasado lo echaban de la puerta o le llamaban limosnero, campesino, pobre. Si se miraba al espejo ese ya no era su aspecto. Parecía uno más de ellos, incluso en los modales que aprendió de todas las personas que le rodearon desde que salió de la vida del campo. Se sentía orgulloso de que su gentileza y amabilidad no se perdieran incluso a pesar de ser entrenado como alguien que debía permanecer frio e indiferente ante toda situación que no se relacionara con su labor. Llegó a tiempo y entro saludando a los que veía con caras conocidas, inmediatamente le condujeron a una sala donde ya se encontraban varios hombres parados delante de una figura cuyo nombre transcendía en tiempo y fronteras. Los demás guardias de la noche ante Abaddon, conocido como el sire, un anciano de tantos años y experiencia al que le debíamos lealtad, incliné la cabeza en señal de respeto por estar ante su eminencia y dije: “Me honra estar ante usted señor, por favor cuente mi asistencia como la confirmación de mi lealtad a La Camarilla”.
Invitado- Invitado
Re: La Guardia de la Noche
La Guardia de la Noche ha sido convocada, los miembros han sido reclutados y se ha probado su valor en más de un sentido para La Camarilla. Algunos de ellos, como los inmortales, han estado décadas ocupando el lugar de Justicar, otros miembros representan la nueva generación, un legado que se les ha sido transmitido de generación a generación al poder ellos reproducirse. El compromiso con La Camarilla es de cumplimiento obligatorio para aquellos que han heredado el puesto de sus padres. Cada uno de los invitados sabe que su lugar es vital para mantener el equilibrio entre nuestras sociedades, cada uno representa una esfera distinta y está consciente de los problemas que se presentan entre las razas, solucionarlos es nuestra misión y alejar a los nuestros de la mirada de los cazadores ha sido siempre nuestro objetivo.
Somos la mano de hierro de La Camarilla, aquellos que hacemos cumplir las normas, somos negociadores cuando es posible llevar un dialogo con palabras y somos verdugos cuando los infractores de nuestros territorios deciden retar a algo que es mucho más grande de lo que creen. Así venimos cada uno de nosotros a reunirnos en el Palacio Royal, una cortesía de los ingleses dueños de la propiedad. Yo acompaño a Abaddon a su llegada, es mi deber protegerlo en todo momento en que se encuentre fuera de nuestros territorios y Paris, aunque sea territorio de uno de los Justicar, aun no es un lugar totalmente familiar para todos los que hemos estado por todo el mundo cuidando los intereses de La Camarilla.
El cortejo de los guardias acompaña al Sire hasta el interior del recinto y llegamos a la cámara de reuniones. Allí me separo de él no sin dejar antes dos Arcontes custodiando la puerta. En una sala adyacente se encuentran puntuales todos los que han sido convocados, los saludo según el protocolo y les invito a seguirme, los conduzco a la cámara de reuniones y en ella entramos los siete Justicar. Hay un lugar para cada uno de forma en que podamos hablar entre todos y Abaddon nos invita a tomar asiento, entonces es mi turno de tomar la palabra y hacer el preámbulo de la reunión para que todos estén al tanto, o recuerden, el motivo de nuestra asistencia.
Me dirijo a Abaddon e hice una seña para que viera a todos los presentes
Todos los presentes velaban por el bien de sus razas, cualquiera que se encontrara en peligro podía recurrir a ellos para pedir protección y ellos intercederían a su favor si lo encontraban justo.
Somos la mano de hierro de La Camarilla, aquellos que hacemos cumplir las normas, somos negociadores cuando es posible llevar un dialogo con palabras y somos verdugos cuando los infractores de nuestros territorios deciden retar a algo que es mucho más grande de lo que creen. Así venimos cada uno de nosotros a reunirnos en el Palacio Royal, una cortesía de los ingleses dueños de la propiedad. Yo acompaño a Abaddon a su llegada, es mi deber protegerlo en todo momento en que se encuentre fuera de nuestros territorios y Paris, aunque sea territorio de uno de los Justicar, aun no es un lugar totalmente familiar para todos los que hemos estado por todo el mundo cuidando los intereses de La Camarilla.
El cortejo de los guardias acompaña al Sire hasta el interior del recinto y llegamos a la cámara de reuniones. Allí me separo de él no sin dejar antes dos Arcontes custodiando la puerta. En una sala adyacente se encuentran puntuales todos los que han sido convocados, los saludo según el protocolo y les invito a seguirme, los conduzco a la cámara de reuniones y en ella entramos los siete Justicar. Hay un lugar para cada uno de forma en que podamos hablar entre todos y Abaddon nos invita a tomar asiento, entonces es mi turno de tomar la palabra y hacer el preámbulo de la reunión para que todos estén al tanto, o recuerden, el motivo de nuestra asistencia.
“Algunos de nosotros conocemos a Abaddon y otros lo estarán viendo por primera vez. Como saben él es el líder de La Camarilla y son nuestros intereses mutuos los que nos han traído hoy aquí. Cada uno se preocupa de la subsistencia de su especie y el objetivo de La Camarilla es justamente preservar un lugar en diferentes territorios para los seres que vivimos en la noche. Los mortales condenan nuestra existencia y somos ajenos a su sociedad de alguna forma pero vivimos entre ellos; este vivir entre ellos es el que queremos dar por sentado eliminando toda amenaza para nosotros, la principal son los cazadores. Por esta razón los Justicar vigilamos de cerca la noche y a todos los que moran en el. Aquellos que pongan en peligro a nuestra raza serán sometidos a nuestro encuentro y castigados por la afrenta. Ante usted Sire la nueva formación de los Justicar, quizá vea algunos rostros nuevos y por ello aquí los presento”
Me dirijo a Abaddon e hice una seña para que viera a todos los presentes
“Abelard Fontaine, rey de Francia, Justicar que salvaguarda los intereses de los vampiros que habitan dentro de su territorio y de todo mortal que pueda ser objeto de malintencionados ajenos a nuestra organización. Sigue Ishtar Nasic a quien recordara por lo menos por mencion. Como representantes de los licántropos presento a los dos elegidos, Henry Everill y Jean Antoine Velour. Finalmente, no menos importantes, Aetos como protector de los brujos y Nathan Lockhart como protector de la raza de los cambiaformas”
Todos los presentes velaban por el bien de sus razas, cualquiera que se encontrara en peligro podía recurrir a ellos para pedir protección y ellos intercederían a su favor si lo encontraban justo.
Invitado- Invitado
Re: La Guardia de la Noche
No existían clases sociales, razas ni credos entre los que se encontraban delante de mí. Portaban un titulo más grande que cualquier otro, el ser un Justicar, un protector de los suyos, aquella era su satisfacción y su deber. De diferentes edades si pero todos igualmente fuertes y eso era lo necesario para ser un líder Justicar. Sé porque han aceptado formar parte de aquel grupo, todos buscan lo mismo, poder. No el poder de aquellos que busca someter sino el poder que busca proteger. Las noches que antes eran tranquilas para nuestras existencias se han visto afectadas por el constante incremento de los señores cazadores. En el pasado eran pocos los que elegían entrar en las tinieblas de nuestros territorios pero los tiempos cambiaban y cada vez más éramos menos gracias a ellos. Por fortuna los vampiros habíamos sabido agruparnos para proteger nuestro linaje pero no ocurría lo mismo con todas las razas y lo único que podíamos hacer para proteger nuestras existencias de los mortales que buscaban lo prohibido era unirnos. Por este motivo ya hace generaciones se había conformado la primera Guardia de la Noche, seres de todas las razas que ocupaban las noches unidos con el único fin de sobrevivir aunque no lo hicieran por motivos individuales y egoístas, algo que era muy rescatable de los licántropos, brujos y cambiaformas.
Los únicos que no tenían un corazón latente allí éramos los vampiros, demonios que bebían sangre y que no podíamos tener más descendencia que aquellos a los que elegíamos como hijos a los que traspasar nuestra maldición mas esto ocurría cada miles de años y no era un problema el solo protegernos a nosotros mismos. Sin embargo, si los cazadores lograban acabar con las demás razas nosotros seriamos los siguientes y por este motivo ya hace mucho tiempo se había constituido la Guardia de la Noche con el compromiso de líderes de diversas razas. Las diferencias que nos separaban habían quedado atrás, ellos, que si podían reproducirse, velaban por el bienestar de sus familias y de las futuras generaciones que heredarían de ellos una antigua tradición. Afortunadamente, los cazadores solo hacían presas a aquellos que descubrían descuidados revelando sus identidades ante los mortales. Los Justicar protegían una primera ley que era igual para todas las razas aliadas, la mascarada, prácticamente el ocultar la naturaleza que poseíamos ante los mortales. Por este motivo éramos perfectos actores ante la sociedad, sabíamos pasar desapercibidos entre los mortales y si alguien sospechaba lo suficiente como para que fuera un contratiempo lo mejor que podíamos hacer era entregarlo como ofrenda a la señora muerte.
Nuestra unión además nos protegía de las mismas razas que buscaban acabar con sus iguales ya sea por poder o ambición. Éramos la organización más grande de las existentes y amplios territorios protegían nuestros intereses por lo que no era sorpresa encontrarme entre los presentes a un rey y nada menos que el rey de Francia. La realeza de Budapest también presente con la participación de la única fémina que por su parte nos brindaba sus servicios por un sector de vampiros que desconocíamos, el de su territorio. Los licántropos eran representados por dos jóvenes con diferentes orígenes pero similares objetivos. Un brujo y un cambiaformas completaban el grupo y eran a la vez dos importantes elementos para mantener a las razas unidas –Bienvenidos sean todos ustedes, por favor siéntense- tomé asiento y espere a que todos se encontraran cómodos antes de empezar con el tema que nos había llevado allí a todos. Tom comandaba al grupo por lo que supuse que por lo menos tendrían la información básica de lo que significaba ser un Justicar aunque era obvio que algunos estaban mejor informados que otros.
-Estamos aquí por un motivo, unión de razas para el bienestar de los nuestros. Algunas de ustedes querrán proteger a su familia, otros a sus amigos pero lo más importante y no quiero que se les olvide, están aquí por el bien de muchos más aunque ya tengan asegurado el futuro de sus seres queridos- como es usual me dirigí a todos mirándolos directamente a los rostros en busca quizá de interrogantes en caso de que tuviera que aclarar alguna duda –Muchos de nuestras razas pasean por las grandes ciudades y se descuidan, otros solo ponen en peligro a nuestras existencias al revelar una naturaleza ajena a la mortal. El fin de los Justicar es proteger la mascarada, de esta forma protegeremos a todas las razas y mantendremos a los cazadores lejos de nuestro mundo. Tal vez alguno de ustedes se pregunte, ¿cómo protegemos la mascarada?, mediante la fuerza- usé un tono fuerte en esta última afirmación y mostré una mirada severa a aquellos que creían que mediante esta no se daban soluciones. –El uso de la fuerza implica muerte pero es un precio que pagan aquellos que ponen en riesgo las vidas de nuestros allegados, ¿o preferirían morir en sus manos?- sonreí tranquilamente.
-Ustedes son negociadores, son el nexo de los suyos con los demás, si podemos evitar la violencia lo haremos pero sino espero no muestren debilidad. La Camarilla ofrece protección a todos los miembros de la organización, ustedes como Justicar lo son, por consiguiente tienen la obligación de protegerse unos a otros indistintamente de las razas que sean. Sus enemigos serán nuestros enemigos, sus amigos serán nuestros amigos y si ocurriera una deslealtad será castigada por quienes en adelante lucharan a su lado. Todos somos hijos de la noche, todos ustedes se encargaran de proteger y castigar a quienes merezcan el trato correspondiente. Tienen un líder, él sabrá guiarles por la experiencia con la que cuenta pero esto no significa que ustedes no sean capaces de tomar decisiones en un momento en que se vean solos. Y, por último, si dos miembros de la organización se ven enfrentados tienen prohibido el combate, solo en ese caso yo intervendré a castigar a quien tenga que ser castigado y a premiar a quien tenga que ser premiado- las reglas de los Justicar, fáciles de entender. Cada uno se preocupaba de su raza, dentro de su jurisdicción, si la raza se veía en problemas todos los Justicar la protegerían sin vacilar, de esto se trataba la alianza consolidada desde tiempos inmemorables.
Los Justicar tenían muchas responsabilidades sobre sus hombros, si no aceptaban el llamado de un hermano Justicar cuando estuviera en problemas se vería como una deslealtad. No existían mas intereses individuales dentro de la Guardia de la Noche, todos eran uno solo y como uno deberían actuar siempre a menos que se vieran en una situación límite donde una decisión tuviera que ser tomada en el acto. Unidos los Justicar protegían a todos los que se encontraban en su nómina, vampiros de La Camarilla, licántropos de los clanes que quisieran unírsenos, brujos de aquelarres de todas partes del mundo, cambiaformas de distintos tipos y hasta humanos que fueran parte del círculo de todos los miembros. Si por algún motivo alguien resultara perjudicado por un miembro de la misma organización no se permitirá que se tomaran reprimendas personales ya que el conflicto interno no era una opción, en lugar de ellos se llevaba a ambas partes ante un juicio y solo las pruebas hablarían delante de los implicados. Esta era la forma en la que se conducía algo tan grande, los miembros usualmente obedecían todas las clausulas y se hacían compañeros de por vida asegurando así la gratitud y eterna vida de los que moraban la noche –Ahora que les he reiterado sus obligaciones y derechos ¿tenéis alguna pregunta que hacerme?- descanse ambos manos en los brazos del sofá y espere a escucharles.
Los únicos que no tenían un corazón latente allí éramos los vampiros, demonios que bebían sangre y que no podíamos tener más descendencia que aquellos a los que elegíamos como hijos a los que traspasar nuestra maldición mas esto ocurría cada miles de años y no era un problema el solo protegernos a nosotros mismos. Sin embargo, si los cazadores lograban acabar con las demás razas nosotros seriamos los siguientes y por este motivo ya hace mucho tiempo se había constituido la Guardia de la Noche con el compromiso de líderes de diversas razas. Las diferencias que nos separaban habían quedado atrás, ellos, que si podían reproducirse, velaban por el bienestar de sus familias y de las futuras generaciones que heredarían de ellos una antigua tradición. Afortunadamente, los cazadores solo hacían presas a aquellos que descubrían descuidados revelando sus identidades ante los mortales. Los Justicar protegían una primera ley que era igual para todas las razas aliadas, la mascarada, prácticamente el ocultar la naturaleza que poseíamos ante los mortales. Por este motivo éramos perfectos actores ante la sociedad, sabíamos pasar desapercibidos entre los mortales y si alguien sospechaba lo suficiente como para que fuera un contratiempo lo mejor que podíamos hacer era entregarlo como ofrenda a la señora muerte.
Nuestra unión además nos protegía de las mismas razas que buscaban acabar con sus iguales ya sea por poder o ambición. Éramos la organización más grande de las existentes y amplios territorios protegían nuestros intereses por lo que no era sorpresa encontrarme entre los presentes a un rey y nada menos que el rey de Francia. La realeza de Budapest también presente con la participación de la única fémina que por su parte nos brindaba sus servicios por un sector de vampiros que desconocíamos, el de su territorio. Los licántropos eran representados por dos jóvenes con diferentes orígenes pero similares objetivos. Un brujo y un cambiaformas completaban el grupo y eran a la vez dos importantes elementos para mantener a las razas unidas –Bienvenidos sean todos ustedes, por favor siéntense- tomé asiento y espere a que todos se encontraran cómodos antes de empezar con el tema que nos había llevado allí a todos. Tom comandaba al grupo por lo que supuse que por lo menos tendrían la información básica de lo que significaba ser un Justicar aunque era obvio que algunos estaban mejor informados que otros.
-Estamos aquí por un motivo, unión de razas para el bienestar de los nuestros. Algunas de ustedes querrán proteger a su familia, otros a sus amigos pero lo más importante y no quiero que se les olvide, están aquí por el bien de muchos más aunque ya tengan asegurado el futuro de sus seres queridos- como es usual me dirigí a todos mirándolos directamente a los rostros en busca quizá de interrogantes en caso de que tuviera que aclarar alguna duda –Muchos de nuestras razas pasean por las grandes ciudades y se descuidan, otros solo ponen en peligro a nuestras existencias al revelar una naturaleza ajena a la mortal. El fin de los Justicar es proteger la mascarada, de esta forma protegeremos a todas las razas y mantendremos a los cazadores lejos de nuestro mundo. Tal vez alguno de ustedes se pregunte, ¿cómo protegemos la mascarada?, mediante la fuerza- usé un tono fuerte en esta última afirmación y mostré una mirada severa a aquellos que creían que mediante esta no se daban soluciones. –El uso de la fuerza implica muerte pero es un precio que pagan aquellos que ponen en riesgo las vidas de nuestros allegados, ¿o preferirían morir en sus manos?- sonreí tranquilamente.
-Ustedes son negociadores, son el nexo de los suyos con los demás, si podemos evitar la violencia lo haremos pero sino espero no muestren debilidad. La Camarilla ofrece protección a todos los miembros de la organización, ustedes como Justicar lo son, por consiguiente tienen la obligación de protegerse unos a otros indistintamente de las razas que sean. Sus enemigos serán nuestros enemigos, sus amigos serán nuestros amigos y si ocurriera una deslealtad será castigada por quienes en adelante lucharan a su lado. Todos somos hijos de la noche, todos ustedes se encargaran de proteger y castigar a quienes merezcan el trato correspondiente. Tienen un líder, él sabrá guiarles por la experiencia con la que cuenta pero esto no significa que ustedes no sean capaces de tomar decisiones en un momento en que se vean solos. Y, por último, si dos miembros de la organización se ven enfrentados tienen prohibido el combate, solo en ese caso yo intervendré a castigar a quien tenga que ser castigado y a premiar a quien tenga que ser premiado- las reglas de los Justicar, fáciles de entender. Cada uno se preocupaba de su raza, dentro de su jurisdicción, si la raza se veía en problemas todos los Justicar la protegerían sin vacilar, de esto se trataba la alianza consolidada desde tiempos inmemorables.
Los Justicar tenían muchas responsabilidades sobre sus hombros, si no aceptaban el llamado de un hermano Justicar cuando estuviera en problemas se vería como una deslealtad. No existían mas intereses individuales dentro de la Guardia de la Noche, todos eran uno solo y como uno deberían actuar siempre a menos que se vieran en una situación límite donde una decisión tuviera que ser tomada en el acto. Unidos los Justicar protegían a todos los que se encontraban en su nómina, vampiros de La Camarilla, licántropos de los clanes que quisieran unírsenos, brujos de aquelarres de todas partes del mundo, cambiaformas de distintos tipos y hasta humanos que fueran parte del círculo de todos los miembros. Si por algún motivo alguien resultara perjudicado por un miembro de la misma organización no se permitirá que se tomaran reprimendas personales ya que el conflicto interno no era una opción, en lugar de ellos se llevaba a ambas partes ante un juicio y solo las pruebas hablarían delante de los implicados. Esta era la forma en la que se conducía algo tan grande, los miembros usualmente obedecían todas las clausulas y se hacían compañeros de por vida asegurando así la gratitud y eterna vida de los que moraban la noche –Ahora que les he reiterado sus obligaciones y derechos ¿tenéis alguna pregunta que hacerme?- descanse ambos manos en los brazos del sofá y espere a escucharles.
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