Sombras y música {Ejnar Bohr}

La noche había caído antes de lo que me hubiera podido imaginar. En realidad lo había hecho a la misma hora de siempre, pero el tiempo parecía difuminarse cuando uno hacía lo que en realidad le gustaba. Había salido del Conservatorio hacía apenas diez minutos, deslizándome por los callejones de París con la rapidez y la seguridad que hace el conocimiento. Llevaba recorriendo aquel camino desde hacía años, primero como estudiante, ahora como profesora. El violín se movía a mi espalda en su funda, con cada uno de los movimientos que daba, procurando evitar aquellos lugares que sabía que eran más peligrosos aunque ¿qué no era peligroso cuando uno se encontraba en París por la noche? Arriba las estrellas apenas se veían cubiertas por diversas nubes, aunque sabía más o menos cada una de su posición, lo mismo que sabía que la Luna estaba menguando, hacía apenas un par de días que había estado Llena.

Hacía frío, lo que provocaba que llevara la capucha alzada de la capa que bailoteaba a mí alrededor con cada uno de los pasos que daba. Iba rápido, más de lo que hubiera ido si fuera a una hora más temprana, con la luz del día aún brillando y apartando las sombras. Hacía tiempo que había descubierto que los mayores peligros caían justo con las sombras. Esas sombras que parecía que me asfixiaban. Sabía lo que ocultaban, lo que podía haber, lo que podía residir entre ellas. Lo que podían ocultar. De todos los seres que habitaban las sombras, de los que denominaban seres sobrenaturales, sin duda eran los vampiros los que provocaban más escalofríos aunque en realidad no había tenido la suerte o la desgracia de encontrarme con uno de ellos.

Me adentré por uno de los callejones que solía utilizar cuando iba durante el día por aquel lugar, el problema era que no había estado nunca durante la noche y de pronto me encontré en uno de esos lugares que cuando el sol caía parecía convertirse en un lugar completamente diferente. Sabía lo que había en las ciudades a esas horas, los hombres y las mujeres que salían para emborracharse o vender su cuerpo, lo sabía, pero también sabía que adentrarse en uno de esos lugares cuando no pensabas hacer ni una cosa ni la otra terminaba siempre en problemas. Bajé la mirada hacia las puntas de mis zapatos esquivando a la gente que se encontraba a mí alrededor y rezando a los Dioses para poder llegar hasta el otro lado del callejón sin problema. Pero por lo que parecía esos dioses se encontraban de vacaciones, porque sentí un ligero tirón en la capucha que provocó que mi cabeza quedara al descubierto y volví el rostro hacia el hombre que se encontraba a mi derecha frunciendo ligeramente el ceño. Sabía que lo mejor era dejarlo estar pero…

— No estoy interesada.— contesté antes incluso de que pudiera hablarme. — Solo quiero salir de aquí.