AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Entre lapidas | Leviathán Shadow
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Entre lapidas | Leviathán Shadow
La joven camino con paso tranquilo, haciendo sonar sus pisadas entre las piedras y tierra, su brazos cargando una única flor. Un hermoso y bien cuidado lirio.
Miro a su alrededor, sonriendo con cierta tristeza al ver a un joven arrodillado cerca de una tumba, sus hombros temblando ligeramente, callando sus sollozos con esfuerzo antes de acariciar el mármol, dejando un enorme ramo de rosas antes de levantarse y salir casi corriendo del cementerio sin siquiera notar su presencia.
Curiosa como siempre, no pudo evitar acercarse al lugar, tocando el frió material apenas con las yemas de sus dedos.
—Eras amada como no tienes una idea—murmuro al notar el nombre de la fallecida. Por la edad y el anillo que aun conserva el hombre en la mano izquierda, podía jurar que aquella que descansaba ahí fue la esposa de ese pobre desdichado. —Estará bien, solo necesita tiempo.—Palmeo con cuidado la lapida antes de seguir su camino, deteniéndose cierto tiempo al notar tumbas nuevas.
Cuando llego a su destino, acaricio la lapida con mimo mientras se agachaba, retirando la tierra y hojas que le habían caído encima antes de limpiar la parte donde se veía el nombre junto la fecha de nacimiento y muerte.
Ahí, pudo leer su propio nombre en grandes y sobrias letras.
Suspirando, las repaso con su dedo indice y anular, bordeando cada una delicadamente antes de incorporarse, sentándose encima con cuidado. Agradecía que la lapida fuera tan alta y también grande como para poder apoyarse sin que fuera incomodo.
Alzo la vista al cielo; el cálido color anaranjado y rojo del atardecer empezaba a ser cubierto lentamente por la noche. El suave viento de primavera removió sus cabellos hasta casi cubrir su cara. Sylvana no le tomo importancia, dejando que los mechones danzaran con libertar.
Bajo la vista hacia la flor que tenia entre sus dedos, jugando con ella para después llevarla hasta su nariz. Aspiro con fuerza, feliz, antes de dejarla reposar en su regazo. Aún no sabia si era raro o no el dejarse flores a si misma de vez en cuando, pero hacerlo le daba cierta aceptación de si misma y la situación en la que ahora se encontraba.
Miro de nuevo a su alrededor, estando segura que estaba sola antes de empezar a entonar una melodía que normalmente cantaba cuando visitaba a sus parientes fallecidos cuando estaba en Italia. Extrañamente alegre pero al mismo tiempo melancólica.
Cerro los ojos manteniendo su forma corpórea, escuchando su voz y el ligero sonido de los cascabeles que solían acompañarla cuando no tenia deseos de controlarlos o simplemente se escapaban sin que ella pudiera evitarlo. Se quedaría un tiempo ahí, solo disfrutando del viento y de los últimos rayos del sol antes de volver a casa.
Miro a su alrededor, sonriendo con cierta tristeza al ver a un joven arrodillado cerca de una tumba, sus hombros temblando ligeramente, callando sus sollozos con esfuerzo antes de acariciar el mármol, dejando un enorme ramo de rosas antes de levantarse y salir casi corriendo del cementerio sin siquiera notar su presencia.
Curiosa como siempre, no pudo evitar acercarse al lugar, tocando el frió material apenas con las yemas de sus dedos.
—Eras amada como no tienes una idea—murmuro al notar el nombre de la fallecida. Por la edad y el anillo que aun conserva el hombre en la mano izquierda, podía jurar que aquella que descansaba ahí fue la esposa de ese pobre desdichado. —Estará bien, solo necesita tiempo.—Palmeo con cuidado la lapida antes de seguir su camino, deteniéndose cierto tiempo al notar tumbas nuevas.
Cuando llego a su destino, acaricio la lapida con mimo mientras se agachaba, retirando la tierra y hojas que le habían caído encima antes de limpiar la parte donde se veía el nombre junto la fecha de nacimiento y muerte.
Ahí, pudo leer su propio nombre en grandes y sobrias letras.
Suspirando, las repaso con su dedo indice y anular, bordeando cada una delicadamente antes de incorporarse, sentándose encima con cuidado. Agradecía que la lapida fuera tan alta y también grande como para poder apoyarse sin que fuera incomodo.
Alzo la vista al cielo; el cálido color anaranjado y rojo del atardecer empezaba a ser cubierto lentamente por la noche. El suave viento de primavera removió sus cabellos hasta casi cubrir su cara. Sylvana no le tomo importancia, dejando que los mechones danzaran con libertar.
Bajo la vista hacia la flor que tenia entre sus dedos, jugando con ella para después llevarla hasta su nariz. Aspiro con fuerza, feliz, antes de dejarla reposar en su regazo. Aún no sabia si era raro o no el dejarse flores a si misma de vez en cuando, pero hacerlo le daba cierta aceptación de si misma y la situación en la que ahora se encontraba.
Miro de nuevo a su alrededor, estando segura que estaba sola antes de empezar a entonar una melodía que normalmente cantaba cuando visitaba a sus parientes fallecidos cuando estaba en Italia. Extrañamente alegre pero al mismo tiempo melancólica.
Cerro los ojos manteniendo su forma corpórea, escuchando su voz y el ligero sonido de los cascabeles que solían acompañarla cuando no tenia deseos de controlarlos o simplemente se escapaban sin que ella pudiera evitarlo. Se quedaría un tiempo ahí, solo disfrutando del viento y de los últimos rayos del sol antes de volver a casa.
Última edición por Sylvana Di Angelo el Jue Jul 20, 2017 12:17 am, editado 1 vez
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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Re: Entre lapidas | Leviathán Shadow
—París, ciudad maldita, ciudad bendita, ¿Cuantas son los secretos que guardas detrás de tus fachadas bonitas? ¿Que más escondes de los ojos de los mortales y las personas malditas? ¿Que hay más allá de las lápidas y las cenizas?—
Caminaba, necesitaba tanto recorrer aquellas calles que deje de ver cuando la gracia de quien sea me dejó caer. Necesitaba con fuerza reconocer todo aquello que por una ambición logre perder, por una ocasión, quería dejar de ser el vampiro, el inquisidor y volver a ser Leviathan otra vez, solo un hombre cuya única maldición la escondía detrás de una máscara y con una letra cubrir los sufrimientos y los rencores de su alma… solo eso por esta noche deseaba, solo por eso aspiraba.
Tenía tanto dolor en mi alma, que casi podía sentir algo estrujándome la garganta, detrás de la máscara los ojos ardían, nubosa era la vista por aquella agua de libertad desprovista, no soportaba tanto, aún no era capaz de aceptarme inmortal, eso era algo tan mortal para una mente que con la lógica siempre buscaba explicar una condición sobrenatural, y para ella yo era un muerto, un cadáver que debía estar enterrado en el cementerio, entonces a mi vino el recuerdo, que poco antes de tratar de huir de este infierno, fui a realizar una lápida, que llevará letras doradas y una rosa grabada, no tenía fecha que indicará cuando había sido mi llegada a este valle de lágrimas ni cuando había tornado a las llamas. Sentí la necesidad ir al cementerio y honrar al muerto, del que nadie visitaba su monumento.
Me moví entre las sombras cual era mi costumbre, no quería lastimar a nadie, no quería ser el monstruo, aquel miserable que tenía que beber de cuellos rotos, ponerme la máscara después para cubrir el rostro que a sabiendas esta teñido de rojo.
Llegue al cementerio poco después de todo el tormento y entonces pude observar a un pobre incauto salir corriendo con las lágrimas derramadas por el suelo, la sangre del corazón estaba allí a la vista del mundo entero, del mundo indiferente que para estas horas yacía en lo onírico, en una situación diferente.
Observe antes de dar un paso, pues allí había muy poco de sombra que pudiera cubrir mi cuerpo de negro ataviado, no aviste a nadie y decidí caminar a donde podría encontrar un poco de calma entre el fuego interno que quema, que arde, corrí sin reparar que ya no era humano, sino un pobre miserable que de la eternidad no estaba disfrutando.
Cubierta de hojarasca y polvo, yacía mi nombre grabado en oro, rápidamente limpie todo lo que me estorbaba y entonces escuche alguien que cantaba, decidí no prestarle importancia, quizás solo eran mis memorias pasadas, tratando de revivir el momento por el que pasaba, rece un poco con la esperanza de que alguien me escuchará en los cielos, cuando la voz se hizo de un eco intenso, levanté la vista y entonces una lápida llamó mi atención, una visión allí había, una mujer, una lápida y unas rosas frescas… ¿Quien era ella?.
Me quede viéndola fijamente detrás de la máscara con el objetivo que sintiera mi presencia, con la curiosidad de saber ¿Que haría ella, al ver la palidez de mi cara falsa?
Caminaba, necesitaba tanto recorrer aquellas calles que deje de ver cuando la gracia de quien sea me dejó caer. Necesitaba con fuerza reconocer todo aquello que por una ambición logre perder, por una ocasión, quería dejar de ser el vampiro, el inquisidor y volver a ser Leviathan otra vez, solo un hombre cuya única maldición la escondía detrás de una máscara y con una letra cubrir los sufrimientos y los rencores de su alma… solo eso por esta noche deseaba, solo por eso aspiraba.
Tenía tanto dolor en mi alma, que casi podía sentir algo estrujándome la garganta, detrás de la máscara los ojos ardían, nubosa era la vista por aquella agua de libertad desprovista, no soportaba tanto, aún no era capaz de aceptarme inmortal, eso era algo tan mortal para una mente que con la lógica siempre buscaba explicar una condición sobrenatural, y para ella yo era un muerto, un cadáver que debía estar enterrado en el cementerio, entonces a mi vino el recuerdo, que poco antes de tratar de huir de este infierno, fui a realizar una lápida, que llevará letras doradas y una rosa grabada, no tenía fecha que indicará cuando había sido mi llegada a este valle de lágrimas ni cuando había tornado a las llamas. Sentí la necesidad ir al cementerio y honrar al muerto, del que nadie visitaba su monumento.
Me moví entre las sombras cual era mi costumbre, no quería lastimar a nadie, no quería ser el monstruo, aquel miserable que tenía que beber de cuellos rotos, ponerme la máscara después para cubrir el rostro que a sabiendas esta teñido de rojo.
Llegue al cementerio poco después de todo el tormento y entonces pude observar a un pobre incauto salir corriendo con las lágrimas derramadas por el suelo, la sangre del corazón estaba allí a la vista del mundo entero, del mundo indiferente que para estas horas yacía en lo onírico, en una situación diferente.
Observe antes de dar un paso, pues allí había muy poco de sombra que pudiera cubrir mi cuerpo de negro ataviado, no aviste a nadie y decidí caminar a donde podría encontrar un poco de calma entre el fuego interno que quema, que arde, corrí sin reparar que ya no era humano, sino un pobre miserable que de la eternidad no estaba disfrutando.
Cubierta de hojarasca y polvo, yacía mi nombre grabado en oro, rápidamente limpie todo lo que me estorbaba y entonces escuche alguien que cantaba, decidí no prestarle importancia, quizás solo eran mis memorias pasadas, tratando de revivir el momento por el que pasaba, rece un poco con la esperanza de que alguien me escuchará en los cielos, cuando la voz se hizo de un eco intenso, levanté la vista y entonces una lápida llamó mi atención, una visión allí había, una mujer, una lápida y unas rosas frescas… ¿Quien era ella?.
Me quede viéndola fijamente detrás de la máscara con el objetivo que sintiera mi presencia, con la curiosidad de saber ¿Que haría ella, al ver la palidez de mi cara falsa?
Leviathán Shadow- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Entre lapidas | Leviathán Shadow
Al cantar, era como si su alma fuera libre, como si logrará expresar aquello que no podía, aquello que había perdido hace ya un tiempo.
En momentos así era cuando se permitía pensar en el futuro, en que haría con su nueva situación. Tendría que decirle a sus hermanos tarde o temprano, no podían vivir siempre engañados; en su última carta ya estaban empezando a preguntarle sobre futuros sobrinos. ¡Sobrinos! ¿Cómo iba a decirles que tal anhelo nunca iba a cumplirse? Ella no sabia nada de fantasmas, pero estaba casi completamente segura que no iba a poder realizar nunca ese deseo. La vida como la conocía ya no era una opción para ella.
Taciturna, estaba entonando las últimas partes de la canción cuando sintió una presencia cerca suyo.
Con cautela, miro a su al rededor sin dejar de entonar, atenta más por costumbre que por realmente preocuparse de que le pudieran hacer algo hasta que notó a un hombre viéndola de frente.
No pudo evitar un ligero sobresalto, cortando la canción de golpe al sentir como la pena la dominaba por un momento. Ella nunca se sintió cómoda al cantar frente a alguien, su voz traicionandola por los nervios dejando salir horribles falsetes. Eso sólo mejoraba un poco cuando estaba sola, las notas sonando más armoniosas al no tener un público presente.
Tarde se dio cuenta que aquel visitante llevaba una máscara blanca bastante peculiar que ella no lograba reconocer, dándole un aspecto misterioso que le hizo ladear la cabeza, interesada. Cuando era pequeña las máscaras que usaban en los festivales siempre le habían parecido hermosas; sin embargo, aquella que tenia en frente suyo no parecía creada con la finalidad de llamar la atención, si no de encerrar los misterios de su portador.
Eso sólo hizo que su interés aumentará. Después de todo, al morir había perdido el miedo a varias cosas, por lo que hizo una pequeña reverencia hacia él antes de bajar la cabeza, jugando con el lirio entre sus manos sin saber que otro paso dar.
Podría estar muerta, pero aun le costaba interactuar con los hombres que tenían una mirada tan tormentosa y fija como aquel.
—Es una hermosa vista, ¿No lo cree así? —pregunto tentativamente, señalando con su cabeza hacia el atardecer sin dejar de mirar la flor entre sus dedos, esperando que su voz lograra llegar hasta el extraño.
En momentos así era cuando se permitía pensar en el futuro, en que haría con su nueva situación. Tendría que decirle a sus hermanos tarde o temprano, no podían vivir siempre engañados; en su última carta ya estaban empezando a preguntarle sobre futuros sobrinos. ¡Sobrinos! ¿Cómo iba a decirles que tal anhelo nunca iba a cumplirse? Ella no sabia nada de fantasmas, pero estaba casi completamente segura que no iba a poder realizar nunca ese deseo. La vida como la conocía ya no era una opción para ella.
Taciturna, estaba entonando las últimas partes de la canción cuando sintió una presencia cerca suyo.
Con cautela, miro a su al rededor sin dejar de entonar, atenta más por costumbre que por realmente preocuparse de que le pudieran hacer algo hasta que notó a un hombre viéndola de frente.
No pudo evitar un ligero sobresalto, cortando la canción de golpe al sentir como la pena la dominaba por un momento. Ella nunca se sintió cómoda al cantar frente a alguien, su voz traicionandola por los nervios dejando salir horribles falsetes. Eso sólo mejoraba un poco cuando estaba sola, las notas sonando más armoniosas al no tener un público presente.
Tarde se dio cuenta que aquel visitante llevaba una máscara blanca bastante peculiar que ella no lograba reconocer, dándole un aspecto misterioso que le hizo ladear la cabeza, interesada. Cuando era pequeña las máscaras que usaban en los festivales siempre le habían parecido hermosas; sin embargo, aquella que tenia en frente suyo no parecía creada con la finalidad de llamar la atención, si no de encerrar los misterios de su portador.
Eso sólo hizo que su interés aumentará. Después de todo, al morir había perdido el miedo a varias cosas, por lo que hizo una pequeña reverencia hacia él antes de bajar la cabeza, jugando con el lirio entre sus manos sin saber que otro paso dar.
Podría estar muerta, pero aun le costaba interactuar con los hombres que tenían una mirada tan tormentosa y fija como aquel.
—Es una hermosa vista, ¿No lo cree así? —pregunto tentativamente, señalando con su cabeza hacia el atardecer sin dejar de mirar la flor entre sus dedos, esperando que su voz lograra llegar hasta el extraño.
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Re: Entre lapidas | Leviathán Shadow
Para mi sorpresa, no hubo reacción de miedo dibujándose en ella… quizás era porque no había en mi la intención de morderla, de atacarla como al resto de las miradas que han perecido en mis garras. Solo había para ello dos probables explicaciones, al igual que yo ya no tenía terrenales posesiones o era de aquellos que sabían que eran de carne y hueso algunas supersticiones.
Su canto calló para dar paso a su clara voz, sus manos mientras tanto jugaban con una flor, todo lo observaba presa de mi estupor… todavía no podía creer que tuviese un interlocutor que me preguntará sobre el cielo y su último resplandor, el ultimo para dar paso a la noche y sus monstruos, sus demonios que solo provocaban desconcierto, terror y rumor entre los habitantes que presurosos llegaban a casa para resguardarse en caso de que esas criaturas realmente buscaran sus almas.
Giré la máscara, estaba tan absorto en pensamientos vagos y tal vez demasiado dolorosos que nunca repare en los alrededores, que nunca al cielo dirigí mi rostro. Me di cuenta del pálido color pardo que se dibujaba en la lejanía y entonces sin quererlo, mi mente trajo a mi el recuerdo de los solían ser mis días, cuando como un humano, como un cazador vivía —Cuantas son las cosas que pierdes cuando en el veneno del odio mueres lentamente— pensé, un suspiro al aire y entonces mi mente callé sin éxito al parecer —Valorarás las cosas cuando sientas que ya nada ni nadie te las va a devolver— alguna vez me dijo Solomon Vasari, antes de enfrentar mi destino fatal.
—Es cierto— dije con resignación, aún sin apartar la vista del cielo —Una hermosa vista parece que esta noche los dioses pintan— ¿Dioses? ¿Cuales dioses?, para mi estaban negados, para mi ya no existían, no tenía no siquiera el derecho de nombrarlos como lo había hecho. El viento resopló, moviendo mis ropajes con su furor, de alguna manera me decía que debía devolver mi mirada a mi interlocutor.
El rostro tras la máscara obedeció a regañadientes la indicación, para verificar que ella aún estaba, en aquel monumento a la muerte a un sentada y callada, que extraño seguramente debo parecerle, un personaje tan complejo del que no sabes si aun esta vivo o simplemente se ha ido a los recónditos espacios de su mente, que para los demás es desconocido. De pronto me di cuenta que después de tanto tiempo sin salir de mi única guarida secreta, no tenía idea de como empezar una plática ahora que mi esencia estaba muerta, simplemente había algo que me impedía ser el mismo que algún dialogo ocurrente dijera —¡Maldito seas falso vampiro me robaste mi alma entera!- exclame en mi mente antes de pensar en algo para dar una respuesta.
—Lamento si le he tomado por sorpresa- inquirí entonces a mi desconocida compañera —No es lugar del que esperara alguien aun estuviera, solo y quizás las almas que aún continúan en pena, estén o no de forma etérea— quizás debí decir etérea y eterna —Solo he venido a visitar una piedra, un recuerdo para que no se fuera, como todos, supongo— era bastante obvio, al menos para la gente normal que no requiere un recordatorio de que jamás tuvo un velorio.
—Me presentó mademoiselle, mi nombre es Leviathán o al menos ese solía ser— una leve reverencia con cuerpo dibuje —¿Puedo tener el placer de saber a quien tuve el honor de esta noche conocer?, porque bueno, sobra demás preguntar a este lugar que vino a hacer o… ¿Es acaso uno de esos artistas que para su arte deben ver frías estatuas como esa que tiene por delante?— Era refiriéndome al mausoleo que estaba a un lado de donde yo estaba parado, un personaje agachado por un manto tapado, una mirada melancólica apenas se alcanzaba a ver dibujada, sosteniendo lo que parecía una vela o una llama, una roca tallada a estar como yo condenada, helada y en una sola condición eternizada.
Su canto calló para dar paso a su clara voz, sus manos mientras tanto jugaban con una flor, todo lo observaba presa de mi estupor… todavía no podía creer que tuviese un interlocutor que me preguntará sobre el cielo y su último resplandor, el ultimo para dar paso a la noche y sus monstruos, sus demonios que solo provocaban desconcierto, terror y rumor entre los habitantes que presurosos llegaban a casa para resguardarse en caso de que esas criaturas realmente buscaran sus almas.
Giré la máscara, estaba tan absorto en pensamientos vagos y tal vez demasiado dolorosos que nunca repare en los alrededores, que nunca al cielo dirigí mi rostro. Me di cuenta del pálido color pardo que se dibujaba en la lejanía y entonces sin quererlo, mi mente trajo a mi el recuerdo de los solían ser mis días, cuando como un humano, como un cazador vivía —Cuantas son las cosas que pierdes cuando en el veneno del odio mueres lentamente— pensé, un suspiro al aire y entonces mi mente callé sin éxito al parecer —Valorarás las cosas cuando sientas que ya nada ni nadie te las va a devolver— alguna vez me dijo Solomon Vasari, antes de enfrentar mi destino fatal.
—Es cierto— dije con resignación, aún sin apartar la vista del cielo —Una hermosa vista parece que esta noche los dioses pintan— ¿Dioses? ¿Cuales dioses?, para mi estaban negados, para mi ya no existían, no tenía no siquiera el derecho de nombrarlos como lo había hecho. El viento resopló, moviendo mis ropajes con su furor, de alguna manera me decía que debía devolver mi mirada a mi interlocutor.
El rostro tras la máscara obedeció a regañadientes la indicación, para verificar que ella aún estaba, en aquel monumento a la muerte a un sentada y callada, que extraño seguramente debo parecerle, un personaje tan complejo del que no sabes si aun esta vivo o simplemente se ha ido a los recónditos espacios de su mente, que para los demás es desconocido. De pronto me di cuenta que después de tanto tiempo sin salir de mi única guarida secreta, no tenía idea de como empezar una plática ahora que mi esencia estaba muerta, simplemente había algo que me impedía ser el mismo que algún dialogo ocurrente dijera —¡Maldito seas falso vampiro me robaste mi alma entera!- exclame en mi mente antes de pensar en algo para dar una respuesta.
—Lamento si le he tomado por sorpresa- inquirí entonces a mi desconocida compañera —No es lugar del que esperara alguien aun estuviera, solo y quizás las almas que aún continúan en pena, estén o no de forma etérea— quizás debí decir etérea y eterna —Solo he venido a visitar una piedra, un recuerdo para que no se fuera, como todos, supongo— era bastante obvio, al menos para la gente normal que no requiere un recordatorio de que jamás tuvo un velorio.
—Me presentó mademoiselle, mi nombre es Leviathán o al menos ese solía ser— una leve reverencia con cuerpo dibuje —¿Puedo tener el placer de saber a quien tuve el honor de esta noche conocer?, porque bueno, sobra demás preguntar a este lugar que vino a hacer o… ¿Es acaso uno de esos artistas que para su arte deben ver frías estatuas como esa que tiene por delante?— Era refiriéndome al mausoleo que estaba a un lado de donde yo estaba parado, un personaje agachado por un manto tapado, una mirada melancólica apenas se alcanzaba a ver dibujada, sosteniendo lo que parecía una vela o una llama, una roca tallada a estar como yo condenada, helada y en una sola condición eternizada.
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Re: Entre lapidas | Leviathán Shadow
Sylvana observo entre sus pestañas cada movimiento del hombre en frente suyo, evaluando con la mirada si aquel sujeto tendría alguna intención de hacerle daño o no.
Aun cuando estaba muerta no podía dejar de ser cautelosa, mas por costumbre de varios años cuidándose las espaldas que por que verdaderamente desconfiara de él. Sin embargo su instinto, el cual siempre fue muy agudo, le avisaba que no había peligro, por lo que se permitió relajarse, levantando la cabeza ante cada frase que le dedicaba hasta culminar en una leve risa por su ultima pregunta.
—Lamento tener que informar que no soy tan talentosa para ser una artista en busca de inspiración, de hecho, apenas puedo defenderme con sencillos bocetos en papel—le sonrió con tranquilidad, mirándolo hacia los huecos de la mascara donde debían estar sus ojos, los cuales no era capaz de notar siquiera el color. —Me llamo Sylvana, Sylvana Di Angelo. Un placer conocerle, monsieur—contesto ella, inclinándose también para corresponder la reverencia.
La joven giro de nuevo la flor entre sus dedos, dejándola a un lado suyo por un momento sin despegar su mirada de la curiosa mascara, ladeando la cabeza al caer en cuenta de algo.
—Discúlpeme si sueno insolente, pero acabo de notar que comento que Leviathán solía ser su nombre—dijo ella. —Espero no considere el cambiarlo, es un nombre bastante agradable y peculiar, considerando a la bestia marina a la que hace referencia.
La joven volvió a sonreír antes de desviar su mirada hacia la lapida donde estaba sentada, acariciando sus bordes y asegurándose que su vestido cubriera bien su nombre. No quería que su acompañante notara aun que era. Fuera o no un sobrenatural, deseaba hablar un poco mas con él, ya que no tenia muchas oportunidades de entablar alguna conversación decente.
—He de decir que si me sorprendió hace poco—lo miro con cierta vergüenza. —Perdone si mi canto pudo haberle molestado, normalmente lo hago cuando estoy sola, soy consciente que no debe ser muy armonioso. Solo estaba aquí pensando un poco. —Volvió a acariciar la lapida con cariño. —Un recuerdo para que no se fuera, como usted ha comentado.
Aun cuando estaba muerta no podía dejar de ser cautelosa, mas por costumbre de varios años cuidándose las espaldas que por que verdaderamente desconfiara de él. Sin embargo su instinto, el cual siempre fue muy agudo, le avisaba que no había peligro, por lo que se permitió relajarse, levantando la cabeza ante cada frase que le dedicaba hasta culminar en una leve risa por su ultima pregunta.
—Lamento tener que informar que no soy tan talentosa para ser una artista en busca de inspiración, de hecho, apenas puedo defenderme con sencillos bocetos en papel—le sonrió con tranquilidad, mirándolo hacia los huecos de la mascara donde debían estar sus ojos, los cuales no era capaz de notar siquiera el color. —Me llamo Sylvana, Sylvana Di Angelo. Un placer conocerle, monsieur—contesto ella, inclinándose también para corresponder la reverencia.
La joven giro de nuevo la flor entre sus dedos, dejándola a un lado suyo por un momento sin despegar su mirada de la curiosa mascara, ladeando la cabeza al caer en cuenta de algo.
—Discúlpeme si sueno insolente, pero acabo de notar que comento que Leviathán solía ser su nombre—dijo ella. —Espero no considere el cambiarlo, es un nombre bastante agradable y peculiar, considerando a la bestia marina a la que hace referencia.
La joven volvió a sonreír antes de desviar su mirada hacia la lapida donde estaba sentada, acariciando sus bordes y asegurándose que su vestido cubriera bien su nombre. No quería que su acompañante notara aun que era. Fuera o no un sobrenatural, deseaba hablar un poco mas con él, ya que no tenia muchas oportunidades de entablar alguna conversación decente.
—He de decir que si me sorprendió hace poco—lo miro con cierta vergüenza. —Perdone si mi canto pudo haberle molestado, normalmente lo hago cuando estoy sola, soy consciente que no debe ser muy armonioso. Solo estaba aquí pensando un poco. —Volvió a acariciar la lapida con cariño. —Un recuerdo para que no se fuera, como usted ha comentado.
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