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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Kallisté Mar Mayo 22, 2012 2:48 am

¿Cuántas muertes más serán necesarias
para darnos cuenta de que ya han sido demasiadas?


Esa nueva condición la volvería loca, matarla no podía, ya estaba muerta, su alma ahora rondaba por aquel mundo que ya no le pertenecía: El mundo de los vivos. La esencia de la mujer deambulaba de un lado a otro, perdida, miedosa, aferrada a no caminar a aquella luz blanca, brillante y cegadora. Ella tenía una misión, debía cumplirla, y quizás, cuando la cumpla podrá ir a ese hermoso destello. Aquella noche había olvidado todo, su nombre, su edad, su historia, su meta, a su esposo e incluso a su pequeño Freddy. Aquello era demasiado raro, incluso alarmante, nunca olvidaba ese último, quizás todo lo demás si, pero aquel pequeño siempre era reconocido. Se había olvidado que la habían asesinado, que estaba muerta, y que, en la forma en la que se encontraba, nadie podía verla.

Llevaba apenas tres años y medio de esa forma, y aunque sabía que ahora no era como aquellos que necesitaban respirar, tenía periodos en que comenzaba a perder la cordura, donde la desesperación - Si es que aun la sentía, o sólo era producto de su imaginación - le invadía todo su "ser".

Avanzaba con tranquilidad por las calles parisinas. Según ella, todos volteaban a verle, en realidad nadie podía hacerlo, no en ese estado, no de esa manera. Sonrió al ver que alguien se aproximaba, sonrió de manera más amplia cuando sintió que iban a encontrarla, pero su rostro formó una mueca desesperada al ver que el hombre no había parado, había pasado sobre ella, ¿O quizás entre ella? Se encontraba tan confundida. -"Señor, ¿Puede verme? Señor ¿Me escucha?" - Sus labios se movieron, pero el sonido nunca salió, ni siquiera ella pudo escucharse, y es que hace varios días no había absorbido el patetismo de los demás, sólo de esa manera podía agarrar "fuerza", y con ella, hablar, y volverse corpórea. Aquel estado era tan complicado, que la difunta señora D'Whigham aun no llegaba a controlar su escénica, y tampoco podía formar su cuerpo a su antojo, poco tiempo llevaba así, y al no conocer a nadie en esa forma, no tenía de quien aprender.

Siguió avanzando, su rostro se movió hacía el piso, y con sorpresa noto que no habían pies, ni piernas. Estiró sus manos, y la sorpresa fue grande al notar que tampoco habían brazos. Comenzó a sollozar, y así permaneció, quizás fueron tantas las horas que paso con aquella pena, que al volver a tomar el control de sus emociones y pensamientos, notó que la oscuridad de la noche había apagado la luz viva del día, todo estaba oscuro, así como su alma lo estaba, pero su andar podría ser iluminado por aquellas velas, por aquellos faros. ¿Un camino? ¿Un destino? No, no los tenía, pero quizás encontraría uno pronto.

Kallisté avanzó tanto que pudo toparse con un gran gentío. No entendió como pero ahora se encontraba frente a una gran estructura que brillaba, o le pareció que lo hacía. Muchas emociones comenzaron a rondar por el lugar, eran tantas que le fue inevitable empezar a absorber toda la energía que estás emanaban. La ayudó para comenzar a formar aquel cuerpo femenino y perfecto, que en algún momento había tenido. Darse cuenta que volverse corpórea en medio de todas esas personas podría ser perjudicial para ella. Levita hasta un pequeño callejón. En donde puede tomar su forma humana. Pasó la yema de los dedos por cada brazo contrario, se podía sentir, y aquello le emocionaba. Así estuvo un gran rato, disfrutando de esa sensación de poder ser vista, aunque no saliera de ese callejón. Al tener fuerza fue recordando lo que le había pasado, pero sólo pequeños recuerdos, nada que pudiera sacarla de esa gran confusión.

Aquella energía robada no podía durar para siempre, volvía a aquel estado que tanto la atormentaba. Decidió que había sido suficiente por aquel día, y que quizás debía volver… Aunque en realidad no sabía a donde volver. ¿Con Rudd? Él ya no la esperaba.

Al seguir su recorrido por Paris, sintió una gran energía, diferente, no vibraba, más bien era fría, oscura como la noche. Recordó que días atrás había conocido a alguien que portaba un aura parecida, incluso puso sentir el olor putrefacto de la muerte, el olor a quemado del mismo infierno, y reconoció así que la portadora se trataba de una criatura de la noche. El espíritu curioso de Kallisté se aferró a la esencia muerta de la vampiresa. Verla sola la hizo recordarse a sí misma, y a esas alturas buscaba compañía. ¿La vampiresa la notaría? Quizás solo si Kallisté se lo permitía, y se lo permitiría si le servía de guía.
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Mensaje por Carmmine Von Misson Vie Jun 08, 2012 7:11 pm

Y aquí estaba yo. Dando tumbos existenciales de un lado a otro, golpeándome con las paredes de la cordura y la irracionalidad. Ya no sabía que era cierto y que no. Qué había pasado realmente y qué cosas no eran más que jugarretas imaginarias, o cosas que él quería que creyese. Él. De nuevo se me repetía aquel día, una y otra vez, tratando de encontrarle algún sentido a sus palabras, pero acabando por concluir que lo único que quería era perder la consciencia de mi misma, dejar de respirar y desvanecerme.

¿Pero nada de eso iba a pasar, verdad? Solo podía aferrarme a mi misma y a las ansias de sangre para volver a aquel estado de hace unas semanas, cuando volví a este lugar, haciendo que todo tuviese aquel aroma nuevo de la completa libertad. Podría hacer lo que quisiera, y de hecho aun podía… pero no… no quería.

Traté de atribuírselo solo a un pequeño malestar o desanimo provocado por aquel sujeto, se pasaría en cuanto volviera a mi normalidad, pero ni siquiera en ese lugar que insisto en llamar hogar conseguí algo de calma. Supongo que tampoco me la merezco, lo que claro no quiere decir que podría obtenerla de otro modo. Tal como un alcohólico bebe hasta perder la consciencia, yo podía alimentar el éxtasis en mis venas con un poco de cacería. Solo uno o dos, tal vez tres, servirían como una especie de sacrificio para calmar a los pocos demonios que sentados en mis hombros supuraban veneno y bilis, torturándome y dando alertas para que no hiciese intento alguno en meter las narices en el pasado.

Por esta vez al menos, les hice caso, para que al menos momentáneamente el mundo se desdibujara y perdiera la consciencia de mi propia existencia hasta no ser yo misma, sino más bien un remedo de cuerpo humano consumido por la sed. Pero fue aquello lo que acabó por hacerme cometer el primer error de la noche.

Creí que había tomado a uno de esos típicos ebrios que inconscientes retozaban en los rincones del lugar, pero no, era una persona sobria pero dormida, y me había confiado lo suficiente como para no destrozarle antes la tráquea o haber tomado una medida para hacerle guardar silencio. Solo me di cuenta de ello cuando en lo que vaciaba sus venas de aquel vital líquido, comenzó a forcejear y gritar desesperadamente. Solo por la impresión lo lancé, dejando inconclusa aquella cena que aun tenía suficiente hálito como para sobrevivir un rato.

Aquello me hizo sentir miserable, no por la inminente muerte del sujeto, sino porque algo estaba muy mal conmigo para haber cometido un error así. Pero bueno, no tenía tiempo ni ánimo para darle a ese sentimiento, así que me apresté a rápidamente alejarme del sitio, confundiéndome con la morbosa muchedumbre que se había acercado a ver a la fuente de aquellos gritos.

Caminé con un paso relativamente apresurado al tiempo que me relamía los labios, disimuladamente, notándolos más cálidos, aunque no lo suficiente para hacerme pasar por una persona normal con algo de frío. Ya no podría volver a buscar a mi próxima víctima en este lugar por un buen rato, hasta que las frágiles mentes humanas volviesen a olvidar solo otro cadáver en las estadísticas del tanatorio.

De pronto el inevitable frío que calaba mi pecho ¿Tan rápido se acabaría ese suave ardor de la sangre fresca? Era sin duda extraño, pero tampoco podía desconocer que no sabía cuanto había alcanzado a beber antes de ser vilmente interrumpida. No pude más que detener aquel incesante taconeo de mis zapatos para frotarme en vano los brazos, tratando de volver a sentir siquiera un poco aquella sensación de calor. Pero nada. Fue como si no hubiese bebido nada.

- Maldición – dije al tiempo que chasqueaba la lengua y veía un pequeño vaho salir de mis labios. Cosa que me hizo fruncir el ceño considerablemente, porque aun antes, sin haber bebido desde ayer, sentía tanto frío… ¿Sentía frío? ¿¡Cómo podía sentir frío!? Tanto como para molestarme. ¿Qué acaso no era más que un cuerpo muerto? Tampoco es como si existiera una muerte aun en la muerte, o tal vez sí. Y esto era esta posibilidad la que ahora me desesperaba.

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Mensaje por Kallisté Mar Jun 12, 2012 2:52 pm

La fantasma podía sentir los bajos ánimos de la vampiresa, se le notaba a metros de distancia con sólo poder ver esos ojos. Era tan evidente que no se podía pasar desapercibido, y al estar prensada en ella, los sentimientos que tenía la mujer pasaban a ser suyos. Sintió pesar en su cuerpo traslucido. Sintió una especie de dolor que no pensó volver a sentir, el triste dolor de la perdida, el de la muerte, y el del dolor de saber, que por más que hiciera lo que hiciera para arreglar su nueva situación, nada volvería a ser como antes. No quiso adentrarse a los pensamientos de la vampiresa porque le daba la impresión de que eso era demasiado intimo, aunque ya estuviera rompiendo la intimidad al prensarse de su cuerpo y esencia. Se sintió ahora mal por invadir el espacio ajeno, pero no se sentía arrepentida, prefería atormentar un momento a una vampiresa que a una humana, pies los humanos son más débiles, y cualquier alteración, puede llevarlos a cometer actos verdaderamente catastróficos.

Ambas se quedaron en silencio, y Kallisté no pudo evitar sonreír cuando la mujer soltó aquella maldición. Decir maldiciones no sólo aleja a los espíritus como ella, también purifica el alma, y los dolores físicos suelen resistirse un poco más ¿Por qué? Es algo que aun no tiene explicación, pero que había descubierto cuando estaba viva, pues cuando se daba golpes por cuidar al pequeño Freddy, su léxico dejaba de ser el de una dama correcta de sociedad, para convertirse el de una cualquiera, una callejera sin educación, y no es que fuera malo, lanzar maldiciones es bueno de vez en cuando, no todo es bueno, y ahora, quería gritar maldiciones acompañada de alguien, acompañada de esa vampiresa. Se sentía tan sola como ella, podía verlo en su mirada.

Dejó de abrazar aquella alma acongojada, se separó para poder observarla, y decidió presentarse. Primero no se dejaría ver, sólo hablaría como si se tratara de una voz llevada por el aire de primavera, Kallisté sabía que en su voz y sus palabras siempre existía calidez, pues su alma seguía siendo tan pura y bondadosa como cuando estaba viva, en ocasiones así se sentía viva. - Se siente así porque un fantasma esta acompañándola madame - Susurró, y no apareció su rostro, apareció la luz blanca, la forma en que su alma viajaba de un lado a otro, iluminando caminos oscuros, purificando sectores malditos. La fantasma sabía que no sólo tenía el deber de reencontrar a su esposo con su hijo, también tenía el deber de sanar algunas almas, y llevarlos por el camino del bien, dirigirlos a una luz que ni ella misma había tomado.

Absorbió un poco de energía putrefacta de la mujer, y recobró la fuerza. Su rostro translucido comenzó a formarse, un rostro de ángel. Kallisté había sido una mujer hermosa, una de las más hermosas, y no es que estuviera muy orgulloso de eso, pues su belleza ya no importaba de nada, pero al menos sabía que no mostraría un rostro espantoso para alejar a las personas que les permitiera ver - Lamento mucho la perturbación que pueda causarle, pero no conozco otra forma de poder viajar, su esencia me ayuda a volver a mi estado corporal - Y mientras absorbía más energía de la vampiresa, su silueta se fue formando hasta ser un ser humano común y corriente, aunque de común no tuviera nada.

Guardó silencio por unos momentos, quiso que la mujer procesara la información, esperaba de verdad que no saliera huyendo, quizás le tenía demasiada fe a la fuerza y estabilidad de los vampiros. había visto a tantos tan crueles que estaba segura un simple fantasma no le causaría conflicto, aunque no lo sabía, todo podía pasar.

Kallisté sonrió más por nerviosismo, que por felicidad. Y buscó la mirada ajena intentando descifrar que podría estar pensando, deseaba descubrir que pensaba aquella mujer. - Espero no molestarla, a veces no sé que hacer, y ya no deseo estar sola - Era sincera, el no poder tener una compañía al menos con la cual poder platicar algo, empezaba a alterar sus nervios, y eso ocasionaba la locura en las almas en pena como ella. El tiempo, el dolor, y la soledad le terminarían por volver un alma oscura, quizás por eso se había apresado de manera desesperada a Carmmine, era una manera de pedir auxilio sin gritar la palabra en voz alta.
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Mensaje por Carmmine Von Misson Dom Jul 29, 2012 4:31 am

Sabía a la perfección que mi estado mental no era el mejor, que de a poco o quizás de golpe, en algún momento mi mente se había quebrado como si no fuese más que un frasco de cristal, pero era uno que seguramente contenía entre otras cosas, mis recuerdos, mi cordura y algo a lo que aun no podía darle un nombre, porque incluso ahora, no sé qué es exactamente. ¿De verdad necesito recuperarlo? ¿No es mejor para mi vivir… así?

La cordura si debió hacerme falta, especialmente ahora, en que al parecer mi atormentada mente me jugaba una mala pasada… ¿O podría ser real? Ser un castigo por todas las atrocidades cometidas antes. Sin duda me lo merecía, pero el no conocer la línea entre lo real y las fantasías estaba comenzando a afectarme. Lo suficiente como para sentir aquel escalofrío por todo el cuerpo cuando esa etérea voz susurró unas cuantas palabras, lo suficiente como para saber que no era necesario mirar a todos lados para encontrar a la dueña de esa voz. De algún modo, ya sabía que era cierto.

Aquella luz me tentó a cerrar los ojos, cerrarlos con fuerza para volver a abrirlos y no ver nada más que los adoquines de la plaza, pero me resistí, por primera vez en un buen tiempo pensaba y me resistía a los impulsos. Y ésta la había acertado. Iba en contra de gran parte de la literatura que retrataba a esos seres como acosadores terroríficos, deformados y atormentados, o eso parecía a primera vista. Ese amago de rostro que no dejaba de esbozar palabras blandas y algo condescendientes no distaba del mío, o del que había sido el mío.

- Mi esencia debe ser como veneno, pero tampoco es que vaya a negárselo – dije que forma simple y categórica, honesta como no lo había sido en mucho tiempo porque ahí estaba de nuevo aquella sana curiosidad que parecía expandir los horizontes de la experiencia, de la vida y del aprendizaje. Quería saber más, pero… - Espero no haber sido yo quien… le hizo eso – no pude evitar decir. ¿Cabía esa posibilidad no? Era una de las pocas cosas lógicas y racionales que podrían pasarme ahora.

Estaba perfectamente consciente de la lista con los nombres tachados y con manchas de sangre por doquier que yacía guardada en la gaveta de mi mesita de noche, pero había otros tantos posteriores, algunos que no tenían nombre ni rostro. Y por un segundo, me vi a mi misma arrepentida, sobretodo porque a pesar de pasar por aquel proceso que sé que ya no podré conocer, la mujer parecía conservar intacta su amabilidad, aun sabiendo lo que yo era.

- No me molesta en absoluto, no se siente muy diferente, aparte del frío – dije casi sin pensar cuando el resto de mi cuerpo pudo reaccionar también, corroborando esas palabras dichas casi de modo automático - ¿Parezco tan desdichada como para atraer su atención? – dije sin ningún dejo de sarcasmo o ironía – Si me respondes algo interesante, prometo acompañarte hasta que te hartes de mí – agregué dejando de lado la fría distancia del respeto.

Por el momento parecía que se trataba de mí, o eso quería que pareciera, porque no recuerdo cuando fue la última vez que presté un real interés en alguien más, en alguien que luego no fuese a convertirse en mi cena, pero lo cierto era de que un momento a otro y sin mediar mayor razón, quería saber de ella y la forma en que podía ver las cosas, porque si mi pregunta anterior estaba en lo correcto, habían muchas cosas que quedaban por replantearse.

- Sé que tal vez no te esperabas que aceptara tan rápido – dije sonriendo, casi al borde de la risa por lo extraña y pintoresca de la situación – Pero, ¿Qué dices? – dije terminando el ofrecimiento. Sin darme cuenta de que mis ojos volvían a tener un poco de esa pequeña chispa de infantil ilusión, pero solo un poco, porque la miseria personal que aun me rodeada era demasiada como para limpiarla un día. En un encuentro.

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Mensaje por Kallisté Jue Ago 02, 2012 1:54 am

Se sentía confundida, pero eso no era una novedad, desde ese estado, desde que había muerto de verdad y se había convertido en ese ser translucido se la pasaba confundida, sin saber en ocasiones como había muerto, incluso sin reconocer que verdaderamente estaba muerta, la fantasma estaba demasiado aferrada al mundo de los vivos, tanto que incluso llegaba a dar lastima entre los suyos, muchos de ellos ya se habían acostumbrado a ese estado, a esa nueva "vida", y cuando pasaban por su lado se burlaban del pesar que ella cargaba. Todos los muertos se sienten culpables de su muerte, sin saber en realidad que la muerte misma es inevitable, y que ella misma se alegraba de sus nuevos integrantes en el lago de la confusión. Así le había puesto Kallisté a la linea entre los vivos y los muertos: Lago de la confusión. Un nombre no muy original, peor cuando dices ser un fantasma, cuando no te miran nada importan, incluso si hablas al vacío, todo se torna gris, ya no había colores, incluso ya no hay blanco y negro, simplemente todo se vuelve gris y monótono, no hay más.

La danza de los colores, de esa energía que emanaban los humanos comenzó a moverse con sensualidad alrededor de las dos mujeres, la fantasma supo que esa era una buena señal, que estaba con la persona correcta en el momento correcto, y que debía absorber esa energía para poder presentarse como era correcto, nunca perdería esa educación bien recibida de humana, ni siquiera aunque ahora no las necesitara, y entonces comprobó que incluso muerta las necesitaría para poder tratar con las criaturas que pisan la tierra. No esperó demasiado tiempo, inhaló la energía con fuerza, sintiendo incluso sus pulmones hinchar, le confundía cuando su cuerpo al volverse solido, percibiera modos humanos, vivos. No le molestaba, al contrario, la hacía sentir un poco más cerca de su meta, de su marido, y de su pequeño Freddy.

Así fue, después de absorber toda esa energía como su figura se fue formando, cualquiera pensaría que la magia existía pero en realidad eran cosas que pasaban, cosas como el comer y dormir con los humanos, pero al no tener una ciencia cierta de eso se llega a temer al respecto, y se toma como algo malo o maldito. Lo primero en formarse fueron sus piernas largas, torneadas y firmes, acompañadas de su abdomen, su pecho, sus brazos, y al final fue envuelta por un hermoso vestido rojo, uno que resaltaba sus rasgos pálidos carentes de vida. su cabello comenzó a hondear a causa del viento, y se sintió bien, pero sobretodo segura por la respuesta tan positiva de la vampiresa. Pocas criaturas de su especie eran así de condescendientes, y debía de valorar lo que el destino le había puesto enfrente.

- Su energía es diferente, bastante pesada, me ayuda a tener fuerza, demasiada, incluso más que cualquier humano pero sin llegar a su nivel, pero el problema es que, es energía muerta, y la energía muerta se desvanece después de unos minutos, por eso es mejor tomar la energía de los humanos, de los licántropos o incluso de los cambiantes, ellos al tener una vitalidad nos proporcionan más tiempo de visibilidad ante los ojos ajenos, por ejemplo con su energía apenas podría estar visible una hora, y con la energía humana podría durar todo una semana - Se encogió de hombros con total naturalidad, estaba siendo sincera, y se sentía extraña porqué nunca le había dado explicaciones a nadie acerca de su estado, de hecho nunca se le había acercado a nadie, lo cual era nuevo, pero se sentía bastante bien.

- Sus ojos aparte de muertos están tristes, algo le falta señorita, algo que extraña y al mismo tiempo teme tener, por eso me pegue a su energía, yo también extraño, peor no es algo, es a alguien, a dos personas, que ya no puedo tener, en cambio usted si puede tenerlos - Hizo una pausa y aspiró, disfrutaba del olor humano a su alrededor - Usted puede recuperar lo perdido y amar por toda su eternidad, en cambio yo, sólo tengo limites, y de no cumplir mi meta en ciertos limites puedo enloquecer, y entonces mi alma sería un espectro errante que dañe y asuste a los demás, y no podré tener descanso - La simple idea de no volver a sentir a Rudd y Freddy de vuelta a su lado, por lo menos cinco minutos la hizo sentir pesar, y casi se soltaba a llorar, pero no debía hacerlo, al menos no en ese momento.

- ¿Me está condicionando? - La fantasma se río de manera mordaz, y soltando un poco de maldad en su expresión - ¿No acaso sufre por el daño que hace al alimentarse? Si, por la pregunta que me ha hecho puedo sentir su dolor, pero cuando pido ayuda, y no sólo la mía, sino también darle un poco de ayuda, me condiciona con platicas… ¿Qué es interesante para usted? Yo podría decirle que la vida misma me es interesante, que su figura y su manera de vivir, pero puede que para usted sea demasiado común, el interés radica en cada uno señorita ¿Qué desea saber? ¿Si existe una luz? Si, la hay, es blanca, ciega, y está a mi lado todo el tiempo, pero no me puedo ir sin cumplir mi misión - Concluyó de manera tranquila pero risueña y agradable.
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Mensaje por Carmmine Von Misson Mar Sep 18, 2012 1:22 am

Y como si de un sueño se tratase comenzó a formarse frente a mi aquella figura femenina, humana, pero ¿Tangible? ¿No era solo mi imaginación? De verdad no quería creer esto último, porque significaba que las cosas estaban aún peor de lo que pensaba. Pero al final, fuese o no un delirio, no podía desviar mi atención del asunto de fondo, que era que yo misma sentía que era real, y tal vez lo creía, pero necesitaba corroborarlo de alguna manera…

Ladeé la cabeza ligeramente mientras intentaba no reaccionar de forma desmesurada frente a su primera explicación, ya que era obvio el hecho de que me abrumaba una inminente sensación de inferioridad. Y pese a que objetivamente podía ser cierto, no dejaba de ser humillante ir un paso atrás que esas criaturas mortales. De hecho, tampoco recordaba haberme puesto por sobre ellos en la cadena, pero aunque tal vez sin querer, lo que me estaba diciendo era que por más que me esforzara sería completamente inútil. Y no es que quisiera esforzarme por alguien más, pero el saber de antemano que no serviría no se sentía bien.

Mucho peor se sintió aquel segundo golpe, que aunque se lo negara, cosa que iba a hacer, en el fondo sabía que tenía la razón. Algo faltaba, y tal vez sabía lo que era, pero no estaba segura de querer recuperarlo, porque aquello significaría un retroceso importante, sería cercenar parte de esa libertad que apenas estaba comenzando a probar, siendo que no me sentía lista para un sacrificio así. No ahora que todas las cadenas que me ataban habían cedido ante mi necesidad de respirar.

¿Por qué ella no? Eso de su misión… seguramente era lo que nos diferenciaba, aunque no acababa de entender cómo en su alma podía guardar espacio para aquellos sentimientos tan… ¿Buenos? ¿Cálidos? A eso sumado el hecho de que temía volverse un ser que dañaba a otros, probablemente como yo.

Cada nueva palabra que salía de sus labios era como una estocada en aquel viejo músculo que al parecer aun latía en mi pecho, y no podía hacer nada porque tenía la razón. No la conocía, pero bien ella pudo leerme sin necesidad de ello, dejándome como única opción jugar las cartas más bajas y ruines que quedaban en mi mano. Y lo haría para desahogarme por cada uno de esos momentos en que tuve que guardar silencio con nada más que las manos empuñadas a causa de la frustración.

- No me reiré de aquello, quizás no por respeto, pero algo similar – dije rompiendo por fin el silencio en que me había sumido antes, y tratando de emular en mi rostro una expresión de cinismo – Y aunque sus habilidades de gitana de circo son bastante pintorescas, no me ha dicho nada que no sepa ya – agregué, pero esta vez sonriendo amarga y honestamente.

Lo sabía. Pero insistía en atribuírselo solo a esos momentos en que cualquier cosa le recordaba a uno su miserable condición, así que ver una triste y pisoteada hoja en el suelo o una solitaria y abandonada manzana acaramelada en el puesto de mercado, una que ya nadie quiere por ser la última y más vejada de todas. Era simple. Y no iba a dejar que algo tan nimio me siguiera afectando.

- Y no la condiciono, puede usted largarse en cualquier momento ¿No es así? – le inquirí mientras daba un paso más guiada por la curiosidad, y que llamaba a cerciorarme de que aquel cuerpo no era solo el producto de mi retorcida imaginación – Pero pensé que sería interesante la perspectiva de alguien a quien, aun destrozándole la tráquea o sacándole el corazón del pecho, no dejaría de hablar – comenté mientras dejaba todo modal de lado para poner una mano sobre su hombro, casi apuntando a su cuello, en parte como una divertida e infundada amenaza, aunque era claro cuál era mi propósito.

El haberle dicho eso era en cierto modo contraproducente, porque significaba que a pesar de ir en direcciones opuestas ella iba un paso más adelante, tal vez en más sentidos de los que mi orgullo se atrevía a mencionar, pero que a la vez mi razón no podía ignorar, porque yo aún era susceptible a cosas tan simples como el sol, el fuego, un trozo de madera en el pecho, y lo que era peor, a aquellas palabras certeras producto de una madurez que quizás nunca alcanzaría a tener.

- Discúlpeme por ser tan autorreferente – me apresuré a decir al tiempo que quitaba mi mano, dejándome una sensación de suave hormigueo en los dedos, como quien por primera vez siente de forma consciente el placer del terciopelo o la seda. Una textura que no parece real, pero que al tacto… simplemente lo es – De momento le puedo decir lo que no me interesa, y es aquello sobre esa luz blanca, porque es una pérdida de tiempo saber sobre algo que nunca podré ver, pero en cambio, aquello de su misión, eso sí es algo que despierta mi… curiosidad – dije sesgando la última palabra debido a un par de gritos del tumulto de antes, señal de que sería mejor largarse, por lo que sin pensarlo dos veces tomé del brazo a la mujer cuyo nombre ni siquiera conocía para conducirla lejos del lugar, solo lo suficiente para no tener más problemas de los que ya tenía en la cabeza.

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Mensaje por Kallisté Lun Sep 24, 2012 5:24 am

"!Oh no, no, no, no, no, yo no soy una gitana! Aunque desaíra haberlo sido cuando era humana, aquello si que habría sido una ventaja." Se habló ella sola, muy para sus adentros, casi en su susurro para que su propia mente no escuchara aquello que deseaba hubiera sido y que sin duda no podría ser. Que habría dado Kallisté por haber tenido las habilidades de esas hermosas mujeres de piel tostada, si sólo hubiese tenido un poco de esos dones habría frenado tanto dolor, había impedido que aquella mujer se llevara a su bebé, y que claro su esposo fuera lo que ahora, aunque su vida la hubiese entregado. De haber sido una gitana quizás habría hecho feliz a Rudd de otras maneras, su vida habría sido más sencilla, no le habría exigido comodidades que en una carpa no le harían falta, y habría pasado más tiempo con su adorado hombre, haciéndose simplemente el amor, y no solamente de forma carnal, más bien el hecho de respirar amor, de ejercer y practicar el amor sería suficiente, quizás estarían vivos los dos, quizás se estarían besando en ese momento, y sonreirían como si no hubiera mañana, mientras ella tendría en su regazo a Freddy.

- Tú dolor habla, ella lo hace cuando me repelas, o cuando quieres notarte fuerte ¿Eres acaso un alma mala? - Se quedó pensativa y se llevó una mano a sus labios, de esas posees que hacen simular que estás analizando un tema con detenimiento, y es que en realidad la fantasma lo hacía, se ponía a meditar, pues no deseaba hacerle más daño con sus palabras, podían parecer ponzoñosas, pero en realidad no podía hacer otra cosa más que hablar de manera transparente y con sinceridad. Separó el dedo de sus comisuras, y trato de sonreír de la forma más dulce posible. - No, no tienes que contestarme, se nota, en la transparencia de tu cuerpo, en la transparencia de tú alma, no eres mala, simplemente estás desgarrada y dañada - Asintió y suspiró de forma profunda. Se quedó tranquila, esperando a que no reaccionara de mala manera por sus palabras.

- Seguramente me vas a refutar, seguramente me dirás que no tienes alma, pero la tienes, ustedes tienen alma aunque estén muertos, por eso tienes cordura, razón y al mismo tiempo locura, por eso sabes diferenciar de lo negro a lo blanco, y por eso sabes que tú alimento, la vitalidad humana, ese liquido rojo está mal tomarlo, pero no puedes evitarlo - Suspiró y la miró acercarse, Kallisté le sonreía, aun sin importar lo mal o bien que la trataran, quería incluso abrazarla, acunarla entre sus pechos y brazos para hacerle creer que no estaba sola como ella, y hacerle creer que todo estaba bien, y así estaría, pero no podía en ese momento, debía esperar a que le tuviera confianza -si es que le llegaba a tener - y luego darle esos tratos que incluso ella, muerta y rehusándose a entrar a la luz, necesitaba.

Se ríe, Kallisté se ríe al ver como la vampiresa se cercioraba de que en realidad existía. Alzó la mano, la acarició de forma suave, de forma cariñosa, sabía que era fría, pero también la no-viva lo era. Ni si quiera pudo procesar las siguientes palabras, ambas avanzaron por rapidez, aunque claro, la fantasma veía su andar lento, torpe y sabía que arruinaba el paso de la mujer que tenía sujeta. No importaba, ella no huía, y si la encadenaban había algo que la liberaba, su forma traslúcida, y nadie podría vencerla, nadie pues solo brujos bastante poderosos podrían enfrascarla y pararla de su andar, cuando era débil claro, cuando estaba en su totalidad, con la energía tomada de los demás, ni el brujo más poderoso podía detenerla.

- Aquí, aquí me gusta, aquí debes de parar porqué aquí me siento segura, y si lo estoy yo lo podrás estar tú - Sonrió y su mano se volvió traslúcida, evitando el agarre de aquella mujer - Yo te contaré mi misión, y tú me contarás que te tiene de esa manera, creo que es un trato bastante justo Carminne - No necesitaba preguntarle su nombre, ella podía leer esa etiqueta que le habían puesto, con la que se hacía llamar, y que Kallisté fácilmente podría cambiar, quizás el nombre que la fantasma le diera fuera diferente, como "melancolía", si, ella le diría de esa manera para ver si lograba cambiarle ese estado a "esperanza". Se habían detenido alado de un frondoso y verde árbol, uno hermoso y lleno de vida y energía humana que la mantendría legible y cuerda para la vampiresa.

- Te contaré mi secreto Carmmine - A Kallisté le gustaba mucho ese nombre, le parecía muy hermoso, incluso atractivo, y por eso lo volvía a repetir. - Estoy buscando a mi hijo, está perdido, no sé en dónde en ocasiones creo dormir y poder verlo, pero nunca identifico donde está, y mi esposo es como tú, pero diferente, él no recuerda, él no me recuerda, porque ella nos mató, si, ella nos lastimó, nos hizo esto y ahora yo también estoy muerta ¿lo ves? Estoy muerta, no sé como explicarlo ¿Puedo hacerlo acaso? - Entonces comenzó a desesperarse, ese tema la ponía mal, demasiado, y la hacía comenzar una ira que para su buena suerte, no podía dañar a la mujer que estaba a su lado, pues las vampiresas no se intimidan por esas cosas, y no suelen recibir daños físicos de fantasmas, pues son débiles, pero quizás sus palabras si podrían calar.
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Mensaje por Carmmine Von Misson Sáb Nov 17, 2012 1:11 am

La odiaba. La odiaba porque había tanta verdad en sus palabras que dolía, le desgarraba aquellos velos con que intentaba ocultar de sí misma todo aquello que podía dañarla, fingiendo que no existía nada detrás, pero no, esa mujer de talle delicado y cabellos castaños tenía la precisión de una arpista para tocar armónicamente las fibras más sensibles de su ser, generando la ilusión de que la conocía hace mucho, o de que al menos, tenía unas habilidades sobrenaturales que iban más allá de su condición, para descifrar a las personas. Así que si iba a ponerla en jaque por todo el tiempo que le quedaba a ese encuentro era mejor que lo asumiera y se resignara. Tal vez algo bueno podría salir de todas esas verdades que le eran restregadas en la cara… e incluso, de las verdades ajenas en las que había comenzado a posar su curiosidad.

También tenía razón en lo de que querría refutarle, pero esta vez no tuvo ni tiempo ni ganas de hacerlo, porque esa risa que salió de sus labios la confundió como otro de sus golpes ¿Acaso se habría dado cuenta de sus intenciones? ¿Tan evidente le resultaban sus acciones, sus pensamientos? Nunca se había considerado a sí misma una persona predecible, pero al menos por hoy, era un poco confortable tener a alguien que fuese un paso adelante, como si ella le cortara el viento para que no golpeara directamente en su cara, y así mantener un poco de esa calidez a la que desde hace un tiempo había dejado de aferrarse.

Entonces su tacto. Su aterrador tacto, se cernió sobre su rostro, su aterradoramente cálido tacto, porque sí, era frío físicamente, quizás como el suyo, pero desprendía una sensación diferente y a la vez conocida. ¡No! ¡Se negaba a recordar a esa persona! Por lo que aquello terminó por darle el impulso final para correr, arrastrando con ella a la mujer. Buscando en una falsa idea de velocidad dejar atrás esas ideas que amenazaban con atraparla. Eso hasta que escucho de nuevo su voz. ¿Se habría excedido? Bueno… tampoco es como si fuese a dañarla o algo así ¿Verdad?

Aun así solo se detuvo cuando ¿Se escapó de su agarre? ¿Cómo? Se volteó inmediatamente y vio con sorpresa que su mano se había quedado atrapando aire, entonces pensó en fruncir el ceño y empuñar la mano, pero el trato que le fue ofrecido paralizó toda reacción ulterior. ¿Ella lo había pedido, no? ¿Por qué se sorprendía tanto de obtener una respuesta afirmativa? No tenía relación con que luego tuviese que contar su parte, sino porque no recordaba que alguien le hubiese prestado ese tipo de atención… no, definitivamente no lo recordaba.

Esta vez sí pudo fruncir el ceño cuando escuchó la palabra secreto. Porque significaba demasiado. Era compartir con una completa desconocida algo suyo, era como ponerse en evidencia, como dejarse vulnerable. Entonces, y solo entonces, se dio cuenta de que no debía seguir luchando, que era tiempo de descansar metafóricamente en las palabras de esa mujer, porque sintió que podía confiar y dejar que ella se llevara era injustificada indiferencia que había venido mostrando desde que arribó a París.

De un momento a otro, y sin que quisiera replicar, las cosas dejaron de tratarse sobre Carmmine, aun en su propia mente, toda la atención fue para las palabras ajenas, pero eran diferentes. No dulces, o llenas de la ingenua esperanza de antes, sino que parecía que querían salir rápido y a tropezones. Eran palabras con espinas, palabras que dolían al pronunciarlas ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué le contó aquello si le dolía? ¿La había forzado demasiado? Tal vez fuese eso último, y le sabía mal, pero ya lo había hecho, y la desesperación de su mirada le hizo temer que fuese a derrumbarse, ¿O desvanecerse?, en cualquier momento. Por lo que se apresuró a tomarla del mentón para que la mirara, se centrara, y se calmara.

- Aquí la muerte no es dejar de existir – le dijo con firmeza, en desmedro de la presión que hacía su mano en el mentón de la mujer – Estás… estamos muertas, pero existimos – le recalcó antes de soltarla – Y existiendo aún hay posibilidades de encontrar… supongo – dijo desviando la mirada al tiempo que deliberadamente le imprimía inseguridad a sus palabras anteriores, para que no se las fuese a tomar tan en serio, porque ni con todo la ayuda y el dinero del mundo podría asegurarle que fuese a encontrar a su familia.

Por un segundo pensó en lo que se sentiría estar en su lugar, perder… todo eso. Pero claro, todo lo que pudo imaginar se desplomó cuando recordó que para perder algo primero habría que tenerlo, y Carmmine no tenía a nadie. Por lo que por más que lo intentara no podría entenderla, aunque no fuese por falta de voluntad… incluso fue como si la tuviesen amarrada en el centro de una pista de circo, exhibiéndola ante todas las almas que había despachado y ante las familias que habían perdido a algún ser querido. Pero no era culpa, porque aún no llegaba a ese nivel de empatía, pero si se dio cuenta de que no era nada como para enorgullecerse…

- Y… - retomó, en el camino cambiando lo que iba a decirle, porque lo más probable es que ella y su esposo fuesen diferentes, pero aquello de no recordar si lo podía entender – Nunca se olvida del todo supongo, y si es así, no creas que se está en paz, no importa la persona que sea, en algún momento luchará por recordar – mintió. O tal vez no.

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Mensaje por Kallisté Mar Nov 20, 2012 1:52 pm

Tristeza, desesperación, dolor, angustia. Ella era todo eso y más, un manojo de emociones, no se necesita ser la persona más inteligente del mundo para percatarse de todas esas cosas. Sus ojos aún faltos de vida sumaban una tristeza desgarran. Esa mujer está mal, pasando penurias que no debería pasar ni el peor de los seres humanos. Desesperación de poder descifrar lo que arregle sus estados. Ella tiene las respuestas, las formas y herramientas para poder salir de ahí, pero ¿Acaso el dolor y el orgullo es muchísimo más grande? Si, lo es, es la causa, la única de la desolación, de la perdida de situaciones, pero sobre todo de seres amados. ¿Buscamos explicaciones? ¿Escuchamos las explicaciones? Las personas, los humanos nunca lo hacen, ¿Y qué hay de las criaturas sobrenaturales? Ellas menos, pues su temperamento los ciega, los ancla a un infierno personal, no del que se habla en la iglesia, en las Biblias, a uno mucho peor, producido por la mente y el corazón. Y entonces la pregunta del millón surge, acompañada de la delicada y al mismo tiempo resistente figura de la vampiresa. ¿Ella perderá todo por su ceguera? Todo estaba por verse, sólo bastaba el tiempo.

- Tú dolor es mi dolor, así de grande, así de fuerte, así de catastrófico, pero todo dolor tiene una solución, aún no sé tú dolor, y quisiera saberlo, pero no deseo meterme en tu mente… - Replicó. Su voz era suave, muy melodiosa, si existieran las hadas, se le podría comparar con ellas. La fantasma podía parecer un ángel caído del cielo, así cómo a su vez, un espectro buscando venganza, pero la vampiresa seguía a su lado, y se sentía tan cómoda con ella, que deseaba hacerla sentir a gusto, cómoda, y segura. Esa mujer no estaría en mejores manos que con ella, su dolor podría ser también dolor de Kallisté, porque la traslúcida estaba dispuesta a escucharla, y también a cargar con las miserias de su corazón. Incluso siendo así, no era una carga, pues ella lo había elegido, y cuando alguien elige una tarea es con gusto.

Le sorprende su cercanía, su tacto, pero al mismo tiempo le agradece cruzar la linea física, eso es un gran paso, una confianza que no puede dar pasos hacía atrás, sólo hacía adelante. Sus ojos se achican, sus brazos se estiran. Le mira, se miran y las cosas comienzan a fluir. Kallisté le estira los brazos, y su instinto maternal sale a la luz. Recuerda cuando su pequeño, Freddy, le pide un abrazo, y también cuando le dice que tiene miedo, lo recuerda pues lo ve a través de la mirada de la vampiresa, y así es cómo logra envolver su cuerpo frío, tanto como él de ella, dando un abrazo, un brazo se posa en su cintura, y el otro en su espalda, cubriendo esas sobras estratégicas para darle confort. ¿Se lo estaría dando en realidad?

- En ocasiones olvido todo, Carmmine, todo, todo, ni siquiera recuerdo mi nombre, por esa razón me aferré a ti, y no es precisamente que quiera ser una carga para ti, no quiero, y si deseas que me vaya, solo basta con que me lo pidas… Pero tú alma tan buena me ayuda a sentir la calidez, la esperanza de que el mundo no es malo, y que hay esperanza, el arrepentimiento es importante, te hace más invencible - Se encoge de hombros, la abraza, sigue en esa posición, pero buscaba no incomodarla, por eso se separa un poco, para girar el rostro, y poder tener sus ojos a su altura. Si tan sólo le hubieran dado más tiempo con su hijo, seguramente habría sido una excelente madre. No pretendía ser la madre de Carmmine, pero si protegerla, incluso de ella misma de ser necesario, porqué el que éste a su lado lo puede todo.

- No olvides Carminne, no lo hagas, no me dejes olvidar tampoco a mi, te lo suplico, si me permites estar a tu lado, te tendría solo a ti… Quiero tener a alguien… Es cómo ser familia sin tener la misma sangre ¿No se bautizan así los de mi tú misma especie? No soy de tú especie, pero quiero estar aquí, porqué, tú dolor es mi dolor… - Lo último lo volvió a repetir, porqué Kallisté sentía un jalón del destino, ese jalón que la llevaba a ella, los encuentros suelen ser superficiales dependiendo del punto de vista que sea vea, pero la fantasma ya no estaba para encuentros sin sentido, ahora cada persona que iba y venía a su vida era una ayuda, y la vampiresa se volvía una esperanza que se había empezado a marchitar, pero que ahora revivía.

- No tengo ganas de adivinar, no se me hace correcto tentar al azar cuando los sentimientos van de por medio, pero tú dolor lleva un nombre, o eso creo… El mío también lo lleva… - Bajo sus ojos una especie de sombra se fue formando. Una de dolor, que deja en claro la sinceridad de palabras que ya no pueden ser escondidas - Mi dolor se llama Rudd, y Freddy… ¿No lo crees maravilloso? Tiene una razón, de sufrir sin rría… Muerta - Dijo de forma irónica - ¿Me contarás entonces tú secreto? ¿Me contarás que te pasa, Carmmine? Estarás segura conmigo… -Soltó el abrazo, pues sus manos se deslizaron a las ajenas, enredando la punta de los dedos, mirándose a los ojos de manera profunda, todo debía salir al mundo
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Mensaje por Carmmine Von Misson Miér Dic 26, 2012 11:21 pm

Esa última verdad le quemaba por dentro, ya que por más dudas que pusiera al final de sus frases sabía que era tal y como había dicho, y no era para nada una bonita realidad. ¿Cuánto había luchado ella últimamente? O al menos, hasta que creyó haberse rendido y arrodillado ante la resignación. Lo cierto era que había dejado de buscar fuera de ella, de preguntarles a otros y de buscar indicios físicos de los recuerdos perdidos, pero en lo más profundo de su esencia no había dejado de buscar en ella misma las imágenes, palabras y sentimientos faltantes. Aunque sin éxito aun.

Sintió curiosidad por el esposo y el hijo de la fantasma ¿Estarían luchando también por recordar? ¿Sentirían también el mismo vacío que asolaba a Carmmine cada vez que se veía sola en esa enorme habitación? Nadie podría quedarse tranquilo de sentir aquello, ya que a pesar de que seguía creyendo que los sentimientos, incluyendo el amor y el odio, eran reacciones físicas y químicas, pero no por ello dejaban de ser reales y complejas.


¿Por qué había comenzado a hablarle de ese modo? Tan alentador… tan poco realista. No quería mentirle, y no tenía motivos para hacerlo, pero ya había abierto la boca y no podía retractarme de mis palabras, lo único que me quedaba era tratar de apaciguar aquella expresión de confusión que amenazaba con formarse en mi rostro.

Toda esa debilidad que no había sentido desde que había regresado arremetía de golpe contra mis rodillas, intentando hacerme caer frente a la mujer de cabellos castaños ¿Tendría una especie de don de la oportunidad o sería solo coincidencia? No. Ella lo había provocado, tal y como seguía haciéndolo ahora con sus palabras, aunque incluso yo admitía que no lo hacía con mala intención, porque como ella dijo, no quería meterse en mi cabeza para averiguarlo, por lo que ese grado de integridad solo lo podía tener alguien que quizás era tan ingenuo como para no notar que pedir que de unos labios ajenos salieran ese tipo de palabras, le desgarrarían a esa persona la garganta como si fuesen ácido.

No creo ser eso que llaman masoquista, ni el sentido físico ni en el psicológico. Porque ese atrofiado pensamiento que lleva a provocar más dolor para obtener sabrá dios qué resultado iba en contra del instinto humano más puro, que algunos de nosotros también compartíamos. Aun así, sabiendo que me dolería decirlo porque implicaría también el acto de asumirlo, sentía que quería decírselo, contarle aquello que daba incesantes vueltas en mi cabeza antes de dormir y querer alejar esas ideas. Quería contárselo, y esa especia de abrazo fue lo que acabó dándome el valor para decir la primera palabra, pero sorpresivamente ella continuó hablando en algo que parecía más una súplica.

¿Cuándo había sido la última vez que alguien me había abrazado? Alguien que no tuviese la obligación de hacerlo… lo que excluía a mis padres, incluso a mi creador. No había nadie. Y ni siquiera el consuelo de que alguien en el tiempo que había pasado en esta misma ciudad y que se había borrado de mi memoria podría haberlo hecho era suficiente. Tal vez me lo merecía. Pero aun así se sintió extraño, porque un abrazo significaba eso, cariño, consuelo, pero ella lo hacía estando así de triste. Es como alguien que aun sin tener para sí mismo, da todo lo que puede a otros. Era conmovedor e irracional a la vez, toda ella era así.

Clavé en mi cabeza esas cinco palabras que insistía en repetir, “tu dolor es mi dolor”, y solo entonces entendí que ella no se encontraba en un estado tan diferente al mío, quizás peor, y que probablemente no habría nadie que como ella pudiese entender lo que pasaba conmigo. No pedía que ella tuviese las respuestas, ni que me iluminara los siguientes pasos, era suficiente con no saberme tan patéticamente sola, aunque ese no era realmente lo que carcomía mis entrañas y mi paciencia.

Aun así no podía responderle, porque en vano intentaba de centrar los focos en ella y no en mí, pero cuando volvió a preguntármelo tan directamente supe que no había mucho más con que evitar esa curiosidad suya que trataba de disfrazarse de intuición. Menos pude hacer cuando me soltó. Solo sentí un fuerte escalofrío y por poco mis piernas se negaban a mantenerse firmes, pero alcanzaron a estarlo lo suficiente como para acercarme a una banca que no estaba más que a un par de metros, bajo un árbol que probablemente regalaba buena sombra para proteger de ese sol que me estaba vetado.

Me dejé caer pesadamente, intentando recuperar la compostura, pero el hecho de pensar en una forma honesta de responderle me atormentaba, era tener en la garganta aquello que quemaba, pero que se había acomodado ahí tanto tiempo que se ese dolor se volvía parte de mí, tanto que si lo removía para sacarlo, como ella me estaba pidiendo, era cuando comenzaba a quemar como debería de hacerlo el infierno sobre la piel de los pecadores. Entrelacé los dedos de mis manos, y cubrí con ellas mis ojos, mirando en vano por los pequeños espacios en que entraba algo de luz. Era simbólico, porque era precisamente lo que yo sabía del nombre de mi dolor.

- Como en todo lo demás, tienes razón – dije sin quitar las manos de mis ojos – Pero no puedo recordar el nombre de mi dolor, ni siquiera sé si es realmente mi dolor, lo único que sé es que para algunos es mejor no recordar, es mejor sentir el vacío antes de darte cuenta de que las cosas eran peor – continué hablando más bien para mí misma – Disculpa, probablemente no entiendas nada de lo que digo – seguí, esta vez despejando mi cara y sentándome de la manera correcta, esperando que ella hiciera lo mismo – Como tu esposo, también hay cosas que no puedo recordar, lo que sí recuerdo son los pecados que he cometido ahora y que no me dejarán volver, así que como tú, también estoy sola – dije mirando el cielo despejado para evitar que mis ojos mostraran más de lo que mis palabras ya decían – Y equivocadamente creí que podría seguir así, pero nos hacemos débiles – terminé, respondiendo también, y de forma indirecta, a aquella súplica que me había hecho momentos atrás.

Yo no era la mejor compañía que alguien podía pedir, pero ambas necesitábamos algo a lo que aferrarnos ante los vertiginosos giros de nuestras existencias incompletas, porque no era vida pero tampoco muerta ¿Alguien se habría molestado en definirlo alguna vez?

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Mensaje por Kallisté Mar Ene 08, 2013 11:20 pm

La sintió separarse, la sintió alejarse, pero no hizo, ni dijo nada al respecto, cuando la fantasma se ponía demasiado temperamental, lo único que buscaba eran espacios, que la dejaran completamente en paz, para así, poder tranquilizar sus dolores, sus temores, y sus ganas de querer salir corriendo, Era una mujer aún comprensiva, que disfrutaba incluso del silencio de los cielos, y de las palabras vacías de los hombres, porque incluso en lo vacío para ella existía un trasfondo enriquecedor, sólo bastaba adentrarse un poco a la mente ajena para conocer el porque de palabras sin sentidos. Se quedó a lo lejos para poder observar a detalle los movimientos de la vampiresa. Podía sentir la muerte a su alrededor, que las asechaba a ambas, pero que no se atrevía a acercarse. ¿Acaso la muerte le temía a los vampiros y a los fantasmas? Quizás, porque al menos no había visto rondar demasiado de cerca a criaturas como ellas. Quizás lo que la muerte sólo quería era arruinarles su estancia cuando se catalogaban como seres vivos, se quedó ahí, en silencio para poder no decir más que "te entiendo" con una mirada perdida, ensombrecida y triste.

Lo que la hizo salir de sus pensamientos, fue la forma en que la vampiresa se dejó caer en el asiento. Se sintió mal por ella, incluso sintió temor por lo que podría pasar, sintió dolor porque de verdad comprendía ese sentimiento de soledad y abandono propio, no de la soledad que se llegaba a sentir cuando muchas personas o esa persona especial se marcha, sino la soledad de no saberse quien eres en realidad. La fantasma se quedó por un momento sin palabras, pues en su cabeza buscaba la forma de hilar las frases que iban y venían, y que no deseaban acomodarse. Se quedó entonces un rato más a lo lejos, sin saber por donde empezar, quizás lo mejor era no pensar para ella, pero le costaba trabajo no hacerlo.

Recordó entonces cuando su pequeño lloraba en un rincón, pues no sabía pronunciar bien algunas palabras, o cuando lloraba por no poder compensar los malos actos que había hecho, le recordó la vulnerabilidad de un niño, y al mismo tiempo el temor de un adulto al no saber que rumbo tomar. Recordó que nunca se había llegado a sentir así, pues de pequeña sus padres siempre la comprendían y de grande Rudd siempre la protegía, pero sin duda recordar a su pequeño a través de ella la hacía sentir una dicha especial, pues desde que había muerto nunca se sintió a algo tan cercano a su bebé como en ese momento. Ya no se contuvo más, y lo que pudo hacer es acercarse, y desplomarse a su lado, como una imitación simplemente de dolor y cansancio, pero que realmente sentía.

- ¿No recuerdas cosas pero recuerdas tus pecados? - Le preguntó con mucha curiosidad, y comenzó a mover la cabeza de un lado a otro. La mujer estaba sintiendo las emociones de muchas personas que andaban a lo lejos, y comenzó a absorber de ellas para sentirse tranquila, pero también para volver a su forma corpórea. - Quizás te venga bien seguir pensando en tus pecados, quizás te venga bien escarbar en ellos aunque te duelan, del dolor viene las alegrías y el complemento perfecto ¿no lo has pensado así acaso? - Negó repetidas veces y luego intentó sonreír, aunque fue en vano, todo era en vado en ese momento.

- No le temas al dolor y el vacío Carmmine - A la fantasma le gustaba pronunciar el nombre ajeno, era como tener entre el cuerpo y sacar por los labios la esperanza, un rayo de luz que iluminaba el camino incierto de la vida. - No creo que exista más penas que la que tenemos en éste momento ¿No lo crees así? yo si lo creo, creo en la esperanza, y la esperanza me hace creer que no hay algo más hermoso que este momento pues aunque duela, ya no existe otra posibilidad de subir, porque ya no se puede llegar más bajo - Le habló desde su corazón, uno que ya se había podrido en el cuerpo humano, pero que aún permanecía en esencia.

Kallisté se dio cuenta que de ser un artista, seguramente estaría dispuesta a pintar la melancolía del momento, la tristeza que emanaban ambas mujeres por algo que ni siquiera recordaban, ese era el cuadro perfecto de la desgracia, del dolor y la desolación, pero ella no era una artista, y seguramente olvidaría parte de ese encuentro, pero intentaría aferrarse a ello. Se dio cuenta que de olvidar algún detalle al estar con Carmmine se permitiría entrar en su mente, no para meterse en su privacidad, sino para recordar lo bien que se sentía estar a su lado.
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Mensaje por Carmmine Von Misson Jue Ene 24, 2013 2:16 pm

Wenn die Einsamkeit dein Herz zerbricht
Und der Schmerz in dir erwacht
Wenn deine dunklen Träume
Dich verführen in jeder Nacht
Dann komm zu mir, Komm zu mir
Breite deine Flügel aus und flieg
Mit mir durch die Nacht
Über den Horizont hinaus...

Traducción:
Me sentía débil de tantas maneras diferentes al mismo tiempo que ya no me apetecía seguir hablando, o al menos, seguir diciendo la verdad, porque a cada palabra que salía de mis labios también se me escapaba el aliento de vitalidad por el que parecía ya no luchar por mantener. ¿Qué sentido tenía? Lo que durara este encuentro, y luego de nuevo al desenfreno y vacío de una vida sin significado alguno. Y no. No es que esté buscándole algún significado profundo y existencialista, pero ni siquiera podía refugiarme en los placeres mundanos, esos que arman una rutina que a veces parece detestable pero que al menos te daba algo que detestar. ¿Detestaba yo algo realmente? ¿Siquiera podía sentir algo?

Me había llevado a mí misma a los límites para aferrarme a las paredes de un abismo que ahora se deshacía entre mis manos, por lo que ya no quedaba nada más salvo caer y esperar que el golpe en el suelo me matara de verdad. Todo había sido mi culpa. Porque yo misma me había lanzado.

Cuando la fantasma se dejó caer a mi lado, no pude evitar preguntarme si yo me veía igual de cansada a sus ojos, aunque probablemente en todo lo que ella viera había una especie de luz que yo tenía vetada, una que no dejaba ver las salidas. Por un momento me pareció como una niña que aún no sabe controlar su curiosidad, que pregunta tras pregunta te hacía sacar verdades que intentabas hacer más coherente para ella, pero que al mismo tiempo desenredaban en tu cabeza las complicaciones que ni te molestabas en cuestionarte. ¿Era ese su encanto? Casi me daba pena replicarle y reconocer frente a ella que yo no tenía las respuestas que me pedía y que a estas alturas ya no tenía sentido buscarlas.

Por eso me quedé en silencio, esperando que acabara de consolarme de esa forma tan extraña que más se asemejaba a una lección. Eso hasta aquel chiste de que ya no se podía caer más bajo, un chiste que tenía mucha verdad entrelineas, pero que quizás en su ingenuidad no alcanzaba a dimensionar y que yo no tenía la intención de medirle. ¿Cómo iba a decirle luego de esas palabras tan esperanzadoras qué creía que estaba equivocada? ¿Qué así como una existencia eterna, la caída podía serlo también? De hecho, podía pensar al menos cinco escenarios peores cada noche al levantarme y nada podía rebatir el hecho de que yo ya había llegado bastante bajo. Quizás ella no. Deseaba que no.

Medio sonreí cuando acabó de hablar, incluso puede que haya reído, porque acababa de graficarme la situación en mi teatro mental. Una persona intemporal y sin rostro que cae por un agujero hasta estrellarse contra los adoquines del suelo, piensa que no puede caer más bajo, pero la curiosidad le hace encontrar una pequeña puerta por la que puede seguir cayendo. Así eran las cosas, podía quedarse eternamente en el fondo, romperse las manos tratando de escalar o bien cruzar la puerta y seguir cayendo. Era una imagen tan amarga… tanto que quería cubrir aquella puerta con una cortina y poner escaleras en cuanto espacio hubiera para que se tropezara con ellas y siguiera teniendo la esperanza de la que yo carecía.

- Tienes razón – le concedí antes de dejar caer suavemente mi cabeza sobre su regazo – Ya no voy a caer más bajo, y por eso no me apetece escarbar en el suelo – mentí, lisa y llanamente mentí – Además, mis pecados no tienen relación con mi dolor, o al menos con el que ahora me molesta – agregué mientras me acurrucaba, sin cerrar los ojos – Siento que todo empezó en el momento en que puse mis pies en esta ciudad

En eso último sí fui honesta. Ni siquiera sabía por qué estaba aquí, donde no había nada esperándome. Ahora que tenía la fuerza para valérmelas sola, nada me podía impedir el que volviera a casa, ni siquiera el miedo a encontrarme con mi creador, salvo quizás yo misma. ¿Pero por cuánto más?

- ¿Quieres ir a Londres conmigo? – pregunté de la nada, en un ofrecimiento que en parte iba en serio, aunque no sabía hasta qué punto ella podía dejar de lado su misión – O a cualquier otro lugar que no sea aquí, ya no me gusta esta ciudad – me apresuré a corregir, porque había tanto que aun quería ver, y que si no lo había hecho era solo porque estaba falsamente atada - ¿Tu… familia está aquí? – pregunté con un poco de inseguridad, porque tampoco me hacía ilusión agrandar sus heridas.

Irme de aquí. Cada vez que lo pensaba era como si pudiese respirar mejor, un aire más limpio y fresco que evidentemente comenzaba a entusiasmarme. Había hecho tantas locuras ya, que una más no haría demasiado daño.

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Mensaje por Kallisté Lun Feb 18, 2013 6:35 pm

Le era realmente gracioso sentir el "peso" de la vampiresa sobre su regazo, en realidad le parecía una especie de caricia, era como tener simplemente una prenda que le cubriera la pierna, en realidad no le pesaba, no le incomodaba, ni se entumecería por aquella acción. Poco podía conocer de su nueva condición, poco podía controlarla, pero al menos su cuerpo tendría que ceder ante sus peticiones. Mientras Carmmine acomodaba su cabeza en su pierna, la fantasma se dedicaba a hacer pequeñas caricias en sus cabellos, así hasta que estuviera en su cuero cabelludo, donde daba masajes con la yema de los dedos. Después se dedicó a mover las manos poco a poco, haciendo que se volvieran la transparencia de su alma, provocando que el aire de su consistencia nueva acariciara las mejillas de su nueva amiga, estaba haciendo aquel acto simplemente para relajarla, para que estuviera tranquila, ella podría ser poco humana, pero el cuerpo de los vampiros percibían de una manera más intensa. Esperaba que eso le quitara un poco la tensión, se sentía tan bien con ella que lo único que buscaba era su estabilidad aunque fuera momentánea.

- Eres cómo una pequeña, cómo una dulce pequeña que busca los brazos de alguien que la ame, eres una pequeña que busca protección… - Suspiró, volteándola a ver, bajando un poco la cabeza, así los ojos de ambas se cruzaron, y ella volvió a dedicarle una sonrisa amplia, llena de aprecio - Me recuerdas tanto a mi pequeño, y lo peor es que… no creo que estés buscando una madre para que te consuelo, y sin embargo no puedo dejar de querer protegerte como a una niña pequeña… Te estás volviendo una esperanza distinta para mi, Carmmine - Musitó de forma muy tranquila. Lo que menos quería era ofenderla, pero dado que el mundo de los vampiros es sumamente distinto, quizás sus palabras la llegarían a molestar, aquello la hizo sentir mal, pues no deseaba incomodarla.

- A veces yo también me creo una pequeña, de esas que no saben del mundo, de esas que aprenden algo un día, y al día siguiente lo olvida. ¿Te imaginas lo graciosa que es mi no-vida? ¿Vivo? Ya no sé que hago, extraño saber que pertenezco a un lado… extraño sentirme viva, que no me ignoren, extraño que no me tengan miedo - Musitó entre dientes, apenas con un hilo de voz, se sentía muy contrariada en ese momento, extrañaba a su madre, a su padre, y a su esposo. Extrañaba tanto a su hijo, porque con él se sentía invencible, porque su "si-vida" valía la pena por ese pequeño - Pero… quizás mi alma sea la de una pequeña que busca protección… ¿De qué puedo ser protegida? Nada me hace daño, sólo la soledad y el olvido - Concluyó, diciendo disparates a diestra y siniestra.

- París también me duele, Carmmine… Aquí me asesinaron, aquí convirtieron a mi marido… Si, él es cómo tú… Esa noche que se llevaron a mi pequeño, esa noche dónde nuestra felicidad se hizo trizas, esa noche súper que Paris no era tan buena, que en realidad me mentía y me lastimaba. - Le volteó a ver con una sonrisa radiante - Si, mi familia está aquí, Freddy se encuentra en la casa de una mujer, ella se frecuenta con mi marido, aunque ambos no saben por qué, pero tienen esa conexión, creo que él puede oler el aroma de su hijo en ella, pero no sabe de él, mi marido perdió la memoria - Le contó, porque ya no importaba nada más, porque no estaba mintiendo, y porque contar la verdad le ayudaría a concluir su misión.

- Con respecto a lo de Londrés… Es una invitación muy tentadora, no recuerdo si en mi vida humana lo conocí, ¿es un país verdad? - Le dedicó una sonrisa tímida. - ¿Qué pasaría si olvido todo? Es decir, si mi memoria se pierde y no recuerdo porqué estoy ahí… ¿Qué pasaría sino te recuerdo? - La miró con seriedad, con esa tristeza que se había convertido en un dolor inmenso y que seguiría dentro de su ser por siempre. - ¿Cómo lidiarás con eso, pequeña mía? ¿Acaso no es suficiente tú tristeza? no quisiera ser una carga más, no para ti - Se encogió de hombros, eso era lo que menos quería, estorbar siendo incluso una traslúcida.

- Quizás me vendría bien salir del país, conocer otros lados, despejar mi mente y practicar un poco… Es decir, controlar mi perdida de memoria, controlar mi dolor, y la forma en que quiero materializarme ¿No lo crees conveniente? - Miró hacía el cielo, sin querer hacer demasiado en realidad. - Me siento segura a tú lado, Carmmine, me siento cómo en casa, y eso que estamos en las calles, ¿cómo sería estar con una familia de nuevo? ¿Alguna vez te lo has preguntado? - Pero la fantasma estaba consiente, que aunque su anhelo fuera volver a estar con Rudd, jamás volverían a ser las cosas iguales.
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Mensaje por Carmmine Von Misson Sáb Mayo 25, 2013 6:02 pm

Debo reconocer que el encontrarme en aquella posición, y con las posteriores caricias, me hizo entrar en un extraño estado, algo así como la somnolencia de quien en realidad no tiene sueño, una zona de comodidad para alguien que difícilmente puede verse incomodado por algo. La verdad es que no es fácil de explicar, porque como es obvio no recuerdo haber tenido una cercanía similar con nadie, incluyendo a mis padres y mi creador, que más que calidez irradiaban una especie de temor reverencial. Sentí que extrañaba ese tipo de contacto pese a no recordar haberlo sentido, quería quedarme de ese modo tanto como me fuese posible considerando la entidad de la mujer con la que ahora estaba tratando. ¿Se desvanecería así como memoria?

No quería pensar en ello, así que en cuanto comenzó a hablar, cerré los ojos mientras me concentraba en los matices de una voz lejos de lo espectral que según la literatura debería ser. Pero el contenido de sus palabras… eso era un tema aparte. Por un lado, lo entendía y casi llegaba a ser algo simpático el que me comparara con una niña pequeña, pero también era cierto que quizás ni siquiera cuando efectivamente lo era fui tratada como tal. La disciplina abundaba, en contraste a las escasas caricias maternales. Es irónico que aquellos recuerdos, que sobrepasaban del medio siglo, se mantuviesen intactos en mi cabeza, tanto como para no poder evitar compararla con mi madre. Ambas parecían tan frágiles ahora.

Ella continuó sus divagaciones, y no podía hacer nada más que dejarla ser, dejarla sacar todo aquello que quizás no se había contado ni a sí misma, como si fuera la parte del proceso en que se aceptan las miserias y se podía comenzar a mirar hacia adelante. ¿Había un adelante, un futuro, en una eterna atemporalidad como la nuestra? Quizás sí, pero dudo que valga la pena encasillar la memoria en esa última palabra. Futuro.

Cuando mencionó lo de su muerte, instintivamente abrí los ojos, quizás esperando encontrar algún rictus de tristeza en sus facciones, pero no, ahí solo había una radiante y a la vez aterradora sonrisa. Como si estuviese resignada. Aquello me descolocó por unos instantes, pero por suerte prosiguió con la trágica historia que le había hecho llegar hasta aquí. Solo entonces, al ordenar el cuadro, nació un pequeño destello, una pregunta, que pese a todo lo que había pasado, jamás me había hecho.

Ya supe que era momento de avanzar un poco. De renegar esa autoimpuesta soledad.

Levanté mi cabeza de su regazo y me reacomodé en la banca, de forma de poder mirarla mientras ponía un par de peros respecto a cómo podría cargar con ella, buscando y rebuscando, cuando la respuesta a ese par de preguntas era tan simple. O al menos lo eran hasta que llegó a aquel tema sobre volver a tener una familia… ¿Una familia? Mi ceño se frunció automáticamente al escuchar aquello, porque no, ni siquiera para saciar su curiosidad me respondería a eso, o al menos no de una forma positiva. No quería recordar.

Por eso me levanté del banco sin responderle a nada de eso último. Y solo me volteé para mirarla cuando fui consciente de que podría controlar lo que mi rostro mostraba, una sonrisa tranquila, ni cínica, pero tampoco cálida, solo músculos que se tensaban para lograr aquella mueca – Si no me recordaras, si… si alguien que fuese importante para mí no me recordara – dije tragándome la lástima que podía contener esas palabras – Volvería a presentarme. Volvería a contar la misma historia desde el comienzo. Y volvería a hacerlo si lo olvidara de nuevo – agregué, forzando mi tono de voz para que no sonara en absoluto sentimental – Tengo un ego bastante grande ¿De verdad crees que dejaría que me olvidaran así como así? – pregunté para suavizar mis palabras anteriores, y guiñándole un ojo antes de darle la espalda.

No. No podía dejar que me viera así. Con una fragilidad que casi me llevaba a soltar un mar de lágrimas. Yo misma había hecho que mi mente volviera a esa pregunta que había evitado momentos atrás… Una que ya no podía seguir evitando hacerme. ¿Habría alguien en esta condenada ciudad… buscándome? ¿O siquiera alguien que se extrañara de mi partida? Así como ella a su familia. Pero había pasado demasiado tiempo desde que regresé, el suficiente como para extinguir casi por completo esa pequeña esperanza, porque sí, la lógica más básica diría que alguien ya debería haber aparecido, lo que me llevaba a la conclusión de que me encontraba irremediablemente sola. O quizás no tanto.

- La gente suele decir que cuatro paredes y un techo no hacen un hogar, pero creo que deberíamos tener un lugar al que llegar cuando estamos cansados – volví a hablar, soslayando su pregunta sobre considerar una familia, como si no la hubiese escuchado o como si jamás hubiese salido de sus labios – Así que mientras se nos ocurre qué hacer, mi casa está disponible, después de todo no tenemos tanta prisa – agregué sin saber por qué. Pero invitándola aunque ni siquiera sabía si ella vagaba por las calles, si tenía una casa o si merodeaba en el lugar donde yacían sus restos, así como contaban todas esas historias – Por cierto, aun no sé tu nombre – dije al aire mientras comenzaba a caminar, esperando secretamente que no solo me siguiera, sino que se quedara conmigo.

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Mensaje por Kallisté Dom Jun 09, 2013 1:05 am

¿A dónde se había ido Freddy? Su pequeño, su luz, aquel que estaba segura le daría la cordura que necesita, con él seguramente no perdería parte de su memoria. Con el infante el espectro sabía que todo pintaría de otra manera, es cuestión de verla cuando lo recuerda. Bien dicen por ahí que el amor de madre es único, puro, sin vicios o conveniencias, sino lo más transparente, lo incondicional. Ellas, las mujeres que dan a luz se vuelven fieras para defender a sus criaturas, por eso y más razones su pequeño le devolvería la razón, y se sentiría incluso con vida. ¿Carmmine comprendería eso? ¿Entendería por qué la mujer buscaba relacionarla de esa forma? Sin duda el fantasma deseaba que no se lo tomara a mal, porque para ella no era más que la mejor de las comparaciones, le estaba dando el mejor de los sentimientos. Pero que bonito el panorama, pensar que quizás podría volver a retomar su vida la hacía feliz, aunque la idea fuera mera fantasía.

Cuando la joven se levantó de su regazo, la fantasma sintió que iba de vuelta al abismo, que su mente se estaba revolviendo, como si su vista se volviera borrosa. Parpadeó, y cuando comenzó a caer una mano la jaló de regreso, fue cuando notó que el olvido no estaba ahí, bastaba con tener fuerza de voluntad para permanecer en la realidad. Agradeció a Carmmine que le siguiera hablando, porque de ser lo contrario si hubiera caído. Le dedicó una sonrisa en agradecimiento, aunque no le dijera por qué, guardo silencio en medio de tanto parloteo. Debía también guardarse energías necesarias para estar en forma corpórea durante un poco más de tiempo. Manejar emociones desgastaba demasiadas energías. Era mejor mantenerse en medio de la paz que el encuentro le daba.

Las primeras palabras de la vampiresa le hicieron pensar unos momentos, recordar cuantas figuras, criaturas, seres y humanos había conocido desde su muerte. ¿Sería está la primera vez que estaba frente a la criatura? ¿Sería la segunda? La idea le frustraba, no quiere ser un cuento repetitivo, mucho menos cansar a alguien que se porta tan amable con ella. A veces llora, demasiado a decir verdad, porque no sólo la pena le pone mal, sino también el saberse siempre muerta, y que ante eso no hay remedios, su vida nunca volverá a ser la misma porque la muerte es la que jamás se puede resolver, todos saben eso, ella misma lo tiene presente aunque muchas cosas se le olviden. Quiere llorar en ese momento por tener tales pensamientos, pero no puede ponerse mal porque la que platica con ella puede incluso destruirse con ella, ambas tan frágiles.

- Dime algo, y dígame la verdad ¿Es la primera, segunda, terca o décima más que me presento con usted? - Le mira con tristeza, claramente frustrada. Quizás ya haya visto y estado con su hijo y no lo recuerde. Maldito dolor que no le abandona, ni un segundo. Si acaso Dios existiera seguramente no le dejaría padecer tanto, y no sólo a ella, sino también a miles de personas que diariamente padecen de dolores, hambres, e infinidad de detalles que aunque muchas personas sean indiferentes al respecto, existen quienes si hacen por el próximo, pero ¿No es acaso ese altísimo quien debería darles cobijo? Daba igual, temas estúpidos que no valen la pena - Quizás nosotras podemos formar un hogar ¿no lo cree? Es decir, usted su vida, yo mi pena, pero podríamos hacer la diferencia - Se encoge de hombros.

- Cuando era humana mi madre me puso Kallisté, así que ese es mi nombre, o al menos si de eso hablas, ahora que estoy muerta no sé si tengo el mismo, yo supongo que si, me gusta, Kallisté D'Whigham, ese era el apellido de mi ex marido - Le aclaró. ¿Ex? Ni siquiera se habían divorciado, pero dadas las naturalezas de ambos, era poco probable que volvieran a formar esa familia de antes. Aunque la idea fuera descabellada ella lo seguía anhelando. Su cuerpo se comenzó a ver traslucido, porque ya no habían tantas emociones en el ambiente. Ya no había necesidad de intentar aparentar ser una viva, la noche demasiado entrada mandaba a todos los humanos a dormir.

- ¿Quieres ir a algún lado? Si quieres puedo enseñarte mi casa, o tu puedes enseñarme la tuya. Como mejor desees, mi casa está empolvada, lo cierto es que nadie pasa, desde que todos se enteraron de la trágica muerte ni siquiera la quieren vender, la gente es muy supersticiosa ¿lo sabias? - Se puso de pie pero no se le acercó demasiado, por el contrario ella avanzó por la calle, su cuerpo se fue, ahora era su espectro, su alma la que flotaba, la que daba vueltas alrededor de un árbol incluso sonriendo como una pequeña - ¿Desde cuando no se divierte? - Preguntó con una sonrisa tierna, ¡Suficientes lamentos!
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Mensaje por Carmmine Von Misson Mar Jul 16, 2013 5:23 am

¿Qué hora sería ya? ¿Las tres de la madrugada tal vez? Carmmine no solía preocuparse por el tiempo, más que por el instinto nato que le advertía que debía ocultarse del sol, pero ahora era diferente, sentía una extraña ansiedad por saber qué hora era y en qué lugar estaba exactamente, como si necesitara la certeza de conocer su ubicación para no sentirse abrumada por la nueva actitud que estaba fluyendo de ella, una que pese a los esfuerzos no pudo contener. Necesitaba saber dónde estaba, cuántos pasos tenía que dar para volver a la cotidianeidad de su hogar para acurrucarse en su cuarto hasta volver en sí ¿Cuántos escalones separaban la entrada de la mansión de su habitación?

Segundos atrás había rogado no quedarse sola, mendigando furtivamente la compañía de la fantasma, pero ahora no estaba segura porque había lo contemplado como si su ser se proyectara desde fuera de su cuerpo para ver todo el escenario, y le temió a la imagen que vio. Los seres como ella no debían tener compasión ¿Cómo sino iban a sobrevivir? Si se enternecieran siempre por los ojos de sus víctimas inyectados de terror ¿Cómo podía ser la compasión compatible con su sobrevivencia?

Así había estado viviendo hasta que la mujer tuvo la brillante idea de cruzarse en su camino, pero ¿No podía entonces hacer una excepción? Solo una. Una que podía disfrazar de egoísmo para mentirse a sí misma bajo la premisa de que más que una compañera era una mascota interesante. Sí, debía engañarse y engañarla a ella. Era la única forma en que podía evitar sumirse en un vacío similar al de la depresión.

Bufó ante aquella pregunta antes de reparar en un detalle, uno pequeño, pero que a los segundos después hizo que su mirada se enturbiara ¿Era la primera, segunda, tercera o décima vez que la veía? ¿Cuál era la probabilidad de que la hubiese conocido antes, durante aquel tiempo en París que se había desvanecido de su memoria?

Volvió a bufar y volteó el rostro, como si eso fuese la respuesta que venía a desacreditar un comentario infantil ¿Cuándo se había vuelto tan buena actriz? O al menos según lo que ella creía, en comparación a la vampira neófita de décadas atrás que no podía filtrar las emociones que llegaban a sus facciones.

Kallisté. Así que ese era su nombre ¿Algo exótico? Aunque quizás no tanto como su naturaleza fantasmal. Y como había hecho varias veces antes que descubría un nombre, lo repitió varias veces en su cabeza, esperando que algo que encendiera, o más bien, que no lo hiciera, porque eso significaría que esta no era esa segunda, tercera o décima vez. Para su fortuna, aquello no ocurrió. No había ninguna sensación extraña en relación a ella en su cabeza, pero de todos modos se alarmó.

Ese cuerpo que hace un rato se viera idéntico al de una persona de carne y hueso había comenzado perder densidad ¿Era eso lo que le había dicho antes? Eso de que su energía muerta no sería suficiente, o al menos no como la de alguien vivo. Pensar en ello le hizo volver a sentir cierto complejo de inferioridad, pero el peor de todos, esos en que pese a cualquier intento o esfuerzo sería en vano.

- Lo es, la gente… – dijo retomando el hilo de la conversación ya más animada que había comenzado la mujer – Espero que siga siendo supersticiosa, de otro modo no sería divertida esta forma de existir – agregó, pasando por completo del tema de la invitación a su casa. No podían ir a un lugar sin humanos, porque su curiosidad respecto al cuerpo casi real que formaba aún no se había saciado, pero tampoco podían ir así como así a un lugar en que su aparición pudiese armar un escándalo.

¿Por qué tenía que ser ella la que debía decidir? ¿No podían solo improvisar? Suspiró para derribar aquellos planes, y en su lugar esbozó una sonrisa quebrada – No creo que lo que yo considere divertido te agrade – confesó – Soy una mala persona y desde que volví a pisar esta ciudad soy aun peor – agregó para simplemente encogerse de hombros y omitir el resto de las cosas que estaba pensando. ¿Cuántos de sus parientes, de sus víctimas, podrían habían terminado como Kallisté? De hecho, en el medio siglo que llevaba convertida en lo que era ahora jamás había tenido noticia de que lejos de descansar en paz, las personas podían terminar en ese estado. ¿Se arrepentía?

- ¿De qué forma podrían divertirse dos seres c…? – alcanzó a preguntar antes de que su frase se viera cortado por un agudo grito que la tomó desprevenida. No tardó en ubicar a la fuente, una mujer vestida en harapos que miraba aterrada el árbol en que la fantasma jugueteaba.

Carmmine se maldijo por no haber previsto aquello, más aun, algo tan básico como una presencia humana cercana. ¿Qué hacer? En cualquier otro momento no habría dudado en quebrarle la tráquea o usarla de alimento, pero ahora había alguien más en la ecuación, alguien que en apenas una noche le había devuelto parte de su humanidad.

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Mensaje por Kallisté Sáb Ago 03, 2013 3:06 pm

Incluso aunque hubieran muchas palabras por decir, la joven buscaba la manera de guardar silencio, la muerte siempre arrastraba carencia de palabras, falta de luz, incluso de aire, ella no podía ya respirar ¿para que lo necesitaba? Estaba muerta, su cuerpo en ocasiones ni siquiera se podía materializar porque no tomaba el patetismo pertinente, nada importaba, nada valía la pena, nada le gustaba, a nadie quería, solo quería perder la consciencia y no volver a recordar nada, pero el amor del pasado la martirizaba, se dio cuenta de una cosa, jamás sería feliz por el resto de su eternidad si no lograba realizar todos los asuntos pendientes del pasado, sino devolvía a su hijo con su padre, sino se aseguraba que su padre era seguro para el niño.

Llegó el momento en que todo recuerdo se le esfumó de nuevo, ¿la tercera? ¿La quinta? ¿La novena vez? No, en realidad ya habían pasado muchas veces más, incluso había perdido la cuenta, porque incluso sumar se le podía olvidar. Aquello era frustrante, sin duda alguna, pero no podía hacer nada, ella sufría de amnesia momentánea, y no estaba segura si los fantasmas llegaban a tomar una perdida total de los recuerdos, no quiso indagar en el tema, porque nunca había sentido interés por esas criaturas que hasta no experimentar no creyó que existieran. Vivir, morir, conocer, saber, todo iba de la mano para ella, aunque le diera asco reconocerlo, así era ahora su vida. ¿Podría llegar a un punto en que lo recordara todo? ¿qué lo controlara? Esperaba que si, y sino, más valía que todo se olvidara para no sufrir.

Entonces perdida entre nuevos horizontes, como si apenas hubiera vuelto a nacer, la platica se perdió, se esfumó, y ya no iba a volver, al menos no desde el punto donde habían quedado. Escuchó el grito y se giró, observando a los ojos a aquella mujer horrorizada, cada que su memoria se ponía en blanco su espectro fantasmal tomaba la forma que había quedado desde su muerte, incluso los ropajes mostraban su cuerpo ensangrentado, pobre mujer que observaba tan horrible espectáculo. ¿Quién quiere sufrir tales torturas? Nadie, porque esos traumas no dejaban vivir bien a nadie. Ella está cansada de no recordar, pero nada está en sus manos, son solo cuatro años desde que partió del mundo d ellos vivos.

- Señora mia, no grite, ¿no ve que en la noche los ángeles se espantan al escuchar tales sonidos de terror? No debe ahuyentarnos, pues ellos nos cuidan, no grite señora ¿se encuentra bien? ¿Perdió a alguien? - se preocupaba, ¿cómo no lo haría? No tenía conciencia de nuevo que estaba muerta, y por esa razón guarda silencio, porque no puede comprender como esa mujer le mira aterrada, ella estaba segura que nunca había causado terror porqué ahora si lo hacía - ¿Quiere ayuda señora? No grita, no lo haga - Volvió a insistirle, pero mientras más lo hacía, la mujer más se aterraba, le cansaban los gritos, nunca los había buscado, le parecían exasperantes.

- ¿Por qué se espanta? - Volteó su rostro hasta la mujer que hasta unos segundos conocía incluso su historia. Carminne, ¿cómo iba a olvidar su nombre? Pero lo hizo, la olvido como todo el mundo, como a su esposo, como a su hijo, como a todo lo importante que debía aferrarse, pero luego las nuevas ráfagas de recuerdos aparecieron. Tragó saliva y volteó a ver su cuerpo. Desapareció. Cuando no se vio esperó a que la mujer horrorizada se fuera - ¿Carminne? - Musitó aunque no recordaba si ese era el verdadero nombre del fantasma o no. Estaba confusa aún, como la mayoría de las cosas. No quiere olvidar, quiere recordar, ¿puede hacerlo? Si, si puede, como le cuesta. ¿Le duele la cabeza? No.

- Me voy a ir, si te quieres quedar, entonces permanece, pero yo no me voy, ya no quiero estar aquí, no en este lado, no quiero espantar a nadie, no voy a salir, no quito nada, quiero a mi hijo, a mi marido, quiero irme - Y comenzó a avanzar, en ocasiones desapareciendo de la vista, y también volviendo a aparecer. Ya ni siquiera volteó hacía atrasa, no andaba de buen humor ¿Cómo estarlo si estás muerta? Claro que no se puede. En su mente tarareaba una y otra vez canciones de cuna, esas que le cantaba a su pequeño, esas que de verdad le relajaba y hacía recordar todo, incluso cuando se había casado.
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