AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mírame, acabé de nuevo aquí.
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Mírame, acabé de nuevo aquí.
Podía parecer un lindo día, el perfecto para el paseo y que sin duda atraía a todo ser viviente a salir de su morada sólo para apreciar los colados rayos solares entre las ramas y hojas secas que proyectaban vivaces y movedizas sombras en el húmedo suelo cubierto por más hojas que habían cedido primero al viento y a la gravedad, creando una vistosa alfombra a seguir con colores otoñales digna de la estación, perderías la cabeza si intentaras contar una por una las que vas pisando y las que se escapan de tus intenciones ayudadas por ocasionales ventiscas. Ese era el caso de Zeth, movido por el simple gozo de salir de su agujero seguro y sencillo que formaba su monótona rutina: burdel a taberna, de taberna a burdel, y así sucesivamente en lo que eran días sin descanso y agobiantes para su cansancio. Aunque no todo era precioso y bonito a la vista, la única razón de que el joven latino residente en París acabase saltando y contando las hojas como si hubiese vuelto en el tiempo a los cinco años no se debía a nada más ni a nada menos que a otro de sus extravíos ocasionales de su mala fortuna, memoria y pobre sentido de la orientación; "Algún día moriré en un lugar que jamás conoceré" aseveraba el castaño cuando se ponía en dichos casos, mirar a lo lejos y a los costados sin reconocer figura o edificaciones era catastrófico, peor aun en un páramo de bosque en el cual todo se ve exactamente igual como lo mires, tienes que ser un observador de primera o alguien de memoria sobrehumana para diferencia un árbol o una rama de la otra, y claro que el joven no era uno de esos.
- Ya di dos vueltas a la derecha, mejor intento por otro lado -decía al viento y a la criatura de los bosque que quiera oírle, demasiado liviano y poco preocupado, sus ataques de pánico que normalmente sufría en esos casos no estaba ni por error asomándose en su consciencia. ¿A qué se debía? Vaya a decidir usted lo que el convenga, se puede decir que era por el lugar en si, de noche seguramente el terror se apoderaría de sus acciones, pero ese hasta melancólico paisaje que la vegetación de Otoño genera en los humanos le impedía perder el control; otro factor podría ser que intentaba ser positivo, aunque no los conociera deducía que las zonas boscosas que rodeasen París eran mucho más pequeñas que la misma ciudad, tarde o temprano llegaría a un extremos, que significaba civilización y personas a las cuales preguntarles lugar y pedir indicaciones.
Llevaría quizás horas caminando, el alegre astro se estaba apiadando demasiado de Zeth al no irse del cielo, calculaba que fuesen cerca de las cuatro de la tarde, no porque supiera leer la posición del sol ni mucho menos de esos términos complicado, si no que era más simple; su reloj biológico tan afinado como la mejor máquina creada por el hombre le alteraba a su estómago que el lapsus sin comer se había cumplido, sintiendo esa molesta presión y revoltijos que tu vientre te juega malas pasadas, confundible con una dolencia estomacal pero que ahora era meramente hambre, debía salir pronto de allí. Mas sin embargo, por más pasos dados y vueltas dadas, cambiaba quizás tres veces al dirección de sus pasos cada tres minutos y ni aun así lograba ver más allá de hojas y hojas y hojas, parecía no tener fin y mofarse del latino. ¿Qué le quedaba? Pedir ayuda sería caer en el estado más penoso y patético, comprendía ponerse a pedir ayuda en un lugar que supera podría estar habitado, pero éste era un bosque, la única criatura que quizás encontrarías viviendo allí sería alguna ardilla o animales salvajes de ese estilo, ninguno al menos que hablara tu idioma para regañarte por lo hecho e indicarte una salida.- ¡Oye, yo ya te había visto! -reprochó, justo a que su rostro generó un mohín berrinchudo mientras apuntaba con su dedo acusadoramente a uno de los tantos árboles que, efectivamente ya lo habían visto rondar, probando así ponerle una cuota de humor a su triste extravío.
- Ya di dos vueltas a la derecha, mejor intento por otro lado -decía al viento y a la criatura de los bosque que quiera oírle, demasiado liviano y poco preocupado, sus ataques de pánico que normalmente sufría en esos casos no estaba ni por error asomándose en su consciencia. ¿A qué se debía? Vaya a decidir usted lo que el convenga, se puede decir que era por el lugar en si, de noche seguramente el terror se apoderaría de sus acciones, pero ese hasta melancólico paisaje que la vegetación de Otoño genera en los humanos le impedía perder el control; otro factor podría ser que intentaba ser positivo, aunque no los conociera deducía que las zonas boscosas que rodeasen París eran mucho más pequeñas que la misma ciudad, tarde o temprano llegaría a un extremos, que significaba civilización y personas a las cuales preguntarles lugar y pedir indicaciones.
Llevaría quizás horas caminando, el alegre astro se estaba apiadando demasiado de Zeth al no irse del cielo, calculaba que fuesen cerca de las cuatro de la tarde, no porque supiera leer la posición del sol ni mucho menos de esos términos complicado, si no que era más simple; su reloj biológico tan afinado como la mejor máquina creada por el hombre le alteraba a su estómago que el lapsus sin comer se había cumplido, sintiendo esa molesta presión y revoltijos que tu vientre te juega malas pasadas, confundible con una dolencia estomacal pero que ahora era meramente hambre, debía salir pronto de allí. Mas sin embargo, por más pasos dados y vueltas dadas, cambiaba quizás tres veces al dirección de sus pasos cada tres minutos y ni aun así lograba ver más allá de hojas y hojas y hojas, parecía no tener fin y mofarse del latino. ¿Qué le quedaba? Pedir ayuda sería caer en el estado más penoso y patético, comprendía ponerse a pedir ayuda en un lugar que supera podría estar habitado, pero éste era un bosque, la única criatura que quizás encontrarías viviendo allí sería alguna ardilla o animales salvajes de ese estilo, ninguno al menos que hablara tu idioma para regañarte por lo hecho e indicarte una salida.- ¡Oye, yo ya te había visto! -reprochó, justo a que su rostro generó un mohín berrinchudo mientras apuntaba con su dedo acusadoramente a uno de los tantos árboles que, efectivamente ya lo habían visto rondar, probando así ponerle una cuota de humor a su triste extravío.
Zeth Kouzounis- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 05/08/2011
Localización : Arriba, abajo, al centro y para adentro~
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Re: Mírame, acabé de nuevo aquí.
Dos días atrás, un grito a mitad de la noche había hecho que despertara de mis sueños. Era bastante raro que después de todo el entrenamiento agotador del día un sonido como esos pudiera distraer mis sueños poniendo mi cuerpo de pie. Caminé por los pasillos, sabía que ese grito no era uno cualquiera, es más conocía esa voz por eso apresuré el paso para llegar a la habitación de mis padres. La escena era bastante perturbadora al menos para mi. Mi padre sostenía el cuerpo flácido de mi madre, esta se tocaba el vientre o el estomago no estaba muy clara en realidad de que era lo que se apretujaba evitando el dolor, sin embargo la expresión de su rostro era relatadora. Mi madre estaba retorciéndose de dolores. Poco tiempo después el color carmín se mostraba entre las sabanas haciendo que saliera del cuarto con rapidez y mandara al chofer por el doctor mejor conocido del pueblo. Este tomó un caballo y se dirigió fuera de la mansión mientras yo regresaba con paños de agua caliente para ponerlos en la frente de mi madre, la recostamos y pude darle ciertas hiervas para que ser quedará dormida y el dolor no la dejará en trance. Poco tiempo después el doctor había llegado a la casa y comenzó a revisarla pero esa misma noche indico que era mejor llevarla a España para que ahí le hicieran un tratamiento, parecía que solo ahí tenían idea de lo que pasaba con mi madre y solo ahí podían curarla. Aquella noche observé como se iban hasta que la negrura de la noche los envolvió. Mi padre se había encargado de salir lo antes posible dejándome la academia de cazadores en mis manos. ¡Vaya lío! Con la preocupación de saber como podría encontrarse después de madre y dejándome con todo el cargo esperaba de verdad que pudiera rendir lo suficiente. Vigilé que limpiaran correctamente el cuarto de mis padres, también que pusieran sabanas nuevas, y al final me quede dormida ahí, en su cama, temerosa de que algo pudiera pasar, porque si era una chica bastante sería pero lo que se refería a mis padres, eso si era mi punto débil.
La mañana siguiente uno de los encargados del lugar llegó al cuarto para asegurarse que estuviera ya despierta. En realidad no lo estaba y le daba las gracias por haberse tomado la atención. Tomé un baño rápido y me puse un vestido ligero para poder moverme con destreza en medio de la rutina para los nuevos cazadores de la academia. Al bajar al campo muchos de ellos ya estaban listos. ¿Cómo era posible que la hija del dueño del lugar no estuviera ya con alguien? Odiaba esas miradas de morbo que más bien en vez de venir a entrenar parecía que estuvieran ahí para ver que señuelo pudieran atrapar. (Chicas) Hice una mueca desaprobadora y los puse a hacer una rutina de calentamiento. Después de un tiempo hice que los chicos comenzaran a avanzar por el bosque, sabia que mi padre tenía varias trampas en medio de este y quería que manejaran la situación. Los deje hacer y les puse un tiempo necesario para que regresaran con banderines de otros grupos de cazadores, quien obtuviera las 10 banderillas del equipo contrario saldría vencedor pero claro no sería fácil debían pasar diversas pruebas para medir sus habilidades antes de tomar alguna. Observé como iban avanzando emocionados mientras me quedaba afilando unas navajas, cuchillos y estacas esperando su regreso. Al terminar las guardé en un cofre y para pasar el tiempo me subí a uno de los arboles descansando en sus ramas. Así estuve haciendo un poco de meditación por un largo rato hasta que observé un rostro desconocido hablar al aire, apuntar a los arboles. Arquee una ceja y solté una risita traviesa al verlo de aquella manera pero parecía no conocer el camino y era mejor ayudarlo antes que los cazadores lo hicieran trizas.
Di un saltó de manera grácil del árbol hasta colocarme frente a él. Observé su rostro de espanto y sin embargo la sonrisa en mis labios no se podía desaparecer - ¿Se ha perdido acaso? - Ante todo los modales, esa propiedad para hablar que a pesar de estar con el peor de los vampiros tenía que tenerla y mostrarla casi como si hablara del rey. Suspiré acomodando mi cabello - Disculpe pero esta parte del bosque es propiedad privada, pueden lastimarlo si no lo conocen - Era verdad, la mayoría de los cazadores de este lugar debían aprenderse los rostros de sus compañeros para no cometer un crimen atroz de confundirlos pensando que podría ser algún enemigo. Me acerqué a él posando una de mis manos en su brazo para jalarlo un poco - No se espante no quiero hacerle daño pero escuche - Deje que el silencio del bosque nos invadiera y las armas filosas, y gritos de los cazadores delataran la seriedad de la que hablaba - Pueden confundirlo con el enemigo - Sonreí de manera amistosa encaminándolo a la parte del patio de la casa. - Parece cansado ¿Gusta algo de beber? - uno de los sirvientes siempre estaba fuera de la casa al pendiente de lo que pudiera pedirle, se acercó para estar atento al pedido del caballero.
La mañana siguiente uno de los encargados del lugar llegó al cuarto para asegurarse que estuviera ya despierta. En realidad no lo estaba y le daba las gracias por haberse tomado la atención. Tomé un baño rápido y me puse un vestido ligero para poder moverme con destreza en medio de la rutina para los nuevos cazadores de la academia. Al bajar al campo muchos de ellos ya estaban listos. ¿Cómo era posible que la hija del dueño del lugar no estuviera ya con alguien? Odiaba esas miradas de morbo que más bien en vez de venir a entrenar parecía que estuvieran ahí para ver que señuelo pudieran atrapar. (Chicas) Hice una mueca desaprobadora y los puse a hacer una rutina de calentamiento. Después de un tiempo hice que los chicos comenzaran a avanzar por el bosque, sabia que mi padre tenía varias trampas en medio de este y quería que manejaran la situación. Los deje hacer y les puse un tiempo necesario para que regresaran con banderines de otros grupos de cazadores, quien obtuviera las 10 banderillas del equipo contrario saldría vencedor pero claro no sería fácil debían pasar diversas pruebas para medir sus habilidades antes de tomar alguna. Observé como iban avanzando emocionados mientras me quedaba afilando unas navajas, cuchillos y estacas esperando su regreso. Al terminar las guardé en un cofre y para pasar el tiempo me subí a uno de los arboles descansando en sus ramas. Así estuve haciendo un poco de meditación por un largo rato hasta que observé un rostro desconocido hablar al aire, apuntar a los arboles. Arquee una ceja y solté una risita traviesa al verlo de aquella manera pero parecía no conocer el camino y era mejor ayudarlo antes que los cazadores lo hicieran trizas.
Di un saltó de manera grácil del árbol hasta colocarme frente a él. Observé su rostro de espanto y sin embargo la sonrisa en mis labios no se podía desaparecer - ¿Se ha perdido acaso? - Ante todo los modales, esa propiedad para hablar que a pesar de estar con el peor de los vampiros tenía que tenerla y mostrarla casi como si hablara del rey. Suspiré acomodando mi cabello - Disculpe pero esta parte del bosque es propiedad privada, pueden lastimarlo si no lo conocen - Era verdad, la mayoría de los cazadores de este lugar debían aprenderse los rostros de sus compañeros para no cometer un crimen atroz de confundirlos pensando que podría ser algún enemigo. Me acerqué a él posando una de mis manos en su brazo para jalarlo un poco - No se espante no quiero hacerle daño pero escuche - Deje que el silencio del bosque nos invadiera y las armas filosas, y gritos de los cazadores delataran la seriedad de la que hablaba - Pueden confundirlo con el enemigo - Sonreí de manera amistosa encaminándolo a la parte del patio de la casa. - Parece cansado ¿Gusta algo de beber? - uno de los sirvientes siempre estaba fuera de la casa al pendiente de lo que pudiera pedirle, se acercó para estar atento al pedido del caballero.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/06/2011
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Re: Mírame, acabé de nuevo aquí.
PD: Dore-mí~ Creo que está de sobra decirlo, pero.. ¡Mil disculpas por la demora de prácticamente mes y medio! Uu
Sus comentarios hacia el árbol aumentaban y aumentaban, como si una plática poco ortodoxa y disfuncional como la de hablarle al follaje fuese a alivianar el hecho de saber a dónde tus propios pies te habían conducido, como si viento de un tris fuese se convertirse en un susurro, o mejor, en una voz que te cerrara caminos para dejar los correctos a la luz. Pero no, su ironía era tal que el reírse con un seco tronco le hacía, además de verse patético a ojos de terceros, denigrarse poco a poco sin opción a un tal vez. ¿La vegetación se estaría riendo de él con el menear de sus hojas? De ser ellos, la respuesta sería un rotundo sí. Mas sin embargo, con los años y sus innumerables extravíos, había aprendido, por las malas, que la depresión y la negatividad en circunstancias así de poco y nada funcionaban; lo único eficaz era seguir, no podía obviar siempre el mismo camino ni pisar el mismo sendero una y otra vez... ¿Verdad?
Antes de que craneara un nuevo rumbo, ocurrió. Al apenas dar la vuelta una sinuosa figura se posó prácticamente de la nada frente a él, cayendo de las ramas, o de los cielos en su defecto, y provocándole un susto que, de ser un gato, habría perdido una de sus siete vidas con facilidad. A sus oídos llegó un impropio sonido de la naturaleza, la voz de una mujer, la voz suave del sexo opuesto que le hablaba con dulzura. ¿La madre naturaleza? Por favor, Zeth, mantente cuerdo por más de una hora concéntrate.- ¿Bajaste... bajaste de los árboles? -su tartamudeo en la voz jovial que portaba no se pudo evitar, invadido aún por la sorpresa y lo atónito de ver un humano bajar de una gran altura como saltara de un escalón a otro. no obstante, la sorpresa quedó rápidamente ne segundo plano al saber que, además de extraviarse, había caído en propiedad ajena y que más encima, era peligroso. ¡Tres al hilo! ¿No era genial?.- No.. n-no tenía idea, me extravié efectivamente -asintió en un pequeño movimiento de su cabeza. No quería sonar machista ni mucho menos, pero quizás era el hecho de ser una mujer y básicamente, no verse amenazante, que el miedo como ella bien pedía, se había opacado en gran medida con el simple toque en su brazo, toque el cual no rechazó pero tampoco correspondió al moverse a voluntad en primera mano. Aunque claro, se mentiría si no se mencionara que más de un escalofrío le recorrió por el simple chillar de filosos artefactos reinar y luego ahogarse entre el follaje del bosque.
Nuevamente, su cuerpo no se movió a voluntad y se dejó guiar por la encantadora voz de aquella joven, bastando unos pocos pasos para entrar en una zona que sí parecía residencial y que antes, ignoraba de su existencia. ¿En serio había caminado por el mismo sendero una y otra vez? De verdad, era un caso perdido, y nunca mejor dicho. Pronto su cerebro tomó posesión de sus brazos y piernas y se apresuró a quedar frente a la joven, frenando el caminar de ambos de abrupta manera.- ¡Zeth! Ni nombre es Zeth, señorita, y siento mucho haber entrado en su propiedad sin autorización previa -parecía haberlo dicho de manera obligada, pues su timbre de voz era alto y apresurado, además de que su cuerpo rígido se hallaba con sus brazos extendidos y pegados a su tronco, pero era sólo por la poca fineza al no seguir el consejo de su abuela año tras año. "Ante una señorita, muéstrate con modales y preséntate siempre antes que ella, no debes mostrar tan mala cortesía" le habían repetido una y otra vez en su infancia como para ahora, no tenerla tan plantada en su mente. Después de aquello, sus pasos fueron retomados.- Un poco de agua, nada más -tarde pero al final había respondido a su ofrecimiento, viendo a la persona que los recibía con una cortesía nunca antes vista por el latino. Aunque, de manera poco atinada, él saludó agitando su mano enérgicamente, un gesto bastante infantil pero que era propio de alguien como Zeth, y que evidenciaba más que nada que ya no estaba tan a la defensiva como minutos atrás.
Se tomó aquellos momentos especialmente para ver los alrededores, se le hacía muy peculiar y hasta intrigante el hecho de que alguien pudiese vivir en el bosque, y que más encima fuese con tal tranquilidad y, por qué no, lujos, que él nunca antes había visto en ningún bosque se había extraviado. No sonaba muy bien, pero al menos sus experiencias le ayudaban día con día. Tan seguro de si iniciar una conversación no tenía claro, la mujer en cuestión no se infundía miedo, eso estaba más que estipulado, pero tampoco era prudente guiarse por ello y tomarse las libertades apropiadas para hablar hasta del clima, ¿Correcto sería preguntarle su nombre? ¿O al menos por qué vivía allí? Demonios, en tan sólo siete segundos exactos más de veinte preguntas había formulado su curiosilla mente para con la joven presente y que le había rescatado de su andar taciturno por el inseguro bosque.- Señorita, muchas gracias... ¡Por ayudarme! -añadió al final por si la frase no quedaba en evidencia su origen. Un agradecimiento era un buen pie para algo más, ¿No? Y si fuese que no, nunca estaba de más.
Sus comentarios hacia el árbol aumentaban y aumentaban, como si una plática poco ortodoxa y disfuncional como la de hablarle al follaje fuese a alivianar el hecho de saber a dónde tus propios pies te habían conducido, como si viento de un tris fuese se convertirse en un susurro, o mejor, en una voz que te cerrara caminos para dejar los correctos a la luz. Pero no, su ironía era tal que el reírse con un seco tronco le hacía, además de verse patético a ojos de terceros, denigrarse poco a poco sin opción a un tal vez. ¿La vegetación se estaría riendo de él con el menear de sus hojas? De ser ellos, la respuesta sería un rotundo sí. Mas sin embargo, con los años y sus innumerables extravíos, había aprendido, por las malas, que la depresión y la negatividad en circunstancias así de poco y nada funcionaban; lo único eficaz era seguir, no podía obviar siempre el mismo camino ni pisar el mismo sendero una y otra vez... ¿Verdad?
Antes de que craneara un nuevo rumbo, ocurrió. Al apenas dar la vuelta una sinuosa figura se posó prácticamente de la nada frente a él, cayendo de las ramas, o de los cielos en su defecto, y provocándole un susto que, de ser un gato, habría perdido una de sus siete vidas con facilidad. A sus oídos llegó un impropio sonido de la naturaleza, la voz de una mujer, la voz suave del sexo opuesto que le hablaba con dulzura. ¿La madre naturaleza? Por favor, Zeth, mantente cuerdo por más de una hora concéntrate.- ¿Bajaste... bajaste de los árboles? -su tartamudeo en la voz jovial que portaba no se pudo evitar, invadido aún por la sorpresa y lo atónito de ver un humano bajar de una gran altura como saltara de un escalón a otro. no obstante, la sorpresa quedó rápidamente ne segundo plano al saber que, además de extraviarse, había caído en propiedad ajena y que más encima, era peligroso. ¡Tres al hilo! ¿No era genial?.- No.. n-no tenía idea, me extravié efectivamente -asintió en un pequeño movimiento de su cabeza. No quería sonar machista ni mucho menos, pero quizás era el hecho de ser una mujer y básicamente, no verse amenazante, que el miedo como ella bien pedía, se había opacado en gran medida con el simple toque en su brazo, toque el cual no rechazó pero tampoco correspondió al moverse a voluntad en primera mano. Aunque claro, se mentiría si no se mencionara que más de un escalofrío le recorrió por el simple chillar de filosos artefactos reinar y luego ahogarse entre el follaje del bosque.
Nuevamente, su cuerpo no se movió a voluntad y se dejó guiar por la encantadora voz de aquella joven, bastando unos pocos pasos para entrar en una zona que sí parecía residencial y que antes, ignoraba de su existencia. ¿En serio había caminado por el mismo sendero una y otra vez? De verdad, era un caso perdido, y nunca mejor dicho. Pronto su cerebro tomó posesión de sus brazos y piernas y se apresuró a quedar frente a la joven, frenando el caminar de ambos de abrupta manera.- ¡Zeth! Ni nombre es Zeth, señorita, y siento mucho haber entrado en su propiedad sin autorización previa -parecía haberlo dicho de manera obligada, pues su timbre de voz era alto y apresurado, además de que su cuerpo rígido se hallaba con sus brazos extendidos y pegados a su tronco, pero era sólo por la poca fineza al no seguir el consejo de su abuela año tras año. "Ante una señorita, muéstrate con modales y preséntate siempre antes que ella, no debes mostrar tan mala cortesía" le habían repetido una y otra vez en su infancia como para ahora, no tenerla tan plantada en su mente. Después de aquello, sus pasos fueron retomados.- Un poco de agua, nada más -tarde pero al final había respondido a su ofrecimiento, viendo a la persona que los recibía con una cortesía nunca antes vista por el latino. Aunque, de manera poco atinada, él saludó agitando su mano enérgicamente, un gesto bastante infantil pero que era propio de alguien como Zeth, y que evidenciaba más que nada que ya no estaba tan a la defensiva como minutos atrás.
Se tomó aquellos momentos especialmente para ver los alrededores, se le hacía muy peculiar y hasta intrigante el hecho de que alguien pudiese vivir en el bosque, y que más encima fuese con tal tranquilidad y, por qué no, lujos, que él nunca antes había visto en ningún bosque se había extraviado. No sonaba muy bien, pero al menos sus experiencias le ayudaban día con día. Tan seguro de si iniciar una conversación no tenía claro, la mujer en cuestión no se infundía miedo, eso estaba más que estipulado, pero tampoco era prudente guiarse por ello y tomarse las libertades apropiadas para hablar hasta del clima, ¿Correcto sería preguntarle su nombre? ¿O al menos por qué vivía allí? Demonios, en tan sólo siete segundos exactos más de veinte preguntas había formulado su curiosilla mente para con la joven presente y que le había rescatado de su andar taciturno por el inseguro bosque.- Señorita, muchas gracias... ¡Por ayudarme! -añadió al final por si la frase no quedaba en evidencia su origen. Un agradecimiento era un buen pie para algo más, ¿No? Y si fuese que no, nunca estaba de más.
Zeth Kouzounis- Prostituta Clase Baja
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Re: Mírame, acabé de nuevo aquí.
Mi semblante no apartaba la sonrisa traviesa de mis labios. Tosí un par de veces intentando calmar el torbellino de pensamientos que tenía en la cabeza. ¿Un espía? Debía tener al enemigo demasiado cerca. Días atrás había leído la correspondencia de mi padre. Un sobre amarillo tenía en letras rojas: EMERGENCIA. Fue bastante la curiosidad de invadió mi cuerpo, que lo abrí sin importar que no dijera mi nombre. Mi padre estaba en España, y no podría atender este tipo de llamados, por lo que es mi deber ¿No es así? El sombre dejaba en claro que era la última de las advertencias para que pagara una suma bastante fuerte de dinero, le daban una fecha limite y al final marcaban que de no ser así, lo más probable era que pagaría con algo que de verdad le doliera: La muerte de su hija. Recuerdo bien que mi cuerpo sintió presión, también recuerdo que durante varias noches no pude dormir protegiendo el perímetro, y a los nuevos cazadores que acababan de llegar. Bastante raro era ahora que alguien entrara queriéndose pasar por perdido. Pero ¿Y si de verdad lo era? Su semblante solo marcaba nerviosismo, un poco de pena, y cierta emoción, pero para nada podía notar aunque fuera un rayo de maldad en aquel par de grandes y redondos ojos. Cerré los míos por unos momentos para tomar una gran bocana de aire, relajé el cuerpo por unos momentos, y entonces seguí analizando, olvidando por momentos al joven que me acompañaba, no lo hacía con mala intención, eso era bastante claro, pues incluso en momentos de peligro, de cacería la educación siempre impregnaba de mi ser, surgía. Pero necesitaba pensar como podría haberse extraviado con tantos carteles en el bosque ¿Alguien los habría quitado? Eso era aun más sospechoso. Le agradecí, pues sus palabras de gratitud habían hecho que volviera a la realidad, a la cercanía de ambos.
Entre mis divagaciones, pude recordar que muy a lo lejos me había dicho un nombre. Sonreí ligeramente distraída, pero ahora si dejando mi atención completa en él. - Estudie su rostro por completo; su frente, su nariz, sus pómulos, sus labios, incluso las orejas escondidas entre el cabello pero que gracias al aire podía ver. Solté una risita un poco traviesa. Cuando los cazadores novatos llegarán, seguramente creerían que es algún veterano y quieran pedir la reta de combate cuerpo a cuerpo con tal de mostrar que no eran simples aprendices. O quizás que era el "elemento especial". La academia de mi padre, tenía un elemento clave para cuando los cazadores están por graduarme, algo un poco cruel para algunos pero justo para nosotros. Y debido al color de piel de mi nuevo conocido era probable que lo confundieran con uno de ellos, sin embargo si habían aprendido bien en su estancia aquí, y en las características enseñadas, aquellos que merecían la aprobación, no se moverían ni un pelo. - No agradezcas, en realidad agradecida estoy contigo, de no haberte encontrado en el bosque, no habría notado que las cercas y letreros que indican los limites de la propiedad no están - Una mueca clara se dibujo en mi rostro - Se trata de un campo de entrenamiento para aquellos que quieran cuidar de su nación - Indique con suavidad. No le estaba mintiendo, pero tampoco le estaba diciendo la total verdad de los entrenamientos que se realizaban en el lugar - Por eso me preocupé al verte ahí, podrían confundirte con algún ladrón o algo por el estilo… Y lastimarte - Lo cierto era que los cazadores de esta academia tenían permitidos la matanza de aquellos enemigos, por eso no teníamos problema alguno con las autoridades.
Poco tiempo fue el que duró para que el sirviente trajera el vaso de agua para nuestro nuevo inquilino. - Zeth… sientete en casa, si necesitas algo más no dudes en pedirlo, el hombre que te trajo el agua trabaja aquí pero es parte de la familia como todos - Era cierto, la diferencia de mi familia con los demás nobles, o de poder adquisitivo alto, es que aquellos que entraban a trabajar aquí, no solo eran "sirvientes" eran amigos, parte de la familia, personas con los mismos intereses, que nos cuidábamos unos con otros, y que incluso daban la vida por alguno que estuviera en este techo - Mi nombre es Dagmar, y dirijo la academia - Susurré mirando hacía enfrente, observando algunos brillos provenientes del bosque, el reflejo de las espadas al hacer movidas contra el sol, para defender los ataques era hermoso, como si de un acto de la madre naturaleza se tratara, inexplicable, necesario… Algo que era parte de mi - ¿Estás cansado? ¿Hambriento? - Por extraña razón, sentía preocupación por el espía/perdido. Observe las armas que estaban alrededor de nosotros, tome una de las dagas, sonreí, y mirándolo a los ojos, comencé a afilar la punta.
Entre mis divagaciones, pude recordar que muy a lo lejos me había dicho un nombre. Sonreí ligeramente distraída, pero ahora si dejando mi atención completa en él. - Estudie su rostro por completo; su frente, su nariz, sus pómulos, sus labios, incluso las orejas escondidas entre el cabello pero que gracias al aire podía ver. Solté una risita un poco traviesa. Cuando los cazadores novatos llegarán, seguramente creerían que es algún veterano y quieran pedir la reta de combate cuerpo a cuerpo con tal de mostrar que no eran simples aprendices. O quizás que era el "elemento especial". La academia de mi padre, tenía un elemento clave para cuando los cazadores están por graduarme, algo un poco cruel para algunos pero justo para nosotros. Y debido al color de piel de mi nuevo conocido era probable que lo confundieran con uno de ellos, sin embargo si habían aprendido bien en su estancia aquí, y en las características enseñadas, aquellos que merecían la aprobación, no se moverían ni un pelo. - No agradezcas, en realidad agradecida estoy contigo, de no haberte encontrado en el bosque, no habría notado que las cercas y letreros que indican los limites de la propiedad no están - Una mueca clara se dibujo en mi rostro - Se trata de un campo de entrenamiento para aquellos que quieran cuidar de su nación - Indique con suavidad. No le estaba mintiendo, pero tampoco le estaba diciendo la total verdad de los entrenamientos que se realizaban en el lugar - Por eso me preocupé al verte ahí, podrían confundirte con algún ladrón o algo por el estilo… Y lastimarte - Lo cierto era que los cazadores de esta academia tenían permitidos la matanza de aquellos enemigos, por eso no teníamos problema alguno con las autoridades.
Poco tiempo fue el que duró para que el sirviente trajera el vaso de agua para nuestro nuevo inquilino. - Zeth… sientete en casa, si necesitas algo más no dudes en pedirlo, el hombre que te trajo el agua trabaja aquí pero es parte de la familia como todos - Era cierto, la diferencia de mi familia con los demás nobles, o de poder adquisitivo alto, es que aquellos que entraban a trabajar aquí, no solo eran "sirvientes" eran amigos, parte de la familia, personas con los mismos intereses, que nos cuidábamos unos con otros, y que incluso daban la vida por alguno que estuviera en este techo - Mi nombre es Dagmar, y dirijo la academia - Susurré mirando hacía enfrente, observando algunos brillos provenientes del bosque, el reflejo de las espadas al hacer movidas contra el sol, para defender los ataques era hermoso, como si de un acto de la madre naturaleza se tratara, inexplicable, necesario… Algo que era parte de mi - ¿Estás cansado? ¿Hambriento? - Por extraña razón, sentía preocupación por el espía/perdido. Observe las armas que estaban alrededor de nosotros, tome una de las dagas, sonreí, y mirándolo a los ojos, comencé a afilar la punta.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/06/2011
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