Lápidas y Mausoleos {Privado}

De nuevo estaban paseando por las afueras de la ciudad, parecía que Ethevi le había tomado especial interés a andar por ahí, aunque no veía la razón para tal cosa. Tal vez era el hecho de que fuese un lugar poco concurrido a esas horas de la noche. Ella a veces buscaba lugares abarrotados de gente para entretenerse, pero cuando estaba tranquila buscaba sitios como aquel, en el que solo estuvieran generalmente ellos dos solos. Otra cosa que no se explicaba era por qué tenía que acompañarla, pero era un juego de poder y sin duda la chica llevaba la delantera.

A veces y solo a veces Sai lograba librarse de lo que ella planeaba mediante algún diálogo que cualquiera tacharía de extraño. Hoy había dicho que tenía algo que hacer, lo que le había ganado una mirada algo significativa de parte de ella, que sabía bien que él no hacía ese tipo de cosas. Si él salía lo hacía sin planes en la cabeza y se enredaba con la primera persona que llamase su atención, eso la vampiresa lo sabía casi con certeza, aun cuando no siempre era de ese modo. Le había dicho que no quería pretextos, había dado media vuelta dirigiéndose a la puerta dando por hecho que iría tras ella. Sai por su parte se había tardado un momento y después de lanzar un bufido se había levantado de la silla en la que había estado siguiéndole con las manos metidas en los pantalones y sin verle directamente. Ella tampoco tenía una real razón para hecerle seguirla como si fuese una mascota, aunque a veces creía que era algo parecido a eso para ella, no le molestaba siempre y cuando las cosas estuviesen tranquilas. No se había resignado, esperaba poder escaparse en algún punto, pero ambos sabían que no lo haría. Una vez que estaban fuera había pocas cosas que le hicieran irse por allí por cuenta propia.

-Hey… ¿en serio? –Una expresión divertida se mostró en su rostro. Era por razones como esa que finalmente se quedaba con ella. Las personas siempre terminaban pidiéndole algo que no podía darles, en cambio con Ethevi se podía comportar tal cual era sin preocuparse de que ella fuese a tomárselo a mal -¿El cementerio? –dijo señalando las puertas metálicas que estaban cerradas.

Ethevi se giró entonces a mirarle -¿Qué tiene? –preguntó como si no entendiese el por qué le decía eso.

-Vamos, Ethevi. Ambos sabemos que aunque te gustan los cementerios pero no te has acercado a uno en siglos y sabemos la razón – Le vio hacer una mueca ante lo que dijo, con lo que supo que no estaba tan equivocado.

-No es como si un incidente provocara que no me acercara a uno de nuevo ¿no? Además no fue nada del otro mundo –Regresó su vista al camino, abriendo las puertas férreas como si no costase en lo más mínimo moverlas para alguien con su apariencia.

El incidente al que ambos se referían había sido un encuentro con un vampiro con el que Ethevi había tenido problemas. Y si se refería a problemas eran del tipo ‘Aquel sujeto le acosaba’, ella había terminado por hartarse y le había hecho algo no muy bueno como para que no se atreviese a ponerse de nuevo en su presencia, claro, él había ayudado un poco porque el tipo era bastante desquiciante. Tenía que decir que ella era de temer cuando se molestaba, lo bueno es que no sucedía seguido. Pero tal y como él decía, ella había terminado por alejarse de los cementerios hasta ahora, aunque posiblemente lo había hecho inconscientemente porque no creía que en realidad le preocupara demasiado.

Le vio avanzar, casi como si estuviera emocionada de estar allí –Parece que este cementerio es más visitado que los de las ciudades en las que hemos estado Sai – él le había escuchado aunque estaba distraído viendo una pelusa en su ropa. Si algo había que decir en contra de todo aquello era que en compañía de Ethevi, Sai se volvía algo despreocupado y se confiaba, dejando de prestar atención a su alrededor. Fuese como fuese, él era un vampiro de dos milenios, no había razón para que no sintiera una presencia, pero podía ignorar a cualquiera campalmente sin siquiera darse cuenta.

Fue cuando alzó la mirada que notó que ella no hablaba a lo loco. Sintió una presencia pero no era una persona común, estaba seguro. Su precepción rara vez fallaba pero nunca atinaba a decir bien las razones o las cosas que se salían del cuadro normal en una situación dada.

Ethevi se detuvo sentándose en una lápida viendo en la dirección en la que sabían había alguien -¿Qué? ¿No irás? – Ella negó con la cabeza haciendo un ligero movimiento –No… viene hacia aquí…

El cementerio jamás me había conquistado tanto en mi vida, no era porque no me gustaba ir a visitar a mis familiares, que de hecho no estaban allí, sabía que sus espíritus vagaban por los campos santos pero no sabía por cuales, era más bien porque todas aquellas lápidas contenían secretos que sus propietarios querían que supiese, secretos que era mejor no escuchar y seguir tu camino.

Sin mencionar que últimamente el cementerio era lugar de brujos, vampiros, licántropos, cambiaformas y otras criaturas cuyos genes se remontaban a la época de Gomorra por lo que el campo santo se veía como el lugar principal de muertes en todo París.

Y si digo todo ésto...¿ Por qué me encuentro caminando por entre las lápidas del cementerior de Montmartre? Es simple la respuesta, hoy se cumpliría mitad de siglo desde que comencé mi desarrollo como brujo así pues tendría que darle la posibilidad de entrar al mundo espiritual a por lo menos 3 almas errantes. No era tarea fácil pero tampoco imposible.
Caminando por entre las lápidas, encontré a dos jovencitos algo extraños como para ser completos humanos.

Una de ellos, era una jovencita de apariencia dulce pero feroz, lo que me hizo suponer que se trataba de una vampiresa joven y su compañero que podría ser hermano y amante se trataba de un muchacho con aires de ingenuidad.

- Buenas noches mis queridos jóvenes.- murmuré mientras sentía que mi capa blanca pesaba cada vez más. Ésta noche, como todas las que venía al cementerio, un jefe brujo verdadero sólo se podía vestir de dos colores, o blanco o negro y dando la condición de que tenía que darle luz a las almas había tomado la decisión de vestirme de inmaculado blanco.

Un rayo de luz atravesó mi vista nublada por la sensación que sacudía mi vieja materia, seguramente se trataba de alguna de todas las ánimas que moraban en el campo santo, traté de desagudizar aunque sea un momento mi mediumnidad pero la sensación de correr en verdadero peligro provocó que pensara las cosas por segunda vez.

La pequeña damita se acercó ante mi, su andar melódico, casi coreográfico me dió la pauta de que se trataba definitivamente de una vampireza y de su compañero. Si había algo que comprobaba mi afinidad con los inmortales era mi amistad con Jerarld, uno de los vampiros que conformaban la mafia francesa.

El joven de rasgos orientales tomó la delantera, lo que provocó que soltara algunas risotadas, era una actitud que siempre valoraba sobre todo en personas jóvenes.

Me apoyé en un mausoleo cercano, tapé mis ojos con el sombrero blanco, lo único que quizá podría resaltar era el bastón de madera que siempre me acompañaba.

- Me gustaría preguntar la mismo jóvenes...- aseguré con la voz convertida en susurros propio del espíritu. Vi como una niña de cabellos oscuros, mirada perdida, se acercaba a nosotros con una corona de flores en la mano. Su vestido estaba en condiciones poco cuidadas, como si hubiera escapado de un ataque provocado por un licántropo, su tez pálida, sin vida, aquellos ojos oscuros sin brillos, eran dos señales claras. La niña era un alma. Le sonreí, y en voz clara murmuré.- Salven las almas benditas.- la niña me miró y río. Sabía que era lo que venía a hacer éste brujo en su morada.

Miré a los dos jóvenes y comencé a presentarme. Agité la capa blanca que en esos momentos me acompañaba.- Soy Amelhíon Do Crucerois, jefe brujo y capitán.- me acerqué a ellos y extendí mi mano.- Es su turno de presentarse mis queridos compañeros de medianoche.
Por el momento no les diría el porque de mi llegada al cementerio de Montmartre.

Sentía como mi viejo corazón latía a pasos agigantados, el enorme vacío de las almas lo congelaba dándome la sensación de muerte.

La pequeña inmortal se llamaba Ethevi, una mezcla de madurez y dulzura cubrían sus expresiones, lo que cautivaba a cualquier vista, sin mencionar su voz delicada con la rosa. Claro que, aquellas sensaciones que despertaban eran propios al estar hablando de una vampiresa por muy joven que pareciera podría tener tantos siglos como trotamundos, incluso podría haber nacido antes de que mi familia comenzara a tener las habilidades de brujos y eso había sido por el tiempo de las cruzadas según las historias que contaba mi madre para que jamás olvidara el rostro de mi padre. Su secreto, mi secreto a voces.

- Sai no eres tan impertinente como tu creadora dice.- dije con voz ronca mientras miraba a los que parecían una pareja de hermanos tan cómun como mis pensamientos érroneos. Otra vez el vuelco en el corazón, sentía frío a mi alrededor, tendría que formar el círculo, llamar a esas tres almas y acabar con el ritual de jefatura antes de que pasara algo desagradable.

Largué una carcajada que retumbó en los mauseleos cercanos, noté como Marlene, la dueña de la muerte y de las almas comenzaba a manisfestarse por los caminos del cementerio.

- Lo tomaré por un halago.- dije sonriendo.- Interesante historia tienen ustedes.- mencioné al pasar mientras pensaba qué lugar podría usar para llamar a las almas.

Hice sonar mis manos como si estuviera aplaudiendo.- Lo cierto es, querida Ethevi que tienes razón.- Miré el paisaje.- El lugar es extremadamente conocido.- Respiré profundamente, no sabía si dos vampiros podrían ayudarme con mi ritual ya sea porque no comprenderían o por el miedo que les pudiera ocasionar encontrarse con seres tan inmortales como ellos pero sin materia que los sostenga.

- Como he dicho antes, soy brujo.- hice una pausa para adecuar aquella dulzura que tendría que usar.- y médium. Hace medio siglo que estoy en el camino de la brujería. Es así que en ésta noche, como ritual de ascenso espiritual, tendré que darle luz a tres almas.- suspiré.- ¿ Querrían presenciar dicho ritual y ayudarme en el transcurso del mismo?.- pregunté con una sonrisa de medio lado, como en mis tiempos de juventud.

Ella solo río ante el comentario. Sai a veces sabía comportarse -Es porque no le conoce, aunque puede que este confundiendo las palabras - Era más bien que a él le valía poco lo demás si no tenía nada que ver de alguna forma con él, lo que le hacía decir las cosas, muchas veces de forma que eran tomadas de no muy buena manera y si ella decía aquello era porque justo por eso se habían metido en un par de líos. Pero claro, no diría más, sabía bien que no es que fuesen tan diferentes. Sai le miraba de rojo como diciéndole que eran iguales. Ella le había metido en más de un problema por su carácter despreocupado y siempre le enviaba por delante cuando había dificultades.

-Oh, claro que ha sido un halago... Atraer la atención de ambos, aunque noes imposible, tampoco es tan común. A Sai solo suelen interesarle las personas que ve como diversión.... - Se estaba burlando de él, pero siendo que su interlocutor era un hombre Sai solo dejo escapar una carcajada. En ese momento no tenía nada que ocultar ni fingir para conquistar, así que se comportó como era con normalidad.

-¿Ayudarte? - El chico le vio con algo de sorpresa. Era la primera vez que recibía una invitación de ese tipo. El rostro se le iluminó sin poder evitarlo. Aunque nada le aseguraba que él tuviese lo que se requería para ello, ayudarle sonaba de lo más genial -¿De verdad podemos?

Ethevi se acercó a Sai como apoyándole, él se había agachado apoyándose en sus rodillas y ella se recargó en él poniéndo su brazo sobre su espalda -Claro que eso sería estupendo... Si nos dice qué hacer, haremos nuestro mejor esfuerzo - Ella también parecía encantada con la idea, se le notaba en la expresión. Justo ahora, ambos eran como niños pequeños a los que se les ha permitido experimentar con algo nuevo.

Se enderezaron mirándole con aquel brillo peculiar en los ojos, esperando que él les dijera qué e slo que ellos podrían hacer. Semorían de ganas por averiguar lo que llevaría a cabo allí. O más bien, de verlo.

Asentí solemne.- Verán, ésta noche en mi cuerpo llegarán seis espíritus.-mencioné mientras preparaba un círculo lo suficientemente fuerte como para responder a las tres almas y los tres guardianes que llegarían en mí durante la velada. - Su misión jóvenes.- hice una pausa mientras le otorgaba cierto misticismo a lo que tendrían que hacer.- Será alcanzarle a ellos lo que pidan, cerca de aquí he dejado un baúl con las cosas, desde bebidas a pañuelos, sólo escuchen.- tomé aire agarré un tiza mojada en agua y comencé a dibujar un círculo blanquecino, de tres metros de díametro. Luego dibujé siete estrellas alrededor del mismo, una luna, una cruz, y las letras: A, G, D, C, que eran las iniciales de mi nombre completo. Pinché con fuerza el dedo pulgar, el hormigueo comenzó a sentirse. Aprovechando aquella forma de calmante apoyé mi dedo en el círculo siete veces.- Luego que el último espíritu se retire de mi cuerpo, se prenderán siete velas, las cuales cada uno de ustedes prenderán don, pidiendo lo que su corazón dicte.- hice una pausa.- Me darán la capa roja que están al final del baúl.

Tragué saliva mirando en mi lista mental lo que faltaría.- Tres claveles blancos, cuatro rosas blancas, la botella de whisky y algo del cementerio que les llame la atención pues allí depositaremos las cadenas que mantenían prisioneras a las tres almas.- Al terminar el círculo suspiré, había quedado perfecto.- Otra cosa más, si yo comienzo a cantar algo, si lo sienten canten, pero no se asusten pues espantarían a todos.-

Dicho ésto último encendí una vela de cebo blanca, la puse en el círculo más precisamente en la parte norte, tapé mis ojos con el sombrero y lentamente mi espalda se fue arqueando, mis manos se convirtieron en garras humanas. Mis ojos ardían en el fuego eterno y luego todo se oscureció. Ya había llegado la lamia, el espíritu de un vampiro que logró su muerte, un guardían de los gitanos y el señor de la noche.

La Lamia se enderezó, tomó mi bastón y se sacó elegantemente la capa blanca.- El blanco es de las almas.- murmuró molesto de no tener algo negro que ponerse. Fijó su vista de cazador en los dos vampiros.- Buenas noches.- dijo con su voz atrayente y señorial. Las almas comenzaron a amontonarse de diferentes formas y sólo un hombre viejo pudo entrar al círculo: La primer alma que sería liberada.

- Traíganme, por favor, esa daga que tiene Amelhíon Giovannis Do Crucerois.- La lamia se sentó a los pies de una tumba, comenzó a murmurar palabras en latín que ni yo, con tantos años como brujo, lograba a comprender.

Oh, pero si esto resultaba más que interesante. Ambos observaron lo que hacía sin decir nada y escuchando atentamente solo por si acaso. ¿Cantar? Bueno, ya verían lo que pasaría. Ethevi vio lo que dibujaba con mayor atención porque había visto antes algo parecido, pero mucho tiempo atrás. No se trataba del mismo ritual, pero se lo recordaba. Ver lo que pasaría era bastante interesante. Ella se agachó poniéndose en cuclillas observando sin inmutarse, Sai se acercó quedando a un lado. Al ver aquella posesión ella sonrió. Sabía que su pupilo jamás había visto algo como eso. Aun sin conocerlo cualquiera hubiese podido decirlo al ver su rostro... estaba un poco sorprendido, lo cual era muy pero muy curioso porque era algo poco común. Cuando hizo aquella petición la ella miró a Sai en una clara orden de que hiciera justo aquello, a lo cual el ni se atrevió a contradecir. Con la rapidez de uno de su especie, buscó la daga regresando con ella.

Un ademán le dijo a él que se acercará y la entregará, a lo cual también hizo caso casi de forma inmediata, observando al hombre sin quitar sus ojos en ningún momento de él. Sonrió porque esto le parecía de lo más peculiar. Ethevi parecía estar esperando algo diferente para moverse, mientras fuera algo como eso y Sai pudiese hacerlo solo ella no se pondría de pie, él estaba seguro de eso. Blanco, es cierto, demasiado blanco, pensó al estar cerca. Extendió la daga hacia esa persona, seis almas…. Esta era una ¿cómo sería con el resto? Su curiosidad estaba haciéndole mella, se daba cuenta que estaba obedeciendo sin rechistar en ningún instante. Así era cuando estaban en medio de algo peligroso, esta vez era porque le estaba ganando esa parte que quería seguir viendo aquella escena, porque era nuevo para él. Giró el rostro cuando sintió a Ethevi justo detrás suyo.

¿Has escuchado sobre ello Sai? Escuchó aquello en su mente. Era de las pocas veces que Ethevi dejaba que aquel lazo telepático se hiciera con él En Roma, en Grecia… Incluso en otros países hay leyendas interesantes que merece la pena que conozcas… Él solo le observó sin entender a dónde quería llegar Lamias, Sai… Has escuchado alguna vez esa palabra? Al ver su rostro supo que no y solo le dedicó una mirada, como si el fuese un niño pequeño. Se le había pasado enseñarle algunas cosas a su vástago vampírico, había considerado que no era necesario, pero a veces no estaba de más. Después de eso, creía que era probable que él mostrara al menos un poco de interés en cosas como esa. Al menos en algunas. Pero sería después, no era momento de explicaciones justo ahora y parecía que él también lo comprendía porque asintió como diciendo que sería un buen alumno por una vez en su existencia.

Por ahora, había que centrarse en la labor que el brujo les había encomendado ¿no? Sería lo adecuado. ¿cómo lo haría normalmente al estar solo? ellos eran un aditamento en aquel momento... Ethevi estaba entre alerta y casi lista para moverse con la velocidad que le daban sus dotes vampíricos, para cualquier cosa que se presentara. Sai estaba un poco más desprevenido, se demostraba en el hecho d que había esperado sus órdenes para moverse.

Entonces la Lamia los miró con incertidumbre. Su antigua vida pesaba sobre sus hombros temporales, aquellos años de matanzas, cazerías justificadas solamente por la sed embriagadora que le provocaba su condición. Él aborreció desde el primer momento aquel estado físico entre la vida y la muerte, ningún amor pudo desprenderle la idea que vivía en su mente, matarse o buscar a alguien que lo hiciera por él.

Es ahí donde apareció un gitano joven, astuto y hábil con las dagas. Fue él que le cumplió su más fébril deseo. Desde esos tiempos, protege a el pueblo de aquel joven, a toda su descedencia llegando en los médiums del clan. Mi madre era la tataranieta de aquel que le cumplió sus pensamientos, por eso el Señor de la noche, la lamia, cuyo nombre propio no conocía llegaba en mi cuerpo y trabajaba con la luz que le ea otorgada por tantos milenios de servicio en el Mundo Espiritual.

La Lamia tomó en sus frías manos la daga que Sai le había dado, respiró su aliento gélido y abrío la tierra con el filo de ésta. Sus ojos enrojecidos por la furia ancestral buscaron la vela que había encendido con anterioridad. Era inevitable sentirse atraído y temoroso ante su presencia. Con mi mano, tomó la vela, sin que se apagara la llama de ésta la arrojó al agujero hecho con la daga luego de una decena de intentos.

- Mi nombre es Vlamerth.- dijo éste a Ethevi, vaya el vampiro espiritual no se cansaba de conquistar a las vampiresas. Cerró los ojos con fuerza y largó una carcajada de ultratumba, retumbó en las lápidas llamando así al alma que sería liberada.

Un niño, de ojos negros se aproximó al círculo y Vlamerth le dio la licencia de entrar en el. La lamia, cuyo nombre propio desconocía hasta hoy se levantó, tiró el bastón a un lado del círculo y reculó. El aire se volvía tenso.

De mi cuerpo un aura oscura comenzaba a dispersarse, el mismo aura tenía destellos plateados, como si se tratara de una porción del cielo de la medianoche. Allí supe que Vlamerth, la Lamia, se había ido de mi cuerpo, el niño llegaría en mi cuerpo que torpemente daba giros. El pequeño tocó mi plexo solar y entró en mi cuerpo.

Corría, cantaba canciones que no se comprendían, tomaba algunas hierbas dentro del círculo y comenzaba a machacarlas.
- Etoy pedido...- dijo con mi voz aniñada. Se sentó mirando fijamente a los dos vampiros.

-Vlamhert, eh? Soy Ethevi-contestó sin pensar inmediatamente después de escucharle. Qué interesante se tornaba aquello. Nunca le había tocado ver a un brujo en algo como eso.

Hubo un cambio en el ambiente al cual no mostró ni un mínimo de interés. Se dio cuenta de que Sai se giró a verle. A veces el era como un niño, lo cual era curioso dado como y quien era. Ella se agachó de nueva cuenta viendo los ojos del brujo que ahora se veían ligeramente diferentes para ella -Perdido? Qué podemos hacer para ayudarte?- una sonrisa con aquel toque de dulzura se formó en sus labios, el brujo había dicho que tenían que darles lo que pidieran, así que tendrían que esperar a que les dijera de que se trataba. Le extendió la mano a Sai solo para que la tomara. Era para ponerse de pie en cuanto tuviera que hacerlo. No es que lo necesitara, pero era un gesto al que se había acostumbrado para aparentar. Sai había sostenido su mano como si nada mientras esperaba ver lo que aquella alma les decía.

Se sentía justo como un infante cuando se le presenta algo totalmente nuevo, no un juguete sino una situación que ahora le hacía estar a la expectativa de lo siguiente. Hacía tantos siglos que no sentía eso, ni siquiera recordaba la última vez que se había interesado de esa forma por algo. Un brujo, le hubiese gustado aprender algo como eso, pensó mientras sonreía, no había porque pensar en ello. Era algo que no se había dado y que no se daría ahora, así que para que dejarlo en su cabeza.

-Anda, puedes decirnos si es que buscas o quieres algo- Sintió el tirón en su mano, pero no hizo mucho caso. ¿qué podía ser? Un niño, que podía ser lo que pidiese, no tenía idea, él jamás había tratado con espíritus, no de esa forma y nunca pensó verse inmiscuido. Cosas como esa, que no se saben de superstición y realidad hasta donde llegan, como a todos le causaba curiosidad y el miedo ya no corría por sus venas. La muerte ya no era para él lo mismo que para un ser humano y como tal ya no temía enfrentarla. Se dice que los vampiros tienen negada la entrada a l cielo o al infierno del que hablan los seres humanos. Así que suponía que al terminar su existencia solo quedaría la nada. Vio aquellos ojos, eran tan diferentes... dicen que los ojos son la puerta para ver a través del alma ¿qué había de cierto en ello? Que se vería a través de los ojos se alguien cuyo cuerpo estaba muerto? De alguien que abandonó la vida hace tanto tiempo? Los seres humanos rara vez veían la diferencia, pero justo ahora, al observar al hombre que había sido poseído podía ver el ligero cambio en ellos.

La lamia había abadonado con toda su fuerza mi cuerpo, dejando al alma de un pequeño en su lugar. Se veía aquel brillo en los ojos, mis ojos, propio de la niñez, de la simple vida de un niño.

Sentado, de forma india, como aquellos antiguos hombres de la India que se quedan fumando su opio entre otras cosas pero al hablar son sumamente coherentes, llenándote de una extraña sensación se antiquísima sabiduría, pensamientos lógicos aunque estén fumando, como pequeños delicuentes. Los miró de nuevo.

-Etoy pedido.- volvió a decir cuando hubo terminado aquella mezcla extraña.- Un cebo blanco pendan, inmotales.- se lavantó y comenzó a saltar entre las tumbas.- Eto no es como ante, flotaba, ahora no pudo.Ameion Du Cruseilos.- gritó sobre su cabeza, donde justamente mi espíritu comenzaba a divagar.- Quero luz. quero etar con mi maman.- El alma del pequeño estaba nerviosa, necesitaba tener luz.

" Diles a ellos qué necesitas", dije a su oído, mi oído. Él asintió como si le hubiera prometido un jugoso y dulce caramelo de regiones antiguas.- Ua for blanca, ota vea, paniuelo blanco.- dijo el pequeño mientras miraba como el círculo se achicaba y agrandaba conforme las energía se intercambiaban. Una mujer pálida, de ojos negros y cabellos solares, se alzó entre la mirada perdida de las demás almas. Llevaba un corsét negro, y una pollera amplia roja, pedía a gritos lastimeros a su bebé. Bebé que estaba en mi cuerpo y le urgía irse con su madre al Mundo Espiritual, no a otro cementerio que servía de puente entre un plano y otro.

Agotado de ver a las almas, decidí dar un pequeño paseo por entre las tumbas, cada flor se veía más luminosa, radiante, llena de vida. Algo que era muy distinto al plano terrenal donde esas mismas flores estaban marchitas y alejadas de la protección especial del espíritu que recibía aquellas ofrendas de amor.