AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No creo en dios, pero tus labios me están hechizando como un buen discípulo del señor ~.Privado.~
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No creo en dios, pero tus labios me están hechizando como un buen discípulo del señor ~.Privado.~
-La mansión parecía darles la bienvenida con un frío sonido, Aetos fue testigo de que algunos espíritus observaban curiosos como habia otra persona con su amo, la mansión constaba de dos entradas, una la entrada directa a la casa que se distinguía por una puerta de madera con un estilo barroco dado que poseía excesivos ornamentos que apenas dejaban respirar a la madera, mientras que la otra era una simple puerta que tenia el cartel de "cerrado" claro que no iba a entrar allí a estas horas sin haber impuesto un hechizo primero, estarían los espíritus que se encargaban de velar la tienda en el tiempo que Aetos no estuviera- ¿Que le parece? -además de la puerta la fachada tenia un constraste bastante simple, habia falta de ornamentación o de algo que le caracterice, muchas mansiones tenían adornos u lujos para que la gente nada más entrar tuvieran un sentimiento de inferioridad, era como decir "si este es el exterior imagina lo que hay en el interior". Abrió la puerta sin necesidad de llave...sería un suicidio entrar a la casa de Aetos con todos los espíritus guardianes que vigilaban a cada humano, si un ladrón entrase tenian autorización de hacer con él lo que ellos quisieran aunque sonara cruel eran sus dominios-
Eres mi invitado, bienvenido - El exterior tampoco estaba adornado con demasiados lujos, algunos cuadros e incluso algunos estantes con libros de medicina casi asfixiados por sobresalir, estaba todo limpio a excepción del tipico polvo que siempre había en todos los lugares, dificil de erradicar e incluso invencible. Dejó el paraguas apoyado en la entrada para que el agua fuera libre de caer sin tener las antiestéticas gotitas siguiendole durante todo el camino. Pensó por unos momentos si enseñarle algo más ¿las habitaciones? seguramente debia de presentarle la habitacion en la que iba a descansar, o lo primero era ir a comer algo caliente antes de que le enseñara lo que tenia en su jardín- Mientras te explico un poco los cuidados, acompañame a la cocina, ahora está lloviendo demasiado y te impediria verlas todas ¿porque no las ves mañana? - quedarse más tiempo con él, eso deseaba ¿Seria evidente? aunque más que evidente le resultaba molesto, como antes, querer besar a alguien no era algo que entrase en sus planes.
Con la mano fué señalando algunas habitaciones, el salón que tenia chimenea y algunos sillones adornados en piel, nuevamente librerias a su alrededor algún que otro libro practicamente abandonado en la mesa. Hizo una parada en el salón para encender hábilmente la chimenea, tenia bastante leña apilada aunque el 50% no se debía a el sino a los espíritus, ordenaba que cuando fueran al bosque les trajera leá asi se ahorraba un viaje y ellos se sentían útiles. Después paró por el baño, alguna habitación que parecia un museo con cuadros alrededor asi como algunas pinturas, le calmaba la música, el arte, las estrellas...asi que las habitaciones que no usaba eran las usadas caprichosamente para descansar del mundo. Extendió su cuerpo volviendose hacia su invitado-
¿Que te parece? -refiriendose a su hogar mientras encendia la luz de la cocina, era grande pero no tenia demasiadas cosas, lo suficiente para cocinar, una puerta que llevaba al almacén, otra para los productos de limpieza, donde guardar la comida, el cafe, las botellas de vino, carecía de dulces sino un poco de azucar y tambien habia cuadros especialmente de paisajes. Después de colocar los dedos en los cabellos suspiró dejando sus huesos reposar en una silla, el agua seguia cayendo a un ritmo débil por su mentón, sus cabellos, miraba hacia el techo con la mirada perdida hasta que sus orbes volvieron a visualizar a Cyrille ¿porque le tranquilizaba tanto su presencia? deseaba tomarlo en sus brazos y acariciarle el cabello, protegerle...odiaba esos pensamientos que empezaba a tener asi que se levanto y cogió una cazuela de barro de considerable tamaño que llenó de agua, despues encendió la chimenea de la cocina dejando la cazuela sujeta por los hierros para que el agua fuera hirviendo gracias al fuego de la chimenea- Como ves, soy tradicional, me gustan las chimeneas, el olor que desprenden, el crepitar del fuego -hizo ademán de acariciarlo, incluso parecia que el fuego iba a ser domado hasta que apartí la mano con un reproche del crepitar de la madera-
Eres mi invitado, bienvenido - El exterior tampoco estaba adornado con demasiados lujos, algunos cuadros e incluso algunos estantes con libros de medicina casi asfixiados por sobresalir, estaba todo limpio a excepción del tipico polvo que siempre había en todos los lugares, dificil de erradicar e incluso invencible. Dejó el paraguas apoyado en la entrada para que el agua fuera libre de caer sin tener las antiestéticas gotitas siguiendole durante todo el camino. Pensó por unos momentos si enseñarle algo más ¿las habitaciones? seguramente debia de presentarle la habitacion en la que iba a descansar, o lo primero era ir a comer algo caliente antes de que le enseñara lo que tenia en su jardín- Mientras te explico un poco los cuidados, acompañame a la cocina, ahora está lloviendo demasiado y te impediria verlas todas ¿porque no las ves mañana? - quedarse más tiempo con él, eso deseaba ¿Seria evidente? aunque más que evidente le resultaba molesto, como antes, querer besar a alguien no era algo que entrase en sus planes.
Con la mano fué señalando algunas habitaciones, el salón que tenia chimenea y algunos sillones adornados en piel, nuevamente librerias a su alrededor algún que otro libro practicamente abandonado en la mesa. Hizo una parada en el salón para encender hábilmente la chimenea, tenia bastante leña apilada aunque el 50% no se debía a el sino a los espíritus, ordenaba que cuando fueran al bosque les trajera leá asi se ahorraba un viaje y ellos se sentían útiles. Después paró por el baño, alguna habitación que parecia un museo con cuadros alrededor asi como algunas pinturas, le calmaba la música, el arte, las estrellas...asi que las habitaciones que no usaba eran las usadas caprichosamente para descansar del mundo. Extendió su cuerpo volviendose hacia su invitado-
¿Que te parece? -refiriendose a su hogar mientras encendia la luz de la cocina, era grande pero no tenia demasiadas cosas, lo suficiente para cocinar, una puerta que llevaba al almacén, otra para los productos de limpieza, donde guardar la comida, el cafe, las botellas de vino, carecía de dulces sino un poco de azucar y tambien habia cuadros especialmente de paisajes. Después de colocar los dedos en los cabellos suspiró dejando sus huesos reposar en una silla, el agua seguia cayendo a un ritmo débil por su mentón, sus cabellos, miraba hacia el techo con la mirada perdida hasta que sus orbes volvieron a visualizar a Cyrille ¿porque le tranquilizaba tanto su presencia? deseaba tomarlo en sus brazos y acariciarle el cabello, protegerle...odiaba esos pensamientos que empezaba a tener asi que se levanto y cogió una cazuela de barro de considerable tamaño que llenó de agua, despues encendió la chimenea de la cocina dejando la cazuela sujeta por los hierros para que el agua fuera hirviendo gracias al fuego de la chimenea- Como ves, soy tradicional, me gustan las chimeneas, el olor que desprenden, el crepitar del fuego -hizo ademán de acariciarlo, incluso parecia que el fuego iba a ser domado hasta que apartí la mano con un reproche del crepitar de la madera-
Aetos- Hechicero/Realeza
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Re: No creo en dios, pero tus labios me están hechizando como un buen discípulo del señor ~.Privado.~
-Es una suerte entonces, creo tener el lugar perfecto para ella- pensó en voz alta imaginándose a la diminuta planta sembrada en aquel espacio terroso entre los arbustos y las flores, aquel espacio solitario en el cual su mirada siempre iba a dar. Parecía que de forma inconsciente y casi por azares del destino había estado apartando aquel lugar para su nueva adquisición, le hablaría todas las mañanas para verla crecer, casi frágil, casi humana. Podría ponerle también un nombre, uno especial para susurrarle en compañía del amanecer, mientras el manto de oro y fuego se cerniera sobre ella para despertarla de su letargo con una caricia invisible. Sonreiría entonces, al saberse su protector.
Refugio contra su pecho la planta cuando la ráfaga de aire y lluvia comenzó a mojar el suelo del carruaje, salpicando sus zapatos con graciosas y disparejas gotas que traviesas se adentraban en el lugar, se adherían al suelo y todo lo demás. El tapis comenzó a cambiar de color y supuso que después de algunas horas el olor a humedad comenzaría a saturar el aire del lugar. Bajó con ayuda de Aetos, buscando refugio bajo el paraguas mientras la tupida lluvia azotaba sus perladas gotas sobre su rostro, encogió el cuello y agacho la mirada avanzando hombro a hombro con el otro. Y no por él sino por la planta que debía ahora cuidar, resguardada sin perfección en alguna parte entre sus prendas y sus manos –Eso estaría muy bien- sonrió ante la mención de devolver a su cuerpo el calor.
Si bien su rostro no escurría en agua y sus prendas no pesaban aun sus calcetas y dobladillos del pantalón enfriaban sus pies por completo, su hombro se enfriaba también y su rostro humedecido entre la lluvia y el frio comenzaba a adquirir una tonalidad rosácea sobre sus mejillas. Sus dientes no castañeaban pues los había educado ya a guardar silencio aun en el más pesado invierno, y él sabía bien de eso. En compañía de una cama de madera, el piso y una cobija común. Sus manos sin embargo silenciosas se volvieron trémulas durante el trayecto –Creo que es realmente hermosa- aseveró con franqueza y calidez. Cyrille se había sentido asfixiar por los lujos de sus padres desde muy temprana edad. Aquella casa más bien modesta le hacía sentir en un hogar.
Se sacudió las ropas antes de atreverse a pasar, no olvidaba las clases de modales y etiqueta que sus padres le habían hecho cursar, recordaba con gracia a los hombres atrapados en trajes y a la mujer con pelucas que solían decirle que hacer y que no. No interrumpir nunca una conversación, no comer a sorbos ni con los codos sobre la mesa, no faltar al respeto a ninguna religión aunque, defender siempre la propia posición política y social. No recordaba que le hubiesen hablado en alguna ocasión sobre no entrar goteando a algún lugar aunque, debía suponer que sería todo menos una muestra de educación. Observó en derredor siguiendo de cerca los pasos de su anfitrión. Un lugar grande cabía mencionar aunque, estaba acostumbrado a ellos nunca le parecieron necesarios.
Deposito con cuidado la planta sobre una repisa que encontró siguiendo con la mirada los movimientos de Aetos por la cocina y como imantado su cuerpo se acerco a la promesa de calor que acababa de surgir –Son agradables, sobre todo en días como estos- aseveró volteándole a ver con una diminuta sonrisa que bien podría haber emergido de labios de un infante ante la mención de algo curioso, una novedad -¿Vives solo en este lugar?- el cuestionamiento emergió por si solo, las palabras escaparon de sus labios antes de poderlas razonar. Pensaba, una casa demasiado grande para vivir en soledad aunque quizás como aquella noche el joven soliese estar acompañado de alguien más, aun desconocido que había encontrado entre las calles de París, alguna amiga que le venía a visitar.
Refugio contra su pecho la planta cuando la ráfaga de aire y lluvia comenzó a mojar el suelo del carruaje, salpicando sus zapatos con graciosas y disparejas gotas que traviesas se adentraban en el lugar, se adherían al suelo y todo lo demás. El tapis comenzó a cambiar de color y supuso que después de algunas horas el olor a humedad comenzaría a saturar el aire del lugar. Bajó con ayuda de Aetos, buscando refugio bajo el paraguas mientras la tupida lluvia azotaba sus perladas gotas sobre su rostro, encogió el cuello y agacho la mirada avanzando hombro a hombro con el otro. Y no por él sino por la planta que debía ahora cuidar, resguardada sin perfección en alguna parte entre sus prendas y sus manos –Eso estaría muy bien- sonrió ante la mención de devolver a su cuerpo el calor.
Si bien su rostro no escurría en agua y sus prendas no pesaban aun sus calcetas y dobladillos del pantalón enfriaban sus pies por completo, su hombro se enfriaba también y su rostro humedecido entre la lluvia y el frio comenzaba a adquirir una tonalidad rosácea sobre sus mejillas. Sus dientes no castañeaban pues los había educado ya a guardar silencio aun en el más pesado invierno, y él sabía bien de eso. En compañía de una cama de madera, el piso y una cobija común. Sus manos sin embargo silenciosas se volvieron trémulas durante el trayecto –Creo que es realmente hermosa- aseveró con franqueza y calidez. Cyrille se había sentido asfixiar por los lujos de sus padres desde muy temprana edad. Aquella casa más bien modesta le hacía sentir en un hogar.
Se sacudió las ropas antes de atreverse a pasar, no olvidaba las clases de modales y etiqueta que sus padres le habían hecho cursar, recordaba con gracia a los hombres atrapados en trajes y a la mujer con pelucas que solían decirle que hacer y que no. No interrumpir nunca una conversación, no comer a sorbos ni con los codos sobre la mesa, no faltar al respeto a ninguna religión aunque, defender siempre la propia posición política y social. No recordaba que le hubiesen hablado en alguna ocasión sobre no entrar goteando a algún lugar aunque, debía suponer que sería todo menos una muestra de educación. Observó en derredor siguiendo de cerca los pasos de su anfitrión. Un lugar grande cabía mencionar aunque, estaba acostumbrado a ellos nunca le parecieron necesarios.
Deposito con cuidado la planta sobre una repisa que encontró siguiendo con la mirada los movimientos de Aetos por la cocina y como imantado su cuerpo se acerco a la promesa de calor que acababa de surgir –Son agradables, sobre todo en días como estos- aseveró volteándole a ver con una diminuta sonrisa que bien podría haber emergido de labios de un infante ante la mención de algo curioso, una novedad -¿Vives solo en este lugar?- el cuestionamiento emergió por si solo, las palabras escaparon de sus labios antes de poderlas razonar. Pensaba, una casa demasiado grande para vivir en soledad aunque quizás como aquella noche el joven soliese estar acompañado de alguien más, aun desconocido que había encontrado entre las calles de París, alguna amiga que le venía a visitar.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: No creo en dios, pero tus labios me están hechizando como un buen discípulo del señor ~.Privado.~
Sus deducciones son exactas, vivo solo -Comentó sin tener ninguna pena por pronunciar aquellas palabras prestando atención a la cazuela de barro mientras la acomodaba con sumo cuidado encendiendo el fuego, ambos estaban empapados pero a diferencia de que aetos estaba suficiente acostumbrado a esos cambios de tiempo como a la lluvia que no prestó apenas atención, cuando fue a mirar nuevamente a ese muchacho se dio cuenta de que agarraria un resfrio como no tuviera cuidado de él, el odioso brujo se estaba volviendo caritativo ante una figura de ese dios que para él no existía mientras que cuando hablaba el otro un brillo hasta cruel parecía bañar sus orbes haciendo imposible cualquier charla decente acerca de porque habia que odiar a los dioses, causaban esa dependencia de los humanos al pensar que dios nos abriría las puertas de un mundo que solo los buenos se merecían pero que tambien decian que hasta los ladrones tenian su lado en el cielo ¿no se aclaraban? eso significaba que podía matar, robar pero aun asi iría al cielo porque dios siempre le perdonaría ¿no era eso? podría decir un falso perdon a los ojos de cualquier cura para que le dijera que ya era digno para ese reino de los cielos ¿no era absurdo? no tenia ningún interés en aquello después de todo ya era suficiente con vivir aquella vida escuchando las cuentas pendientes de los muertos antes de ir ante ese "dios poderoso" del que todos hablaban-
La soledad es mi religión - Se perdió unos instantes entregandole a cyrille algo de ropa- Colocate al menos la camisa es de una tela especial para invierno -tambien he dejado una manta y una toalla para que te seques el cabello -le tomo de la mano para colocarlo cerca del fuego y de la comida, cuando el agua empezo a hervir hecho algunos ingredientes como las patatas, la zanahoria, un poco de verdura, de maiz la carne y un hueso para que le diera sabor, lo empezo a mover dandose la maña necesaria para que todo saliera bien, añadio sal con unas especias más tomando dos sillas una para su joven acompañante, otra para él sentándose con calma e incluso con un ademán de elegancia siempre propio en él, el aire de coquetería y seducción era una de las armas que salían solas para enfrentarse a la soledad ¿no era humano? el sexo era lo único que sentía-
¿Y usted, tiene a alguien a su lado? -El crepitar del fuego le hundia en sus pensamientos, podría haber sido un buen pirómano de no er que no tenia deseos por crear más muerte que despues tendria que encargarse él, seria como matar a alguien que al día siguiente tendria que soportar condenandole e incluso asfixiandole con la historia de que tenia familia o cosas de ese estilo. Los cabellos de Aetos parecian comprender que no tendrían ningún cobijo de toalla combatiendo solos el frio y la lluvia dejando que las gotas cayesen ante el calor del fuego bajando poco a poco para caer en el suelo, en los pantalones, en los hombros...se olvidó de pasar la mano por su rostro pues era como el sudor sintiendo tan solo el perlado movimiento del agua con la lentitud necesaria, una sonata de estilo clásico que pocos entenderían le calmó, automáticamente los hombros no tenian esa presión o sus rasgos se tranquilizaron aun cuando eso no significase que iba a sonreir o algo por el estilo aun faltaba demasiado para que pudiera hablarse de "sonreir" propiamente dicho.
Se humedeció los labios con la lengua moviendo con la cuchara de madera lo que habia metido en la cazuela,todo empezaba a oler bien dandole la señal de que le estaba saliendo bien la cena de aquella noche aunque no es que le importase personalmente muchas veces no cenaba sino que se encerraba a escuchar música o a admirar un simple cuadro durante horas enteras sin percatarse de cuando habia amanecido o si era aun de noche solo su espiritu fiel le avisaba que debia de trabajar o que necesitaba de visitar a alguien era cuando nuevamente se olvidaba del lujo del silencio para sumergirse entre el bullicioso escándalo del día a día cuya monotonía se posaba sobre todos los individuos, monotonia que si evitase cualquier dia podría suceder una catástrofe, al menos no para él pero ¿y para el vendedor de pan? perderia algunos clientes, para la matrona el no poder cuidar a los bebes de los nobles...en fin la monotonía en parte era cruel pues no podís cambiar no podias disimular su presencia uno o dos días porque no valdría de nada- Prueba - Tomo con la cuchara un poco del caldo, primero soplo porque estaba ardiendo despues se lo acercó mirándo fijamente si lo aprobaba o no-
Una vez conoci a un "enviado de dios" -No pudo esconder esa ironia que salió de sus palabras- que se quejaba de la comida humilde de los ciudadanos, queria comer como un noble a pesar de que servia a los ricos, los ricos malvendieron algunas posesiones para darle de comer al hombre pero éste se rió de ellos marchandose -La austeridad de aquella comida era lo que muchos comian dia si y día tambien, la madre que no tiene leche en sus pechos tenia que hacer esos caldos para que su hijo tuviera al menos algo en el cuerpo. Austeridad, no la generalizaba pero muchos "enviados" solo vagaban con sus sotanas pidiendo un trato mejor que los nobles, después se marchaban para otro lugar sin saber el daño que habian causado a quienes habian dejado atrás- Lo siento -se disculpó por primera vez- Se que tu no eres asi - le miró fijamente, ese chico tenia la inocencia delos buenos aquellos que efectivamente si golpeabas sonreían colocando su otra mejilla- simplemente...- "Odio a la iglesia" pensó todo su interior- pienso que deberian aprender de los novicios -Disfrazó su odio por palabras mas respetuosas, levantandose para tomar una botella de vino blanco, hecho en un vaso grande una considerable cantidad y lo vertio en el guiso queestaba haciendo, le daba mas sabor no el clasico "borracho" pero si un sabor mas autentico-Pruebalo de nuevo, no es alcohol del puro se usa en muchos guisos para darles más sabor -comentó sentandose de nuevo metiendo otro trozo de madera para que el fuego se avivase-
La soledad es mi religión - Se perdió unos instantes entregandole a cyrille algo de ropa- Colocate al menos la camisa es de una tela especial para invierno -tambien he dejado una manta y una toalla para que te seques el cabello -le tomo de la mano para colocarlo cerca del fuego y de la comida, cuando el agua empezo a hervir hecho algunos ingredientes como las patatas, la zanahoria, un poco de verdura, de maiz la carne y un hueso para que le diera sabor, lo empezo a mover dandose la maña necesaria para que todo saliera bien, añadio sal con unas especias más tomando dos sillas una para su joven acompañante, otra para él sentándose con calma e incluso con un ademán de elegancia siempre propio en él, el aire de coquetería y seducción era una de las armas que salían solas para enfrentarse a la soledad ¿no era humano? el sexo era lo único que sentía-
¿Y usted, tiene a alguien a su lado? -El crepitar del fuego le hundia en sus pensamientos, podría haber sido un buen pirómano de no er que no tenia deseos por crear más muerte que despues tendria que encargarse él, seria como matar a alguien que al día siguiente tendria que soportar condenandole e incluso asfixiandole con la historia de que tenia familia o cosas de ese estilo. Los cabellos de Aetos parecian comprender que no tendrían ningún cobijo de toalla combatiendo solos el frio y la lluvia dejando que las gotas cayesen ante el calor del fuego bajando poco a poco para caer en el suelo, en los pantalones, en los hombros...se olvidó de pasar la mano por su rostro pues era como el sudor sintiendo tan solo el perlado movimiento del agua con la lentitud necesaria, una sonata de estilo clásico que pocos entenderían le calmó, automáticamente los hombros no tenian esa presión o sus rasgos se tranquilizaron aun cuando eso no significase que iba a sonreir o algo por el estilo aun faltaba demasiado para que pudiera hablarse de "sonreir" propiamente dicho.
Se humedeció los labios con la lengua moviendo con la cuchara de madera lo que habia metido en la cazuela,todo empezaba a oler bien dandole la señal de que le estaba saliendo bien la cena de aquella noche aunque no es que le importase personalmente muchas veces no cenaba sino que se encerraba a escuchar música o a admirar un simple cuadro durante horas enteras sin percatarse de cuando habia amanecido o si era aun de noche solo su espiritu fiel le avisaba que debia de trabajar o que necesitaba de visitar a alguien era cuando nuevamente se olvidaba del lujo del silencio para sumergirse entre el bullicioso escándalo del día a día cuya monotonía se posaba sobre todos los individuos, monotonia que si evitase cualquier dia podría suceder una catástrofe, al menos no para él pero ¿y para el vendedor de pan? perderia algunos clientes, para la matrona el no poder cuidar a los bebes de los nobles...en fin la monotonía en parte era cruel pues no podís cambiar no podias disimular su presencia uno o dos días porque no valdría de nada- Prueba - Tomo con la cuchara un poco del caldo, primero soplo porque estaba ardiendo despues se lo acercó mirándo fijamente si lo aprobaba o no-
Una vez conoci a un "enviado de dios" -No pudo esconder esa ironia que salió de sus palabras- que se quejaba de la comida humilde de los ciudadanos, queria comer como un noble a pesar de que servia a los ricos, los ricos malvendieron algunas posesiones para darle de comer al hombre pero éste se rió de ellos marchandose -La austeridad de aquella comida era lo que muchos comian dia si y día tambien, la madre que no tiene leche en sus pechos tenia que hacer esos caldos para que su hijo tuviera al menos algo en el cuerpo. Austeridad, no la generalizaba pero muchos "enviados" solo vagaban con sus sotanas pidiendo un trato mejor que los nobles, después se marchaban para otro lugar sin saber el daño que habian causado a quienes habian dejado atrás- Lo siento -se disculpó por primera vez- Se que tu no eres asi - le miró fijamente, ese chico tenia la inocencia delos buenos aquellos que efectivamente si golpeabas sonreían colocando su otra mejilla- simplemente...- "Odio a la iglesia" pensó todo su interior- pienso que deberian aprender de los novicios -Disfrazó su odio por palabras mas respetuosas, levantandose para tomar una botella de vino blanco, hecho en un vaso grande una considerable cantidad y lo vertio en el guiso queestaba haciendo, le daba mas sabor no el clasico "borracho" pero si un sabor mas autentico-Pruebalo de nuevo, no es alcohol del puro se usa en muchos guisos para darles más sabor -comentó sentandose de nuevo metiendo otro trozo de madera para que el fuego se avivase-
Aetos- Hechicero/Realeza
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Re: No creo en dios, pero tus labios me están hechizando como un buen discípulo del señor ~.Privado.~
Tomo entre sus manos los objetos que Aetos le ofrecía, escuchando con atención sus indicaciones para no perder una sola acción de lo que debía hacer –Creo que mi cuerpo se acostumbra a estas cosas. Aunque no me gustaría despertar mañana con una fiebre mortal- lo pensó para si mismo agradeciendo el gesto con una sonrisa que se extinguió con brumosa rapidez. Avanzo algunos pasos hasta alejarse del crepitante fuego y ahí, escondido entre las tinieblas y engullido por la obscuridad comenzó a despojarse de la gabardina y la camisa que se adherían con sutileza a su cuerpo, aquel más bien delgado y nada trabajado.
-¿Yo?...No, mis padres pensaban en casarme con una hija de noble cuna pero… eso fue hace mucho- y se encontró a si mismo hablando con un completo extraño sobre aquello que había prometido callar. Porque no debía volverse el centro de caridad, no podía volverse débil y entristecer ante su propia perdida cuando aun vivían personas que podían estar mejor “Las personas sufren cada instante que yo me apiado de mí mismo” se repetía en cuanto sus piernas amenazaban con dejarle caer en el colchón y la primera lagrima se asomaba como la promesa de lo imparable. Llorar la muerte, no, sonreír a la vida.
Se abotono la camisa que más parecía un jubón, cayendo hasta por debajo de sus sentaderas y varios centímetros más allá de sus puños –No suelo preocuparme por eso- confesó regresando sobre sus pasos para volver donde el fulgente fuego y su anfitrión. Tomo asiento con la toalla entre las manos los orbes como de avellana reposados sobre la huméate olla. ¿Probar? ¿Qué no era de mala educación sorber?¿Y babear la cuchara de alguien más? Lo pensó unos instantes que se esfumaron con rapidez para entonces inclinarse sobre el cucharón y sorber, de la manera menos obvia y más correcta que encontró, el contenido de dicho objeto.
-¡No pensé que fuese a quedar tan bien!- confesó observando cómo las gotas caían aletargadas por el rostro de Aetos, y sin pensarlo, movido por el deseo de ayudar. Colocó la toalla que le había sido otorgada sobre su cabeza, apretando con suavidad para despegar aquellas traviesas gotas que se habían acunado en sus cabellos. Se sentía feliz de poderle ayudar, se sentía dichoso de ser capaz.
Sin embargo, su rostro cambio conforme las palabras del hombre emergían de sus labios, como bofetadas una tras de otra le ensombrecieron el semblante. Había escuchado con anterioridad palabras aun más feroces y oscas que esas, le habían insultado de una y mil maneras y jamás había contestado, no al menos que se ofendiera a aquello que debe ser santo ¿Qué debía hacer ahora? Entregar su otra mejilla, y nada más –Comprendo…espero que algún día puedas cambiar de parecer- sonrió, más no con aquella alegría y brillantez con que solía sino, por el contrario, con cierta melancolía y desconsuelo que no logro erradicar.
Alejo sus manos de la toalla para permitirle levantarse y observo los movimientos que realizo a continuación –Oh sí, yo conozco de vinos, crecí en un viñedo rodeado de uvas y caballos. No soy un gran catador pero algo recuerda mi paladar- aseveró con humildad observando cómo los ingredientes comenzaban a burbujear subiendo y bajando, desapareciendo entre explosiones de vapor.
-¿Yo?...No, mis padres pensaban en casarme con una hija de noble cuna pero… eso fue hace mucho- y se encontró a si mismo hablando con un completo extraño sobre aquello que había prometido callar. Porque no debía volverse el centro de caridad, no podía volverse débil y entristecer ante su propia perdida cuando aun vivían personas que podían estar mejor “Las personas sufren cada instante que yo me apiado de mí mismo” se repetía en cuanto sus piernas amenazaban con dejarle caer en el colchón y la primera lagrima se asomaba como la promesa de lo imparable. Llorar la muerte, no, sonreír a la vida.
Se abotono la camisa que más parecía un jubón, cayendo hasta por debajo de sus sentaderas y varios centímetros más allá de sus puños –No suelo preocuparme por eso- confesó regresando sobre sus pasos para volver donde el fulgente fuego y su anfitrión. Tomo asiento con la toalla entre las manos los orbes como de avellana reposados sobre la huméate olla. ¿Probar? ¿Qué no era de mala educación sorber?¿Y babear la cuchara de alguien más? Lo pensó unos instantes que se esfumaron con rapidez para entonces inclinarse sobre el cucharón y sorber, de la manera menos obvia y más correcta que encontró, el contenido de dicho objeto.
-¡No pensé que fuese a quedar tan bien!- confesó observando cómo las gotas caían aletargadas por el rostro de Aetos, y sin pensarlo, movido por el deseo de ayudar. Colocó la toalla que le había sido otorgada sobre su cabeza, apretando con suavidad para despegar aquellas traviesas gotas que se habían acunado en sus cabellos. Se sentía feliz de poderle ayudar, se sentía dichoso de ser capaz.
Sin embargo, su rostro cambio conforme las palabras del hombre emergían de sus labios, como bofetadas una tras de otra le ensombrecieron el semblante. Había escuchado con anterioridad palabras aun más feroces y oscas que esas, le habían insultado de una y mil maneras y jamás había contestado, no al menos que se ofendiera a aquello que debe ser santo ¿Qué debía hacer ahora? Entregar su otra mejilla, y nada más –Comprendo…espero que algún día puedas cambiar de parecer- sonrió, más no con aquella alegría y brillantez con que solía sino, por el contrario, con cierta melancolía y desconsuelo que no logro erradicar.
Alejo sus manos de la toalla para permitirle levantarse y observo los movimientos que realizo a continuación –Oh sí, yo conozco de vinos, crecí en un viñedo rodeado de uvas y caballos. No soy un gran catador pero algo recuerda mi paladar- aseveró con humildad observando cómo los ingredientes comenzaban a burbujear subiendo y bajando, desapareciendo entre explosiones de vapor.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: No creo en dios, pero tus labios me están hechizando como un buen discípulo del señor ~.Privado.~
-Los padres ¿que era un padre? era sino un ser humano que por el mero hecho de haberte dado su sangre ya se creía que tenía el derecho de todo lo que hacías en tu vida, como por ejemplo el amor, a la gente no se le obliga a enamorarse al menos eso es lo que dicen los libros pero en el mundo real hasta la más hermosa joven debía de aprender a desechar esa idea, enamorarse era una pérdida de tiempo que solo tenía lugar en los cuentos donde los protagonistas parecían más vulnerables por la pluma del escritor, algunos los usaban para darles vida mientras que otros por una bolsa de monedas eran capaces de escribir proezas claro que cuando la mente brillaba con el oro ¿que no podía escribir? las epopeyas más grandiosas nacieron de la nada, de la nada no, de una bolsa con olor a ego más bien- Es una pena oirlo - Se concentró en no parecer indiferente aunque eso nunca le había importado miraba al frente sin dejar que sus expresiones se contuviesen en lo más mínimo, seguía contentándose con algunas escasas expresiones faciales mientras contemplaba la fragilidad del muchacho que estaba a su lado, se preguntó pues ¿cuanto tiempo tardaría en extinguirse? él no habia visto a los curas obesos hecharse encima de las niñas increpándolas pero parecía de esas personas que aunque lo viesen tendría fe en un dios que aun cuando no había sido el culpable tampoco había sido el que lo hubiese frenado.
Asintió mirándole acomodando sus brazos enfrente de su pecho al cruzarlo, su torso estaba calmado mientras sus brazos parecían estar asfixiados bajo la tela de la camisa, no era bastante agradable pero la presencia de Cyrille lo hacía razonablemente menos agobiante, debido a los esfuerzos que hacía su masa muscular a diario presentaba cambios, cambios que a otro varón le habría hecho sonreír pero a quien no era necesario presumir de fuerza no sabía de qué debía sentir orgullo, el vino le daba un sabor a las comidas que muchos ignoraban, no era empalagoso como muchos vinos tintos, ni demasiado azucarado, potenciaba además el sabor de algunos alimentos especialmente los de la carne o de la cebolla, la zanahoria o los pimientos tambien eran potenciados por aquesto, después del visto bueno que le había dado el otro asintio- No dudo que está para chuparse los dedos - De buen grado salieron esas palabras de su boca aunque otras veces las decía sin mucho lucro esta vez por una vez podría presumir de algo que nadie veía.
Se dejó cuidar cuando puso fín a las gotas que caían por su rostro, normalmente le habría detenido tomandole por las muñecas pero no lo hizo permaneció tan solo mirando hacia el suelo como agachando la mirada, dándole a entender que podía secase el cabello un poco, cuando tuvo ocasión volvió a moverse para tomar el cucharón y mover la comida con lentitud, el aroma ya impregnaba las paredes como si quisiera traspasarlo, moría en el intento fundiéndose con los muros mientras los mortales contemplaban lo que hacía, asintió, entre viñedos era una buena manera de crecer, si él hubiera creído en lo más mínimo en la rencarnación habría dicho alguna estupidez sobre nacer en un pueblo rural donde solo viviese a base de sus verduras, algun que otro cerdo, vacas, pollos, suficiente para reírse de todo el mundo, los pozos, las velas hechas manualmente- Tal vez seas tu quien me enseñe de cosas en algún momento - Sacó dos cuencos de gran tamaño, los observó por un momento aunque no tenian ornamentos eran sus preferidos.Hechó dos grandes cucharadas para su invitado otras dos en el suyo propio pero no detuvo el fuego lo dejó un poco más, sopló el de Cyrille entregandole una cuchara-Ten cuidado -aseveró con protección mirandole fijamente a los ojos, era una mirada atrevida, más que atrevida severa incluso-
Asintió mirándole acomodando sus brazos enfrente de su pecho al cruzarlo, su torso estaba calmado mientras sus brazos parecían estar asfixiados bajo la tela de la camisa, no era bastante agradable pero la presencia de Cyrille lo hacía razonablemente menos agobiante, debido a los esfuerzos que hacía su masa muscular a diario presentaba cambios, cambios que a otro varón le habría hecho sonreír pero a quien no era necesario presumir de fuerza no sabía de qué debía sentir orgullo, el vino le daba un sabor a las comidas que muchos ignoraban, no era empalagoso como muchos vinos tintos, ni demasiado azucarado, potenciaba además el sabor de algunos alimentos especialmente los de la carne o de la cebolla, la zanahoria o los pimientos tambien eran potenciados por aquesto, después del visto bueno que le había dado el otro asintio- No dudo que está para chuparse los dedos - De buen grado salieron esas palabras de su boca aunque otras veces las decía sin mucho lucro esta vez por una vez podría presumir de algo que nadie veía.
Se dejó cuidar cuando puso fín a las gotas que caían por su rostro, normalmente le habría detenido tomandole por las muñecas pero no lo hizo permaneció tan solo mirando hacia el suelo como agachando la mirada, dándole a entender que podía secase el cabello un poco, cuando tuvo ocasión volvió a moverse para tomar el cucharón y mover la comida con lentitud, el aroma ya impregnaba las paredes como si quisiera traspasarlo, moría en el intento fundiéndose con los muros mientras los mortales contemplaban lo que hacía, asintió, entre viñedos era una buena manera de crecer, si él hubiera creído en lo más mínimo en la rencarnación habría dicho alguna estupidez sobre nacer en un pueblo rural donde solo viviese a base de sus verduras, algun que otro cerdo, vacas, pollos, suficiente para reírse de todo el mundo, los pozos, las velas hechas manualmente- Tal vez seas tu quien me enseñe de cosas en algún momento - Sacó dos cuencos de gran tamaño, los observó por un momento aunque no tenian ornamentos eran sus preferidos.Hechó dos grandes cucharadas para su invitado otras dos en el suyo propio pero no detuvo el fuego lo dejó un poco más, sopló el de Cyrille entregandole una cuchara-Ten cuidado -aseveró con protección mirandole fijamente a los ojos, era una mirada atrevida, más que atrevida severa incluso-
Aetos- Hechicero/Realeza
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Re: No creo en dios, pero tus labios me están hechizando como un buen discípulo del señor ~.Privado.~
-Eso creo- susurro, pensando el mismo en dicha desgracia. Y por un segundo del que se arrepintió a continuación la idea de no verse obligado a contraer matrimonio le alegro, aunque aquello significase con obviedad la perdida de las personas que le habían concebido a aquel mundo en que a veces se sentía solo y desesperado. Cientos de aves marías para la absolución de aquel pensamiento pecaminoso de alta traición.
Negó con brusquedad dejando que sus aun húmedos cabellos tomaran formas divertidas en su cabeza, enredándose entre mechones y detrás de su oreja –No sé mucho a decir verdad- confesó sin pretender sonar humilde y sin preocuparse en sonar inútil –Además de saber montar y tocar el piano- ambas, actividades obligatorias que sus padres le obligaban a tomar aunque debía mencionar, las únicas que añoraba a inicios del día y las que le dejaban agotado a finales de el. Tomo lugar meciendo las piernas mientras observaba el caldo verterse sobre los cuencos que paso a continuación. Y el olor de los ingredientes inundo su nariz con rapidez.
Se encontraba dando el primero bocado a su comida cuando su mirada se desvió a la ajena y la sorpresa de encontrarse con aquellos ojos severos y algo más por poco le hacía escupirlo todo por la nariz. No logro contener un ataque de tos que enrojeció su rostro por completo sin embargo, logro aplacarlo después de algunas sacudidas y bocanadas de aire –Lo lamento- murmuro sin saber con claridad lo que aquella mirada le había provocado o lo que significaba en realidad. ¿Intimidación quizás? Pensó en las miradas que el abad le entregaba con reproche cuando hacia algo mal, o cuando esperaba que hiciera algo bien y no, no encontraba parecido alguno con la que Aetos le acababa de otorgar.
Meció sus pies nerviosamente tomando otra cucharada aunque en esta ocasión no se atrevió a voltear ni por equivocación al joven herbolario por miedo a atragantarse por segunda vez –No se si sea un exceso de confianza preguntar…¿Cuántos años tienes?- le cuestiono porque lo había intentado deducir y cada que creía tener la respuesta correcta un rostro denotaba algo más, una sonrisa juvenil o una mirada severa, un rostro impávido y una tez perfecta. No podía sino confundirle todo aquello aunque al mismo le habían dicho en más de una ocasión que su rostro era el de alguien que bien podría estar entrando en la adolescencia cuando, se encontraba por salir de esta.
Desvió su mirada al suelo lejano donde las sombras del fuego jugaban a ser quimeras y demonios que trasmutaban en otros seres a voluntad. Danzaban sigilosamente observando todo con curiosidad ¿A él? No. Meneo la cabeza con disimulo encogiéndose en su lugar encerrando su atención al cuenco sobre sus manos. En aquellos momentos solo esperaba que la habitación donde le tocase dormir no estuviera repleta de sombras “Dios conmigo quien contra mi” ¿Y por qué no se convencía al respecto?
Negó con brusquedad dejando que sus aun húmedos cabellos tomaran formas divertidas en su cabeza, enredándose entre mechones y detrás de su oreja –No sé mucho a decir verdad- confesó sin pretender sonar humilde y sin preocuparse en sonar inútil –Además de saber montar y tocar el piano- ambas, actividades obligatorias que sus padres le obligaban a tomar aunque debía mencionar, las únicas que añoraba a inicios del día y las que le dejaban agotado a finales de el. Tomo lugar meciendo las piernas mientras observaba el caldo verterse sobre los cuencos que paso a continuación. Y el olor de los ingredientes inundo su nariz con rapidez.
Se encontraba dando el primero bocado a su comida cuando su mirada se desvió a la ajena y la sorpresa de encontrarse con aquellos ojos severos y algo más por poco le hacía escupirlo todo por la nariz. No logro contener un ataque de tos que enrojeció su rostro por completo sin embargo, logro aplacarlo después de algunas sacudidas y bocanadas de aire –Lo lamento- murmuro sin saber con claridad lo que aquella mirada le había provocado o lo que significaba en realidad. ¿Intimidación quizás? Pensó en las miradas que el abad le entregaba con reproche cuando hacia algo mal, o cuando esperaba que hiciera algo bien y no, no encontraba parecido alguno con la que Aetos le acababa de otorgar.
Meció sus pies nerviosamente tomando otra cucharada aunque en esta ocasión no se atrevió a voltear ni por equivocación al joven herbolario por miedo a atragantarse por segunda vez –No se si sea un exceso de confianza preguntar…¿Cuántos años tienes?- le cuestiono porque lo había intentado deducir y cada que creía tener la respuesta correcta un rostro denotaba algo más, una sonrisa juvenil o una mirada severa, un rostro impávido y una tez perfecta. No podía sino confundirle todo aquello aunque al mismo le habían dicho en más de una ocasión que su rostro era el de alguien que bien podría estar entrando en la adolescencia cuando, se encontraba por salir de esta.
Desvió su mirada al suelo lejano donde las sombras del fuego jugaban a ser quimeras y demonios que trasmutaban en otros seres a voluntad. Danzaban sigilosamente observando todo con curiosidad ¿A él? No. Meneo la cabeza con disimulo encogiéndose en su lugar encerrando su atención al cuenco sobre sus manos. En aquellos momentos solo esperaba que la habitación donde le tocase dormir no estuviera repleta de sombras “Dios conmigo quien contra mi” ¿Y por qué no se convencía al respecto?
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: No creo en dios, pero tus labios me están hechizando como un buen discípulo del señor ~.Privado.~
No era mi intención hacerte sentir mal -se disculpó Aetos, aunque cyrille no se diera cuenta el brujo le había entregado algo que no pensaba que haría en su vida, una disculpa ya que Aetos era algo asi como un hombre que aun cuando supiera que no era para nada perfecto no le gustaba pedir disculpas porque hacerlo sería como aparentar debilidad. Tampoco estaba con mucha gente como para darse cuenta de si se le había escapado una disculpa de sus labios pero en el momento que se escapaba aunque sea un perdón significaba que eras alguien de confianza para él- Pero estaba caliente...-Tuvo un minuto de tentación aquellos labios abriendose, cerrándose, un pensamiento por su mente pasó raudo "yo te calmaré".
¿Como le iba a calmar si no era con su impura saliva? iba a robarle un beso a aquellos labios ser pervertido mientras devoraba su boca con un ademán sensual pero al minuto siguiente esquivó todos aquellos pensamientos agradeciendo que podía controlarse tomó al final un buen jarro de agua colocandolo en medio con dos vasos para que pudiera hecharse algo de agua y calmar aquello. Colocando las manos en el mentón miró hacia el menor con una débil sonrisa- Eso es ya hacer algo yo no se montar -mintió- pero se tocar el piano tengo además uno en una de estas habitaciones que solo uso cuando es necesario -era humano, como habia previsto a veces la soledad no era suficiente para amortiguar los golpes del silencio por lo que iba en aquellos momentos a la habitación se ponía a tocar sin importar que los espíritus se acercasen a escucharle.
Incluso tenía un espíritu que murió en un loquero cerca de aquella zona que cada vez que tocaba el piano aparecia con sus ademanes grotescos una peluca parecida a la de los jueces o nobles y movimientos bastante aparatosos, si hubiera sido humano habría golpeado por todos los lados pero como ya era espíritu no podía sino moverse con toda tranquilidad. Acarició de pronto la mejilla del menor paseando los dedos por su piel, se sentía idiota por contemplar como su mano de tamaño grande acariciaba aquella mejilla que parecía quedarse pequeña- Creo que tengo unos cuantos más que tu -se acomodó llenando un vaso con agua bebiendo un sorbo- 27 años -no le daba mucha importancia a la edad pero se empeñaba en recordárselo para saber cuanto tiempo llevaba vivo sin ayuda de nadie-
Si pudieras ver algún espíritu...¿que harías? -dejando esa pregunta en el aire cogió la cucharilla para acariciar la comida, el vapor indicaba que estaba caliente pero en el transcurso de sus divagaciones había bajado un poco el nivel de calor. Se escuchaba el estruendo de la lluvia contra la ventana, Aetos nunca lo diría pero estaba agradecido a la lluvia porque así podía estar con aquella compañía en su casa, tomó un sorbo, estaba en su punto, dio otro seguido de un sorbo de agua volviendo a mirar hacia otro lado, los espíritus parecian rondar débilmente por la casa pero sin interrumpir cuando en aquellos momentos por lo menos dos o tres se habrían acercado para decirle que era lo que comía o que comían ellos en sus antiguos tiempos. Odiaba cuando le interrumpían pero había espiritus nuevos que no conocían esa ley al menos hoy la estaban respetando-
¿Como le iba a calmar si no era con su impura saliva? iba a robarle un beso a aquellos labios ser pervertido mientras devoraba su boca con un ademán sensual pero al minuto siguiente esquivó todos aquellos pensamientos agradeciendo que podía controlarse tomó al final un buen jarro de agua colocandolo en medio con dos vasos para que pudiera hecharse algo de agua y calmar aquello. Colocando las manos en el mentón miró hacia el menor con una débil sonrisa- Eso es ya hacer algo yo no se montar -mintió- pero se tocar el piano tengo además uno en una de estas habitaciones que solo uso cuando es necesario -era humano, como habia previsto a veces la soledad no era suficiente para amortiguar los golpes del silencio por lo que iba en aquellos momentos a la habitación se ponía a tocar sin importar que los espíritus se acercasen a escucharle.
Incluso tenía un espíritu que murió en un loquero cerca de aquella zona que cada vez que tocaba el piano aparecia con sus ademanes grotescos una peluca parecida a la de los jueces o nobles y movimientos bastante aparatosos, si hubiera sido humano habría golpeado por todos los lados pero como ya era espíritu no podía sino moverse con toda tranquilidad. Acarició de pronto la mejilla del menor paseando los dedos por su piel, se sentía idiota por contemplar como su mano de tamaño grande acariciaba aquella mejilla que parecía quedarse pequeña- Creo que tengo unos cuantos más que tu -se acomodó llenando un vaso con agua bebiendo un sorbo- 27 años -no le daba mucha importancia a la edad pero se empeñaba en recordárselo para saber cuanto tiempo llevaba vivo sin ayuda de nadie-
Si pudieras ver algún espíritu...¿que harías? -dejando esa pregunta en el aire cogió la cucharilla para acariciar la comida, el vapor indicaba que estaba caliente pero en el transcurso de sus divagaciones había bajado un poco el nivel de calor. Se escuchaba el estruendo de la lluvia contra la ventana, Aetos nunca lo diría pero estaba agradecido a la lluvia porque así podía estar con aquella compañía en su casa, tomó un sorbo, estaba en su punto, dio otro seguido de un sorbo de agua volviendo a mirar hacia otro lado, los espíritus parecian rondar débilmente por la casa pero sin interrumpir cuando en aquellos momentos por lo menos dos o tres se habrían acercado para decirle que era lo que comía o que comían ellos en sus antiguos tiempos. Odiaba cuando le interrumpían pero había espiritus nuevos que no conocían esa ley al menos hoy la estaban respetando-
Aetos- Hechicero/Realeza
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Re: No creo en dios, pero tus labios me están hechizando como un buen discípulo del señor ~.Privado.~
-Siempre es necesario- asevero con una amplia sonrisa deformando sus labios, siempre era necesario poder desbordar aquellas emociones que se esmeraban en permanecer ocultas en su interior en forma de sonidos y sonetos que clamando a los cielos, y en ocasiones a los infiernos, le encantaba aquella sensación de plenitud, como si su alma escapase de su cuerpo e inundara la habitación, retorciéndose entre los rincones, alzándose hasta los altos techos y traspasando el suelo, colándose por debajo de la tierra y entre los mares, alcanzando los cielos para después de aquel inmenso viaje regresar al cuerpo que le habían sido encomendado tiempo atrás. Dio tres cucharadas más a la sopa antes de volver a hablar –Hace mucho que no toco el piano con alguien más- su mirada se dirigió entonces a Aetos, como si estuviese insinuándole algo, en efecto, le estaba proponiendo acompañarlo en una melodía.
Contuvo la respiración cuando el tacto del hombre se poso sobre su piel, aquella aun humedecida y ahora, rebosantes de calor. Ígneas como el fuego frente a ellos, del color del arrebol –Tienes varios más que yo- sonrió torpemente intentando ignorar la tentación. Comenzaba a creer que quizás aquella era una prueba de Dios, una misión que debía cumplir para seguir su vocación. Mantenerse firme ante la tentación ¿Tentación? La palabra misma le volvió a colorear las mejillas con rapidez suponiendo que encontrarían hogar en su rostro por el resto de la velada –Yo tengo deciocho- comentó terminando con el contenido del cuenco que sujetaba aun entre sus manos, apoyadas sobre su regazo.
La pregunta le tomo por sorpresa, como un golpe en el rostro con algún lingote o costal de piedras pues aunque había escuchado con claridad sus palabras estas habían tomado otro significado en su interior “Si pudieras ver a tus padres ¿qué harías?” La simple idea le encogió el corazón, le contrajo el estomago y le helo la respiración. Por poco y dejaba caer el cuenco y el cucharon –Supongo que intentaría saber…porque es que no ha partido aun- le intentaría ayudar a encontrar su camino a un mejor futuro, una vida más allá de a la que se aferraba con tanto ahincó que decidía quedarse aunque su tiempo había expirado ya. Toda alma en pena merecía un descanso, dejar la tortura de andar entre los vivos con o faltos de voluntad. Se pregunto, a que se había debido aquella cuestión.
-Pero no sé si soy tan valiente como para eso- sonrió, la realidad distaba notoriamente de lo que la gente creía, de lo que él mismo pudiese pensar. Nadie le aseguraba que de verse en presencia de un ánima no fuese a terminar petrificado por el miedo en su interior –Aunque, no creo que tenga que comprobarlo en alguna ocasión- se levanto de su lugar dejando el cuenco sobre la mesa en que yacía la planta que llevaría a su hogar, anhelaba ya poderla poner entre las demás, una exquisitez entre tantas otras por igual ¿Y si la dejaba en su habitación? Aetos había mencionado algo sobre su capacidad, algo relacionado con hacer dormir a las personas creía recordar.
Contuvo la respiración cuando el tacto del hombre se poso sobre su piel, aquella aun humedecida y ahora, rebosantes de calor. Ígneas como el fuego frente a ellos, del color del arrebol –Tienes varios más que yo- sonrió torpemente intentando ignorar la tentación. Comenzaba a creer que quizás aquella era una prueba de Dios, una misión que debía cumplir para seguir su vocación. Mantenerse firme ante la tentación ¿Tentación? La palabra misma le volvió a colorear las mejillas con rapidez suponiendo que encontrarían hogar en su rostro por el resto de la velada –Yo tengo deciocho- comentó terminando con el contenido del cuenco que sujetaba aun entre sus manos, apoyadas sobre su regazo.
La pregunta le tomo por sorpresa, como un golpe en el rostro con algún lingote o costal de piedras pues aunque había escuchado con claridad sus palabras estas habían tomado otro significado en su interior “Si pudieras ver a tus padres ¿qué harías?” La simple idea le encogió el corazón, le contrajo el estomago y le helo la respiración. Por poco y dejaba caer el cuenco y el cucharon –Supongo que intentaría saber…porque es que no ha partido aun- le intentaría ayudar a encontrar su camino a un mejor futuro, una vida más allá de a la que se aferraba con tanto ahincó que decidía quedarse aunque su tiempo había expirado ya. Toda alma en pena merecía un descanso, dejar la tortura de andar entre los vivos con o faltos de voluntad. Se pregunto, a que se había debido aquella cuestión.
-Pero no sé si soy tan valiente como para eso- sonrió, la realidad distaba notoriamente de lo que la gente creía, de lo que él mismo pudiese pensar. Nadie le aseguraba que de verse en presencia de un ánima no fuese a terminar petrificado por el miedo en su interior –Aunque, no creo que tenga que comprobarlo en alguna ocasión- se levanto de su lugar dejando el cuenco sobre la mesa en que yacía la planta que llevaría a su hogar, anhelaba ya poderla poner entre las demás, una exquisitez entre tantas otras por igual ¿Y si la dejaba en su habitación? Aetos había mencionado algo sobre su capacidad, algo relacionado con hacer dormir a las personas creía recordar.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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