El perfume es, el recuerdo del Alma. [Privado]

Un sueño, si ese si había sido un sueño de una noche de invierno donde el frio penetraba en mi piel, con una luna que seguía mis pasos y los de aquel hombre que me acompañaba, los faroles a medio iluminar y aquella fuente de agua hacían que el paisaje fuera verdaderamente un espectáculo único. El agua desbordaba por la fuente de piedra donde muchos pedían deseos y lanzaban monedas… pero ¿Cuál había sido mi deseo? No necesitaba pensar en eso, había sido un sueño del cual recordaba todo, desde los olores hasta lo que sentí en ese momento. ¿Qué más había ocurrido?, cerré mis ojos y lentamente me transporte en mi imaginación hasta ese lugar, el joven de ojos misteriosos, de mirada seria que escondía mas de un secreto, si, el mismo que había osado en besar mis labios… abrí los ojos y sonreí ante aquello; había sido un sueño…. Mi primer beso había sido con… mi cabeza se silenció automáticamente al pensamiento nuevo que venía a mi cabeza. Un suspiro ahogado salió de mi interior, mi vista se clavó en los frascos que tenían un brillo singular esa tarde, casi noche…

Me acerque a la puerta de la perfumería y di vuelta el cartel dejando en claro que estaba cerrado para el público, tenía que ordenar y llenar algunos frascos cristalinos con mi nueva creación, me había dejado llevar por sueños y pensamientos que parecían tan lejanos como la misma llegada que había tenido a estas tierras. Otro suspiro, otra sonrisa y menee la cabeza; últimamente estaba divagando más de lo normal había perdido el sentido entre la realidad y la fantasía, aquello sí que me traería problemas, ¿quizás me estaba volviendo loca? Dios que ideas las mías. Me acerque a la sección de hombres para reorganizar los frascos que estaban desordenados y no me gustaba que se vieran así. La armonía de mi perfumería y la perfección en cada frasco, en cada lugar que estaban hacia que cada vez amara y me apasionara más por mi trabajo. Tome el perfume Nocturne y lo posicione cerca del Húngaro, el aroma de ambos iban muy de la mano pero eran diferentes al fin y al cabo. Tome otro frasco de cristal, que contenía en su interior una mezcla de clavo de olor, extracto de pino, aceites como el de lima y de eucalipto, extracto de lavanda y manzana verde… el silencio en mi cabeza pareció sepulcral pero un solo descuido y escuche como el cristal chocaba con las maderas que cubrían el frio suelo, el frasco se rompió en mil y un pedazos que quedaron esparcidos por todo el lugar… “Un démon” era el perfume que poco a poco comenzaba a embriagarme y el recuerdo vivido de Lucern Ralph llegaba a mi mente, en ese momento todo pareció desaparecer y me vi envuelta en las varias escenas que ya no parecían un sueño si no simplemente una extraña realidad. En el teatro escuchando de fondo a Romeo y Julieta proclamar un amor eterno, las palabras de Lucern que hacían que mi corazón latiera con fuerzas, su mirada que intimidaba más de lo que en ese momento pensé… su aroma… este aroma… el sabor de sus labios al contacto de los míos y sus… sus colmillos al contacto de mi piel, al contacto de mi sangre. Como un shock eléctrico un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y me inundo una sensación combinada de miedo y tranquilidad, Viola es solo un recuerdo, me dije para mí, mientras me agachaba a recogerlo los pedazos del cristal roto, cuidadosamente los puse en una de mis manos juntando pedazo tras pedazo. Saque un pañuelo de ceda que ocupaba para las pruebas de fragancias e impregné el liquido en el luego deposite los trozos de cristal transparente en el pañuelo.

El aroma se había impregnado en todo mi cuerpo, dejando mi mente en un trance del que parecía no saldría en ningún momento, mi cuerpo se volvió liviano como una pluma y mis pasos ligeros como el viento, no sé como pero llegue a uno de las sillas acolchadas de la perfumería y deje caer lentamente mi cuerpo en ella, entre mis manos estaba la ceda blanca con los cristales rotos, el aroma, no cesaba… Un perfume, un aroma único, un extraño recuerdo que parecía un sueño... embriagada e hipnotizada… mis ojos observaban pero no veían nada más que una luna en la lejanía…

¿Cómo saber si todo de principio a fin era un hermoso o terrorífico sueño? Si bien en este preciso instante creía estar en una realidad, ¿Quién me decía que no era más que otro vago sueño? Existía la posibilidad que aquel hombre, con ese peculiar aroma fuera solo producto de mi imaginación, no tenía nada ni nadie que pudiera decir lo contrario, solo yo y solo él. Aun mi mente divagaba entre un recuerdo lejano, una noche diferente y unos labios tan fríos como el mismo invierno que había quedado atrás en Paris. Mis ojos abiertos mi mirada ausente solo visualizando los reflejos de brillantes destellos en los cristales, que si les prestaba una mayor atención vería como un vals de dos criaturas extrañas danzaban sobre ellos; mi respirar tomaba poco a poco la tranquilidad adecuada mientras mi mano sostenía los pedazos de cristal de un frasco cuyo liquido me tenía cautiva y en una ensoñación de la cual parecía no despertaría jamás.

El tiempo corría el reloj marcaba los minutos que retumbaban en todas las paredes de la misma perfumería un golpeteo en la puerta, una sombra que no dejaba ver nada más que una simple silueta que trastorno no solo a mi mirad si no que conjuntamente a mi corazón, una sorpresa, un susto y cayó al suelo el pañuelo que sostenía con tal cuidado, el olor se volvió fuerte pero mi atención ya no estaba en la ceda blanca si no, en la sombra negra. Moví mi cabeza de lado a lado buscando un punto del cual poder empezar. Suspire profundamente y me levante con sumo cuidado, no me importo la tela en el suelo solo avance a paso lento hacia la puerta, ¿temor? Tal vez pero mi mente sabía que me estaba engañando, la idea de que todo fuera solo un sueño seguía metida en mi cabeza y ahora más clara que nunca. Mi caminar era totalmente pausado no tenía apuro en llegar a la entrada cuando al fin estuve frente al ventanal que separaba el exterior con mi perfumería la silueta se vio más clara, el bombear de mi corazón se aceleró y mis ojos quedaron fijos en él. Apoye una de mis manos en el ventanal y acerque mi rostro a la misma el sueño estaba en blanco y negro la tenue luz que había en el interior alumbraba solo lo necesario para no tropezarme pero estando ahí parada frente al cristal todo parecía esfumarse, un nuevo sueño del que no quería despertar, su aroma seguía y ahora más fuerte. - ¿Lucern? – hable con debilidad el silencio existente era casi tan cálido como la misma primavera. El miedo que ahora tenía era que despertara y quedara tan solo con el sabor amargo de que todo de principio a fin fuera un sueño.

Quería abrir la puerta, dejarlo pasar, hablar con él, saber que no era un sueño. Ya a esas alturas no sabía la diferencia entre realidad y no. Me aleje de la puerta sin quitar la vista de él que parecía observarme y tan real como aquel lugar, un extraño escalofríos recorrió mi cuerpo y tan solo cuatro pasos más atrás cerré mis ojos me dejaría guiar por la ilusión de un recuerdo que venía de mi alma misma. Un perfume que me hacía recordar ilusiones de un sueño, de un alma que parecía no ser la mía. ¿Era yo? Ya ni eso sabía en realidad. La mente es débil de eso estaba segura pero, ¿Qué tal débil era la mía? Entre divagación y divagación mis ojos seguían cerrados como si de un perfecto sueño se tratara. Abrirlos y todo se acabaría…

¿Cuál era precisamente el aroma a Lucern Ralph? Lo tenía ahí frente a mi nariz pero de alguna forma no podría decir la formula correcta con la cual había compuesto aquel perfume, no, claro que podía decirlo una mezcla entre hierbas aromáticas, con ingredientes como el romero, la salvia, tomillo acompañados con aceites cítricos un poco de esencia marina, con la calidez de una cascada, pero el poder de un demonio, el hechizo de una noche de invierno, el toque de un ángel combinado con el dolor de una pasión y enriquecido con el dulzor de una mirada. Podría describirlo de las formas más variadas posibles, con mezclas que solo en mi cabeza podían caer y que para cualquier otro sonaría a locura, pero la vida sin locura no era vida vaya pensamiento el mío al final era cierto, tenía fe en aquello. ¿Cuántos segundos pasaron? Abrí mis ojos al sentirle cerca, al sentir su presencia dentro de aquellas paredes que fieles espectadoras en silencio aguardaban, su aroma entraba en mi como si estuviera bañando de cualquiera de mis preciados perfumes; no estaba tan alejada de mis pensamientos cuando aquella voz estremeció hasta el alma misma de mi cuerpo, cada palabra retumbo en mis oídos entro y se quedó guardado en mi cabeza como si de una bóveda se tratara, pero claro que asi lo era, mis ojos abiertos de par en par buscaron la sombra, el reflejo en los cristales una señal de que el estaba ahí conmigo. Un suspiro y mi corazón se aceleró la vena de mi cuello y todas las de mi cuerpo palpitaban haciendo que me moviese al compás de aquel bombeo de sangre.

Mi hechizo es embriagar – casi como un susurro salió aquella frase de mis labios, moví lentamente mi cabeza buscándole, parecía una necesidad… pero no lo era, tan solo quería verlo ¿o no? – Hacer que caigan rendidos ante mí, atraer de las sombras el cuerpo que se ha alejado – sorpresa o no el tiempo pasaba, las personas aprendíamos, bajos instintos, propuestas indecentes de todo tipo habían llegado a mi perfumería más con el solo aroma de la vida o de la muerte podía seducir pero hoy no, no venia en busca de un perfume, estaba por otro motivo. Moje mis labios cuidadosamente aguardando silencio, esperándole aun sabiendo que estaba ahí ¿Dónde? – Por Paris siempre he de pasar desapercibida mas quien sepa cuál es mi aroma natural, podrá encontrarme. – No estaba midiendo mis palabras pero nunca lo había hecho ni en presencia de él ni ante nadie, trague saliva como si estuviera en peligro ¿pero acaso no lo estaba? Di una vuelta en mi lugar con una suave sonrisa tras mis labios queriendo demostrar no tan solo sorpresa, sino que también ansiedad. Su voz parecía ser poesía para mis oídos más la mía era tan solo un susurro al viento.

La oscuridad era una amenaza pero me encontraba en mi oscuridad, conocía cada rincón de aquel lugar, no era espacioso pero tampoco una caja de zapatos, los cristales de los perfumes mostraban que el yacía ahí y como una casa de espejos yo tenía que encontrarle, pero estaba pegada en el suelo, un imán no me dejaba moverme del lugar más solo para dar una vuelta. - ¿Dónde estás? – quise decir, pero había dicho aquello no debió salir de mi boca, era un grito desesperado de mi interior que me estaba comiendo, los nervios invadían mis sentidos, cegándome, ensordeciéndome, ¿Dónde estás? Esta vez tan solo se quedó en el silencio de mi cabeza, la cual parecía haber perdido, Quiero verte quise decir pero me atragante antes de pronunciar palabra alguna, mi corazón mandaba choques eléctricos recorrer por mi cuerpo de pies a cabeza, haciendo que mis oídos escucharan nada más que el latir desbocado de aquel musculo que filtraba mi sangre, aquel liquido carmesí que se purificaba en cada Lub-dub . Quería seguir hablando, pero no sola en aquel lugar, más cuando él estaba ahí bajo la oscuridad.

No podría describir aquel momento mis sentidos hacen que todo mi cuerpo tiemble pero no de temor si no que por la afluencia con que corría mi sangre por mis venas, aquellas producían ese temblor suave a la vista de cualquier mortal pero ante los ojos del que me estaba observando de seguro era un movimientos más que deleitable. Sus palabras seguían retumbando en la galería con los frascos llenos de una gran variedad de perfumes, llegaban a mí y se quedaban rondando en mi cabeza, que lentamente procesaba todo lo que él decía, “un aroma mortal en manos equivocadas” no podía prever el tras fondo de sus palabras, mi aroma era único, ya me lo habían dicho, pero… una duda se impregno en mi cabeza opacando toda la cantidad de preguntas que tenía en ese momento, en un abrir y cerrar de ojos justo en el momento que me iba a mover para acercarme a la puerta, me tomo de los hombros logre sentir la frialdad de su piel al contacto con la calidez de la mía, mi corazón se golpeó en mi interior por el susto seguidamente sus palabras me tomaron por sorpresa, si no esperaba que el me dijera todo aquello, intente formular más de una vez algo pero todo fue en vano. Trague saliva, mientras los nervios me invadían, Lucern, pensé… aquel hombre inmortal que vagaba por las sombras inmerso en la oscuridad eterna estaba junto a mí. Pestañee un par de veces tragando saliva queriendo ver el rostro de aquel ser nocturno que osaba en hacerme compañía esa particular noche, ¿un año?, ¿algunos meses? Quizás días… definitivamente en ese momento había perdido el sentido del tiempo, la última vez que estuvimos juntos había sido la primera vez que conocía a uno de su clase.

Me invadió de preguntas, un juego de palabras, sonreí diría más con los ojos que con los labios, el recuerdo de aquella noche en el teatro se vino a mi cabeza cuando entre preguntas y comentarios habíamos comenzado nuestra platica. ¿Cuál responder? No era necesario que las respondiera todas lo sabía, pero por un impulso su última pregunta fue la que más me incito a dar una respuesta – Porque si hubieras querido acabar con mi vida, lo hubieras hecho aquella noche. Tenerte miedo es como descifrar alguna de mis fragancias – imposible, calle esta ultima palabra ya que estaba pecando con mis palabras pero era cierto, temerosa a veces podía serlo sentía con Lucern una confianza que sí, aquello era de temer, me tenía entre sus manos, quizás con un solo movimiento podría acabar con mi respiración, con tan solo un toque él podía para mi corazón… ¿Pero que ganaría él? Nada. Ya había hablado con uno que otro vampiro, un humano siempre sería el mejor deleite – No te temo, porque muerta ya no sirvo – si me estaba arriesgando, pero, “El que no se arriesga no cruza el rio” no era que fuera la mujer más valiente, ni mucho menos poderosa, pero tenía un poder que pocos podían ocupar, el de las palabras. Me habían enseñado a cómo tratar a los clientes, a como ser una dama de la alta clase social, pero nunca me habían enseñado a tratar con vampiros y podía decir que Lucern fue aquel que me enseño hacerlo. No podía lograr que mi cuerpo se relajara, estaba tensa de pies a cabeza más mi cabellera era la única que libremente se movía, entre los susurros de aquel vampiro, volví a mojar mis labios que parecían secarse deshidratarse en ese momento, luego de un largo día aún estaban pintados de aquel color rojo que tanto me gustaba llevar sobre los labios, mi cuerpo era el que hablaba por si solo y el al parecer mejor que Nadia sabía leerlo a la perfección, ¿Qué tenía que hacer? Las posibilidades se reducían a nada, más que solo dejarme llevar… seguir mis instintos… seguir lo que deseaba, tan solo dejar que la noche nos hundiera en la oscuridad donde ni siquiera la luna fuera espectador de lo que él podría hacer.

Y las suplicas se hicieron presentes, la realidad comenzó a envolver mi cuerpo, cada pensamiento iba y venía como si de una obra teatral fuera, sentimientos, emociones, miedo, ira, melancolía, satisfacción, deseo ¿Cuánto más podría sentir ese momento?, en realidad no sabía, ¿cuánto más podría sentir? no era mi limite sino un paso para un siguiente movimiento, uno que no estaba en mis manos hacerlo sino más bien un paso del cual me dejaría llevar, como si fuera un baile una danza donde el misterio, la seducción donde sus palabras eran la melodía que envolvía la oscuridad. Mi corazón alertaba sus movimientos mi cuerpo había sido tomado presa, el sonar de los cristales hizo que todo volviera en sí, no supe cuando me tomo, ni como llegue ahí, mi sangre que con fuerzas corría por mi cuerpo movía cada musculo en mí, cada célula se sorprendía y de alguna forma mi corazón latía y latía. Trague saliva como si me estuviera ahogando en la misma, mi respiración se volvió más agitada y mis ojos, si mis ojos miraban aquellas orbes que fijan en mí no me daban tregua y yo tampoco lo haría. La seriedad llegaba a mí, mas no la esperada tranquilidad, cerré los ojos suavemente para volverlo abrir y ver que aún estaba ahí. – Sino confiara en mis palabras no estaría aquí con usted- me estaba arriesgando y sabía que era cierto.

Su voz llegaba no solo a mis oídos causando estragos, sino también a mi cuerpo que vibraba sin parar con sus pocas palabras, mi pulso ya no era normal en realidad nada era normal junto a él. ¿Qué estaba haciendo en ese lugar y en ese momento? No lo sabía, claro que no. Mire a mi alrededor y estaba en un lugar que conocía al revés y al derecho, pero a pesar de saber aquello sentía que tan solo con la presencia de el todo cambiaba, todo desaparecía - ¿Qué hace usted aquí? – pregunte, atrevida invadiendo su espacio, invadiendo mi mundo – Si la muerte llegara a mi… ya no habría una Viola, ya no habría un perfume que seguir – mis palabras como susurros salían de mis labios que parecían acariciar su rostro, aún más nerviosa me ponía su presencia, su cercanía – La esencia se desvanecería y… - suspire profundamente volviendo a mojar mis labios que secos parecían estar – los recuerdos con ella – estaba decidido mis palabras siempre habían sido mi condena, mas ahora está condenando mi vida. Me encontraba bailando en el limbo con el demonio frente a mí, Corre Viola, decía mi subconsciente pero no yo no escapaba. Si condenarme era necesario lo haría por tan solo ver aquel rostro del ángel de la muerte. Atrevidamente y sin medir acerque mi rostro alcanzando su oído – No importa… con que criaturas haya estado, porque ya eso es pasado – y sí que lo era, el frio tan característico en ellos, su rostro como una estatua de mármol… sus palabras tan seductoras y sus aromas… DIOS sus aromas, que te envuelven y te hacen delirar, porque el perfume que trae a mi memoria a Lucern hacia que mi cabeza deseara, que mi cuerpo pidiera algo, que de mis labios nunca saldría. A esas alturas yo era un ángel condenado, desterrado por la cantidad de pensamientos que abordaban mi cabeza, aquel hombre que yacía frente mi traía el recuerdo de más que una noche, más que un beso, más que un simple dolor… Lucern Ralph ¿Qué te ha traído hacia mí? Ni aunque quisiera pensar que haba sido mi perfume, conocía al juguetón destino que hacía de nosotros unos imples peones, que manejados al azar nos ubicaba en momentos, en encrucijadas, donde no teníamos espacio para librarnos de nada ni de nadie. ¿Actuar, aquello sería necesario, improvisar y mostrar lo que necesitaba? Nada serbia cuando mis labios osaron en depositar más que un susurro un beso en la fría mejilla, tentando al demonio de mis pesadillas, haciéndole una invitación a un juego donde no todo lo que brilla es oro, sino que es de un rojo carmesí.