Un final o solo un comienzo [Libre]

por **Horatio Flēming** Jue Mayo 19, 2016 4:17 pm

Aquella que se hace llamar “esposa” era útil, incluso después de mi muerte, ella al parecer había encontrado su verdadero sentido a esta vida, brindarme esa vitalidad hasta los últimos días en que respire; ahora sabe lo que se siente jugar a los hilos de la desolación, su alma está a punto de romperse, puedo sentirlo mientras me alimento de ella a diario para poder utilizar la corporeidad, algo que utilizo solo frente a otros, porque frente a esa desgraciada no sería posible, o si no, ¿Qué caso tendría hacerle la vida imposible? Claro que eso es solo un juego macabro mío. Años atrás estaba convencido que sería un matrimonio provechoso, dinero, estatus, relaciones comerciales que más podía pedir un hombre como yo, pero al cabo de algunos años de casados la relación se volvió aburrida, esa mujer de por si erra des animadora, incluso en la cama no podía tocarla porque era tan frígida que no lograba que se me pare, solo las zorras de los burdeles conseguían eso y a esta puritana no podía tomarla como me gustaba porque se horrorizaba, me daba asco esta mujer.

En esta ocasión, luego de haberla hecho sufrir demasiado con mi presencia rondando en la casa, opte por algo de tranquilidad, claro, si es a aquello se le puede llamar de esa manera; aunque todo era mejor lejos de sus espantosos quejidos y ataques de histeria que solía darle luego de que cumpliera con su propósito, el de servirme hasta que la muerte nos separe, lástima que ni ella puede librarla de mi presencia. ¿Qué habrá estado pensando en todo ese momento? Será que cree que la dejaré si acede a todo fácil. Hay que ver que esa mujer es más que estúpida, es ingenua y tonta. El paseo de la mañana termina llevándome al puerto, un lugar donde el silencio a es apenas apetecido, incluso la inmundicia de la mendicidad y poca monta que se puede llamar a la vida de aquel sector, pero era perfecto para tomar algo de las pocas almas que vagan por ese tugurio y poder ser un ser nuevamente, al menos hasta que sea hora de volver a aquello que se llama hogar.

La brisa del lugar y apenas me toca realmente, por donde pasaba las personas perdían algo de ellos, su vitalidad, lo que se traduciría en energía, aun cuando reían y hacían sus actividades diarias, no podían negarse que habían dejado algo de ellos en mí, eso fue todo lo que necesité hasta volver un hombre frente a los ojos de pocos, borrachos, que no se dignarían en creer lo que sus ojos viscos y embebidos en alcohol han visto; unos pasos entre ellos con el cigarro en la mano y aquella sonrisa de victoria bien merecida me acerco a aquella parte del muelle, dejando caer las colillas al mar mientras sopeso la idea de quién podría ser la próxima víctima. Quizás la doncella que camina del brazo de su nuevo amante, o quizás aquella que está sola al final con esa mirada de melancolía. Al final todo es igual porque son energía a mis ojos.

—Si se recarga un poco más, puede terminar cayendo y el agua con su vestido que la terminaría de ahogar y nadie aquí podría hacer algo para rescatarla y ser el caballero héroe ante sus ojos, madame—

Una calda más profunda al cigarro que arrojo directo al mar dejando escapar e hilo el humo inspirado para dar paso a la sonrisa muerta de satisfacción en mis palabras, porque al final la muerte no es solo más que un inicio.

por **Serena Di Donatto** Sáb Jun 04, 2016 8:17 pm

Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos.

Había contado los días desde la muerte de Ámbar, cincuenta y cuatro para ser exacta y aun sentía el dolor muy dentro de mi interior, llevaba corriendo varias horas, gracias a mi condición no me cansaba tanto como cualquier ordinario humano. De seguro los guardias al darse cuenta que no estaba en mi habitación saldrían a buscarme, tenía algunas horas antes de que dieran con mi paradero, aquellos perros falderos nunca se equivocaban, y Goar tenía muy bien entrenado a la Guardia de Italia, no por nada me había mandado un pelotón completo para que me cuidara, como si fuera un criminal, sólo era una simple niña queriendo un poco de libertad, pero al parecer aquello estaba prohibido para mi, -Libertad- entre dientes salió aquella palabra de mis labios mientras ingresaba con cautela por el muelle, a esa hora no estaba tan transitado y esperaba que el aroma repugnante del puerto logrará disipar el mi rastro.

Llegue al final del muelle y apoyada de la baranda que existía mire la infinidad que se presentaba ante mis ojos, un océano libre sin nadie que le dijera que y como hacer, libertad tan anhelada por muchos tan desperdiciada por pocos. Me quede acongojada entre mis pensamientos de aquellos días donde mi guardiana, amiga y madre postiza Ámbar me enseñaba hacer mejor persona, un mejor cambiante, una mejor señorita, alguien digno de la realeza… ahora la reina me consideraba… ¿pero que era realmente? No lo sabía… pero quería pensar que solo me protegía… bien claro lo habían dejado… y volvía a lo mismo… ¿protección, para que la necesito? Levanté mis hombros rindiéndome ante las interrogantes que salían de mi cabeza…

Me recargue un poco mas dejándome llevar nuevamente por el oscuro color de las aguas que chocaban con los pilares del muelle, no había necesidad de luchar por algo en ese lugar sino intentar tranquilizar los demonios que me dominaban lentamente. El silencio me inundó por unos segundos, mientras los sonidos del ambiente aumentaban en el lugar… y luego la voz que estremeció cada bello de mi piel, logrando que se erizara por completo los minúsculos vellos que cubrían mi cuerpo, una sensación de miedo me inundó, el sexto sentido de un felino siempre estaba a flor de piel y aquella experiencia no me gustaba en lo absoluto, me gire y con los ojos bien abiertos mire al caballero que había hablado, no sonreí, me quede como un papel en blanco con un sentimiento nada grato en mi interior – No… - moví mi cabeza de lado a lado - No necesito un héroe… no existen – no creía en los héroes solo conocía guardias que tenían las órdenes de cuidar mi vida a toda costa.

Antes de dar cualquier paso en falso o de seguir siquiera aquella conversación y aun sintiendo algo parecido al miedo, recorrí el muelle con la vista buscando algún guardia, no quería tener problemas, al menos no por el momento.

por **Horatio Flēming** Dom Jun 19, 2016 11:46 pm

Sensatez, era lo que mostraba aquella mujer, su aroma era completamente diferente trayendo consigo los recuerdos del pasado que se volvía más presente a cada segundo que pasaba junto a la que se hacía llamar “esposa fiel”; reí con el solo hecho de oíra la mujer y verla buscar con la mirada ¿Qué podría una joven como ella desesperadamente buscar? Esa respuesta la sabía y por eso reía más y más. El cigarro flota lentamente hasta convertirse en el peso necesario y ser arrastrado a la profundidad, tan oscura y vacía como la misma muerte.

Desinteresadamente busco otro cigarro dejándolo entre los labios alzando los hombros en la clara señal de “no interesarme demasiado en la niña” realmente me terminan aburriendo todas al final, quizás porque no muestran ese rostro de horror que tanto me excita como el de mi esposa. La miro de soslayo justo cuando provoco una pequeña brisa que agita sus cortos cabellos así como sus ropajes, un gasto necesario como un pequeño golpe en la frente —Verdad es, solo hay ratas, carceleros, malditos bastardos, falsos, embusteros, ladrones, estúpidos y cornudos ¿Qué más se puede pedir? Pero aun así existe la pequeña, ínfima ilusión de encontrar a ese caballero de brillante armadura que libre a la damisela del peligro, pero me pregunto ¿La damisela haría lo mismo por su príncipe?— la mirada cambia para hacerse una siniestra.

El cigarro vuelve a la mano que luego se ofrece a la jovencilla como una muestra de “tregua” —Creo que algunas veces las damiselas terminan matando a los nobles caballeros solo para quedarse con los imbéciles. O quizás es al reves, lástima que los bastardos no las dejen ser libres del todo. Quizás la culpa la tienen las inútiles damiselas que esperan algo de los demás y no pueden hacerlo por sí mismo, solo son cargas y lo serán toda la maldita vida— la ira que provoca el recordar la carga que significó esa mujer y lo que aun ahora equivale me obliga tomar más energía de la que debo de los pocos que rondan por ahí, la corporeidad se ha vuelto a casa segundo más fácil así como el desaparecer, pero por ahora no me place jugar a ello, al menos por el momento.

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