"Yavri yavri, sen ağlama, oflama" [Elinor C. Carstairs]

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El viento, en la noche, al parecer había decidido apagar sus suspiro calmado, y en cambio, el cielo contenido dejo caer las primeras lágrimas acompañadas por los gritos desgarrados de aquella tormenta que golpeaba la tierra haciéndola crujir en algún lugar lejano, pero perceptible para aquel que estaba allí.

En aquel banco Emhyr sentado extendía sus brazos sobre el respaldo con aquellas manos aferradas fuertemente, creando una atadura innecesaria, obligándole a estar allí, intentando no arrepentirse de sus actos. La cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados con fuerza, y las gotas de agua intensa deslizándose sobre aquella piel morena, sobre aquellas facciones finas y llenas de un extraño exotismo.

La lagrimas celestes le parecieron saberle frescas en cuanto había decidido mezclarse entre aquellos ríos rubíes y de sabor férreo que en su piel emanaba.
Un gesto de dolor seguido por un quejido que lo confirmaba, al ser pronunciados por aquellos labios marcado por esa cicatriz creada apenas un mes y algo más. Las sombras se aferraba a su cuerpo, unas sombras que formaban figuras humanas, pero que no lo eran, bebían de su sangre.

Una vez convertido en licántropo Emhyr pensó que los antiguos vicios vinculados con los inmortales se desvanecerían, ya que su sangre dejaría de tener aquella atracción extraña que tanto llamaba la atención a los vampiros. Era habitual que el olor y sangre de un licántropo echará atrás a su enemigo natural, pero a pesar de que la condición de éste nuevo hijo de la luna había cambiado, el olor y sabor de su sangre no desagradable a los inmortales, es más, parecía que su hechizo embriagador había crecido mucho más.

Había estado ausentado apenas unas semanas, Emhyr se había marchado el tiempo suficiente para enmendar aquello que su conciencia no paraba de recordarle. Volver después de tanto años a su país... Volver... Aquello le había causado un miedo increíble, enfrentarse y mirar a los ojos a la verdad que allí le esperaba. Pero tuvo que hacerlo para que las pesadillas dejarán de perseguirle en el sueño profundo de herirle con el pasado, un pasado que el prefería dejar en algún lugar del olvido.
Él nunca nació en una familia con el poder de la nobleza, el nunca fue entrenado como un soldado, él nunca... Si, esas palabras eran las que una y otra vez se había repetido en su vida para no recordar, no recordar aquel secreto que enmudecido de su origen de lo que era verdaderamente, de una condición y un poder que no iba a volver a recuperar nunca, así que para que invertirle esperanzas, no merecía la pena.

Ahora se veía de nuevo otra noche, no muy diferentes a las anteriores, pero con la diferencia de que el cielo parecía enfurecido por alguna razón, ya que bramaba en el llanto y los truenos. Sentado en aquel banco,atraído por el hechizo hipnótico de los inmortales, buscando aquel antiguo vicio de ser otra vez el alimento de aquellos demonios, solo por el gusto de sentir aquella mezcla entre el placer y dolor que le producía el delirio de estar cerca del umbral de la muerte. El delirio era lo preferible, ya que nublaba sus sentidos, dejándole ver lo imperceptible. Mejor que el opio, mejor que cualquier otra droga...
Miles de cicatrices surcaban su cuerpo como marca de aquellas mordidas del antes y ahora, pero con la diferencia de que su nueva condición le alejaba más del peligro, ya que en cuanto aquellos inmortales abandonaron su cuerpo semiinconscientes las heridas comenzaron a cerrarse poco a poco. La regeneración de un licántropo era veloz, a pesar de que las fuerzas no se recuperaban de igual modo, pero tratándose de heridas hechas por vampiros el proceso sería más lento.

La camisa abierta, teñida del escarlata que se escapaba entre la lluvia húmeda e inagotable. Y la soledad en aquella plaza abandonada cerca de la zona de los burdeles. La noche cesaba y a pesar de que la oscuridad de las nubes ocultaban el cielo, a pesar de que no paraba el cielo de llorar, éste mismo se estaba abriendo paso al manto de la noche con sus colores rojizos y rosados, acercándose así la aurora.

¡Por fin! Eso fue lo que pensé cuando acabo mi turno en el burdel, lo llevaba deseando desde hacía horas, la verdad es que aquel día estaba algo “ida” por decirlo de alguna manera. Así que cuando mi último cliente se fue, me quede encima de la cama desnuda. Suspire, me levante y cerré la puerta con llave. Yo siempre utilizaba aquella habitación, era casi como mía… Cuando cerré volví a la cama y me estire en ella mirando el techo. No quería salir… algo me decía que aun no era el momento… Llevaba toda la mañana trabajando… quería parar… Ojala tuviera a alguien que me ayudara a dejar esa vida… o yo misma tuviera el valor. Pero no era así. Pronto sentí frio y me tape con las sabanas de seda que adornaban la cama y con la colcha de color violeta claro. Aun quedaba mucho tiempo para la noche, mi cuerpo se dejo vencer por Morfeo.

Nadie molesto mi sueño, pero desde hacía días, meses, años… tenía aquel sueño. Se me repetía siempre que cerraba los ojos. Y en realidad no era un sueño, era una escena del pasado. Soñé, de nuevo, con aquella vez que conocí a aquel hombre moreno de nombre desconocido. Como me desperté sola por la mañana, preguntándome donde habría ido, verme descubierta por aquel gitano llamado Reinos, el mismo que me ofreció un desayuno antes de irme. De pronto, me desperté sobresaltada encima de la cama. Me toque la cabeza no sabía que me pasaba, no podía olvidarme de aquel hombre. Me levante y me acerque a la ventana, aun no llovía pero parecía que quería hacerlo. Así que decidí no perder más el tiempo.

Me vestí con mi corsé y mi vestido color crema y salí de la habitación. Me cruce con Lisse, mi mejor amiga. Estuvimos hablando un rato pero luego me despedí de ella cuando un cliente la reclamaba. Suspire mientras abría la gran puerta de entrada y salía a la fría noche que se extendía sobre Paris. Me dirigí hacia la plaza, no tenía ganas de volver a casa y seguro que no habría nadie en la plaza. Mi cabello iba suelto pero de pronto, una tormenta empezó a empaparme. Me resigne y baje la cabeza haciendo que algunos mechones de cabello se pegaran a mi rostro y que otros ocultaran mi rostro.

No me importaba mojarme, me gustaba la lluvia y tampoco me importaba si me ponía enferma. Me senté en uno de los bancos, justo delante de donde yo me había sentado había un chico en el cual no me había fijado. Quite todos los mechones de mi rostro y levante el rostro para que el agua me mojara. Poco después volví a bajarlo, pero mirando al suelo jugando con un mechón de mí pelo mojado. Me sentía tentada de mirar hacia la persona que se sentaba en el banco de delante pero la imagen de aquel hombre que me había hecho sentir especial en Rumania y con el que Reinos se enfado al saber que se había ido, seguía en mi mente. Ojala pudiera volver a verle.

El cielo quedaba mezclado entre las luces rojizas de la aurora y las sombras creadas por las negras nubes, el grito insesante del cielo surgido por sus truenos había cesado, pero sus lágrimas, a pesar de que no desprendieran rabia, continuaban cayendo sin cesar, lenta... Y pesadamente.

No sabía cuanto tiempo había pasado desde que su conciencia había decidido dejar a su cuerpo, flotar lejos de él y rozar el frío filo de la muerte a la que se había expuesto tras ser mordido y casi desangrado por aquellos vampiros, esa era la sensación que tanto le llamaba al riesgo, que hacía que hiciese caer en aquella situación tan denigrante para cualquier ser.
Antes era más complicado llegar a aquello, poseer un cuerpo humano y débil, demasiado riesgo. Pero ahora la condición licana le hacía más atrayente para sus depredadores, más resistente y con menos posibilidades de poder morir. El dolor y el placer, el flotar entre dos submundos era más largo y se intensificaba, ya que sus heridas tarde o temprano se recuperarian gracias al poder regenerativo de ser una criatura maldita.

Los parpados pesados, cubiertos por la lluvía descubrieron el castaños de los ojos, su almab había regresado a su cuerpo físico, las heridas creadas por las mordeduras se estaban curando, solo quedaba el rastro de la sangre en la piel y la camisa inmaculada abierta. La piel poco a poco quedaba limpia gracias a las lágrimas celestes.

Sus pulmones se llenaba y un suspiro largo surgió de entre sus labios mientras inclinaba su cuerpo hacía delante, apoyando sus brazo en su rodillas e inclinado el rostro hacia delante. Se sentía cansado y demasiado débil.

Un olor se cruzaría en su fino olfato, haciendo que alzara extrañado el rostro. Alguien estaba sentado frente a él, una humana, por lo que pudo notar, con un perfume elegante que se mezclaba con su propio olor que la identificaba como única. Seguro que esta pensaba de que él pocedía de algunos de esos burdeles que les rodeaba, que había salido de ellos, bastante borracho o confuso por los efecto del opio. Era normal pensar en aquello si estabas en un barrio como aquel y veías a una persona con aspecto de haber estado en aquella condiciones.

"Mejor irse..." , pensó repentino al levantarse del banco.
Pero algo fallo en su intención de irse, ya que al ponerse en pie sus piernas le fallaron y un golpe en sus rodillas sufrió al caer sobre ella.
Emhyr blasfemó, a pesar de que las heridas estuvieran completamente curadas, había olvidado el hecho de que había perdido demasiada sangre y con ello, fuerzas.

Baje mi rostro por fin apartando los mechones que se habían quedado enganchados a mi rostro. Abriendo los ojos después de haberles quitado el agua que los empapaba, fije la vista en aquel hombre que estaba delante de mí. Me era familiar pero no le podía ver bien, mientras mi mente pensaba de que le conocía y quien podía ser baje la vista. Pero nada me venía a la mente, necesitaba verle más de cerca. Pero cuando pensaba en como acercarme a él para saber quién era escuche unas blasfemias y levante la cabeza. Vi como se caía de rodillas y eso me preocupo.

Me levante corriendo y fui hasta él lo más rápido que me permitía mi vestido mojado. Me arrodille a su lado, el vestido se podía manchar del barro que había en aquella plaza pero poco me importaba a mí eso. Ahora lo que me importaba era él, el escote de mi vestido daba una visión perfecta de mis pechos que aunque no se veían en su esplendor sí que insinuaban un poco. Pero apoye mi mano en su hombro preocupándome por él. La verdad es que yo aunque no conociera a las personas me preocupaba por ellas.

Mi mano con delicadeza y sin fuerza apretó suavemente aquel hombro ajeno, mirando con preocupación a aquella persona que estaba en el suelo de rodillas. Le mire bien, parecía que había sido atacado. Y eso hizo que mi preocupación se hiciera aun mayor. ¿Por qué le habrían atacado? Pero aquel cuerpo moreno me resultaba familiar, como si hubiera estado hacia un tiempo con él a solas ¿podía ser? Pero no aguantaba más aquella angustia de que si le conocía o no así que hice acopio de valor y me agache un poco más para verle y...

¡¡No podía ser!! ¡¡Era él!! Aquel hombre con quien había tenido relaciones en Rumania, el mismo a quien deseaba ver desde hacía casi tres años, el mismo con quien el gitano Reinos se enfureció cuando vio que había desaparecido de nuevo según él y dejándome allí. Me quede en shock, deseaba tanto verle desde hacia tanto tiempo que ahora que lo tenía delante casi no podía creérmelo. Lo había deseado tanto.

-Eres... eres tú.

Se me veía ilusionada de volver a verlo, la verdad es que no entendía porque se había ido aquella mañana sin decirme nada pero ahora que lo tenía delante parecía que volviera a aquella noche en Rumania. Como si tuviera 17 años de nuevo.

Al caer el sonido de chasquido del suelo empapado fue notable, tampoco le importo el haber caído sobre un charco, ya estaba mojado de por si de la lluvia indómita que no dejaba tregua al cielo gris.
Emhyr apoyándose en sus piernas flexionadas, enjuago su rostro con ambas manos, como si aquel gesto pudiese hacerlo volver a la cordura en la que se había sumado gracias al hipnótico poder de aquellos vampiros.

Aquel perfume le indicaba la presencia de aquella chica, y como se aproximaba a él, eso significaba que le había visto derrumbarse. Su rostro oculto entre sus manos continuó en su estado, esperando a que pasara de largo, ya que sería la reacción normal. En París, y en cualquier otro país una mujer solitaria no iba a pararse ante alguien que parecía actuar bajo los efecto de alguna que otra droga de moda en aquella época.
El turco suspiró, quería estar solo, encontrar la calma por sí mismo, recuperar las fuerzas en aquella habitación vieja y alquilada, con su calor reconfortante. Volvería allí, con el pesar de que nadie estaría esperándolo, la ladrona a la que había decidido acoger bajo su protección había desaparecido sin dar más explicaciones, como solía hacer. Cada uno poseía un plan y Emhyr tenía uno en mente, debía de volver a su país al menos unos pocos días para traer de vuelta, si seguía con vida, a su hermana, y así las pesadillas y las visiones dejarían de atormentarlo, no tendría que recurrir a ser el alimento de vampiros para evadirse, su conciencia encontraría la calma.

El perfume permanecía latente en el aire, la mujer se había detenido. Emhyr pudo sentir como si mano apretaba su hombro con suavidad. Las gotas de agua se colaban por su cabello, deslizándose poco a poco por el rostro moreno, que se descubría entre sus manos. Sus ojos brillaban extrañamente dorados a causa del efecto de haber contemplado la sangre en su piel. Se decía que la sangre provocaba ese efecto en los licántropos, hacía que su verdadera naturaleza quedase reflejada en ellos.
El dorado de tiñó con el castaño de siempre, no le costó demasiado reconocerla, Emhyr sonrió suavemente al ver su expresión, aquella jovencita que había conocido en Rumanía estaba frente a él, hecha toda una mujer.

Podía decirse que ambos había sufrido leves cambios físicos, Emhyr había adquirido nuevas cicatrices y tatuajes que quedaban marcados bajo la camisa blanca mojada. Más palabras en otros idiomas, más símbolos extraños recorrían sus brazos, y aquella cicatrices de pequeñas mordeduras producidas por vampiros y luego las más características que había adquirido en París. El navajazo en su hombro, el mordisco que lo maldijo, y aquella pequeña línea que atravesaba levemente sus labios. Si, parecía que los años había pasado con dureza por él, su rostro a pesar de ser bastante juvenil había adquirido madurez, la delgadez había dado paso a un cuerpo algo más voluminoso a causa de la musculatura desarrollada por la transformación... Incluso ahora llevaba se dejaba perilla, a diferencia de antes.

Su manos marcada con pequeñas cicatrices de cortes se alzo, rozando la mejilla de aquella chica, él le dedico una cálida sonrisa.

-Sigue siendo una piel, demasiado suave...

Cuando aparto las manos de su rostro pude verle, era él, habían pasado algunos años pero sabía que era él. Aquel hombre que me había hecho sentir como una mujer amada cuando solo era una adolescente de 17 años. Pude ver sus ojos castaños, aquellos ojos que recordaba cada noche al cerrar los ojos. Ahora en mi mente se revivía aquella noche de Rumania una y otra vez sin parar, le mire había cambiado. Tenía algunas cicatrices que no había visto en aquel encuentro que tuvimos hacia unos años, parecía más maduro que antes, una línea le atravesaba los labios. Pero yo también había cambiado, mi cuerpo se había hecho el de toda una mujer, mi rostro aun guardaba aquella niñez de antaño y mi piel se había vuelto más suave. Pero aquel brillo en mis ojos y aquella dulzura no habían desaparecido, se habían hecho más latentes si cabe decirlo.
Su mano acaricio mi mejilla eso me hizo recordar la noche en Rumania, el cómo sus manos acariciaron todo mi cuerpo. Como me hizo sentir especial con solo tratarme de aquella manera, con solo ver su sonrisa no pude evitar el sonreír. Mi dulce sonrisa se había dibujado en mi rostro, la verdad es que recordaba como Reinos me había dicho que si estaba enfadada con el moreno hombre que tenía delante estaba en mi pleno derecho pero yo nunca me había enfadado lo único que quería saber era el porqué se había ido sin decirme nada. Deje que me acariciara la mejilla, diciéndome aquellas palabras que me había dicho en Rumania. Me había dicho que mi piel era suave, ahora yo no quería irme a ningún sitio. Yo ahora quería quedarme con él, no quería separarme.
No pude aguantarme porque cuando recobre la movilidad en mi cuerpo y sin poderlo remediar, me lance a abrazarle. Quizás con demasiada fuerza pero evite que nos cayésemos al suelo y también evite el mancharnos. No sabía porque pero sabía que tenía que abrazarlo y es lo que había hecho. Escondí mi rostro en su cuello, unas finas lagrimas habían salido de mis ojos pero no de tristeza si no de alegría por volverle a ver pero necesitaba hacerle una pregunta. Saber el porqué se había ido sin decirme nada, porque no se había esperado a que yo me despertara…

-¿Por qué te fuiste sin despedirte, el día que nos conocimos en Rumania?

En mi voz no había ni reproche, ni enfado, ni nada. La verdad es que no podía enfadarme, ni molestarme, ni nada con él. Era verdad por más que lo intentara no podía, porque en realidad no quería. Mis finos brazos aun le abrazaban y mi rostro se escondía en su cuello.

En el recuerdo siempre solía quedar aquellos rostro que algo le había aportado a su vida, incluso podía recordar a aquellos que tan solo le había dedicado unos segundos a sus vida, unos segundo donde le había importado a alguien, de cualquier manera.

Recordaba a aquella chica perfectamente, había o era cortesana, lo ignoraba ahora, igual que su nombre el cual se negó a preguntarle del mismo modo que él evitó decírselo. Sabía de algún modo que aquellos que ambos vivieron en un pasado, iba a ser solo una noche efímera, en aquella época Emhyr estaba lejos de compromisos sentimentales, se acostaba con diferentes mujeres, por búsqueda de diversión, compañía... o mero placer.
¿En aquella época? En cierto modo Emhyr no había cambiado demasiado en ese aspecto, continuaba con aquel trato con las mujeres, pero en París descubrió algo diferente, el afecto incondicional, el sentir cosas por otra persona que no podías explicar, el que estuviese en su mente...

¡Oh se había sentido como un estúpido hechizado todas las veces que había compartido con aquella cabezota chica pelirroja! Pero ahora tan solo le quedaba la herida, el abandono que le había llevado a aquel extremo sadomasoquista. ¿Todas había sentido lo mismo en cuanto el había abandonado sus lecho aun calientes? Probablemente la gran mayoría... y el pensar en que posiblemente aquella chica que tenía delante había sentido lo mismo le hizo sentirse culpable.

De repente ella le abrazo con fuerza, como si hubiese olvidado la huida al amanecer del turco, como si no sintiese rencor por haberse marchado en el silencio del amanecer, sin explicaciones, sin ninguna despedida.
Emhyr como pudo la envolvió con sus brazos, apoyándose un poco a ella debido a su debilidad, pudo sentir sus lagrimas sobre la piel mojada, ¿por qué lloraba? ¿Tan feliz le había hecho en tan solo una noche?

Sus dedos acariciaron los cabellos húmedos de ella, con suavidad, de algun modo aquella situación el confundía, ya que era reconfortante, pero ¿qué iba a responderle?

Las lágrimas celestes continuaron con su llanto sin fin, éstas se deslizaban por sus mejillas mezclándose con aquellos ríos escarlatas de sus heridas.
Sus ojos castaños continuaba fijos en su mirada, parecían como perdidos. La pregunta había quedado al aire y no tuvo más respuesta que el largo silencio.

-No tengo respuesta para tu pregunta... -Tal solo susurro con voz apagada el turco. -Tan solo decirte, que no deseaba que te arriesgarme a que “te agarraras a un clavo ardiendo” con el tiempo, como dicen...

Aun recordaba las lagrimas que había derramado al no saber nada mas de él, Lisse me había preguntado miles de veces que me pasaba pero yo nunca le decía nada. Pero nada de eso me importaba ahora, ahora lo único que me importaba es que lo tenía allí de nuevo. Casi sin podérmelo creer pero era cierto, sentía su cuerpo de nuevo en mis brazos. Como aquella noche en Rumania, donde nos habíamos conocido. Le escuche dejando que las ultimas lagrimas de mis ojos se deslizaran por mis mejillas, a mi no me hubiera importado. Por eso me separe un poco de él y le mire a los ojos. Apoye mi frente contra la suya, sintiendo su cuerpo caliente. Aquel calor que me gustaba sentir.

-A mi no me hubiera importado si hubiera estado contigo. Te eche mucho de menos y Reinos enfureció al ver que te habías ido... según él, de nuevo y sin decir palabra. Pero durante estos años que no nos hemos visto. No he perdido la esperanza, sabía que volveríamos a encontrarnos. Porque no me importa ni que te fueras, ni nada. Me hiciste muy feliz en aquella noche, mucho más feliz que nadie.

Dije mirándole a los ojos apoyada en su frente. Era la verdad con solo aquella noche de pasión que habíamos compartido hacia unos años había pasado la mejor noche de mi vida. Por esa razón me acordaba tanto de él, porque junto a él había pasado las mejores horas de mi vida. Él me había hecho sentir como si no fuese cortesana, como si aquella noche solo fuese una mujer con un hombre. Durante algunas horas olvide mi cruda realidad, pero ahora él estaba de nuevo frente a mi haciéndome recordar todos los detalles aunque yo no había olvidado nada de lo que había pasado. Recordaba con claridad y con todo detalle aquella noche, recordaba todas y cada una de las palabras que nos habíamos dicho.

Después de mirarle a los ojos, volví a abrazarle y aspire el aroma de su cuello mojado, pero aun así eso tampoco había cambiado, aquel olor que se había guardado en mi mente seguía allí. Sobre su piel. Sonreí.

-No ha cambiado nada, tu olor sigue siendo el mismo.

Emhyr apretó sus labios, sabía que Reino se había enfurecido, es mas le había echado una buena reprimenda cuando el volvió con aquel grupo de gitanos nómadas, a mitad de camino. Hacía unos poco meses se lo había vuelto a encontrar en París, cuando visito el circo con Nimue, de nuevo y con una sonrisa le regaño con aquella actitud paternal, recordándole delante de aquella chica, que si esa iba a ser la definitiva o iba a huir también de ella.
Si, una costumbre muy común del turco, seducir mujeres para luego abandonarla al amanecer. Más o menos como le había ocurrido con aquella chica cuyo nombre incluso desconocía, pero a pesar de ello era una de esas chicas que con los años nunca se olvidaba, ni de su rostro ni del calor de su cuerpo y al parecer ella no le había olvidado, es más, parecía sentir algo por él. No sabía el que, pero algo agradable si estaba seguro que era, cuando no le había tirado cosas ni abofeteado como más de una ocasión le había ocurrido con muchas de sus despechadas.

-No hubieses podido estar conmigo. Yo no hubiese podido darte lo que tú tal vez anheles. -Emhyr, que respiraba con dificultad por la debilidad de sus fuerzas al haber perdido tanta sangre, limpiaba sus lagrimas. Le hablaba con seriedad, debía de ser realista. -No soy ese tipo de hombre, o más bien no sé si alguna vez seré ese tipo de hombre.

Ella parecía perdonarle todo, él solo se veía irremediablemente hiriéndola, ya que era habitual en él. En cuanto ella apoyo su frente junto a la suya y fijo sus dulces y hermosos ojos en los de él, Emhyr sintió deseos de volver a besarla, de algún modo le tenía aprecio a aquella chica. ¿Quién diría que una chica así pudiese ser una cortesana?
En la humedad de la noche pudo notar su cuerpo mojado contra el suyo con fuerza, ella recordaba ciertos aspecto de su propio cuerpo, que apreciaba. Emhyr dejo que la abrazará es más el con las pocas fuerzas que tenía la envolvió con su brazos.

-No puedo creer, que no me hayas abofeteado... -Dijo con una suave sonrisa, de repente se sintió levemente mareado y por ello su abrazo se aflojo y tuvo que apoyarse con a ella, sentía ganas que estaba a punto de desmayarse. -Antes de que pierda la consciencia, creo que llego el momento de que sepamos nuestros nombres...

No sabía que me pasaba con él, con ese chico me sentía como no me había sentido con nadie mas... Desconocía su nombre... pero eso no me había importado... Desde hacía años, por desgracia, muchos hombres habían pasado por mis brazos. Pero el único que había hecho que me acordara de su calor, de sus labios, de su voz... de todo. Había sido él, solo él. Días después de que él me abandonara a la madrugada había pensado en que si lo veía de nuevo le abofetearía o le tiraría algo pero no... eso había cambiado con el paso del tiempo. Porque no quería abofetearle, ni tirarle cosas, ni hacerle daño, ni nada de nada. No quería creer lo que me decía... la gente podía cambiar, la gente cambiaba. ¿Porque él no? Le miraba a los ojos mordiéndome el labio. Pero en ese momento me di cuenta que respiraba con dificultad... eso me preocupo.

Sentí sus brazos de nuevo en torno a mi pequeño cuerpo. Como aquella noche en la que todo empezó... jamás me arrepentiría de nada de lo que había pasado, jamás. Pero cuando dijo aquellas palabras reí un poco levemente, mirando sus ojos con una sonrisa en mis ojos.

-Jamás, jamás te abofetearía.

Pero en ese momento sentí que des aflojaba la presión del abrazo y le mire, parecía que se iba a desmayar y eso me tenia preocupada. ¿Que le ocurría? Aguantándole con mis brazos para aguantar su peso por si se desvanecía. Pero sus palabras me hicieron mirarle a los ojos, sonreí un poco y pase mi fina mano por su mejilla acariciándole dulcemente.

-Me llamo Elinor, Elinor Clarissa Carstairs...

Sabía que se iba a desmayar el mismo lo había dicho pero no dejaría que se quedase allí. Fuese como fuese me lo llevaría al burdel, a mi habitación que aún conservaba. Tenía que ver lo que le causaba que se desmayara pero allí, seria mas fácil. Además conseguiría ropa seca de los cortesanos de mis compañeros.

La cabeza le daba vueltas, su respiración se volvía jadeante, su consciencia estaba resistiendo demasiado, había perdido demasiada sangre, no sabía cuantos vampiros había tenido encima bebiendo de él, pero había sido lo suficientes para poder provocarle más de un delirio.

Emhyr volvió a reír ante lo que le había dicho de que no le abofetearía.

-No sería la primera que lo harían. -Le dijo refiriéndose a la veces que se había llevado un buen rapapolvo de alguno de sus despechadas, o de sus padres, etc. Su tono de voz denotaba que aquello le parecía divertido.


Sus brazos continuaba aferrados a ella ya no por fuerza, sino por propia voluntad. Sin poder evitarlo apoyo su rostro en el hombro de ella. Su corazón latía con fuerza, más de la cuenta además de la debilidad parecía que se le iba a juntar un síntoma que últimamente era muy común en su cuerpo, y era la fiebre. Provocada por un cuerpo que aun se adaptaba a un espíritu nuevo en su interior, el del lobo. Adrianne su Hacedora se lo había advertido, hasta al menos un año no terminaría de notar molestias, añadiendo a los cambios de humor. La verdad le parecía extraño que a esas alturas, ya pasado demasiados meses aun continuase su cuerpo luchando por su mortalidad.

-Llamame Emhyr. -Dijo con la respiración entrecortada, la lluvia había remitido pero el sentía su propio sudor empaparle y la sensación febril juntarse con la debilidad anterior. -Elinor, precioso nombre. -Pauso un momento para tomar aliento, su tono de voz cambio a la seriedad. -Elinor, escuchame atentamente, aunque te parezca extraño y no veas ni heridas ni marcas en mi cuerpo, he perdido mucha sangre... Demasiada. Además de que estoy un poco enferm...

Si, había perdido la consciencia, todos aquellos factores en su contra habían podido con él. Ahora su mente se había envuelto en la oscuridad y su cuerpo se había convertido en una carga pesada para aquella chica.

Una voz ajena a toda escena llamó a la cortesana, al parecer era uno de aquellos “gorilas”, que más de una vez había engañado Emhyr con el sonido de los tornillos al chocar, haciéndoles creer que su bolsa estaba repleta de monedas, tan solo por el hecho de que le permitiese entrar en el burdel.
El “gorila” se acerco a ambos y los miró con preocupación, una de las cortesanas al ver que Elinor faltaba en el burdel preocupada lo había mandado.

Sabía que debería estar enfadada con él pero no podía estarlo, algo me lo impedía. ¿El qué? No lo sabía, pero me daba igual no estaba enfadada con él. Sentía como se aferraba a mí y yo no le soltaba, le tenía cogido entre mis brazos y no tenía ninguna intención de soltarle. Le miraba en todo momento, viendo como poco a poco iba perdiendo la conciencia. Sabía que pronto se desvanecería en mis brazos pero yo sabía que no le iba a dejar solo, lo ayudaría, le llevaría conmigo… no le dejaría solo. No ahora que lo había vuelto a ver después de dos años, mi mano estaba en su mejilla, sin dejar de acariciarla mirándole a los ojos. Asintiendo cuando escuche su nombre, su sudor me estaba empapando a mí también pero no me importaba porque lo único importante para mí allí era él y solo él. Me sonroje cuando alago mi nombre, pero cuando le escuche me preocupe y justo no pudo acabar la frase le cogí mejor en mis brazos cuando se desvaneció.

-Emphyr… no te vayas… quédate conmigo…

Dije solo preocupándome por él más que por mí misma, me daba igual todo. Ahora lo importante era llevarle al burdel, a mi habitación allí estaría mejor y podría decidir qué hacer. Cuando escuche mi nombre, me gire uno de los guardias me había ido a buscar. Mis compañeras me habrían echado en falta y él habría ido a buscarme, solo le mire suplicándole con los ojos que me ayudara, suplicándole que se acercara él lo hizo y recogí a Emphyr mejor entre mis brazos.

-Por favor, ayúdame. Debemos llevarle a mi habitación en el burdel, por favor.

Él solo asintió y cogió a Emphyr entre sus brazos. Nos fuimos casi corriendo hacia el burdel y cuando estuvimos en mi habitación lo dejo en mi cama y se fue. Me acerque a Emphyr posicionándome a su lado en la cama y tocándole la frente estaba empapado en sudor y estaba ardiendo de fiebre. Me fui al cuarto de baño y cogí un cuenco lo llene de agua y volví a la habitación. Cogí un paño, lo moje y se lo puse en la frente. Con la esperanza de que eso le ayudara, le miraba en todo momento… Hasta que roce sus labios con los míos, como pidiéndole que abriera los ojos. Le quite la ropa mojada y le tape con las sabanas, me posicione a su lado y le mire, estaba muy preocupada por él. Le mire el pecho tenia cicatrices pase mis manos por el pero solo quería verle abrir los ojos, puse mi cabeza en su pecho sin ejercer presión besando su pecho y después quedándome allí mirándole a la cara.

La oscuridad lo llevaba por una senda perdida en su mente, el tiempo había parecido detenerse en algún lugar en su interior, solamente en su cuerpo podía sentir el ser pesado bajo el velo de la inconsciencia y el febril de la debilidad.
Voces ajenas, a lo lejos, las cuales no podía apreciar, y Emhyr se dejaba llevar rindiéndose por una vez... Su voluntad no lucho porque su mente quedase despierta, estaba cansado por así decirlo de luchar.

Si, ya había recibido las tres heridas la del amor, la muerte y la vida, la primera había llegado demasiado tardía y la segunda demasiadas veces había estado presente, incluso antes de que a los siete años se cobrase con sus propias manos una primera vida, así era la vida de un jenízaros, criados para no sentir ese tipo de escrúpulos ante la vida.
El amor, no había que olvidar esa herida tan importante, la más reciente. Para Emhyr había sido un sentimiento novedoso, un sentimiento que solo los necios sentía, él no estaba hecho para ello, es más, si éste se veía en peligro de caer en tan débil sentir rápidamente lo despreciaba con frialdad. Pero finalmente había caído rendido a él, había sido estúpido y débil, una jovencita diez años menor que él, una ladrona, había podido con el mujeriego y casanova de Emhyr, lo había dejado embobado tras romper su muro de hielo. ¿Y cómo le había tratado éste? El amor parecía haberse pagado los desprecios recibidos por el turco, ya que le había pagado con la misma manera. No con despreció, sino con algo peor... Desconcierto y abandono. Pero... ¿Qué esperaba, que aquella chica le esperara eternamente? Mudo se había marchado a su tierra, a Constantinopla, debía de recatar a su hermana pequeña de aquel destino incierto, y en ese tiempo habían pasado demasiados meses. Era normal que aquella chica ya no estuviese allí a la espera, demasiado confiado había sido...

-Mi Nimue... -Había murmurado entre delirios febriles.

Había pasado casi un año y el muy necio había caído en el desamor no conocido antes, se había puesto en el lugar de aquellas mujeres que él había abandonado sin reparo, sin explicaciones, ahora sabía lo que se sentía y lo único que se le había ocurrido era refugiarse en aquel feo vicio lujurioso rodeándose de vampiros, que en alguna noches lo dejaban al borde de la muerte tras beber de él. ¿Qué buscaba? Los delirios y visiones que podía proporcionarle ese estado.

El sudor recorría su cuerpo y su piel se veía envuelta en gélidos escalofríos, su cuerpo ardía por la fiebre pero ese se sentía hielo.
Algún que otro quejido de sus labios se pronunciaba, soñaba con aquellos cabellos de fuego que le enloquecían y torturaba en su herida de amor...

Hasta que la calma vino, y pudo sentir el calor que necesitaba su cuerpo con sensación a hielo.

“Emhyr no vuelvas a caer en sus redes...” Había dicho sus propia voz en su interior. “Y así será...”

Sus cálidos labios le reconfortaban, su piel demasiado suave hablaba de ella misma. Habían pasado horas y sus ojos castaños brillantes, quedaron revelados tras sus parpados. Se sentía débil, estaba en una habitación ajena, envuelto en mantas, era extraño... Por una vez se sentía protegido.

-Buenos días, preciosa...Eh... ¿Noches? -Su voz era débil, su acento continuaba ahí. -No sé que hora es, la verdad.

Le miraba en todo momento, sin separarme de él. Solo esperaba verle abrir los ojos de nuevo, mis ojos y mis mejillas estaban llenos de lágrimas, lagrimas de desconsuelo, de dolor, de miedo a que no despertara. Sus labios pronunciaron el nombre de una mujer, eso hizo que mi corazón se encogiera. ¿Qué esperabas Elinor? Él era un hombre, no le habías visto en dos años. ¿Tu que eres? ¿Una cortesana? Si, vaya empleo más bueno. Era lo que me tocaba, pero no pude evitar ese dolor en mi corazón. Pero trague saliva y me quede viéndole, cogiendo su manos entre las mías, acariciándole en todo momento. Pero de pronto me di cuenta que estaba empapada, me había preocupado primero por él. Pero no quería separarme de él, una sola hora basto para que su respiración se normalizara y ya solo durmiera.

Eso me tranquilizo y pude levantarme para coger uno de mi vestidos secos y uno de mis corsés. Me cambie allí mismo, Emphyr estaba dormido y tampoco me importaba que me viera. Hace dos años ya me había visto desnuda y mi cuerpo no es que hubiera cambiado mucho. Me puse el corsé seco y el vestido también seco y puse la ropa mojada a lavar. Después cogí un cepillo y me puse a cepillarme el cabello para dejarlo de nuevo suave y sin líos en él. Me tome mi tiempo, pasando varios minutos. Pero deje el cepillo sobre la mesa de noche que había a ambos lados de la cama y le mire. Aun no despertaba… pero volví a coger su mano entre las mías.

Después de varias horas despertó, pude ver de nuevo sus ojos, aquellos ojos que había visto dos años atrás y que había deseado volver a ver. Cuando le oí hablar no pude reprimir mis lágrimas y me tire encima de él abrazándole con fuerza. Sin ejercer todo mí peso en él, pero si llorando de alegría al verle de nuevo abrir los ojos.

-Emphyr… Emphyr estas bien…

Dije llorando escondiendo mi rostro en su hombro abrazándole con cariño. Le estaba dando gracias al cielo de que se encontrara bien.

Emhyr no pudo evitar reír al ver aquella lágrimas acudir a los ojos de la cortesana, sentir su cuerpo envolver el suyo propio con aquel abrazo.
Pocas personas se habían alegrado tanto de verlo simplemente despertar de sus pesadillas febriles, se diría que aquella chica realmente sentía algo por él, no sabía el qué exactamente, pero algo verdadero. Ya que sino no podía explicarse como, tras haber sumido en el abandono y desconocimiento tras su huida al amanecer en aquella carroza rumana, hace años, ella hubiese seguido recordándole, le hubiese perdonado aquello. Lo normal hubiese sido que en su despecho sintiese despreció hacía su persona, pero no era todo lo contrario, preocupación y cariño era lo que no había parado de recibir de ella una y otra vez sin pedir nada a cambio de aquel hombre mujeriego y egoísta. Aquel que había recibido de su propia medicina para aprender y hacer su corazón mucho más fuerte, nadie más le causaría más daño. Él que no había conocido el amor en estado puro antes, lo había padecido en todo su resplandor y con cada una de sus consecuencias, y ahora no sería tan fácil poder penetrar en aquel fondo de su alma.

-¡Oh vamos! ¿Por qué lloras no es para tanto? –Decía con aquella sonrisa iluminadora en sus labios.

Podía sentir su cuerpo sobre el suyo, delicado en todo momento, temeroso de dañarle, ¿pero que daño iba a hacerle aquella chica? Todo lo contrario, sin pedir a cambio, lo hacía todo. Emhyr la envolvió entre sus brazos con fuerza y respondió a su abrazo, beso su pelo varias veces con aquella calidez tan señalada en él, parecía como si en aquel momento hubiesen retrocedido años atrás y se volviesen a encontrar en la carroza de Reinos en algún lugar perdido de Rumanía.

Girando su cuerpo, el turco volteó cambiando las posiciones, quedando sobre ella, atrapándola con sus brazos. Su fuerza se había recuperado junto con su salud, era lo extraordinario de ser un licántropo.

-¿Tan mal he estado? O no será, ¿qué los años me han tratado tan mal que estoy horrible y te causo esa impresión? –Bromeaba, deteniéndose en aquel silencio en acariciar el rostro de ella, dibujando cada facción de un modo meticuloso y distraído, dejando tras decir aquel cosquilleo agradable.

Si, los años había hecho mella en él, al parecer en la cortesana parecía como si estos no hubiesen pasado, es más le veía más resplandeciente como si su belleza hubiese florecido haciendo de ella una mujer fascinante. Seguro que aquel atractivo que se había visto potenciado con su madurez le había venido muy bien para sobrevivir en aquel mundo.
Emhyr era consciente de que ante él tenía a una cortesana, sabía de lo que vivía, pero por ello no iba a recibir desprecio, lo comprendía. En aquellos bajos mundos no era de esperar que las maneras de sobrevivir fuesen las consideradas más “dignas” por el resto de la sociedad, él mismo lo sabía.

Sin mediar palabra la sonrisa del turco se borró, en un gesto indescifrable.

Un beso corto, la duda.
Otro beso menos corto, sus ojos castaños se dirigían directos a los de ella esperando una bofetada o algo similar.
Y sin poder evitarlo el impulso se hizo con él como antes, y agachando su rostro sus labios volvieron a rozar los de ella, ávidos de beber de su néctar. Su había una suavidad absoluta, más bien un apasionado desenfreno de aquella pequeña parte indomable de Emhyr. Sus manos se dejaban llevar por aquel entusiasmo repentino, acariciando rozando cada uno de los rincones de la figura de la chica, su cuello, sus pechos, la subida de sus muslos y su cintura. Él mismo inquieto había apretado su cuerpo contra el de ella, en busca de su calor más primario.

-Perdona. –Retiró sus labios jadeantes. –No tenía que haber hecho eso, lo siento. –Emhyr se tumbó a su lado, dejándola libre de su cárcel.

No me había alegrado nunca tanto de algo, como me había alegrado de que él se despertara. Aunque se me pusieron los ojos cristalinos. Estaba abrazada a él con fuerza, sentí sus fuertes brazos abrazándome y sentí que me besaba el pelo. Cerré mis ojos y por un momento me pareció volver a Rumania, aquello que paso entre nosotros y que había sido tan importante para mí. Me sorprendí cuando se giro para ponerme encima y le mire a los ojos mientras hablaba. Sonreí y reí un poco cuando le escuche, él podía bromear y yo me sentía algo más tranquila y relajada pero le miraba a los ojos. Levante mis manos y acaricie sus mejillas con una sonrisa en mis labios.

-Para nada, pero… tenía miedo de que no pudiera volver a ver tus ojos… o de no poder volver a hablar contigo…

Dije con sinceridad pero lo que más me gustaba de él es que no me despreciaba por trabajar de lo que trabajaba. Eso me subía mucho la moral eso ayudaba mucho a que me sintiera mejor. Pero no me esperaba lo que me paso, pero no le pegue porque él me gustaba. Sí, pero me gustaba que me besara, había echado tanto de menos sus labios… Me deje llevar por sus labios, besándole con todo lo que sentía dentro de mí. Él se disculpo y le mire cuando se separo de mí.

Fui yo la que entonces se puso encima de él, pase mis manos por su cuello y luego por su rostro. No me había molestado aquello, le necesitaba. De verdad, que le necesitaba por eso primero sonreír y luego roce sus labios con los míos al hablar.

-No hay nada que perdonar, echaba de menos tus labios y deseaba que lo hicieras.

Dije sonriendo para después besarle de nuevo esperando que aceptara el beso porque había echado muchísimo de menos sus labios.

Antes de aquella acción precipitada, el turco sonrió con alegría ya que veía como pequeña victoria el haberle sacado una sonrisa con su simple broma.

Después de sus disculpas, tumbado y aun jadeante se sintió sorprendido por sus palabras y la respuesta de sus labios, su cuerpo sobre el suyo ejerciendo aquella dulce presión contra él. Realmente todo en ella le era atrayente, y aquella oportunidad no era para ser desaprovechada, pero a diferencia del Emhyr del pasado, el del presente había aprendido a pararse a pensar sobre sus acciones, sobre todo por las consecuencias, aun le daba a desconfiar aquel comportamiento con respecto a él. Aunque ahora precisamente su mente había quedado anubilada, y sus pensamientos había quedado en una trastienda bien lejana de su mente, pinchándole ligeramente para que recordase aquella reflexión.

El sabor de sus labios le embriagaba con profundidad no dudo en responder a ellos, mientras la apretaba contra sí con una fuerza medida, ya que no quería hacerle daño, por su nueva condición.

-Ten cuidado… -Un beso corto en los labios, luego estos recorriendo su cuello hasta llegar su hombro. -Lo que tus labios han iniciado puede ser finalizado por mis manos. –Sus dedos ya estaban de nuevo enredándose en cada rincón de su piel, deshaciendo las ataduras de su apretado corsé sin cuidado ni pudor alguno. Un sentimiento lujurioso en su interior se encendió.

Alguien pegó en la puerta y una voz femenina sonó tras ella. Seguro que la madame de aquel burdel. Emhyr pudo imaginarse que su presencia allí no había pasado desapercibida para los habitantes del burdel, sobre todo en aquella mañana temprana donde seguro que los servicios aun no estaban dispuestos para clientes madrugadores. La noche era el horario prefecto para que las chicas y chicos que vivían de aquello iniciaran su labor.
El meter a un hombre con aspecto de no poseer fortuna, más bien de mendigo o trotamundos, seguro que podía traerle problemas a la chica. El turco rompió el contacto de sus labios y mirándola directamente con sus ojos castaños, comenzó a buscar en sus bolsillos. Incorporándose hasta quedar sentado y con ella encima, sacó de su bolsillos unas monedas y se las dispuso en las manos.

-Si te preguntan, dile que te he pagado. Que soy un cliente madrugador. –Le dijo con suavidad y seriedad.

Al parecer había sido el golpe de aquella puerta lo que había despertado de su ensueño lujurioso. Aquel extraño comportamiento de aquella chica iba a ser sometido a preguntas, ya que estaba haciendo demasiado por él sin pedirle nada cambio no había sentido rencor por su abandono de hacía unos años, de su acción de aprovecharse de algún modo de ella para pasar una agradable noche en el lecho. Además aquella fascinación que podía ver en sus ojos.

Sonreí al sentir que me apretaba contra él, sus labios me besaron de nuevo como aquella noche en Rumania. Sentía su cuerpo caliente contra el mío, todavía recordaba el tacto de su piel bajo mis dedos. Y ahora al sentir sus labios sobre los míos de nuevo, me hizo recordar aquella noche. Me puse encima suyo con una pierna a cada lado de su cuerpo, con el vestido cayendo por encima de su pecho y por detrás sobre sus piernas. Jadee cuando sentí que sus labios pasaban de mi cuello a mi hombro. Y sonreí al escucharle la verdad es que no me importaba que acabaran sus manos.

-Bueno, si son tus manos las que lo acaban… no me importara…

Dije con aquella voz picara que había utilizado también aquella noche, sentí como mi corsé poco a poco deshacía su agarre. Pero la voz de la madame detrás de la puerta hizo que levantara la cabeza y mirara hacia la puerta suspirando. No quería que sacaran a Emphyr de allí así que lo que se me ocurría es mentir a la madame diciendo que Emphyr era un cliente. Pero le mire a los ojos cuando se incorporo hasta quedarse sentado y yo estando encima de él. Sonreí y cogí las monedas que me daba.

-Pensaba hacerlo igualmente.

Dije dándole un suave beso en los labios antes de levantarme y pude ver como algunas cintas del corsé aun lo mantenían sujeto y no tenia que sujetármelo. Fui hasta la puerta abriéndola a medias de forma que solo se me viera a mí y no a Emphyr. Mire a la madame que me miraba con cara seria pero yo me mantenía impasible ante aquello ya había aprendido a controlar a la madame.

-¿Algún problema, madame?

Dije mirándole a los ojos, sabía que el guardia que me había ayudado se lo habría dicho. Ella lo veía y lo sabía todo, ¿pero hasta que punto le había dicho de Emphyr?

-¿Tienes un cliente? Erick me ha dicho que estas con alguien.

-Si, madame tengo a un cliente. Es un cliente madrugador.

-¿Te ha pagado?

-Por supuesto, aquí tiene las monedas. Los demás son mis honorarios.

-Muy bien Elinor. Sigue con tu trabajo.

Asentí y cerré la puerta apoyándome en ella suspirando. Alguna vez pensaba que la madame tenia poderes, me asustaba. Pero mire a Emphyr y camine de nuevo hasta allí después de cerrar la puerta con llave.

-Ya está arreglado.

Dije sentándome a su lado en la cama, algo me decía que tenía preguntas que hacerme. Por eso pose una de mis manos en su pecho acariciándole dulcemente pero esperando que dijera algo con un mechón de mi cabello castaño encima de mi rostro.

Ella obedeció a sus palabras, al parecer ella había tenido más tiempo que él en pensar en aquel detalle si algún tipo de situación similar surgía.
Un suave beso de despedida, y Emhyr volvió a tumbarse sobre la cama con toda la tranquilidad del mundo, sin preocuparse por aquella mujer que en la puerta esperaba.

“Adiós a la comida para unos pocos días más” –Pensó cuando fue consciente de la cantidad de monedas que la había dado.

Encogió de hombros sin darle demasiada importancia, había sobrevivido con menos todavía en sus bolsillos y bastante había aprovechado el dinero que el embajador rumano le había dado de parte de su monarca. Al menos tenía la opción menos ortodoxa si se encontraba en la situación extrema del hambre, con los bolsillos vacíos y la poca posibilidad de robar algo. Podría ir al bosque o a los alrededores, tomar un festín viviente… No hacía muy poco que sin quererlo se había transformado a voluntad, no exactamente había llegado a tomar su forma de lobo corriente, tal y como deseaba, pero… Había sido un descubrimiento sorprendente. ¿Se supone que estaba sometido a la luna llena cómo era posible? Bueno, aquel asunto no era para pensarlo ahora demasiado, tendría tiempo para investigar un poco mejor, más adelante.

La puerta de nuevo quedo cerrada, sin ningún problema Elinor había conseguido su propósito. Emhyr se incorporó imitándola, ella acababa de sentarse a su lado, al parecer había leído en su semblante.

-Quería comentarte algo, más buen preguntarte. –Carraspeó. -En ésta noche. –Emhyr miró la ventana, había demasiada luz solar para ser de noche. –Bueno, mañana. Has hecho mucho por mí sin esperar nada… Te voy a estar agradecido siempre, si tuvieses que pedirme algo, ¿qué sería? Pídeme lo que desees, lo que sea. (Espero que sea algo alcanzable para mí) Yo intentaré devolverte todo hecho, y no quiero saldar una cuenta contigo ni nada similar, no pienses mal. Solo quiero que sepas que para lo que necesites estaré aquí. –Se había desviado él mismo de tema, más bien evitaba la duda que por dentro la acosaba, pero temía la respuesta de algún modo, temía que aquella chica hubiese estado enamorada de él o algo similar en aquellos últimos años, que aun lo estuviese y que esperase alguna correspondencia. El turco no solía rencontrarse con antiguas amantes, es más si lo había hecho solo había recibido alguna buena bofetada bien dada, insultos o peor… Nada más, no aquel comportamiento. No una sonrisa, no sus labios de nuevo o… su cuerpo deseable. Emhyr desvió su mirada, apretó sus labios, los minutos pasaron en su reflexión y lo soltó directo. Seguro que aquel margen de tiempo en silencio había sido suficiente para dar por terminado el tema anterior. –Elinor… ¿Qué es realmente lo que sientes por mí? ¿O has sentido en estos años? La verdad, no dejo de sorprenderme con tu respuesta ante el reencuentro, me parece extraño. Yo te deje “tirada” en aquella carroza hace unos años, sin explicaciones ni nada, me aproveche de ti, aunque no niego que has sido de esas mujeres que son difícil de olvidar, un rincón de mi memoria no te ha permitido esfumarte como muchas otras. ¿Qué esperas de mí?