Scream with a loud voice!!

Las ventajas de conocer a los tuyos es que puedes salir ileso de las cosas que hacen, la magia que ahora se levantaba sobre mis pies no podía hacerme daño, antes si quiera de parte de la casa de la noche había colgado en mi cuello, y también escondido unos objetos que el mismo Thiago me había hecho para contrarrestar cualquier maldición o ataque proveniente de la magia, ese pequeño trabajador del vampiro era un genio, y bastante poderoso. Observé como un caballo negro luchaba con su vida saliendo de aquella zona, arqueé una de mis cejas, según los informes ahora no solo íbamos por el traidor, ahora íbamos por una extraña combinación de... ¿Cosas? No lo sabía - Léa tienes que ir tras ese caballo no puedes dejarlo ir, pongo eso en tus manos - Y yo confiaba en esa chica demasiado, recordaba lo que había hecho al salvar al conde y ya no la subestimaba para nada.

Di un brinco entre aquella muralla. Caí a la perfección, me había tambaleado un poco al caer pero era normal a causa de la distancia, mi peso y el pasto. - Vaya jardín más feo - Dije en tono de broma mientras me erguía. Caminé observando como caían algunas criaturas, mientras avanzaba pateé algunas que me impedían seguir avanzando, no era el momento para andar de amable y reconsiderar la vida de un sobrenatural, los únicos que podía dejar con vida eran mis aliados, y nadie más.

Me adentré a la mansión observando hacía todos lados. La entrada estaba libre cosa que me pareció extraña. Desenfunde de nuevo mi arco, y en una de mis manos llevaba una de mis flechas. Mientras me adentraba comencé a abrir todas las cortinas y ventanas del lugar. - No me gusta la oscuridad - Informé a mi nuevo amigo el vampiro. y debido a que pronto viene el amanecer las tendré a mi conveniencia, sino acceden se queman, y si esto no terminar tendrás que marchar y mandarme a alguien que pueda estar bajo la luz del sol - No estaba jugando, de aquel lugar saldría con el traidor o estaba dispuesta a perder mi vida, nada me saldría mal, y en ese momento no sería la primera ocasión.

Avancé apuntando hacía todos lados. Sentí pasos y me escondí entre uno de los muebles que estaban al fondo de un pasillo, mi sorpresa fue grande cuando no detectaron mi presencia. Aguardé la respiración mientras pasaban y al terminar mi andar salí de mi escondite para seguir mi camino.

¿Un perro negro? Aquello me hizo sonreír, mucho más al ver que no estaba muerto. Apunté a una de sus patas y deje que la flecha se le incrustara. No podría avanzar. Me acerqué y di un fuerte golpe al hocico para que no se le ocurriera morderme. De entre las bolsas de mi traje de caza saqué una pequeña soga, quizás corta pero resistente, no podrían romperla, era las que utilizaba con vampiros para apartar la cabeza de su cuello. - Quieto cachorro - Indiqué con firmeza, primero amarrando sus hocico con un pedazo de la soga, con esa misma amarre sus patas delanteras, y al final las traseras, quedaba un poco para poder arrastrarlo y así lo hizo - Buen chico - Volví a bromear, salí con rapidez del castillo para dejar el perro alado de Thiago - Más vale que no lo dejes ir, o el que será amarrado de esa manera y torturado serás tú - Amenacé al brujo, y volví al castillo.

Ella estaba cuidando cada uno de sus pasos, de acuerdo a las cosas que había visto hasta ese momento, nada que estuviera relacionado con ese castillo podía ser confiable, Dagmar era una cazadora que podía derribar a cualquier bestia, pero nadie la había entrenado para atacar a los espíritus, aquello era una fuerza distinta, algo que por más entrenamiento no podría controlar porque no había nacido con él don, quizás por eso estaba tan alerta, por eso avanzaba de manera lenta. La joven se escondía entre la oscuridad del castillo, se escondía entre pilares mientras avanzaba, se sentía bastante divertida y a la vez una especie de sentido del peligro invadió su cuerpo - ¿Ahora haces preguntas tú? - Su voz se alzó, retumbó y se proyecto en forma de eco por aquellas paredes, la voz viajó y estaba segura que llegaría hasta el traidor, lo sentía.

Mantenía aquel arco en una de sus manos, y con la otra tomaba el mazo de la espalda. Nadie podría ganarle en un combate cuerpo a cuerpo, y de querer hacerle daño, utilizaría un método un tanto tramposo pero por supuesto viable, pues en la guerra y en el amor todo se vale. Abriría las grandes cortinas del lugar dejando que la luz del sol se colará por los cristales - Seguramente te importan todos aquellos que están aquí adentro, y sino te importan al menos les debes respeto - Dagmar seguía avanzando de manera sigilosa, buscando por un lado y por otro, se acercó a una de las cortinas y las tiro, dejando que parte del castillo se iluminara. - Sino vienes conmigo los mataré a cada uno de ellos, y sabes que puedo hacerlo - Guardó silencio, sacó una de sus flechas y las acomodó en el arco, apuntando, moviendo sus brazos de un lado a otro.

Dagmar comenzaba a perder la paciencia, y vaya que tenía mucha, aquello se estaba yendo demasiado lejos, y no tenía intensión de matar criaturas al menos esa noche, porque las criaturas que estaban dentro de ese lugar podrían servirle, cada palabra que H les habría dicho podría servir a su favor, mejor tenerlos de amigos que de enemigos. - Muéstrate ya, no seas cobarde, sal de dónde quiera que estés, ten el valor que tuviste para hablar la maldita boca frente a la reina, ahora tú error vas a pagar maldito traidor - Dagmar soltó una de las flechas, dejo que se perdiera entre la oscuridad de los siguientes pasillos, el sonido de la velocidad que llevaba la flecha le dejaba en claro que los siguientes metros estaban vacíos hasta que la flecha se incrusto en algo, un sonido, una queja, el dolor. Su flecha se había clavado en algo o alguien, esperaba que fuera en él, en el traidor, corrió buscando la meta, debía apresurarse, el vampiro Fenrir debía escapar de ahí antes que el sol se alzara de manera gloriosa.

Su gran error fue no haber abierto las cortinas rápidamente, no dejar que la luz comenzaba a traspasarse, pues su visibilidad se había truncado, y todo daba paso a ser dañada, era una cazadora, excelente en realidad, de las mejores que existía, con la capacidad de poder desarrollar y agudizar el oído, de tal manera que cualquier otro humano no podía, percibía con un simple suspiro de su adversario, sabía como apuntar, como ubicarse en las sombras, pero tampoco es que tuviera las manías y las ventajas de su sobrenatural, ante todo seguía siendo más débil, y por esa razón ahora estaba siendo lastimada de una manera grave. Primero su mejilla, después su hombro. Soltó un jadeo fuerte que retumbó el cuarto, se encorvó pero no se tocó ninguna parte herida, no estaba para lamentarse, si iba a morir, más valía que terminará con su misión, y después, podría caer desangrada en algún lugar.

- Maldito seas - Musitó, mientras sentía un sabor metálico en su boca. Escupió a un lado, de manera nada femenina o sensual como estaba acostumbrada, pero no es que le importara en esos momentos, estaba para trabajar, no para seducir. Sacó una flecha de su estuche apuntando, y se aproximó a una ventana para iluminar el cuarto, notando que no había nadie en el lugar, pero si había una puerta continua. No fue tonta está vez. En el marco de la puerta, alcanzó a visualizar, gracias a la luz que corría por ese salón, las cortinas lejanas de ese lugar. Enfocó los postes de la cortina, con rapidez dio en el blanco en uno, y con más rapidez todavía, enfocó el lado contrario, logrando que, cayeran y dejaran iluminada la sala. Lo cual le daba enfoque de todos los lados.

No deseaba hablar, estaba enfurecida, rabiosa, deseaba matar a ese maldito bastardo. Poco a poco se adentró, logrando que pudiera captar toda la zona. Cuando estaba a punto de darse por vencida en la búsqueda, notó un pequeño camino de sangre, seguramente era suyo. Guardó la respiración, y rápidamente tomó una flecha, apuntando, y logrando que el primer impacto diera en su muslo, y el segundo en su hombro, en el mismo que le había afectado a ella. Era evidente lo mucho que le dolía, la estaba abandonando la fuerza, pero no podía darse por vencida. Las flechas no solo se quedaron clavadas en la piel, también se quedaron enterradas en parte de la madera que estaba detrás del humano.

- Ojo por ojo - Musitó de forma altanera, y con fuerza pateo el estomago del cambiante - No vueltas a tocarme - Y de nuevo volvió a patear, dejando que se retorciera en el suelo, estaba tan enojada que no importaba el daño que hiciera, hace mucho tiempo, o quizás desde su llegada a París, no había deseado tanto la cabeza de un sobrenatural.