[2011, París] Un año de vida más [Valentine Bardot]

Sin lugar a dudas, un día para no sentirse mal ni agobiado…
Así lo había pensado esta mañana, cuando desperté solo en mi cama, acostumbrado a mirar a una hermosa mujer que me ha mantenido el corazón “latiendo”. De alguna forma lo hacía y lo sentía…

Siento que los años cada vez pasan más lentos, estando con Valentine pensaba que habían muchas cosas por hacer, siempre había algo que hacer junto a ella si no… me bastaba y sobraba con mantener mi mirada sobre sus ojos y pensar que ya no importaría nada más, con tal de estar a su lado.


Esté iba a ser mi último día en el sur de Paris, solo faltaba una reunión más en la convención de vinos para cerrar el negocio oficialmente.
Personalmente no trabajaba, nadie me veía trabajar, pero había alguien conocía mis motivos de asistencia, John Tarjert, un joven hombre que paso de ser un desesperado contador a un importante empresario del más antiguo viñedo en el mundo, el mío… pero eso es otra historia. John era un especie de marioneta que aceptaba mis sabios concejos y decisiones, ¡pues claro! Debía cuidar mi hermoso regalo hacia él.



Cada vez que el viaje acortaba más kilómetros, mi estomago se revolvía por sí solo, mi desesperación era tal, que llegaba a sentirme humano. Hasta que por fin, pude expresar mi especie de humanidad en una simple mirada.


No despegue mis ojos de ella, tan radiante como siempre, ese espíritu de tranquilidad y gozo nuevamente llegaba a mí, corrí hacia ella entre la multitud de gente que había en el aeropuerto y la abrace con todas mis ganas. Un abrazo de un hombre pálido y sin vida celular, que resulto ser cálido y afectuoso. – no sabes cuantas ganas tenía de hacer esto. – dije mientras mi nariz de posaba en su cuello, drogándome con su delicioso olor, me había calmado, mi respiración chocaba con su piel cálida. Me despegue solo unos centímetros para verla a los ojos y besarla por fin.

Los días se habían vuelto realmente largos, junto a mí faltaba alguien lo suficientemente importante como para que me faltase el aire. Podría parecer una cursilada, así lo tachaba mi mejor amiga Adrian, pero para mí claramente no lo era.

Aquella mañana ni tan siquiera había sonado el despertador cuando me levanté de la cama ilusionada, mi corazón palpitaba acelerado pues sabía que apenas quedaban unas horas para poder esconderme en los brazos de Gregori de nuevo, pues era mi mayor deseo en ese instante. Bajé despacio las escaleras de la pequeña casa, debía desayunar, ducharme, vestirme y ir directa hacia el aeropuerto para esperarle allí, pues fue lo que hice.

~ 1 Semana antes ~

El timbre de la campana sonó en todo el aula, el chirrido de las sillas al arrastrarse por el suelo invadieron todo el edificio, cada día era igual no había ningún cambio ni tampoco tenía intención de haberlo. Me levanté despacio de mi mesa y recogí mi material mientras me mantenía sumida en un mundo paralelo al que estaba, ni siquiera me había dado cuenta de que me había quedado sola hasta que la voz chillona de la profesora me llamó la atención para que me diese prisa y abandonase el aula. Sin meter las cosas en mi mochila salí con los libros en la mano despidiendome a la salida de la profesora.

Después de las clases me encontré con Adrian a la salida, allí estaba ella estática sin mover un solo músculo, eso consiguió que se me escapase una pequeña sonrisa, me era simpático verla de aquella forma. Al verme ella se encaminó despacio sin apurar demasiado el paso pues sabía que yo solía tomarme las cosas con demasiada calma y tranquilidad.- Cómo te fueron las clases hoy, Adrian ¿Todo bien?.-Pregunté con mi peculiar alegría. Esta me miró por encima del hombro y hizo un gesto de negación, por su cara podía deducir que las cosas no estaban del todo bien. Me acerqué del todo a ella y le abracé uno de sus brazos mientras caminaba a su mismo paso para no quedarme demasiado rezagada.- Cuéntame. ¿Qué te ocurre ahora?.-Pregunté mirándola de reojo, pero apartando la mirada unos instantes después.- No ocurre nada, Valentine. De verdad, ahora apuremos, tu clase de piano empieza en 10 minutos.-Respondió ella con aquella vocecilla melodiosa que tanto la caracterizaba. Un poco inquieta aún asentí a sus palabras, la conocía lo suficiente como para saber que si Adrian no quería hablar sobre ello, no lo haría. Pero también me había dado cuento que su comportamiento se había visto alterado desde que yo había empezado a combibir con Gregori y de eso ya había pasado muchísimo tiempo.

¿Cómo podían cambiar de aquella manera las personas? ¿Y por qué lo hacían? Esas habían sido las preguntas que habían rondado durante toda la semana en la cabeza, en mi cabeza por desgracia.

~

Cada dos por tres miraba el reloj y también la pantalla de vuelos, estaba realmente ansioso por verle ¿él estaría igual de ilusionado? ¿Tendría tantas ganas de verme? Una leve rojez se apoderó de mis mejillas al instante, siempre me pasaba, era pensar en él y que mis mejillas se sonrojasen y mi corazón se acelerase.
El aviso del vuelo salió anunciado y mi corazón aún se aceleró más. Me levanté del banco en el cual estaba esperando y caminé por la terminal despacio hasta quedar en la zona de llegadas, mi mirada caminaba de un lado a otro ansiosa de encontrar a aquel que buscaba, finalmente así fue, vi aparecer a la persona que más ansiaba. Casi al instante salí corriendo hacia él abriendo mis brazos para abrazarle con fuerza cuando estuve frente a él. Aferré con algo de fuerza mis manos a su ropa y hundí mi cara en su hombro.- Te eché tanto de menos... Tenía tantas ganas de verte.-Respondí a la vez que me separaba apenas un poco para poder ver su rostro. Posé uno de mis dedos sobre su cuello y lo deslicé con cuidado acariciándole. Cuando él se acercó para besar mis labios cerré los ojos sintiendo en su totalidad aquel cálido beso, beso al cual correspondí con ternura. No quería separarme lo más mínimo de él, me daba igual que la gente se parase para mirarnos. Aparté apenas unos centímetros los labios de los de él.- ¿Cómo fue el viaje?.-Pregunté con suavidad.

- Aterrador… - aun no abría mis ojos, mi frente estaba unida a la de ella, podía sentir su respiración y su agitado corazón, todo era música para mis oídos, era algo hermoso, precioso… podía hasta interpretarlo en una melodía musical con mi piano favorito. – no dejaba de mirar el reloj… creí que me lanzaría del avión… - sonreí levemente, me mantuve así unos largos segundos, hasta que bese con ternura su frente y fruncí mi ceño como si de verdad me doliera besar su piel. – para la otra vas conmigo…

Si… si lo veía de otro perspectiva, era todo muy apasionado, muy verdadero, las palabras salían solas de mi boca, pero era la felicidad que sentía, estoy seguro que si mi yo hace 300 años me viera haciendo esto, se sentiría celoso.


La gente comenzó a caminar de un lado a otro, dándonos más especio a ambos, el pasillo era amplio, pues era el lugar en donde cientos de personas esperan a sus seres queridos y no se moverían hasta conseguir una respuesta de afecto.


- Feliz cumpleaños Valentine… - termine por decir luego – estamos al borde de la felicidad, no existe motivo para hundirse en la amargura esté día tan especial. – ambas manos subieron para acariciar su terso rostro, tan suave y delicado, muy bien cuidado – me imagino que no iras a clases… - mis dedos pulgares acarician con lentitud su piel. – quiero pasar todo el día junto a ti.

¿Aterrador? Aquella palabra hizo que mi respiración se entrecortase de forma súbita. Los peores pensamientos cruzaron mi mente haciendo que mi imaginación iniciase un carrusel de imágenes. Y es que por naturaleza desde que le había conocido mi instinto de protección como de preocupación parecían estar todo el tiempo a flor de piel. Pero todo se paró y desapareció cuando escuché el resto de palabras, no había pasado nada, todo había sido acelerada imaginación y mi prematura preocupación. Apoyé con más firmeza mis manos sobre sus hombros y elevé una de ellas hasta su cuello el cual acaricié despacio con las yemas de los dedos tan solo, dándole las más delicadas caricias.- No me vuelvas a dejar aquí, Gregori. Sabías que quería ir contigo... Los días se hacen eternos cuando tú no estás junto a mí.-Respondí con suavidad, pero era imposible ocultar mi alegría, era la emoción del reencuentro.

Aunque... Si se pensaba fríamente, quizás el estar un tiempo separados era una de las cosas que hacía que aquel fuego de pasión y deseo permaneciese vivo. Y es que cuando el tiempo de separación era mayor, los encuentros, las miradas, caricias y palabras eran más intensas y llenas de pasión. Pero aún así, algo en mí prefería pasar sin eso y poder amanecer cada mañana junto a él.

El movimiento en la misma terminal que nosotros estábamos era continuo, la gente iba y venía. En algunos casos eran personas que llegaban de un largo viaje y se reencontraban con su familia fundiéndose en abrazos, otros casos eran todo lo contrario, familias que se despedían de sus seres queridos dejando lágrimas. Pero aquel no era mi problema ni mucho menos, yo por fin estaba con él, cosa que hacía semanas que ansiaba más que al aire mismo.

Feliz cumpleaños. Esas fueron las palabras de él, las cuales produjeron que una sonrisa se dibujase en mis finos labios.- Gracias, gracias por recordarlo, Gregori.-Le dije en un susurro para que él solo pudiese escucharlo.- No hay nada ni nadie que pueda hacerme sentir mal este día... Todo es perfecto si tú estás aquí.-Noté como él mimaba mis mejillas con sus dedos y correspondí a ello acariciándole su cuello con las yemas de los dedos.- Hoy no haré otra cosa que no sea estar al lado tuyo. Quiero pasar este día junto a ti...-Me acerqué un poco más a él y pegué mis labios a su comisura dejando un suave beso.

Cerré mis ojos al momento de ese beso tan tierno y cálido, eso hizo que algo frio recorriera mi espina dorsal, algo sumamente bueno y deseoso. – De los años que llevo junto a ti… - comencé a susurrarle aun muy cerca de ella – aun no puedo dominar mis nervios… pero todo va con su tiempo – ella sabía perfectamente mi situación, era su aroma el que me motivaba a no alejarme de ella, era como mi droga, una droga perfecta, hecha única y exclusivamente para mi…

- ¿vamos? – con el brazo que no llevaba la maleta con ruedas, abrace a Valentine por la espalda, ambos nos dirigimos a la salida del Aeropuerto para dirigirnos al departamento.




Nuestro departamento era el último, el piso 15, era el más amplio y el que menos tenía contacto con los demás vecinos, era exclusivo para ambos, siempre le he querido dar lo mejor de los mejor a Valentine.

Lo Primero que hice, fue sentarme en el cómodo sofá, dejando la maleta a un lado. Apoye mi cabeza en el respaldo del sofá, no estaba cansado, tan solo, me mantuve allí, pensativo, mirado el techo, y cerrar los ojos.
Pude oír todo lo que hacía Valentine, su pasos iban y venían, su corazón latía con calma, su aroma estaba impregnado en este departamento, también escuchaba su respiración, todo era una orquesta para mis oídos.
Debajo de nuestro piso, no había nadie, estaba vacío, a no ser que el hombre que vive abajo, estuviese muerto y tirado en el suelo.

- Valentine… - dije de pronto - ¿tienes ganas de salir esta noche? – no quería incomodarla, no sabía qué era lo que quería para su cumpleaños, obviamente tenía su obsequio, pero ¿si no tenía ganas de salir? ¿y solo quería pasar conmigo a solas?
Abrí mis ojos, mire el techo y proseguí – a no ser que quieras cenar esta noche aquí.

Desde el aeropuerto hasta nuestro apartamento no había más de unos cuantos minutos en coche. Por el camino tampoco formulé ninguna pregunta, tampoco hice el intento de entablar una conversación, en realidad me gustaban aquellos pequeños momentos en los que estaba acompañada por él, en los que podía sentir su presencia y eso era todo lo que mi cuerpo necesitaba. Las palabras, miradas, sonrisas... Eso era un mundo aparte, ahora solo era su compañía y el silencio.

Al llegar al apartamento subí detrás de él, pero entré antes cuando él me cedió el paso con un gesto. Una vez dentro yo me dirigí hacia la habitación, necesitaba quitarme aquella ropa y estar más cómoda. Entré en la habitación y empecé a desvestirme, dejando mi ropa sobre la cama y colocándome el pijama o más bien aquella muda que usaba como tal. Mientras él estaba descansando en el sofá yo terminé de ordenar la casa, empecé dejando mi ropa sobre la silla del cuarto, detestaba que todo estuviera fuera de lugar. Podrían calificarme de obsesionada o perfeccionista, pero es que aquello de ver la ropa por el suelo o por cualquier lado. me crispaba.
Entré tranquilamente en el salón de nuevo y tomé la maleta de él llevándola conmigo hasta el dormitorio, dejé toda su ropa ordenada y tras eso salí.

Antes de regresar con él al salón, preparé dos tazas de chocolate, una de ellas era para él la otra para mí. Regresé con paso tranquilo, mi mirada se posó en él al instante y una sonrisa se dibujó de forma lenta en mis labios, dejé la misma taza que llevaba en mi mano sobre la mesa y me senté en un sillón, subiendo mis piernas al mismo y dejándolas flexionadas. Al escuchar sus palabras me quedé en silencio, en realidad me apetecía algo íntimo con él sin que nadie nos molestase.- Me gustaría que pasasemos la noche aquí. Es mi día y solo la quiero pasar acompañada de la persona que quiero, y eres tú.-Respondí con tranquilidad. Mi atención volvió al instante a la taza humeante que tenía entre las manos, soplé un par de veces antes de probarlo, al hacerlo hice una ligera mueca de disgusto aún quemaba demasiado.-¿Tú quieres salir, Grego?.-Pregunté mientras le miraba desde mi posición, jugando con mis manos sobre la taza intentando no quemarme demasiado.