Una luz en la oscuridad.

…Porque los caminos del señor son inescrutables…Y nunca se sabe cuándo se puede encontrar la luz….en la mas inmensa oscuridad…

Y era en la más inmensa oscuridad donde yo me encontraba ahora…
Corriendo por los callejones, buscando mis armas de fuego como podía, mientras la lluvia se abría paso torrencial sobre esa noche de luna llena. Afortunadamente las nubes no tardarían en taparla y todo podría acabar al fin.
Delante de mí, un licántropo corría salvaje, estaba claro que aquella bestia estaba en frenesí, buscando algo que yo aun no podía ver.
Pero entonces, mientras me acercaba hacia él observe atónito lo que había entusiasmado tanto a aquel lobo, mi corazón palpitó con fuerza contra mi pecho cuando le vi, haciendo que me doliese, y entonces saque mis dos armas de fuego.
No pensaba permitir lo que estaba a punto de presenciar, así que le apunté directamente a los puntos vitales mientras corría bajo la lluvia, acercándome y visualizando perfectamente a mi objetivo… sabiendo que si fallaba la heriría a ella…

Pero la noche no había comenzado así.
La noche había comenzado tranquila. Y yo como un turista más deambulaba por la ciudad en solitario, simplemente intentando ubicarme, ya que apenas llevaba dos semanas en París, y yo tenía cierta tendencia a perderme.
Cuando de pronto note que mis pasos eran seguidos de cerca.
Tome precauciones y gire las tornas, siendo yo quien se ocultaba y se situaba atrás de los pasos de aquel ser. Siguiéndole ahora yo a él.
Observe como un chico joven, de unos diecisiete años miraba a todos lados confuso, habiendo perdido mi rastro. Continúo su camino dirigiéndose por los callejones hacia las afueras de la ciudad. Cuando de pronto, su mirada observo casi con pánico como las nubes se abrían poco a poco, mostrando el brillo inconfundible de la luna llena en el cielo.
El chico se oculto lo más rápido que pudo entre los callejones, tomándose la cabeza, tambaleándose y finalmente cayendo de rodillas en la oscuridad, mientras su cuerpo se transformaba ante mi atenta y oculta mirada…
Tan pronto como se transformo, descubrí que aquel chico no podía llevar mucho tiempo convertido. Sus gestos eran torpes, parecía desorientado y sus movimientos no eran constantes.
Y de este modo, casi sin quererlo me había visto envuelto en una persecución.
Tenía que atrapar a ese chico, sacarle información. Porque me seguía?, trabaja para alguien? Quien le habría convertido? Si conseguía un nombre habría sido una noche más que provechosa.
Pero antes de lograr nada tenía que atraparle, y tenía que hacerlo pronto, porque aquella bestia estaba corriendo por la ciudad, y aunque era de noche, podía haber cualquier persona deambulando por allí…
Aquello era muy arriesgado. Qué pensarían aquellos pobres ciudadanos inocentes y totalmente ajenos a este mundo de sombras, al ver a un ser como aquel?
Nuestro código de cazadores nos obligaba a protegerles, y eso implicaba que si había que eliminar pruebas para mantener en secreto todo nuestro mundo, pues debíamos eliminar a quien hiciese falta.
Pero este licántropo descontrolado, abría un abanico de opciones ante mí, que me hacían dudar a cada segundo, si dejarle marchar o matarle. Pues un budista respeta la vida no la destruye…y en este caso? se trataba de destruir? o de dejar que él destruyese? Qué pensaría dios de todo esto? Mis constantes dilemas morales no hacían más que darme dolores de cabeza…pero eso es otra história.

La lluvia comenzó a caer de forma espesa sobre nosotros, y empecé a notar cómo me empapaba con rapidez.
El licántropo corría ya jadeando, igual que yo, pues llevábamos un buen rato de persecución.
Hasta que de pronto, aun a una considerable distancia de él, pude ver como erguía su cabeza hacia atrás y olfateaba un instante, cambiando drásticamente de rumbo, tirando a su paso algunas cajas, y comenzando a atravesar un callejón en el cual debía de haber algo, un aroma demasiado fuerte…y entonces lo entendí.

-No….NO! grite mientras aceleraba el paso hacia él, adentrándome tan rápido como podía por el callejón.
El único aroma que solía distraer tanto a estas bestias era el aroma de los humanos, el aroma de la sangre…Corrí y observe con asombro como una chica miraba con auténtico terror los profundos ojos de la bestia…Unos ojos brillantes que parecían decir que tenían hambre...y que observaban el cuerpo ensangrentado de la joven con verdaderas ansias…

Osgar me abrazó con ternura y proteccionismo durante largos minutos, tras los cuales dejé que se marchara al burdel a trabajar, logrando convencerle para que no me acompañara a casa. Necesitaba la soledad, necesitaba pensar y arrepentirme de mis pecados. Necesitaba que la brisa nocturna me recordara que seguía atada a los convencionalismos de la realidad. Así, tras ver su cuerpo girar una esquina, respiré aliviada al no verme obligada a aparentar fortaleza frente a él, desmoronándome sobre mis rodillas que cedieron hasta doblegarme sobre el pavimento húmedo por un ambiente gélido que auguraba una tormenta.

No recuerdo el tiempo que frente a la mansión de los Miyagi permanecí sollozando sobre la pétrea acera, bajo la única mirada de la luna llena. Le había prometido a Osgar que iría a casa pero… ¿qué casa? Los Morel ya me habían vendido a los Miyagi, por lo que su residencia ya no me pertenecía y mi vida había sido liberada de su apellido. No obstante, tampoco pertenecía a los nipones, pues al sorprenderme en actitud cariñosa junto a otro hombre que no era mi recién prometido Kaname, me habían azotado hasta la saciedad, repudiado y expulsado de su fortaleza. Ahora, sola y desamparada, me afrontaba a una cruda realidad que prometía ser más afilada y dolorosa que aquellos noventa y nueve latigazos a mi espalda.

De pronto, una gota de sangre resbaló por mi hombro desnudo y cayó sobre el dorso de mi mano. Pestañeé ante la vivacidad de aquél tinte rubí y, antes de que pudiese sentir otro de mis pálpitos bajo mi pecho, un monstruo salido de la más profunda oscuridad se abalanzó sobre mí, con unos enormes ojos amarillos, felinos y fieros, con sus mandíbulas abiertas de par en par y babeando sobre mi rostro cuando usé mis manos para frenar su ataque, sintiendo un largo y áspero pelaje alrededor de su cuello. ¿Qué diablos era aquello? Era demasiado oscuro para entrever forma alguna, pero sus aullidos y sus ojos parecían lobunos. ¿Qué clase de lobo mutante era ese? Mientras forcejeaba contra el animal, luchando por una vida que ni siquiera me pertenecía, de mi boca escapó un sonoro grito de agonía… que se confundió con una voz varonil que exclamaba lo mismo que yo.

- No... ¡NO!

Corrí tan veloz como mis piernas me lo permitían, sintiendo la adrenalina de aquel instante. El lobo se había lanzado sobre ella y ambos se removían en el suelo con violencia, ferocidad y extrema rapidez.
Apunte con mis armas y dispare tan solo una vez con cada una de ellas. Apuntando directamente al cuerpo de aquella bestia, temeroso de dar a la joven por accidente.
La bestia gruño y se aparto de encima de ella mirándome con odio, mientras yo corría aun hacia el, acercándome lo suficiente como para mirarle hacia abajo, mientras este se retorcía de dolor. El lobo me enseño sus dientes feroces e hizo un movimiento hacia adelante, intentando atacarme, pero yo dispare sin piedad sobre su cabeza dos veces con cada arma.
El enorme gruñido del lobo resonó en toda la estancia mientras la sangre volaba y nos salpicaba a ambos.

Baje los brazos con calma y cerré los ojos frunciendo el ceño.
Acababa de terminar con un monstruo…eso era, y ya lo sabía, pero aun así era otra alma mas…otra mas que se iba por obra mía…Aun así no me arrepentía de haberlo hecho, había salvado a una joven, pero es que aun me costaba hacer aquello…
A mi entender, una buena persona nunca se acostumbraría a mancharse las manos con sangre…aunque estas fuesen la de los enemigos...
Aparte esas ideas de mi mente, pues debía mantener la cabeza fría, y entonces me dirigí hacia aquella joven que aun seguía en el suelo. Corrí hacia ella y guardando con rapidez mis pistolas, le ayude a incorporarse, notando como mis manos se empapaban en un líquido cálido.
Su cuerpo estaba ensangrentado, muy ensangrentado. Toda aquella sangre en su ropa no podía ser de aquel lobo.

Te encuentras bien? Dije mientras sosteniéndola en mis brazos le ayudaba poco a poco a sentarse, sintiendo un quejido por su parte cuando toque su espalda.

Pero qué?...Mis palabras se vieron entrecortadas ante el gesto de dolor de aquella chica que cerró los ojos y se mordió los labios aguantando para no dar un grito.
Que había pasado?

Un par de disparos silenciaron a la bestia y unas cuantas gotas de su sangre salpicaron mi mejilla derecha cuando ladeaba mi rostro justamente para presenciar aquella macabra escena. Aun con el miedo en mi cuerpo, tiritando tanto de frío como de temor, me vi sorprendida por unas manos desconocidas que intentaron ayudarme a incorporarme, quejándome entre gemidos cada vez que las yemas de sus dedos acariciaban las heridas de mi espalda. Su voz, severa y llena de experiencia probablemente a su edad, resonaron en mis oídos en forma de preocupación, aunque dejando la pregunta al aire. Meneé la cabeza e intenté ponerme en pie, derrumbándome hasta caer sobre el hombre. Sin poderlo evitar, estallé en un sonoro llanto que me empujó a apoyar mi frente sobre su pectoral, agarrándole del cuello de su camisa mientras sollozaba amargamente, con toda la capacidad que mis pulmones disponían.

- Ayúdeme… por favor… ayúdeme…- le suplicaba entrecortadamente, sintiendo como si mi alma se desquebrajara y alguien hiciese una hoguera con cada retal de mi ser.

Y ahora, la muerte empezaba a sonarme como a una opción ante mi nefasta vida. Ahora, maldije que aquél enorme lobo no hincara sus colmillos en mi anatomía y me arrancara este dolor que ahora me devoraba por dentro. Ya nada me quedaba por lo que luchar. Ni siquiera mi libertad.

La sangre de mis manos no era del lobo, era la sangre de ella, mire su espalda y contemple aquellas marcas en su piel

-…dios mío…latigazos…

Reconocía perfectamente esas marcas, porque yo tenía unas muy similares.
¿porqué le habían hecho aquello a esa joven???
Ella intento ponerse en pie, pero estaba demasiado débil, la sostuve antes de que volviese a caer y entonces su llanto irrumpió el silencio.
Sus brazos se agarraron a mi cuello y yo la sostuve ahora simplemente demasiado agobiado, y por un momento estupefacto con aquella escena, sus palabras desesperadas me calaron profundamente, encogiendo mi corazón.

-Tranquila…tranquila…te sacare de aquí…

dije sin saber que mas decir.
La sujete con un brazo por la cintura mientras desabrochaba y quitaba mi capa tirando de ella. la puse como pude sobre sus hombros y sobre su cabeza, tapándole de aquella lluvia que caia aun incesante sobre nosotros.
Le tome en brazos y comencé a caminar por aquellos callejones. Tenía que sacarla de allí, tenía que curarle!...tenía que llegar a casa cuanto antes.
Camine con ella apretándola contra mi pecho mientras caminaba rodeando el cadaver de aquel licántropo, que poco a poco comenzaba a convertirse en humano…quedando herido y desnudo en el suelo mojado.
su sangre seguía derramándose y perdiéndose entre las aguas de la lluvia. mientras yo le dejaba atrás y me perdía entre los callejones, implorando que aun no fuese demasiado tarde...

En silencio, dejé que el hombre me tomara entre sus brazos y cubriera mi magullada piel con su capa que aun contenía su aroma varonil. No sabía quién era, qué hacía allí, porqué me ayudaba ni las intenciones que le movían para hacerlo. ¿A caso la súplica de una cualquiera le servía? Si era así, estaba entre los brazos de un buen hombre, uno de esos que solían aparecer en los textos de la literatura tradicional y cuyas descripciones masculinas siempre me hacían soñar, aunque pronto volvía al mundo real y suspiraba, sabiendo que jamás tendría ocasión de cruzarme con alguien así, tan sencillamente bueno.

Apoyé mi cabeza contra su pecho y cerré los ojos, quizás durmiéndome unos minutos debido al cansancio y al momento clímax en el que la adrenalina había regido la sangre de mis venas. Entonces, sus pasos sigilosos se detuvieron y la fina llovizna dejó de humedecer mis cabellos. Curiosa, alcé la vista y me vi bajo un porche de inspiración japonesa. Mis labios se despegaron y luché por contener un sonoro “oooh” de sorpresa. ¿Qué era aquello? ¿Su residencia? ¿La casa de algún conocido suyo? Tragué saliva y me aferré más fuertemente del cuello de su camisa, tiritando bajo su capa. Siempre temía a lo desconocido y aquello no fue una excepción

Sin saber como había hecho, logre ubicarme en las calles. Y llegue a mi residencia.
Una casa de estilo japonés que se ubicaba cerca de la ciudad, pero lo suficientemente lejos como para que pudiese tener una buena vista desde mis ventanas, y el sonido de la naturaleza como música ambiental.

Entre con la joven y me interne en la casa moviéndome con rapidez hasta mi habitación. Para entrar casi a ciegas y conducirle hacia mi cama.
Deje a la joven sobre mi lecho y me arrodille un momento tomando aliento. Mi cuerpo estaba completamente empapado y empecé a sentir frio, pero no había tiempo que perder. Recobre el aliento y me encamine hacia uno de los grandes armarios. Tome una gran caja y la dejé sobre una mesita auxiliar.Tome muchos vendajes y los acerque a la cama.

La joven poco a poco comenzó a moverse, intentando recobrar la postura.
Se sentó como pudo sobre la cama, mientras su cuerpo tiritaba aun bajo mi capa.la capucha callo hacia atrás mostrando una larga melena negra que cubría parte de sus heridas.
Me acerque hacia ella con calma y desenrolle las vendas, agarrando la capa y dejando que cayese sobre la cama, dejando su espalda desnuda al aire. Ella me miro asustada.

-no voy a hacerte daño. Solo quiero curarte, si no te vendo te seguirás desangrando...
Puedo?...

¿Dónde estaba? Tragué saliva ruidosamente mientras mis ojos contemplaban una estancia relativamente amplia, llena de motivos ornamentales de origen oriental, aunque el lecho en el que el hombre me había dispuesto no era como al que yo estaba acostumbrada. Me enderecé sobre el colchón y ante mi estupefacta mirada, el hombre tocó la piel de mi espalda con la intención de sanármela, aunque… ¡estaba desnuda frente a él! Un intenso sonrojo coloreó mis pálidas mejillas y agaché la mirada, tiritando de frío, de nervios y de temor. Mordí mi labio inferior y ladeé mi rostro hacia la ventana, decidiéndome a asentir con la cabeza una sola vez, sabiendo que aquello era por mi bien.

Así, el hombre empezó a sanarme las magulladuras mientras yo apretaba las mandíbulas con fuerza, intentando que no escapara de mi boca gemido alguno, aunque no siempre los controlé y en algunas ocasiones, mi espalda se arqueó por el dolor del alcohol sobre las heridas. Las articulaciones de mis manos empezaban a dolerme debido a la fuerza con que las cerraba como puños. Una lágrima traicionera saltó de mis ojos y cayó como uno de mis puños, salpicando mi piel y parte del vestido que aguardaba mi secreto mejor guardado. Al fin, mi piel dejó de sentir el tacto del algodón y pude respirar aliviada, aunque realmente dolorida.

- Gracias.- musité sin mirarle, aún con la mirada gacha y clavada sobre mis puños.

Anude el último vendaje y deje mis manos reposar sobre la cama un instante. La joven tiritaba aun.

-No es nada comente observando su espalda, esperando que ella dijese algo mas, pero de alguna forma también entendía su silencio.

Me levante y camine hacia otro de los armarios, abriéndolo y sacando unas cuantas mantas y algunas toallas.
Extendí una de las mantas sobre su espalda y tome una toalla para depositarla sobre mis hombros, me quede allí de pie, aun contemplando su espalda. Desvié la vista y mire por la ventana observando como la claridad comenzaba a surgir entre las tinieblas y la lluvia.
Notando como el frio se empezaba a calar por mis huesos.

-Deberías descansar un poco…Puedes estirarte allí mismo si gustas…yo iré a preparar algo caliente. De acuerdo?

La joven seguía sin decir nada y empezó a preocuparme, pero lo respete.
Me saque la toalla que llevaba encima y quitando mi camisa, la deje sobre la misma cama junto con el crucifijo que solía llevar al cuello como colgante. Mi torso quedo al descubierto mostrando los diversos vendajes que cubrían mi torso por culpa de daños en otras batallas. y los tatuajes budistas que llevaba gravados a lo largo de mi columna.
Me encamine hacia la cocina, intentando recordar porque diantres nunca compraba café…
Ahora necesitaba uno con urgencia…

Asentí de nuevo cabizbaja a la propuesta del hombre quién, muy amablemente, me ofreció el lecho en el que descansar. Pero no podía relajarme. Habían demasiadas cuestiones que resolver, como dónde pasaría aquella noche y el resto de mi vida, cómo pagarle al hombre por su ayuda, qué hacer con mi vida ahora que no tenía a quién servir…

Un gesto del varón hizo esfumar mis miedos cuando se quitó la camisa y la dejó junto a la almohada, mostrando bajo la luz de la luna su torso magullado y lleno de tatuajes. Desvié la mirada al momento, sintiendo mi rostro arder como si padeciese altas fiebres. ¿Pero qué…? ¡Delante mío! ¿Cómo osaba semidesnudarse? Meneé la cabeza y me acomodé en el lecho, mirando fijamente la pared del habitáculo y dando así la espalda al muchacho si es que volvía con algo caliente que llevarme a la boca, tal y como momentos antes había anunciado. Suspiré y reprimí un escalofrío, tosiendo disimuladamente. Empezaba a sentirme enferma y aquello no podía ser un buen augurio.

Los minutos fueron transcurriendo y en aquél silencio, mi cuerpo empezó a subir de temperatura pese a no tener calor. Pronto, mi piel empezó a secretar un frío sudor febril; mis ojos rasgados me picaban; sentía la garganta arder y mi boca seca; y tenía calor. Mucho.

Como el hombre aun no regresaba, decidí desprenderme de cualquier tela que asfixiara mis poros, sintiendo por fin algo de alivio. Respiraba con dificultad y los párpados me pesaban… hasta que sucumbí ante un tormentoso sueño.

Herví agua, tome dos cuencos de té y me dirigí hacia la habitación con la bandeja, mientras sentía el aroma del té humeante. De solo sentir la cercanía de aquellos líquidos templados ya dejaba de sentir tantísimo frio.
Entre en mi habitación y mire a la joven que estaba recostada sobre mi cama, hecha un ovillo. Su respiración resonaba algo agitada.
Deje la bandeja en una mesita y me acerque a ella.

-He traído un poco de té de verde…al ver a la chica que no parecía reaccionar, pensé que debía estar dormida. Me acerque a la cama y palpe su brazo ahora descubierto de las mantas.
Su piel ardía. Fruncí el ceño y me acerque aun mas, tomándole por el brazo para que su cuerpo quedase boca arriba, mientras ella dormida se quejaba mientras su frente comenzaba a llenarse de perlas brillantes que empapaban su rostro.
Toque su frente y entonces me percate de las altas fiebres que ella padecía.
Quite el resto de las mantas que la cubrían y solo quedo una delgada y desgarrada tela cubriendo su maltratado cuerpo.
Tome una de las vendas y me encamine hacia la cocina, la empape en agua fría y volví rápido hacia mi habitación para depositarla sobre la frente de la joven.

La fiebre le había subido de sobremanera y debía de ser por las heridas de su espalda, tenía que intentar mantenerle despierta, hacer que bebiese algo de liquido o se iba a deshidratar.
Me senté en la cama y comencé a deslizar mi brazo por detrás de su espalda para levantarle un poco mientras su cabeza caía pesadamente sobre mi brazo.

-Hey…me escuchas?? Vamos pequeña tienes que despertar. Gire la cabeza hacia la mesita y tome uno de los cuencos de té. comencé a acercarlo a los labios de la joven.
Si bebía un poco ya podría dejarle dormir en paz. Pero antes tenía que descubrir si me escuchaba…si no lo hacía es que se encontraba peor de lo que yo imaginaba y ese caso tendria que obligar a su cuerpo a reaccionar de forma brusca para hacerle volver, como por ejemplo despertarla sumergiendola en las frias aguas de la bañera...

Y no recuerdo nada más sobre un lapsus de tiempo más o menos extenso. ¿Qué ocurrió? Probablemente me quedé dormida, o quizás me desmayé debido a las altas fiebres que padecía. La cuestión es que, en un momento dado, un torbellino gélido como si diminutos cristales de hielo se clavasen en mi piel poro por poro, despertó la sensibilidad y la consciencia perdida anteriormente, luchando con la fuerza de mis pulmones para abrirme paso entre aquella frialdad que me asfixiaba, arañando con mis uñas una superfíce porcelanosa.

Abrí los ojos y jadeé sonoramente, sintiendo mi cuello arder ahora como si me hubiesen extraído el corazón por la garganta y sin anestesia alguna. Me agarré a lo primero que encontré, que era el borde de una mediana bañera de color marfil, cuya superficie acuosa, realmente congelada, envolvía mi cuerpo desnudo y lo hacía enrojeces. Mis mandíbulas tiritaban, haciéndome castañear los dientes ruidosamente mientras mis ojos desorbitados buscaba al causante de aquella alocada acción, tropezando con los ojos de aquél hombre.

Sin parar a pensar, me puse en pie y recosté mi espalda contra el muro de la pares, mostrándole mi anatomía desnuda al completo sin pudor alguno, pues ahora le miraba con horror, puro temor.

- ¡¿Intentaba matarme?!- grité entrecortadamente, aun con la respiración agitada, temblando de pies a cabeza tanto por el frío como por la idea a verme cara a cara con una personificación de la Muerte.

Miré a lado y lado de la habitación en la que nos encontrábamos, localizando una puerta tras la figura acuclillada del hombre. Mordí mi labio inferior y decidí luchar por última vez para salvar mi estúpida vida. Así, salté de la bañera y descalza corrí hacia la puerta entreabierta, patinando por mi piel húmeda y el suelo resbaladizo por el mármol. Y caí, para más inri, sobre el más que probable psicópata.

¡Viva la torpeza!

Las altas fiebres de la joven no bajaban. No me escuchaba, no bebía, su respiración seguía agitada y sus parpados cerrados se movían como si estuviese soñando algo que le hacía mantenerse aun más inquieta.
Sin pensármelo dos veces deje el té y la joven a un lado y me dirigí al baño, comencé a llenar la bañera abriendo todos los grifos de agua fría, aquello era un poco extremo, pero necesitaba hacerle reaccionar y su cuerpo solo despertaría si recibía un impacto inesperado.
Cerré los grifos y me dirigí veloz a la habitación, aparté los rasgados trozos de tela del cuerpo de la joven y quite las vendas de su espalda sin inmutarme al ver su desnudes. Aunque me sorprendieron sus curvas, como si fuese un dibujo, ella parecía estar equilibrada en todas sus partes.
Tome en brazos a la joven y camine con ella hacia el baño, donde poniéndome de cuclillas solté un resoplido antes de hacerlo.

-Lo siento pequeña. Es por tu bien.
Le deje sumergirse en las aguas mientras sostenía su espalda para que su cabeza no se hundiese.
A los pocos segundos la joven abrió los ojos como platos notablemente alarmada y asustada mientras sus dientes comenzaban a castañear con violencia.
Se puso de pie horrorizada y yo le contemple con calma, puesto que esperaba la reacción de frio y miedo, aunque no esperaba que quisiera huir, mire con un poco de asombro como ella se alejaba de mí pero tropezaba ante la humedad del baño.

-Cuidaaad….!! Lo que no esperaba es que la joven cayese encima de mí.
No pude evitar notar como una ligera sonrisa se asomaba sobre mis labios al contemplar la pastosidad de la joven, pero desapareció al instante. Cuando ella aun encima mío me miro con uno de los más profundo horrores que había visto en el rostro de alguien.
Ella intento levantarse y alejarse, pero no le deje, la sostuve por su brazo mientras me levantaba y la levantaba a ella, ante su rostro de pánico

-quiere tranquilizarse? No voy a hacerle nada. Pero la joven se resistía e intentaba zafarse de mí. En aquel momento ella era un peligro para sí misma y no se daba cuenta.
Aun sujetándole por un brazo, sin hacerle daño solo impidiendo que se escapase, agarre con la otra mano una toalla y la envolví como pude en ella mientras me apresuraba a tomarla para dejarla sobre mi hombro como si ella fuese un saco de patatas ante sus gritos de protesta y su pataleo.
La conduje nuevamente conmigo a la habitación y la senté sobre la cama como si fuese una niña pequeña, ella intentaba sacar los brazos de la toalla que la envolvía aparatosamente y sus piernas quedaban colgando sin llegar al suelo mientras aun se removía.
Yo tome una toalla mas que habia sobre la cama, esta vez una más pequeña y ayudándole a orientarse. Me incline delante suyo, y pase con suavidad la toalla por su mejilla, para secar las gotas de agua que empapaban su rostro para después ponérsela sobre la cabeza.
Sus ojos me miraban aun asustados y sin entender nada. Le contemplé un momento.

-No voy a hacerle daño, ni a descuartizarle, ni a pegarle, ni a hacerle nada, solo voy a intentar que se reponga, vale? Ella seguía en silencio… De acuerdo de acuerdo!...le dejaré en paz. Quédese aquí y séquese. En los armarios de allí hay ropa, le quedara grande porque es mía, pero le servirá por mientras.
Contemple los vendajes de mi torso, ahora estaban húmedos, así que sería mejor que me los cambiase ya que aun iba algo magullado de mis ultimos movimientos.
Me puse en pie mientras caminaba hacia la salida palpando los nudos de los mismos.

-Estaré en el salón… me gire un momento para mirarle, por cierto, me llamo Diétrich.
Salí y cerré la puerta mientras caminaba distraído desenrollándome las telas que cubrian mi torso...

Mi ceño fruncido reflejaba la desconfianza con la que mis ojos le escrutaban en cada gesto y palabra. Esperé a que el hombre llamado Diétrich cerrase la puerta corredera y no fue hasta ese momento, en el que me percaté de la decoración de la sala, pues tenía una fuerte influencia oriental. Aquello me desarmó, no puedo negarme, pero aquello no restaba importancia al hecho de que él casi me ahogaba en una bañera. Mordí mi labio inferior, visiblemente nerviosa ante aquella tensa situación. Caminé descalza y aun empapada, abriendo los compartimentos de un armario hasta encontrar algo de ropa, exactamente una gabardina negra y un pañuelo grisáceo. Abroché deprisa los botones.

Soplé la única vela que alumbraba la estancia y sigilosamente, me moví hacia la ventana, abriéndola despacio sin dejar de mirar atrás, esbozando muecas de dolor cada vez que la tela rozaba las heridas de mi espalda. Cuanto el óculo era suficientemente grande como para que mi cuerpo cupiera en él, me deslicé con cuidado por la ventana, agarrándome al pañuelo atado al borde de ésta y buscando con la punta de mis pies desnudos algo que indicara que estaba cerca de tocar el suelo del jardín que rodeaba la casa, pues la negra noche impedía la visibilidad. No obstante, no creí que fuese muy elevado, por lo que simplemente, me dejé caer… de espaldas, no pudiendo evitar ahogar un sonoro grito de dolor cuando un lecho de rosas se convirtió en un millón de espinas que perforaron la gabardina y marcaron a fuego cada resquicio de mi piel. Me retorcí inútilmente, pues en vez de escapar de aquella trampa, sólo propiciaba que más agujas encajaran en los poros de mi anatomía.

¡Maldita sea mi suerte! No deseaba morir así… no allí. No obstante, ¿a caso no lo merecía? Al fin y al cabo… aquellos noventa y nueve latigazos me recordarían el resto de mi vida el mayor error que había cometido: el acceder a pecar lujuriosamente con un hombre. Sí, sin duda merecía aquella muerte, pero por supuesto, mi final no había llegado aún, aunque esta idea no rondaba mi mente, mucho menos cuando las luces del jardín se abrieron y los pasos presurosos de alguien se acercaban peligrosamente al lugar en el que me hallaba tumbada y casi delirante. ¿Acabaría Diétrich con aquél sufrimiento?

Por supuesto que no.

Camine hacia el salón y me senté sobre uno de los sofás con las piernas cruzadas.
Comencé a desenrollar las vendas empapadas de mi torso con calma y al acabar me puse de pie, moviéndome un poco, haciendo estiramientos. Era agradable no estar tan rígido con las vendas.
Contemple un instante mi piel, diversas cicatrices y magulladuras se cruzaban como si fuesen simples zonas sonrosadas…Mi cuerpo delataba que mi vida no era precisamente tranquila aunque yo fuese un ser pacifico.
Solté un suspiro y sin deseo alguno de ponerme más vendajes decidí que me pondría una amplia camisa y ya mañana me volvería a vendar, no me apetecía sentirme como una momia esta noche.
Mire hacia mi habitación, donde no se escuchaba ningún ruido. Necesitaba alguna camisa, pero la chica no salia aun de alli.
Comencé a pasearme por el salón y tome uno de los libros que tenia por allí encima. Tome mis gafas de cristales redondos y comencé a pasar paginas mientras paseaba por la estancia. Pasaron algunos minutos y empecé a sentir frio. Cuanto tardaría aquella joven en salir? senti un escalofrio, y entonces decidi que tenía que ir a buscar algo con lo que abrigarme, después de todo era mi casa.
Camine hacia mi habitación, tomaría una camisa y quizás luego podría preparar algo de cenar...o mejor dicho de desayunar. Me pare en frente de la puerta corredera.

-Disculpe señorita…mmmmmm necesito pasar. Arque una ceja, era mi propia habitación y tenía que llamar a la puerta…Pero bueno, no podía entrar si aquella joven se estaba vistiendo.
No recibí noticias pero de pronto algo cayó pesadamente. Me alarme un poco, así que abrí la puerta corredera sin importarme ya si a esa chica le molestaría que le viese como dios le había traído al mundo.

Señorita? Alguien se quejaba desde la ventana, aquello que visualizaba…era una pierna? estaba mirando bien? Era una pierna? Me subi el puente de las gafas, pensando que quizás era yo quien veía extraño. Pero al parecer no era yo.
De dos zancadas cruce la habitación y contemple la escena…Pero qué diantres le pasaba a aquella jovencita?

Pero que…!?.... Di un salto y tomándola en brazos nuevamente subí con ella a casa,cruzando la habitacion la lleve directamente al salon y la senté en el sofá donde me había sentado yo momentos antes. contemple su espalda, las rosas habían amortiguado su caída y algunas manchas oscuras aparecían en la espalda de la joven. Le tendría que volver a vendar...
Pero antes de eso me senté con las piernas cruzadas delante de ella. Sobre una de las mesas de centro.
La verdad es que la chica empezaba a desconcertarme, que le pasaba? Quizás era un shock postraumático, quizás se habría dado un golpe en la cabeza, quizás debía llamar a un medico…
Mire a la joven, pero ella rehuía mi mirada. Señorita?...pregunte por un momento sintiéndome como si me estuviesen ignorando. Solté un resoplido.

…Si deseaba salir…podría haberme dicho, no le tengo aquí contra su voluntad, sabe? Disculpe, me está escuchando? Dije mientras intentaba encontrar los ojos de la joven que rehuían de mí como si no pudiesen ni mirarme. Quizás le asustaban mis gafas y yo no me daba cuenta, pero es que las necesitaba para leer!…

Forcejeé para liberarme del agarre de ese ser despiadado aunque aparentemente me recordara a un monje budista de los templos nipones. No me dejé guiar por aquella intuición, cansada de siempre equivocarme al intentar ver la bondad en las personas.

Así, el hombre me devolvió a su casa y me dispuso en un cómodo sofá mientras él se sentaba frente a mí, clavando aquellos ojos en los míos como si quisiera penetrar en mi mirada y desnudarme interiormente. ¡¿Qué se había creído?! ¡¿Cómo osaba mirarme así?! Entonces caí en la cuenta de que era occidental y para las gentes parisinas, aquél gesto era de lo más normal y corriente. En aquella sociedad, lo distintivo lo aportaba mi presencia.

Mordí mi labio inferior, jugueteando con los dedos de mis manos mientras escuchaba lo que me decía, aunque sin creerle realmente. Finalmente, me di por vencida, aunque seguí sin mirarle al rostro pese a no sentir que debiera serle cortés cuando él me había tratado de aquél cruel modo, intentando ahogarme en su bañera. ¡Estaba loco! Pero la verdad es que no tenía a dónde ir… los Morel se habían desentendido ya de mí y los Miyagi… bueno, a la vista estaba cómo me veían ahora, como una despreciable ramera que vendió su cuerpo a un ideal del amor. ¿A quién podía recurrir? A nadie. No tenía a nadie más, en aquella ciudad. Nadie a quién confiarle aquella desgracia. Nadie que quisiera mis servicios. Nadie que…

Alcé la vista entonces, con los ojos desorbitados pese a emanar algunas lágrimas de ellos. Diétrich me miró confuso, quizás aliviado de que le prestara atención. Entonces terminé de lanzar por la borda aquellos estrictos mandamientos para tomar sus manos entre las mías, temblorosas como mi propia alma estaba.

- Señor… por favor… se lo suplico… permítame ser su sierva.- le imploré, ejerciendo cierta fuerza en sus manos para enfatizar el grado de desesperación que regía mis palabras.

¿Y si me rechazaba? Bueno, quizás me libraba de que por la noche me abriera en canal y vendiera mis órganos al mercado negro. Sin embargo, estaba dispuesta a correr ese riesgo, no teniendo ya nada más que perder. Aquél loco psicópata probablemente convertiría mi vida en un verdadero infierno pero… ¿Acaso sabía lo que era el paraíso? ¿Acaso conocía algo sobre el cariño, la amistad o el amor? Mi vida no había sido escrita para ser feliz, sino para servir a mis amos. Y ahora, Diétrich se había convertido en la única vía de escape para no terminar en la calle, sola, perdida y moribunda.



Sorry por ser tan sumamente CORTO… TT__TT

La joven mirándome al fin a los ojos me sorprendió profundamente con sus palabras.

Servirme?? oh dios mío...habrá sufrido algún trastorno? será mejor que llame al medico. Pensé dispuesto a ponerme en pie para ir a buscar a alguien que ayudase a aquella joven...
Pero sus manos agarraban las mías impidiéndome alejarme...

-Señorita...por favor cálmese. Usted no sabe lo que esta diciendo...
Aun con sus manos agarrando las mías me quede un instante allí mirándole. Entendiendo al ver sus ojos llenos de lagrimas que me hablaba con seriedad aunque yo no me lo creyese...si era así...era posible entonces que fuese cierta su petición?
Cuando vi ese brillo en sus ojos que pareció confirmármelo, sentí como si hubiese sido yo el que se hubiese metido en una bañera de agua fría.

- Pero que dice usted? Mi sierva? NEIN!!! Negué con la cabeza. Quiero decir que... Como va a ser usted mi sierva??. Pero es que sabe acaso quien soy yo? Bueno, no soy un psicópata ni nada por el estilo...pero es.. es...como se decía en francés que era una soberana locura?
Ambos nos quedamos mirando ceñudos, ella notablemente afectada, y yo realmente extrañado, aquella jovencita no sabia lo que estaba diciendo.
Que pensaría si descubriese que estaba pidiéndole a un cazador ser su sierva?
Y si aquella joven abría la puerta de la habitación continua y viese que estaba lleno de armas...como se lo explicaría?
Casi que era mas fácil decirle que también era exorcista....o mejor aun hablarle de que también era espía...si, seguro que le encantaba oírlo...

-Si no hubiese sido por la situación en la que la encontré habría dudado de ella...
De pronto caí en aquello. Ella había visto al licántropo...me había visto matarle...
Tenia que seguir charlando con ella y averiguar que había visto exactamente...solté mis manos con suavidad de entre las suyas y mire a mi alrededor algún pañuelo para ofrecerle, para que se secase las lagrimas, pero ante la ausencia de aquello acerque mis dedos a su mejilla, me retracte un momento, pero finalmente tuve la osadía de pasar los dedos con suavidad por su mejilla para arrebatar esas lagrimas que brotaban sin parar. Sintiendo como la joven se aterrorizaba ante mi tacto, lo cual ya me empezaba a parecer mucho mas normal.

-señorita.... dígame...no tiene a alguien que desease venir a recogerla?...hoy en aquel callejón...usted esperaba a alguien verdad?...que pensaría esa persona si supiese lo que usted me esta diciendo? Comente intentando sonar bromista, cuando en realidad estaba empezando a interrogarla.
Mis preguntas quizás extrañasen a la joven, y le harían pensar que además de ser un demente, era también un entrometido, pero eso daba igual.
...De hecho, aquel era uno de los motivos por los que vivía solo, había que dar menos explicaciones, sobretodo cuando llegaba a casa empapado en sangre...

Sabía, sabía que me rechazaría. ¿Qué clase de dueño aceptaría a alguien tan frágil y llorosa como yo? Nadie, absolutamente nadie, y él no sería distinto, por muy loco que pareciese estar. Suspiré cuando empezó a alarmarse por mi sugerencia, meneando la cabeza al ver aquello como una causa perdida. No obstante, el roce de sus dedos sobre mi mejilla me sacaron de aquél breve ensimismamiento, devolviéndome a la realidad. Él estaba muy cerca y me… me estaba tocando la piel. Tragué saliva y le miré con los ojos desorbitados, tiritante de miedo. ¿Y si me abofeteaba por la osadía de mirarle? Cerré los ojos con fuerza y esperé, pero lo único que obtuve fue sentir mis pómulos libres del contacto de sus yemas y la voz del hombre retumbando en mi cabeza cuando se preocupó por mí, aludiendo al episodio frente a la residencia delos Miyagi. Poco a poco despegué mis pestañas y le miré a los ojos como no debía hacerlo, con fijeza, mientras relataba brevemente lo ocurrido. ¿Por qué me sinceré? Porque la primera norma de una buena sirvienta es la sinceridad a su amo. Y aquello era un paso para demostrar que podía confiar en mí.

- Probablemente… me gritaría que soy una estúpida por no aprovechar la libertad cuando me la ofrecen, señor.- susurré con la mirada vacía, pensando en la cara de Osgar en cuanto supiera que buscaba nuevo dueño.- Monsieur, yo había ido a la residencia Miyagi para comprometerme con su primogénito. Y estaba todo listo, cuando el señor Kaname Miyagi se marchó en un encuentro con su amante y yo me vi sorprendida por la aparición de Osgar, señor, un… hombre que me corteja.- agaché la mirada, visiblemente avergonzada por aquello, deseando huir corriendo pero me mantuve firme.- Él… bueno, yo… caí en su embrujo de seducción y… los Miyagi nos descubrieron y por ello me azotaron, Monsieur, como castigo a mis pecados.- me estremecí de sólo pensar en los latigazos que ahora adornaban mi espalda.- Nos echaron de su residencia y Osgar tuvo que marcharse… fue entonces cuando… ese enorme lobo mutante quiso hincarme el diente.- tuve otro estremecimiento y alcé la vista hacia el hombre calvo, en busca de algún apoyo en la mirada o en sus gestos.- Señor… mi nombre es Aya Kuran. Soy esclava y ofrezco mis servicios como geisha si me son reclamados.- hice una reverencia ante él hasta casi besar la moqueta sobre la que ambos estábamos sentados.- Señor… he sido repudiada por mis dueños… y sé que eso es importante para vos, para sopesar si puede o no creer en mí, pero… se lo imploro, Monsieur… necesito ser su sierva.

Tras en énfasis a las últimas cuatro palabras, cerré los ojos y mantuve aquella posición de súplica a la espera de su veredicto, temiendo el rechazo por su parte y quizás una sarta de insultos y vejaciones. En todo caso… lo merecía.

Escuche atentamente a aquella joven, palpando mi mentón con mis dedos y frunciendo el ceño mientras analizaba los gestos de ella en busca de cualquier seña, mueca o guiño que denotase algo extraño…alguna pista…
Pero sus palabras eran sinceras, a pesar de que no comprendía el porque ella se encontraba tan horriblemente avergonzada, pude ver que me hablaba con sinceridad.
Le contemple en silencio escuchando su relato, su crudo relato…
¿Como era posible que aun hubiese gente que castigase de esa forma a sus semejantes?...bueno…me parecía mal, pero lo entendía. Mi misma congregación obligaba a chicos que aun no eran adultos a flagelarse…y aquello también era inhumano y según decían “totalmente recomendable para fortalecer el espíritu y someter el alma a la humildad”… aquellas palabras aun resonaban en mi mente, a pesar de que habia pasado mucho tiempo de aquello.

Sin embargo cuando la joven volvio a comentarme su petición e hizo aquella reverencia, realmente me dejo perplejo, puesto que no me lo esperaba en lo mas mínimo.

-….Señorita Kuran. Oh! por favor póngase en pie! , dije mientras me arrodillaba delante suyo para tomarle por los brazos y obligarle a sentarse y mirarme.
Así que por lo visto aquella joven estaba sola, además de un tal Oscar que ella mencionaba, no había nadie mas…y había llamado al licántropo “lobo mutante”…solté un suspiro, ya que aquello me ahorraba bastantes explicaciones.
Por favor, no hace falta que haga tal reverencia ante mi…dice usted entonces que aquel lobo apareció y usted no vio nada mas, verdad? y ademas de eso usted esta sola...
Si eso era cierto, significaba que no podía dejarle así como así. Que clase de desalmado seria si no ofreciese cobijo pudiendo hacerlo? Definitivamente no seria ni un buen cristiano ni un buen budista si no hiciese algo al respecto.
Tenia mas habitaciones en casa desocupadas, y no me importaria que ella se quedase, pero eso de ser mi sierva me sonaba extraño, yo no necesitaba un siervo, yo intentaba vivir con humildad, ademas siendo cazador pasaba bastante tiempo fuera y aquello era otra cosa... Tendría que inventarme alguna profesión por si ella preguntaba a que me dedicaba...

-Señorita kuran…mmm…usted puede quedarse aquí si lo desea. Yo no me opondré. Si usted dice que no hay nadie mas, créame que puede contar conmigo...yo tengo espacio aquí, pero no hace falta que haga usted de sierva.
Contemple el rostro compungido y agobiado de la joven.

-oh vamos! no se angustie...el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional…comente mientras frotaba uno de sus brazos para infundirle animo…Sus ojos me miraron por un momento algo desorbitados, quizás aquella frase de buda le era conocida.

-le apetece un poco de té? Pregunte mientras pensaba en como haría para cerrar las habitaciones de las armas sin que la joven se diese cuenta…

Un destello esperanzador cruzó mi cara y dotó de mi triste mirada de su vívido centello. Sin poder contenerme, dejé que las comisuras de mis finos y sedientos labios esbozaran una pequeña sonrisa, apenas perceptible a los ojos humanos. Y, viendo en aquella una oportunidad para satisfacer a mi nuevo amo, me puse en pie y realicé otra efímera reverencia antes de caminar deprisa hacia la puerta corrediza, como si mis pies a penas tocaran el suelo de la vivienda, como si realmente levitara.

- Ahora mismo se lo preparo, mi señor.- murmuré justo antes de cerrar la puerta tras de mí y estirar mi espalda disimuladamente, sintiendo los latigazos aun presentes en mi piel.

Sin darle más importancia, caminé a tientas por el pasillo oscuro, buscando lógicamente la cocina, tropezando de vez en cuando con algún mobiliario. En una de mis torpezas, pateé un pequeño armario y un cajón quedó medio abierto, aprovechando para buscar lo que encontré, una caja de cerillas. La tomé con fuerza entre mis dedos y seguí avanzando, hasta encontrar otra puerta. La abrí sigilosamente y me extrañó no ver ninguna ventana en esa estancia que olía de forma extraña. ¿De qué clase de comida se alimentaba ese hombre? Estaba claro que necesitaba una mano femenina en esa casa y en su vida, imponiendo algo de orden en ese caos sin forma.

Entonces recordé que no tenía por qué seguir a oscuras, así que tomé la caja y extraje una cerilla, frotándola luego contra el borde del cuadrilátero para, segundos después, iluminar tenuemente aquella pequeña sala. Sin perder tiempo, abrí un enorme armario enquistado en la pared, pero antes de que pudiese ver su interior, la luz se consumió. Suspiré, pero antes de encender otra cerilla, atisbé una pequeña bolsa de cuero en un extremo de ese enigmático armario. Ingenua de mí, creía que sería la bolsita que contendría el té, segura de que ese habitáculo era la cocina. Cerré el armario tras de mí sin tan siquiera husmear en su interior, pues ya había localizado lo que deseaba. Llevé así, la bolsita hacia lo que parecía ser una mesa llena de herramientas. Con cuidado las aparté para hacer un hueco, estirando luego mi mano hacia una estantería colocada sobre aquella mesa y en la que centelleaban unos vasos de extrañas formas. Sin darle importancia dispuse el vaso en la mesa que crujió ante mi sorpresa y dejé la bolsita junto a ese recipiente cristalino. Busqué con la mirada quizás alguna ánfora que contuviese agua, si es que aquella casa era tan humilde como parecía serlo. Como todo seguía sumido en las tinieblas, pensé en usar ahora otra de las cerillas, prendiéndola con rapidez para contemplar, ahora sí, mi alrededor. Y sé que el horror cruzó mi rostro, haciendo que mi boca quedase abierta y mis ojos desorbitados al comprender que aquello no era la cocina, sino un lugar probablemente de tortura, lleno de armas y herramientas varias para torturar y castigar de forma física. La mesa, era realmente una vitrina llena de mazas, cuchillos y machetes. En otra mesa más allá, se extendían una serie de estacas y balas, tanto de madera como lo que parecía ser plata, junto a unas trampas que muy posiblemente para atacar a animales salvajes.

La puerta del armario permanecía algo entreabierta, así que con el corazón en un puño, me atreví a tirar de ella, descubriendo un sinfín de pistolas, revólveres, escopetas, arcos, flechas y ballestas. Sobre ese armario, de forma casi ornamental, pude atisbar lo que eran unos extraños elementos religiosos como un frasco de agua bendita con la imagen de una virgen, rosarios de cuentas negras y blancas, un par de Biblias y varios crucifijos. ¿Qué clase de lugar era ese? ¿Quién era ese hombre que me esperaba en la sala? Asustada por el cúmulo de macabra información recopilada en escasos segundos, retrocedí un par de pasos hasta chocar contra la mesa de madera, aullando levemente ante el golpe contra mi espalda y haciéndome girar hacia ella, adivinando entonces el contenido de aquella bolsita ahora abierta, que mostraba unos polvos negros y un aroma de… ¡ouch! El fuego que iluminaba la estancia gracias a la cerilla había ido devorando la madera y había rozado la yema de los dos dedos que la sostenían, haciéndome gritar antes de soltar de forma innata aquella cerilla que cayó sobre la azabache pólvora…