The Memories [Libre]

No habia pasado mucho desde que había llegado con su hija a París, pero sus planes empezaban a moverse de una forma que no esperaba. Y su dichoso esposo era tan escurridizo que no había podido tener una plática decente con él desde que había llegado. Claro que con 'decente' se refería a hablar mientras se peleaban como siempre. Siempre habían sido así, si bien el carácter explosivo de la mujer salía a la luz exponencialmente cuando se trataba de aquel licántropo.

Su andar era lento y además iba descalza. Tenía esa manía, no era por haberse tomado un par de copas antes. Ella tenía una resistencia al alcohol demasiado alta, sobre todo desde que había sido transformada. Eso, y mientras crecía, su padre le había tratado como un chico al enseñarle los trucos de ser una cazarecompensas. Las tabernas sería algo a lo que se acostumbrara desde pequeña gracias a ello. También era gracias a ese hecho que había conocido a Kaine de Ronsard y de alguna maneram entre el alcohol y sus trifulcas de siempre, habían llegado al punto en el que estaban ahora, casados y con una hija.

Una hija que se parecía tanto a su padre, que en ocasiones, cuando se enfadaba por culpa de él, mejor la evitaba mientras se tranquilizaba. Ella se lo recordaba más ahora que había crecido. Bostezó cubriéndose con la mano libre, en la otra llevaba sus zapatos. Su vestido era sencillo, solo con los bordes con aquellos detalles florales en hilo dorado. No era uno de esos vestidos pomposos que la mayoría de las mujeres usaba. Esos le provocaban cierta molestia, si bien podía usarlo en caso de que fuese necesario, pero ese día no era uno de esos.

Mientras caminaba observó una figura en uno de aquellos callejones. No había visto mucha gente mientras avanzaba y en ese momento echó un vistazo a los alrededores como si debiese asegurarse de eso. Efectivamente, poco transitado, casi nadie a la vista. Clavó sus ojos oscuros en la 'persona' que no estaba ya tan lejos de ella.

Acostumbrada al aspecto de su marido, sobre todo en la época en que lo había conocido, supo que aquel era un joven, aunque al estar más cerca, notó que su primera impresión cambiaba de pronto. No percibía ninguna clase de olor viniendo de él. Eso podía significar varias cosas. Una era que fuese un vampiro, sin embargo, le resultaba poco probable, además, incluso siendo uno las ropas o algo debería poder llegarle a los sentidos. No había ninguna sensación mientras se acercaba tampoco, eso le dejaba con muy pocas opciones.

Igualmente se acercó hasta quedar cerca observándole con cierta curiosidad. Bajó la mirada hacia la flor –Cómo te llamas? – Preguntó sin pensárselo mucho. Estaba segura de que Kaine le había dicho que podía ver fantasmas y ella aún en su desconfianza con todas las loqueras que decía, no había descartado esa por varias razones. Pero ella jamás había visto a uno. ¿este lo era? Porque había sentido como si la temperatura bajase mientras más cerca estaba de él. Su largo cabello le llamó la atención, eso y sus rasgos sin duda alguna. Casi sintió la tentación de acercarse y tocarle.

Esther sonrió en esa forma particular en que lo hacía cuando el gusto por algo caía sobre su ser. ¿Era un fantasma? La flor sobre su palma era real, de eso segura estaba -Las estaciones cambian, tanto como quienes las ven pasar...- Las estaciones eran un ciclo, pero jamás serían iguales en su totalidad, una primavera con la siguiente, y las personas cambiaban irremediablemente. Con cada hecho, con palabras muchas veces. Era ese el sentido que ella le veía -Pero no puedo decirle eso a alguien cuyo tiempo se ha detenido, ¿no es cierto? Y aún así... - Incluso si era un espíritu, el cambio se producía, como cuando uno de ellos enloquecía y era llevado a un mundo incluso más siniestro, volviéndose de esos espíritus chocarreros de los que tanto hablaba la gente.


El agua ya había empapado su ropa y sus cabellos, la temperatura de su cuerpo había bajado con ello, pero siendo un licántropo, con un calor corporal un tanto más alto, era como tener la de un humano promedio. Estaba acostumbrada a climas más extreoso y no tenía frío, a menos que alguna ráfaga de aire pudiese alcanzarle, pero lo dudaba al estar entre los callejones lúgubres de la ciudad.

-Elemiah Eyael - Estiró un poco los brazos mientras le veía -Tan hermoso el nombre como quien lo porta, sin duda alguna - Ella no era de decir ese tipo de cosas, pero ese largo cabello y los rasgos que vislumbraban eran algo que le llamaba la atención. Era como si quisiese tocarlo, no creía que sus ojos le mostraban un espectro, estirar su mano y sentirlo, pero ¿se podía? O su mano le atravesaría como había oído decir. auqnue ahora que lo veía con detenimiento, se daba cuenta de que se veía totalmente como algo sobre lo que sus dedos pudiesen sentir. Dejó caer los zapatos al suelo. De momento no los necesitaba y probablemente así llegaría a la habitación de hotel donde su hija le esperaba -Mi nombre es Esther- No era bueno pedirle el nombre a alguien y no dar el tuyo. cuando menos si iba a quedarse más tiempo, preferiría que si quería llamar su atención lo hiciera con el suyo.

En un impulso levantó su mano hacia aquel rostro para tocarlo con la yema de sus dedos, solo para comprobar que no se desvanecería al hacerlo. ¿Se sentiría frío si lo hacía? El ambiente a su alrededor lo era, como si anunciase su presencia. Apenas llegó a su rostro frunció el ceño girándose en otra dirección. Sus suaves facciones formaron una expresión de advertencia. Sus sentidos, como impulsados ante alguien de auella mnaturaleza saltaron al percibirle. Lanzó una especie de gruñido por lo bajo. Era cuestión de instinto, pero nole agradaban los vampiros, incluso si había visto a más de uno y con uno que otro podía mantenerse a raya, quien se escondía entre las sombras no debía tramar nada bueno si se comportaba de esa forma -Sal de tu escondite, vampiro- el carácter altivo que poseía, la rrogancia se hiciron presentes al decir aquello. Se movió solo para no darle la espalda a Elemiah, aún observando en aquella dirección, a ver si aquel daba la cara. Bajó la mirada a su mano que sostenía aquel tallo.

.... Cuando la luna brilla en el firmamento, es el sol de las noches oscuras
Cuando la lluvia cae por las calles, se vuelve el manto que a tu oído susurra...

Habría contestado a la pregunta sobre su naturaleza, pues ante su idea de equidad, podía decir que confiarle tal secreto, guardado normalmente para evadir la muerte o cualquier cosa cercana a tales estragos, no tenía ni un problema. Por extraño que pareciese, el ente frente a ella le despertaba ese lado más cercano a la de la mujer que sin duda sabía lo que era proteger a alguien, incluso si con él esas razones salían sobrando al saber que ella sería la única que pudiese resultar herida. Pero espero un momento antes sus siguientes palabras, suficiente para que no tuviese el tiempo suficiente de regresar en la conversación.

-No te preocupes, el clima no me hará ningún daño, aunque agradezco tal gesto, pequeño muchacho - Un dejo con rastros de broma, pues era mucho más alto de lo que había esperado -Soy hermosa para muchos, para otros no tanto, pero son tus palabras un halago - La sonrisa, sincera como pocas que podía dirigir, sin ningún tinte de burla o de algún sentimiento entremezclado en sus gestos. Y si decía que lo era de esa forma es porque podía ver en él también la belleza andrógina que había visto antes en otras personas, pero la suya era diferente en alguna forma. O era el misticismo de su presencia que a ella le causaba una sensación diferente, no lo sabía con real certeza.

Y ante el cambio y aquella presencia, al darse la vuelta hacia el vampiro que se había escondido entre las sombras de la noche, dejó de responder directamente a la pregunta antes hecha. Las palabras, aunque no eran muchas le hicieron hacer un gesto leve, arqueando sus cejas en plena duda -Puede que no desees lastimar a nadie, pero espiar no es algo que sea tomado como una buena presentación- Le miró con el filo en la mirada, no era confiada, no con vampiros cuyas habilidades, diferentes a las de un fantasma, pero que tampoco pertenecían al mundo de los vivos le causaban. Era bien sabido, que entre todos, ellos la muerte en los suyos podían causar, pero como también una mordida suya a él podría gravemente dañar. De momento, su hermosa figura no se transfiguraría en el lobo que dormitaba en su interior.

-Le conoces?- Preguntó sin darle vueltas, dirigiendo la mirada al joven tras ella. Si era de ese modo, aunque no bajaría por completo la guardia, al menos sentiría cierta calma. Ah, y su memoria trajo a ella el retazo de la conversación que no había sido dicho, extendiendo su mano a aquella piel que podía tocar como ya había comprobado un momento atrás. La acercó a ese rostro de finas facciones, tan solo una suave caricia que fue de su mejilla a su barbilla. Tenía ese algo especial, probablemente su mirada que le despertaba esos gestos que no dirigiría salvo a la jovencita que era su hija.

–Soy un licántropo- Sonrió antes de regresar la fría mirada a su otro interlocutor cuya figura también era enmarcada por la lluvia a su alrededor. Le dirigió un guiño, un dejo de aquel carácter despreocupado que poseía en gran manera, la libertad que siempre quería fuese su compañera. De algún modo, ella era un ser de la noche tamnbién, pero poseía ese otro lado, tan humano como el de cualquiera, incluso si había sido criada de una manera que a muchos les parecía más bien curiosa y poco ortodoxa para la época.

Esther observó al fantasma, como palidecer y eso le causó no sorpresa pero si algo de curiosidad. Entre sus facciones, abandonó aquella pose rígida ahora que él estaba entre él y el hombre que había llegado. De hecho, éste desapareció tras aquello, marchándose de ahí tal como había llegado. Su pose algo tensa perdió ese toque y observó al mchacho de palida tez -Así que ni un solo recuerdo. A veces es mejor de esa forma - O eso fue lo que pensó. Desconocía el porqué no los tenía o lo que le había sucedido en vida, pero pensaba que cosas como esa sucedían por una causa.

Se quedó viéndole, como intentando saber en que pensaba o en que se centraba su atención en ese momento. Luego recordó lo que había dicho al contestarle a su inesperado visitante -Soy un licántropo... ¿Eso no te sorprende?- La mayoría huía, pero ella no podría matarle ni hacerle daño incluso en su forma lobuna. Justo proque él no podría morir con algo así. Como lobo Esther no era tan diferente a como era en persona, incluso si supuestamente en una forma poseía raciocionio y en la otra carecía de eso y otras cosas.

Esther, siguiendo sus impulsos y dado que estaba con sus ropas aún mojadas, se sentó en el suelo, cruzando sus piernas como un niño que observa algo con suma atención. Sus rasgos, si bien no eran los de uno, denotaban en la mirada que quería conocer más de él, pues era la primera vez que estaba frente a alguien que fuese un espectro o un fantasma perdido del tiempo -¿Tienes un apego a París? - Ella solo quería continuar la conversación, seguir un hilo predeterminado de preguntas no le iba tan bien. PEro con él, cualquier respuesta, quería conocer cualquier respuesta así la interrogante fuese simple y sin ningún tipo de sentido que fuese de utilidad -¿O a algún otro sitio, tal vez?-Se encongió de hombros, solo quería saber alguno de sus gustos, lo que había dicho simplemente había salido de sus labios sin pensarlo -Como a la florería de la esquina o tal vez a una persona en particular - Estaba soltando cosas solo para guiar aquello a que siguiesen hablando, si encontrabaalgo en que girar lo que dijese después, estaría bien.

-Cuéntame de ti y pregunta lo que quieras sobre mí - La sonrisa a medio armar en su rostro era un gesto coqueto y sensual tan innato como su porte despreocupado y ligero. Esther era muchas cosas, pero probablemente no era la mujer convencional de la época. Había crecido de una forma diferente al resto y su carácter era altivo y fuerte, no era ni sumisa ni obediente si no veía razones para serlo.