Memories. [Libre]

por **Jessica Saint-Bonnet** Vie Oct 28, 2011 4:56 am

Jardín botánico. 00:00 Am.

Las cosas jamás resultaban ser como uno pretendía en la vida, y por ello, más
de una persona se vio atada a los lazos de la muerte prematuramente.

Los años habían pasado para la cazadora, pero su mera conciencia le causaba daños indescifrables, algo que tan solo un alma fuerte y vigorosa como la suya podía combatir, pero no, se engañaba a sí misma, no dejaba de ser un ínfimo ser humano como otro cualquiera, con sus debilidades y reacciones ante todo. Sus manos desnudas se acariciaban a si mismas menguando así el frío de la noche. Su cuerpo, envuelto en una túnica aterciopelada
se mostraba inerte, observando aquellas vistas desde allí, rodeada de rosales y jazmines, aromas que le traían muchos recuerdos de su infancia. Aquello, no era más que un mero recuerdo de sus tiempos pasados...

¿Y quién no lo tenía?

Ashlotte sabía que sus debilidades enfundadas en aquel mera máscara no resistirían mucho, y por ello, necesitaba aquellos deliciosos instantes de tranquilidad, los cuales se mostraban mediante lugares en los que se sentía realmente cómoda, como un mirador, algun lugar alto o meramente un jardín lleno de flores a media noche.Y entonces fué ella cuando recordó. Aquel lugar había sido visitado por ella muchas de las ocasiones, pero la primera y la más importante de todas fué tras la muerte de su queridisima madre que en paz descanse.
Jessica, dejando a un lado todo aquello que había aprendido en el camino de la vida, pretendía aquella noche mostrarse tal y como era, con todo lo que conllevaba aquello.

por **Kiya Bint Safiq Al Hassid** Lun Nov 07, 2011 9:29 am

Aquella no era como una de las noches cualquiera y Kiya lo sabía, aquella noche mientras buscaba la salvación en su forma de jaguar el recuerdo de su difunto marido acudía a su mente y a su corazón como cuchillas amenazando del todo su integridad. El dolor en sus entrañas era insoportable y la añoranza por lo perdido le recordaba cada día que tenía que seguir viviendo con ella misma mientras los suyos se desvanecían poco a poco ante sus ojos. Por un momento deseo con todas sus fuerzas ser humana, deseo con todas sus fuerzas volver a sentirse como aquella hija del desierto, como la amante de un jeque… de su jeque, su hombre, su marido el ka de toda su vida. Su alma gemela. Pero … no podía, estaba condenada a sentir como las cicatrices de los azotes le quemaban cada día la espalda y le recordaban que por su culpa el único ser al que de verdad había amado ya no estaba y que los hijos de su propia sangre se habían quedado sin madre y sin padre a la vez. Se sentía tan maldita que deseo poder arrancarse la piel a tiras.

Contigo la vida es muy bella kalila mía... Al recordar aquel momento de su vida casi pasada las lágrimas se agolparon en sus ojos de felino nublándole por completo la vista. Que Alá la perdonase porque ella no era capaz de hacerlo y que los fantasmas del pasado se apiadasen de su atormentada alma para dejarla morir en uno de esos días con la cabeza bien alta.

Su marido no había muerto con la cabeza alta, había muerto en una lucha que tenía perdida des de que la había conocido. Había muerto intentando recuperar un cuerpo que envejecía con lentitud pero sin saber que su alma estaba ya marchita por el dolor de aquella herencia.

Su bestia interior dio un grito tan desgarrador que la forma de animal se le escapó de las manos cambiándose a la apariencia de una mujer de tan solo 28 años de edad. Se dejó caer desconcertada y desnuda sobre la hierba de lo que parecía ser el herbolario Parisino al que tantas veces acudía cuando necesitaba cambiar a su forma animal de día. Kiya no sabía cómo había llegado hasta ahí, pero estaba bastante claro que tampoco sabía en donde se había dirigido con los ojos nublados por las lágrimas unos momentos antes.

por **Jessica Saint-Bonnet** Vie Nov 11, 2011 2:31 pm

]El aroma aterciopelado que le llevaba la brisa nocturna le hacía tener la piel de gallina, y era una sensación que a ella le fascinaba. Añoraba el sentirse arropada por brazos ajenos en los que ni ella misma tenía fe de confiar su calidez. Añoraba todo aquello a lo que se había mantenido alejada, de todo aquello que sostenía como la vida misma pero que se caía de sus manos como si una pila de naipes se tratase, pero en ello trataba la vida, era un mero juego del destino en el que cada uno no tenía pruebas de poder manejar a su antojo, sino aquel ente superior que nos manejaba a su antojo y por ello dejando atrás una vida de penurias y desahogos.

De pronto, la mujer oyó un ruido, mas que eso parecía un grito de agonía, como alguien que estuviese sintiendo en su propia piel el dolor y no por el mero hecho de callarse como ella aquella persona yacía desnuda en el suelo de aquel paraje hermoso. Su cuerpo, magullado fué duro para ser visto por los ojos de la cazadora, pero aquella noche se había dicho ser ella misma, con lo que todo conllevaba ya fuese para bien o para mal.

Se agachó junto a la mujer y tomándola en su regazo la oculto bajo su capa mientras apartaba su cabello de su rostro, dejando entrever un dolor inexplicable reflejado en ellos.

- ¿Qué te ocurrió, hermosa..?

Sus dedos quisieron acariciar aquella cicatrices de su cuerpo pero algo la decía que el dolor de aquella muchacha no era físico, sino aquello que tanto atormentaba a una persona y la hacía sentirse muy lastimada... el dolor psicológico, el que ella tanto comprendía era el más mísero de todos.

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