We Stand Alone

por Invitado Lun Nov 07, 2011 5:53 am

«And eternity is in your hidden eyes,
take my broken wings teach me to fly again.»

We Stand Alone Birds01

«(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.»
-Fragmento de “El Amenazado” de Jorge Luis Borges

París, 1800

I will write peace on your wings and you will fly over the world

Una sola vez bastó. Una sola vez dejó una herida honda, una lanza de Longinus en mi costado. Su nombre hasta el cansancio, su nombre repetido un millón de veces en mi cabeza, pensando que no hace justicia a su belleza. Su nombre clavado como estaca en el pecho, como arma que hiere de a poco, pero como sea hiere.

Una pertinencia, una serie de palabras que no salieron. ¿Cómo iba a decirle que ella era todo lo que estaba buscando sin que me tachara de loco? Una hora, un lugar, un arrebato adolescente, una trastada juvenil, a hurtadillas, en silencio. Y las estrellas, y el Sena, y París.

¿Cómo decirle que cada estrella en el firmamento era una aseveración mía de lo mucho que desde ya la adoraba? ¿Cómo sin parecer un desquiciado? ¿Cómo rogarle que no se fuera, que sin ella ya era hombre perdido? ¿Cómo decirle que me dejara demostrarle que podía? Pero luego no supe a qué me refería, ¿poder qué?

¿Qué demonios pasa?

La he visto una sola vez, pero supe el instante mismo que las calles de esta ciudad nos tendieron la venturosa trampa que era ella. “Mi gran evento”, mi razón, el viento que condujo las velas de este barco maldito (como El Holandés Errante) a este puerto, mi motivo, la causa de que aún siga aquí a pesar que desde que tengo memoria, haya intentado abrazar a la muerte en más de una ocasión.

Qué iba a saber yo que la muerte terminaría abrazándome a mí.

Exits to nowhere

Estoy obsesionado, esa es la verdad. Dicen que el primer amor se siente como el único, pues ella es mi primer amor en siglos, y se siente como el primero en toda mi larga existencia.

Pocas personas a lo largo de mi viaje me han hecho desistir de mi deseo de morir, mi familia e Indro, son los únicos que puedo contar, pero ahora la idea de saber más de ella provoca esa sensación también, un sentimiento cálido que inunda mi pecho como el monzón inunda la jungla inhóspita.

Anya, Ekaterina, Raina, y la lista interminables de mujeres con las que me he topado, todas carecen de importancia a su lado. Es ella, yo lo sé, lo siento en las entrañas, lo sé porque algo en el centro de mi cuerpo (donde supongo estuvo el corazón) así me lo dice. Lo aseguro con tanto ahínco porque pocas veces estoy tan convencido de algo.

One day you will teach me to let go of my fears

Podría romperme en mil pedazos, podría sólo si es frente a ella. Podría superar las ataduras que me ciernen, podría llorar como un niño, sólo si es frente a ella.

Contar mis 500 años, uno por uno, que no son pocos, pero tampoco muchos, cada pasaje de mi aburrida vida, cada momento en el que quise renunciar y por algo no lo hice.

Porque si he vivido tanto fue para encontrarla, predestinados, y cualquier titiritero que esté moviendo los hilos decidió ponernos con más 400 años de diferencia, no contaba con que me burlaría de la muerte. Por primera vez mi inmortalidad me alegra, sin ella jamás la hubiera conocido, sin el dulce beso de la duquesa Hristova yo no estaría aquí, no la hubiera conocido, nunca hubiera llegado a París, nunca le hubiera mostrado las estrellas desde el campanario de Saint-Denis.

Es el móvil de mi desquiciada cruzada, el eje rector de mi estadía en una ciudad que me resulta ajena. Un día podré decírselo mirándola a los ojos, sus ojos que son como el Vóljov congelado, tomando sus manos, sabiéndola a mi lado.

¿Mía? No creo merecerla, nunca podrá ser mía, pero algún día debo decirle todo esto, porque sino moriré aplastado por el peso de mis propios sentimientos.

No soy más que un mortal (qué ironía), y ella Freya misma.

Now we rise and we are everywhere

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por Invitado Vie Abr 27, 2012 7:01 am

«Lo que necesita Rusia es más Rusia, no más Occidente.»
-Fyodor Dostoyevsky

San Petesburgo

Find our way home

Rusia. Gigante impasible, eterno guardián de Europa, nunca parte de ella, nunca fuera de ella. Regreso porque siempre he de regresar. Veliki Nóvgorod, la Gran Ciudad Nueva, allá atrás, hoy otra cosa me tiene aquí, no los recuerdos, no la melancolía que siempre me ataca cada determinado tiempo, como si me acechara, me mordiera en la yugular y me dejara desangrando por un rato, esperando a que me ponga de pie para volver a hacerlo. No eso. No nada que yo hubiese pedido, querido, o imaginado si quiera. Rusia, tan grande, tan soberbia y poderosa, tan no mía. Imperio inmerecido.

El viejo Plyushchenko jamás me habló de esto, creo que ni él mismo pudo haberlo visto venir. Me ocultó muchas cosas, de haber sabido jamás hubiese tomado su puesto, jamás hubiese aceptado su Baronía, tenía un hijo por todos los cielos, Matvey, al que a penas conozco, parece mucho más digno que yo, pero como yo, incómodo ante las exigencias de la aristocracia. Es muy joven, demasiado. Yo viejo… demasiado también. Ahora no importa, le dejaré el puesto que por derecho es suyo, ya que yo tendré que lidiar con algo más grande, algo que no me toca, algo que no me creo capaz de hacer.

Pero hay algo, una vocecita molesta en mi interior que me empuja al precipicio aunque sabe de antemano que me romperé todos los huesos, una que me pregunta una y otra vez como mantra, ¿en manos entonces de quién lo dejo? Cierro los ojos y escenarios terribles se presentan ante mi como visiones del fin del mundo, un pájaro de fuego incendiándolo todo, pequeñas bolas en llamas cayendo del cielo. Terrible, tan terrible que me siento incapaz de cargar con eso de por vida.

Moscú

Farewell, stars

Esta ropa que no es mía, que nunca lo ha sido, que no lo será, me queda grande, demasiado, y una corona que pesa, demasiado, me rompe el cuello, me mata de a poco, me asfixia y me estrangula. Un trono para el niño que soy, tan pequeño, tan nimio que no lo alcanzo, que me tienen que ayudar a subir, y desde ahí, poder verlo todo. Rostros, una hilera de rostros tras otra, todos grises, todos indiferentes; un pueblo que tal vez espera demasiado de mí, que espera cosas que no puedo darles.

El Palacio de los Terems me pareció enorme, siempre, mis antecesores, pasaron su última noche como hombres libres en ese lugar, en compañía de su consorte. Y yo… solo como he pasado mi existencia entera, mirando por la ventana pasar a la gente, observando los preparativos para la ceremonia, mirando por sobre mi hombro el atuendo ridículo que tenía que vestir. Quise que todo fuera rápido, no hubo invitados extranjeros, quería acabar con esto pronto, pero no podía simplemente saltarme los protocolos. Bajé por la escalera roja hasta la Catedral de la Anunciación. Tomé la corona entre mis manos, yo mismo la tuve que poner en mi cabeza, no sin antes recitar de memoria el credo de Nicea, palabras que ni yo mismo me creí. De tocar a la zarina con la corona nada, no hay, soy un pobre diablo, Emperador, pero pobre diablo al fin.

«El pueblo, temerosos de Dios, absoluto y poderoso Señor, te reconoce como Zar de todas las Rusias, con este visible y tangible adorno sobre la cabeza, que es un símbolo elocuente de que eres la cabeza de todo el pueblo ruso, coronado por el Rey de reyes, Cristo, con una gran bendición, viendo que Él te otorga toda la autoridad sobre su pueblo.»

Tuve que aguantarme una risa amarga al pronunciar aquellas palabras. ¿Dios me elegía? Si era así, tan sólo se estaba divirtiendo conmigo, jugándome una broma, muy graciosa, quise suponer, para él, no para mi.

Caminé solo hasta la Catedral del Arcángel Miguel mientras un concierto de campanas parecía delinear mi camino como una estela a un cometa. Y miré el cielo –nocturno, ¿Cómo más?- y miré las estrellas, me sentí completamente abandonado y perdido, su mapa celestial esta vez no me lo había advertido.

No hubo banquete, a mi lado sólo estuvieron Indro y Matvey, no necesité a nadie más, la corte era un montón de desconocidos para mi, como seguramente un desconocido era yo para ellos, y para todos. No aguardé mucho tiempo, esa misma madrugada comencé a hacer maletas para regresar a San Petesburgo y de ahí, a París. No debía, lo sabía, mi deber ahora era para con todo un pueblo y aunque estaba firme en mi convicción de no decepcionarlos, tampoco me sentí capaz de llenar los zapatos.

París

Arrived/Departed

A penas pasé una noche en San Petesburgo ya convertido en Emperador, a la menor oportunidad regresé a París, ¿por qué? Por los mismos motivos que siempre regreso a Rusia: la melancolía atroz.

Ella. Freya. Debía encontrarla de nuevo, decirle que desde aquella noche se había vuelto mi mundo entero, que me acompañara a Rusia o al fin del mundo. Por ella había regresado.

Cumplo mis deberes a distancia por ahora, Indro y Matvey son mis aliados, viajo constantemente al país que hace cinco siglos me vio nacer en una cuna de clase media sin imaginar que quinientos años más tarde, por una maldita jugarreta azarosa, me convertiría en su Emperador.

No soy rey, no soy importante si quiera, pero me he propuesto hacer un buen papel. Y que Dios en el Cielo y Lucifer en los Infiernos me ayuden.

Our history will be what we make of it

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por Invitado Miér Mayo 02, 2012 11:38 pm

«Sí (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.»
-Fragmento de “El Golem” de Jorge Luis Borges

París

In the nothing of a night

Eve. Capicúa, de algún modo eso tiene sentido. Tú nombre es un palíndromo, tú imagen mi sentencia.

Finalmente, tras varios días, semanas, meses de estarla buscando, la vi de nuevo. El marco de nuestro encuentro de hermoso no tuvo nada, fue inesperado y violento y me arrepiento de las cosas que dije e hice, pero no puedo dar marcha atrás, no puedo regresar el tiempo y borrar lo imborrable. Fui al burdel porque tal parece que sólo en ese sitio logro olvidar la desdicha de mi existencia y ahí estaba, por un momento temí que formara parte de las filas de peones que son esas mujeres –y hombres- que trabajan ahí, y no porque eso me hiciera quererla menos (la quiero, como un maldito maniático) sino porque lo he visto cientos de veces antes, la belleza de esas mujeres se marchita antes de tiempo y pensar que eso le podía pasar a ella, a ella de entre todas las mujeres, me provocó un dolor similar al que seguro sentiría si unas garras invisibles me rasgaran por dentro.

Todo fue rápido y confuso, frenético, desordenado, arrebatado. Fui a ver a Magnolia, necesitaba llorarle mis penas a alguien, llegué temprano porque parezco un niño incapaz de controlar su ansiedad y de pronto ella hizo acto de presencia. Parecía fuera de lugar en esa realidad, a mi realidad, porque es de ese modo, ambos avanzamos en realidades paralelas, sin poder tocarnos, para siempre ajenos. Entonces escuché su nombre, su nombre verdadero… Eve.

Me mintió, aquella noche en el campanario de Saint-Denis, la noche de “mi gran evento”, de lo que suponía era el eje rector de mi estadía en esta ciudad y de haberme mantenido por siglos sobre la tierra, todo estuvo basado en una mentira.

All is violent, all is bright

En ese instante no medí consecuencias, olvidé absolutamente todo y salí tras de ella, exigiendo una explicación que no correspondía. Mis manos están manchadas por el maltrato que le proferí, me disculpa la desesperación, pero no me justifica. La halé con fuerza, demasiada, no estaba consciente de quién era yo, de lo que era capaz de hacerle. Elevé la voz, le grité.

Pero es que no entendía, y no entiende aún, la rabia que se apoderó de mí. Es ella, aún lo creo, ella es por quien he estado esperando por tantos años, centurias enteras, fui hecho para conocerla, para encontrarnos aquí, a tantos kilómetros y años de distancia de mi nacimiento en Nóvgorod. Fui hecho para amarla, el problema es que ella no lo quiere así.

Suficiente he padecido, y al parecer, aún busco más de esos suplicios. Ella me condena, me ejecuta. Me mata de a poco pero no termina de hacerlo. Hice mal, hice mal en creer que lo mismo que sentí yo lo sintió ella también, en reclamarle como si tuviese un derecho sobre su persona. Hice mal y he hecho tantas cosas mal en mi vida y en mi inmortalidad que me sorprender no haber aprendido absolutamente nada al pasar de los años.

Soy un pobre diablo, ingenuo, torpe, que habla por hablar, que hace las cosas sin pensar. ¿Cómo se supone entonces que gobernaré un imperio entero?

Trapped behind silence

Ni siquiera Indro está enterado de todo eso. Me juzgaría, me haría ver lo mal que estoy. Eso ya lo sé, pero no puedo dejar las cosas así, no quiero pensar que simplemente no hice nada.

Me atreví, porque eso fue, un atrevimiento, a mandarle una carta al burdel, el único sitio en donde sabía, podía estar. Pasaron días, demasiados, pesados y tristes y no recibí respuesta. Luego llegó su carta, realmente no la abrí esperando otra cosa, sabía que todo eso iba a pasar y aun así, al leerlo el golpe fue igual o más artero. Hemos intercambiado insultos velados y ruegos por mi parte de vernos otra vez. Necesito, como los mortales necesitan aire para respirar y yo sangre para vivir, así necesito verla otra vez. Para pedirle perdón, para pedirle una oportunidad. Para pedirle, como el chiquillo perdido que soy, que no me deje, que sin ella no soy nada. Para decirle que estoy loco por estar obsesionado con ella, para que me salve o me termine de matar.

Días después fui de nuevo a buscarla, ahora sabiendo dónde –tal vez- podría encontrarla. Ella me lo advirtió en una de sus cartas, me dijo que nunca más la volvería a ver, pero aún albergo la esperanza. Poca, insuficiente, pero me mantiene cuerdo. Eso es lo que me sostiene durante estas jordanas de demencia y melancolía, la posibilidad de verla de nuevo.

Under your wings I’ll hide

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