Las lápidas del recuerdo (privado)

por **Tyr** Mar Oct 09, 2018 2:50 pm

Las mazmorras, eran un lugar frio y húmedo, y de olor nauseabundo, la única luz que entraba en ellas se filtraba por unas pequeñas aberturas en la piedra y unas antorchas que iluminaban el tétrico lugar. Las celdas estaban dispuestas una tras otra en línea recta. Tal y como pasamos, vimos algunos humanos en ellas, la mayoría desaliñados y con larga barba y el que aún conservaba la ropa la tenía hecha harapos, intuía que llevaban allí demasiado tiempo hasta para inmutarse por nuestra presencia. Un rechoncho hombre que se encontraba sentado en una mesa frente a las celdas, me miró de arriba abajo, soltó un cuchillo y un trozo de madera al que le estaba dando forma y no sin cierto esfuerzo se levantó de su desvencijada silla, cogió de la pared tras la mesa un manojo de llaves y se dirigió a la celda que teníamos al lado, su velocidad contrastaba con la que nos habían hecho llevar desde nuestra captura, de hecho, el soldado mas avanzado, empezó a golpear en un ritmo intranquilo la base de su lanza contra el suelo de piedra, como para apremiar al rollizo carcelero. Una vez hubo abierto la celda, se dirigió a la contigua, señalando con la mano la celda recién abierta, y emitiendo un grave sonido gutural que se asemejaba mucho a un “entra”. Los soldados de la retaguardia me cogieron de los brazos y me introdujeron en la celda mientras el carcelero cerraba después haciendo rodar la llave.

El carcelero volvió con su errante paso a su mesa y se encontraba realizando unas anotaciones en un viejo cuaderno amarillento con un pequeño trozo de carboncillo.
–¿Este es el lugar donde merezco estar? –pregunté con ironía.
Los soldados marcharon hacia las escaleras sin darle respuesta alguna.
La celda, era de piedra fría muy mal trabajada, el aire tenía un olor penetrante y nauseabundo que al principio costaba respirar. Apenas por una estrecha abertura en las rocas entraba un poco de la luz del atardecer, y de aire fresco, que pronto, se viciaba con el resto.
–más vale que estos imbéciles se den prisa, sus vidas están en juego –dije cabreado.

por **Bastet Mesbah** Miér Oct 10, 2018 6:50 am

Tras sacarla de su encierro y conseguir aquel objeto que había permanecido oculto a su lado, espada a la que ella no había hecho caso alguno en las más de dos décadas que había permanecido encarcelada en aquella gruta, los dioses se habían marchado y ella, aunque de su misma condición, habiendo sido desterrada por los suyos, no podía permitirse el lujo de regresar a Egipto, al menos, no por ahora. Necesitaba recobrar fuerzas, buscar culpables y tramar una venganza acorde con el tiempo transcurrido y las fechorías causadas hacia su persona.

De haberse encontrado únicamente con los mortales al otro lado del muro, su secreto se hubiese mantenido a salvo, conociéndolo únicamente ella, pero Afrodita la reconoció y explicó a todos los presentes quién era ella y por qué, supuestamente, se la había castigado. Y, a pesar de todo, aún y sabiendo ahora tantos individuos lo sucedido, no la señalaron con el dedo como antaño hicieran los suyos, sino que el hombre moreno, el norteño de cabellos cortos y oscuros pero mirada intensa y vivaracha a pesar de la evidente fatiga que le machacaba, le tendió la mano y le ofreció refugio en su ciudad, con sus gentes, su pueblo. Le prometió refugio hasta que se recuperara, oculta tras los altos muros de Akershus.

***

Todo fue muy confuso para gata cuando llegaron al norte fortificado. Allí hubo discusiones, reencuentros y problemas a montones. Sin embargo, aunque ella permaneció alejada de todo bastante, dedicándose a reposar en una mullida cama, asearse y comer como antaño, un día pudo ver algo que le devolvió más que el ánimo, la vida misma. Le dio un vuelco el corazón y el trozo de cecina se le cayó de las manos cuando estaba a punto de morderlo, sentada en el alféizar de la ventana, mirando hacia el patio de armas. -No puede ser... ¡Tyr!- Tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo se levantó de pronto y con el mismo camisón que llevaba, salió corriendo a su encuentro.

Sin embargo, para cuando dio alcance al lugar, ya no había nadie allí, no de su interés al menos. Vio a un par de jóvenes entrenando con espadas de madera y se aproximó a ellos. -¿Sabéis a dónde ha ido el hombre de la armadura con cota de malla? El moreno de pelo rizado…- Siguió matizando. Uno de los muchachos se encogió de hombros y el otro le informó que era un prisionero y había sido llevado a las mazmorras. -¿Prisionero?- Ésta vez ambos chicos se encogieron de hombros. La egipcia giró sobre los talones y emprendió carrera hacia donde le había dicho el conde que estaría si le necesitaba. ¡Por supuesto que le necesitaba! Tenía que sacar a su amado de su celda.

por **Tyr** Jue Nov 15, 2018 5:03 am

El conde se encontraba en su despacho, desde el ventanal podía escuchar el choque de aceros, las risas de los jóvenes que tras la desgracia volvían a sus continuos entrenamientos, era Atharal el que se encargaba aquella mañana de formarlos, pues la inmensa mayoría de los vikingos mas experimentados estaban tratando de levantar Akershus a marchas forzadas.
El asedio había hecho arder los graneros, las caballerizas y destruido gran parte de las casas dejando sin techo a una buena parte de la población que habían sido re-alojados o en el castillo o en casas de familias amigas lo que obligaba a los rebeldes a vivir hacinados.

Höor se rebanaba los sesos tratando de hallar el modo de sacar dinero de debajo de las piedras de ser preciosa y la almirante con varias de las escrituras a su nombre se había ido a Inglaterra para negociar con el banco el modo de hipotecarlas,
La fortuna propia del conde estaba por los aires ¿pero que hacer? Esa gente necesitaba comer, las casas materiales para ser reparadas y lo único que por desgracia no podría devolver era la vida de los tantos valientes que perecieron por mantener en pie los muros de la ciudad fortificada.

Cuando la cambiante diosa abrió el portón el conde elevó su mirada cansada, había pasado gran parte de la noche sumergido entre esos papeles así que agradeció el descanso que le daría una conversación.
-¿Que sucede Basset? -pregunté alzándose del asiento con un gesto de dolor para acercarse al mueble bar y servir sendas copas de ron.

Los peces bailaron al paso del conde que se detuvo frente a la desesperada muchacha, al parecer era urgente aquello que necesitaba decirle y este le urgió a que hablara dispuesto a hacer por ella lo que pudiera.
Höor era hombre de palabra, le ofreció su hogar fuera de todo pronostico ya que los dioses griegos preferían volver a meterla en aquella cripta de la que nunca debía escapar.
La amenaza fue clara, tus dioses y los Egipcios pueden condenarte por este acto.
“Aquí los espero” aseguró un hombre integro que parecía temer mas a la injusticia que al castigo.

por **Bastet Mesbah** Jue Nov 15, 2018 12:25 pm

Bastet estaba tan acelerada que sin pedir permiso siquiera hizo girar la perilla y abrió la puerta. Fue entonces que se percató de su descortesía y con cierto rubor en las mejillas llamó con los nudillos sobre la madera. -Quisiera hablar contigo...- Su respiración, a pesar de lo que muchos pudieran pensar dada su condición, estaba acelerada, pues los nervios, la excitación y la carrera, podían afectarla. La concepción de los dioses era algo muy distinto en las variadas culturas que se extendían por el mundo y ella era, tal vez, la más carnal de todas.

Ni siquiera sabía por dónde empezar a contarle, aunque en su viaje desde la cueva hasta Akershus ya le había narrado su historia al conde. Miró el vaso que le ofrecía y con la mano trémula lo sujetó, afianzando con firmeza los dedos alrededor del cristal antes de llevárselo a los labios y darle un par de tragos largos, que casi parecía estaba bebiendo agua en vez de ron. Tomó aire despacio durante unos segundos en los que dejó caer los párpados y a la que los abrió de nuevo, fijando sus orbes en los foráneos, las palabras fluyeron como una súplica. -El hombre que han encerrado esta mañana, es Tyr es... es mi amado.- Se llevó ambas manos a los ojos y los presionó con las bases de las palmas, intentando detener unas lágrimas que llevaban demasiado tiempo selladas. En la penumbra de su prisión pocas veces dejaba salir su dolor, aunque cuando lo hacía costaba después volver a la calma. Ahora se le habían acumulado excesivos sentimientos a la vez en la mente y el pecho y ni siquiera tenía claro cómo afrontarlos ella misma, menos aún hacer que otros la entendieran por ellos.

Bajó de nuevo los brazos, con cuidado de no tirar el poco contenido que le quedaba en la copa y lo apuró de una vez antes de empezar con las preguntas. Su voz había bajado medio tono y parecía vibrar con miedo a través de sus cuerdas vocales. -¿Por qué lo han llevado al calabozo? ¿Puedo ir a verle? Necesito verle...- Dio un paso al frente elevando la vista hacia ese hombre que ya la había salvado una vez. ¿Lo haría una segunda al permitirle reencontrarse con el lobo? Ella era una diosa y en viejos tiempos se habría impuesto. Pero tanto tiempo en cautiverio, además de mermarle las fuerzas, la había cambiado y le había hecho descubrir lo frágil que era el mundo, incluso para los poderosos.

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