AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En cada despedida un final, en cada reencuentro un comienzo. (priv. Reydek)
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En cada despedida un final, en cada reencuentro un comienzo. (priv. Reydek)
Elaine había salido esa tarde con dos compañeros de la manada, eran todos jóvenes aunque ella era la menor a sus diecisiete, los otros dos tenían veinticinco y veintisiete años y aunque tenían encomendada la misión de cuidar de la pequeña, entraron en una taberna a tomarse unas pintas.
Era temprano, aún quedaban varias horas para el anochecer y todavía quedaban casetas en el mercadillo, así que la dejaron cotillear por ellas mientras se ausentaban quince o veinte minutos.
La plaza tenía los puestos fijos montados con estructuras de madera, pintados de alegres colores y con rótulos que anunciaban el tipo de mercancías que se ofertaban en su muestrario. Se detuvo frente a un puesto de hilos, pasamanerías y cuentas. Se encaprichó de unas que tenían formas extrañas y eran de colores, las podría engarzar en finas tiras de cuero y hacerse una pulsera. Su madre le había regalado algunas cadenitas de oro blanco, ya que la plata le daba una alergia terrible y le producía quemazón. Pero no era su estilo. Desde que fue convertida, había pasado de ser la frágil Elaine a ser normal, a poder correr y saltar, rebozarse en el barro o quedarse mojada tras caerse en el lago sin peligro de fiebres y noches de tos sanguinolenta. Había desarrollado un gusto más informal por las cosas, un estilo más propio de una chica de clase media-baja que de una señorita.
Por su puesto cumplía cada vez que la ocasión lo requería; su madre se había sacrificado por ella durante años y por nada del mundo iba a ser una ingrata ni una egoísta. Brianna no la obligaba a nada, así que las pocas veces que la ocasion pedía formalidad y guardar las apariencias, Elaine se comportaba como la perfecta señorita. Pero el resto del tiempo se sentía libre y actuaba en consecuencia.
El tendero le colocó las cuentas en una pequeña bolsita de tela y añadió unas tiras finísimas de cuero marrón. Después se detuvo en un puesto donde vendían gorros de lana, se probó uno morado y después otro azul del que se encaprichó y también lo compró, dejándoselo puesto. Tenía una larga melena que siempre había llevado suelta o recogida en trencitas, y ahora, en la edad de la "rebeldía" prefería llevar gorros, lejos de los sofisticados tocados de las damas, y más cercanos a los que llevaban los marineros o los obreros.
Era agradable pasear por la plaza, respirar ese ritmo animado de la urbe, ya que ella residía en la mansión Landvik y la mayor parte de su tiempo lo pasaba recibiendo clases de todo tipo de cosas, desde equitación, a historia, música o baile. Se estaba colocando el gorro frente a un espejo cuando lo vio reflejado al pasar. Spike. El lagarto Spike. El que tenía Reydek en su tatuaje.
¿Cuanto tiempo había pasado? diez años quizás? Se giró pero había desaparecido entre la gente, corrió y tuvo que apartar a dos mujeres que se le pusieron delante.
— disculpen!! lo siento!!
¿A dónde había ido? observó las cabezas poniéndose de puntillas hasta que localizó aquel pelo rebelde, rubio rojizo y esos andares tan característicos. Apretó el paso y giró en un puesto para interceptarlo en el siguiente pasillo. Esbozó una enorme sonrisa cuando lo tuvo casi delante y se plantó delante de él.
— Reydek!!
Era temprano, aún quedaban varias horas para el anochecer y todavía quedaban casetas en el mercadillo, así que la dejaron cotillear por ellas mientras se ausentaban quince o veinte minutos.
La plaza tenía los puestos fijos montados con estructuras de madera, pintados de alegres colores y con rótulos que anunciaban el tipo de mercancías que se ofertaban en su muestrario. Se detuvo frente a un puesto de hilos, pasamanerías y cuentas. Se encaprichó de unas que tenían formas extrañas y eran de colores, las podría engarzar en finas tiras de cuero y hacerse una pulsera. Su madre le había regalado algunas cadenitas de oro blanco, ya que la plata le daba una alergia terrible y le producía quemazón. Pero no era su estilo. Desde que fue convertida, había pasado de ser la frágil Elaine a ser normal, a poder correr y saltar, rebozarse en el barro o quedarse mojada tras caerse en el lago sin peligro de fiebres y noches de tos sanguinolenta. Había desarrollado un gusto más informal por las cosas, un estilo más propio de una chica de clase media-baja que de una señorita.
Por su puesto cumplía cada vez que la ocasión lo requería; su madre se había sacrificado por ella durante años y por nada del mundo iba a ser una ingrata ni una egoísta. Brianna no la obligaba a nada, así que las pocas veces que la ocasion pedía formalidad y guardar las apariencias, Elaine se comportaba como la perfecta señorita. Pero el resto del tiempo se sentía libre y actuaba en consecuencia.
El tendero le colocó las cuentas en una pequeña bolsita de tela y añadió unas tiras finísimas de cuero marrón. Después se detuvo en un puesto donde vendían gorros de lana, se probó uno morado y después otro azul del que se encaprichó y también lo compró, dejándoselo puesto. Tenía una larga melena que siempre había llevado suelta o recogida en trencitas, y ahora, en la edad de la "rebeldía" prefería llevar gorros, lejos de los sofisticados tocados de las damas, y más cercanos a los que llevaban los marineros o los obreros.
Era agradable pasear por la plaza, respirar ese ritmo animado de la urbe, ya que ella residía en la mansión Landvik y la mayor parte de su tiempo lo pasaba recibiendo clases de todo tipo de cosas, desde equitación, a historia, música o baile. Se estaba colocando el gorro frente a un espejo cuando lo vio reflejado al pasar. Spike. El lagarto Spike. El que tenía Reydek en su tatuaje.
¿Cuanto tiempo había pasado? diez años quizás? Se giró pero había desaparecido entre la gente, corrió y tuvo que apartar a dos mujeres que se le pusieron delante.
— disculpen!! lo siento!!
¿A dónde había ido? observó las cabezas poniéndose de puntillas hasta que localizó aquel pelo rebelde, rubio rojizo y esos andares tan característicos. Apretó el paso y giró en un puesto para interceptarlo en el siguiente pasillo. Esbozó una enorme sonrisa cuando lo tuvo casi delante y se plantó delante de él.
— Reydek!!
Elaine Landvik- Licántropo Clase Alta
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Re: En cada despedida un final, en cada reencuentro un comienzo. (priv. Reydek)
La despedida de Hans estaba siendo entre incomoda y divertida. No era porque no tuvieran la confianza suficiente para poder despedirse provocando mil situaciones embarazosas para que el muchacho no se olvidase, si no, porque Reydek se había dado cuenta de que le quería más de lo que pensaba y le iba a echar mucho de menos. No podía creerse la mala suerte de aquel encuentro con Shine Russell. Y cómo Hans había cambiado su forma de ver la vida de una manera tan radical. Pero ¿Quien era él para culparle? El primer encuentro con un cazador siempre era un trauma, y más, si salías herido.
Se habían separado por un momento, ya que Hans estaba preparando algo para la noche, la última guinda del pastel. Reydek no iba a volver hasta el bosque y a casa, así que se había quedado por el mercado buscando algo que jalar antes de que muriese de hambre o su estomago comenzase a comerse a si mismo.
Vestido con ropas simples, una camiseta de tirantes y un pantalón bastante roto, caminaba sin preocupación de que alguien le viese, entre puesto y puesto, comiendo lo que había para degustar y así elegir. Se metió un buen trozo de queso freso con Membrillo cuando escuchó que alguien le llamaba, sin reconocer la voz. Con la mano aun en la boca, dejó caer la comida en su garganta a la vez que se giraba en busca de la voz chillona.
No reconocía a nadie.
Bajó la mirada unos centímetros para analizar lo que estaba sucediendo. Tenía a una joven parada frente a él con una sonrisa de oreja a oreja, pero no la reconocía. Se limpió la mano en el pantalón mientras la observaba y disimuladamente le echaba una olisqueada. El olor que recibió le desconcertó. Era el de Aletheia con una mezcla de Brianna. El ceño de Reydek se frunció mientras masticaba lentamente el queso-membrillo, hasta tragarlo - ¿Hola? - preguntó dubitativo - ¿Quien eres? - acabó.
Se habían separado por un momento, ya que Hans estaba preparando algo para la noche, la última guinda del pastel. Reydek no iba a volver hasta el bosque y a casa, así que se había quedado por el mercado buscando algo que jalar antes de que muriese de hambre o su estomago comenzase a comerse a si mismo.
Vestido con ropas simples, una camiseta de tirantes y un pantalón bastante roto, caminaba sin preocupación de que alguien le viese, entre puesto y puesto, comiendo lo que había para degustar y así elegir. Se metió un buen trozo de queso freso con Membrillo cuando escuchó que alguien le llamaba, sin reconocer la voz. Con la mano aun en la boca, dejó caer la comida en su garganta a la vez que se giraba en busca de la voz chillona.
No reconocía a nadie.
Bajó la mirada unos centímetros para analizar lo que estaba sucediendo. Tenía a una joven parada frente a él con una sonrisa de oreja a oreja, pero no la reconocía. Se limpió la mano en el pantalón mientras la observaba y disimuladamente le echaba una olisqueada. El olor que recibió le desconcertó. Era el de Aletheia con una mezcla de Brianna. El ceño de Reydek se frunció mientras masticaba lentamente el queso-membrillo, hasta tragarlo - ¿Hola? - preguntó dubitativo - ¿Quien eres? - acabó.
Reydek Paine- Licántropo Clase Media
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Re: En cada despedida un final, en cada reencuentro un comienzo. (priv. Reydek)
¿No la reconocía? ¿Tanto había cambiado? ¿o es que ya no la recordaba?. Resopló levemente y tiró del cordoncillo que llevaba al cuello y que se perdía en el interior de su blusa. Al sacarlo del todo apareció el corazón de ámbar que le engarzó Reydek y que no se había quitado nunca. Lo sujetó entre los dedos enseñándoselo al pelirrojo con la esperanza de que recordase para quién lo había hecho.
¿Y si en esos años se había golpeado la cabeza o un mago malvado le había robado la memoria? Porque no podía ser que no la recordase, ella lo recordaba a diario, había sido su primer amigo, le regaló un jardín y esa joya de ámbar que nunca se quitaba. Se despidió de ella, le dijo que regresaría un año después, pero eso ya no sucedió. Si Reydek regresó, su madre y ella ya habían abandonado la casa de Aletheia (Elaine no podía ir a vivir al bosque, sus pulmones no podían con tanto polen) , y por avatares de la vida, habían terminado con los Landvik. Viajaron bastantes veces y seguramente si alguna vez Reydek la buscó, nadie le habría dado noticias de ella.
Ahora podía ver claramente su aura, y era un licántropo. ¿Por qué no le extrañaba? le pegaba mucho, por su carácter, por esas formas tan suyas de caminar, de rascarse o zamparse un dulce. Jamás se le habría ocurrido cuando tenía 8 años, pero ahora a sus 17 y con la maldición de los lobos en sus carnes, veía el mundo de otra forma. Ella había aceptado con naturalidad su nueva condición, las primeras transformaciones fueron complicadas, pero contó con la manada que le enseñaron a sobrellevarlo.
Por si el colgante no era suficiente le sonrió al pelirrojo y abrió los brazos como ara mostrarse a si misma.
— ¿no te acuerdas de mi? soy Elaine!!
¿Y si en esos años se había golpeado la cabeza o un mago malvado le había robado la memoria? Porque no podía ser que no la recordase, ella lo recordaba a diario, había sido su primer amigo, le regaló un jardín y esa joya de ámbar que nunca se quitaba. Se despidió de ella, le dijo que regresaría un año después, pero eso ya no sucedió. Si Reydek regresó, su madre y ella ya habían abandonado la casa de Aletheia (Elaine no podía ir a vivir al bosque, sus pulmones no podían con tanto polen) , y por avatares de la vida, habían terminado con los Landvik. Viajaron bastantes veces y seguramente si alguna vez Reydek la buscó, nadie le habría dado noticias de ella.
Ahora podía ver claramente su aura, y era un licántropo. ¿Por qué no le extrañaba? le pegaba mucho, por su carácter, por esas formas tan suyas de caminar, de rascarse o zamparse un dulce. Jamás se le habría ocurrido cuando tenía 8 años, pero ahora a sus 17 y con la maldición de los lobos en sus carnes, veía el mundo de otra forma. Ella había aceptado con naturalidad su nueva condición, las primeras transformaciones fueron complicadas, pero contó con la manada que le enseñaron a sobrellevarlo.
Por si el colgante no era suficiente le sonrió al pelirrojo y abrió los brazos como ara mostrarse a si misma.
— ¿no te acuerdas de mi? soy Elaine!!
Elaine Landvik- Licántropo Clase Alta
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