Capa, misterio y velas (Cassidy A. Cohen)

Los tambores sonaron más alto, anunciaban el comienzo de la sesión espiritista del jefe gitano Vladimyro, estando allí ya no había marcha atrás.

Ésta sesión era especial ya que, Vladimyro presentaba a sus alumnos más jóvenes ante sus amigos brujos, algo insesato, incluso para él. Todo maestro tenía que saber que poner en riesgo a sus alumnos sería el fin para él, si algo salía mal, otro brujo podría neutralizarlo, además no todos los brujos tenían los mismos dones, sería raro ver a un brujo en una sesión mediúmnica que no esté acompañando a su mentor, era una fiesta arriesgada, ya se que llevaba acabo en el medio del cementerio.

Todos estábamos vestidos de blancos, lo único que nos diferenciaba eran nuestras capas, la mía como siempre era azul, sólo que ésta adentro era de color negro. Desde hoy a la mañana tenía la leve impresión de que mi compañero y traidor, Vladimyro, me tendría preparada alguna prueba, antes de que llamara a Mareia, como era de costumbre en mí.

Pero algo había salido mal, las velas comenzaron a apagarse a medida que los espíritus se manifestaban, no era una noche con viento así que lo más probable era que el jefe a cargo no tenía la suficiente fuerza como para hacer la sesión. Así fue como tomé mi bastón y mi sombrero, el cementerio sería más interesante que la sesión fracasada de Vladimyro.

Las tumbas estaban cada una con una vela diferente, nos acercábamos al día de los muertos, era normal que sus familiares para ésta época del año les regalaran algo, incluso una vela encendida a sus familiares difuntos. Comencé a divagar sin rumbo fijo, de pronto tuve que frenarme, una mujer vestida de blanco acompañada por un hombre moreno que más tarde reconocí como Zaire, estaban sentados en dos tronos en la cruz mayor.

- ¡ Zaire!.- dije entre mis pensamientos y luego lo dije en voz alta. El alma de mi amigo me sonrió, ambos parecían desvanecerse, no era mi imaginación cuando pensaba que Zaire y yo estábamos totalmente distanciados. La muerte, aquel vil final de todo mortal, había cortado el vínculo más duradero de toda mi vida. No obstante, debía seguir mi camino, pronto zarparía y no sabría cuando regresar a París, ya nada me ataba a ésta ciudad y a su gente.

Me senté en la cruz mayor, precisamente abajo de ella. Desde aquí podía ver a las ánimas de los difuntos agarrar los presentes que sus familiares le había regalado.

Un lamento, tan sencillo como el crujir del viento se aproximó a mis oídos. Miré hacia donde provenía, y frente a mí, un hombre de cabellos canos, con rostro gentil, parecía incómodo ante mi presencia fortuita, al parecer quería estar a solas con la joven de capa azul, más oscura que la mía.

Los parentescos no superan a la muerte, siguen estando dentro de los corazones y mentes de los individuos del mundo terrenal, luego de perder a mis dos padres, a un amor y a mi mejor amigo, mis recuerdos con ellos, los genes que había heredado, todo aquello seguía dentro de mí. Esos recuerdos, son los que atan a las almas, incluso a nosotros mismos.
El alma se aproximó velozmente hacia mí.

" ¡Déjame entrar a tu cuerpo!", me dijo con voz ronca, una orden casi impuesta. Lamentablemente no tenía tiza y las velas harían que mi cuerpo sea un puente de todas las almas, no solamente de aquel hombre que me pedía aquello que me era, por el momento, imposible de realizar.

" No te dejaré, no puedo", respondí con mis pensamientos, sentía como su mano penetraba mi carne y huesos hasta llegar a aquello más profundo de mi ser. Fijé mis ojos en las velas, concentré mi energía conforme él entraba a mi cuerpo. Volviendo a minutos atrás, aquel hombre quería volver, aunque sea por un minuto o dos.
" Veamos quien eres", pensé. Él me permitió ver su niñez, su adolescencia y su final. Era brujo. No sabía si llegó a ser jefe o sacerdote de coven, pero sus conocimientos de magia alcanzaban los míos con total claridad.

" ¿ Quién eres?", preguntó con dureza.
" Mira compadre, te lo explicaré de ésta forma, ahora estás en mi cuerpo, soy tu médium, si haces algo equivocado te botaré de mi cuerpo y volverás a las tinieblas, ¿ has comprendido?", respondí con pesadumbre. Me levanté. Con la cruz mayor de fondo comencé a dar pequeños giros, para que aquel alma tomara forma dentro de mí.

" ¡Vaya!, si eres Amelhíon Do Crucerois, famoso médium y jefe brujo", dijo el alma de aquel brujo mientras con mi cuerpo adoptaba sus posturas habituales.

" De acuerdo, si ya lo sabes, puedes hablar, siempre y cuando dejes a mi protectora llegar más tarde", parecía ser que llegaríamos a un acuerdo, después de todo, éramos dos brujos razonables. Mis ojos adoquirian otra visión, menos aguda y borrosa, me estaba elevando.
" Comprendo, luego la llamaré.", prometió el alma mientras ya estaba dentro de mi cuerpo y yo estaba afuera, junto con Zaire y la reina de los misterios del cementerio, así fue como aquella mujer de vestido negro, que antes no había pronunciado palabra se dio a conocer.


- Cassidy...- dijo mi cuerpo.-Pequeña...¿ eres tú?.
¿ Quién era ésta Cassidy,? se veía que era bruja, por su forma de actuar y por el velo misterioso que cubría su alma, era muy pequeña para ser su amante, y su mirada estaba llena de tristeza, así que quedaban dos opciones, o era su hija, o su discípula.
"¡ Cállate Do Crucerois", dijo el alma otra vez para mí, o para nosotros. ¡ Vaya!, ya estaba perdiendo el control, lo cierto era que ahora estaba en el mundo espiritual, no en el terrenal, todo lo veía como un espejo de agua, repetido y borroso.

Sin duda el dolor de haber perdido a su maestro angustiaba a la pequeña Cassidy, aquella muestra de amor provocó que quisiera volver a mi cuerpo. Lo miré atentamente, como un tigre a su presa, me abalancé sobre aquel alma que congelaba el interior de mi corazón, si aquel brujo seguía allí, temrinaría matándome.

" Comprendo que quieras volver a ver a tu alumna, pero es hora. Llama a Mareia", dije interponiéndo sus pensamientos con los míos. La extraña difunta, de pollera negra al igual que el corset me tomó de la mano, con las suyas enguantadas.

- Amelhíon no puedes intervenir.- No me había dado cuenta de aquella voz angelical, melodiosa y aguda. Era una fascinación aquella mujer, sin duda su porte decidido, imperial provocaba en mí un absoluto respeto.

Ya en el mundo espiritual, la vi por completo. Me había alejado de aquel mundo en el que mi materia abrazaba a una joven bruja llena de tristeza.
- Si me dejara...- quise seguir, pero entre las sombras, Zaire, vestido de blanco, me tomó del rostro.

¿ Cómo describir aquellos ojos ensombrecidos?, Zaire siempre había sido alguien que tenía luz en sus ojos, por más que las diversidades en nuestros caminos nos han tirado en el mar, en el frío piso de la casa de magia, en la catedral, en medio de un desarrollo mágico, él siempre tenía aquel brillo inocente, lleno de vida, de esperanza. Ahora, aquella inocencia estaba dormida, para siempre.

En el mundo terrenal, el brujo ya estaba llamando a Mareia.

- Cassidy, éste cuerpo pertenece a Amelhíon Do Crucerois, es un jefe brujo, él será tu nuevo maestro.- Dijo aquel okupa de cuerpo. Llegué hasta él, furioso le repliqué aquella decisión, él sólo me sonrío, me hizo ver lo buena que era como persona aquella muchacha y aunque estaba encontra de mis principios aceptar a una bruja joven, acepté.

Al oír esas palabras, el brujo recitó una llamada diferente a la que yo conocía.- Reina su corona siempre tuvo brillo, dama de las almas de los difuntos, muchacha hermosa que alguna vez vivío llega en éste cuerpo y libéralo de todo mal que pude causarle.- Dicho ésto abrazó a su alumna dejando en libertad mi cuerpo.

" Ahora verás a mí consejera y protectora actuar, viejo brujo", dijo el alma, que fue desapareciendo en el fuego de la vela que había dejado su aprendíz.

Miré mi cuerpo, parecía danzar una melodía suave, había gracia en sus movimientos, no era Mareia, quien por más dulce y princesa del mar que fuera como espíritu tenía la brusquedad del mar. En la cruz mayor, sólo estaba Zaire, aquella dama elegante era ahora quien ocupaba mi cuerpo.

- Pequeña...- comenzó a decir.- Mi nombre es Elyzábethá, hace mucho tiempo ya que abandoné éste mundo terrenal, pero como espíritu pude conocer la belleza de aquel hombre que fue tu maestro.- Estiró mi mano para acariciarla y estalló en leves carcajadas. Mareía estaba en tierra.

Sin hablar porque confundiría a la pequeña, tomó mi capa y como de costumbre la uso de falda. Se tapó el rostro con el sombrero negro de siempre e hizo una reverencia a la muchacha que al volver sería mi nieta, mi alumna, el comienzo de una nueva etapa en mi vida.Mareia danzaba, al compás de imaginarios tambores, llenándome de vida, calmando aquellas ansias de volver. Cuando logró esa meta, me dejó volver a mi cuerpo.

Como era de costumbre, la materia se encontraba gélida, dentro de mi cuerpo, el corazón volvía a latir con su verdadera frecuencia. Me saqué la improvisada falda, volviéndome a colocar la capa como tal, corrí el sombrero para ver a la muchacha.

Haciendo una notable reverencia respondí.- Querida niña, soy Amelhíon Do Crucerois.- Lentamente, con pasos temerosos acerqué mi cansado embase de médium hasta donde estaba ella.- ¿ Tu nombre es Cassidy?, según lo que pude escuchar-.Sonreí, no quería ahuyentar a la joven, aún con todos mis conocimientos, jamás podría leerle los pensamientos que ahora pasaban por su mente.

Durante toda su vida en el aquelarre un brujo anhela tener el suyo propio, donde llevar a cabo sus conjuros sin que ninguna voz superior lo mire despiadado.

En concreto, no mentiré en que en mis días de aprendíz, de eso ya mucho tiempo, deseaba formar mi propia escuela. En la actualidad comprendí que ningún brujo es igual al otro, y que solamente con paciencia, dedicación y empeño, sin mencionar una dulzura que en mí no dejó sus huellas, sólo así una joven bruja podría convertirse en una dama de la noche. Esas normas estaban escritas en mi decálogo del buen brujo, decálogo que mi antiguo maestro nos había dado parte del manuscrito a Vladimyro y a mí.

Por lo que podía ver, aquella niña sería una gran estudiante, aplicada, dulce y lo que más importaba, tenía buen corazón, entristecido, pero lleno de luz en lo interior. Esa tristeza se hiría, era una promesa que antes de volver a mi cuerpo me hizo prometer su antiguo maestro.

¿ Según mis emociones?, sabía por experiencia que la mayoría de las brujas poseía un don llamado empatía, que es la capacidad de poder ver las emociones de los mortales, lo cual permite tener cierto control en una situación con alguien desconocido. De todos los dones o habilidades que tenía un brujo, la empatía era uno inmediato, funcionaba al instante y no necesitaba concentración.

- Así que posees el don de la empatía...- murmuré llevándome la mano a los labios, pensativo me acerqué a ella.- Como habrás podido presenciar.- hice una pausa, la necromancia o nigromancia era un don que sólo los brujos de magia negra podía utilizar, pero la forma que se les desarrollaba aquella habilidad era lo contraria a la mía, en mí los diferentes espíritus podían llegar al mundo que alguna vez fue su hogar, en los brujos de magia negra, los espíritus terminaban quebrándolos, provocando su subconsciente para que cometieran un acto ilegal, y allí tomar el control de la vida de éstos. Los que llegaban en mí eran los espíritus resplandecientes de luz, que son las almas y los protectores de cada brujo.- Mi don más distintivo es el de la nigromancia o necromancia.- sonreí. Mi cabeza todavía daba vueltas, había sido un gran transpaso de energía con los otros tres seres.
Luego comprendí que tendría que tomarme tiempo y escuchar su historia, sus temores, sus anhelos, así podría ponerme en su mente, para saber cómo debía enseñarle.

- ¿ Joven Cassidy, me acompañaría a dar un paseo por el cementerio y luego por la ciudad?.- pregunté acomodando mi sombrero y capa.

Agotado al principio por aquel cambio de energía brusca, no podía pensar en otra cosa, aquella joven ahora era mi responsabilidad, mi hija de magia o nieta, como la mayoría de personas decía. Sonreí, sería una nueva experiencia para ambos, costaría despegarla de la protección de su antiguo maestro, pero no era nada que un hechizo no pueda solucionar.

En ella se denotaba las ansias de crecer como bruja, poca veces podía sentir eso en los jóvenes, la mayoría huía despavorido cuando les hacía las pruebas para comprobar que ya están listos para ser jefes o maestros brujos, eso provocaba que muchos consiguieran estar en otro Coven, o casa de magia. Abrí mis ojos, interesante pregunta se le había ocurrido.

- Dime Cassidy...¿ Has oído de la mediumnidad?.- pregunté mientras caminábamos entre las lápidas, las llamas de las velas se convertían en un fino hilo de fuego.- Verás, si eres médium eres el punto de conexión entre éste mundo y el mundo espiritual, tu alma se retira para darle paso a otra. Es raro que tu antiguo maestro no te lo haya comentado, ya que él según lo que oí mientras estaba en el limbo tenía una protectora, un espíritu de una mujer que lo ayudaba en vida y en su desaparición física aún lo sigue acompañando.- Mi voz se había vuelto algo más dulce, era raro hablar de un Jefe muerto luego de que haya llegado en tu cuerpo.

Recordé que una sesión se llevaba a cabo en el campamento gitano de otro amigo médium que no era Vladimyro, frotándome las manos, con mirada siniestra puesta en el horizonte le pregunté.- ¿ Cómo te llevas con los gitanos?.- sonreí tapando mis ojos con el sombrero.

La idea de ir a aquella sesión y quizá encontrarme con el fracasado de mi hermano de magia provocaba en mí las ganas irrefutables de venganza. Respiré profundamente y volví a mi eje. - Hoy harán una sesión de médiumnidad, si quieres más tarde iremos...- Sonreí genuinamente, ahora tenía una aprendiz, no podía arriesgarla a ella y dejar en manos de Mareia su protección. No era desconfianza, era separar un poco los mundos.

Su madre no era bruja, ¿ su padre lo era?.
El don de la brujería es siempre hereditario, de un abuelo, abuela, madre o padre era extraño que un joven brujo lo desarrollara solo, si así lo era Mareia estaría totalmente encantada.

- Si tu madre no es bruja...- hice una pausa mientras esquivaba las tumbas.-¿ Quién lo es, de tu familia?.- pregunté interesante.
El cementerio se tornaba pesado, las almas, todas ellas habían despertado y lo que parecía un simple mausoleo era en realidad un punto de confluencia energética. Sonreí al escuchar su respuesta final, sin duda se divertiría mucho y además de eso, aprendería el arte de la antigua magia.
- Mejor será que nos demos prisa si queremos llegar antes de la sesión...- dije con una sonrisa, mis ojos se acomodaban ahora a la luces de una de las calles más pobladas de París.

Caminé guiando a la joven un poco más de quince minutos, me daba cuenta por las campanadas de un reloj que el gitano jefe de aquel campamento, que no se trataba de Vladimyro sino de Valthazare un gitano de los países de oriente que alguna vez había viajado en el Reina del mar, allí siendo capitán del navío lo conocí junto con parte de su clan.

Las panderetas, los tambores de llamada para los espiritus, las castañuelas y las monedas en los caderines de las gitanas nos señalaban nuestro destino. Saqué de entre mi saco un pañuelo largo violeta y se lo di a mi alumna.

- Póntelo en la cabeza, eso te protegerá de las maldiciones que se tiran entre bebidas y proceso medíumnico...- dije entre risas, recordando aquella vez que Vladimyro me había tirado una maldición con el empujón de su espíritu guardían, Mareía lo había frenado con una sacudida de su entonces pollera, porque lamentablemente encima de mis pantalones me ponían una pollera grandísima cuando Mareia tocaba tierra. Ahora la situación era diferente.

Los tambores no sonaban todavía, sólo los violines, las panderetas y algún que otro instrumento. Los brujos que no eran gitanos comenzaban a llegar vestidos de blanco, otros de negro, y algunos, lo más jóvenes de colores como azul o violeta.

Una mujer morena, de ojos azules se acercó a mí con una sonrisa.
-¡ Jefe!.- dijo al abrazarme. Miró a mi alumna.- Hola, Cassidy.- saludó como si la conociera de toda la vida. Lo que era normal en ella, ya que tenía el don de la clarividencia, le permitía conocer el futuro, los nombres y algunas cosas que era mejor que guardara en su interior.

La abracé, aquella niña había sido alumna mía hacía ya mucho tiempo.- Aquamaris.- sonreí al ver su espalda cubierta por una capa celeste, la única mujer con ese tono de capa en la sesión.- Siempre tan luminosa.- sonreí jugándole la broma de que ella trabajaba la mayoría de las veces con el sol en su punto máximo y yo en el punto contrario.
- Y usted siempre del lado te las tinieblas...- hizo una pausa.- O mejor dicho de la noche.- se corrijió.

Palmee su hombro con dulzura.- Cassidy.- miré a mi joven alumna.- Ella es Aquamaris, es gitana pero a la vez bruja, ha sido mi alumna cuando me gradué de Capitán y empezaba con mi jefatura.- Las miré a ambas, de verdad había pasado el tiempo.
Valthazare apareció en medio de lo que pareciera ser una ronda para comenzar la sesión.

- Queridos amigos...- comenzó a hablar.- Estamos reunidos aquí para conmemorar el día de las almas de nuestros seres queridos, de nuestros amigos difuntos o terrenales. Para estar cada uno con su guardían sobre él...- eso quería decir que...- Antes de comenzar, cada brujo dejará su suerte, su fuerza, su sabiduría danzando...Ya saben como somos nosotros, primero nuestro alma...luego la magia..- largó una carcajada. Los tambores de llamada permanecieron quietos, los que tenían guardados, donde cada brujo incrementaba sus potenciales comenzaron a sonar.- Primero.- continúo una gitana mayor.- Los jóvenes brujos...- miré a Cassidy. Asentí.- Tienes mi permiso de ir...sólo deja que la melodía te lleve...- miré a Aquamaris pero ella ya se había ido y bailaba dando pequeñas vueltas de la mano de un joven gitano.

La historia de la señorita Cohen la tenía que tener siempre presente pues además de ser interesante era aquella historia la que tendría la culpa de su progreso o descenso como bruja.

Todo ser humano era marcado por su historia, por lo vivido y lo sentido; para un brujo era más que eso, se volvía el propulsor de tu camino en la vida que podía tener tantos brazos como esperanzas llevabas en tu cabeza.

La actual jefa de Aquamaris y mi hermana de magia me abrazó por detrás.
- Sabía que si no veía a Vladimyro, te vería a tí Amelhíon.- Al reconocer su voz, pacífica y juguetona como la de una niña, sonreí. Ella se puso a mi lado. Me sorprendió su vestimenta, su capa era roja sangre con límites violetas, en lo demás vestía de blanco. Sus ojos tenían una pequeña lámina de lágrimas por lo que sólo atiné a abrazarla con fuerza.

- Mitervha.- susurré con lo más parecido a la felicidad.- Pero si estás...

- Vieja

- No... ¿¡ Cómo crees!?, si sigues manteniendo el mismo rostro de antes.- mi voz sonaba juvenil, como si nos encontráramos con nuestro ya fallecido maestro practicando con nuestros dones.- Y dime...¿ Aquamaris como se porta?.- pregunté mientras me cruzaba de brazos.

- Sin duda es la mejor alumna, le enseñaste bien viejo brujo, le enseñaste bien.

No pude evitar sonreír de forma soberbia.- Aprendí del mejor.- dije mirando la luna en su punto más alto.

- El maestro estaría orgulloso de tí.- dijo Mitervha mientras me acariciaba el hombro. De pronto la gitana volvió a aparecer.

Con su manos en la cadera, largó una risotada, tomó su pandereta y gritó.- Los jefes brujos pueden comenzar.- Fruncí el ceño al comprobar que todas las miradas ansiosas se dirigían a mí. Suspiré y antes de que Mitervha pudiera ir a la otra punta de la ronda comencé a dar pequeños giros de un lado al otro, como torbellino. Los tambores ahora sonaban más fuertes, con más ritmo. Di saltitos de un lado a otro, con el rostro semicubierto por el sombrero.

-¡ Viva Do Crucerois!.- gritó el jefe gitano al reconocerme. Largué una carcajada. Rúas, mi lobo se acercó a la ronda, al parecer se había perdido y por mi aroma o la carcajada había encontrado a su amo.

Agité la capa azul, con cada movimiento parecía como las olas del mar comenzaban a demostrarse en la tela que la conformaba. Algunos jóvenes brujos pararon de danzar para mirar a sus jefes que se debatían en danzar con todas sus fuerzas o no. Al final, Mitervha suspiró y tomándose de la falda blanca, comenzó a ir de un lado hacia otro, desde allí todos los jefes tomaron el valor y comenzaron a acompañarnos.

Off: No te preocupes, espero que todos tus problemas se hayan resuelto para que puedas estar bien

Off: Me alegro ^^

El pueblo gitano siempre tenía sus misterios, lo cierto era que la fluídez de pensamientos comunes entre brujos y gitanos era sólo una parte de la realidad.

Se dice, según los escritos de aquel hombr que alguna vez fue mi maestro, que los brujos eran descendientes de razas específicas y que cada uno poseía sus secretos. Protegidos por las herramientas y los colores que cada uno usaba.

Así era que los brujos tenían en su mayoría sangre: africana, de los pueblos americanos que tanta revolución prestaban, celta, griega, italiana o, en el mayor de los casos de los brujos mayores, como para no decir que era mi caso, de gitanos.

Los tambores, las panderetas, los gritos de alegría, se respiraba una sensación de pureza, alegría y prosperidad. Levanté la mirada para encontrarme con la de la señorita Cohen, le sonreí, no pude evitarlo estaba feliz hasta que la vi.

Vestida de rojo y azul, con su caderín, de contextura más grande que la de antes, con su piel morena, cabello rizado y ojos verdes tan claros que parecían los reflejos de la luna en el mar, Zhilomé apareció más vieja pero por eso no era más hermosa que antes.

Me acerqué a ella con el corazón latiéndome como si de un joven se tratara, extendí mi capa cubriéndole la espalda.
-¡ Amelhíon!.- gritó ella entre felicidad y espanto.
Sólo le regalé una sonrisa, las cosas realmente habían cambiado desde nuestra juventud.

Y ambos, en perfecta sincronía comenzamos a girar lentamente, ella se paró delante mío y comenzó a mover su cadera mientras que tomé mi capa y como si de un remolino se tratara comencé a girar sin parar. Sentí a Mareia, no era más inoportuna pero ésta vez, sabía que Mareia sólo iba a hacer un escándalo y que la Lamia llegaría como él sólo podría hacerlo... como un señor.

-¡ No puede ser!.- gritó Aquamaris sorprendida.- Amelhíon está danzando con Zhilomé...- casi horrorizada corrió para interrumpir la danza de todos los presentes. Nosotros seguíamos danzando, a veces juntos otras veces separados.
Zhilomé me tomó de la mano, yo bajé la cabeza sólo se podía ver mis labios curvados formando una sonrisa.

- El jefe Amelhíon Do Crucerois será el primero.- dijo con su voz cálida, suave y en éstos tiempos llenos de autoridad.
Y entonces, el corazón me dio un vuelco. Comencé a sentir el calor en mi cuerpo, temblé y fue entonces cuando lo llamé.- A la madianoche, siete panderos sonaron a tu llamada... Señor de las tinieblas, protector de los gitanos llega en mi cuerpo.

Al decir éstas palabras sentí como la mano de Zhilomé se retiraba de la mía, los tambores de llamada repiquetearon hasta que su sonido fue extremadamente rápido. Mis ojos quemaban, mis manos tomaban la forma de garras, comencé a dar pasos de un lado al otro cada vez más rápido, como los tambores. Dando carcajadas y gritos, la Lamia había llegado.
Muchas veces se lo piensa como una cabra demoníaca, pero en realidad era un espíritu de un vampiro que murió después de tantos años, su origen era gitano y fue por eso que todo el campamento se inclinó ante él.
Lentamente abrío mis ojos cubiertos por la sangre carmesí.

- Buenas noches, pueblo mio.- hizo una pausa con su voz grácil.- Buenas noches queridos hijos de la noche.- Y así como llegó, era para supervisar más que para hacer, lo sentaron en un trono preparado con anticipación y le dieron de beber el mejor vino que encontraron.

A lo lejos, la mujer morena de vestido azul que había perdido su vida en el mar estaba custodiando la forma de actuar de su compañero.

Sabiendo que aquel espíritu guardían mio venía de la otra línea contraria a Mareia era de esperar sentir el fuego interno que se incrementaba con cada latido de mi corazón, lo cierto era que Lamia muy pocas veces llegaba a tocar tierra pues Mareia no lo dejaba ni asomar sus narices por la tierra, ese era su pacto en el mundo espiritual.

Miraba a todos con un intento de ver algo que no debía, cada gitano allí presente tomaban monedas, copas, joyas y se la depositaban a la izquierda y la derecha de mi guardían.

¿Dónde estaba yo?. Allí parado, entre la fébrl multitud que, ocupada por agradarle al señor de la noche se empujaban y amontonaban, siempre y cuando habláramos de los demás brujos viejos porque los jóvenes y los gitanos no se apuraban, sabían de quien se trataba y mantenían una cordial bienvenida.

Aquamaris logró verme, ¡ Ay niña médium!. Exclamé pero ella sólo se apuró a acomodar a los demás viejos brujos, pues la sesión comenzaría en un minuto. La lamia miró, con sus ojos rojizos donde yo me encontraba y se rió a carcajadas. Lentamente fui elevándome hasta llegar a arriba suyo.

- Ven.- dijo él con su voz melodiosa a Cassidy mientras en su cabeza, una gitana joven,virgen, le ponía un pañuelo transparente, demostrando que se trataba de un ser espiritual y no uno terrenal.- Tú me ayudarás pequeña de gran corazón.- le puso su mano en forma de garra suavemente en la cabeza.- Que pena que no seas médium.- dijo bajando la cabeza como si de verdad estuviera deseando eso.

- ¿ Cúal es tu nombre joven hija de la noche?.- preguntó con voz baja para no tapar a la música rápida y fuerte de los tambores. Lentamente, como si de niños estuviéramos hablando uno a uno comenzaron a llegar los guardianes de cada brujo nigromante presente, algunos eran niños que comenzaban a correr sin lugar fijo, otras eran mujeres que representaban la tierra, el aire, el fuego, el espíritu, la muerte, el agua no, pues Mareia era quien representaba en su totalidad a aquel elemento. Minervha llamó a su guardiana de la luz, un espíritu tan hermoso como díficil de entender pues hablaba los idiomas antiguos.

Alguna vez soñé con ella, una dama de cabellos tan claros como el sol, de ojos blanquecinos y vestido luminoso, la mejor compañera de Mareia, junto con Marlene que era de la muerte.

- Luminé.- dijo la lamia al ver a su eterna compañera. Se bajó del trono adornado.- Te presento a la nueva alumna de mi protegido Amelhíon Giovannis Do Crucerois.

En la tierra, Luminé sonreía a Cassidy. Le dio una flor tan blanca que no pude distinguir de que flor se trataba. Sólo esperaba que no se asustara mi joven discípula ante semejante demostración de viejos brujos.
A lo lejos pude ver el alma de mi hermana de magia, Minervha, quien al
verme trató de llegar hasta donde me encontraba pero lo único que pudo
hacer es acercarse dos metros.

El cielo irradiaba aquella inseguridad de los médiums neófitos, sus guardianes no sólo esforzaban su intento de llegar a pisar tierra firme sino que, a su vez debían cuidarlos. Una tarea ardua, la cual no sólo tenía que ser perfecta y sin errores, podría causarles graves problemas en el organismo más tarde, lo que sería un grave peligro dentro de una sesión como la que se estaba llevando a cabo, con Luminé y la Lamia presentes.

Cassidy, aquella bruja de cabellos dorados, mirada ingenua y un gran poder en su interior que esperaba impaciente en hacerse notar y la Lamia lo sabía.

Abajo de mis pies, el señor de la noche danzaba junto con Luminé.

La luna teñía los rostros con su luz plateada, cubriendo toda imperfección, esos rostros de personas con oficios normales se disipaban conforme los más diversos espíritus comenzaban a hacerse presentes, los gitanos allí presentes comenzaban a danzar sin pena con los espíritus pues ellos, como hijos del viento, también eran espíritus, médiums y poderosos brujos, todos allí formábamos algo que la Inquisición llamaría aquelarre, pero que no cumplía todas las expectativas de tal agrupación de brujos o vampiros.

La lamia le sonrío, acaricio su suave mejilla con mi mano y asintío.
- De acuerdo.- murmuró, con su voz angelical y perversa a la vez, como si pudiera arrancar suspiros entre todas las damas, era sin duda uno de los guardianes que tenía más residencia en el Mundo terrenal que en el Espiritual.- Cassidy Annelisse Cohen.- Se agachó y miró algunas marcas de tiempo en el viejo piso, sonrío.- Traéme una tiza pequeña brujita.- su voz, delicada, atrapante, cautivó el aura de Cassidy, tenía que interceder si la Lamia pretendía darle su protección a ella, como Mareia lo había hecho con Aitziber, otra alumna mía.

Largó una carcajada de otro mundo, como si llamara a todas las almas que cumplían con sus órdenes y de hecho lo estaba haciendo. Miles de sombras blancas y negras aparecieron a su alrededor, Minervha miraba entusiasmada aquel acto de magia antigua que yo mismo desconocía.
- Vamos a liberar algunas almas... almas gitanas que merecen danzar en la noche y el día...- Todos los gitanos presentes comenzaron a reirse, sonaron panderetas, volaron pañuelos.