Manto estrellado (Ejnar Bohr)

Tengo que admitir que servidora penas frecuentaba el lugar donde me encontraba aquella noche. Debía ser por eso apenas conocía a compañeros que le sucedían la desgracia, desde mi punto de vista una divinidad la cual hay que disfrutar, de ser seres capaces de convertirse en otros seres y tener otro punto de vista ademas de el de los, en su mayoría, destructores y narcisistas humanos. Pero por supuesto esto no era algo a lo que se debía tomas como garlaron, pues nuestra especie eramos repudiados por la miedosa sociedad a la cual temen y es temida .

La frialdad de la oscuridad se filtraba entre las hojas medio secas y temblorosas de arboles centenarios de corteza seca y duro tronco. Sin duda un humano corriente que le sucediese la desgracia de encontrarse allí en aquel momento, desearía estar en su acogedora casa alado de un fuego que quemase ligeramente su piel y no la cortase, pero acabaría seguramente acurrucado debajo los guardianes del bosque esperando a que llegase el ansiado amanecer con su luz y calor, pero sus ojos cerrados intentado escapar del frió penetrante no llegarían a abrirse más.

En lo alto de un árbol de hojas aun verdes, me recontaba yo, una lechuza de plumas suaves y blancas como la nieve y ojos inquietos que analizaban cada movimiento de la noche. Tenia que admitir que me parecía mas divertido volar sobre la grandiosa y miserable París, viendo la vida oculta de aquellas personas las cuales se galardonan de fieles y puros y por la noche se dedican a sus pecados del placer prohibido. Pero aquella noche donde el manto estrellado era un magnifico y inquietante espectáculo y la sombra enemiga del astro rey se encontraba en una de sus fases mas bellas, tuve el instinto de alejarme de la luz de los candelabros de las calles, para ocultarme entre la maleza y la peligrosidad del temible bosque. Sabia perfectamente que aquello estaba lleno de criatura, puede que como yo, solo fuesen por puro entretenimiento, o quizás para alimentarse de la carroña de indefensos animales que ni sabían de su existencia.

El sonido del bosque era casi mudo. Apenas se oía el leve viento pasar entre los arboles o pequeños animales nocturnos que correteaban de árbol en árbol en busca de comida para sus crías. Me sentía la única que realmente rompía aquel silencio cuando de mi garganta salia gritos de lechuza que resonaban en el bosque. Puede que llevase allí horas, cuando mis ojos que no habían parado de moverse en busca de amenazas les pareció ver un movimiento en la oscuridad. Me intente relajar, ya que en lo alto de mi trono no creía peligroso a ningún animal o ser que deambulase en aquella extraña noche...