Un nuevo comienzo, un nuevo final

por **Claudia Gunter** Mar Feb 05, 2013 11:58 am

Dos días habían pasado desde que ella había sido arrebatada de aquél lugar y de algún modo extraño ella necesitaba estar ahí ¿Si Alekshandro ya fue a buscarme? ¿Si ha ido y ha estado con otras? Los pensamientos que tenía la mujer eran variados y con algunos se le alteraba más el pulso que con otros, desde un principio siempre se había negado a estar en ese maldito burdel, pero había sido ahí donde había conocido a Aleks, ¿Enamorada? No, no lo estaba no había ese sentimiento, pero era el único que la maltrataba con "elegancia". En ocasiones Claudia pensaba que su cerebro ya no funcionaba como era correcto, pero después de todo lo que había tenido que soportar era lógico que buscara una manera de huir.

Sus piernas estaban congeladas, sus manos igual, la nariz la sentía tiesa y las mejillas le ardían del frío, apenas iba a comenzar a clarear, ella se había quedado fuera de Notre Dame, ahí decían que era la casa de Dios y que siempre estaba abierta para todos así que ella a pesar de encontrarla cerrada se había refugiado ahí, los dientes le titiritaban y no sabía que hacer, en algunas ocasiones le había tenido que hacer "favores" a los mismos sacerdotes, predicaban tanto y practicaban tan poco que no llegaba a comprender del todo que vida de farsa era aquella, Claudia era una cortesana, alguien de una reputación que era cuestionable, ¿Pero y ellos? ¿Ellos no pecaban? ¡Claro que lo hacían! Pero esa gente no tenía porque lidiar con los comentarios hirientes de los demás, esa era una injusticia, una injusticia divina.

Miraba como la gente iba apareciendo poco a poco mientras se ponía de pie, había conservado una peluca castaña, no quería que su singular cabellera la delatara, era obvio que el dinero que tenía no lo gastaría en tintes, pero bien podría seguir usando esa peluca por un rato. Las puertas de la gran iglesia se abrieron mientras una mirada reprobatoria de la señora que poseía las llaves la recorrió, ella simplemente bajó la mirada y entró al sitio, tenía derecho, quería un refugio y aunque no fuera físico al menos buscaría el espiritual.

por **Kerevan D. Flourite** Mar Feb 05, 2013 2:24 pm

No era alguien generoso, ni por asomo. Las demás personas del mundo le importaban bien poco, por no decir que nada en absoluto. Lo único que le llevaba a hacer algo así como una buena obra, era poder sacar algo en beneficio. En algunos casos, sabía que hacer obras de caridad ayudaba a tener una mejor impresión ante los demás, a tener mejores contactos, y si las hacías con la iglesia, a tener buenos amigos en todas partes.

Así que, cada cierto tiempo, la empresa textil que dejaba casi siempre en manos de su mujer y su padre, hacía una importante donación de telas a la catedral, ya que era la casa de Dios más grande que tenían cerca. Él solía hacer acto de presencia, aunque pagaban a algunos muchachos de las calles para que hicieran el trabajo sucio. Los muertos de hambre hacían cualquier cosa por unos francos con los que poder alimentarse. Así pues, esa mañana se acercó a Notre Dame, con una carta firmada por su padre y por él mismo, donde agradecían a la iglesia por sus buenas obras y le relataban las telas que donaban y demás, solo una forma de tener constancia de lo que hacían por ellos.

Sus pasos eran firmes, su porte erguido, como siempre. Se acercó a las grandes puertas justo unos instantes después de que la mujer las abriera, y no pudo evitar reparar en la chica que había estado allí esperando. No era una gran belleza, las había visto mejores, pero tenía algo que llamaba siempre mucho la atención del brujo, y eran esos hermosos ojos azules. Aunque su rostro no lo demostrara, se había fijado en ella, y eso nunca era nada bueno.

— Pasad, mademoiselle. Creo que os urge más entrar en la catedral que a mi. — le sonrió con galantería, hasta haciendo un gesto con la mano para pedirle que entrara delante de él, ignorando por completo el gesto de la mujer que ya permanecía dentro. La mayor parte del tiempo, las personas de alta cuna no se molestaban en fijarse en los demás, en los pobres, en los mendigos, los pasaban de largo o a veces hasta los miraban con asco, como mucho. No era su caso, no cuando alguien le interesaba. Aunque en el fondo, la consideraba una pobre más.

por **Claudia Gunter** Jue Feb 07, 2013 9:45 pm

Tenía las piernas entumidas, con trabajo le respondían, era una especie de carga, sus brazos no podían hacer mucho al respecto y la ropa diminuta que utilizaba no cumplía con la función de abrigarla, nunca había pedido ayuda, ella sabía perfectamente que era estar en las calles, lo que se pasaba en ellas y todo lo que se tenía que hacer por sobrevivir, pero esperaba que no tuviera de nuevo que confiar en alguien para valerse y poder llevar una vida adelante, ya no quería estar en deuda con alguien.

-Gracias- murmuró mientras entraba a la catedral, aquél olor a incienso y calidez tan característico no le podía pasar desapercibido, sus brazos podían sentir que estaba un poco más protegida, respiró profundamente mientras observaba la inmensidad de las paredes que rodeaban aquél lugar era un sitio enorme y precioso, algo digno de admirar. Por un momento sus pensamientos se habían ido tan lejos de aquél lugar que se había olvidado por completo hasta que sus ojos se dieron cuenta de nuevo de que no estaba sola.

-Disculpe ¿Usted sabe si el obispo o alguien pudiera recibirme?- le preguntó a la señora -No, a ti no...- se le quedó viendo a Claudia de arriba a abajo para después observar al señor que le había dado paso a la joven -En un momento lo recibe su excelencia- la chica de ojos azules frunció el ceño y simplemente se quedó un poco enfurecida mientras la mujer avanzaba hasta retirarse -Claro, como yo no traigo dinero, como soy de esas señoras rimbombantes...- apretó las manos en puño -No me importa si me muero- sentenció mientras sus mejillas se encendían a causa del coraje que sentía en ese momento, pero también estaba angustiada, si ahí no podía encontrar un refugio no habría en otro y moriría.

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