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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ash Ravnos Miér Nov 02, 2011 10:27 am

Dos días antes


¿Cómo podía resultarle tan bella? Sin duda alguna, el paso de los siglos no hizo que el tenebroso manto nocturno dejase de encandilar a la criatura que, apoyado en las frías y húmedas maderas de estribor, oteaba la agitada mar en aquel gran barco que le llevaba hacia su nuevo hogar.
Él suspiró, como el joven adolescente que no puede apartar la mirada de esa guapa muchacha que le resulta inalcanzable. Miraba hacia la luna, fenómeno natural que le obsequiaba con su pálido, triste y a la vez hermoso resplandor robado de un sol que le mataría. Por esa sencilla razón la admiraba, por ese insignificante motivo la amaba tanto como un niño pequeño a su madre.

Allí permanecía el vampiro, sombrió, sintiendo como las diminutas gotas de mar que se elevaban al chocar las olas contra la madera azotaban su rostro con un estremecedora y helada caricia.
-¿Mi señor?- preguntó entonces una voz gruesa y tosca. Tan áspera como las duras escamas de un cocodrilo y tan cavernosa como el rugido de un oso. Ash giró ligéramente la cabeza para observar a ese hombre, al que osaría interrumpir sus pensamientos y más importante; aquella conversación silenciosa con la naturaleza. -...¿Qué quieres?- desganado, sintiéndose abrazar por el desasosiego que le provocaba estar acompañado de tipejos como el hombre presente. Era alto y extremádamente horondo para ser alguien incluso inferior a la clase baja. Sus ropajes estaban raidos, como si se descompusiesen al contacto con algo ácido. La piel morena del hombre se confundía con la enorme cantidad de suciedad que llevaba adherida a la misma, haciendo una "hermosa" sinfonía de olores al son de su alitosis. -Estamos a punto de llegar a Francia, Mi lord...- anunció bajando ligéramente la cabeza, atemorizado por la severa mirada del Capitán General -También quisiera saber... ¿Por qué viajar en este barco pudiendo ir acompañado de otros nobles?.- no pudo reprimir la pregunta que hacia martilleaba su mente como un gigantesco terremoto, pero enseguida comprendió que su impertinencia podía costarle demasiado cara. -No me cae mal la clase baja, aunque eso no te incluya a tí.- pausó intentando respirar algo de brisa fresca marina, el hedor era insoportable en la cubierta para tan delicado olfato. -Disculpadme, quien quiera que seais... pero me gustaría estar a solas.- terminó de decir volviendo nuevamente su mirada hacia la infinita oscuridad que danzaba misteriosa y legendaria con el estruendo del oleaje. Respecto al hombre, ya se había marchado sin hacer el menor ruido, aunque bastante disgustado por el comportamiento del Capitán que, por muy Superior militar que fuese, no llegaba a ser un Noble al que debiese una completa pleitesía.

Presente

Desde los bosques se podía percibir una lejana centella que iluminaba los frondosos caminos, luz que se acercaba cada vez más y más a la fulgente ciudad nocturna de París acompañada por una melodía oxidada de unas ruedas algo resentidas por el tiempo. Mas el carruaje era digno de admiración. Su presentación era más que sublime, diseñado complétamente de blanco con algunos motivos negros, como si unas umbrías hiedras intentasen atrapar a quien habitase en el interior del mismo... donde se encontraba Ash.
Ataviado con un elegante guardapolvo de color carmesí que resguardaba a su ser de un frío que necesitaba aparentar en sociedad sobre un chaleco negro a juego con sus pantalones y botas. Unos ropajes excesívamente sencillos para alguien de clase alta, a pesar de los hilos dorados que decoraban los bordes de aquella larga gabardina de tela.

Mientras avanzaban por las calles más agitadas, el vampiro podía ver, notar... sentir como los lugareños admiraban embelesados el carruaje y desnudaban su figura oculta entre las ventanas del mismo. Su largo cabello castaño que caía sobre su espalda traspasando su hombrera, su tez morena adornada con aquella recortada y perfilada barba que recorría su mandibula para culminar en su barbilla como perilla. Su mirada fría y serena atravesaba el alma de aquel que la cruzase con el susodicho, sin tan siquiera poder llegar a atisbar la alta estatura y atlética complexión de su cuerpo.
-Cochero... ¿Queda mucho para llegar al Cuartel?- su voz parecía la más leve caricia capaz de propinar la muerte, grave e imponente pero al mismo tiempo suave y seductora, incluso refiriéndose hacia un hombre... A fin de cuentas, no podía remediar que su voz fuese así desde su más tierna pubertad. -¡No, mi señor!- se oyó la voz agrietada del señor mayor que conducía el coche -No queda demasiado. Por favor, aguarde paciente y discúlpeme, aligeraré un poco la marcha.- sonrió entonces el Capitán al notar ese timbre de voz tan tembloroso, cargado de miedo.

Sin duda, la sociedad en la que se encontraba actualmente trataba demasiado mal a la gente pobre. Él era consciente de todo lo que sucedía a su alrededor y recordaba perfectamente su vida anterior en Tebas cuando no era más que el guardián del Faraon, lo que hacía tratar a todo ser vivo como a iguales fueran del rango social que fueran, exceptuando claro está a los licántropos y a según qué chupa sangre
-No se preocupe señor... ¿Señor...?- preguntó al aire, aguardando el nombre o el apellido al que debía dirigirse a su cochero -Hitler señor, provengo de Austria.- Ash arqueó ligéramente una ceja, nunca había oido un nombre así. Se sintió ligéramente ofendido al verse sorprendido por la idea de que no había terminado de recorrer todo el mundo, aún tenía mucho por descubrir. -Muy bien señor Hitler... Nunca había oido semejante nombre- el cochero rió -¡Es mi apellido, Mi lord! ¡Algún día será conocido por todo el mundo entero!- se atrevió a bromear jocoso y risueño al verse cálidamente recibido por el líder del ejército. -Je... Apuesto que sí- concluyó la conversación aferrándose de nuevo a las ventanas y cerrando los ojos para escuchar las hermosas composiciones nocturnas mientras se mecía en el interior de aquel carro de madera...
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Mensaje por Keira Brandford Miér Nov 02, 2011 10:35 am

Un día más, como otro cualquiera, se cernía lluvioso y oscuro en el lugar donde llevaba desarrollando mi oficio desde hacia ya dos años. Se hacia monótono y tedioso realizar cada día la misma rutina: Levantarse temprano, ir hacia la taberna, desayunar y dar gracias al Sr. Biggs por acogerme tan humildemente y ofrecerme como pésimo salario, o quizá para mi situación no, alimento mañana y tarde pues la cena debía buscármela yo sola, causa de que normalmente me fuese a la cama sin haber probado bocado nocturno. Podía decirse entonces, que la mayor parte del día la pasaba en una pequeña habitación de la taberna ensayando el canto que posteriormente debía realizar como show de media noche para aquellos sobrios que pocas veces prestaban atención. Era desmoralizante prestar habilidad a los demás como entretenimiento y que estos la rechazaran con una simple carcajada, requiebro poco cortes u regüeldo. No podía hacer nada el respecto.

Para no romper las buenas costumbres, llegue como comente a la taberna para recibir aquel desayuno compuesto por café y lo que parecía ser un croissant pequeño, pero no sin antes agradecer bromista e hipócritamente al dueño del lugar que me dejase un hueco en su salón. Mientras desayunaba no podía dejar de mirar por la ventana que se postraba junto a la mesa en la que me situaba, llovía bastante.

Subí las escaleras traseras que daban lugar a una serie de habitaciones entre las que se encontraba una, que más que habitación parecía un minúsculo ático, una pequeña alcoba en la que acostumbraba a repetir horas y horas las canciones que debía pronunciar durante la noche. Eran a veces canciones típicas de mi lugar de origen por lo que estaban en ingles. Las memoricé de tanto oírselas recitar a mi madre. No podía aprender otras, pues para eso debía de saber leer si no me las cantaban, y eso era algo que como cualquier persona de clase baja, yo no sabia. Otras veces eran canciones de Francia que oía en mi niñez por las calles y que por diversión las traducía al inglés gracias a que, al ser lengua materna de mis padres, aunque viví poco en América, conseguí desenvolverme con ella por el mero hecho de oír a mis progenitores hablarla como lengua común. La mayoría de las canciones requerían el uso de una cuarta cuerda vocal, pues tenían una tonalidad de tipo opera, por lo que requería un mayor esfuerzo para llegar a las notas mas altas, cosa que ya no se trataba de un obstáculo para mi.

Caída la oscuridad y faltando unos minutos para media noche, me dispuse a comenzar con el adeudo. Antes de salir de la habitación me situé frente a un espejo para poder verme de cuerpo entero, colocado sobre la pared de la alcoba, junto a un pequeño sillón que sostenía una sabana blanca sin doblar. Por mucho que el Sr. Biggs me advirtiese de que con los ropajes adecuados conseguiría un mayor publico y por lo tanto un mejor salario, no pensaba vestirme como las damas de clase media hacia arriba. Aquellos trajes tan pesados que necesitaba de un corsé para dar figura me parecían excesivos, no pensaba vestirme así en la vida a no ser me que diesen una buena razón, me sentía bastante cómoda con mis harapos. Tampoco deseaba hacer nada con mi faz, no es que me viese lo suficientemente bella como para prescindir de maquillaje, pero tampoco lo deseaba como las demás doncellas del país. Retomando la rutina, baje hacia la zona bar del edificio. Ya se podía percibir el intenso olor a alcohol y el sonido de carcajadas sobrias. Camine hacia la pequeña plataforma de la esquina usada como método de escenario para reunirme con Amelie y Jean, violinista y pianista que siempre me acompañaban, y que debido a su puesto, siempre quedaban a la sombre del foco de velas que me iluminaba cada noche. De igual manera, ellos no deseaban estar en mi lugar.

Y rememorando las velas que rodeaban la plataforma, el Sr Biggs comenzó a encenderlas en señal de que quedaban escasos segundos para comenzar con la actuación. Mis compañeros se situaron en sus respectivos puestos y el dueño, una vez finalizada su tarea, se marcho hacia detrás de la barra. La música originada por aquellos que se encontraban tras de mí comenzó a sonar, por unos momentos las voces de los que frecuentaban el lugar se empezaron a apaciguar…y yo, despacio, comencé a cantar:


~Think of me,
think of me, fondly,
when we've said
goodbye.
Remember me
once in a while -
please promise me
you'll try.

When you find
that, once
again, you long
to take your heart back
and be free -
if you
ever find
a moment,
spare a thought
for me ...

We never said
our love
was evergreen,
or as unchanging
as the sea -
but if
you can still
remember,
stop and think
of me ...~



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Mensaje por Ash Ravnos Miér Nov 02, 2011 11:43 am

Pasaba y pasaba el tiempo como la hoja que cae del arbol bajo el suave susurro del viento otoñal. Se encontró a sí mismo tan sumido en recuerdos candentes, febriles, repletos de metal y sangre. Oía en su memoria los gritos desesperados de aquellos a los que sajó la garganta antaño. Rememoró el rostro del gran Alejandro Magno a quien siempre juró lealtad y admiración pasase el tiempo que pasase. Sonreía.
Mas fue la lluvia Parisina quien lo sacó de su sopor... ¿Cuando había comenzado a sollozar el hermoso cielo nocturno? No lo sabía...
-¿Lleva mucho tiempo lloviendo?- hubo un pequeño silencio, como si el carro estuviese siendo guiado por un fantasma -Eh... Bastante tiempo señor, casi desde que entramos a la ciudad ¿No se ha dado cuenta? Quizá anda demasiado inmerso en sus pensamientos Mi Lord, no debería preocuparse, es simple lluvia.- semejantes palabrajas no hallaron lugar en el sentido de Ravnos ¿Preocuparse, él?

Sin mediar más palabra, se relajó en el cómodo sillón en el que iba sentado escuchando el bello tintineo de las gotas en la tierra. Cerró los ojos, cautivo de la poesía que le brindaba la naturaleza. Absorto, sintiendo el máximo climax que pudiese sentir cualquier ser vivo, era sencillamente fascinante, como si nunca hubiese oido la lluvia antes. Pero había algo, "algo" que impregnaba el ambiente de una dulzura jamás percibida por todos sus sentidos. Un aroma, un sonido tan frágil como un cristal, una pureza tan clara como la luz de las estrellas... una voz angelical.
Se encontró cual animal enjaulado apretando los maderos que daban forma al carruaje, necesitaba oir más claramente esa melodía.
-¡Pare el coche ahora mismo!- ordenó mientras abría la puerta aún en marcha -¡Pero Mi Señor! Aún queda un poco para llegar al Cuartel. Si va a pie echará a perder sus ropas- pero no bastaron las palabras del anciano, pues Ash ya se encontraba a su lado tendiéndole unas cuantas monedas.

No dijo nada antes de echar a andar, haciendo camino guiándose por su oido. Sin duda era una voz femenina, una voz encantadora, encandiladora, pero sobretodo; enormemente inocente.
La sangre fría que por lo general poblaba sus venas parecía estar hirviendo. Casi creía sentir la lluvia evaporarse antes de rozar tan siquiera sus ropajes, mas no era así.
La puerta de la taberna se abrió suavemente empujadas por las manos del Mayor Militar, cuya presencia se hizo notar cuando una oportura ráfaga de viento meció sus cabellera dibujando una fantasmagórica silueta que erizaría la piel a más de un valiente. Fue entonces cuando la vió.
Se alzaba allí, en aquel rincón, ignorada por todos... ¿Todos? No, él se acercó a la barra sin prestar la más mínima atención a cualquiera que habitase en el tugurio a excepción de la mujer que cantaba esas mágicas palabras.
-¿Qué puedo servir...?- calló nervioso el cantinero al observar quién era su cliente -¡Mi Lord! Bienvenido sea a mi humilde taberna... Dígame ¿Qué desea?- Ash tomó asiento en uno de los taburetes para la sorpresa del cantinero, quien esperaba que simplemente hubiese entrado por error en su local. -Esa mujer... esa chica... ¿Quién es? ¿Cómo se llama?- el señor sonrió nervioso -¿Ella? Oh... Discúlpeme por mi rudeza, pero le aconsejaría que os acercaseis a preguntar, sí, sin duda alguna, será lo mejor- balbuceaba, pues temía quizá meter la pata de alguna forma y terminar con la cabeza en el suelo y no sobre los hombros, sobretodo al vislumbrar el imponente sable que portaba el militar en el cinto.

El vampiro reflexionó, aun sentado entre las tinieblas, alejado de la vista de la mujer. Y así permanecería hasta que terminase su trabajo, había decidido. Pasaban los minutos, pero para él unos minutos no eran sino más que granos de arena en un desierto infinito, solamente temía el amanecer, para el cual aun faltaban poco más de seis horas.
El muchacho vio la luz cuando las velas se apagaron, señalizando quizá el fin de la obra que interpretaba la mujer. Rápido como un relámpago y ágil cual felino, desapareció de su asiento para situarse próximo a la dama de harapientos ropajes... seguramente, una mujer de clase baja.
-Excusad mi rudeza, Mi Lady... ¿Podría este hombre, otrora esclavo, conocer el nombre de tan bella cantante?- preguntó cortés a la par que con descaro, debido a esa mirada maliciosa que reflejaba en sus orbes oculares, tan oscuros como el exterior. El joven extendió su mano hacia la mujer esperando que ella cediese su mano para que éste la besara con extrema suavidad, acto que por otro lado era típico de la nobleza y de los estamentos más altos.

Ash realmente desconocía por completo las costumbres típicas de los "plebeyos", pero poco le interesaba también las normas tan rígidas de las altas esferas. Él simplemente era "Él" y se comportaría como tal allá donde fuera, fuese la epoca que fuese y tuviese el estatus social que tuviese. A fin de cuentas... ¿Qué Rey iba a comparecer ante él para juzgarle? Pues ni siquiera uno de ellos le serviría como ejemplo de intimidación, no para alguien que ha vivido más de tres milenios y continúa existiendo -que no viviendo- para poder contarlo, si así lo deseaba. Mientras tanto, en silencio, aguardaba la mano de la mujer
-Permitid que me presente... Mi nombre es Ash Ravnos, Capitán General del ejército Francés. Es para mi un verdadero placer poder conocer a la dueña de tan encantadora voz...- dijo entonces antes de levantar ligéramente la cabeza y dedicarle una larga mirada a los ojos, clavándolos complétamente en su mirar, como si intentase rebuscar en los rincones más ocultos de su mente alguna información que le pudiese servir o gustar. La noche era joven... y resultaba ser prometedora.
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Mensaje por Keira Brandford Miér Nov 02, 2011 12:15 pm

~Think of all the things
we've said and seen -
don't think about the way
things might have been ...

Think of me,
think of me waking,
silent and
resigned.
Imagine me,
trying to hard
to put you
from my mind.

Recall those days,
look back on
all those times,
think of the things
we'll never do -
there will
never be
a day, when
I won't think
of you ...


We never said
our love
was evergreen
or as unchanging
as the sea -
but please
promise me,
that sometimes,
you wil think
of me... ~


Tras aquella melodía que tan dulcemente dediqué a los allí presentes, me dispuse a proseguir con varias mas para intentar de alguna forma hacerles las noche mas entretenida a sabiendas de que seria en vano, pues aquellos hombres ya se distraían ellos solos como tan bien sabían.

Fue una noche larga, cada nota me proporcionaba sequedad en la garganta pero no fue impedimento para proseguir y finalizar con mi obra. Una vez finalizado el trabajo, las velas que rodeaban la plataforma se apagaron dando paso al final de mi jornada. Me dispuse sin mas dilación a bajar de la tarima pero una figura me detuvo en seco, pues no me la esperaba por nada del mundo.

Se trataba de un hombre, no mayor, pero tampoco de mi edad. De pelo bastante largo, castaño, al igual que su dejada perilla y sus oscuros ojos. Todo sin duda hacia juego con su tono de piel. Vestía ropajes sencillos pero delicados, los cuales me daban a entender que poseía mucho mas de lo que yo llegaría a tener. Sorprendentemente, solo curioseaba de mi nombre por poseer tal voz, a la vez que me extendía la mano para que esta fuese besada como gesto cortes. Sin querer ser igual de descarada que su comportamiento tan repentino me limite a ofrecerle mi mano y a responder tranquila sus preguntas, pues hace unos momentos internamente me quejaba de que nadie prestaba atención a mi actuación. Sin duda, el si que la había estado observando.


-Mi nombre es Keira…Keira Brandford…- Quise preguntarle su nombre de la misma forma que el, a la vez que el mismo me ayudaba de la mano a bajar del tablado, pero antes de que pudiese hacerlo se presentó el solo añadiendo el cargo de oficio que menos me esperaba encontrar en aquel tugurio. Se trataba de Ash Ravnos, Capitán General del ejército Francés, cargo ejemplar de una clase alta. Asombrada por el extraño reparo que sentía hacia los de esa clase y a la vez muda por no saber que responder, quité la mano rápidamente y di un paso hacia atrás. Me limité a hacer lo que cualquier persona haría en ese momento, hice una cortes reverencia la cual no fue fruto del corazón –Es todo un placer para mi conocerle señor Ravnos. Si me permite, he terminado mi trabajo y es hora de marcharme. Espero que nos volvamos a encontrar en algún lugar de estas húmedas calles de Paris- Dije veloz y cortante, esquivando rápidamente el cuerpo de aquel hombre y dirigiéndome hacia el perchero que se situaba justo al lado de la puerta, tomando un fino chal con la esperanza de que fuese lo suficientemente impermeable como para no coger anginas hasta que llegase a aquella penumbra de mi hogar.


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Mensaje por Ash Ravnos Jue Nov 03, 2011 10:09 am

Una sonrisa comenzó a dibujarse muy lentamente en el rostro del vampiro, que malicioso, observaba como el nerviosismo de la mujer al conocer su nombre y su cargo, la llevaba a querer salir de la taberna cuanto antes. No dio demasiado lugar para algún pequeño juego tan siquiera cuando ya se había lanzado a coger sus efectos personales del perchero próximo a la entrada. No obstante, antes de que pudiese echarle mano a la prenda, la mano de Ash ya se había topado con la de la damisela, acariciándola suavemente. -Precisamente porque habeis terminado vuestro trabajo, querida... quisiera hablar con vos un momento.- habló de una forma tan cálida y sugerente que casi parecía conocerla de hace años, e incluso que la deseaba. Mas no era esa la realidad. Ansiaba conocer más de ella, sí, pero principalmente deseaba desnudar su alma y averiguar si era, como él, una hija de la luna. Posiblemente, de las lunas más bellas que jamás iluminaron la noche en todos los siglos que existe la misma existencia.

Con delicadeza, tiró con cuidado de su mano para arrastrarla con suma destreza hasta una de las mesas que se encontraban en el lugar más claro del local, intentando transmitirle así algo de confianza, que no pensase que fuese a hacer algo malo hacia ella.
Caballeroso, tomó la silla con la mano que quedaba libre y la movió cual pluma, acomodándole el asiento para luego sentarse él justo después de que ella aceptase si sentarse o no.
Mientras tanto, en la calle seguía lloviendo de forma cada vez más y más agresiva. El cielo era azotado por los relámpagos y la tierra sacudida por el rugido atronador de los mismos. Una de las centellas iluminó por completo la taberna, revelando por completo y con total claridad el rostro y los ropajes de Ash que antes pudieron quedar ocultos por las tenebrosas sombras de las velas que decoraban la actuación de la dama.

Cierto era que comenzó a enervarse poco a poco, pues no sabía qué hacer exactamente para descubrirlo. Bien podría simplemente preguntarle si era un vampiro o incluso atacarla para ver si le correspondía... pero obviamente, eso solamente podría servirle también para que quedase al descubierto su verdadera naturaleza si se daba el caso de que fuese una simple humana... o tendría que matarla. Cualquiera de las dos opciones le resultaba tremendamente desagradable, por lo que optó por realizar algunas preguntas
-¿Has conocido alguna vez las andanzas de Alejandro Magno? o... ¿Tal vez haber oido hablar de Tebas, Egipto?- sonaba muy interesado, mirándola intensamente a los ojos. Era aquella voz que poseía lo que le había atraido de semejante forma, le resultaba muy dificil pensar que una humana tuviese un tono tan angelical capaz de hacer estremecer sus casi inexistentes emociones, algo que jamás nadie había conseguido, ni siquiera otros vampiros más viejos que él. -Háblame de ti, cuéntame algo de tu historia... me interesa conocerte Keira. Más de lo que piensas... Pero no te preocupes, no planeo hacerte ningún daño.- cabía la posibilidad de que fuese, quizá, otro tipo de raza. Sabía con certeza que no era ninguna loba, la habría olido, lo habría percibido desde kilómetros. De haber sido así, posiblemente ya estaría muerta o como mínimo, enzarzados en un fiero combate.

El vampiro agitó ligéramente la cabeza para quitarse esas ideas de la cabeza y simplemente calló aguardando las respuestas de la hermosa mujer que tenía delante, tenía que averiguarlo a cualquier precio... y saber quién era.
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Mensaje por Keira Brandford Jue Nov 03, 2011 10:52 am

La situación cada vez se iba haciendo mas tensa. Quise salir lo más rápido posible del lugar pero, una vez mas, las manos de aquel galán se toparon con las mías antes de que pudiese huir de la situación.

-Precisamente porque habéis terminado vuestro trabajo, querida... quisiera hablar con vos un momento- Sus palabras se colaron por mis sentidos y fueron directas a dar un vuelco al corazón, no por aquello que llaman amor, por supuesto, sino de algo que hizo me que me estremeciese en un escalofrío de temor. Con destreza y sin soltarme la mano, me llevo hacia una mesa donde seguramente mantendríamos una conversación un tanto rígida. Me sentía como si fuese presa de un bello captor, tal y como relatan tantas novelas románticas y eróticas. Me abrió paso a sentarme en una de las sillas y sin oponer resistencia, senté. Rápidamente el se sentó junto a mi. Extrañamente no podía dejar de mirarle a los ojos. Me intrigaba de cierta forma, me picaba la curiosidad ¿Cómo es posible que teniendo tan alto cargo se prestase a pasar un rato de noche con una plebeya tal como yo?

Poniendo pies en el suelo, para que no se percatase de que no dejaba de mirarle los ojos como si mi vida fuese en ellos, comencé a girar la cabeza haciéndome la despreocupada. Miraba hacia la derecha y hacia la izquierda, como la que nunca había visto el lugar, incluso intente olvidarme de aquella mirada leyendo forzadamente el nombre de aquellas bebidas alcohólicas que se encontraban en una estantería tras la barra. Pero sus nuevas palabras me distrajeron pero no precisamente para volver a dejarme llevar.
-¿Me habéis retenido en este lugar para reíros de mi?- Dije en un tono bastante alto, cabreada y levantándome rápidamente de la silla pero sin moverme del lugar ¿Qué intentaba? ¿Esa es era su forma de pasar las noches? ¿Riéndose de los que nos ganamos la vida con lo poco que tenemos? – Lo siento mucho pero mi paciencia se ha agotado. Me alegro por usted Sr Ravnos, intuyo por esa forma de distraeros que no sufrís ninguna penuria y que podéis derrochar tiempo riéndoos de los demás. Siento no poder probar bocado cada noche tal como los demás- Me gire con la intención de irme, pero una nueva pregunta me hizo girar y volver a tomar asiento bruscamente.

-Siento llevaros la contraria pero quisiera decidir yo el rumbo de esta conversación. Contadme vos, pues, quien sois y que pretendéis con este teatro manteniendo conversación con una plebeya… y no me tuteéis por favor, duro que esta relación vaya a pasar de hoy-


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Mensaje por Ash Ravnos Jue Nov 03, 2011 11:34 am

Cualquier cosa. Realmente hubiese esperado cualquier cosa, cualquier reacción ante sus preguntas antes que la apasionada y acalorada rabia que mostró la joven muchacha. Ash, desde su taburete, no pudo evitar explotar en una carcajada que parecía eterna mientras se dejaba caer contra la sucia mesa, importándole mas bien poco el estropearse sus ropajes.
Los borrachos presentes no quitaban el ojo de encima a la curiosa pareja. Alguna risilla se podía oir de fondo, quizá porque se alegraban de ver como una muchacha de los suburbios lo despreciaba con tanto ahinco o puede que riesen por el castigo venidero que se cernía sobre la muchacha como una sombra invisible.

Sin embargo sus dudas se disipaban como el humo en la tempestad. Estaba claro que esa chica no podía ser una de sus "hermanas" o al menos lo disimulaba demasiado bien... pero claro está, casi podía oir la sangre correr por sus venas gracias a su enfado. No... confiaba que solamente los Neonatos podian seguir siendo tan humanos, y si así lo fuese, estaría devorando sin compasión a los borrachos presentes.
Poco a poco, su risa maníaca digna de un desquiciado fue calmándose hasta que recuperó de nuevo el semblante señorial que poseía desde el principio, aunque seguía sonriendo.
Se llevó la mano hacia los bolsillos, sacando de ellos una pipa y una cerilla que arrastró furioso por la mesa para dar fuego al artilugio del que comenzó a salir una pequeña hilera de humo. Agitó su mano para apagar la pequeña llama y dejó caer el pequeño madero al suelo con un diminuto chasquido.

Fueron dos las caladas que se sucedieron antes de que el humo escapase de sus labios entreabiertos
-Sin duda estais muy atenta a mis palabras, a pesar de esas enormes ganas de marcharos que proferís...- seguía sonriente, hablando mientras ese tóxico humo lleno de nicotina salía de su boca de una forma tan lenta que casi podría desesperar. Entonces, resopló, exhalando todo hacia fuera -En toda esta... conversación, os habeis dado cuenta en qué punto exacto me he tomado la libertad de tutearos. O sois muy observadora para ser una plebeya, como vos decís... o bien realmente quereis permanecer aquí, preguntarme de buenos modales por qué tengo tanto interes en conoceros y quizá, solo quizá, tener la curiosidad suficiente para buscar las respuesta a estas preguntas por mi, antes formuladas- terminó de decir antes de llevarse de nuevo el sabor del tabaco a su boca, inhalando nuevamente esa sustancia que gracias a su condición inmortal, no le causaba el menor daño. De hecho, ni siquiera le gustaba el sabor... pero de alguna forma debía de aparentar gustos extraños que poseía clase alta del Siglo XVIII. Él prefería fumar y beber... otros preferían entregarse banalmente a un vacuo placer sexual. El resto, sin duda, lo mezclaba todo a su vez.

En el breve silencio que se hizo en el local, Ash comenzó a meditar en las posibilidades. Sin duda la mujer tenía agallas para revelarse de semejante forma ante un estamento muy superior al suyo, por no decir que era el Mayor de todos los Militares. Una simple ofensa, si él lo ordenase, sería motivo suficiente para que la encarcelaran... ¿Quién iba a testificar en su favor?
Pasó su fría mirada sobre los presentes que apartaron su vista de la pareja, intimidados. El cantinero que había propuesto al vampiro acercarse a ella limpiaba los vasos de forma torpe y demasiado deprisa. Sin duda se estaba asustando por momentos, más por su vida que por la de la chica.
El muchacho le dedicó entonces una pequeña sonrisa y un gesto de aprovación con la cabeza, que ayudase al pobre hombre sentirse algo más relajado.

Y retornando a Keira, no hubo más palabra. Solamente un soso gesto con la mano, gesto prepotente que acompañó con una última sonrisa burlona, esperando haber leido en su mente sin tener la dichosa capacidad. En caso de haberse equivocado, muy posiblemente tendría que regresar la próxima noche para volver a verla y enmendar su error... o no. Le tentaba la idea de sumirla en el más dulce de los sueños en alguna de las desoladas calles de una lluviosa ciudad de París, tomarla entre sus brazos y urgar en sus recuerdos más felices, los más dolorosos y los más íntimos. Conocerla sería excesivamente fácil si él quisiera ¿Pero qué emoción tendría?
-Mis preguntas han sido simple curiosidad, mujer.- entonó de forma seca, borrando la sonrisa de su cara. La forma de mirar parecía tener un instinto asesino nunca antes visto en los ojos de un ser humano -Esta vez me ha hecho gracia vuestra reacción, podría decir que no la esperaba... y eso hace que me resulteis el doble de interesante Keira. Decidme... ¿Por qué semejante animadversión hacia mi pobre y honrada persona? Quizá hayais dado con la "Gallina de los huevos de oro"- calló y sonrió malicioso, buscó dar un significado doble a las últimas palabras pronunciadas, pero una vez más era una broma. -Si me contais algo de vos, quizá me piense poder seros de algún tipo de ayuda. A fin de cuentas, todos los humanos deseais... DESEAMOS algo...- concluyó retomando la rítmica rutina de caladas a su pipa, cuyo color era igual de negro que la ropa que vestía el dueño bajo el sangriento guardapolvo... tan negro como la misma esencia del oscuro cazador que no perdía de vista ni el más mínimo movimiento de la muchacha.


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Mensaje por Keira Brandford Jue Nov 03, 2011 12:24 pm

En estos momentos de contar con el capital suficiente, lo hubiese dado todo por salir de aquel lugar a sabiendas de que no volvería a encontrarme con aquel hombre tan descarado. Pero la realidad es la realidad y soñar es totalmente gratis…y espontaneo. Sin duda, odiaba ferozmente a toda persona superior a la clase baja, pues acababa de comprobar que la ultima persona que excluiría del grupo de los que repelen a la ‘’plebe’’ también formaba parte de ellos. Sin duda nadie jamás podría hacerme cambiar de idea, pues durante 20 años había podido comprobar lo suficiente que todos eran así.

Me sentí aun mas furiosa y sentí como me hervía la sangre al comprobar que mi reacción le causaba tal carcajada que llegaba a parecer del todo malévola, y aun mas me sulfure ante aquellas insinuaciones contrarias a mi comportamiento. Preferí callar lo justo en lo necesario.
–Si, puede que sea bastante observadora para ser ‘’plebeya’’-dije con tono irónico- ¿Es que no es natural que reaccione de esta forma ante una persona que de repente aparece de la nada y solo quiere saber de mi? Por favor Sr Ravnos…estamos en una época en la que nadie se puede fiar de nadie. Desde luego vos no os podéis fiar de mí…-

Se hizo el silencio. El Sr Ravnos se limitaba a fumar de aquella pipa. El humo que desprendía de aquel utensilio y el que huía de su boca no hacia mas que provocarme una repelencia al ambiente que hacia que me moviese ligeramente hacia atrás. Parecía tan rico… tan de su clase fumando… el humo salía de sus labios con elegancia. Si no fuese por su aclarada edad podría decir que llevaba ya varios años mas haciendo aquella acción, que aunque me costase admitirlo, ninguna persona aunque fuese de clase baja lo haría tan elegante como el. Una vez más… no podía dejar de mirarle. Con sus siguientes palabras, puede que indirectamente quisiese disculparse, de igual manera me relaje. Deje los brazos mas relajados y coloque las manos sobre mis muslos, como si a simple vista aquella conversación hubiese parecido una conversación entre amigos.

-Veréis… quizá no lo sepáis pero el comportamiento de vuestra clase hacia la mía normal…frecuentemente no es del todo agradable. Me siento cansada de oír tantos reproches y malas palabras hacia personas como yo que dan la única habilidad que tienen para poder sobrevivir. En mi caso es mi voz, pero, como entenderéis mucha mas gente no cuenta con nada parecido. Son pobres y viven en la calle y la clase alta cuando pasa por al lado… ¿Es que no existimos?- Tras estas palabras y una insinuación hacia su persona como gallina de huevos de oro insistió en saber de mi, esta vez accedí –No tengo mucho que contaros: Nací en América, ciudad natal de mis padres, pero no viví mucho tiempo allí pues por motivos de trabajo mi familia y yo tuvimos que mudarnos a este lugar. En cuanto a mi rutina: me levanto cada día y salgo de las cuatro paredes que forman mi casa, inmediatamente me dirijo a este lugar pues el salario que me ofrece aquel dueño que veis consta de un desayuno y un almuerzo, poco mas. Ensayo toda la tarde y por la noche canto para todos estos borrachos que no me prestan atención alguna. Después de eso vuelvo a mi casa, duermo…y hasta el día siguiente, que hago lo mismo. Muy pocos días los tengo libres… - Respiré profundamente pues recordar mi rutina solo hacia que me deprimiese aun mas y relatase todo eso mirando a un infinito rincón oscuro –De todas formas no creo que podáis ofrecerme ningún tipo de ayuda o pacto…Y…No creáis que me he olvidado de que os pedí que fueseis vos primero el que me contaseis sobre usted-


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Mensaje por Ash Ravnos Lun Nov 07, 2011 12:29 pm

Por fin la muchacha había cedido a contar algo de ella. Por fin, la damisela había cedido a aquello que Ash llevaba buscando desde que la escuchó cantar: conocerla. En la cara del diablo se dibujó una sonrisa juguetona a la par que maliciosa mientras seguía fumando de su artilugio de madera, escuchándola atentamente.
Parecía ser una persona francamente frustrada por las diferencias sociales ¿Y quién no? A fin de cuentas el tabernero no era menos persona que el mismo Ash, aunque sí que compartían una naturaleza distinta.
El vampiro estaba completamente de acuerdo con los ideales de la mujer, le parecían más que acertados además del caracter que ella poseía, ciertamente irritante pero bastante necesario para alguien de su "nivel".

Acto seguido, comenzó a narrar su historia. Al igual que el muchacho, ella no era parisina. Decía ser Americana, al igual que sus padres, hecho que causó una mirada reflexiva que se perdería en los ojos de la mujer ¿Podría ser que quizá los hubiese conocido en algún momento y por ello Keira le atraía de esa forma? No, no podía ser, nada más que sandeces.
Calada tras calada, oía ahora la historia rutinaria de una vida enormemente aburrida y triste, cosa que no debía de decir a la chica...
-Una existencia bastante vacua...- pero no pudo evitarlo. -Ese 'trato' que mencioné no existe- "De momento" pensó en la pequeña interrupción -Una pequeña treta para conocerla, Mi Lady. Por lo demás, como sabe, mi nombre es Ash Ravnos. Nací en... Bueno, nací.- sonrió admirando los detalles de su pipa, que parecían dibujar una sucesión de anillos entrelazados como si una serpiente se tratara. -Crecí al rededor de todo el mundo, gracias al dinero, como no. La clase alta por desgracia es una sociedad que raramente se está quieta, habreis podido notar. Siempre de aquí para allá... Tuve oportunidad de aprender distintas lenguas, muchísimas. Fui entrenado desde mi tierna juventud al manejo de la espada... o sable- desenfundó el arma y la posicionó sobre la mesa, justo entre ambos -Llegué a París hace un par de noches y precisamente hoy os conocí. Me encandiló vuestra voz, he de decir que sois un verdadero ángel de música.- hablaba cual charlatán encantador, pero sus palabras rebosaban una calidez y sensualidad lejanas a lo que muchos hombres acostumbraban a decir. Realmente no era un vampiro que se centrase en seducir para alimentarse o mantener relaciones, Ash prefería la "violación" de la sangre, por así decirlo, tomándola sin permiso ni previo aviso. -Como también mencioné, actualmente sirvo al país como Capitán General de su milicia.- concluyó sus palabras con un brillo siniestro en su mirada. Cualquiera podría decir que tramaba algo... ¿Pero qué hombre ordinario podría trazar planes contra los líderes mundiales? Aunque claro está, él no era un hombre ordinario.

Se acomodó un poco en el taburete, sentándose de una forma un tanto alegre, despreocupándose por completo por la imagen que podría dar. Casi parecía un borracho.
Los presentes le miraron un momento para volver a cotillear entre ellos y regresaron a lo suyo, parecía el pan de cada día en esos suburbios.
Permaneció callado, observando a la mujer frente a él. Quizá tuviera más preguntas para su persona o quizá no.
-¿Algo más que deseeis saber sobre mi? Si es el caso preguntad, tengo toda la noche para vuestros ojos... Yo, de momento, me siento satisfecho con conocer mayormente vuestra forma de pensar. Esas ideas típicas que suelen desencadenas revoluciones me son ciertamente atractivas.- terminó de hablar con tono enigmático, como si esperara algo en concreto de la mujer, aunque ella no lo supiera. Sin más, permaneció en silencio con semblante serio, apagando por fin el artefacto con un soplo de aire para luego guardarlo en un estuchito de color caoba, mientras esperaba alguna fase más interrogativa... ciertamente, se estaba divirtiendo aunque no lo demostrara.



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Mensaje por Keira Brandford Mar Nov 08, 2011 9:51 am

Apoyé mi codo en la mesa y dejé caer la cabeza sobre la mano. Tomaba pues, posición para escuchar la relatada historia de aquel hombre de semblante cambiante. No tardó en contestar lo que yo suponía, aquel trato era imposible de realizar, demasiado imposible se estaba dando la ocasión, pues ¿Qué hacia un hombre de alta clase conversando con una muchacha pobre y analfabeta? Como era previo, el sujeto comenzó a contar su vida, donde fue, que hacia, que sabia… todo era tan interesante, incluso posicioné sobre la mesa su propia arma, la cual aseguró conocer usarla con toda precisión. Me impresionaba, ciertamente, aunque asquease de tanto poder como resultaba tener el presente, admiraba su forma de vivir la vida. Seguro que había recorrido más lugares de los que podría imaginar… ¡que diantres! Apenas conocía como era un mapa del mundo…todo, todo rompería los limites de mi imaginación indudablemente.

Me rendía, por así decirlo, a sus palabras y a sus ojos, los cuales ya di por hecho que en todo lo que quedaba de noche no podría dejar de mirar. Aseguraba entonces haberse encandilado de mi voz – Sois muy amable al confesarme esto señor, le doy las gracias- Pues seguro que ninguna otra persona de su estamento podría haberlo asegurado.

-No quisiera ser descortés hurgando en vuestra vida. Creo que ha sido suficiente, todo lo demás supongo que es fácil de imaginar- Mire hacia la ventana, parecía que la lluvia había cesado un poco. Era la hora de marcharse –Permitidme- Me levante de mi asiento, quizá aun un poco embobada por esa mirada que parecía cautivarme –La lluvia parece que se ha calmado, quisiera aprovechar el momento para regresar a mi hogar si no os importa. Ha sido todo un placer compartir la noche con usted. Espero que le vaya bien Sr Ravnos…quizá nos volvamos a ver en algún lugar…- Tras esto, y sin dejar apenas un adiós, sino una sonrisa un tanto triste, emprendí nuevamente el camino a tomar aquel fular que me coloqué esta vez sobre la espalda, dejando que cayese por encima de los hombros hacia delante. Mirando hacia un lado, evitando echar la vista atrás, abrir la puerta de la posada y me adelante dos pasos, comprobé que no llovía demasiado y me encamine, despacio, hacia el lecho que me esperaba aquella noche lluviosa. Aunque era curioso, pues sentía una mala sensación en el cuerpo…


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Mensaje por Ash Ravnos Mar Nov 08, 2011 11:56 am

La muchacha no quiso preguntar más, tal y como había supuesto el caballero. Escuchó entonces las palabras de la mujer, anunciando su pronta despedida. Ash simplemente tomó su arma y la enfundó nuevamente en su lugar correspondiente. Keira había parecido cambiar ligeramente, pues ahora decía que posiblemente se volviesen a ver, otrora anunciando la corta relación que compartirían, que no duraría más que esa breve conversación.
Permaneció sentado e impasible observandola marchar. No dijo ninguna palabra, mantuvo una mirada seria y una muy diminuta sonrisa en el rostro. Se levantó de su asiento a la par que la muchacha tomaba su última prenda y se deslizaba por la puerta para escabullirse bajo la lluvia.

Fue entonces cuando Ash emprendió nuevamente su travesía a paso lento, desapareciendo del tugurio para posicionarse plenamente bajo la lluvia. Respiró hondo. No tenía ganas de dejarla marchar, aun no. Le había gustado la compañía de esa joven mujer... y deseaba que volviese a producirse una segunda vez ¿Debía forzar el encuentro? Quizá sí...
Sin pensárselo una segunda vez, se dirigió hacia la misma dirección que la mujer había tomado, sin prisas pero sin pausas, pues no debía toparse con ella. Avanzaría lo justo para no perder de vista su figura bajo la lluvia, no era más que cuestión de tiempo que descubriese su hogar...


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